Capitulos 68 y 69

Aca mas caps!!!! Gracias x sus firmas!! Y Amor a Lali apoyo tu segunda teoria jajaj

CAPITULO 68

Lali contuvo el aliento al sentir cómo el medallón se enfriaba encerrado en su mano, bajo el vestido de Starla, y el calor pasaba al cuerpo de Peter. Le temblaba la mano esperando a que él despertara. Con cada segundo que pasaba temblaba cada vez más.

No ocurre nada… ¡Dios, no!

¡Alec le había mentido, después de todo!

Los ojos le escocían por las lágrimas y el medallón se había enfriado hasta parecer un trozo de hielo, antes de caer al suelo.

Y Peter seguía sin moverse. Seguía apoyado, inerte, sobre la pared, con el rostro ceniciento y el cuerpo frío.

¡No!

Todo había acabado. Peter estaba muerto.

¡No!

La perversa risa de Cayo resonó en las paredes de la oscura habitación, e hizo que el alma de Lali sollozara de angustia.

Ella también quiso morirse en ese mismo instante. Era la culpable de todo lo que había sucedido. Se había limitado a permanecer allí quieta, viendo cómo Peter moría, sin hacer nada para salvarlo. Sentía cómo el dolor le cerraba la garganta y lo único que quería hacer era gritar.

«Te quiero, Lali».

Las últimas palabras de Peter la perseguirían durante toda la vida.

Sollozando, pasó los brazos alrededor del cuerpo de Peter y lo abrazó con fuerza, deseando que despertara y le hablara.

Por favor, Dios mío, llévame a mí pero deja que él viva.

–¿Mariana? –la voz de Cayo restalló con dureza, ordenándole que regresara a su lado.

Ella se aferró con más fuerza a Peter y apoyó la cabeza sobre su pecho, junto a la flecha, deseando poder darle su propia vida.

Se quedó helada al escuchar algo. Un sonido muy débil que la hizo volar.

Los latidos del corazón de Peter.

Se echó hacia atrás y vio cómo parpadeaba.

Peter contempló los ojos azul oscuro de Lali, brillantes por las lágrimas. Ya no tenían una mirada vacía, al contrario, lo miraban fijamente con una expresión decidida. Y con amor.

Su rostro se suavizó mientras le pasaba una mano por el pecho y la flecha salía disparada.

Y, entonces, Peter supo que no lo había traicionado. Lo había liberado.

–Has recuperado tu alma, Juan Pedro de Tracia –murmuró, al tiempo que las cuerdas que le aprisionaban las muñecas se desataban–. Ahora, vamos a hacer que este cabrón pague por lo que ha hecho.

Cayo gritó de furia al darse cuenta de lo que sucedía.

Peter ya no tenía sus poderes de Cazador Oscuro, pero le daba igual. Por primera vez en dos mil años, tenía su alma y esa sensación, sumada a la certeza de que Lali no lo había traicionado, le daba fuerzas.

Cayo podía darse por muerto.

El vampiro corrió hacia la puerta pero, antes de que llegara, ésta se cerró con un portazo.

–No quiero que te vayas tan pronto de la fiesta –le dijo Lali–. No después de todas las molestias que te has tomado para traernos aquí.

–¿Lali? –la increpó Peter, inseguro.

Ella lo miró. Sus ojos lanzaban unos tenues destellos que le recordaban a los de Alec.

–Cayo ha liberado mis poderes –le dijo en voz baja–. Pensó en usar la telequinesia y la telepatía para sí mismo. –Miró al Daimon y le sonrió–. Sorpresa. Al liberarlos perdiste el control de mi mente.

Cayo forcejeó para abrir la puerta.

Peter fue a por él, cual pantera hambrienta tras su presa.

–¿Qué te pasa, Cayo? ¿Te asusta una simple mortal?

El vampiro se dio la vuelta con un gruñido.

–Puedo vencerte. Soy un dios.

–Entonces, hazlo.

Cayo lanzó una maldición y se abalanzó sobre él. Lo cogió por la cintura y lo lanzó contra la pared antes de abrir la boca para morderle el cuello.

–¡Y una mierda! –masculló Peter–. No vayas a creer que he recuperado mi alma para que ahora te quedes con ella. –Y, acto seguido, le dio una patada en la ingle.

Cayo se alejó de él, tambaleándose.

–¡Peter!

Al girarse, vio que Lali tenía su espada y se la lanzaba.

Extendió la hoja y fue tras Cayo. El Daimon esquivó el ataque y alzó la mano para lanzarse una descarga astral. Peter soltó una maldición cuando la descarga lo hirió en el pecho, justo en el mismo lugar donde la flecha lo había atravesado. Retrocedió a punto de caer al suelo.

Vaya si dolía.

Atontado, se dio cuenta de que no sería capaz de defenderse del ataque de Cayo. Lo único que hizo fue encogerse, en espera del golpe.

Pero éste no llegó.

Lali acababa de herir a Cayo con una descarga de su propia cosecha.

Peter la miró con el ceño fruncido.

–Nena, ¿me dejas que me encargue de esto, por favor?

Ella lo miró, haciendo un mohín.

–Sólo intentaba ayudar. Además, ¿es que no estás ya lo bastante magullado?

