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CAPITULO 14
–¡Eh! –exclamó ella. Al llamarla por el
nombre de otra persona se había sentido ofendida hasta el alma. ¿Cómo se atrevía?
Si quería meterle mano, joder, ya podría recordar con quién estaba–. ¿Qué estás
haciendo?
Juan
Pedro se tensó al despertarse por completo y abrir los ojos. Fue consciente del
pecho suave y cálido que estaba acariciando e, inmediatamente después, de un
dolor punzante que le exigía buscar un alivio inmediato.
¡Mierda!
Apartó
la mano como si se hubiese quemado.
¿Qué
coño estaba haciendo?
Su
trabajo era protegerla, no tocarla. Y menos aún cuando parecía encajar a la
perfección entre sus brazos. La última vez que había cometido ese error con una
mujer le había costado el alma.
Mariana
percibió la confusión en el rostro de Juan Pedro mientras se separaba de ella y
se incorporaba hasta quedar sentado.
–¿Quién
es Tanya? –preguntó.
El
odio llameó en sus ojos.
–Nadie.
Vale,
no le gustaba mucho la tal Tanya cuando estaba despierto, pero hacía un
momento…
Thiago
se puso en pie despacio y la ayudó a levantarse.
–No
tenía intención de dormir tanto. Casi está anocheciendo.
–¿Lo
tuyo con el sol es algún tipo de conexión psíquica extraña?
–Puesto
que mi vida se rige por su presencia o su ausencia, sí. –Tiró de ella mientras
se dirigía hacia la puerta–. Entonces, ¿conoces a alguien que puede ayudarnos a
librarnos de esto?
–Sí.
Deberían estar en casa, ¿quieres que llame para comprobarlo?
–Sí.
Mariana
se acercó al escritorio, cogió el teléfono y llamó a Mili Alexander.
–Hola,
Mili–la saludó tan pronto como Milagros cogió el auricular–. Soy Mariana. ¿Vais
a estar en casa esta noche? Necesito pediros un favor.
–Claro.
Mis suegros estarán aquí un rato, pero así los niños estarán entretenidos.
¿Quieres pedirme…?
–Por
teléfono no. No tardaremos.
–¿Quiénes?
–preguntó Mili.
–Iré
con un amigo, si no te importa.
–No,
para nada.
–Gracias.
Hasta ahora. –Y colgó el teléfono.
–Vale
–le dijo a Thiago–. Viven pasando St. Charles. ¿Conoces el lugar?
Antes
de que él contestara, Agus entró en el despacho con un maletín negro en la
mano.
–Hola
–le dijo a Juan Pedro–. Suponía que ya estarías despierto. Un chico llamado
Seth vino hace un par de horas y dejó esto para ti.
–Gracias
–le contestó Thiago mientras cogía el maletín. Lo dejó sobre el escritorio y lo
abrió.
A
Mariana casi se le salieron los ojos de las órbitas al ver el contenido: dos
pistolas pequeñas, una repetidora, un par de pistoleras, un móvil, tres navajas
de aspecto peligroso y unas gafas de sol pequeñas y de cristales muy oscuros.
–Agus
–le dijo Juan Pedro, con un tono tan amistoso que extrañó a Mariana–, tú sí que
vales.
–Espero
que Seth no haya olvidado nada.
–No,
no. Lo ha pillado todo.
Mariana
alzó una ceja ante ese lenguaje tan informal, en un hombre con una voz tan
profunda y seductora.
Agustin
se despidió de ellos con un movimiento de cabeza y se marchó.
Mariana
observó cómo se colocaba las pistoleras alrededor de las caderas, quitaba el
cargador y metía una bala en cada una de las armas. Acto seguido, les puso el
seguro, las hizo girar en ambas manos y las metió en las fundas, de modo que el
abrigo las mantuviera ocultas.
Después,
cogió una navaja automática y la guardó en el bolsillo trasero del pantalón.
Las otras dos fueron a parar a los bolsillos del abrigo antes de que asegurara
el móvil y la PDA al cinturón.
Mariana
volvió a alzar una ceja ante semejante arsenal.
–Pensaba
que bastaba una estaca de madera para matar a un vampiro.
–Una
estaca de madera en el corazón acabaría con cualquiera. Y si no lo hace, sal
corriendo como alma que lleva el diablo –dijo Thiago suavemente–. Vuelvo a
decirle, señora, que ve usted demasiada televisión. ¿Es que no tienes vida?
