sábado, 20 de abril de 2013

Capitulos 14 y 15


Hola chicas!! sorry la tardanza aca dejoo los caps,subo cuando haigan mas de 14 firmas!!!bye


CAPITULO 14
–¡Eh! –exclamó ella. Al llamarla por el nombre de otra persona se había sentido ofendida hasta el alma. ¿Cómo se atrevía? Si quería meterle mano, joder, ya podría recordar con quién estaba–. ¿Qué estás haciendo?
Juan Pedro se tensó al despertarse por completo y abrir los ojos. Fue consciente del pecho suave y cálido que estaba acariciando e, inmediatamente después, de un dolor punzante que le exigía buscar un alivio inmediato.
¡Mierda!
Apartó la mano como si se hubiese quemado.
¿Qué coño estaba haciendo?
Su trabajo era protegerla, no tocarla. Y menos aún cuando parecía encajar a la perfección entre sus brazos. La última vez que había cometido ese error con una mujer le había costado el alma.
Mariana percibió la confusión en el rostro de Juan Pedro mientras se separaba de ella y se incorporaba hasta quedar sentado.
–¿Quién es Tanya? –preguntó.
El odio llameó en sus ojos.
–Nadie.
Vale, no le gustaba mucho la tal Tanya cuando estaba despierto, pero hacía un momento…
Thiago se puso en pie despacio y la ayudó a levantarse.
–No tenía intención de dormir tanto. Casi está anocheciendo.
–¿Lo tuyo con el sol es algún tipo de conexión psíquica extraña?
–Puesto que mi vida se rige por su presencia o su ausencia, sí. –Tiró de ella mientras se dirigía hacia la puerta–. Entonces, ¿conoces a alguien que puede ayudarnos a librarnos de esto?
–Sí. Deberían estar en casa, ¿quieres que llame para comprobarlo?
–Sí.
Mariana se acercó al escritorio, cogió el teléfono y llamó a Mili Alexander.
–Hola, Mili–la saludó tan pronto como Milagros cogió el auricular–. Soy Mariana. ¿Vais a estar en casa esta noche? Necesito pediros un favor.
–Claro. Mis suegros estarán aquí un rato, pero así los niños estarán entretenidos. ¿Quieres pedirme…?
–Por teléfono no. No tardaremos.
–¿Quiénes? –preguntó Mili.
–Iré con un amigo, si no te importa.
–No, para nada.
–Gracias. Hasta ahora. –Y colgó el teléfono.
–Vale –le dijo a Thiago–. Viven pasando St. Charles. ¿Conoces el lugar?
Antes de que él contestara, Agus entró en el despacho con un maletín negro en la mano.
–Hola –le dijo a Juan Pedro–. Suponía que ya estarías despierto. Un chico llamado Seth vino hace un par de horas y dejó esto para ti.
–Gracias –le contestó Thiago mientras cogía el maletín. Lo dejó sobre el escritorio y lo abrió.
A Mariana casi se le salieron los ojos de las órbitas al ver el contenido: dos pistolas pequeñas, una repetidora, un par de pistoleras, un móvil, tres navajas de aspecto peligroso y unas gafas de sol pequeñas y de cristales muy oscuros.
–Agus –le dijo Juan Pedro, con un tono tan amistoso que extrañó a Mariana–, tú sí que vales.
–Espero que Seth no haya olvidado nada.
–No, no. Lo ha pillado todo.
Mariana alzó una ceja ante ese lenguaje tan informal, en un hombre con una voz tan profunda y seductora.
Agustin se despidió de ellos con un movimiento de cabeza y se marchó.
Mariana observó cómo se colocaba las pistoleras alrededor de las caderas, quitaba el cargador y metía una bala en cada una de las armas. Acto seguido, les puso el seguro, las hizo girar en ambas manos y las metió en las fundas, de modo que el abrigo las mantuviera ocultas.
Después, cogió una navaja automática y la guardó en el bolsillo trasero del pantalón. Las otras dos fueron a parar a los bolsillos del abrigo antes de que asegurara el móvil y la PDA al cinturón.
Mariana volvió a alzar una ceja ante semejante arsenal.
–Pensaba que bastaba una estaca de madera para matar a un vampiro.
–Una estaca de madera en el corazón acabaría con cualquiera. Y si no lo hace, sal corriendo como alma que lleva el diablo –dijo Thiago suavemente–. Vuelvo a decirle, señora, que ve usted demasiada televisión. ¿Es que no tienes vida?
–Sí, al contrario de lo que te ocurre a ti, tengo una vida felizmente aburrida en la cual nadie intenta matarme. ¿Y sabes qué? Me gusta, y quiero que siga siendo así cuando salga de ésta.
El humor chispeó en los ojos de Juan Pedro.
–Muy bien, entonces vamos a ver a tus amigos para que nos separen, de modo que puedas recuperar tu aburrida vida y yo pueda volver a tomar las riendas de mi peligrosa existencia.
Recorriéndola de arriba abajo con una mirada ardiente y lujuriosa, se pasó la lengua por los colmillos y se colocó las gafas de sol.
El pulso de Mariana se aceleró. Con esas gafas de sol, su apariencia de poeta romántico resultaba aún más intensa. Y le estaba costando la misma vida no regresar a sus brazos y exigirle que la besara de nuevo.
Juan Pedro cogió la mano de Mariana, la ocultó en el bolsillo de su abrigo, junto con la suya –para ocultar los grilletes– y la guió hasta el exterior del despacho de Agustin y a lo largo del pasillo del hospital.
Mientras caminaba, percibió el modo de andar, ligero y ágil, de Juan Pedro. Su elegancia. El tipo se desenvolvía con una gracia innata. Había desarrollado unos andares arrogantes y peligrosos que llamaban la atención de toda mujer que pasara a su lado. Pero él no parecía ser consciente de la atracción que ejercía y continuó caminando hasta llegar a la salida posterior.
Una vez en el oscuro estacionamiento, Mariana dejó escapar un silbido al ver un Lamborghini Diablo en uno de los aparcamientos para empleados. La luz de la farola se reflejaba sobre la chapa negra y lo rodeaba con una especie de halo. Normalmente, pasaba por completo de los coches, pero el Lamborghini siempre había sido una excepción.
Debía ser de uno de los cirujanos.
O eso pensaba hasta que Thiago se acercó a él.
–¿Qué haces? –le preguntó.

