Capítulo 1
PARAÍSO era
una soñolienta isla del Caribe. Tenía un bar en la playa, ron en cantidad y el
especial sonido de la música de allí, lo que agregaba sensualidad al aire
caliente de la tarde. Alejado de la construcción de madera en la que se hallaba
el bar, el azul del mar golpeaba perezosamente la orilla de arena blanca.
Sentado en un
taburete del bar, con un vaso de ron entre sus dedos, Peter Lanzani decidió que
estaba a gusto. Atrás había dejado el impulso de llamar por teléfono, la
sensación de sentirse desnudo en pantalones cortos, o caminando descalzo. «Sin
preocupaciones», como solían decir los del lugar. Ahora comprendía lo que
querían decir.
—¿Quiere que
le sirva otra copa, señor Lanzani?
El acento
melódico característico de la isla hizo que Peter alzara la mirada para
descubrir a una hermosa mulata que servía en la barra. Su sonrisa parecía
invitarlo a algo más.
—Sí, claro.
¿Por qué no? —él le devolvió la sonrisa y le dio el vaso, ignorando la
intención oculta de aquel ofrecimiento.
El sexo en
aquel clima cálido era la serpiente del paraíso. A medida que subía la
temperatura del cuerpo, aumentaba aquel apetito.
Tal vez
debiera considerar lo que ofrecían aquellos ojos de terciopelo marrón de la
chica del bar. Pero no había ido a la isla para satisfacer aquel placer. Con
solo llevarse un dedo a la comisura de la boca recordaría por qué debía tener
cuidado con las mujeres. La herida del labio y la de la mejilla hacía días que
se habían borrado, pero el daño a su dignidad seguía intacto. Era mejor no
dejar escapar al tigre herido que había en él. Podría desquitarse con una mujer
inocente. Sería mejor encerrarlo y evitar la tentación a toda costa.
Y
ciertamente, tentaciones no faltaban, reflexionó, cuando se dio la vuelta y
observó a la joven que atraía toda la atención de la pequeña pista de baile.
«La ama de la
serpiente», la llamó en silencio, mientras observaba sus movimientos sensuales
al ritmo de la música. Era rubia color caramelo, alta y delgada. Lucía un
bronceado perfecto que contrastaba con un llamativo vestido rosa muy corto. En
el pelo llevaba una flor rosa a juego. Irresistible, en otras palabras.
No era de
extrañarse que todos los hombres la mirasen embobados. Tenía clase, estilo,
belleza, gracia, y bailaba como una sirena, cambiando de pareja con la
facilidad de alguien que está acostumbrado a ser el centro de atención.
Sus acompañantes
parecían disfrutar de la oportunidad de estar cerca de ella, posar sus manos en
su incomparable cuerpo y mirar aquellos hermosos ojos verdes, o ver cómo su
deliciosa boca se abría en una sonrisa que les prometía todo.
Y su nombre
era Lali. Lali, la tentación, la ruina del hombre.
O la
tentación de aquellos jóvenes que querían ser Adán.
Lali lo tenía
todo, una de las pocas afortunadas que gozan de todo lo que se puede tener. Una
niña de papá, aunque en este caso era una niña de su abuelo. Y única heredera
de su fabulosa fortuna.
El dinero era
afrodisíaco, pensó Peter cínicamente. Aunque hubiera sido horriblemente fea,
aquellos hombres se habrían arrojado a sus pies del mismo modo. Pero, como
ocurría muchas veces, a su fortuna debía agregar una sorprendente belleza.
Lali se
empezó a reír. El sonido era suave, liviano y atractivo. El pobre joven a quien
iba dirigida su risa casi estuvo a punto de arrodillarse ante ella. De pronto, Lali
se encontró con la mirada cínica de Peter, y se puso seria, dando paso a una
mirada desafiante, como diciéndole «Ven conmigo, si te atreves». Él la conocía.
