CAPITULO 64
–Tanto tiempo como dure el proceso. No puedo
decírtelo con exactitud. Es distinto para cada Cazador Oscuro.
–¿Y si lo suelto antes de que el alma se libere?
–Entonces Peter estará condenado a vagar durante
toda la eternidad sin ser un Cazador Oscuro ni un humano. Será una Sombra,
atrapada entre este mundo y el siguiente. Deseará comer y no podrá hacerlo.
Tendrá sed y nunca podrá beber. Sufrirá durante toda la eternidad.
Lali contempló horrorizada el medallón.
–No puedo arriesgarme.
Alec le soltó la mano y devolvió el medallón a la
caja.
–De ese modo, también morirá cuando se enfrente a
Cayo.
–Tiene que haber otra salida –susurró ella.
–No la hay.
Con el corazón en un puño, imaginó que drenaba los
poderes de Peter y lo dejaba vulnerable. ¿Sería capaz de hacerle eso?
Alec se acercó a la mochila para volver a guardar la
caja.
–Espera –lo increpó ella, deteniéndolo–. Has dicho
que el medallón debe colocarse en el mismo lugar donde el alma fue capturada.
–Sí.
–¿Cómo sabré cuál es el sitio exacto?
Él señaló la marca que tenía en la cadera.
–El arco doble señala el lugar que Artemisa tocó
mientras capturaba nuestras almas.
Lali abrió la boca para hablar pero una voz
atronadora se lo impidió.
–¿Qué estás haciendo aquí?
Se giró y descubrió a Peter tras ella, mirando a
Alec.
–¿Por qué la has dejado entrar?
Alec la miró con una silenciosa advertencia.
No digas nada, le
susurró su voz en la mente.
–Me apetecía –le contestó a Peter, ya en voz alta.
El rostro de Peter adoptó una expresión crispada.
–Te dije que no lo hicieras.
Alec sonrió, mostrando los colmillos por un
instante.
–¿Y desde cuándo te hago caso?
Peter le lanzó una mirada furiosa.
Lali deslizó la mirada por el cuerpo de Peter y notó
que había vuelto a vestirse de negro por completo: vaqueros, camisa y botas.
–No irás a salir esta noche a por él, ¿eh?
–No tengo otra alternativa.
Ella miró hacia atrás, buscando a su jefe.
–Alec…
Éste se encogió de hombros despreocupadamente.
–Es su decisión.
–Está herido –insistió Lali.
–Es un Cazador Oscuro. Conoce sus debilidades y su
fuerza. Él es quién decide.
La frustración tomó por asalto a Lali y le entraron ganas
de matar a los dos allí mismo.
–¿Vas a permitir que muera?
–Esto no tiene nada que ver con Alec –la interrumpió
Peter–. Como ya te ha dicho, soy yo quien decide.
–Sí, claro. Pues vaya porquería de decisión.
–Sí, claro… Rocio dijo lo mismo de ti.
Ella lo miró, furiosa.
Él le devolvió la mirada hasta que ella apartó los
ojos. Peter echó un vistazo a Alec antes de hablar.
–Vigílala por mí.
–¿Eso es una orden? –le preguntó Alec con
incredulidad.
–No seas asno.
Él alzó una ceja con un gesto burlón.
–Perdón, Ash, no ash no.
En la mandíbula de Peter empezó a palpitar un
músculo.
–Tengo una cita. Hasta luego. –Y dándose la vuelta
salió de la habitación con aire ofendido.
Lali se quedó paralizada en el salón. Y el corazón
se le detuvo cuando escuchó que la puerta del garaje se abría para, segundos
después, oír el motor del coche de Peter. ¡Ese hombre era más terco que una
mula!
–Peter estaba equivocado, Alec. Tú no eres el asno,
él sí que lo es.
El hombre rió con ganas.
Lali se frotó los ojos mientras intentaba aclararse.
