sábado, 23 de marzo de 2013

Nuevos Caps!!! 5 y 6!!


CAPITULO 5
Vaya, vaya, vaya.
Vale, lo retiro. Sí que tenía un rasgo que le resultaba irresistible: su altura. Siempre le habían chiflado los hombres más altos que ella. Y con este tipo podría calzarse sin dificultad unos tacones de ocho centímetros sin ofender su ego.
Le sacaba una buena cabeza.
Y eso le gustaba.
– ¿Cómo es que conoces a mi hermana? –le preguntó, intentando mantener sus pensamientos ocupados en esa cuestión y no en lo mucho que deseaba probar esos labios tan apetecibles.
–La conozco porque no deja de cruzarse en mi camino. –Volvió a dar un tirón a los grilletes–. ¿Qué os pasa a los humanos que tenéis una necesidad constante de meteros en asuntos que deberíais ignorar?
–Yo no me meto en asuntos que… –su voz se desvaneció cuando las palabras que él acababa de pronunciar penetraron en su cerebro–. «Humanos», ¿a nosotros los humanos? ¿Por qué has dicho eso?
El tipo no contestó.
–Mira –siguió ella, alzando el brazo para mostrarle el grillete–. Estoy encadenada a ti y quiero una respuesta.
–No, tú no quieres ninguna respuesta.
Vale, eso sí que no. Aborrecía a los machos alfa. Esos tipos dominantes que parecían decir con su actitud «Yo soy el tío, nena: yo conduzco» le daban arcadas.
–Muy bien, machoman –le dijo irritada–. No soy ninguna descerebrada ligera de cascos que se dedique a hacer ojitos y pestañear a los chulos vestidos de cuero. No intentes tus tácticas de musculitos conmigo. Por si no lo sabes, en mi oficina me llaman la rompepelotas.
Juan Pedro la miró con el ceño fruncido.
–¿Machoman? –repitió, incrédulo.
Jamás en su extremadamente larga vida se había encontrado con alguien que tuviera la osadía de enfrentarse a él. Durante su etapa mortal, había conseguido que ejércitos enteros de romanos huyeran aterrorizados antes de llegar a enfrentarse a ellos. Pocos hombres se habían atrevido a mirarlo frente a frente. Desde que se convirtiera en Cazador Oscuro, legiones de Daimons y apolitas temblaban ante su mera presencia. Su nombre era susurrado con temor y reverencia, y esta mujer acababa de llamarlo…
–Chulo vestido de cuero –repitió en voz alta–. Creo que jamás me había sentido tan insultado.
–Entonces es que has sido hijo único.
Él soltó una carcajada por el comentario. En realidad, había tenido tres hermanas más pequeñas que él, pero ninguna se había atrevido a insultarlo nunca.
Deslizó la mirada por el cuerpo femenino. No era una belleza clásica, pero esos ojos almendrados le conferían una apariencia exótica y le recordaban los de una hechicera. El pelo, de color caoba, le caía desordenado alrededor de los hombros. Pero habían sido esos ojos azules los que lo cautivaron. Cálidos e inteligentes, lo observaban, entornados, con una mirada maliciosa.
Un ligero rubor le cubría las mejillas, oscureciendo el azul de sus ojos. A pesar del peligro en el que se encontraban, Juan Pedro se preguntaba si tendría la misma apariencia después de toda una noche entera de puro sexo agotador. Se imaginaba esos ojos oscurecidos por la pasión, el pelo enredado, las mejillas enrojecidas por el roce de su barba y los labios húmedos e hinchados por sus besos.
La idea hizo que su cuerpo se incendiase.
Hasta que sintió el familiar cosquilleo en la nuca.
–Pronto amanecerá.
–¿Cómo lo sabes?
