Capítulo 2
Peter nadó
hasta la zona de playa que estaba frente a su casa. Era la casa de Leandros
Petronades, un socio suyo que había comprendido su necesidad de alejarse de los
negocios durante una o dos semanas antes de hacer algo tan estúpido como
arruinar el sólido lazo comercial de diez años de negocios con Victor Frayne.
«Victor...»,
pensó. Los pies de Peter se detuvieron ante el recuerdo de la discusión que
habían mantenido.
Victor lo
había usado, o había permitido que lo usaran, como señuelo, en la pelea entre
la hija de Victor, Daniela, y su esposo, el jeque Noah García Iturbe Al-Qadim.
El jeque luchaba afanosamente por recuperar a su esposa, Daniela, y en el
transcurso de aquellas maniobras por lograrlo, Peter y Dani habían caído en una
emboscada, y habían sido secuestrados en medio de la noche. Cuando Peter había
vuelto en sí de un golpe en la mandíbula, había descubierto que el jeque Noah
lo había hecho prisionero en su lujoso yate. Lo habían derribado de un golpe, y
se había encontrado tirado en el suelo, con su orgullo tan pisoteado como él.
El tipo era
un arrogante bastardo, pensó Peter. No sabía qué veía Daniela en él. ¡Un hombre
que encima había estado a punto de tomar una segunda esposa! Daniela se había
alejado de él, pero ahora había vuelto a su lado con renovado entusiasmo.
Peter se
agachó y recogió una caracola. Luego la arrojó al mar. Lamentó haber hablado
con Jack. Hubiera preferido mantener guardado su resentimiento. Ahora volvía a
estar enfadado consigo mismo, enfadado con Victor, con el jeque Noah García
Iturbe Al-Qadim y con todo el mundo.
Se dio la
vuelta hacia la casa. Leandros Petronades lo había salvado ofreciéndole su
casa. Aunque las razones del griego no habían sido altruistas en absoluto,
pensó Peter. Leandros era uno de los inversores más importantes del proyecto en
España y había cubierto sus espaldas, además de otros negocios que su empresa
tenía con Lanzani-Frayne. Una riña entre Victor y Peter le habría acarreado
problemas. Y después de presenciar la violenta pelea entre Peter y Victor, y de
haber visto la herida en la mejilla de Peter, Leandros había sugerido
inmediatamente que Peter se tomase un descanso para que se enfriase un poco.
Así que allí
estaba, en la playa de una exclusiva isla del Caribe, rodeado de mansiones de
ensueño. El complejo turístico del hotel de Visconte ocupaba el centro de la
isla, y a su alrededor, se organizaban todas las actividades del lugar. A ambos
lados del hotel había mansiones privadas pertenecientes a los poderosos que
podían permitirse tener tierras en aquel lugar. André Visconte era uno de
ellos. La poderosa familia Galloway poseía muchas propiedades en la siguiente
bahía. Pero ninguna de ellas era nada comparada con la mansión de Theron Herakleides.
La rodeaba un
bosque que cubría la colina en la que se asentaba. La propiedad llegaba hasta
el nivel del mar, formando terrazas dedicadas a distintas actividades:
solarium, billar, jardines, pistas de tenis y hasta un campo de croquet, aunque
Peter no creía que Theron lo hubiera usado alguna vez. Había casas para
invitados salpicando el terreno. Y al final estaba la casa de playa en la que Lali
se alojaba.
Era una pena
que los Herakleides y los Petronades fueran vecinos, porque eso lo obligaba a
estar al lado de la casa de playa de Lali. Era lo único que lamentaba de su
alojamiento. Las casas de playa eran modestas, pero eran cálidas y poseían todo
lo que necesitaba. Tenían un cierto encanto que motivaba al artista que había
en él.
A la entrada
había una ducha. Peter se quitó la camiseta y se metió en ella. Abrió el grifo
y dejó caer una cascada de agua fría en su cabeza.
Se quitó la
sal y la arena del cuerpo. A pocos metros de allí, en el sendero que rodeaba la
bahía, Lali lo miraba fascinada.
El agua caía
en sus hombros y su cara. El vello de su pecho brillaba con gotas que se
deslizaban hasta su cintura. La otra vez no había reparado en el vello de su
pecho, ni en la firmeza de su vientre. Era musculoso y duro, perfecto...
—Puedes pasar
por aquí. No muerdo —dijo Peter, haciéndole notar que la había visto.
Lali juró
entre dientes. Lo odiaba.
—En realidad
me gusta el paisaje —respondió ella, decidida a no permitir que la hiciera
sentir incómoda otra vez—. Te desnudas muy elegantemente para ser inglés.
Él flexionó
más músculos y Lali se quedó sin aliento. No comprendía por qué aquel cuerpo la
fascinaba tanto. Ni siquiera podía decir que era el mejor que había visto
porque era el único que había visto, pensó.
Peter cerró
la ducha. Miró a Lali fríamente, y luego salió de la ducha sin decir una
palabra. Seguramente, volvería a hacer lo de siempre y se marcharía como si
ella no existiera, se dijo ella.
—Detrás de
las corvas, tienes arena —le informó Lali.
Él la miró.
Luego, en silencio, abrió nuevamente la ducha.
De pronto, Lali
se rió.
—Jack me
advirtió que no me enamorase de ti. Dice que eres peligroso con las mujeres.
—Es un hombre
sabio —le pareció oír a Lali, pero no estaba segura.
—Yo me reí
porque me pareció muy gracioso —continuó—. Quiero decir, ambos sabemos que tú
eres demasiado caballero inglés como para hacer algo tan grosero como amar a
una mujer y abandonarla luego sin apenas mirarla.
