sábado, 6 de julio de 2013

Cap 2



Capítulo 2



Peter nadó hasta la zona de playa que estaba frente a su casa. Era la casa de Leandros Petronades, un socio suyo que había comprendido su necesidad de alejarse de los negocios durante una o dos semanas antes de hacer algo tan estúpido como arruinar el sólido lazo comercial de diez años de negocios con Victor Frayne.
«Victor...», pensó. Los pies de Peter se detuvieron ante el recuerdo de la discusión que habían mantenido.
Victor lo había usado, o había permitido que lo usaran, como señuelo, en la pelea entre la hija de Victor, Daniela, y su esposo, el jeque Noah García Iturbe Al-Qadim. El jeque luchaba afanosamente por recuperar a su esposa, Daniela, y en el transcurso de aquellas maniobras por lograrlo, Peter y Dani habían caído en una emboscada, y habían sido secuestrados en medio de la noche. Cuando Peter había vuelto en sí de un golpe en la mandíbula, había descubierto que el jeque Noah lo había hecho prisionero en su lujoso yate. Lo habían derribado de un golpe, y se había encontrado tirado en el suelo, con su orgullo tan pisoteado como él.
El tipo era un arrogante bastardo, pensó Peter. No sabía qué veía Daniela en él. ¡Un hombre que encima había estado a punto de tomar una segunda esposa! Daniela se había alejado de él, pero ahora había vuelto a su lado con renovado entusiasmo.
Peter se agachó y recogió una caracola. Luego la arrojó al mar. Lamentó haber hablado con Jack. Hubiera preferido mantener guardado su resentimiento. Ahora volvía a estar enfadado consigo mismo, enfadado con Victor, con el jeque Noah García Iturbe  Al-Qadim y con todo el mundo.
Se dio la vuelta hacia la casa. Leandros Petronades lo había salvado ofreciéndole su casa. Aunque las razones del griego no habían sido altruistas en absoluto, pensó Peter. Leandros era uno de los inversores más importantes del proyecto en España y había cubierto sus espaldas, además de otros negocios que su empresa tenía con Lanzani-Frayne. Una riña entre Victor y Peter le habría acarreado problemas. Y después de presenciar la violenta pelea entre Peter y Victor, y de haber visto la herida en la mejilla de Peter, Leandros había sugerido inmediatamente que Peter se tomase un descanso para que se enfriase un poco.
Así que allí estaba, en la playa de una exclusiva isla del Caribe, rodeado de mansiones de ensueño. El complejo turístico del hotel de Visconte ocupaba el centro de la isla, y a su alrededor, se organizaban todas las actividades del lugar. A ambos lados del hotel había mansiones privadas pertenecientes a los poderosos que podían permitirse tener tierras en aquel lugar. André Visconte era uno de ellos. La poderosa familia Galloway poseía muchas propiedades en la siguiente bahía. Pero ninguna de ellas era nada comparada con la mansión de Theron Herakleides.
La rodeaba un bosque que cubría la colina en la que se asentaba. La propiedad llegaba hasta el nivel del mar, formando terrazas dedicadas a distintas actividades: solarium, billar, jardines, pistas de tenis y hasta un campo de croquet, aunque Peter no creía que Theron lo hubiera usado alguna vez. Había casas para invitados salpicando el terreno. Y al final estaba la casa de playa en la que Lali se alojaba.
Era una pena que los Herakleides y los Petronades fueran vecinos, porque eso lo obligaba a estar al lado de la casa de playa de Lali. Era lo único que lamentaba de su alojamiento. Las casas de playa eran modestas, pero eran cálidas y poseían todo lo que necesitaba. Tenían un cierto encanto que motivaba al artista que había en él.
A la entrada había una ducha. Peter se quitó la camiseta y se metió en ella. Abrió el grifo y dejó caer una cascada de agua fría en su cabeza.
Se quitó la sal y la arena del cuerpo. A pocos metros de allí, en el sendero que rodeaba la bahía, Lali lo miraba fascinada.
El agua caía en sus hombros y su cara. El vello de su pecho brillaba con gotas que se deslizaban hasta su cintura. La otra vez no había reparado en el vello de su pecho, ni en la firmeza de su vientre. Era musculoso y duro, perfecto...
—Puedes pasar por aquí. No muerdo —dijo Peter, haciéndole notar que la había visto.
Lali juró entre dientes. Lo odiaba.
—En realidad me gusta el paisaje —respondió ella, decidida a no permitir que la hiciera sentir incómoda otra vez—. Te desnudas muy elegantemente para ser inglés.
Él flexionó más músculos y Lali se quedó sin aliento. No comprendía por qué aquel cuerpo la fascinaba tanto. Ni siquiera podía decir que era el mejor que había visto porque era el único que había visto, pensó.
Peter cerró la ducha. Miró a Lali fríamente, y luego salió de la ducha sin decir una palabra. Seguramente, volvería a hacer lo de siempre y se marcharía como si ella no existiera, se dijo ella.
—Detrás de las corvas, tienes arena —le informó Lali.
Él la miró. Luego, en silencio, abrió nuevamente la ducha.
De pronto, Lali se rió.
—Jack me advirtió que no me enamorase de ti. Dice que eres peligroso con las mujeres.
—Es un hombre sabio —le pareció oír a Lali, pero no estaba segura.
—Yo me reí porque me pareció muy gracioso —continuó—. Quiero decir, ambos sabemos que tú eres demasiado caballero inglés como para hacer algo tan grosero como amar a una mujer y abandonarla luego sin apenas mirarla.
—Te ríes de que sea inglés, pero tú eres medio inglesa —señaló él.
—Lo sé —suspiró Lali fingiendo pesar—. A mis genes griegos a veces les preocupa que pueda enamorarme de un duro inglés.
—Un destino peor que la muerte.
—Sí.

