sábado, 1 de junio de 2013

capitulos 54 y 55




CAPITULO 54
Seth regresó con una barra de hierro.
–¿Qué es eso?
El Escudero la miró, furioso.
–No voy a dejar que muera de esta manera. Voy sacarlo de ahí. –E intentó arrancar el clavo que inmovilizaba la mano de Peter que, nada más rozarlo, se tensó por el dolor.
–¡No! –gritó Lali.
Seth siguió intentándolo.
–¿Qué coño…?
Antes de que Lali fuese consciente de lo que hacía, sus poderes comenzaron a agitarse y surgieron en cascada, escapando a su control. Los clavos salieron disparados de los brazos de Peter, que cayó sobre ella al perder el punto de apoyo.
–Ayúdame, Seth –jadeó mientras intentaba mantenerse en pie con todo el peso de Peter encima.
Seth se había quedado pasmado, pero hizo un esfuerzo por salir del estupor y se acercó para sujetar a Peter. El peso lo hizo tambalearse, aunque consiguió llegar al coche tan rápido como sus piernas se lo permitieron.
–No nos dará tiempo a llegar a su casa antes de que amanezca –dijo entrecortadamente, jadeando por el esfuerzo.
–Podemos llevarlo a casa de mi hermana. Vive muy cerca de aquí.
–¿Cuál de ellas?
–Esmeralda. La conociste hace un rato; la del pelo largo y negro.
–¿La Suma Sacerdotisa de Vudú?
–No; la comadrona.
El Escudero llegó a casa de Essie en un tiempo récord; ninguno de los dos habló durante el camino.
Les costó bastante trabajo pero, al final, consiguieron sacar a Peter del coche y llevarlo hasta el porche en el mismo instante en que el sol se alzaba sobre el tejado del edificio situado enfrente de la casa de Esmeralda.
Lali golpeó con fuerza la puerta de la casita victoriana de su hermana.
–¿Esmeralda? ¡Date prisa! ¡Abre la puerta!
Vio la sombra de su hermana a través de las cortinas de encaje victoriano un momento antes de que el pomo de la puerta girara. Lali la abrió de un empujón y Seth metió a Peter en el recibidor sin perder un segundo.
–Baja las persianas –le ordenó el Escudero a Esmeralda mientras dejaba a Peter en el moderno sofá verde.
–¿Cómo dices? –le preguntó Essie–. ¿Qué está pasando aquí?
–Hazle caso, Essie, y te lo explico todo en un minuto.
Sin demostrar mucho entusiasmo, Esmeralda siguió las órdenes de Seth.
Lali acarició el rostro de Peter.
–Te han dejado hecho un desastre.
–¿Cómo está Rochi? –le preguntó él con voz débil.
A Lali le enterneció que demostrara esa preocupación por su hermana, estando tan malherido.
–Voy a llamar a una ambulancia –anunció Esmeralda mientras cogía el teléfono.
Seth se lo quitó.
–No.
La mirada que le dedicó Essie hubiese hecho retroceder a la mayoría de los hombres, pero Seth se limitó a contemplarla con una expresión igual de desagradable.
–No pasa nada, Essie –la tranquilizó Lali–. No podemos llevarlo a un hospital.
–Pero si no lo trasladáis, va a morir.
–No –le aseguró Seth–. No morirá.
Esmeralda alzó una ceja en un gesto de incredulidad.
–No es humano –le explicó Lali.
Essie la miró con los párpados entornados.
–¿Y qué es, entonces?
–Un vampiro.
La ira desfiguró el rostro de Esmeralda que, en ese momento, se lanzó a por todos ellos, echando humo por la nariz.
–¿Has traído a un vampiro a mi casa? ¿Después de lo que le ha sucedido a Rochi? ¡Por el amor de Dios, Mariana! ¿Es que no tienes sentido común?
–No va a hacerte daño –insistió Lali.
–Estás como una puta cabra. Voy a llamar a…
Seth se interpuso entre Esmeralda y el teléfono.
–Si intentas marcar cualquier número, arranco el teléfono de la pared.
–Tío –lo increpó Essie a modo de advertencia–, ni creas qu…
–¡Ya basta! –gritó Lali–. Peter nos necesita, Esmeralda, y, como tu hermana pequeña, te suplico que nos ayudes.
–Pero…
–Essie, por favor…
Lali observó la indecisión en el rostro de su hermana y supo que se debatía entre la negativa a ayudar a un no-muerto y la imposibilidad de dar la espalda a su hermana.
