martes, 9 de abril de 2013

Capitulo 11 y 12




CAPITULO 11
Thiago dio un respingo al sentir que Agus tiraba demasiado fuerte del hilo.
–Lo siento –se disculpó Mariana–. No lo distraeré más.
–Te lo agradecería.
Una vez que Agustin hubo finalizado, Juan Pedro volvió a colocarse la camisa y el abrigo. Se bajó de la camilla dejando escapar un imperceptible siseo, el único indicio de que le dolía el costado.
El busca de Agustin comenzó a sonar.


–No tardaré. ¿Necesitáis algo, chicos?
–Estoy bien –le contestó Juan Pedro–. Pero ella necesitará algo para desayunar y un teléfono.
Mariana arqueó una ceja al escuchar sus palabras. ¿Por qué la dejaba ahora utilizar el teléfono?
Agustin limpió todo el desorden con rapidez.
–El teléfono está en la pared del fondo. Marca el nueve para conseguir línea con el exterior. Cogeré algo de la cafetería y regresaré tan rápido como pueda. Quedaos aquí y cerrad la puerta con llave.
Tan pronto como se quedaron solos, Mariana se movió para que ella pudiese sentarse en el banquillo que había junto al teléfono. Parpadeó varias veces y se frotó los ojos, como si fuesen demasiado sensibles a la luz de los fluorescentes.
–Necesitamos un plan –le dijo en voz baja–. ¿No conocerás a alguien en la ciudad que sepa el modo de romper unos grilletes forjados por un dios griego?
Mariana sonrió; se estaba acostumbrando a su sarcasmo.
–En realidad, creo que conozco a alguien.
El rostro de Thiago se animó de inmediato. ¡Por el amor de Dios! El tipo era increíble cuando no estaba ladrando o frunciendo el ceño.
–¿Una de tus hermanas?
–Uno de sus amigos.
Él asintió con la cabeza.
–Bien. Necesitamos hacerlo preferiblemente antes de la puesta de sol, o al menos no mucho después. También tendrías que llamar a Rochi y decirle que no se deje ver durante unos cuantos días.
–Te recuerdo, por si se te ha olvidado, que no acepto órdenes de nadie. ¡Pero…! –exclamó, alzando la voz, antes de que él pudiese interrumpirla–… soy consciente de que todo esto me supera. No sabes cuánto odio toda esta basura sobrenatural. Así es que estoy deseando escucharte, pero será mejor que comiences a comportarte como si te dirigieras a una persona, y no a una muñeca hinchable sin cerebro. –Sacó el anillo de Juan Pedro del bolsillo y se lo devolvió–. Y otra cosa, necesito ir al baño ya.
Thiago soltó una carcajada.
–A mí no me hace gracia –le espetó ella mientras lo observaba colocarse de nuevo el anillo en el dedo–. ¿Alguna sugerencia acerca de cómo podemos hacerlo sin que me muera de vergüenza en el proceso?
–Eso no es lo peor, ¿qué sugieres para que no me arresten por estar en el aseo de señoras?
Ella le lanzó una mirada afilada.
–Si crees que voy a entrar en el aseo de caballeros, olvídalo.
–Entonces supongo que tendrás que aguantarte.
–¡No pienso entrar en el aseo de caballeros!
Cinco minutos más tarde, Mariana se encontraba en el aseo de caballeros maldiciendo a Thiago en voz baja.
–Lo de comportarte como un tirano te sale de forma natural, ¿verdad?
–Es lo que da sentido a mi vida –le contestó él, mientras le daba la espalda, con un tono de voz que denotaba su aburrimiento. Había doblado el brazo esposado hasta colocarlo tras su espalda para, de ese modo, permitir que
Mariana tuviese más libertad de movimientos.
Lo miró airada. Sentía la vejiga a punto de estallar, pero le resultaba muy difícil aliviarse, embutida entre él y la puerta del servicio. ¡Y todo porque Rochi no se había acordado de sacar a su maldito perro! Si salía de ésta iba a asesinar a su hermana. A matarla. ¡A descuartizarla!
–¿Por qué tardas tanto? –le preguntó él con tono acusador.
–No puedo hacerlo contigo ahí plantado.
–¿Quieres que nos vayamos?
–¡Espérate! Antes o después te tocará a ti y voy a disfrutar mucho viéndote sufrir.
Thiago se tensó ante sus palabras.
–Nena, nunca podrías hacerme sufrir.
La frialdad de su voz la asustó.
Le llevó unos minutos más pero, finalmente, acabó. Sentía el rostro más acalorado que si se encontrara en pleno ecuador durante una tarde de verano. Se lavó las manos intentado no mirar a Thiago.
–Tienes papel higiénico pegado al zapato –le dijo él, mirándole los pies.