–Lo sé. –Tiró de ella hasta ponerla en pie y comenzó a examinar los herrumbrosos muros en busca de una salida–. Una vez que nos liberen tendremos que encontrar el modo de librarnos de los grilletes.
–Gracias por señalar lo obvio. –Mariana miró la herida que tenía en el costado y que se veía a través del desgarrón de la camisa–. Antes necesitas que te miren eso.
–No quiera Dios que me desangre hasta morir, ¿eh? –preguntó con ironía–. Porque si no, tendrás que arrastrar mi pútrido cadáver.
Ella arrugó la nariz, asqueada.
–¿Podrías ser un poco más morboso? ¡Jesús! ¿Quién era el ídolo de tu infancia?, ¿Boris Karloff?
–En realidad era Hannibal.
–Estás intentando asustarme, ¿no es cierto? –preguntó ella–. Pues que sepas que no va a funcionar. Crecí en una casa llena de poltergeist furiosos y con dos hermanas que solían invocar demonios por el placer de luchar con ellos. Tío, he visto de todo y tu humor negro no funciona conmigo.
Antes de darse cuenta de lo que ella estaba haciendo, Mariana agarró el borde de la camisa y la alzó. Se quedó helada al ver su estómago desnudo. Era liso y duro, con unos fantásticos abdominales, bien marcados, que cualquier atleta envidiaría. Pero lo que la dejó boquiabierta fueron las cicatrices que le cubrían la piel.
Y, lo que parecía peor, la horrible herida que le atravesaba el costado y que llegaba por debajo las costillas.
– ¡Dios santo!, ¿qué te ha pasado?
Él se bajó la camisa de un tirón y se alejó de ella.
–Si te refieres a las cicatrices, tardaría años en contártelo. Si lo dices por la herida, me la hizo un apolita de unos trece años al que confundí con un niño que necesitaba ayuda.
– ¿Te tendieron una trampa?
Él se encogió de hombros.
–No es la primera vez.
Mariana tragó saliva y lo miró de la cabeza a los pies. Lo rodeaba un aura poderosa y letal. Se movía como un depredador ágil y sigiloso, y esos ojos… Parecían fijarse no sólo en lo que se veía a simple vista. Esos crueles ojos negros brillaban de forma espectral.
Y le robaban el aliento cada vez que se posaban en ella.
Nunca había visto a un hombre rubio con unos ojos tan oscuros. Ni tampoco había visto a un hombre tan apuesto. Sus rasgos eran perfectos, como si hubieran sido modelados por un artista. Exudaba virilidad; una sexualidad puramente masculina que parecía casi sobrenatural. Conocía a muchos hombres que se esforzaban por proyectar lo que la madre naturaleza le había concedido a éste a manos llenas.
–¿Qué es un Cazador Oscuro? –le preguntó–. ¿Se parece en algo a Buffy, la Cazadora de Vampiros?
Él se rió.
–Sí. Soy una adolescente bajita y emancipada que vaga por ahí luchando contra los vampiros, con unos pendientes que los malos utilizarían para desgarrarme las orejas y tirar de ellos hasta…
–Ya sé que no eres una chica, pero ¿qué es un Cazador Oscuro?
Dejo escapar un suspiro y tiró de ella para continuar examinando las paredes de la habitación en busca de una puerta oculta.
–Resumiendo: acabo con las criaturas que merodean durante la noche.
Mariana sintió un escalofrío al escuchar su somera explicación, pero supo que había mucho más. Parecía un tipo letal, aunque no había en él rastro alguno de crueldad o vileza.
–¿Por qué quieres matar a Cayo?
Él la miró un instante antes de intentar forzar la puerta de nuevo. Sacudió con tanta fuerza el pomo que a Mariana le sorprendió que no arrancara la cerradura de cuajo.
–Porque no sólo se dedica a matar humanos, también roba sus almas.

