sábado, 1 de junio de 2013

Capitulo 52 y 53




CAPITULO 52
Los siguió sin que tuvieran que obligarlo. Atravesaron los callejones traseros hasta llegar a un pequeño patio, rodeado por una verja. Los arbustos tapaban los muros e impedían que la luz de las farolas penetrase en el lugar. Juan Pedro no reconoció el sitio. Pero tampoco es que importara mucho.
Al rodear un seto muy alto, vio a Cayo esperándolo. Tenía a una mujer embarazada entre los brazos, a la que amenazaba con un cuchillo sobre la garganta, y exhibía una sonrisa diabólica.
–Bienvenido, Cazador Oscuro –lo saludó mientras acariciaba con la mano libre el abultado vientre de la mujer–. ¿Sabes lo que me ha deparado la suerte? Acabo de encontrar dos vidas por el precio de una. –Agachó la cabeza y frotó la nariz sobre el cuello de la embarazada–. Mmm… se huele la fuerza...
–Por favor –suplicó la mujer, histérica–. Por favor, ayúdeme. No deje que haga daño a mi bebé.
Peter respiró hondo, luchando contra el impulso a derramar la sangre de Cayo y sentirla correr entre los dedos.
–Déjame suponer… ¿su vida a cambio de la mía?
–Exactamente.
Intentando poner nervioso a su oponente, Peter resopló con cansancio mientras tomaba nota de los seis Daimons y los dos delincuentes humanos que lo rodeaban. Si no fuera por la mujer, podría encargarse de todos ellos fácilmente, pero el más leve movimiento por su parte haría que Cayo le cortara la garganta a la mujer, sin duda alguna. De hecho, para un Daimon no había nada mejor que conseguir el alma de una embarazada.
–¿No podías haber planeado algo un poco más original? –se burló Peter, a sabiendas que Cayo era lo bastante pomposo como para tomarse el insulto al pie de la letra–. Lo que quiero decir es que a ver si te superas un día de estos. Se supone que tienes una mente privilegiada y ¿esto es todo lo que se te ocurre?
–Bueno, ya que no te veo muy impresionado, permíteme acabar con ella –contestó el Daimon acercando aún más el cuchillo al cuello de la mujer.
La chica gritó.
–¡Espera! –exclamó Peter antes de que Cayo le hiciera un corte–. Sabes que no puedo permitir que le hagas daño.
El vampiro sonrió.
–Entonces, tira los srads y acércate a la valla.
¿Cómo sabe lo de los srads?
–Vale –contestó muy lentamente–. Y, ¿por qué tengo que hacerlo?
–¡Porque lo digo yo!
Intentando imaginarse lo que pasaba por la cabeza del Daimon, Peter sacó las armas de Paul de debajo del abrigo y se acercó muy despacio a la valla. Una vez estuvo frente a ella, los dos humanos lo agarraron por las muñecas y comenzaron a enrollarle unas cuerdas alrededor.
Súbitamente, se encontró atrapado, con los brazos totalmente extendidos a los lados y atados a los barrotes de hierro. Luchó como si fuese un salvaje. Tiró de las cuerdas que lo mantenían inmóvil mientras el corazón le latía en los oídos. La mente fría y racional del Cazador Oscuro lo abandonó, dejándolo al borde del pánico. Luchó contra las cuerdas como un animal atrapado en un cepo.
Tenía que salir de allí. No iba a permitir que lo ataran hasta dejarlo indefenso. Así, no. Nunca más. Los continuos tirones le estaban desgarrando la piel de las muñecas, pero no le importaba. Estaba concentrado en recuperar la libertad.
–Ya te dije que sabía cuál era tu debilidad –le dijo Cayo–. Aparte de saber que jamás permitirías que hiciese daño a una embarazada. –Se inclinó y besó a la chica en la mejilla–. Melissa, sé una buena chica y agradécele al Cazador Oscuro su sacrificio.
Peter se quedó petrificado cuando la mujer se apartó de Cayo y caminó hasta llegar junto al humano que lo había atado. Había estado de acuerdo con ellos todo el tiempo.
Hijo de puta, ¿cuándo iba a aprender la lección?
–¿Estás preparado para morir? –le preguntó Cayo.
Peter le enseñó los colmillos.
–Yo no sería tan arrogante. Aún no me has matado.
–Eso es cierto, pero la noche es joven, ¿no es verdad? Tengo mucho tiempo para jugar con el chico de los recados de Artemisa.
Peter agarró las cuerdas y tiró de ellas con todas sus fuerzas, asaltado por una nueva oleada de pánico. Tenía que calmarse. Lo sabía. Pero los recuerdos de las torturas a las que fue sometido en Roma lo angustiaban.
–¿Qué te pasa? –le preguntó el Daimon, acercándose–. Estás un poco pálido, comandante. ¿Acaso estás recordando la humillación de tu derrota? ¿O las manos de los soldados romanos mientras te clavaban en la cruz?
–¡Vete al mierda! –Peter liberó con el dedo del pie la hoja retráctil oculta en la bota, y atacó a Cayo.
El Daimon se alejó de un salto, quedando fuera de su alcance.
–¡Vaya! Me olvidé de esas botas. Una vez acabe contigo, el siguiente Cazador Oscuro de mi lista va a ser el viejo Kell. Con él fuera de combate y sin sus armas, ¿qué será de todos vosotros? –Inclinó la cabeza hacia la chica–. Melissa, pórtate bien y quítale las botas al comandante.
Peter apretó los dientes al ver cómo la mujer se acercaba. El Código le permitía protegerse de los humanos que quisieran hacerle daño, pero no era capaz de atacar a una mujer, y menos estando embarazada. No era más que una criatura, aunque ella quisiera dar otra imagen.
–¿Qué estás haciendo con esta gente? –le preguntó mientras le quitaba las botas.
–Cuando nazca mi bebé, él me hará inmortal.
–No puede hacerlo. No tiene ese poder.
–Estás mintiendo. Todo el mundo sabe que los vampiros pueden quitarte la vida, o hacer que vivas eternamente. Quiero ser uno de los vuestros.
Entonces, así era cómo Cayo conseguía a sus secuaces humanos.
–No podrás ser uno de nosotros jamás. Te matará cuando todo esto acabe.
La chica soltó una carcajada, burlándose de él.
Cayo chasqueó la lengua.
–Eres capaz de seguir protegiéndola aun cuando te está preparando para que seas sacrificado. Qué enternecedor. Dime, ¿con tus hermanos, los romanos, también fuiste tan considerado?
Peter se abalanzó hacia Cayo, tirando de nuevo de las cuerdas.
En ese momento, salió un Daimon de las sombras, con una enorme maza en las manos. Peter se paralizó en cuanto reconoció el instrumento. Hacía dos mil años que no veía uno igual.
–Sí –le dijo Cayo al acercarse–. Sabes lo que es, ¿verdad? Dime, ¿recuerdas el dolor que sentiste cuando Felix la usó para romperte las piernas? –El Daimon lo miró mientras ladeaba la cabeza–. ¿No lo recuerdas? Permíteme que te refresque la memoria.
Peter apretó los dientes cuando Cayo le golpeó la rodilla izquierda con la maza, destrozándole la articulación al instante. Sólo cuando la rodilla derecha recibió el mismo tratamiento, el vampiro se atrevió a plantarse delante de él.
Peter se mantuvo en pie aferrándose con las manos a los barrotes. Intentaba sostener su peso con las piernas, pero el dolor lo hacía imposible.
Cayo le sonrió mientras le entregaba la maza al vampiro y sacaba algo del bolsillo.
La rabia se apoderó de Peter cuando reconoció los antiguos clavos romanos que habían utilizado para crucificarlo.
–Dime, Cazador Oscuro –le dijo Cayo sin dejar de sonreír–, ¿quieres que te ayude a pasar en pie el resto de la noche?
CAPITULO 53

