CAPITULO 58
–Sí, claro. ¿Cuántas veces crees que Streigar le
dijo lo mismo a Sharon antes de que lo convirtieran en un Cazador Oscuro extra
crujiente? –Se libró de las manos de Peter encogiéndose de hombros y salió de
la casa como alma que lleva el diablo.
En la mandíbula de Peter comenzó a palpitar un
músculo mientras cogía el móvil y marcaba.
–Alec –dijo tras una breve pausa–, tengo un Escudero
renegado que creo que se dirige al Barrio Francés en un Jaguar nuevo, modelo
XKR descapotable de color antracita. ¿Puedes detenerlo antes de que cometa una
estupidez?
Con el ceño fruncido por la preocupación, miró a
Lali a los ojos y siguió escuchando a Alec.
–Sí, gracias.
Fuera cual fuese el comentario de Alec, logró
irritarlo bastante.
–Sí, ¡oh, amo y señor! Estoy descansando.
Y, al instante, se vio claramente perplejo.
–¿Cómo sabes que estoy de pie?
Tras un momento, soltó un bufido.
–Bésame el culo, Alec. Que tengas suerte con Seth.
–Y cortó la llamada.
Aunque Lali no había escuchado exactamente lo que
Alec había dicho, pudo imaginárselo fácilmente.
–Tiene razón, necesitas acostarte.
Los ojos negros de Peter la fulminaron.
–No necesito que me mimen.
–Muy bien, Seth. ¿También vas a decirme que
no necesitas nada ni a nadie antes de marcharte como una exhalación?
Él la miró con una sonrisa tímida.
–Ahora ya sabes por qué lo soporto. Somos harina del
mismo costal.
Lali soltó una carcajada, aun cuando lamentaba lo
que les estaba sucediendo a ambos.
–Deja que adivine… ¿eras igual que él cuando tenías
su edad?
–En realidad, Seth es mucho más soportable que yo. Y
tampoco es tan testarudo como yo solía serlo.
Lali se acercó a él y le rodeó la cintura con los
brazos.
–Ven, vamos arriba.
Para su sorpresa, Peter permitió que lo llevara de
vuelta a la cama, a la habitación de invitados.
Mientras lo desvestía, vio las cicatrices rosadas de
las heridas, ya casi curadas. Le cogió un brazo y acarició las pequeñas
incisiones provocadas por los clavos.
–No puedo creer que estés en pie tan pronto, después
de lo que te ha sucedido.
Él suspiró.
–No puedes mantener a un Cazador Oscuro fuera de
juego mucho tiempo.
Lali apenas escuchaba sus palabras. Mientras le
acariciaba las heridas, multitud de imágenes acudieron a su mente; la rabia de
Peter, su dolor. Y, en ese momento, vio un esbozo del futuro: Peter encadenado
a un muro, con los brazos extendidos, a merced de Cayo.
La muerte de Peter.
Con un jadeo, le soltó el brazo y se alejó de él.
Él la miró, preocupado.
–¿Qué te pasa?
Consumida por el pánico, le dio unos golpecitos en
el pecho. Intentó luchar contra el ataque de ansiedad y adoptar una actitud
normal pero, por dentro, el dolor le resultaba insoportable. No podía dejarlo
morir. Así no.
Lo miró fijamente, obligándose a permanecer calmada.
–Tienes que superar el pasado. Si te sigues
aferrando a él, Cayo acabará contigo.
Él desvió la mirada.
–Lo sé.
–¿Y qué vas a hacer? Si sigues recordando volverá a
atraparte.
–Puedo apañármelas, Lali.
–¿Ah, sí? –le preguntó, luchando contra las lágrimas
que le impedían respirar, al recordar la visión.
Dios mío, así no.
No podía soportar perderlo. La idea de pasar un solo
día sin sentir sus brazos rodeándola, sin escuchar su voz, o su risa… era
inimaginable. El dolor era insoportable.
–Puedo controlarme –insistió él.