Ella se tensó al escucharlo.
–¿Eso es cierto?
–Acabas de decir que lo has visto todo –se burló él–. Dímelo tú.
Mariana sintió el repentino deseo de estrangularlo. Jamás en su vida se había encontrado con un tipo más engreído y exasperante.
– ¿Por qué acabo siempre metida en todos estos fenómenos paranormales? –se preguntó en un murmullo–. ¿Es demasiado pedir un día normal y corriente?
–La vida rara vez es como desearíamos que fuese.
Ella lo miró con el ceño fruncido, confundida por el extraño tono de voz.
Juan Pedro ladeó la cabeza y alzó la mano para indicarle que guardara silencio.
El pomo de la puerta hizo un sonido metálico.
–Toc, toc –dijo Cayo–. Tenéis todo el día para buscar refugio. Cuando caiga la noche saldremos de caza.
–Sí, sí –contestó Thiago–. Tú y tu perrito, supongo.
El tono jovial sorprendió a Mariana. Las inquietantes palabras de Cayo no habían hecho mella en él.
–¿No te asustan sus amenazas?
Thiago la miró con severidad.
–Chère, el día que alguien como él consiga asustarme, me pondré de rodillas y le daré mi puñal para que me arranque el corazón. Lo que temo es el momento de enfrentarnos a tu hermana y convencer a la Reina de la Testarudez de que se mantenga alejada de todo esto hasta que yo sea capaz de localizar a Cayo y mandar su alma al olvido, que es donde debe estar.
Mariana se rió, a pesar del peligro que les rodeaba.
–¿La Reina de la Testarudez? Ya veo que conoces muy bien a Rochi.
Juan Pedro hizo caso omiso de su comentario mientras utilizaba su cuerpo para protegerla y abría la puerta con precaución. Acto seguido, se detuvo y echó un vistazo.
Al otro lado de la puerta se extendía un estrecho pasillo, flanqueado por enormes ventanas cubiertas de una espesa capa de polvo que oscurecía la luz del sol del amanecer.
–Joder –gruñó Juan Pedro en voz baja, mientras volvía a entrar a la habitación.
–¿Qué pasa? –preguntó Mariana con el corazón desbocado a causa del terror–. ¿Hay alguien ahí fuera?
–No.
–Entonces vámonos –dijo, encaminándose hacia la puerta.
Él no se movió ni un milímetro. Con los dientes apretados volvió a mirar el pasillo y dijo algo en un idioma que
Mariana desconocía.
–¿Cuál es el problema? –preguntó ella–. Está amaneciendo y no hay nadie ahí fuera. Vámonos de aquí.
Juan Pedro respiró hondo, como si estuviese irritado.
–El problema no es que haya gente. El problema es el sol.
–¿Y qué problema puedes tener con el sol?
Dudó unos instantes antes de abrir la boca y pasarse la lengua sobre unos colmillos largos y afilados
CAPÍTULO 6
¡El maravilloso tío bueno es un vampiro!
–¡No, no, no y no! –El cuerpo de Mariana era presa de continuos estremecimientos de terror y le estaba costando un esfuerzo supremo contener los chillidos–. ¿Vas a chuparme la sangre?
Él alzó una ceja en un gesto sarcástico.
– ¿Es que tengo pinta de abogado?
Mariana ignoró el mordaz comentario.
– ¿Vas a matarme?
Él soltó un suspiro exasperado y su rostro adoptó una expresión irritada.
–Si tuviese intención de hacerlo, ¿no crees que ya estarías muerta?
Se acercó a ella y le ofreció un amago de sonrisa maliciosa que Mariana reconoció como un intento de intimidación. Y vaya si funcionó.
Thiago alzó la mano que tenía libre para acariciarle la piel del cuello, bajo la que latía la yugular. El roce, ligero como una pluma, provocó una oleada de escalofríos por todo su cuerpo.
–Puestos a pensarlo, podría dejarte seca y después arrancarte la mano de un bocado, para librarme de ti.
Aterrorizada, abrió los ojos de par en par.
–Pero… estás de suerte; tampoco tengo intención de hacer eso.
