lunes, 3 de junio de 2013

capitulos 60 y 61



CAPITULO 60
Incapaz de darle esperanzas cuando no había un futuro para ellos, Peter añadió:
–Quiero estar dentro de ti.
Y, en ese momento, sintió la punzada de desilusión que experimentó ella y se sintió fatal por haberle hecho daño.
–Lali…
–Shhh –lo silenció ella, colocándole la mano sobre los labios–. Soy toda tuya –le susurró a la vez que se empalaba sobre su verga.
Peter cerró los ojos en cuanto la deliciosa humedad de Lali se deslizó contra su miembro. Ella se inclinó hacia delante y capturó sus labios mientras lo montaba con envites profundos, siguiendo un ritmo pausado. Le mordisqueó el cuello y, cuando volvió a besarlo a la par que aceleraba el ritmo de sus caderas, sintió el gemido de Peter sobre la lengua. Lo sintió retorcerse entre sus muslos. Lo vio echar la cabeza hacia atrás y gruñir como un animal enjaulado antes de hundir los pies en el colchón y tomar impulso para alzar las caderas y hundirse hasta el fondo en ella.
Lali soltó un grito por la intensidad del orgasmo que experimentó. Pero notó que él se quedaba tieso como una vara.
–No te muevas –le dijo entre dientes.
Obedeció sin preguntarle las razones. Tenía los ojos cerrados, los dientes apretados y la frente cubierta por una capa de sudor. Su cuerpo temblaba convulsivamente. Tras un minuto, soltó un hondo suspiro, abrió los ojos y la miró.
–¿Ya puedes desatarme?
Lali asintió con la cabeza y se dio cuenta de que él no había llegado al orgasmo. Había luchado con todas sus fuerzas para no hacerlo. Y, aunque entendía el porqué, una parte de sí misma se sintió herida al ser consciente de que Peter no confiaba plenamente en ella.
¡Déjalo ya!, se dijo. Eres una imbécil además de una egoísta. Necesita sus poderes.
En ese momento más que nunca.
Peter desgarró las bufandas con una facilidad que la dejó sorprendida y, una vez sus manos estuvieron libres, la abrazó con fuerza.
–Gracias, cariño –le dijo, besándola con ternura.
Ella le contestó con una sonrisa.
–Ha sido un placer.
Él soltó una carcajada por lo acertado de la respuesta y la echó sobre la cama, a su lado, colocándola de costado. Se tumbó a su espalda y la abrazó, como si le aterrara el hecho de estar separados. No tardó mucho en quedarse dormido.
Se limitó a disfrutar del momento mientras el cálido aliento de Peter le acariciaba el hombro desnudo y deseó con todas sus fuerzas que lo que había hecho esa noche lo ayudara en la próxima confrontación con Cayo.
Lali se despertó al escuchar el teléfono. Cuando se incorporó, se dio cuenta que habían dormido abrazados y al recordar todo lo que le había hecho la noche anterior, se ruborizó intensamente. Jamás se había comportado de un modo tan desvergonzado, pero con él no se había sentido cohibida.
Se apartó de sus brazos y corrió hasta la habitación de Esmeralda para contestar el teléfono.
–¿Sí?
Era Essy.
–Lali, gracias a Dios que estás todavía ahí. Mi coche se ha estropeado y he tenido que aparcarlo en el arcén. ¿Te importa venir a recogerme?
–Claro que no.
Anotó la dirección, se dio una ducha rápida y regresó a la habitación de invitados para vestirse.
Inclinándose sobre Peter le dio un beso en la mejilla. Cuando iba a alejarse él la sujetó por la muñeca.
–¿Dónde vas?
–A recoger a Essy.
–No es seguro.
–Estamos a plena luz del día. No me va a pasar nada.
La mirada de Peter era bastante elocuente; no le gustaba nada que saliera.
–¿Cuánto falta para que anochezca?
–Horas.
–De acuerdo, pero vuelve directamente aquí.
–¡Sí, mi comandante!
–No tiene gracia.
Lo besó en los labios y se marchó.
Se despertó poco tiempo después. Al levantarse se dio cuenta de que la mayor parte de las heridas habían desaparecido. Se quitó las vendas manchadas de sangre y las tiró a la papelera, situada junto a la puerta.
–¿Lali? –la llamó, asomándose al pasillo.
Nadie contestó. En la casa no se escuchaba ningún sonido, todo estaba en silencio. Aún estaría fuera.
Cogió su ropa y entró al baño. No tardó mucho en ducharse, afeitarse y vestirse. Una vez aseado, volvió a la habitación. Se detuvo en la puerta al ver a Lali. Llevaba unos vaqueros muy ajustados y una sudadera negra que ocultaba esas curvas que él se moría por acariciar. El pelo suelto le daba una apariencia muy sugerente.
Se acercó en silencio a ella, que estaba de espaldas, y vio que estaba mirando la papelera. Sin hablar, inclinó la cabeza y le mordisqueó el cuello.
En cuanto sus labios la rozaron captó su aroma.
No era Lali.
Era Rocio.