Pero ella sabía la verdad. Había vivido su ejecución
en carne propia. Sabía que jamás lo superaría. Se había limitado a expulsar esa
realidad de su mente, en lugar de enfrentarse a ella.
Y, de repente, supo cómo podía liberarlo de sus
demonios.
O al menos intentarlo.
–Vuelvo en un momento.
Peter observó cómo salía de la habitación, dejándolo
hecho un mar de dudas. Sabía mejor que nadie cuál era su punto débil. Lo único
que Cayo tenía que hacer era encadenarlo con los brazos extendidos y el pánico
lo dejaría fuera de juego. Los recuerdos eran tan dolorosos que no podía luchar
contra ellos. Se pasó una mano por los ojos. Tenía que haber una manera de
expulsarlos de su mente. Tenía que haber algún modo de enfrentarse al Daimon
con la cabeza fría.
Mientras consideraba cuál podría ser la mejor
solución, los minutos fueron pasando.
Hasta que se dio cuenta de que alguien lo observaba.
Se dio la vuelta en la cama, hasta quedar tumbado de
costado, y vio a Lali en la puerta con una bandeja en las manos y vestida con
una bata blanca de satén larga y vaporosa. Entró en la habitación, sonriéndole
con ternura, y dejó la bandeja sobre la cómoda.
Peter la miró, extrañado.
Se acercó a la cama, moviéndose con su
característica elegancia, y se apoyó en el colchón, doblando una rodilla. La
bata se abrió con el movimiento. Inclinándose hacia delante, lo empujó hasta
dejarlo tumbado sobre la espalda. Peter no dejaba de mirarle la pierna,
cubierta con una media y, un poco más arriba, el trozo de encaje del liguero
que la abertura de la bata dejaba a la vista.
La sonrisa de Lali se ensanchó cuando sacó del
bolsillo una larga bufanda de seda.
Peter la miró con el ceño fruncido mientras
observaba cómo se la enrollaba en la muñeca.
–¿Qué estás haciendo?
–Voy a hacer que mejore.
–¿El qué?
–El pasado.
–Lali –masculló, mientras le cogía el brazo y lo
acercaba al cabecero de la cama. En cuanto se dio cuenta de sus intenciones se
apartó de ella de un brinco–. ¡No!
Ella volvió a cogerlo del brazo y se lo acercó al
pecho.
–Sí.
Lali observó cómo el pánico invadía su mirada.
–No –repitió Peter con firmeza.
Humedeciéndose los labios, se acercó la mano de
Peter a la boca. Separó los labios y comenzó a chuparle suavemente las yemas de
los dedos.
–Por favor, Peter. Te prometo que no te arrepentirás.
Al contemplarla, el deseo comenzó a abrirse paso en
sus entrañas. Vio cómo la lengua de Lali le lamía la piel, recorriéndole los
dedos. Y cuando le pasó las uñas por la cara interna de la muñeca y ascendió
por el brazo, se estremeció de arriba abajo.
Lali se alejó la mano de los labios y la acercó a la
abertura de la bata para dejarla sobre un pecho desnudo.
–Por favor, ¿sí?
Con la respiración entrecortada, Peter cerró la mano
sobre el pecho. Le costaba mucho trabajo recordar lo que le estaba pidiendo. Su
confianza. Algo que no le había entregado a nadie desde hacía dos mil años.
Aterrorizado por lo que le había sucedido la última
vez que cometió el error de confiar en alguien, la miró a los ojos y, al
hacerlo, su voluntad comenzó a resquebrajarse. ¿Sería capaz Lali de
traicionarlo algún día? ¿Tendría el suficiente valor como para arriesgarse?
En esta ocasión, cuando ella guió su brazo hasta el
poste de la cama, apretó los dientes pero no se movió y permitió que lo atara
al cabecero. No obstante, su corazón empezó a latir más deprisa.
CAPITULO 59
Lali sabía que acababa de obtener una pequeña
victoria. Sin dejar de sonreír, ató la bufanda con un nudo muy flojo.