–¡Vaya, cómo no! –exclamó ella–. ¿Algo más que consiga hacer esto aún más embarazoso para mí? ¿Qué te parece si pasas a un terreno más íntimo?
Una malvada sonrisa se reflejó en sus ojos antes de que esa mirada oscura y penetrante descendiera hasta sus labios. Mariana hubiese jurado que podía sentir su avidez, la profunda necesidad de tocarla.
Antes de que ella fuese consciente de sus intenciones, Juan Pedro le agarró la cabeza con la mano libre, le acarició el labio inferior con el pulgar y se inclinó para capturar sus labios.
Atónita, fue incapaz de pensar ni de moverse mientras los cálidos labios de Juan Pedro separaban los suyos.
El olor del cuero y el sabor del vampiro invadieron sus sentidos. Jamás en su vida había sentido algo parecido a lo que estos labios le estaban provocando. El beso de Juan Pedro era tórrido y feroz mientras la mantenía fuertemente abrazada, asaltándola como un atracador a su víctima. Todas y cada una de las hormonas de su cuerpo respondieron al instante. Un gemido gutural escapó de sus labios. ¡Cielos! El tipo sabía besar. Y la sensación de ese sólido cuerpo contra el suyo era tan increíble que no pudo evitar aferrarse a sus hombros, ansiosa y desesperada por seguir saboreándolo.
La lengua de Thiago jugueteaba con la suya mientras esos firmes músculos se contraían bajo sus manos y, al rozarle accidentalmente los colmillos con la lengua, una descarga de placer la recorrió de arriba abajo.
Por primera vez desde que se había enterado de qué tipo de criatura era, empezó a resultarle atractiva la idea de que le mordiera el cuello. Pero más sugestivo aun era pensar en él tendido en el duro y frío suelo, excitándola con todos esos poderosos músculos y ese cuerpo esbelto hasta que los dos se pusieran a cien y acabaran sudorosos y extenuados.
Jaun Pedro se tensó al probar el primer bocado de ambrosia que se permitía en dos mil años. Al instante, fue consciente de todas esas curvas suaves y femeninas que se apoyaban contra su masculinidad; del aroma a flores y sol que desprendía. Cosas que le habían sido arrebatadas hacía siglos.
Había magia en el beso de Mariana. Y una pasión descontrolada y básica. La habían besado antes, pero Juan Pedro sabía que nadie le había hecho sentir lo que estaba experimentando en esos momentos. Con el cuerpo en llamas, le recorrió la espalda con la mano y la apretó aún más contra él. La deseaba con una intensidad que le era desconocida desde los días en que había sido mortal. Ansiaba con todas sus fuerzas acariciarla de los pies a la cabeza y pasar con suavidad los colmillos por su cuello y sus pechos.
Y sentirla agitarse entre sus brazos…
Cerrando los ojos, inhaló ese aroma dulce y femenino mientras su cuerpo palpitaba de deseo, con una necesidad básica y ancestral que casi rayaba en el dolor.
Mariana jadeó al sentir la mano de Thiago deslizarse por su costado, desde el pecho hasta la cintura, para rodear después su trasero. Nunca había dejado que un hombre la tocara de esa manera, pero el Cazador Oscuro tenía algo a lo que era incapaz de resistirse. Cuando la aprisionó contra la pared con toda la fuerza de la pasión que sentía y se pegó a ella, creyó que iba a derretirse… literalmente. El roce de este torso contra su pecho le hacía ser más conciente de sus fuertes músculos.
Juan Pedro le separó las piernas utilizando uno de sus muslos y lo alzó hasta presionarlo con su sexo, provocando que Mariana se estremeciera aún más y que siseara de placer cuando él profundizó el insaciable beso.
Le rodeó el cuello con el brazo libre para tenerlo más cerca mientras sentía que todo giraba a su alrededor. ¿Cómo sería hacer el amor con un indómito depredador como Thiago y acariciar todos esos músculos que se contraían cada vez que se movía?
Thiago abandonó sus labios y trazó una húmeda senda con la lengua desde la boca hasta la oreja. Mariana sintió el roce de sus colmillos sobre el cuello y se estremeció. Sus pechos se hincharon aún más, anhelando sus caricias. Y, mientras tanto, él no dejaba de presionar el muslo entre sus piernas, haciéndola que ardiera aún más. Las rodillas se le aflojaron de tal manera que tuvo que apoyarse por completo en él.
Súbitamente, alguien golpeó la puerta.


