CAPITULO 52
Los
siguió sin que tuvieran que obligarlo. Atravesaron los callejones traseros
hasta llegar a un pequeño patio, rodeado por una verja. Los arbustos tapaban
los muros e impedían que la luz de las farolas penetrase en el lugar. Juan
Pedro no reconoció el sitio. Pero tampoco es que importara mucho.
Al
rodear un seto muy alto, vio a Cayo esperándolo. Tenía a una mujer embarazada
entre los brazos, a la que amenazaba con un cuchillo sobre la garganta, y
exhibía una sonrisa diabólica.
–Bienvenido,
Cazador Oscuro –lo saludó mientras acariciaba con la mano libre el abultado
vientre de la mujer–. ¿Sabes lo que me ha deparado la suerte? Acabo de
encontrar dos vidas por el precio de una. –Agachó la cabeza y frotó la nariz
sobre el cuello de la embarazada–. Mmm… se huele la fuerza...
–Por
favor –suplicó la mujer, histérica–. Por favor, ayúdeme. No deje que haga daño
a mi bebé.
Peter
respiró hondo, luchando contra el impulso a derramar la sangre de Cayo y
sentirla correr entre los dedos.
–Déjame
suponer… ¿su vida a cambio de la mía?
–Exactamente.
Intentando
poner nervioso a su oponente, Peter resopló con cansancio mientras tomaba nota
de los seis Daimons y los dos delincuentes humanos que lo rodeaban. Si no fuera
por la mujer, podría encargarse de todos ellos fácilmente, pero el más leve
movimiento por su parte haría que Cayo le cortara la garganta a la mujer, sin
duda alguna. De hecho, para un Daimon no había nada mejor que conseguir el alma
de una embarazada.
–¿No
podías haber planeado algo un poco más original? –se burló Peter, a sabiendas
que Cayo era lo bastante pomposo como para tomarse el insulto al pie de la
letra–. Lo que quiero decir es que a ver si te superas un día de estos. Se
supone que tienes una mente privilegiada y ¿esto es todo lo que se te ocurre?
–Bueno,
ya que no te veo muy impresionado, permíteme acabar con ella –contestó el
Daimon acercando aún más el cuchillo al cuello de la mujer.
La
chica gritó.
–¡Espera!
–exclamó Peter antes de que Cayo le hiciera un corte–. Sabes que no puedo
permitir que le hagas daño.
El
vampiro sonrió.
–Entonces,
tira los srads y acércate a la valla.
¿Cómo
sabe lo de los srads?
–Vale
–contestó muy lentamente–. Y, ¿por qué tengo que hacerlo?
–¡Porque
lo digo yo!
Intentando
imaginarse lo que pasaba por la cabeza del Daimon, Peter sacó las armas de Paul
de debajo del abrigo y se acercó muy despacio a la valla. Una vez estuvo frente
a ella, los dos humanos lo agarraron por las muñecas y comenzaron a enrollarle
unas cuerdas alrededor.
Súbitamente,
se encontró atrapado, con los brazos totalmente extendidos a los lados y atados
a los barrotes de hierro. Luchó como si fuese un salvaje. Tiró de las cuerdas
que lo mantenían inmóvil mientras el corazón le latía en los oídos. La mente
fría y racional del Cazador Oscuro lo abandonó, dejándolo al borde del pánico.
Luchó contra las cuerdas como un animal atrapado en un cepo.
Tenía
que salir de allí. No iba a permitir que lo ataran hasta dejarlo indefenso.
Así, no. Nunca más. Los continuos tirones le estaban desgarrando la piel de las
muñecas, pero no le importaba. Estaba concentrado en recuperar la libertad.
–Ya
te dije que sabía cuál era tu debilidad –le dijo Cayo–. Aparte de saber que
jamás permitirías que hiciese daño a una embarazada. –Se inclinó y besó a la
chica en la mejilla–. Melissa, sé una buena chica y agradécele al Cazador
Oscuro su sacrificio.