En el fondo de su corazón, tenía muy claro lo que debía hacer. Peter iba a
morir de un modo u otro. Al menos, si ella lo mataba tendría una oportunidad.
–Dame el medallón.
Alec le ofreció la caja.
–¿Estás segura?
–Para nada.
Ella alargó la mano para coger la caja, pero Alec se
lo impidió.
–Hagas lo que hagas, no se te ocurra cambiar de
opinión una vez tengas el medallón en la mano. Es lo peor que puedes hacerle.
En su lugar, yo preferiría mil veces morir a manos de Cayo antes de hacerlo a
manos de la mujer que amo. Por segunda vez.
La mano de Lali temblaba bajo la de él.
–Jamás podría hacerle daño.
–No te lo tomes a mal, pero la última vez que oí
eso, la mujer tiró el medallón al suelo diez segundos después de cogerlo. No me
decepciones.
–No lo haré.
Él asintió con una mirada severa y le entregó la
caja.
–Recuerda, tienes que cogerlo en el mismo momento
que le atravieses el corazón. Sostenlo hasta que muera y, entonces, lo colocas
sobre la marca.
–¿Cómo sabré que todo ha acabado?
–Confía en mí; lo sabrás.
Lali guardó el medallón en uno de los bolsillos de
su mochila, junto a la caja de la Barbie que Liza le había regalado. Había
comenzado a llevar a Starla consigo la noche que Rochi había sido atacada.
Probablemente se tratara de una estupidez, pero se sentía más tranquila
sabiendo que la muñeca estaba ahí en caso de necesidad. Además, era mejor que
llevar una pistola, mucho más segura, aunque llevara esas cuchillas escondidas
en las piernas.
Mientras cerraba el bolsillo, su móvil comenzó a
sonar. Lo sacó y contestó.
–Mariana, ¿eres tú?
Ella arrugó la nariz al reconocer la voz nasal de
Mike.
–Creía que…
–Escúchame –la interrumpió–, ha sucedido algo
horrible…
Daba la impresión de que había estado llorando. Y,
aunque en el plano sentimental habían acabado, no podía evitar preocuparse por
él. Puede que fuese un imbécil, pero no hacía ni dos semanas que había estado
pensando en casarse con él.
–¿Qué?
–Se trata de mi madre –le dijo con un sollozo–.
Mira, ya sé que nuestra relación no es precisamente amistosa, pero no tengo a
nadie más a quien acudir. ¿Puedes venir, por favor? No quiero estar solo.
Ella dudó. Sentía un nudo en el estómago; una
sensación muy extraña. Lo atribuyó al hecho de tener que volver a verlo de
nuevo y se dio cuenta de que negarse a ayudarlo sería muy egoísta de su parte.
La necesitaba. Iría a su casa, estaría un rato con él y regresaría a esperar
que Peter volviera.
–Muy bien, voy para allá.
–Gracias.
Alec la miró y alzó una ceja.
–¿Pasa algo?
–Un amigo en apuros.
Él asintió.
–Ve; mientras tanto, me ocuparé de buscar a tu
hermana para vigilarla. –Se puso una camiseta de manga corta negra antes de
volver a hablar–. Por cierto… ten cuidado.
–¿Con qué?
–Es de noche y rondan muchas criaturas malignas por
ahí afuera.
El miedo le produjo un escalofrío que la recorrió de
arriba abajo.
–¿Debería estar asustada?
–Sigue tus instintos, pequeña. Haz lo que tengas que
hacer.
Odiaba que la llamara pequeña todo el tiempo,
pero no parecía muy apropiado echarle la bronca…
–Te gusta ser misterioso, ¿no es cierto?
–La cosa estaba entre ser Cazador Oscuro o profeta.
Personalmente, me gusta mucho más lo de luchar y matar que lo de rezar en la
posición del loto.
Sin duda ninguna, Alec Parthenopaeus era un
individuo muy extraño.