—Te ríes de
que sea inglés, pero tú eres medio inglesa —señaló él.
—Lo sé —suspiró
Lali fingiendo pesar—. A mis genes griegos a veces les preocupa que pueda
enamorarme de un duro inglés.
—Un destino
peor que la muerte.
—Sí.
Peter volvió
a cerrar el grifo y Lali volvió a sentirse fascinada por su cuerpo cuando se
dio la vuelta para volver a ponerse la camiseta. Su vientre liso brillaba bajo
la luz del sol y unas gotas perlaban el vello de su pecho.
Peter se dio
cuenta de que lo miraba. Eso lo excitó. Sería mejor que se marchase de allí
antes de que volviera a verse en un aprieto. Sin embargo, no se pudo mover. Le
gustaba cómo estaba peinada, llevaba el pelo levemente recogido con una flor.
Le gustaba cómo le quedaba aquel vestido rosa, cómo realzaba sus largas
piernas. Y le gustaba su boca. Tenía forma de corazón; era pequeña y provocativa.
Le gustaba su piel dorada y suave, su pequeña nariz, y esos ojos que lo miraban
como si...
«Vete, Lali»,
le hubiera dicho. Pero en su lugar, apartó la vista de ella.
—Pensé que
ibais todos a una fiesta esta noche —dijo Peter, buscando algo inocuo que decir.
Pero Lali
reaccionó como si la hubiera insultado.
—¡Oh! Sé
sincero y di «orgía», ya que crees que me dedico a ellas.
Era hora de
marcharse, pensó él.
—Mientras tú
te dedicas a hacer solitarios... —añadió ella.
Peter se
quedó inmóvil.
El corazón de
Lali se detuvo. Presentía que por fin había despertado al tigre que siempre
había sospechado que dormía dentro de su ancho pecho. Y aquello la excitó.
—¿Qué edad
tienes? —preguntó él.
Peter sabía
perfectamente qué edad tenía.
—Veintitrés
hasta las doce de la noche —le contestó ella de todos modos.
—Ese es el
motivo —asintió él con la cabeza.
—¿El motivo
de qué?
—De esa
desagradable necesidad de provocar e impresionar a los demás.
Peter tenía
razón, pero la hería. No tenía defensa alguna. Y tuvo que desviar la mirada y
dirigirla hacia el mar para que él no notase las lágrimas que nublaron su
vista.
¿Y quién era
el adolescente que había hecho ese comentario tan despiadado?, se preguntó Peter
mientras la miraba como si fuera una flor exótica a la que acababan de
arrancar. «¡Oh, maldita sea!», pensó, y atravesó el portón, con intención de
desaparecer.
Pero no
podía. Se sentía culpable. ¿Qué le había hecho ella, después de todo?
Únicamente mostrarle sus juegos con un hombre comprometido con otra mujer.
También lo
había sorprendido desnudo y había visto su respuesta al verla. Pero no quería
pensar en ello.
Peter se dio
la vuelta para decir algo más frívolo y menos...
Pero ella se
había marchado. Una figura delgada y alta con un andar gracioso caminaba a lo
lejos con la cabeza alta, pero con cierto aire de vulnerabilidad. Jurando aún
por lo que había dicho, Peter subió la escalinata. Pero antes de entrar no pudo
resistir darse la vuelta y ver a Lali entrar en su casa. Una parte de él
deseaba ir hacia ella y disculparse, pero la otra parte le decía que se quedase
donde estaba.
Lali Esposito
Herakleides podía meterlo en un lío con su atractivo. Y él no deseaba volver a
tener líos.
¿Cómo había
dicho Jack? «Desear lo inalcanzable»
Lali estaba
destinada a algo más que a un arquitecto, pensó, como le habría dicho su
abuelo. Pero era el deseo lo que lo hacía mantenerse alejado de ella.
Holaaaa estoy feliz x lo de Lali,es la mejor sorpresa q nos pudo dar!!!
Gracias a todos los q me firmaron ,bienvenidas a las nuevas lectoras!! si alguna otra quiere q le avise x twitter me dice:)
Hago una aclaracion Noah y Daniela son los Peter y Lali de La Esposa Del Jeque para los q la leyeron ♥
Las dejooo besos LAS AMO!!!!
@Angie_232alma
subi pronto!!
ResponderEliminarOjalá puedas subir dentro de poco :D BESOS NAARA
ResponderEliminarMás me encanta!
ResponderEliminaray peter lo echo todo a perder
ResponderEliminarMmmmmmmmmmmmmaaaaaaaaaaaaasssssssss
ResponderEliminarah bueno la verdad que entendi muy poco q tiene que ver peter con todo lo demas jajajajaj
ResponderEliminarmás más más más más más más más más más
ResponderEliminarOk, Noah y Daniela son los de la esposa del jeque, y si Peter era el que iba con Daniela cuando Noah la secuestro en el embarcadero, significa que Peter estaba enamorado de Daniela no?? Porque el personaje que capturaron en el embarcadero en la novela de la esposa del jeque, estaba enamorado de la esposa del jeque, osea que Peter estaba enamorado de Daniela, si??
ResponderEliminarEspero no haberte enredadoo jaja
Estoy un poco cnfundida pero espero ir entendiendo mas
ResponderEliminarAhora entendi un par de cosas jajaja! (No entendia por que era la continuacion jajaj)
ResponderEliminarMe encanta! Subi mas porfa!
Besos! Aby:)
mwwwass
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