–Por favor, Es; nunca en la vida te he pedido un favor.
–Eso no es cierto. Me pediste prestado mi jersey favorito cuando estábamos en el instituto, para ponértelo el día que Bobby Daniels jugaba aquel partido.
–¡Es!
–De acuerdo –se rindió–, pero si muerde a alguno de los habitantes de esta casa, le clavo una estaca.
Peter permaneció inmóvil mientras Esmeralda y Lali lo despojaban de las ensangrentadas ropas. Era tal la agonía que estaba padeciendo que apenas podía respirar. Le resultaba imposible dejar de ver el momento en que los Daimons lo habían atacado y ansiaba desquitarse exigiendo su sangre.
«Dejemos que el sol acabe con él», seguía diciendo la voz de Cayo en sus oídos. Ese cabrón iba a pagarlo con creces. Ya se encargaría él…
Lali sintió el corazón en un puño al ver las heridas del cuerpo de Peter. Tenía los brazos y las manos agujeradas a causa de los enormes clavos. Nunca había odiado a nadie, pero en ese momento odiaba a Cayo con tanta intensidad que, si lo tuviese delante, lo destrozaría tan sólo con las manos.
Se apartó de Peter un minuto para llamar a sus padres y preguntar por el estado de Rochi. Mientras tanto, Essie siguió vendándole las heridas y Seth continuó paseándose, nervioso, de un lado a otro de la habitación.
–¿Qué quieres que haga con Cayo? –le preguntó el Escudero a Peter.
–Que te mantengas alejado de él.
–Pero, mírate…
–Soy inmortal; sobreviviré. Tú no lo harías.
–Sí, claro. Si hubiésemos llegado tres minutos más tarde tú tampoco habrías sobrevivido.
–Seth –lo advirtió Lali–; tu actitud no nos está ayudando en nada. Peter necesita descansar.
–Lo siento –se disculpó, inquieto, pasándose la mano por el pelo alborotado–. Suelo atacar cuando estoy preocupado; es un mecanismo de defensa.
–No importa, Seth –lo tranquilizó Peter–. Vete a casa y duerme un rato.
El Escudero asintió con una expresión tensa. Antes de marcharse, miró a Lali.
–Llámame si necesitas cualquier cosa.
–De acuerdo.
Esmeralda acabó de atender a Peter justo cuando Seth salía por la puerta.
–Debe dolerte mucho. ¿Qué te ha sucedido exactamente?
–He sido un imbécil.
–Muy bien, Imbécil –continuó Esmeralda, con brusquedad–, vamos a tener que entablillar esas piernas y aquí no tengo lo necesario.
–¿Puedo usar el teléfono? –le preguntó Peter.
Esmeralda se lo acercó, mirándolo con el ceño fruncido.
Mientras marcaba, Lali continuó limpiándole la sangre del rostro.
–¿Cómo puedes actuar con tanta normalidad? –le preguntó–. Debes estar sufriendo una agonía.
–Los romanos me torturaron durante un mes, Lali. Créeme, esto no es nada.
Aún así, ella sufría por él. ¿Cómo era capaz de soportar todo ese dolor?
No pudo evitar escuchar la conversación de Peter con la persona a la que había llamado.
–Sí, lo sé. Nos vemos dentro de un rato.
Cuando terminó de hablar, Lali cogió el teléfono para dejarlo en su sitio y Peter cerró los ojos para descansar, mientras Esmeralda se llevaba a su hermana a la cocina.
–Quiero una explicación. Ahora. ¿Por qué hay un vampiro herido en mi sofá?
–Me salvó la vida. Sólo le estoy devolviendo el favor.
Essie le lanzó una furiosa mirada.
–¿Te has parado a pensar lo que haría Rochi si lo descubriera?
–Lo sé, pero no podía dejar que muriera. Es un buen hombre, Es.
Esmeralda abrió la boca, totalmente pálida.
–No, Lali. Esa cara no.
–¿Qué cara?
–Esa mirada emocionada que pones cuando ves a Robert Pattinson en la pantalla.
–¿Cómo dices? –preguntó Lali, ofendida.
–Estás loca por él.
Lali sintió que se sonrojaba.
–¡Lali! ¿Por qué no usas el cerebro?
Ella evitó la mirada inquisitiva de su hermana volviendo la vista hacia el sofá donde yacía Peter.
–Mira, Essie; no soy una estúpida, ni tampoco soy una niña. Sé que nunca podrá haber nada entre nosotros.
