viernes, 8 de marzo de 2013

Capitulo 3


Hola!!! lo se desaparecí un poco (o un poco mucho jaja) pasa q no me habia dado cuenta q llevaba mucho sin subir y cuando lo note no tenia tiempo!Gracias a todas por leer y firmar son un amor,y Chari gracias! quiero tener esa imagen y no la encuentro por cierto jaja a buscar esa mejor.
A todas FELIZ DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER ,porq cada una tenemos algo q nos hace especial el simple hecho de ser mujer!! nunca debemos olvidar cuando valemos ,por eso y por todo este es nuestro dia!:)
Bueno las dejo con nove,firmen porfa!!! bssss


CAPÍTULO 3
Mariana se despertó con un fuerte dolor de cabeza y sintiéndose fatal.
¿Qué había pas…?
Se puso rígida al recordar al tipo oculto en casa de su hermana. Al recordar sus palabras.
Aterrorizada, intentó incorporarse y descubrió al instante que se encontraba tendida en el suelo –que por cierto, estaba bastante frío – en una habitación cubierta de polvo.
Y esposada a un desconocido de pelo rubio.
Tenía un grito atascado en la garganta, pero logró contenerlo.
Que no cunda el pánico. Por lo menos hasta que descubras lo que ha sucedido. Según parece, Rochi ha cumplido la amenaza de arreglar una cita a ciegas; como en aquella ocasión en la que «accidentalmente» te encerró en la despensa con Randy Davis durante tres horas. O cuando te «secuestró» y te metió en el maletero del coche con aquel músico extraño.
Rochi siempre le arreglaba citas muy poco ortodoxas con chicos. Aunque, para ser justos, su hermana no solía dejar al tipo en cuestión inconsciente antes de obligarlos a quedarse a solas.
Aunque con Rochi siempre había una primera vez para todo. Y una cita «completamente a ciegas» era muy de su estilo.
Obligándose a no perder la calma hasta tener más información, Mariana echó un vistazo a su alrededor. Estaban en un cuarto pequeño, sin ventanas y con una puerta de hierro oxidada. Una puerta a la que no podía acercarse sin arrastrar a su «amigo» por el suelo.
No había muebles ni nada más. La única luz en la estancia procedía de una bombilla que colgaba del techo, justo en el centro de la habitación.
Vale, al menos el peligro no era inminente.
No obstante, esa idea no ofrecía mucho consuelo. Echó un vistazo al cuerpo que estaba a su lado. Se encontraba tumbado de costado, de espaldas a ella; y una de dos: o estaba muerto o estaba inconsciente.
Pensando que la segunda posibilidad sería mucho más agradable que la primera, se acercó a él. Parecía bastante alto y, por la postura, se podía decir que lo habían arrojado al suelo sin muchos miramientos.
Se puso de rodillas lentamente; le temblaban las piernas. Se acercó al tipo de modo que al aproximarse pudiera estirarle el brazo que, hasta ese momento, tenía doblado en un ángulo extraño a causa del grillete.
El hombre no se movió.
Lo miró de los pies a la cabeza. Llevaba un abrigo de cuero negro, vaqueros del mismo color y un jersey de cuello vuelto, también negro, que le daban un aspecto extremadamente peligroso, aun en estado inconsciente y tumbado en el suelo. Calzaba botas negras de motorista, con unas extrañas incrustaciones plateadas en las suelas, bajo el talón.
El pelo, rubio y ondulado, le caía sobre el rostro y le llegaba hasta la solapa del abrigo, ocultando sus rasgos.
– ¿Disculpe? –susurró, mientras le tocaba el brazo–. ¿Está vivo?
Tan pronto como su mano tocó el duro y bien formado bíceps le falló la respiración. Ese cuerpo postrado era como acero al tacto. No había un lugar que pareciese blando; rezumaba fuerza y agilidad.
¡Vaya, vaya!
Y antes de poder contenerse, deslizó la mano a lo largo del brazo. ¡Qué gustazo!
Dejó escapar el aire de forma lenta.
– ¿Oiga? ¿Señor? –lo llamó de nuevo, mientras le sacudía el hombro–. Colega, ¿te importaría mucho recuperar el conocimiento para que pueda marcharme? No me apetece estar encerrada en una habitación con un muerto más tiempo del necesario, ¿vale? Venga, por favor, no hagas que esto parezca Un fin de semana con Bernie. Aquí sólo estoy yo y eres un hombre muy, muy grande.
Ni se movió.
De acuerdo, tendré que intentar otra cosa.
Mordiéndose el labio, tiró del hombre hasta dejarlo tumbado sobre su espalda. Al girarlo, el pelo cayó hacia los lados, junto al cuello del abrigo, y el rostro quedó a la vista.