Lali cogió las llaves del coche y subió al Taurus.
Mientras conducía por la carretera, camino de la autopista, cayó en la cuenta
de lo raro que era que Alec la dejara ir sola…
¿Por qué lo había permitido si Peter le había pedido
que la vigilara?
Porque es más probable que Rochi se meta
en líos recorriendo las calles que tú yendo a casa de Mike.
Sí, claro. Eso lo explicaba todo. El único peligro
que podía correr en casa de su ex era morir de aburrimiento.
No tardó mucho en llegar. Subió al apartamento,
situado en el primer piso, llamó a la puerta y esperó a que le abriera.
Su ex llevaba unos Levi's y una camisa amarilla.
–Qué sorpresa –le dijo, mirando más allá del hombro
de Lali–, ¿hoy no te ha traído ningún amigo?
Ella lo miró, furiosa, al reconocer los celos implícitos
en el comentario. ¡Cómo se atrevía!
–¿Y qué se supone que significa eso?
Mike se encogió de hombros y abrió más la puerta.
–Nada. Es que esta noche estoy un poco nervioso.
Gracias por venir tan rápido.
Lali volvió a escuchar la vocecilla interna que la
instaba a marcharse, no obstante, cometió la estupidez de ignorar la
advertencia y entró al apartamento.
Él cerró la puerta y echó la llave una vez Lali pasó
al interior.
–Bueno, bueno –dijo una voz conocida desde la
cocina–. ¿Qué tenemos aquí?
Lali se quedó petrificada cuando vio a Cayo salir de
entre las sombras
CAPITULO 65
–¡¿Tú? –gritó Lali, al tiempo que corría hacia la
puerta.
Mike la atrapó.
–No tan rápido.
–¿Cómo has podido? –le preguntó a su ex, antes de
girarse para lanzar una furiosa mirada a Cayo–. No entiendo porqué estás aquí.
¿Cómo…?
El Daimon sonrió.
–Por favor, no conviertas la situación en un manido
cliché. Ya es bastante odioso haber tenido que recurrir a un plan tan burdo
para capturar a Peter. ¿Qué esperas, que ahora abandone el plan para que puedas
escapar y matarme? –Meneó la cabeza–. Yo también veo películas malas, ¿sabes?
En ese mismo instante, sintió a Cayo en sus
pensamientos. Lo sintió hurgar y rebuscar entre sus recuerdos. La cabeza empezó
a dolerle y todo comenzó a dar vueltas a su alrededor, mientras por su mente
pasaban las imágenes más horribles. Imágenes de Cayo abrazándola,
acariciándola. Y de su aliento sobre el cuello…
Y, por si eso fuera poco, la cosa empeoró más. Lali
sintió que las barreras que protegían su mente caían bajo la presión de su
brutal asalto.
–Es tal y como me prometiste, Mike. –Su voz sonaba
lejana, como un débil susurro arrastrado por el viento–. Sus poderes son puros,
inmaculados.
–Lo sé. Eso fue lo que me atrajo de ella la primera
vez que la vi. –Mike sonrió–. Y con la información que reunimos sobre la forma
de luchar de Peter aquella noche en el callejón, no deberíamos tener ningún
problema para vencerlo.
Cayo se detuvo para contemplar a ese ser inferior.
Consideraba a los humanos como las bestias más bajas de la creación. Eran,
después de todo, alimento para los dioses. Sólo había una cosa inferior a un
humano: los mestizos como Mike. Medio apolita y medio humano, él se había
aprovechado de semejante cobarde llorón para sus propios fines.
Con todo, debía estar agradecido al padre apolita de
Mike por haber muerto antes de poder explicarle la verdad sobre la mitad de su
herencia genética.
Y con respecto a la madre de Mike… bueno, había
resultado ser un delicioso bocado.
Siempre había sabido que tener un mestizo como
mascota resultaría útil algún día. Todos esos años obligado a criar a esa
asquerosa criatura no le parecían tan repulsivos en esos momentos.