–Puedes soltarte en cualquier momento –le dijo–.
Sólo tienes que decírmelo y desharé el nudo. Pero, si lo haces, me detendré al
instante.
–¿Te detendrás?
–Ya verás a lo que me refiero…
Le cogió el otro brazo y enrolló otra bufanda
alrededor de la muñeca. Peter no dejó de observar el proceso con la respiración
acelerada. Cuando lo ató no dijo nada, lo que sorprendió gratamente a Lali,
aunque tenía la frente cubierta de sudor.
Tiró de las bufandas y el movimiento hizo que los
músculos de los brazos se contrajeran y se abultaran.
–No me gusta esto –le confesó, intentando liberarse.
Gateando sobre su cuerpo, Lali le cogió las muñecas
con las manos y lo sostuvo. Bajó la cabeza y lo besó con suavidad en los
labios.
Peter se tensó al sentir la lengua de Lali en la
comisura de los labios, buscando la entrada a su boca. Él se lo permitió de
buena gana, separando los labios y gimiendo en cuanto sus lenguas se rozaron y
probó su sabor.
Sus besos eran lo más cercano al paraíso que un
hombre sin alma podía encontrar. El aroma a rosas le invadía los sentidos,
haciéndole perder la cabeza y poniéndolo a cien. Dejándolo sin aliento. El
tiempo se detuvo cuando sus manos le acariciaron el torso y sintió el roce de
sus pezones bajo el satén.
Cuando intentó abrazarla, recordó que lo había
atado. Con un gruñido de frustración, tiró de las bufandas.
Al escuchar cómo la seda se rasgaba, Lali
interrumpió el abrasador beso y se alejó un poco.
–Recuerda –le dijo con voz ronca–, si te sueltas, lo
único que conseguirás será una ducha fría.
Se detuvo de inmediato pero, para su disgusto, vio
cómo Lali se alejaba de él y deslizaba las manos sobre la bata, desde los
pechos hasta el cinturón. Muy lentamente, tomándose su tiempo, lo desató y
apartó la prenda hasta dejar los pechos desnudos a la vista.
Peter creyó que iba a estallar en llamas cuando el
satén cayó a sus pies.
Y, para su deleite, no estaba completamente desnuda.
Se había puesto el liguero azul marino que le había regalado. Nada más verla se
le hizo la boca agua.
Muy despacio y de forma seductora, volvió a la cama
y trepó sobre él, con los sensuales movimientos de una gata, dejando que los
pezones le rozaran según ascendía desde la cintura hasta el pecho. Peter siseó
al sentir cómo se estiraba sobre su cuerpo.
–¿Cómo vamos, general?
Él tragó saliva antes de contestar.
–Muy bien.
Sonriendo, Lali le acarició el mentón con los labios
y la lengua.
–Mucho mejor cuando haces eso –susurró él con el
cuerpo enfebrecido por sus caricias.
Ella se retiró con una carcajada.
–¿Qué te parece entonces si te dejo ciego de placer?
Él tiró de las ataduras.
–Me da la sensación de que soy todo tuyo, cariño.
Lali deseaba con todas sus fuerzas que eso fuese
cierto. Bajó de la cama y se acercó a la bandeja. Mientras cogía la jarra de
miel templada, recordó el aceite hirviendo que los romanos habían usado para
torturarlo. Recordó la expresión de dolor de su rostro cuando lo vertieron
sobre su cuerpo, escaldándolo. Con el corazón en un puño, regresó a la cama,
donde Peter yacía a su merced. Le acercó la jarra al pecho y observó cómo el
recuerdo de esa tortura le ensombrecía la mirada.
Instintivamente, Peter se encogió en cuanto la miel
lo rozó. Pero allí no había dolor. No se formaban ampollas ni le quemaba la
piel. En realidad, era bastante agradable. Se relajó y observó cómo Lali
derramaba el espeso líquido dorado, trazando pequeños círculos alrededor de sus
pezones para después extenderlos con las uñas y descender hasta el estómago,
provocándole continuos escalofríos.