–Sí,
al contrario de lo que te ocurre a ti, tengo una vida felizmente aburrida en la
cual nadie intenta matarme. ¿Y sabes qué? Me gusta, y quiero que siga siendo
así cuando salga de ésta.
El
humor chispeó en los ojos de Juan Pedro.
–Muy
bien, entonces vamos a ver a tus amigos para que nos separen, de modo que
puedas recuperar tu aburrida vida y yo pueda volver a tomar las riendas de mi
peligrosa existencia.
Recorriéndola
de arriba abajo con una mirada ardiente y lujuriosa, se pasó la lengua por los
colmillos y se colocó las gafas de sol.
El
pulso de Mariana se aceleró. Con esas gafas de sol, su apariencia de poeta
romántico resultaba aún más intensa. Y le estaba costando la misma vida no
regresar a sus brazos y exigirle que la besara de nuevo.
Juan
Pedro cogió la mano de Mariana, la ocultó en el bolsillo de su abrigo, junto
con la suya –para ocultar los grilletes– y la guió hasta el exterior del
despacho de Agustin y a lo largo del pasillo del hospital.
Mientras
caminaba, percibió el modo de andar, ligero y ágil, de Juan Pedro. Su
elegancia. El tipo se desenvolvía con una gracia innata. Había desarrollado
unos andares arrogantes y peligrosos que llamaban la atención de toda mujer que
pasara a su lado. Pero él no parecía ser consciente de la atracción que ejercía
y continuó caminando hasta llegar a la salida posterior.
Una
vez en el oscuro estacionamiento, Mariana dejó escapar un silbido al ver un
Lamborghini Diablo en uno de los aparcamientos para empleados. La luz de la
farola se reflejaba sobre la chapa negra y lo rodeaba con una especie de halo.
Normalmente, pasaba por completo de los coches, pero el Lamborghini siempre
había sido una excepción.
Debía
ser de uno de los cirujanos.
O
eso pensaba hasta que Thiago se acercó a él.
–¿Qué
haces? –le preguntó.
–Abriendo
mi coche.
Mariana
lo miró boquiabierta.
–¿Este
coche es tuyo?
–No
–le contestó con ironía–. He sacado la llave para robarlo.
–Por
Dios –jadeó–. ¡Debes estar forrado!
Thiago
se bajó las gafas de sol y la miró, furioso, por encima de los cristales.
–Es
sorprendente lo mucho que puedes ahorrar durante dos mil años.
Mariana
parpadeó mientras su cerebro registraba la información. ¿En serio podía tener…?
–¿De
verdad eres tan viejo? –le preguntó con escepticismo.
Él
asintió.
–En
julio cumplí dos mil ciento ochenta y dos años, para ser exactos.
Mariana
se mordió el labio inferior mientras deslizaba la mirada por el fantástico
cuerpo de Juan Pedro.
–Tienes
una pinta estupenda para ser tan viejo. Yo no te habría echado más de
trescientos.
Thiago
soltó una carcajada mientras introducía la llave en la cerradura.
Ella
no pudo evitar que el diablillo que llevaba dentro saliera a la luz en ese
momento para tomarle el pelo.
–¿Sabes
una cosa? Dicen que los tíos que compran estos coches lo hacen para compensar
una equitación –dijo mientras sus ojos descendían por la parte delantera de su
cuerpo y se detenían en la protuberancia que se apreciaba bajo los vaqueros–
pequeña.
Él
alzó una ceja y la miró con una sonrisilla cálida y traviesa mientras abría la
puerta.
Antes
de que Mariana sospechara lo que iba a hacer, se acercó a ella y, abrumándola
con su poder y aroma masculinos, le cogió la mano apresada por el grillete y la
apretó contra su hinchado miembro.
No.
Allí no había que compensar nada.
Thiago
bajó la cabeza y le susurró al oído:
–Si
aún no lo tienes muy claro…
Se
quedó sin respiración al sentirlo bajo la mano. Eso no era un calcetín.
Thiago
la miró a los labios y atrapó su rostro con la mano que tenía libre. Mariana
supo en ese instante que iba a besarla de nuevo.
¡Sí,
por favor!
–Toc,
toc –se escuchó la voz de Cayo desde las sombras.
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CAPITULO 15
–Esto
sí que es una putada –dijo Thiago con voz serena mientras se quitaba las gafas
de sol y las guardaba en el bolsillo del abrigo.
Sus
movimientos eran deliberadamente lentos y Mariana supo al instante que era la
forma en la que el Cazador Oscuro hacía saber a Cayo lo insignificante que le
resultaban sus amenazas.