Y cuando Mike descubrió a esa pequeña hechicera en
su oficina, él se había limitado a esperar que su mascota destapara y
desarrollara las habilidades psíquicas de la chica antes de que él tomara su
alma junto con esos poderes.
Pero ella se había resistido.
¿Quién iba a imaginarse el resultado de todo esto?
Tras el ataque de pánico de Mike el día que conoció a la hermana de Lali, y que
lo llevó a romper con ella, supo que tenía que actuar con rapidez para reclamar
a la bruja antes de que escapara de sus garras. Tan pronto como Mike le contó
lo unidas que estaban las gemelas y las frecuentes visitas que había hecho como
novio de Mariana a casa de Rocio, su plan empezó a tomar forma.
Cuando encadenó a Lali y al Cazador Oscuro,
esperando que él la confundiera con su gemela, pensaba que ella recurriría a
sus poderes, presa del pánico, y los usaría para acabar con él y, de ese modo,
proteger a su hermana. Jamás se le había pasado por la imaginación que ella
usara sus poderes para proteger al Cazador.
Pero tampoco es que eso importara mucho. Ahora que
había destapado por completo esos poderes, la chica estaba lista para el
empujoncito.
–¿Lo harás ahora? –le preguntó Mike–. ¿Me
convertirás en inmortal?
–Por supuesto.
Lali apenas se dio cuenta que el Daimon se acercaba
a Mike y lo abrazaba. Vio el destello de sus colmillos décimas de segundo antes
de que Cayo los hundiera en el cuello de su ex.
La cabeza comenzó a darle aún más vueltas y sintió
que se alzaba sobre el suelo. Demasiado tarde, comprendió que sus pensamientos
ya no le pertenecían.
Peter se detuvo en el centro del Barrio Francés y
miró a su alrededor; el largo abrigo de cuero negro se arremolinaba alrededor
de sus piernas. Bourbon Street estaba plagado de turistas, totalmente ajenos al
peligro. Algunos se detenían al verlo vestido de negro y con las gafas de sol que
le protegían los ojos de las potentes luces.
A sus oídos llegaba la cacofonía provocada por la
mezcla de jazz, rock y las risas que arrastraba el frío viento invernal.
Apartando la mente de esas distracciones, echó mano
de sus poderes y de la tecnología para hallar a Cayo, pero no había rastro de
él.
–¡Joder! –masculló.
Se frotó el hombro, aún dolorido por el ataque de
Rochi. Mientras intentaba disminuir el dolor, la imagen de Rochi fue
reemplazada por la de su hermana. Vio a Lali con una sonrisa en los labios y
tendida sobre él la noche anterior mientras le hacía el amor de la forma más
tierna. Nunca había sentido por nadie lo que sentía por ella.
«Porque te amo.»
Esas tres palabras flotaban en su corazón. Sabía que
eran ciertas porque los sentimientos de Lali se translucían en su voz. Había
sido sincera con él como nadie lo había sido jamás.
Lo amaba.
Y él a ella.
La amaba tanto que quería morirse si no podía
tenerla. Las Parcas eran unas putas retorcidas. Hacía siglos que lo sabía, no
obstante, en mitad de la noche helada, ese hecho le quemaba las entrañas.
Ven por mí, Lali, te necesito.
El rumbo de sus pensamientos hizo que pusiera una
mueca de dolor.
–No pienses en eso –se dijo a sí mismo en un
murmullo, sabiendo que era inútil.
Ojalá pudiera pedir un deseo…
Se obligó a pensar en otra cosa. Tenía una misión
que cumplir. Debía detener a Cayo. En ese momento, su móvil comenzó a sonar. Lo
cogió de la funda que llevaba asegurada al cinturón y contestó. Era Paul.