Peter
se quedó petrificado cuando la mujer se apartó de Cayo y caminó hasta llegar
junto al humano que lo había atado. Había estado de acuerdo con ellos todo el
tiempo.
Hijo
de puta,
¿cuándo iba a aprender la lección?
–¿Estás
preparado para morir? –le preguntó Cayo.
Peter
le enseñó los colmillos.
–Yo
no sería tan arrogante. Aún no me has matado.
–Eso
es cierto, pero la noche es joven, ¿no es verdad? Tengo mucho tiempo para jugar
con el chico de los recados de Artemisa.
Peter
agarró las cuerdas y tiró de ellas con todas sus fuerzas, asaltado por una
nueva oleada de pánico. Tenía que calmarse. Lo sabía. Pero los recuerdos de las
torturas a las que fue sometido en Roma lo angustiaban.
–¿Qué
te pasa? –le preguntó el Daimon, acercándose–. Estás un poco pálido,
comandante. ¿Acaso estás recordando la humillación de tu derrota? ¿O las manos
de los soldados romanos mientras te clavaban en la cruz?
–¡Vete
al mierda! –Peter liberó con el dedo del pie la hoja retráctil oculta en la
bota, y atacó a Cayo.
El
Daimon se alejó de un salto, quedando fuera de su alcance.
–¡Vaya!
Me olvidé de esas botas. Una vez acabe contigo, el siguiente Cazador Oscuro de
mi lista va a ser el viejo Kell. Con él fuera de combate y sin sus armas, ¿qué
será de todos vosotros? –Inclinó la cabeza hacia la chica–. Melissa, pórtate
bien y quítale las botas al comandante.
Peter
apretó los dientes al ver cómo la mujer se acercaba. El Código le permitía
protegerse de los humanos que quisieran hacerle daño, pero no era capaz de
atacar a una mujer, y menos estando embarazada. No era más que una criatura,
aunque ella quisiera dar otra imagen.
–¿Qué
estás haciendo con esta gente? –le preguntó mientras le quitaba las botas.
–Cuando
nazca mi bebé, él me hará inmortal.
–No
puede hacerlo. No tiene ese poder.
–Estás
mintiendo. Todo el mundo sabe que los vampiros pueden quitarte la vida, o hacer
que vivas eternamente. Quiero ser uno de los vuestros.
Entonces,
así era cómo Cayo conseguía a sus secuaces humanos.
–No
podrás ser uno de nosotros jamás. Te matará cuando todo esto acabe.
La
chica soltó una carcajada, burlándose de él.
Cayo
chasqueó la lengua.
–Eres
capaz de seguir protegiéndola aun cuando te está preparando para que seas
sacrificado. Qué enternecedor. Dime, ¿con tus hermanos, los romanos, también
fuiste tan considerado?
Peter
se abalanzó hacia Cayo, tirando de nuevo de las cuerdas.
En
ese momento, salió un Daimon de las sombras, con una enorme maza en las manos.
Peter se paralizó en cuanto reconoció el instrumento. Hacía dos mil años que no
veía uno igual.
–Sí
–le dijo Cayo al acercarse–. Sabes lo que es, ¿verdad? Dime, ¿recuerdas el
dolor que sentiste cuando Felix la usó para romperte las piernas? –El Daimon lo
miró mientras ladeaba la cabeza–. ¿No lo recuerdas? Permíteme que te refresque
la memoria.
Peter
apretó los dientes cuando Cayo le golpeó la rodilla izquierda con la maza,
destrozándole la articulación al instante. Sólo cuando la rodilla derecha
recibió el mismo tratamiento, el vampiro se atrevió a plantarse delante de él.
Peter
se mantuvo en pie aferrándose con las manos a los barrotes. Intentaba sostener
su peso con las piernas, pero el dolor lo hacía imposible.
Cayo
le sonrió mientras le entregaba la maza al vampiro y sacaba algo del bolsillo.