–Aquí
estoy, intentando besar a mi chica y tienes que llegar tú a interrumpirnos.
¿Qué pasa?, ¿es que te criaste en un establo?
Con
una calma que dejó pasmada a Mariana, Thiago se dio la vuelta para enfrentar a
Cayo.
–Por
cierto, toca a la chica, o al Lamborghini, y eres hombre muerto.
Cayo
salió de entre las sombras y se detuvo bajo un rayo de luna. El contraste con
la amarillenta luz de las farolas le confería una apariencia siniestra, a pesar
de su belleza angelical.
–Bonito
coche el tuyo, Cazador Oscuro –dijo Cayo–. Gracias a él es muy fácil seguirte
la pista. Y, con respecto a tu amenaza, ya estoy muerto. –Sus hermosos labios
se curvaron con una sonrisa burlona–. Igual que tú.
Vestido
con un traje de rayas azul, muy a la moda, Cayo tenía toda la apariencia de un
modelo. Su piel tenía un color dorado, sin ningún defecto, y su cabello rubio
era de un tono ligeramente más claro que el de Thiago. Era tan apuesto que no
parecía real. Y no aparentaba más de veinticinco años. Un hombre en la cúspide
de su magnetismo sexual y de su fuerza.
Mariaan
sintió que el miedo le erizaba la piel y tragó saliva con fuerza.
Esa
belleza sublime en un hombre tan perverso acrecentaba su aura malévola. La
única indicación de su verdadera naturaleza eran los dos largos colmillos que
no se molestaba en ocultar mientras hablaba.
–Casi
me fastidia matarte, Cazador Oscuro. Tienes un sentido del humor muy especial
del que carecían los anteriores.
–Eso
intento –dijo Thiago colocándose entre Cayo y Mariana–. ¿Por qué no haces esto
aún más interesante y dejas que la mujer se vaya?
–No.
Y
surgiendo de la nada, los secuaces de Cayo atacaron en ese momento.
Mariana
escuchó un chasquido metálico.
Agarrando
la muñeca que la mantenía unida a él, de modo que no pudiera hacerle daño,
Thiago golpeó al primer vampiro rubio con la punta de la bota. Cuando vio que
el Daimon se desintegraba en el aire dejando una nube de polvo, Mariana se dio
cuenta que el chasquido lo había producido la hoja retráctil oculta en la bota.
Al instante, el arma volvió a su escondite.
Con
un movimiento sacado directamente de Hollywood, Thiago golpeó a otro vampiro
con el codo y lo envió volando de espaldas al suelo. A la velocidad del rayo,
se arrodilló, sacó una navaja y la clavó profundamente en el pecho del Daimon;
cuando éste también se evaporó, la plegó y se puso en pie.
Un
tercer atacante surgió de las sombras.
Dejándose
guiar por el instinto, Mariana se giró y le dio una patada. Lo alcanzó en la
ingle y lo envió al suelo entre gemidos.
Thiago
la miró y alzó una ceja.
–Cinturón
negro en aikido –le dijo ella.
–Si
las circunstancias fueran otras, te daría un beso. –Sonrió y miró por encima
del hombro de Mariana–. Agáchate.
Ella
lo hizo y él lanzó una navaja directa al pecho de otro vampiro. La criatura se
desintegró dejando una nube negra.
Thiago
desenfundó la pistola.
–Métete
en el coche –le ordenó, empujándola hacia el asiento del conductor.
Mariana
entró tan rápido como le permitieron los grilletes, presa de continuos
estremecimientos provocados por la sobrecarga de adrenalina. Pasó por encima
del cambio de marchas y se acomodó en el asiento del copiloto mientras Thiago
disparaba a los Daimons.
Él
entró al coche cuando ella estuvo lista, cerró la puerta y encendió el motor.
Dios santo, estaba sorprendentemente calmado. Jamás en su vida había visto algo
así. El tipo era imperturbable.
Otro
apuesto vampiro rubio saltó al capó en el instante en que Thiago daba marcha
atrás y pisaba el acelerador. Enseñando los colmillos, el Daimon intentó
golpear el parabrisas.
–¿No
os he dicho que no tocaseis el Lamborghini? –se quejó Thiago segundos
antes de tomar una curva cerrada haciendo que el vampiro volara por los aires–.
Y yo que pensaba que no podíais volar… –dijo mientras enderezaba el Lamborghini
y salía a la carretera–. Supongo que Alec necesita actualizar el manual.
Mariana
se dio cuenta de que los perseguían dos coches.