–Alec quiere que te diga que se está cociendo algo
raro. Los Daimons están atacando en grupos grandes esta noche. Yo he
pulverizado ya a diez y él va tras cuatro ahora mismo. Quiere que estés alerta.
–Dile al abuelito que no se preocupe. Todo está
tranquilo en el Barrio Francés.
–Vale, pero no te muevas de ahí.
–No te preocupes. Sé arreglármelas solo.
–Por cierto –le dijo Paul–, Gaston está con Rochi.
Dice que ha salido en busca de Cayo.
–Me estás tomando el pelo.
–Ojalá. Alec iba tras ella en el Garden District,
pero tuvo que dejar de seguirla al ver a un grupo de Daimons que perseguían a
unos turistas.
Mientras colgaba, el localizador comenzó a sonar.
Era la señal que avisaba de la presencia de Daimons en los alrededores. Sacó el
dispositivo del bolsillo y siguió el rastro de la actividad neuronal de los
vampiros hasta un callejón situado en la calle paralela a la que él estaba.
Al llegar a la zona, totalmente oscura, encontró
seis Daimons atacando a cuatro humanos.
–¡Eh! –los llamó, distrayendo su atención de las
víctimas. Hizo a un lado el abrigo y sacó la espada retráctil. Presionó el
botón de la empuñadura y la hoja se extendió, alcanzado el metro y medio de
longitud–. Decidme –siguió hablando mientras blandía la espada a su alrededor–,
¿alguna vez habéis visto a un general de la Antigua Grecia cabreado?
Los Daimons se miraron, cautelosos, entre sí.
Peter se agachó, sujetando la espada con ambas
manos, sin dejar de observarlos.
–No es una imagen muy agradable, la verdad.
–¡Cogedlo! –gritó el líder.
Y, al unísono, todos se lanzaron a por él.
Desvió al primero con una estocada que acabó
convirtiéndolo en una nube de polvo. Al instante, se giró con la habilidad de
un felino y lanzó un golpe directo al estómago del segundo. El vampiro jadeó y
se desintegró.
Antes de que pudiera recuperarse, uno de los
vampiros lo cogió por el brazo herido y le quitó la espada. Peter se giró y lo
golpeó con la punta de la bota. También desapareció.
Otro lo agarró por la cintura y lo lanzó contra la
pared mientras dos más se acercaban. Dio una patada en la cintura al primero de
ellos, al mismo tiempo que los dos que se acercaban se convertían en polvo… y
vio a Rochi que se sostenía en pie a duras penas.
–Chuparos ésa, asquerosos vampiros –exclamó mientras
le lanzaba un shuriken a Peter.
Perplejo ante el hecho de que Rochi estuviera
ayudándolo en lugar de atacarlo, cogió la estrella y la utilizó para acabar con
el último vampiro.
Cuando llegó junto a ella, la encontró arrodillada
en el suelo. Tenía una herida en el cuello que sangraba profusamente y apenas
se veía color en su rostro. Peter se desgarró la camisa para hacer una compresa
y llamó a una ambulancia.
–¿Gaston? –preguntó ella con voz tensa, intentando
distinguir entre la oscuridad a las otras víctimas que yacían en el suelo–.
¿Está muerto?
–Estoy aquí, nena.
Gaston llegó a trompicones junto a ellos y se dejó
caer junto a Rochi, al tiempo que la abrazaba.
–No va a morir –le aseguró Peter.
El muchacho asintió con la cabeza.
–Intenté convencerla de que no saliera esta noche;
le dije que las cosas iban a ponerse feas, pero no me escuchó.
–Es cosa de familia.
Rochi rozó el brazo de Peter mientras él le daba la
dirección al 911. Cuando acabó de hablar, la vio mirándolo fijamente. Tenía el
ceño arrugado y sus ojos lo observaban incrédulos.
–¿Por qué me has salvado?
–Eso es lo que hace Peter, Rochi –susurró Gaston.