Una vez dejó la jarra a un lado, comenzó a lamer
cada gota de miel que había derramado sobre su cuerpo. Cada lametón le
provocaba un estremecimiento de placer. Cuando le introdujo la lengua en el
ombligo su miembro se endureció aún más.
Lali soltó una risa gutural y lo miró, reclinada
sobre su ombligo. En ese momento, se movió hacia arriba, deslizando la lengua
desde el vientre hasta la nuez. Siseando de placer, Peter echó la cabeza hacia
atrás, facilitándole el acceso a su cuello y, cuando sintió cómo sus dientes lo
arañaban, se estremeció de la cabeza a los pies.
–Lali –jadeó.
Sin dejar de sonreírle, volvió a bajar de la cama y
cogió un pequeño cuenco. No sabía de dónde había salido esa faceta atrevida;
jamás se había comportado de ese modo, pero quería salvar a Peter a cualquier
precio. Además, algo extraño le estaba sucediendo mientras hacía todo eso por
él; como si una parte de sí misma se estuviese liberando.
Apartando esa idea de su mente, hundió los dedos en
el cuenco de nata batida y los acercó a los labios de Peter. Con el pulgar,
trazó el contorno de esa boca perfecta.
Peter lamió la nata mientras ella se sentaba a
horcajadas sobre su cintura. Qué maravilla sentir la humedad de su cuerpo sobre
él. Lo estaba volviendo loco. Y cuando se movió hacia abajo y rozó su hinchada
verga creyó morir de placer.
–Déjame darte de comer, general –le susurró antes de
acercarle el dedo a la boca, muy despacio, para que saboreara la nata batida.
Peter tragó saliva al sentir la vorágine de sus
emociones. Estaba recreando la crueldad de Felix. Pero no había dolor con Lali,
sino un placer tan intenso como jamás había conocido. La miró a los ojos y le
sonrió débilmente.
–¿Por qué estás haciendo esto? –le preguntó.
–Porque me preocupo por ti.
–¿Y por qué?
–Porque eres el hombre más maravilloso que he
conocido en mi vida. Claro, que no hay que olvidar que eres testarudo y exasperante,
pero también amable, generoso y fuerte. Y me haces sentir tan…
Él alzó una ceja.
Lali se sentó sobre su cintura y lo miró.
–¿Qué se supone que significa eso?
–¿El qué? –preguntó él con expresión inocente.
–Esa mirada.
Peter frunció el ceño.
–¿Qué mirada? –preguntó mientras intentaba
abrazarla, sin recordar que estaba atado. Qué extraño que lo hubiese olvidado
por completo.
Ella bajó la cabeza y lo besó.
Peter soltó un gemido al sentir los labios de Lali
sobre los suyos, al sentir esa lengua que entraba y salía de su boca,
llevándole el sabor de la nata.
Se apartó un poco y le preguntó:
–¿Te gusta?
–Mucho –contestó él.
–Entonces, esto te va a encantar.
La siguió con la mirada mientras descendía por su
cuerpo, cogía el cuenco y comenzaba a extenderle la nata por la entrepierna.
Sus dedos le acariciaban el miembro mientras lo cubrían por completo con el
frescor de la crema.
La sensación lo estaba llevando al límite y no pudo
evitar gemir.
Lali le separó las piernas y se detuvo un instante a
contemplar su obra de arte. Después, lo miró a lo ojos y se agachó entre sus
muslos para lamerle los testículos.
Peter gruñó al sentir las caricias de su lengua en
la parte más vulnerable de su cuerpo. Ella cerró los labios a su alrededor y lo
lamió, succionando primero el de un lado con suavidad antes de pasar al otro y
proceder del mismo modo. Se sentía asaltado por continuas oleadas de placer y
tiraba de las ataduras sin ser consciente de lo que hacía. Jamás había
experimentado nada tan placentero como los besos de Lali y las caricias de su
lengua sobre la piel.