CAPITULO 12

–Eh, vosotros dos –se escuchó la voz de Agustin y la puerta se abrió con un crujido–. Viene alguien.
El Cazador Oscuro se apartó de ella con un gruñido. Y Mariana fue consciente, en ese momento,de lo que había hecho.
–¡Por Dios! –jadeó–. ¡Acabo de besar a un vampiro!
–¡Por los dioses! ¡Acabo de besar a una humana!
Mariana lo miró con los ojos entrecerrados.
–¿Te estás burlando de mí?
–¡Chicos! –los llamó Agus de nuevo.
Thiago la tomó del brazo y la precedió al salir de los aseos. El conserje los miró de un modo raro, pero no dijo nada al entrar al baño una vez ellos salieron.
Agus los guió hasta su pequeño despacho, situado fuera del depósito.
Había un viejo escritorio de madera colocado junto a la pared del fondo, con dos sillas dispuestas frente a él. Un sofá con una almohada y una manta pulcramente doblada ocupaba la pared de la derecha y a la izquierda había unos cuantos archivadores metálicos. Agustin le señaló el teléfono del escritorio y los dejó para ir a atender sus asuntos.
Haciendo un esfuerzo para dejar de pensar en lo que acababa de suceder en los aseos y en lo estupendamente bien que se había sentido abrazando a Juan Pedro, llamó a Rochi mientras él permanecía de pie a su lado.
Por supuesto, su hermana comenzó a echarle la bronca por no haber sacado al perro.
–Vale –le contestó Mariana, irritada–. Siento mucho que Jack se meara en tu colcha nueva.
–Seguro –le dijo Rochi–. ¿Se puede saber qué te pasó anoche?
–¿Cómo? ¿Es que tus habilidades psíquicas fallan? Fui atacada en tu casa por uno de tus colegas vampiros.
–¿¡Qué! –gritó Rochi–. ¿Te encuentras bien?
Mariana alzó la vista hasta Thiago y no supo muy bien qué decir. Físicamente estaba bien, pero él le había hecho algo extraño que no podía definir con palabras.
–Sobreviví. Pero te están buscando, así que tienes que ocultarte en un lugar seguro durante un par de días.
–Ni lo pienses.
Thiago le quitó el teléfono de las manos.
–Escúchame, niñata. Tengo a tu hermana en mi poder y, si no sales de tu casa y desapareces durante los próximos tres días, me encargaré de que tu gemela desee que me hubieras obedecido.
–Si la tocas, te atravesaré con una estaca.
Él soltó una carcajada teñida de amargura.
–Será si consigues acercarte a mí. Ahora, sal de tu casa y deja que yo me encargue de esto.
–¿Y Mariana?
–Está a salvo en tanto tú me obedezcas. –Le pasó el teléfono a Mariana.
–Ro –le dijo a su hermana con timidez.
–¿Qué te ha hecho? –exigió saber Rochi.
–Nada –le contestó Mariana con el rostro cada vez más ruborizado al pensar en el beso que habían compartido.
No le había hecho nada… salvo ponerla increíblemente cachonda.
–Vale, escúchame –le dijo su hermana–. Voy a casa de Gaston; reuniremos a los chicos y saldremos en tu busca.
–¡No! –exclamó Mariana cuando vio que la mirada oscura y furiosa de Thiago descendía hasta su rostro. El corazón casi se le detuvo al recordar que podía escuchar a su hermana.
¿Puedes escucharla? –le dijo, articulando las palabras con labios.
Él asintió.
Mariana sintió un escalofrío.
–Escúchame, Rochi. Estoy bien. Haz lo que te dice, ¿vale?
–No sé qué hacer.
–Por favor, confía en mí.
–Confío en ti, pero ¿y él? Joder, ni siquiera sé quién es.
–Yo sí lo sé –le dijo–. Vete a casa de mamá; me mantendré en contacto, ¿de acuerdo?
–De acuerdo –accedió Rochi de mala gana–, pero si no escucho tu voz antes de esta noche a las ocho, saldré de caza.
–Muy bien, hablaremos entonces. Te quiero.
–Yo también. –Mariana colgó el auricular–. ¿Lo has oído?
Thiago se inclinó sobre ella; se acercó tanto que Mariana podía percibir el calor que emanaba de su cuerpo. La oscura mirada la inmovilizó.
–Todos mis sentidos están extremadamente desarrollados. –Sus ojos descendieron hasta el pecho de Mariana. Observó cómo se le endurecían los pezones por la intensidad de su mirada–. Puedo sentir cómo tu corazón se acelera y tu sangre corre con más rapidez por tus venas mientras estás ahí sentada, preguntándote si voy a hacerte daño o no.