Y  Mariana se quedó sin aliento. Vale, ahora sí que estaba impresionada de verdad.
Era guapísimo. Tenía un mentón fuerte y cuadrado y los pómulos marcados. Sus rasgos eran aristocráticos, con un minúsculo hoyuelo en la barbilla.
¡Oh, Señor! El tipo poseía esa clase de belleza masculina que solo un puñado de mujeres tenía la suerte de ver en carne y hueso alguna vez en la vida.
Sus labios eran los más atractivos que había visto jamás; llenos y expresivos. Esa boca estaba hecha para dar besos largos y abrasadores…
En realidad, el único defecto de su rostro era una delgada cicatriz que descendía desde la oreja hasta la barbilla, a lo largo de la mandíbula.
Podía rivalizar en apostura con el marido de Euge. Y Nico, el semidiós, era un duro competidor.
Jamás le había impresionado tanto la apariencia de un hombre. Siempre había preferido la mente al cuerpo, especialmente porque cualquier hombre con la mitad de atractivo del que poseía el que estaba tumbado delante de ella en esos momentos, no solía tener un coeficiente intelectual mayor que el número de sus zapatos.
Al contrario de lo que le ocurría a su hermana Rochi, un culo bonito y unos hombros anchos no conseguían llamar su atención, necesitaba algo más. Aunque…
Paseó la mirada por ese cuerpo esbelto y musculoso. Con este hombre estaba más que dispuesta a hacer una excepción.
Si es que no estaba muerto, por supuesto.
Alargó el brazo, insegura, y colocó la mano sobre la piel morena de su cuello, para comprobar el pulso. Sus dedos encontraron una latido fuerte y regular.
Aliviada por el hecho de que estuviese vivo, intentó sacudirlo de nuevo.
–Guapetón, ¿me oyes?
El tipo lanzó un quejido y abrió los ojos lentamente, parpadeando varias veces. Mariana se sobresaltó al ver aquellos ojos. Eran tan oscuros que parecían negros y, cuando se fijaron en ella se dilataron de forma amenazadora.
La agarró por los hombros al tiempo que soltaba una maldición.
Antes de que tuviese oportunidad de moverse, el hombre ya había girado en el suelo llevándola consigo y la tenía atrapada bajo su cuerpo sujetándole las muñecas a ambos lados sobre la cabeza.
Esos cautivadores ojos negros la estudiaban con suspicacia.
Mariana no podía respirar. Cada centímetro del cuerpo del desconocido estaba íntimamente pegado al suyo y acababa de darse cuenta de que sus brazos no eran la única parte que estaba dura como una piedra. El tipo era sólido como una roca.
Sus caderas reposaban justo sobre las de ella y el duro y liso vientre masculino estaba apoyado sobre su cuerpo de tal forma que la hizo sonrojarse sin remedio. Comenzaba a desear a ese hombre; estaba muy excitada y le costaba trabajo respirar.
Por primera vez en su vida, quería alzar la cabeza y besar a un completo desconocido.
¿Quién era?
Para su total asombro, él bajó la cabeza hasta ponerla muy cerca de su rostro y aspiró con fuerza sobre su pelo.
Mariana se tensó.
– ¿Me estás olisqueando?
El cuerpo del hombre se agitó de la cabeza a los pies con la carcajada, profunda y ronca, que siguió a su pregunta, y ella sintió un extraño estremecimiento.
–Sólo estoy admirando tu perfume, ma fleur –le susurró suavemente al oído, con una voz insinuante y un acento extraño que hicieron que Mariana se derritiera. Tenía una voz tan grave que le recordaba al sonido de un trueno… y provocaba en su cuerpo un efecto tan devastador como el de una tormenta.
De acuerdo, el tipo la ponía muy caliente y su aliento sobre la oreja le erizaba la piel y le provocaba continuos escalofríos.
–Tú no eres Rochi Esposito–dijo en voz tan baja que, a pesar de que tenía los labios pegados a su oreja, ella tuvo que esforzarse por escucharlo
Mariana tragó saliva.
–Conoces a Rochi.
–Shh –le susurró al oído mientras sus pulgares le acariciaban las muñecas, que todavía mantenía sujetas.
El ritmo de esos dedos enviaba pequeñas descargas eléctricas a lo largo de sus brazos. Los pezones se le endurecieron y sintió que el deseo la abrasaba.
El desconocido movió la cabeza, acariciándola suavemente con la mejilla, de tal forma que el roce de su barba volvió a hacer que se le erizara la piel. Jamás en su vida había sentido algo tan excitante como el peso de ese cuerpo sobre ella, ni había percibido un olor tan embriagador como el aroma especiado y masculino de su piel.