Peter retrocedió, alejándose de ella, mientras Rocio se giraba para mirarlo frente a frente. Aún tenía la cara magullada por la paliza que le habían dado los secuaces de Cayo y llevaba un apósito sobre los puntos de sutura. Se agachó, medio cojeando, y adoptó una postura de ataque.
Le dolió verla así.
No había sido capaz de proteger a una de las personas que Lali más quería y juró que jamás volvería a suceder.
–¿Quién eres? –exigió saber Rochi–. ¿Dónde está Esmeralda?
Peter echó un vistazo al espejo y, al ver que no se reflejaba, retrocedió un paso más, antes de que ella lo notara.
–Se le estropeó el coche cuando regresaba y Lali fue a recogerla.
Se dio cuenta, demasiado tarde, de que debía haber mantenido la boca cerrada porque Rocio lo reconoció en cuanto lo escuchó hablar; su acento era inconfundible.
¡Tú! –chilló–. ¿Qué les has hecho a mis hermanas?
–Nada; están bien.
–¡Y una mierda! –exclamó al tiempo que se abalanzaba sobre él.
Peter se dio la vuelta y se alejó corriendo por el pasillo; no quería hacerle daño.
–¡Un vampiro! –gritó Rochi.
Escuchó ruidos en la planta baja y se dio cuenta de que la hermana gemela de Lali no estaba sola.
–¡Abrid las cortinas! –Y mientras gritaba la orden agarró el cordón del riel de las cortinas del pasillo y tiró con fuerza.
Peter siseó cuando la luz del sol lo rozó. Saltó sobre la barandilla y aterrizó en la sala de estar del primer piso.
Dos pares de ojos lo miraron atónitos, observándolo de arriba abajo. El hombre de pelo oscuro se quedó muy pálido, pero la chica rubia reaccionó con rapidez y se acercó a la ventana sin perder tiempo para subir las persianas.
Antes de que pudiera moverse, Rocio estaba sobre él, lanzándole un golpe con el pie que le dio en el costado, sobre la herida.
–¡Muere, hijo de puta!
Peter siseó, enseñándole los colmillos, y saltó hacia atrás girando en el aire, para escapar hacia la cocina. Pero tuvo que detenerse al llegar a la puerta y ver que la luz del sol entraba a raudales en la estancia. No había ni un solo sitio en todo el cuarto donde no corriera el riesgo de acabar frito.
CAPITULO 61
En ese momento, algo duro y afilado lo golpeó en el hombro. Con un gruñido, se dio la vuelta y vio a Rocio que empuñaba una daga alargada, dispuesta a hundírsela de nuevo. La sujetó por la muñeca en el mismo instante que sus dos amigos se abalanzaban sobre él. Los cuatro se tambalearon y, de un empujón, logró deshacerse de uno de ellos. Intentó regresar a la sala de estar pero, de algún modo, Rocio se las arregló para interponerse en su camino.
Blandió la daga directa a su estómago; el odio que sentía por él se reflejaba de forma alarmante en sus ojos. Peter saltó hacia atrás y un rayo de sol le dio en la espalda. El dolor lo fulminó al instante. Siseando de nuevo, la esquivó y corrió de vuelta a la sala, intentando permanecer en las sombras.
Rocio y sus dos amigos se arrojaron sobre él y lo lanzaron contra la puerta. Mientras lo tiraban al suelo, las palabras de Cayo resonaron en sus oídos.
Se echarán sobre ti como una manada de perros salvajes.
Rochi se sentó sobre su pecho, rodeándole el cuello con una mano, y sus dos amigos lo agarraron por los brazos, extendiéndolos. Si lo hubiesen atacado de ese modo el día anterior, el pánico lo habría vuelto loco. Pero en ese momento recordó a Lali mientras lo ataba y sintió una extraña lucidez.
–¿Qué has hecho con mi hermana? –preguntó Rocio.
–Nada.
–¡No me mientas! He visto las vendas manchadas de sangre en la papelera.
Intentando no hacerle daño, alzó las piernas y la agarró con ellas para lanzarla hacia atrás, en el mismo momento que intentaba hundirle la daga en la garganta. Falló por milímetros. Le dio un puñetazo en el estómago al tipo que estaba a su derecha y arrojó a la chica rubia sobre el sofá. Cuando sintió que Rocio le mordía en el muslo soltó una maldición, le quitó la daga y la tiró al suelo, donde quedó clavada en uno de los listones del parqué.
–Escúchame.
–¡No! –gritó ella mientras se retorcía e intentaba golpearlo con los puños.
Peter giró en el suelo y se colocó sobre ella, inmovilizándola. Todos sus instintos le exigían que la dejara inconsciente, pero, al observar ese rostro tan parecido al de Lali, se dio cuenta de que jamás podría hacerle daño.
Ese momento de incertidumbre le costó muy caro. Sus amigos volvieron a atraparlo de nuevo. Los cuatro rodaron por el suelo y Peter consiguió ponerse en pie al tiempo que la puerta de la calle se abría e inundaba de luz la habitación.
Soltando otro taco, logró llegar como pudo a un rincón oscuro.
El grito agudo de Lali resonó por toda la casa.
–¡Ya basta!
Rocio y sus compañeros se quedaron inmóviles al escucharla y Peter aprovechó para recuperar el aliento. Sentía un dolor punzante en las nuevas heridas y la sangre le corría por la espalda. Lali se acercó corriendo a él y lo tocó, inspeccionando las heridas.
Su hermana arrancó la daga del suelo y se acercó a ellos con actitud decidida y furiosa, sin dejar de mirar a Peter a lo ojos.
–Apártate de mi camino, Lali. Estoy a punto de matar a un vampiro.