–Abriendo mi coche.
Mariana lo miró boquiabierta.
–¿Este coche es tuyo?
–No –le contestó con ironía–. He sacado la llave para robarlo.
–Por Dios –jadeó–. ¡Debes estar forrado!
Thiago se bajó las gafas de sol y la miró, furioso, por encima de los cristales.
–Es sorprendente lo mucho que puedes ahorrar durante dos mil años.
Mariana parpadeó mientras su cerebro registraba la información. ¿En serio podía tener…?
–¿De verdad eres tan viejo? –le preguntó con escepticismo.
Él asintió.
–En julio cumplí dos mil ciento ochenta y dos años, para ser exactos.
Mariana se mordió el labio inferior mientras deslizaba la mirada por el fantástico cuerpo de Juan Pedro.
–Tienes una pinta estupenda para ser tan viejo. Yo no te habría echado más de trescientos.
Thiago soltó una carcajada mientras introducía la llave en la cerradura.
Ella no pudo evitar que el diablillo que llevaba dentro saliera a la luz en ese momento para tomarle el pelo.
–¿Sabes una cosa? Dicen que los tíos que compran estos coches lo hacen para compensar una equitación –dijo mientras sus ojos descendían por la parte delantera de su cuerpo y se detenían en la protuberancia que se apreciaba bajo los vaqueros– pequeña.
Él alzó una ceja y la miró con una sonrisilla cálida y traviesa mientras abría la puerta.
Antes de que Mariana sospechara lo que iba a hacer, se acercó a ella y, abrumándola con su poder y aroma masculinos, le cogió la mano apresada por el grillete y la apretó contra su hinchado miembro.
No. Allí no había que compensar nada.
Thiago bajó la cabeza y le susurró al oído:
–Si aún no lo tienes muy claro…
Se quedó sin respiración al sentirlo bajo la mano. Eso no era un calcetín.
Thiago la miró a los labios y atrapó su rostro con la mano que tenía libre. Mariana supo en ese instante que iba a besarla de nuevo.
¡Sí, por favor!
–Toc, toc –se escuchó la voz de Cayo desde las sombras.