El tipo era ciertamente aterrador.
–¿Lo harías? –susurró.
Él volvió a mirarla a los ojos.
–¿Tú qué crees?
Mariana mantuvo la vista fija en él, tratando de descubrir sus intenciones por sus gestos o su comportamiento. Pero el tío era como un muro de ladrillos.
–Si te soy sincera, no lo sé.
–Eres más lista de lo que pensaba –le dijo mientras daba un paso hacia atrás.
Mariana no supo qué contestarle. De modo que llamó al trabajo y les contó que estaba enferma y que se tomaba el día libre.
Thiago volvió a restregarse los ojos.
–¿Te molestan las luces? –le preguntó Mariana.
Él bajó la mano.
–Sí.
Mariana recordó el comentario acerca de sus agudizados sentidos.
Antes de que pudiera preguntarle cualquier otra cosa, él cogió el teléfono y marcó un número.
–Hola, Carmen. ¿Cómo está?
¿Español?, pensó, perpleja. ¿Hablaba español correctamente?
Pero lo que resultaba más inquietante era escuchar el increíblemente atractivo sonido de su voz con aquel extraño acento.
–Sí, bien. Necesito hablar con Seth, por favor.
Thiago sostuvo el teléfono apoyándolo entre el hombro y la mejilla, mientras se masajeaba la muñeca, donde el grillete le estaba dejando una marca rojiza. Mariana se preguntó si se daría cuenta de la ferocidad que reflejaban sus ojos cada vez que miraba los grilletes.
–Oye, Seth –continuó hablando tras la pausa–. Necesito que recojas mi coche que está en la esquina de Iberville y Clay, y lo traigas a St. Claude. Puedes dejarlo en el estacionamiento reservado para los médicos. –Dejó el grillete y volvió a coger el teléfono–. Sí, sé que es un asco trabajar para un imbécil como yo, pero no te olvides del sueldo y del resto de compensaciones. Ven a las tres y, una vez que dejes aquí el coche puedes irte a casa temprano.
Hizo una breve pausa y después continuó:
–Coge el maletín del armario… Sí, ése. Necesito que lo traigas y que lo dejes en el hospital, junto con mi juego de llaves de emergencia, a nombre de Agustin Sierra. –Se tensó, como si el tal Seth hubiese dicho algo que lo molestase–. Sí, puedes tomarte el día libre mañana, pero mantén el busca encendido y el móvil también, por si necesito algo.
Thiago soltó un gruñido.
–Chico, no me cabrees. No olvides que sé dónde duermes. –Aunque las palabras fueron afiladas, estaba claro que en el fondo no eran más que una broma–. Vale, pero no se te ocurra volver a quemar el embrague. Nos vemos luego.
Mariana lo miró y alzó una ceja mientras él colgaba el teléfono.
–¿Quién es Seth?
–El chico de los recados.
Ella lo miró boquiabierta.
–¡Dios mío! ¿Acabas de responder una pregunta? Cielos, será mejor que llamemos urgentemente a Agustin antes de que te desplomes muerto, o no-muerto, o lo que sea que os pase a los vampiros.
–Ja, ja –le contestó el con una sonrisa.
Joder, cuando sonríe es un vampiro muy sensual…
–¿Seth sabe lo que eres? –le preguntó.

HOLA HOLA soy MARCHU y les publico hoy porque An anda medio ocupada (por eso la foto del principio y en total las fotos no he leído los caps no se de que van)... perdón se supone que les subiría mas temprano pero tuve inconvenientes que ni al caso aburrirlas Comenten mucho...otra cosita perdon por la letra aun no entiendo necesito unas clasesitas para saber que hago mal
BESOS  

7 comentarios:

  1. Mas!! Me encanta!! Y nos dejes tanto tiempo sin nove porfa:).......Sonaly♥

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  2. BUE AMIGA....esta buena la nove jujuju me rei mucho con ey ustedes dos jaajajajjaja y si las chicas exigen que no las dejemos tanto tiempo sin nove nose si publicamos mas seguido o como hacemos mañana hablamos de eso buenas noches besos tk

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  3. nueva lectora!!

    me encanto!!

    novela solo tu: http://morithalaliter.blogspot.mx/

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  4. Bueno que decir? perdon por no firmar antes..me encanta!Espero mas,Giu

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