–Nos están escuchando –le dijo Juan Pedro. Acto seguido volvió a inspirar hondo de nuevo para disfrutar de su olor.
Ahora que estaba seguro de que la mujer no representaba ninguna amenaza debería apartarse de ella, pero…
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvo entre los muslos de una mujer. Y una eternidad desde que se había atrevido a acercarse tanto a una. Había olvidado la suavidad de unos pechos aplastados bajo su torso; la dulce sensación de un aliento cálido en el cuello.
Pero ahora que la tenía debajo…
¡Por los dioses! Sí que lo recordaba. Recordaba lo que se sentía cuando unas manos femeninas se deslizaban por su espalda desnuda; cuando una mujer se retorcía bajo sus expertas caricias.
Por un instante se abstrajo por completo e imaginó que se desnudaban allí mismo y que podía explorar todas esas curvas femeninas de forma más placentera.
Y mucho más íntima.
Cerró los ojos e imaginó que deslizaba la lengua por sus pechos y jugueteaba con un pezón erguido mientras ella enterraba las manos en su pelo.
La mujer se revolvió bajo él, haciendo que la fantasía cobrase vida.
Mmm…
Estaba claro que si ella descubriese quién era él, o lo que era, se desmayaría de terror. Y, si se parecía en algo a su hermana, no dejaría de atacarlo hasta que uno de los dos acabase muerto.
Una pena, en realidad. Pero ya estaba acostumbrado a que la gente lo temiera. Era a la vez la salvación y la maldición de los suyos.
– ¿Quién nos escucha? –susurró ella.
Abrió los ojos y saboreó el sonido de esa voz suave y armoniosa. Cómo le gustaba el cadencioso acento sureño… y el de esta mujer se deslizaba por su piel como la seda más fina.
Haciendo caso omiso de su férrea voluntad, su cuerpo se agitó en perversa respuesta. La necesidad de probar esos labios llenos y entreabiertos mientras ella se abría de piernas para permitirle hundirse en su calor, creció hasta el límite.
Sí, cómo deseaba saborear a esta mujer…
Todo su cuerpo.
Se retiró un poco para estudiar mejor su rostro. Tenía una melena de un castaño profundo, veteado con hebras cobrizas que reflejaban la luz. Los ojos azul oscuro mostraban confusión y furia, un fiel reflejo de todo su carácter. En el seductor rostro se apreciaba un diminuto lunar bajo el ojo derecho. Esa marca era lo único que la distinguía de su hermana.
Eso y su olor.
Rochi llevaba perfumes caros que saturaban sus agudizados sentidos, mientras que esta mujer olía ligeramente a rosas.
En ese instante, Juan Pedro la deseó con una necesidad tan acuciante que se quedó petrificado. Hacía siglos que no deseaba así a una mujer. Siglos desde que había sentido algo, cualquier cosa.
El rostro de Mariana se encendió al notar cómo su erección le presionaba la cadera. Puede que el tipo no estuviese muerto, pero no había duda de que estaba duro. Y eso no tenía nada que ver con el rigor mortis.
–Mira tío, creo que necesitas encontrar otro sitio donde descansar.
Los ojos de él se posaron hambrientos sobre sus labios y Mariana percibió el fiero deseo que ardía en la profundidades de esa mirada negra como la noche. Al instante, contrajo la mandíbula con fuerza, como si estuviese luchando consigo mismo.
Su fuerza masculina y su abierta sexualidad la abrumaban.
Allí, debajo de él, se dio cuenta de lo vulnerable que era. Y de lo mucho que deseaba probar esos hermosos labios.
La idea la excitaba a la par que la aterrorizaba.
Él parpadeó y, como si se hubiese cubierto con un velo, toda emoción despareció de su rostro. Entonces la liberó.
Cuando se apartó de ella Mariana vio una mancha de sangre en su jersey rosa.
– ¡Oh, Dios mío! –jadeó–. ¿Estás herido?

9 comentarios:

  1. Menudo escrutinio se hicieron.

    ResponderEliminar
  2. Menudo escrutinio se hicieron.

    ResponderEliminar
  3. MAS:D!!! Ya quiero Laliter♥....... Sonaly:)

    ResponderEliminar
  4. Massss!! Me encanta la nove..... By: Marie:D!

    ResponderEliminar
  5. Yo quiero otro capi :)
    Masi_ruth

    ResponderEliminar
  6. amiga!!! espero veas esto pronto jajajaj voy a publicar algo en el blog y necesito que lo difundas plis tengo interne por muy poco y con dos lineas de señal QUE POBREZA jajajaj mañana tengo salida de campo asi q no voy a la U y no se si el internet quiera entrar el miercoles y me parece q hasta el find no me colocan internet y me parece que ya hable mucho jajajaja bye tk

    ResponderEliminar