Se habían visto varias veces en casa de su abuelo, en Atenas, en el último año.
Peter en su papel de arquitecto, conocido por su genio creador en complejos
turísticos integrados en su medio natural. Lali, en su papel único de niña
mimada de su abuelo, regalo de los dioses.
No se
gustaban. De hecho, había surgido una cierta antipatía entre ellos. A Peter le
molestaba que ella se creyera que había sido puesta sobre la tierra para que la
adorase todo el mundo, y a Lali parecía disgustarle la negativa de Peter a caer
rendido a sus pies. Por lo tanto, era molesto que estuvieran veraneando en el
mismo sitio. La isla era lo suficientemente pequeña como para que se
encontrasen a menudo. Y cuando ocurría, la hostilidad flotaba en la atmósfera.
La gente que los rodeaba lo notaba, y no sabía qué hacer para aligerarla.
Peter solía
solucionarlo apartándose de la escena, diciendo que debía marcharse.
Aquella vez
se había apartado dándose la vuelta, quedando frente a la barra y a la copa que
acababan de ponerle. Pero la imagen de Lali seguía en su mente, bailando en la
pista. Orgullosa, desafiante, desvergonzadamente provocativa, excitándolo.
Era la
serpiente en el paraíso.
Lali siguió
sonriendo a pesar de todo. Despreciaba a Peter. La hacía sentir mimada, egoísta
y vanidosa. Habría preferido que hiciera lo de costumbre: que se hubiera
marchado. Así no habría tenido que verlo coqueteando con la camarera.
¿No sabía a
lo que se arriesgaba Peter? ¿No sabía que el amante marinero de la chica lo
haría trizas si lo sorprendía seduciendo a su mujer? ¿O era la chica la que lo
estaba seduciendo? Debía de ser así, porque Peter Lanzani era muy atractivo.
Tenía un
cuerpo perfecto, pensó Lali. En traje y corbata, tenía aspecto de hombre
dinámico. En aquel momento, con pantalones cortos y camiseta blanca, debería
tener una apariencia completamente distinta, pero no era así. Seguía siendo
dinámico, pensó Lali, echándole una ojeada de arriba abajo: piernas fuertes,
cubiertas de vello dorado por el sol, pies bronceados de dedos largos... ¿Que
cómo sabía que el vello de sus piernas se había vuelto dorado por el sol?
Porque se lo había visto antes. ¡Lo había visto aquella terrible noche, en la
casa de Atenas de su abuelo! ¡Cuando se había atrevido a entrar en su
habitación y lo había sorprendido sin ropa!
Sintió calor
al recordarlo. Pero no era debido al recuerdo de la atracción, aunque siempre
había existido, sino a lo mal que se había sentido en aquella situación. Había
entrado en su habitación para aclararle algo que la había visto hacer con Aidan
Galloway. Indignada, se había dirigido al dormitorio de Peter sin pensarlo, y
se había detenido confusa, al verlo recién salido de la ducha, prácticamente
desnudo, a excepción de la toalla que llevaba en la cabeza. Inmediatamente se
había cubierto otras partes con la toalla. ¡Pero después de que lo hubiera
visto!
¡Qué
vergüenza! ¡Aún le parecía sentir el fuego en sus mejillas!
«¿Qué pasa?
¿Que el señor Galloway ha vuelto con su prometida, y has decidido probar suerte
conmigo?», recordó las palabras de Peter con una mueca de dolor.
—¿Te he
pisado? Lo siento —se disculpó su compañero de baile en aquel momento.
Evidentemente, el muchacho había malinterpretado el gesto de dolor de Lali.
—No, está
bien... —respondió ella dulcemente a Raoul Delacroix sin molestarse en aclarar
su error.
Lali había
salido corriendo en aquella ocasión sin responder a Peter. Pero al día
siguiente había transformado su incomodidad en orgullo: ¡No se rebajaría a
explicarle nada a él!