La
rabia se apoderó de Peter cuando reconoció los antiguos clavos romanos que
habían utilizado para crucificarlo.
–Dime,
Cazador Oscuro –le dijo Cayo sin dejar de sonreír–, ¿quieres que te ayude a
pasar en pie el resto de la noche?
CAPITULO 53
Mariana
se despertó sobresaltada y tardó más de un minuto en darse cuenta de que se
había quedado dormida, apoyada sobre Seth, en la habitación del hospital donde
Rochi estaba ingresada. Su madre dormía en la cama plegable, mientras que el
Escudero y ella lo hacían en las dos incómodas sillas cercanas a la puerta.
Rochi
seguía dormida. Los médicos querían que permaneciera en observación hasta el
día siguiente. Uno de los Daimons le había hecho un corte en la mejilla que le
dejaría una fea cicatriz. Tenía todo el cuerpo lleno de heridas y moratones
pero, según los especialistas, no era nada grave y se recuperaría
completamente.
Sus
hermanas se habían marchado a sus respectivos hogares, siguiendo órdenes de la
señora Devereaux Esposito, pero ella había preferido quedarse, por si
necesitaban algo. Aún con los nervios de punta, miró hacia la puerta y vio que
su padre regresaba con dos tazas de café, una para él y otra para Seth.
–¿Quieres
la mía, gatita? –le preguntó a ella, ofreciéndole su taza.
Lali
respondió al ofrecimiento con una sonrisa, hasta que recordó el sueño.
–¿Estás
bien? –le dijo el señor Devereaux.
Ella
miró a Seth, notando como el corazón comenzaba a latirle más rápido.
–Peter
tiene problemas.
El
Escudero soltó una carcajada antes de tomar un sorbo de café.
–Ha
sido un sueño.
–No,
Seth. Está en peligro. Lo he visto.
–Tranquilízate,
Lali; lo que pasa es que has tenido un mal día y estás preocupada por Rochi. Es
comprensible, pero Peter nunca se mete en camisas de once varas. Seguro que
está bien. Hazme caso.
–No
–insistió ella–, escúchame Seth. Soy la primera en admitir que odio mis
poderes, pero en este momento no me están mintiendo. Puedo percibir el dolor y
el miedo que está sufriendo. Tenemos que encontrarlo.
–No
puedes salir, Lali –le recordó su padre–. ¿Qué pasa si Cayo te está esperando?
¿Y si envía a alguien para que te haga daño, como hizo con Rochi?
Lali
miró los ojos azules de su padre y le sonrió débilmente.
–Papi,
tengo que ir. No puedo dejarlo morir.
Seth
suspiró.
–Venga,
Lali. No va a morirse.
Ella
cogió el abrigo del Escudero y comenzó a hurgar en los bolsillos.
–Entonces
dame las llaves de tu coche y voy yo sola.
Seth
le quitó las llaves con un gesto juguetón.
–Peter
pedirá mi cabeza por esto.
–Si
lo matan, no podrá hacerlo.
Lali
vio la expresión indecisa del Escudero. Seth dejó la taza en el suelo, cogió el
móvil y marcó.
–¿Lo
ves? –le dijo ella–, no contesta.
–A
esta hora, eso no significa nada. Puede estar en mitad de una pelea.
–O
gravemente herido.
Seth
sacó la PDA de la funda del cinturón y la encendió. Tras unos segundos de
espera, el color abandonó su rostro.
–¿Qué
pasa?
–Tiene
el dispositivo de rastreo apagado.
–¿Y
eso qué significa?
–Que
no sé dónde está. Ningún Cazador Oscuro desconecta el transmisor; es su
salvavidas. –Se puso de pie de un salto y cogió el abrigo–. Muy bien, vámonos.
El
señor Devereaux se interpuso entre ellos y la puerta. Era casi tan alto como
Seth y estaba preparado para pelear.