–Deja el sarcasmo, ¿vale? –balbució con el corazón desbocado, ya que no estaba muy segura de que estuviese bromeando y de que en el momento menos pensado, se abalanzara sobre ella con el rostro desencajado y comenzara a chuparle la sangre–. Me resulta difícil hacer frente a esta situación. Ponte en mi lugar. Lo único que hice fue ir a casa de Rochi para sacar a su perro porque si no iba a hacerse pis en su cama. De ahí pasé a ser golpeada en la cabeza y he acabado encadenada a un vampiro. Perdóname si parezco un poco trastornada en este momento.
Para su sorpresa, Juan Pedro alzó una mano y dio un paso hacia atrás.
–Tienes razón. Supongo que no estás acostumbrada a que la gente te ataque sin motivo aparente.
Por su tono, Mariana supo que él –muy al contrario– tenía una amplia experiencia en encontrarse en medio de este tipo de situaciones.
Juan Pedro le respondió con una sonrisa forzada que no le llegó a los ojos.
–Si te sirve de consuelo, no me alimento de humanos.
Por alguna razón, la confesión sirvió para mejorar su ánimo. No es que acabara de creérselo pero, aun así, se sentía más tranquila.
–Entonces, ¿eres como Ángel?
Él puso los ojos en blanco.
–Ves demasiada televisión –murmuró y añadió en voz más alta–: Ángel tiene alma. Yo no.
–Me estás asustando de nuevo.
La expresión de su rostro indicó que estaba pensando en lo que le había dicho antes: «Nena, todavía no has visto nada escalofriante».
Volvió a mirar al pasillo.
–De acuerdo. Vamos a tener que salir corriendo antes de que el sol avance. –Juan Pedro le dedicó una mirada penetrante–. El problema más grave es que no sé adónde lleva este pasillo. En el caso de que nos condujera a un lugar al aire libre y sufriera una agonizante muerte por combustión espontánea, necesitaría que me hicieras un favor.
–¿Un favor? –preguntó con incredulidad. Desde luego qué cojones tenía el tío. La intimidaba, la amenazaba ¿y se atrevía, después de todo, a pedirle un favor?–. Claro, ¿por qué no? –le preguntó.
Se quitó el anillo que llevaba en la mano derecha y se lo ofreció.
–Necesito que lo guardes y que busques un árbol.
Mariana miró el anillo con el ceño fruncido. Estaba rayado y tenía bastantes abolladuras, lo que indicaba que había sido bastante maltratado. O que la mano que adornaba había sufrido muchas vicisitudes.
Los rubíes se engarzaban en la parte superior y sostenían una espada de diamantes, rodeada por diminutas esmeraldas con forma de hojas de laurel y rematada por un zafiro a modo de corona. Estaba claro que era una joya antigua y muy valiosa. ¿Por qué se lo confiaba a ella? Sin saber muy bien qué hacer con él, se lo metió en el bolsillo de los vaqueros.
–¿Sirve cualquier árbol? –le preguntó.
–Cualquiera. Cuando estés debajo del árbol, pronuncia las siguientes palabras: «Artemisa, yo te invoco en tu forma humana».
–Artemis…
Juan Pedro le puso la mano sobre los labios.
–Por Zeus, no lo digas hasta que yo haya desaparecido. Una vez hayas pronunciado las palabras, espera hasta aparezca una mujer pelirroja, muy alta, y le dices que necesitas protección frente a Cayo.
Mariana arqueó una ceja.
–¿Quieres que invoque a una diosa para que me proteja?
–Si no lo haces, os atrapará a ti y a tu hermana.
–¿Es que te importa?
–Mi trabajo consiste en proteger a los humanos de los Daimons; eso es lo que hace un Cazador Oscuro. –Aunque había adoptado una expresión dura, sus ojos brillaban de un modo que le decía que tras aquella historia se ocultaba mucho más.
– ¿Qué son los Daimons? –le preguntó.
–Son vampiros con sobredosis de esteroides y complejo de dioses. Prométeme que lo harás.
¿Por qué no? Era una petición muy extraña pero, teniendo en cuenta que estaba encadenada con unos grilletes a un vampiro, ¿quién era ella para decidir lo que era extraño y lo que no?
–Vale.
–Bien. Ahora, salgamos de aquí a toda prisa.
Antes de que pudiera contestar, Juan Pedro agarró el grillete que rodeaba su muñeca y corrió hacia la derecha, siguiendo el pasillo. Mientras corrían sobre el suelo oxidado, Mariana se dio cuenta que estaban en una especie de fábrica abandonada.