La había
hecho sentirse culpable. ¡Y lo odiaba por ello! ¡Y por ser tan apuesto! ¡Y por
su aspecto frío y distante que impedía que se acercase a él para aclararle algo
que cambiaría su imagen de ella!
Pero, ¿era
necesario que lo hiciera?, se preguntó de repente. ¡Y se sorprendió al ver
cuánto le importaba lo que Peter pensara de ella!
—Cena conmigo
esta noche —le dijo de repente su compañero de baile, apretándola un poco más—.
A solas. En algún lugar tranquilo y romántico donde nadie pueda interrumpirnos.
—Sabes que
no, Raoul —sonrió Lali para suavizar su negativa mientras quitaba la mano de
Raoul de su trasero—. Nos estamos divirtiendo en grupo, no hay un romance entre
nosotros...
—Un romance
puede ser divertido —Raoul alzó la mano que ella había rechazado y le tocó el
labio inferior.
Lali quitó su
dedo y notó un gesto de desagrado en Raoul.
Raoul
Delacroix era un apuesto americano-francés de ojos negros, pero no tenía efecto
alguno en ella. Le habría gustado sentirse atraída por él. Porque era de su
edad, y una persona afín a ella... No como Peter Lanzani, que era de otra
generación. Ella tenía veintitrés años, y él treinta y siete.
—No te
confundas. Hoy es mi cumpleaños y estamos divirtiéndonos.
—Mañana es tu
cumpleaños —la corrigió Raoul.
—Como sabes,
mi abuelo llega mañana para celebrarlo. Lo que significa que tendré que
comportarme con decoro durante todo el día. Por eso hemos acordado celebrarlo
con los amigos con un día de antelación. ¡No me arruines la noche, Raoul!
Era un ruego
y una advertencia. Porque Raoul se había puesto un poco pesado últimamente.
Raoul
Delacroix era hermanastro de André Visconte, el dueño del único hotel de la
isla. Así que, como el resto de la gente cuyas familias tenían propiedades
allí, iba a pasar las vacaciones a la isla desde la infancia. Eran buenos
amigos y siempre habían sabido que un romance estropearía la relación de la que
disfrutaban. Raoul conocía las reglas, así que el querer romperlas en aquel
momento era irritante, y una pena, porque Raoul era muy ameno cuando no pensaba
en otras cosas.
—La playa es
un lugar muy romántico...
—Tranquilo,
ya tendrás oportunidad de seducir a otras mujeres en ella —bromeó ella.
—Lo sé. Ya lo
he probado con un par de chicas. Pero solo lo he hecho para practicar. Para
prepararme para la mujer que amo —agregó.
¿Quería decir
que esa mujer era ella? Ella se rió. Era gracioso.
Después de un
momento, Raoul se rió también, y la atmósfera entre ellos se relajó. Y al poco
rato, otro admirador tomó el lugar de Raoul.
Peter vio el
gesto de Raoul en el espejo cuando se alejó de Lali. No le gustó. ¿De qué
habrían estado hablando? No era asunto suyo, se dijo. Lali debía saber que
estaba jugando con fuego con todos esos jóvenes rebosantes de testosterona. ¿Lo
sabría?
En aquel momento,
entró Aidan Galloway al bar. El atractivo americano de sangre irlandesa se
detuvo, divisó su objetivo y se dirigió directamente a Lali.
Hacía un mes
que Peter había visto a Aidan por última vez. Había sido en Atenas, cuando el
abuelo de Lali lo había invitado a su casa, junto con otros miembros de la
familia Galloway. Entonces, no había tenido ojos más que para su prometida.
Pero desde que se encontraba en la isla, no la había visto. Y desde entonces
Aidan no tenía ojos más que para Lali.
Alguien se
sentó en un taburete a su lado y lo distrajo de observar la vida y amores de Lali
Esposito. Era Jack Banning, directivo del único hotel de la isla, cuyo dueño
era André Visconte. Jack era un americano grandote, fuerte como una roca.