Peter volvió a cerrar el grifo y Lali volvió a sentirse fascinada por su cuerpo cuando se dio la vuelta para volver a ponerse la camiseta. Su vientre liso brillaba bajo la luz del sol y unas gotas perlaban el vello de su pecho.
Peter se dio cuenta de que lo miraba. Eso lo excitó. Sería mejor que se marchase de allí antes de que volviera a verse en un aprieto. Sin embargo, no se pudo mover. Le gustaba cómo estaba peinada, llevaba el pelo levemente recogido con una flor. Le gustaba cómo le quedaba aquel vestido rosa, cómo realzaba sus largas piernas. Y le gustaba su boca. Tenía forma de corazón; era pequeña y provocativa. Le gustaba su piel dorada y suave, su pequeña nariz, y esos ojos que lo miraban como si...
«Vete, Lali», le hubiera dicho. Pero en su lugar, apartó la vista de ella.
—Pensé que ibais todos a una fiesta esta noche —dijo Peter, buscando algo inocuo que decir.
Pero Lali reaccionó como si la hubiera insultado.
—¡Oh! Sé sincero y di «orgía», ya que crees que me dedico a ellas.
Era hora de marcharse, pensó él.
—Mientras tú te dedicas a hacer solitarios... —añadió ella.
Peter se quedó inmóvil.
El corazón de Lali se detuvo. Presentía que por fin había despertado al tigre que siempre había sospechado que dormía dentro de su ancho pecho. Y aquello la excitó.
—¿Qué edad tienes? —preguntó él.
Peter sabía perfectamente qué edad tenía.
—Veintitrés hasta las doce de la noche —le contestó ella de todos modos.
—Ese es el motivo —asintió él con la cabeza.
—¿El motivo de qué?
—De esa desagradable necesidad de provocar e impresionar a los demás.
Peter tenía razón, pero la hería. No tenía defensa alguna. Y tuvo que desviar la mirada y dirigirla hacia el mar para que él no notase las lágrimas que nublaron su vista.
¿Y quién era el adolescente que había hecho ese comentario tan despiadado?, se preguntó Peter mientras la miraba como si fuera una flor exótica a la que acababan de arrancar. «¡Oh, maldita sea!», pensó, y atravesó el portón, con intención de desaparecer.
Pero no podía. Se sentía culpable. ¿Qué le había hecho ella, después de todo? Únicamente mostrarle sus juegos con un hombre comprometido con otra mujer.
También lo había sorprendido desnudo y había visto su respuesta al verla. Pero no quería pensar en ello.
Peter se dio la vuelta para decir algo más frívolo y menos...
Pero ella se había marchado. Una figura delgada y alta con un andar gracioso caminaba a lo lejos con la cabeza alta, pero con cierto aire de vulnerabilidad. Jurando aún por lo que había dicho, Peter subió la escalinata. Pero antes de entrar no pudo resistir darse la vuelta y ver a Lali entrar en su casa. Una parte de él deseaba ir hacia ella y disculparse, pero la otra parte le decía que se quedase donde estaba.
Lali Esposito Herakleides podía meterlo en un lío con su atractivo. Y él no deseaba volver a tener líos.
¿Cómo había dicho Jack? «Desear lo inalcanzable»
Lali estaba destinada a algo más que a un arquitecto, pensó, como le habría dicho su abuelo. Pero era el deseo lo que lo hacía mantenerse alejado de ella.


Holaaaa estoy feliz x lo de Lali,es la mejor sorpresa q nos pudo dar!!!
Gracias a todos los q me firmaron ,bienvenidas a las nuevas lectoras!! si alguna otra quiere q le avise x twitter me dice:)
Hago una aclaracion Noah y Daniela son los Peter y Lali de La Esposa Del Jeque para los q la leyeron ♥

Las dejooo besos LAS AMO!!!!

@Angie_232alma

11 comentarios:

  1. Ojalá puedas subir dentro de poco :D BESOS NAARA

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  2. Mmmmmmmmmmmmmaaaaaaaaaaaaasssssssss

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  3. ah bueno la verdad que entendi muy poco q tiene que ver peter con todo lo demas jajajajaj

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  4. más más más más más más más más más más

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  5. Ok, Noah y Daniela son los de la esposa del jeque, y si Peter era el que iba con Daniela cuando Noah la secuestro en el embarcadero, significa que Peter estaba enamorado de Daniela no?? Porque el personaje que capturaron en el embarcadero en la novela de la esposa del jeque, estaba enamorado de la esposa del jeque, osea que Peter estaba enamorado de Daniela, si??

    Espero no haberte enredadoo jaja

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  6. Estoy un poco cnfundida pero espero ir entendiendo mas

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  7. Ahora entendi un par de cosas jajaja! (No entendia por que era la continuacion jajaj)
    Me encanta! Subi mas porfa!
    Besos! Aby:)

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