–¿Pero…?
–¿Qué quieres decir con «pero…»?
–Me da la sensación de que hay un pero… al final de esa frase.
–Pues no lo hay –le contestó, empujándola ligeramente hacia las escaleras–. Y ahora, vuelve a la cama y duerme un poco.
–Sí, claro. ¿Vas a asegurarte que el señor Vampiro no nos utiliza de aperitivo mientras duermo?
–No bebe sangre.
–¿Y cómo lo sabes?
–Porque me lo ha dicho él.
Essie cruzó los brazos delante del pecho y la miró, ofendida.
–¡Ah, claro! Y nosotras nos lo creemos a pies juntillas, ¿no?
–¿Puedes dejarlo ya, Essie?
–Venga, Lali –la increpó, señalando con la mano hacia el sofá–. Ese hombre es un asesino.
–No lo conoces.
–Tampoco conozco a ningún caimán y estoy segura de que no dejaría entrar a ninguno en mi casa. ¡Joder, Lali! No puedes domesticar a un animal salvaje.
–No es un animal salvaje.
–¿Estás segura?

CAPITULO 55
–Sí.
Pero Essie seguía mostrándose escéptica; los ojos la delataban.
–Ya puedes estar en lo cierto, mocosa, o vamos a acabar todos bien jodidos.
Horas después, mientras Essie se vestía para ir a trabajar, Lali preparó a Peter un ligero desayuno.
–Te agradezco la intención, pero no tengo hambre –lo rechazó él amablemente.
Ella dejó el plato sobre la mesita y deslizó un dedo, con mucho cuidado, sobre el vendaje que le cubría el brazo; había seguido sangrando y las gasas estaban manchadas.
–Ojalá me hubieses hecho caso y te hubieses quedado en casa.
–No puedo hacer eso, La. He hecho un juramento y tengo obligaciones.
Su trabajo. Eso era todo lo que le importaba y ella comenzaba a preguntarse si la protegía porque su preocupación era genuina o como parte de su deber como Cazador Oscuro.
–Pero me dijiste que confiabas en mis poderes y cuando te dije que…
–Lali, por favor. No tenía otra opción.
Ella asintió.
–Espero que lo mates.
–Lo haré.
Lali le cogió la mano y le dio un apretón.
–No pareces tan seguro como antes.
–Eso es porque he pasado la noche clavado a una tabla y esta mañana no estoy en mi mejor momento.
–No tiene gracia.
–Ya lo sé –contestó él–. Es que me molesta que supiese exactamente dónde golpear para hacer más daño. Directo a…
Ella esperó unos minutos para que continuara, pero Peter permaneció en silencio.
–¿Directo a dónde? –lo instó ella.
–A ningún sitio.
–Peter, cuéntamelo. Quiero saber cómo consiguió hacerte esto.
–No quiero hablar de eso.
Antes de que pudiera presionarlo más, alguien llamó a la puerta.
–Por favor –le dijo en voz baja–, deja entrar a D'Alerian.
–¿El Guardián de los Sueños?
Peter asintió.
Muerta de curiosidad, se levantó para abrir la puerta principal y, al hacerlo, retrocedió unos pasos. El hombre que estaba en el porche no se parecía en nada a como lo había imaginado. Mucho más alto que ella, el Guardián de los Sueños tenía el pelo negro como la noche y unos ojos tan pálidos que parecían resplandecer con luz propia. Vestido por completo de color negro, como si fuese un Cazador Oscuro, lo habría devorado con la mirada de no ser por la extraña tendencia que tenían sus ojos a apartarse de él. Era muy raro. Muy curioso. Tenía que esforzarse para mirarlo, ya que sus ojos lo evitaban en contra de su voluntad, y eso que cualquier mujer ardería de deseo y se quedaría boquiabierta de la impresión con sólo echarle un vistazo.
Sin pronunciar una sola palabra, el hombre pasó junto a ella y se acercó a Petert. La puerta se le escapó de la mano y se cerró con un sonoro portazo, impidiendo la entrada a la luz del sol.
D'Alerian se movía con elegancia y agilidad. Al acercarse al sofá, se quitó la chaqueta de cuero y se alzó las mangas de la camisa negra.
–¿Desde cuándo llamas a las puertas? –le preguntó Peter.
–Desde que me preocupo por no asustar a los humanos. –El Guardián de los Sueños observó el cuerpo de Peter de la cabeza a los pies–. Estás hecho un desastre.