–¡Dios
mío! –jadeó, rodeando la ancha y fuerte muñeca de Thiago con la mano para que
éste tuviera más movilidad y pudiera maniobrar mejor con el cambio de marchas.
La cosa se ponía fea y no quería ser un estorbo para él, que era el único que
podía sacarla del atolladero.
–Agárrate
fuerte –le dijo él mientras ponía la radio y aceleraba.
La
música de Lynyrd Skynyrd con su «That Smell» resonó con fuerza en el interior
del coche justo cuando salían del aparcamiento y se internaban en el tráfico.
Con el cuerpo rígido,Mariana comenzó a rezar el rosario, aunque ni siquiera era
católica.
–¡Las
luces! –le gritó a Thiago al darse cuenta de que conducía con los faros
apagados y el coche tenía los cristales tintados, cosa que era ilegal–. ¡Las
luces vendrían muy bien en este momento!
–No
lo creo, ya que me molestan hasta el punto de no ver nada. Confía en mí.
–¿Que
confíe en ti? Y un cuerno –soltó Mariana, agarrándose con la mano libre al
cinturón de seguridad como si le fuese la vida en ello–. Por si no lo
recuerdas, no soy inmortal.
Thiago
soltó una carcajada.
–Sí,
bueno, en un coche aplastado tampoco lo soy yo.
Mariana
lo miró con la boca abierta.
–Odio
tu sentido del humor, en serio.
La
sonrisa de Juan Pedro se intensificó.
Atravesaron
las atestadas calles de Nueva Orleáns a toda velocidad, pasando de un carril a
otro hasta que Mariana creyó que iba a ponerse a vomitar. Por no mencionar que
en un par de ocasiones pensó que se quedaría sin mano debido a los movimientos
bruscos de Thiago. Tragó con fuerza, en un intento por calmar las nauseas, y se
pasó el brazo por la cintura, luchando por mantenerse derecha a aquella
velocidad.
Un
enorme Chevy negro se colocó a la altura del Lamborghini e intentó desviarlos
para que se estrellaran contra un tráiler. Mariana contuvo un chillido
apretando con fuerza los dientes.
–No
te dejes llevar por el pánico –le dijo Thiago, alzando la voz para hacerse
escuchar por encima del ruido de la música mientras giraba bruscamente para
pasar por debajo del tráiler y pisaba a fondo el acelerador–. He hecho esto un
montón de veces.
Mariana
apenas podía respirar cuando se internaron en otro carril, donde un Firebird
les esperaba para intentar chocar con ellos. El Cazador Oscuro esquivó un coche
aparcado a duras penas. Estaba tan aterrorizada que sólo podía emitir pequeños
jadeos. Y rezar. Cientos y cientos de oraciones. Cuando llegaron a la
interestatal, había visto toda su vida pasar ante sus ojos. Y no le gustó nada
lo que vio. Era demasiado breve y aún había muchas cosas que quería hacer antes
de morir… incluyendo agarrar a Rochi y darle una buena paliza.
Súbitamente,
el Chevy negro apareció junto a ellos e intentó sacarlos de la carretera.
Thiago pisó el freno y el coche derrapó hacia un lado.
Más me encanta!
ResponderEliminarMe encantó los dos capis gracias.
ResponderEliminarYa tengo compu de nuevo y podrè firmar seguido
@Masi_ruth
Aww nos dejaste con intriga un largo tiempo -.- Me encanto el capítulo, cada vez se pone mejor esto... :)
ResponderEliminarMe encanta!!! Mass porfa!!
ResponderEliminarJajaja todos los vampiros son bellisimos.
ResponderEliminarPeter es un gran conductor.Pobrecita el miedo k paso Lali.Rochi si k se metia en jaleos.
ResponderEliminarMe encantoooooo
ResponderEliminarSi que tuvo miedo eh ajaja!Me encanto el cap, espero mas!Giu
ResponderEliminarah no yo pense que ibamos a alcanzar a llegar a la casa jajajajja bue siempre ay q dejar suspenso amiga yo se q estos dias poco poco de hablar pero vos sabes la agenda q tenemos tratare de hacerte un hueco enorme besos
ResponderEliminarAy no que va a pasar?? No nos dejes asi!!!
ResponderEliminarPeter conocera a Peter de la nove de Juli (me olvido siempre como se llama aca :P) ajjaja
ResponderEliminarPerdon si no firme antes, pero no tuve tiempo :(
ResponderEliminarEspero que subas proto otro capitulo!
Besos