Mariana se despertó sobresaltada y tardó más de un minuto en darse cuenta de que se había quedado dormida, apoyada sobre Seth, en la habitación del hospital donde Rochi estaba ingresada. Su madre dormía en la cama plegable, mientras que el Escudero y ella lo hacían en las dos incómodas sillas cercanas a la puerta.
Rochi seguía dormida. Los médicos querían que permaneciera en observación hasta el día siguiente. Uno de los Daimons le había hecho un corte en la mejilla que le dejaría una fea cicatriz. Tenía todo el cuerpo lleno de heridas y moratones pero, según los especialistas, no era nada grave y se recuperaría completamente.
Sus hermanas se habían marchado a sus respectivos hogares, siguiendo órdenes de la señora Devereaux Esposito, pero ella había preferido quedarse, por si necesitaban algo. Aún con los nervios de punta, miró hacia la puerta y vio que su padre regresaba con dos tazas de café, una para él y otra para Seth.
–¿Quieres la mía, gatita? –le preguntó a ella, ofreciéndole su taza.
Lali respondió al ofrecimiento con una sonrisa, hasta que recordó el sueño.
–¿Estás bien? –le dijo el señor Devereaux.
Ella miró a Seth, notando como el corazón comenzaba a latirle más rápido.
–Peter tiene problemas.
El Escudero soltó una carcajada antes de tomar un sorbo de café.
–Ha sido un sueño.
–No, Seth. Está en peligro. Lo he visto.
–Tranquilízate, Lali; lo que pasa es que has tenido un mal día y estás preocupada por Rochi. Es comprensible, pero Peter nunca se mete en camisas de once varas. Seguro que está bien. Hazme caso.
–No –insistió ella–, escúchame Seth. Soy la primera en admitir que odio mis poderes, pero en este momento no me están mintiendo. Puedo percibir el dolor y el miedo que está sufriendo. Tenemos que encontrarlo.
–No puedes salir, Lali –le recordó su padre–. ¿Qué pasa si Cayo te está esperando? ¿Y si envía a alguien para que te haga daño, como hizo con Rochi?
Lali miró los ojos azules de su padre y le sonrió débilmente.
–Papi, tengo que ir. No puedo dejarlo morir.
Seth suspiró.
–Venga, Lali. No va a morirse.
Ella cogió el abrigo del Escudero y comenzó a hurgar en los bolsillos.
–Entonces dame las llaves de tu coche y voy yo sola.
Seth le quitó las llaves con un gesto juguetón.
–Peter pedirá mi cabeza por esto.
–Si lo matan, no podrá hacerlo.
Lali vio la expresión indecisa del Escudero. Seth dejó la taza en el suelo, cogió el móvil y marcó.
–¿Lo ves? –le dijo ella–, no contesta.
–A esta hora, eso no significa nada. Puede estar en mitad de una pelea.
–O gravemente herido.
Seth sacó la PDA de la funda del cinturón y la encendió. Tras unos segundos de espera, el color abandonó su rostro.
–¿Qué pasa?
–Tiene el dispositivo de rastreo apagado.
–¿Y eso qué significa?
–Que no sé dónde está. Ningún Cazador Oscuro desconecta el transmisor; es su salvavidas. –Se puso de pie de un salto y cogió el abrigo–. Muy bien, vámonos.
El señor Devereaux se interpuso entre ellos y la puerta. Era casi tan alto como Seth y estaba preparado para pelear.
–No vas a llevarte a mi niña ahí afuera, donde pueden hacerle daño. Antes te mato.
Lali pasó junto al Escudero y le dio un beso a su padre.
–No pasa nada, papi. Sé lo que estoy haciendo.
La mirada del señor Devereaux dejó muy claras las dudas que tenía al respecto.
–Deja que se vayan, Charlie –dijo su madre desde la cama–. Esta noche no corre ningún peligro. Su aura es pura.
–¿Estás segura? –le preguntó su marido.
La señora Devereaux Esposito asintió.
Su padre suspiró, sin estar del todo convencido, y miró furioso a Seth.
–Que no le ocurra nada.
–Puede estar tranquilo –le aseguró él–. He dado mi palabra de que la cuidaré a una persona que me asusta mucho más que usted.
De mala gana, el señor Devereaux dejó que se marcharan.
Lali salió del hospital a toda prisa y cruzó el estacionamiento hasta llegar junto al Jaguar de Seth. Una vez en el coche, hizo todo lo que pudo para recordar el lugar donde había visto a Peter en el sueño.
–Estaba en un patio sombrío y pequeño.
Seth resopló.
–Estamos en Nueva Orleáns, chère. Con esa descripción no hacemos nada.