–Te equivocas –la interrumpió Esmeralda, cerrando la puerta de la entrada y colocándose entre Rocio y Peter–. Estás a punto de matar al novio de tu hermana gemela.
Rochi la miró con la boca abierta y se detuvo al instante, mirando a Peter y a Lali alternativamente.
–¿Cómo has dicho?
Lali ignoró a su hermana.
–¿Estás bien?
Peter se pasó la mano por la herida abierta del brazo.
–Nunca he estado mejor.
–¿Y le preguntas a él? –masculló Rocio con incredulidad–. Y los chicos y yo, ¿qué? No veo que estés muy preocupada por nosotros. Ha estado a punto de decapitarnos.
Lali lanzó una mirada furiosa a su gemela.
–Me parece que no estáis sangrando. Créeme, si hubiese querido haceros daño ninguno de vosotros estaría de pie ahora mismo.
Rochi los observó atentamente y soltó un gruñido indignado.
–¿Estás defendiendo a un vampiro?
–Estoy defendiendo a Peter –le contestó Lali con énfasis.
Apretando los labios aún más, Rochi miró al uno y al otro.
–¿Qué pasa contigo? ¿Es que estás loca? ¿Quieres un novio que bebe sangre, que va a vivir eternamente, que mata para divertirse y que no puede salir a la luz del día? Vaya, Mariana, veo que al final has encontrado al Rey de los Perdedores. Felicidades. Jamás me imaginé que existiera alguien peor que Mike.
La parrafada de Rochi era un torrente de insultos y de groserías.
–¿Y tú hablas de perdedores? La que sale con un hombre que no ha trabajado más de dos semanas seguidas en los últimos tres años…
–Por lo menos, Gaston tiene alma.
–Peter tiene corazón.
–¡Venga, por favor! ¿Y tú crees que con eso se soluciona todo? Dime una cosa, Lali, ¿estás dispuesta a renunciar a todo por él? ¿A tu vida, a tu futuro? ¿Qué puede ofrecerle un vampiro a una contable? Siempre has querido niños, ¿puede dártelos él?
Peter se hundía cada vez más en la desesperación mientras las escuchaba discutir. Cada palabra que salía de la boca de Rochi confirmaba lo que él había pensado desde un principio. Rocio tenía razón.
Echó un vistazo a la luz del sol que entraba por las ventanas. El sol era letal para él y vital para Lali. Para los humanos resultaba tan necesario como el aire que respiraban. Y, mientras ella estuviese con él, no encontraría la paz porque tendría que sacrificar todos sus sueños.
Y no podía permitir eso.
Con el corazón encogido, se escabulló entre las sombras hasta llegar a la escalera.
–¡Dejad ya de discutir! –gritó Esmeralda.
Peter no volvió a prestarles atención mientras subía la escalera.
Pasaron varios minutos, y una nueva andanada de insultos, antes de que Lali se percatara de la ausencia de Peter.
–¿Peter?
–Está arriba –le contestó Esmeralda.
Lali hizo el gesto de marcharse pero Rocio la detuvo.
–No puedes hacerte esto.
–No sabes nada de él, Ro. Es un Cazador Oscuro, no un vampiro.
–Sí, claro. Y German Alexander me explicó que, en realidad, no hay ninguna diferencia entre ellos. Los dos tienen características animales y son asesinos.
–No me creo que German te dijera eso.
–Me da igual que lo creas o no, es la verdad. Y mientras reflexionas sobre eso, déjame decirte otra cosa que me contó German: Artemisa matará a tu novio antes de permitir que sea libre.
Lali se alejó de su hermana, pensando que no era cierto lo que decía. Encontró a Peter en la habitación, recogiendo sus cosas.
–¿Qué estás haciendo?
–Me voy.
–No puedes salir. Es mediodía.
Su rostro tenía una expresión adusta y fría.
–He llamado a Agus.
–Peter… –lo llamó, acercándose para tocarlo.
–No me toques –masculló él, enseñándole los colmillos–. Ya has oído lo que te ha dicho tu hermana. Soy un animal, no un humano.
–Anoche no dormí con ningún animal.
–¿Ah, no?
–No –le contestó ella, poniéndole la mano en la mejilla.
No tardó más de un segundo en borrar la expresión de deleite que su caricia le producía, pero ella llegó a verla.
–Eso es lo que tú crees, Lali. ¿Sabes cuántas veces he tenido que controlarme para no hundirte los dientes en el cuello? ¿Cuántas veces he sentido el flujo de tu sangre bajo la lengua y he deseado probarla?
Tragó saliva, espantada. Pero se negaba a creerlo. Sólo estaba intentando asustarla.
–Nunca me has hecho daño y sé que darías tu vida antes de hacerlo.
Peter cogió la maleta sin decir nada y se marchó. Ella lo siguió por el pasillo y se detuvo al llegar a las escaleras.
–No puedes marcharte así.
–Sí puedo.
Tiró de él para detenerlo antes de que bajara hasta el recibidor.
–No quiero que me dejes.
Peter se paró en seco al escucharla. Sus palabras lo estaban destrozando. Él tampoco quería dejarla; en realidad, lo que quería era echársela sobre el hombro, llevarla de vuelta a la habitación y hacerle el amor durante toda la eternidad. Quería hacerla suya de forma legítima y tener el derecho de gritar que le pertenecía. Pero no estaba escrito que sucediera. Él era un sirviente de Artemisa. Su vida pertenecía a la diosa.
–Vuelve a tu mundo, Lali. Allí estarás a salvo.
Ella le tomó el rostro entre las manos. Esos brillantes ojos azules lo miraban con un anhelo y un dolor tan grandes que lo estaban desgarrando.