Cuando los testículos estuvieron libres de crema, se
acercó a su verga. En cuanto se la metió en la boca, Peter se tensó; Lali lo
estaba mirando a los ojos, observando sus reacciones.
Sin apartar la mirada, pasó la lengua por el extremo
de su erección, atormentándolo y dejándolo sin aliento, lamiéndole el glande
antes de bajar la cabeza y tomarlo por completo en la boca. Peter creyó que
todo comenzaba a darle vueltas cuando bajó la mano y le acarició los testículos
a la vez. La sensación le hizo sisear y arquearse bajo ella, de forma
instintiva, hundiéndose aún más en su boca, aunque Lali no protestó.
Soltó un gemido cuando notó que su parte animal
comenzaba a tomar las riendas. El deseo que despertaba en él rayaba en la
obsesión.
–Lali –balbució con voz ronca y entrecortada–.
Quiero saborearte.
Ella le dio un nuevo lametón y alzó la cabeza para
mirarlo a los ojos.
–¿Cómo? –le preguntó mientras comenzaba a gatear
sobre su cuerpo, haciendo que la respiración de Peter se alterara más.
Se sentó a horcajadas sobre su cintura, colocó las
manos sobre sus costados y lo miró.
–Dime qué quieres hacerme –le dijo con las mejillas
ruborizadas por su atrevimiento.
Peter percibía los sentimientos de Lali mientras la
contemplaba. Estaba asustada e insegura, pero quería ayudarlo a toda costa. Más
emocionado de lo que debería, se humedeció los labios antes de hablar.
–Quiero probar tus pechos –le dijo entre jadeos.
–¿Así? –le preguntó ella, alzándoselos con sus
propias manos a modo de ofrenda.
Él gimió al ver cómo Lali se tocaba.
–Sí –jadeó–. Y quiero lamerlos.
Sonriéndole, le acercó un pecho a los labios.
Peter dio un tirón a las ataduras mientras le
chupaba un endurecido pezón, saboreándolo. Los murmullos de placer de Lali
resonaban en sus oídos, estimulándolo aún más. Volvió a tirar de las bufandas y
la seda se rasgó.
Ella rió maliciosamente.
–Si te sueltas, Peter, me pongo la bata y aquí se
acaba todo. ¿Eso es lo que quieres?
Él le contestó meneando la cabeza y relajó los
brazos.
–¿Qué es lo que quieres, entonces?
–A ti. –La verdad escapó de sus labios antes de
poder detenerla.
–¿A mí? –preguntó ella, ilusionada.
Sorry que me colgue otra vez deberia ponerle alarma jajajaj es que estuve haciendo algo interesante y necesitaba aprovechar la ayuda de mi hermana si quieren mañana la seguimos no se nada de Angie amiga mañana hablamos nos dedicamos un rato claro que tengo trabajos que hacer bue buenas noches
BESO MARCHU
muy bueno sube pronto!
ResponderEliminarespero que lali logre salvarlo
ResponderEliminarsubii pronto! :9
ResponderEliminarQue atrevida Lali....ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!
ResponderEliminarY si duramos un dia sin hablar y pasaron miles de cosas!! hoy te cuento.....y chicas firmen y subo cap!
ResponderEliminarComo estamos eh! je! Más!
ResponderEliminargeniales los capítulos que forma taaaaannn sacrificada de ayudar a superar un trauma! Jamás se me hubiera ocurrido :p besos. Naara
ResponderEliminarNooooooooo buenisimo!!!! quiero más!!!!!
ResponderEliminarme encantoo el capi
ResponderEliminarsubi más nove porfas
ahhhhhhh!!!! me encanto la nove me la lei toda en un solo dia... subi mas nove xfa q se pone interesante jejeje
ResponderEliminarash y luego se lo tira todo no jajajajaja es malo que publique si no he terminado de leer el cap anterior jaajajjajaja
ResponderEliminar