–Ya lo sé. Creo que tenemos que ir al Barrio Francés, pero no estoy segura. Joder, no lo sé. –Observaba con atención las calles oscuras por las que pasaban–. ¿No hay algún Cazador Oscuro al que podamos llamar para que nos ayude a encontrarlo? ¿Y si se lo decimos a Paul?
–No. Está ocupado persiguiendo a su objetivo –le contestó, pasándole el móvil–. Pulsa el botón de rellamada e intenta localizar a Peter.
Lo hizo, repetidas veces, pero no hubo respuesta.
Con la inminente llegada del amanecer, Lali comenzó a desesperarse. Si no lo encontraban pronto moriría. Completamente aterrorizada, hizo lo que no había hecho nunca: reclinó la cabeza en el asiento y recurrió de forma intencionada a sus poderes, dejando que la poseyeran por completo. La recorrió una terrorífica descarga, inundándola de calor y dejándola temblorosa. Su mente se vio asaltada por multitud de imágenes, algunas antiguas y otras imprecisas. Justo cuando estaba segura de que así no conseguiría nada, vio algo con total claridad.
–St. Philip Street –susurró–. Allí está.
Aparcaron en la calle y salieron del coche. No sabía muy bien por dónde buscar, pero guió a Seth por los callejones traseros, directa a un patio muy oscuro. Rodearon el edificio sin ver nada.
–Joder, Lali, no está aquí.
Ella apenas lo escuchaba. Haciendo caso a su instinto, rodeó un seto muy alto y se detuvo, paralizada.
Peter estaba colgado en una valla, tan maltrecho que no se sostenía en pie.
–¡Dios mío! –exclamó mientras corría para acercarse a él.
Con mucho cuidado, le alzó la cabeza y jadeó al ver su rostro ensangrentado. Le habían golpeado tanto que casi no podía abrir los ojos.
–¿Lali? –susurró él–. ¿De verdad eres tú o estoy soñando?
Ella sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas.
–Sí, Peter. Soy yo.
Seth soltó una maldición al llegar junto a ellos y extendió un brazo para tocar uno de los clavos que atravesaban el brazo de Peter. Apartó la mano, sin llegar a tocarlo, por si el simple roce pudiera hacerle más daño. Lali vio la furia en los ojos del Escudero y lo escuchó maldecir otra vez.
–¡Por amor de Dios! Lo han clavado a una tabla.
Lali sintió nauseas sólo de pensarlo. Nada más ver a Peter supo exactamente lo que Cayo había hecho: había recreado su ejecución.
–Tenemos que sacarte de aquí –le dijo.
Peter tosió, medio ahogándose con su propia sangre.
–No hay tiempo.
–Tiene razón –confirmó Seth–. Amanecerá en cinco minutos, como mucho diez. No podremos llevarlo a casa antes de que salga el sol.
–Entonces llama a Agus.
–No llegará a tiempo. –Un músculo comenzó a palpitar en la mandíbula del Escudero mientras tocaba la mano de Peter, de cuyo centro sobresalía un clavo–. No estoy seguro de cómo vamos a poder liberarlo aunque Agus llegue a tiempo.
–No pasa nada –dijo Peter, con voz cansada. Tragó saliva y miró a Seth a los ojos–. Lleva a Lali con Paul y dile que las proteja, a ella y a su hermana.
Seth se alejó corriendo.
Ignorando al Escudero, Lali se concentró en Peter.
–No voy a dejarte morir –insistió con voz chillona y brusca–. Joder, Peter. No puedes morir así y convertirte en una Sombra. No voy a permitirlo.
La ternura con la que la miró le robó el aliento.
–Siento mucho haberte fallado. Ojalá hubiese podido ser el héroe que mereces.
Lali le tomó el rostro entre las manos y lo obligó a mirarla a los ojos. Le limpió la sangre que le manchaba los labios y la nariz con manos temblorosas.
–No te atrevas a rendirte, ¿me oyes? Si te mueres, ¿quién dice que Cayo no acabará también con Paul? Lucha por mí, Peter, ¡por favor!
Peter esbozó una sonrisa.
–Está bien, Lali. Me alegro mucho de que me hayas encontrado. No quería morir solo… otra vez.
Al escuchar sus palabras, Lali comenzó a llorar y el corazón se le subió a la garganta. ¡No!, gritó su alma en ese instante.
No podía dejarlo morir. Así no. No después de que la había protegido y la había cuidado. No cuando se había convertido en algo tan importante para ella.
Su mente no dejaba de imaginarse a su adorado Cazador Oscuro vagando por la tierra, atrapado entre dos mundos. Siempre hambriento. Siempre solo. No podía permitir que sucediera algo así.