–No
vas a llevarte a mi niña ahí afuera, donde pueden hacerle daño. Antes te mato.
Lali
pasó junto al Escudero y le dio un beso a su padre.
–No
pasa nada, papi. Sé lo que estoy haciendo.
La
mirada del señor Devereaux dejó muy claras las dudas que tenía al respecto.
–Deja
que se vayan, Charlie –dijo su madre desde la cama–. Esta noche no corre ningún
peligro. Su aura es pura.
–¿Estás
segura? –le preguntó su marido.
La
señora Devereaux Esposito asintió.
Su
padre suspiró, sin estar del todo convencido, y miró furioso a Seth.
–Que
no le ocurra nada.
–Puede
estar tranquilo –le aseguró él–. He dado mi palabra de que la cuidaré a una
persona que me asusta mucho más que usted.
De
mala gana, el señor Devereaux dejó que se marcharan.
Lali
salió del hospital a toda prisa y cruzó el estacionamiento hasta llegar junto
al Jaguar de Seth. Una vez en el coche, hizo todo lo que pudo para recordar el
lugar donde había visto a Peter en el sueño.
–Estaba
en un patio sombrío y pequeño.
Seth
resopló.
–Estamos
en Nueva Orleáns, chère. Con esa descripción no hacemos nada.
–Ya
lo sé. Creo que tenemos que ir al Barrio Francés, pero no estoy segura. Joder,
no lo sé. –Observaba con atención las calles oscuras por las que pasaban–. ¿No
hay algún Cazador Oscuro al que podamos llamar para que nos ayude a
encontrarlo? ¿Y si se lo decimos a Paul?
–No.
Está ocupado persiguiendo a su objetivo –le contestó, pasándole el
móvil–. Pulsa el botón de rellamada e intenta localizar a Peter.
Lo
hizo, repetidas veces, pero no hubo respuesta.
Con
la inminente llegada del amanecer, Lali comenzó a desesperarse. Si no lo
encontraban pronto moriría. Completamente aterrorizada, hizo lo que no había
hecho nunca: reclinó la cabeza en el asiento y recurrió de forma intencionada a
sus poderes, dejando que la poseyeran por completo. La recorrió una terrorífica
descarga, inundándola de calor y dejándola temblorosa. Su mente se vio asaltada
por multitud de imágenes, algunas antiguas y otras imprecisas. Justo cuando
estaba segura de que así no conseguiría nada, vio algo con total claridad.
–St. Philip Street
–susurró–. Allí está.
Aparcaron
en la calle y salieron del coche. No sabía muy bien por dónde buscar, pero guió
a Seth por los callejones traseros, directa a un patio muy oscuro. Rodearon el
edificio sin ver nada.
–Joder,
Lali, no está aquí.
Ella
apenas lo escuchaba. Haciendo caso a su instinto, rodeó un seto muy alto y se
detuvo, paralizada.
Peter
estaba colgado en una valla, tan maltrecho que no se sostenía en pie.
–¡Dios
mío! –exclamó mientras corría para acercarse a él.
Con
mucho cuidado, le alzó la cabeza y jadeó al ver su rostro ensangrentado. Le
habían golpeado tanto que casi no podía abrir los ojos.
–¿Lali?
–susurró él–. ¿De verdad eres tú o estoy soñando?
Ella
sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas.
–Sí,
Peter. Soy yo.
Seth
soltó una maldición al llegar junto a ellos y extendió un brazo para tocar uno
de los clavos que atravesaban el brazo de Peter. Apartó la mano, sin llegar a
tocarlo, por si el simple roce pudiera hacerle más daño. Lali vio la furia en
los ojos del Escudero y lo escuchó maldecir otra vez.
–¡Por
amor de Dios! Lo han clavado a una tabla.
Lali
sintió nauseas sólo de pensarlo. Nada más ver a Peter supo exactamente lo que
Cayo había hecho: había recreado su ejecución.
–Tenemos
que sacarte de aquí –le dijo.