CAPITULO 15
–Esto sí que es una putada –dijo Thiago con voz serena mientras se quitaba las gafas de sol y las guardaba en el bolsillo del abrigo.
Sus movimientos eran deliberadamente lentos y Mariana supo al instante que era la forma en la que el Cazador Oscuro hacía saber a Cayo lo insignificante que le resultaban sus amenazas.
–Aquí estoy, intentando besar a mi chica y tienes que llegar tú a interrumpirnos. ¿Qué pasa?, ¿es que te criaste en un establo?
Con una calma que dejó pasmada a Mariana, Thiago se dio la vuelta para enfrentar a Cayo.
–Por cierto, toca a la chica, o al Lamborghini, y eres hombre muerto.
Cayo salió de entre las sombras y se detuvo bajo un rayo de luna. El contraste con la amarillenta luz de las farolas le confería una apariencia siniestra, a pesar de su belleza angelical.
–Bonito coche el tuyo, Cazador Oscuro –dijo Cayo–. Gracias a él es muy fácil seguirte la pista. Y, con respecto a tu amenaza, ya estoy muerto. –Sus hermosos labios se curvaron con una sonrisa burlona–. Igual que tú.
Vestido con un traje de rayas azul, muy a la moda, Cayo tenía toda la apariencia de un modelo. Su piel tenía un color dorado, sin ningún defecto, y su cabello rubio era de un tono ligeramente más claro que el de Thiago. Era tan apuesto que no parecía real. Y no aparentaba más de veinticinco años. Un hombre en la cúspide de su magnetismo sexual y de su fuerza.
Mariaan sintió que el miedo le erizaba la piel y tragó saliva con fuerza.
Esa belleza sublime en un hombre tan perverso acrecentaba su aura malévola. La única indicación de su verdadera naturaleza eran los dos largos colmillos que no se molestaba en ocultar mientras hablaba.
–Casi me fastidia matarte, Cazador Oscuro. Tienes un sentido del humor muy especial del que carecían los anteriores.
–Eso intento –dijo Thiago colocándose entre Cayo y Mariana–. ¿Por qué no haces esto aún más interesante y dejas que la mujer se vaya?
–No.
Y surgiendo de la nada, los secuaces de Cayo atacaron en ese momento.
Mariana escuchó un chasquido metálico.
Agarrando la muñeca que la mantenía unida a él, de modo que no pudiera hacerle daño, Thiago golpeó al primer vampiro rubio con la punta de la bota. Cuando vio que el Daimon se desintegraba en el aire dejando una nube de polvo, Mariana se dio cuenta que el chasquido lo había producido la hoja retráctil oculta en la bota. Al instante, el arma volvió a su escondite.
Con un movimiento sacado directamente de Hollywood, Thiago golpeó a otro vampiro con el codo y lo envió volando de espaldas al suelo. A la velocidad del rayo, se arrodilló, sacó una navaja y la clavó profundamente en el pecho del Daimon; cuando éste también se evaporó, la plegó y se puso en pie.
Un tercer atacante surgió de las sombras.
Dejándose guiar por el instinto, Mariana se giró y le dio una patada. Lo alcanzó en la ingle y lo envió al suelo entre gemidos.
Thiago la miró y alzó una ceja.
–Cinturón negro en aikido –le dijo ella.
–Si las circunstancias fueran otras, te daría un beso. –Sonrió y miró por encima del hombro de Mariana–. Agáchate.
Ella lo hizo y él lanzó una navaja directa al pecho de otro vampiro. La criatura se desintegró dejando una nube negra.
Thiago desenfundó la pistola.
–Métete en el coche –le ordenó, empujándola hacia el asiento del conductor.
Mariana entró tan rápido como le permitieron los grilletes, presa de continuos estremecimientos provocados por la sobrecarga de adrenalina. Pasó por encima del cambio de marchas y se acomodó en el asiento del copiloto mientras Thiago disparaba a los Daimons.
Él entró al coche cuando ella estuvo lista, cerró la puerta y encendió el motor. Dios santo, estaba sorprendentemente calmado. Jamás en su vida había visto algo así. El tipo era imperturbable.
Otro apuesto vampiro rubio saltó al capó en el instante en que Thiago daba marcha atrás y pisaba el acelerador. Enseñando los colmillos, el Daimon intentó golpear el parabrisas.
–¿No os he dicho que no tocaseis el Lamborghini? –se quejó Thiago segundos antes de tomar una curva cerrada haciendo que el vampiro volara por los aires–. Y yo que pensaba que no podíais volar… –dijo mientras enderezaba el Lamborghini y salía a la carretera–. Supongo que Alec necesita actualizar el manual.