Holaa niñas!! (me gusta decirles asi aunq tengan otras edades jaja) bueno aca dejo novee,ayer me re colgue ando con mil cosas en la cabeza la verdad!! no se si subire mas tarde ahi veo.

Besos

An

@Angie_232alma

18 comentarios:

  1. Como hará para salvarlo?? Más! Me encanta!

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  2. ahhhh dios como ara.............

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  3. Noooo!!! Por favor, por favor, POR FAVOR! Subi otro, no podes dejarlo asi!! :'(

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  4. NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!! Que lo salve porfavoooooooooooooooor!!!!!!

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  5. Maaaaaaas! Maaaaas!

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  6. No nos dejes así! Por favor!

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  7. Más novela! Más más mas más más mas mas más!!!!

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  8. subi mas YA! x favorrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!!!!!!!!!!!!

    mas mas mas mas mas mas mas mas mas!
    ahora ahora ahora ahora ahora ahora ahora ahora!!!

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  9. sube por el amor de dios quiero saber que pasara

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  10. Me encanta!!!!
    Que no se muera peter! Que no se muera peter! Que no se muera peter! (Muchos mas)
    Mas porfa!!!!
    Besos! Aby:)

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  11. noooooo nose puede morir jajajaja An re colgada no eres sabes porque me acabo de acordar que la que tiene el papel de avisarte soy yo jajajajjajaja ahora si vuelvo a mi papel amiga

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