Lali contuvo el aliento mientras los veía luchar. Aun débil, Peter era sorprendente. Saltó sobre Cayo y volvió a coger la espada. El Daimon cogió una que había sobre la mesa y la blandió contra él. El sonido del acero reverberaba en la estancia cada vez que las espadas se encontraban.

–Vamos, cariño –susurró, agarrando la muñeca con fuerza.

Peter ganaría. Tenía que ganar. Ella no había pasado por semejante infierno como para verlo morir después.

Mientras los observaba luchar, se dio cuenta que el sol estaba saliendo. La luz comenzaba a filtrarse a través de las ventanas cerradas. Cayo también se percató y soltó una maldición. Atacó a Peter con un movimiento ascendente de la espada que lo dejó desarmado.

Lali se quedó helada.

El Daimon sonrió y comenzó a alejar a Peter, muy despacio, del lugar donde había caído su espada.

–Sólo te diré una cosa –le dijo con entonación perversa–, ¿por qué no le das recuerdos a Hades de mi parte?

–¡Peter!

Se dio la vuelta y vio que Lali le lanzaba la muñeca. La cogió instintivamente y soltó un taco cuando las hojas ocultas en los pies de la Barbie le hirieron la mano.

En su rostro apareció una sonrisa.

Con una carcajada, se agachó para esquivar el golpe de Cayo y hundió las hojas de la muñeca justo en el corazón del Daimon.

–Dáselos tú mismo –le contestó, observando a Cayo, que lo miraba boquiabierto.

CAPITULO 69

El tiempo se detuvo sin que ninguno de los dos desviara la mirada. Por el rostro del vampiro desfilaron multitud de emociones: incredulidad, miedo, ira… y dolor.

Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, Cayo se desintegró.

Peter y Lali se quedaron petrificados al comprender la enormidad de lo sucedido.

Todo se había acabado. Cayo estaba muerto. Rochi y Lali estaban a salvo.

Peter tenía su alma.

Y la mujer que amaba le había salvado la vida.

Con el corazón en la garganta, Peter dejó caer la muñeca al suelo y se acercó a Lali.

–Eres una actriz consumada.

–No. Estaba aterrorizada. –Le pasó la mano por el pecho sin poder evitar que temblara–. Estuve a punto de gritar cuando disparó la flecha. No puedes imaginarte lo duro que fue. Alec me dijo que tenías que morir para poder ser libre y sabía que yo no sería capaz de matarte. Sabía que la única oportunidad que teníamos era dejar que Cayo lo hiciera por mí.

Peter la tomó de la mano y, cuando sus dedos le acariciaron la palma, notó la quemadura. Le giró la mano y vio que tenía los símbolos del medallón grabados a fuego en la piel.

–Ha debido ser espantoso.

–Estoy bien.

Él se aclaró la garganta al escuchar el tono indiferente con el que lo había dicho. ¿Por qué le restaba importancia a lo que había hecho por él? Arqueó una ceja, sin poder creérselo. Se había destrozado la mano por salvarlo.

–Tendrás una cicatriz para toda la vida.

–No –le contestó con una sonrisa–. Creo que es lo más hermoso que he visto en la vida. –Se inclinó hacia delante y le susurró al oído–: Después de ti, claro.

Él le tomó el rostro con las manos y la besó.

–Gracias, La.

Mientras lo miraba, la alegría se desvaneció de su rostro y, en su lugar, apareció una expresión temerosa.

–German y Alec me dijeron que podías convocar a Artemisa y devolverle tu alma si querías.

–¿Y por qué iba a querer hacer eso?

Ella se encogió de hombros.

–Eres un Cazador Oscuro.

Él le dio un ligero beso en los labios.

–Lo que soy es un hombre enamorado de una mujer. Te quiero, Lali. Para el resto de mi dichosamente corta vida como mortal. Quiero despertarme al amanecer contigo en los brazos y ver cómo nuestros hijos juegan y se pelean. ¡Coño! Hasta quiero ver cómo me replican.

Ella le sonrió.

–¿Estás seguro?

–Nunca he estado tan seguro de algo.

Ella lo cogió de la mano y lo guió hasta salir de la habitación.

Petrificado, se detuvo al contemplar los primeros rayos del sol iluminando la sala de estar. Por costumbre, retrocedió nada más verlos.

Pero la brillante luz no le hacía daño en los ojos. Ni le quemaba la piel.

Apretando con más fuerza la mano de Lali, se obligó a seguir caminando hasta atravesar la puerta.

Y, por primera vez en dos mil años, caminó bajo la luz del día. La sensación del sol sobre la piel era increíble. La calidez; la brisa del amanecer provocándole un ligero escalofrío. Con el corazón latiéndole en los oídos, alzó la vista y contempló el cielo, de un azul pálido, surcado por unas nubecillas blancas.

Era un día glorioso.

Y se lo debía a Lali.

Tiró de ella para estrecharla entre sus brazos y la apretó con fuerza.

–Salve Apolo –susurró.

Lali sonrió mientras lo abrazaba con ternura.

–No. ¡Salve Afrodita!

Continuara....

Ahora si se viene el final!!! ♥♥

An

@Angie_232alma