–Todo el mundo se empeña en decirme lo mismo.
No había rastro de humor en la expresión de D'Alerian. Ni de cualquier otra emoción. Parecía mucho más sereno e imperturbable que Paul; como si no tuviese sentimientos.
El Guardián de los Sueños alzó una mano y uno de los sillones se movió hasta quedar justo al lado del sofá. Sin prestar atención a Lali, colocó la mano sobre el hombro de Peter.
–Duerme, Cazador Oscuro. –Y, antes de que acabara de hablar, Peter ya estaba profundamente dormido.
Lali observó la escena. D'Alerian no movió la mano que tocaba a Peter; tenía los ojos cerrados. Y, en ese preciso momento, su expresión cambió y su rostro adoptó la rigidez de aquél que está siendo sometido a una intensa agonía. De hecho, estaba reflejando todo el dolor que Peter debía haber sufrido.
Tras unos minutos, apartó la mano y se reclinó en el sillón, respirando laboriosamente. Se cubrió la cara con las manos, como si con ese gesto pudiese alejar la pesadilla. Cuando la miró, la intensidad de sus ojos hizo que Lali diera un respingo.
–Nunca, en toda la eternidad, había contemplado algo así –le susurró con voz ronca.
–¿El qué?
Suspirando entrecortadamente, D'Alerian continuó.
–¿Quieres saber cómo logró capturarlo Cayo?
Ella asintió.
–A través de sus recuerdos. Jamás he experimentado tanto dolor en otra persona. Cuando esos recuerdos lo inundan, Peter se queda indefenso y es incapaz de actuar con cordura.
–¿Qué puedo hacer?
–Nada; a no ser que se te ocurra el modo de erradicar esos recuerdos. Si continúan torturándolo de este modo, está perdido. –Antes de seguir hablando, miró a Peter–. Dormirá hasta que caiga la noche; no lo molestes. Cuando se despierte, podrá volver a andar, pero aún estará débil. Intenta que no vaya tras Cayo durante un par de días. Hablaré con Artemisa y veremos qué se puede hacer.
–Gracias.
D'Alerian le respondió con un leve gesto y desapareció con un destello de luz dorada. Unos segundos después, su chaqueta también se evaporó.
Lali se sentó en el sillón que el Guardián de los Sueños acababa de dejar libre y, mirando al techo, lanzó una carcajada. Estaba histérica. Lo único que siempre había deseado era una vida normal. Y ahora tenía un vampiro por amante y un Guardián de los Sueños –concepto que aún no estaba muy segura de entender–, apareciendo y desapareciendo como por arte de magia de la casa de su hermana, mientras otro vampiro estaba intentando matarlos a todos.
La vida era una ironía.
Ladeó la cabeza y observó a Peter. Se le había normalizado la respiración y el ceño de dolor que le arrugaba la frente había desaparecido. Las heridas seguían siendo espantosas, pero algunas de ellas ya empezaban a curarse.
¿Qué le habría hecho Cayo?
Peter despertó y vio que la luz de la luna entraba por las ventanas abiertas del salón. No recordó dónde estaba hasta que intentó moverse y el dolor lo atravesó. Apretó los dientes y se incorporó lentamente para sentarse. En ese momento, vio a Esmeralda delante de él, con una enorme cruz en una mano y una ristra de ajos colgada del cuello.
–Tío, no se te ocurra moverte de ahí. Y no intentes el truco de controlar mi mente.
A pesar del dolor, Peter soltó una carcajada.
–¿Sabes una cosa? Ni las cruces ni los ajos tienen efecto alguno sobre nosotros.
–Sí, claro –le contestó ella, acercándose un poco más a él–. ¿Dirías lo mismo si te toco con ella?
Cuando estuvo lo bastante cerca, Peter extendió un brazo y le quitó la cruz.
–¡Ay, ay, ay! –gritó, fingiendo estar dolorido y acercándosela hasta el pecho–. En serio –le dijo, dándosela de nuevo–, no tiene ningún efecto. Y en cuanto al ajo, si a ti no te molesta el olor, a mí tampoco.
Esmeralda se quitó la ristra de ajos.
–Entonces, ¿a qué eres vulnerable?
–A ti te lo voy a decir…
Essie ladeó la cabeza.
–Lali tiene razón; eres exasperante.
–Deberías haber tenido una charla con mi padre antes de que me lo comiera.
Esmeralda palideció y retrocedió un par de pasos.
–Está tomándote el pelo, Es. No se ha comido a su padre.