Peter
tosió, medio ahogándose con su propia sangre.
–No
hay tiempo.
–Tiene
razón –confirmó Seth–. Amanecerá en cinco minutos, como mucho diez. No podremos
llevarlo a casa antes de que salga el sol.
–Entonces
llama a Agus.
–No
llegará a tiempo. –Un músculo comenzó a palpitar en la mandíbula del Escudero mientras
tocaba la mano de Peter, de cuyo centro sobresalía un clavo–. No estoy seguro
de cómo vamos a poder liberarlo aunque Agus llegue a tiempo.
–No
pasa nada –dijo Peter, con voz cansada. Tragó saliva y miró a Seth a los ojos–.
Lleva a Lali con Paul y dile que las proteja, a ella y a su hermana.
Seth
se alejó corriendo.
Ignorando
al Escudero, Lali se concentró en Peter.
–No
voy a dejarte morir –insistió con voz chillona y brusca–. Joder, Peter. No
puedes morir así y convertirte en una Sombra. No voy a permitirlo.
La
ternura con la que la miró le robó el aliento.
–Siento
mucho haberte fallado. Ojalá hubiese podido ser el héroe que mereces.
Lali
le tomó el rostro entre las manos y lo obligó a mirarla a los ojos. Le limpió
la sangre que le manchaba los labios y la nariz con manos temblorosas.
–No
te atrevas a rendirte, ¿me oyes? Si te mueres, ¿quién dice que Cayo no acabará
también con Paul? Lucha por mí, Peter, ¡por favor!
Peter
esbozó una sonrisa.
–Está
bien, Lali. Me alegro mucho de que me hayas encontrado. No quería morir solo…
otra vez.
Al
escuchar sus palabras, Lali comenzó a llorar y el corazón se le subió a la
garganta. ¡No!, gritó su alma en ese instante.
No
podía dejarlo morir. Así no. No después de que la había protegido y la había
cuidado. No cuando se había convertido en algo tan importante para ella.
Su
mente no dejaba de imaginarse a su adorado Cazador Oscuro vagando por la tierra,
atrapado entre dos mundos. Siempre hambriento. Siempre solo. No podía permitir
que sucediera algo así.
Holaa niñas!! (me gusta decirles asi aunq tengan otras edades jaja) bueno aca dejo novee,ayer me re colgue ando con mil cosas en la cabeza la verdad!! no se si subire mas tarde ahi veo.
Besos
An
@Angie_232alma
Como hará para salvarlo?? Más! Me encanta!
ResponderEliminarahhhh dios como ara.............
ResponderEliminarawww sube mas me dejas intrigada!
ResponderEliminarNoooo!!! Por favor, por favor, POR FAVOR! Subi otro, no podes dejarlo asi!! :'(
ResponderEliminarNOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!! Que lo salve porfavoooooooooooooooor!!!!!!
ResponderEliminarmasssssssssssssssss
ResponderEliminarnoveeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarporfavorrrrrrrrrrr
ResponderEliminarPobre Peter!
ResponderEliminarMaaaaaaas! Maaaaas!
ResponderEliminarNo nos dejes así! Por favor!
ResponderEliminarMás novela! Más más mas más más mas mas más!!!!
ResponderEliminarsubi mas YA! x favorrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarmas mas mas mas mas mas mas mas mas!
ahora ahora ahora ahora ahora ahora ahora ahora!!!
subelo porfabor
ResponderEliminarsube por el amor de dios quiero saber que pasara
ResponderEliminarMe encanta!!!!
ResponderEliminarQue no se muera peter! Que no se muera peter! Que no se muera peter! (Muchos mas)
Mas porfa!!!!
Besos! Aby:)
noooooo nose puede morir jajajaja An re colgada no eres sabes porque me acabo de acordar que la que tiene el papel de avisarte soy yo jajajajjajaja ahora si vuelvo a mi papel amiga
ResponderEliminarSabes q ahora q lo dices si jajaj
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