Al final del pasillo encontraron unas escaleras que bajaban al piso inferior. Juan Pedro tiró de ella hasta llegar al último escalón y aparecieron en una habitación enorme con suelo de cemento. Las antiguas paredes metálicas estaban abolladas y los rayos del sol se filtraban a través de las grietas.
El Cazador Oscuro retrocedió hasta quedar en las sombras, lejos de la luz. Su rostro parecía ligeramente quemado por el sol pero, en conjunto, no se veía muy mal tras su loca carrera.
–¿Y ahora qué? –le preguntó ella mientras recobraba el aliento.
Él ni siquiera tenía la respiración alterada. Pero había clavado los ojos en sus pechos con sumo interés y la miraba de forma un tanto… ardiente.
Mariana cruzó los brazos como barrera de protección.
Y, por primera vez, le vio esbozar una verdadera sonrisa cuando cayó en la cuenta de que la mano de Thiago estaba peligrosamente cerca de su pecho. Tan cerca que las puntas de sus dedos le rozaban el pezón.
Mariana sintió que el fuego corría por sus venas. Bajó los brazos de inmediato hasta dejarlos a ambos lados del cuerpo, todo ello bajo la sonrisa burlona de él que, aunque malvada y de labios firmemente apretados, seguía siendo devastadora. El brillo de diversión en sus ojos quitaba el aliento y su rostro se había suavizado hasta mostrar un encanto juvenil que podría derretir el corazón de cualquier fémina.
Echó un vistazo alrededor de la fábrica vacía.
–Ahora echo en falta un móvil o una línea de metro. Sabía que debería haber aceptado la plaza de Nueva York.
Confundida, Mariana alzó la mirada.
–¿Plaza? ¿A qué te refieres? ¿Es que lo de cazar es un empleo regularizado?
–Sí, incluso me pagan.
–¿Quién te paga?
En lugar de contestar, Thiago alzó una mano indicando que guardara silencio; un gesto que estaba empezando a cabrearla. Básicamente, porque siempre presagiaba algún tipo de problema. Y ya estaba cansada de enfrentarse a los problemas de Rochi.
Dos segundos después, se escucharon los pasos de alguien que rodeaba el edificio desde el exterior. Juan Pedro la ocultó entre las sombras, junto a él, mientras escuchaban con atención. Había colocado el brazo libre alrededor de sus hombros, para poder mantenerla pegada a su cuerpo.
Mariana se quedó petrificada cuando su espalda se apoyó por completo en el pecho masculino y la asaltó una oleada de inoportuno deseo. La tibieza que emanaba del cuerpo de Juan Pedro la ayudaba a entrar en calor, y esa aura de virilidad y poder masculino la subyugaban. Y aún más inquietante era el agradable aroma a cuero y sándalo que comenzaba a invadir sus sentidos.
Deseaba a este hombre.

Continuara............

Hola!!!! volviiii,perdon por la tardanza para reecompensar dejo dos caps,quieren q vallamos de 2 en 2 ?? esq de por si la nove es algo larga y no quiero durar mucho con ella,chicas subire cuando pueda ya q seguro el cole mucho no me va a dejar,pero subire mas seguido eso sii!!

Y gracias a todas las q me desearon feliz cumple!! las quiero montones a todass,Mar para cuando vuelvas:Fue re lindo lo q hiciste en el otro blog!! tk muychooo gracias!! jaja
Es nuevo tener 16 pero me gusta jaja Gracias a mis amigas q apesar de la distancia siempre estan ahiii!! ♥♥ Ellas saben quienes son♥

Y atrasado pero FELIZ DIA INTERNACIONAL DE CASI ANGELES Y LALITER!!!
Vieron q lindo regalo nos dieron La y Pit?? son un amor ♥♥

Ahora si un beso a todas!! las quieroooo y ya saben depende de las firmar seguire subiendo,ya q han bajado y no se q hacer,encerio aprecio a las q estan pero son poquitas y necesitamos recomendacion plishuu.Ayudenme con eso y seguire aca y si no ya veremos.

Besos

@Angie_232alma

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