Él se dio la vuelta y vio a Lali de pie, en el hueco de la puerta que había a sus espaldas.
–¿Estás completamente segura de eso?
Ella sonrió.
–Sí, completamente. Y supongo que debes sentirte mejor, si tienes ganas de bromear. –Se acercó y apartó las vendas que le cubrían los brazos para ver las heridas–. ¡Dios Santo! Están prácticamente curadas.
Peter asintió, cogió una de las camisas que Seth había dejado allí esa misma tarde mientras él descansaba, y se la puso, al tiempo que les explicaba lo de las heridas.
–Gracias a D'Alerian, en un par de horas más habrán desaparecido por completo.
Lali lo observó mientras se levantaba del sofá. El único indicio de que aún no estaba en forma era la lentitud de sus movimientos.
–¿No crees que deberías seguir acostado?
–Necesito moverme para aliviar la rigidez. –Mientras pasaba a su lado, murmuró de forma casi inaudible–: Al menos, parte de ella.
Lali lo ayudó a llegar hasta la cocina.
–Essie, ¿quedan espaguetis?
–¿Es que come espaguetis?
Lali alzó la cabeza para mirarlo.
–¿Los comes?
Él miró a Esmeralda de forma amenazadora.
–No resulta tan satisfactorio como chupar el cuello de un par de italianas, pero no están mal.
Lali soltó una carcajada al ver la expresión espantada de su hermana.
–No le tomes más el pelo o te clavará una estaca mientras duermes.
Peter se sentó y la miró de arriba abajo con los ojos cargados de deseo.
–A mí sí que me gustaría clavártela mientras estás despierta.
Ella sonrió al escuchar la indirecta mientras le servía el plato de espaguetis.
–Me alegra muchísimo ver que tienes ganas de bromear. Pasé mucho miedo esta mañana; pensé que iba a perderte a pesar de haberte encontrado.
–¿Cómo está Rochi?
–Muy bien. Ya le habrán dado el alta.
–Me alegro.
Lali se dio cuenta de que estaba muy preocupado; tenía una expresión extraña.
–¿Qué te pasa? –le preguntó mientras colocaba el plato en el microondas.
–Cayo está ahí fuera y volverá a matar de nuevo. No puedo quedarme aquí acostado y esper…
Lali le tapó la boca con la mano, impidiendo de este modo que siguiera hablando.
–¿Y qué conseguirás dejándote matar?
–Ayudar a Seth, ya que heredará todos mis bienes.
–No tiene gracia.
–Siempre me dices lo mismo.
Ella sonrió débilmente.
–Antes de que vuelvas a salir en busca de Cayo, tenemos que trazar un plan. En estos momentos te da por muerto, así que contamos con el factor sorpresa.
–¿Contamos?
–No voy a dejar que vuelvas a luchar solo con él. Nos está amenazando a mi familia y a mí y no pienso quedarme en la retaguardia esperando a que vuelva a atacar.
Él alargó un brazo y le acarició la cara.
–No quiero que te haga daño.
–Entonces enséñame lo necesario para que pueda ayudarte a darle una buena patada en el culo.
Peter sonrió al escucharla.
–Hace dos mil años que lucho solo.
–Bueno, nunca se es lo demasiado viejo para aprender.
Peter resopló.
–No puedes enseñarle nuevos trucos a un perro viejo.
–Borrón y cuenta nueva.
–El tiempo es oro.
–Dios ayuda a los que se ayudan.
Él soltó una carcajada.
–No vas a dejarme ganar, ¿verdad?
–No. Voy a acabar de prepararte la comida y después te contaré todo lo que he averiguado mientras dormías.
Peter observó cómo echaba queso sobre la pasta. Nunca había conocido a una mujer como ella. Después de que Cayo lo abandonara para que el sol acabara con él, había cerrado los ojos para recordar la imagen de Lali en su cama y la sensación de tenerla entre sus brazos.
Pensar en ella lo había reconfortado de un modo que no se merecía.
¿Y si fallo de nuevo y no mato a Cayo?

La idea lo horrorizaba. Ella se quedaría sola. Cerró los ojos y la vio en una cama del hospital, como Rochi. O aún peor.

Perdon chicas ustedes ponen las firmas y yo soy la colgada encargada de estar pendiente asi que aqui tienen cap no se si mañana seguiremos con la maraton pero si firman este cap claro que les pondremos mas y ya nos leemos mañana

BESOS MARCHU

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