Mariana se dio cuenta de que los perseguían dos coches.
–¡Dios mío! –jadeó, rodeando la ancha y fuerte muñeca de Thiago con la mano para que éste tuviera más movilidad y pudiera maniobrar mejor con el cambio de marchas. La cosa se ponía fea y no quería ser un estorbo para él, que era el único que podía sacarla del atolladero.
–Agárrate fuerte –le dijo él mientras ponía la radio y aceleraba.
La música de Lynyrd Skynyrd con su «That Smell» resonó con fuerza en el interior del coche justo cuando salían del aparcamiento y se internaban en el tráfico. Con el cuerpo rígido,Mariana comenzó a rezar el rosario, aunque ni siquiera era católica.
–¡Las luces! –le gritó a Thiago al darse cuenta de que conducía con los faros apagados y el coche tenía los cristales tintados, cosa que era ilegal–. ¡Las luces vendrían muy bien en este momento!
–No lo creo, ya que me molestan hasta el punto de no ver nada. Confía en mí.
–¿Que confíe en ti? Y un cuerno –soltó Mariana, agarrándose con la mano libre al cinturón de seguridad como si le fuese la vida en ello–. Por si no lo recuerdas, no soy inmortal.
Thiago soltó una carcajada.
–Sí, bueno, en un coche aplastado tampoco lo soy yo.
Mariana lo miró con la boca abierta.
–Odio tu sentido del humor, en serio.
La sonrisa de Juan Pedro se intensificó.
Atravesaron las atestadas calles de Nueva Orleáns a toda velocidad, pasando de un carril a otro hasta que Mariana creyó que iba a ponerse a vomitar. Por no mencionar que en un par de ocasiones pensó que se quedaría sin mano debido a los movimientos bruscos de Thiago. Tragó con fuerza, en un intento por calmar las nauseas, y se pasó el brazo por la cintura, luchando por mantenerse derecha a aquella velocidad.
Un enorme Chevy negro se colocó a la altura del Lamborghini e intentó desviarlos para que se estrellaran contra un tráiler. Mariana contuvo un chillido apretando con fuerza los dientes.
–No te dejes llevar por el pánico –le dijo Thiago, alzando la voz para hacerse escuchar por encima del ruido de la música mientras giraba bruscamente para pasar por debajo del tráiler y pisaba a fondo el acelerador–. He hecho esto un montón de veces.
Mariana apenas podía respirar cuando se internaron en otro carril, donde un Firebird les esperaba para intentar chocar con ellos. El Cazador Oscuro esquivó un coche aparcado a duras penas. Estaba tan aterrorizada que sólo podía emitir pequeños jadeos. Y rezar. Cientos y cientos de oraciones. Cuando llegaron a la interestatal, había visto toda su vida pasar ante sus ojos. Y no le gustó nada lo que vio. Era demasiado breve y aún había muchas cosas que quería hacer antes de morir… incluyendo agarrar a Rochi y darle una buena paliza.
Súbitamente, el Chevy negro apareció junto a ellos e intentó sacarlos de la carretera. Thiago pisó el freno y el coche derrapó hacia un lado.

12 comentarios:

  1. Me encantó los dos capis gracias.
    Ya tengo compu de nuevo y podrè firmar seguido
    @Masi_ruth

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  2. Aww nos dejaste con intriga un largo tiempo -.- Me encanto el capítulo, cada vez se pone mejor esto... :)

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  3. Jajaja todos los vampiros son bellisimos.

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  4. Peter es un gran conductor.Pobrecita el miedo k paso Lali.Rochi si k se metia en jaleos.

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  5. Si que tuvo miedo eh ajaja!Me encanto el cap, espero mas!Giu

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  6. ah no yo pense que ibamos a alcanzar a llegar a la casa jajajajja bue siempre ay q dejar suspenso amiga yo se q estos dias poco poco de hablar pero vos sabes la agenda q tenemos tratare de hacerte un hueco enorme besos

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  7. Ay no que va a pasar?? No nos dejes asi!!!

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  8. Peter conocera a Peter de la nove de Juli (me olvido siempre como se llama aca :P) ajjaja

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  9. Perdon si no firme antes, pero no tuve tiempo :(
    Espero que subas proto otro capitulo!
    Besos

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