Mientras Gaston se ocupaba de su novia, Peter se
acercó a los otros dos amigos que aún yacían en el suelo.
Eran los mismos que lo habían atacado en casa de
Esmeralda. Por desgracia, no habían corrido la misma suerte que Rocio y Gaston.
–Gaston –lo increpó, volviendo junto a ellos–, ¿qué
ha sucedido?
El muchacho se encogió de hombros.
–Los teníamos atrapados y, en un abrir de ojos, se
abalanzaron sobre nosotros.
–¿Dijeron algo?
Gaston se puso muy pálido y abrazó a Rochi con más
fuerza.
–«Voy a tragarme tu alma».
Peter lo miró fijamente un instante y apretó los
dientes ante el retorcido sentido del humor de los vampiros.
–Los Daimons ven demasiadas películas de serie B.
Rochi alargó un brazo y tocó la mano de Peter.
–Gracias.
Él asintió.
–No he hecho más que devolverte el favor.
–Peter, tío –jadeó Gaston–. Tenías razón. Nunca he
visto a ningún Daimon moverse como se movían éstos. Debería haber escuchado tu
advertencia.
Frunciendo el ceño, Rochi los miró alternativamente.
–¿Os conocéis?
–Mi padre trabajaba para Paul, el amigo de Peter.
–Gaston miró a Peter a los ojos–. He conocido a Peter durante toda mi vida,
Rochi. Créeme, es uno de los buenos.
Antes de que ella pudiera contestar, llegó la
ambulancia.
Edward esperó hasta que los dos estuvieron dentro,
al cuidado de los sanitarios, y llamó a Lali para contarle lo sucedido.
No cogió el teléfono.
Llamó a su madre, a su hermana y marcó el teléfono
de su propia casa. Nadie contestaba.
Con un nudo en el estómago provocado por el miedo,
corrió hacia el coche. Quizás Lali estaba todavía en su casa, esperándolo.
O quizás Cayo la ha atrapado…
Se la imaginó siendo atacada como Rochi. La vio
muerta en un charco de sangre como los amigos de su hermana. El dolor y el
pánico le retorcían las entrañas. Lali tenía que estar bien. No podría seguir
viviendo si algo le sucedía.
Condujo como un poseso hacia su casa, tan rápido
como el Lamborghini se lo permitió.
Temblando de angustia, atravesó el garaje a la
carrera y entró en la casa, atento a cualquier sonido.
Por favor, Zeus, cualquier cosa menos
que le hayan hecho daño.
La escuchó en la planta alta, tarareando la canción
de Grieg en su habitación. El alivio y la gratitud que sintió fueron tan
intensos que estuvo a punto de tropezarse. Tenía que verla para saber que
estaba bien. Inspiró hondo, aliviado, y subió las escaleras de dos en dos.
Al abrir la puerta de la habitación se quedó helado.
bue los ultimos de hoy firmen y mañana angie se encargara de ponerles besos buenas noche
MARCHU
mas nove por favorrr
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uno mas por favor no nos dejes con la intriga por favorrrrrrrrrr
ResponderEliminarnooooo lpm q carajos esta pasando ajajajaja no son lindos relatos antes de dormir pero bue besos amiga tk
ResponderEliminarsube mas porfavoooooor
ResponderEliminarNo puedo creer.....Me quedo con intriga en un capítulo, te pido otro y cuando lo subes me dejas con más intriga de la que tenía..
ResponderEliminarNOOOOOOOOOOOO
no ! Cayó la está manipulando? Quiero más capítulos besos. Naara
ResponderEliminarNo me digas que va a pasar lo que creo que va a pasar!!!Porfavot que no sea la misma imagen de Felix y Tanya juntos,aunque Lali sea manipulada seria muy horrible para Peter ver esoo.Maaaaaas me encantaa la nove y que no sea lo que pienso!!:)
ResponderEliminarNoo!! Que este bien!! Más Me encanta!
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