–No quiero estar a salvo, Peter. Te quiero a ti.

Hola chicas sorry se supone que por ser feriado les iba a subir mas pero me despertaron esta mañana con una noticia lamentable tuve que asistir a un velorio para dar el pesame y ahi se me fue todo el dia pero bueno hay nuevas lectoras bienvenidas GRACIAS a todas las que se dedican a firmar por ahi lei coments pero no puedo responder http://algolaliterdistinto.blogspot.com/2013/05/hola-de-nuevo.html otra vez les dejo el link de mi blog unanse y opinen porfis que pronto dejo la intro de mi nove...si hay muchas firmas pongo otro cap 


BESOS MARCHU

28 comentarios:

  1. Noooooo!!! :'( Te odio Rocio!! Por favoor tienen que estar juntoos!! :'(
    Maaas!! @susonrisa_pl

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  2. Que ternura!!!!!! se aman no se pueden separar!!!!!!!!!!!!!!

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  3. y rocio tenia q aparecer para malograr el momento... espero q no tenga consecuencias su ida de peter!!! subi mas nove xfis

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  4. Al fin se descubrió que Peter es muy inseguro y que le afecta lo que piensan de él, mucho más de lo que quiere demostrar :(

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  5. Y OTROS CAPITULOS PORQUE TIENEN QUE SER MAS

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  6. Pobre Peter y Lali sufren mucho

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  7. maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas

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  8. jajajajajjaja me dan mucha risa los coments de estas chicas ajajajaj y ufff de lo que me estaba perdiendo por Dios condenada rochi que le interesa a ella si puede o no funcionar claro que va a hacer amiga expresion colombiana abrete como la yuca es fea no la repitas jajajajaj se me pasan demasiadas por la mente pero bueno prometi mas

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