—Mañana
saldré a pescar con mi barco. Si te interesa venir, estás invitado.
—¿Saldrás
temprano? —preguntó Peter.
—Cuando salga
el sol —comentó Jack—. Conviene tomar mucho café solo por la mañana y no
trasnochar la noche antes, si quieres aprovechar el día.
La camarera
los interrumpió con un vaso de ron para Jack. Este conversó con su empleada
durante unos minutos, pero la chica no dejó de mirar a Peter mientras tanto.
Cuando se retiró, Jack miró a Peter con complicidad masculina.
—¿Prefieres
otro deporte esta noche?
—No, hoy no,
gracias —sonrió Peter y bebió de su vaso.
—Ni ningún
otro día, por lo que he oído.
—¿Es una
pregunta, realmente, o una crítica velada al uso que pueda dar a la rica y
variada hospitalidad de la isla?
—Ninguna de
las dos cosas. Era solo una observación. Quiero decir, mírate, hombre —bromeó
Jack—. Eres atractivo, tienes buen físico, y sé que le has robado el corazón a
más de una mujer desde que has llegado. Pero tú no les has hecho el menor caso.
Peter no
quería mujeres, ni romances, ni sexo. Y hacía todo lo posible por alejarse de
ello. La isla estaba llena de mujeres que hubieran aceptado un pequeño romance
de vacaciones. Lo sabía. Pero él estaba haciendo un esfuerzo por no ceder a la
tentación.
Y esa no era
la única tentación... Después estaba la otra tentación... Aquella que lo
golpeaba cada vez que miraba a Lali Esposito Herakleides, y recordaba un
incidente ocurrido cuando ella había entrado en su habitación y lo había
encontrado desnudo... Lo había mirado. Y sus hormonas habían respondido con la
misma ferocidad de cuando era adolescente... Y lo peor había sido que ella se
había dado cuenta...
Lali estaba
bailando en el bar con Aidan Galloway en aquel momento. El lenguaje del cuerpo
revelaba algo distinto que cuando había estado bailando con otros hombres.
Mostraba seriedad, tensión. Le recordaba al beso que había presenciado en la
casa de Atenas de su abuelo. Habían estado tan absortos, que no se habían dado
cuenta de su aparición, ni de que los había visto la prometida de Aidan, quien
casi se había desmayado en brazos de otro joven Galloway.
Lali era una
mujer sin escrúpulos en lo relativo a los hombres de otras mujeres. Su única
misión era seducir a todos los hombres con aquellos inmensos ojos verdes.
A Peter le
encantaban aquellos ojos verdes...
Aquel
pensamiento lo sorprendió. ¿Qué diablos le sucedía? Tal vez fuera hora de
volver a ponerse el traje y tomar su teléfono móvil.
—¿Y tú?
—preguntó a Jack Banning—. ¿Degustas la miel de esos placeres a menudo aquí?
Jack agitó la
cabeza.
—El jefe me
mataría si lo hiciera —murmuró Jack—. No... —dio un trago a su bebida—. Tengo a
una adorable viuda que vive en la isla de al lado, que me mantiene en forma en
ese aspecto.
Peter pensó
que sería el tipo de mujer que dejaría libre a Jack, sin compromisos, sin lazos
afectivos. Sabía bien de qué se trataba, porque él mismo había tenido más de
una mujer de ese tipo.
—Es una buena
mujer —agregó Jack, como si necesitase aclararlo.
—No lo dudo
—contestó Peter.
Peter había
llegado a apreciar a Jack en el tiempo que llevaba en la isla. No le sorprendía
que André Visconte lo hubiera elegido. Incluso Peter estaba pensando en Jack
para que llevase el negocio del nuevo complejo turístico que pensaban construir
en España.
—Un huracán
sorprendió a su esposo en el mar hace cuatro años. La dejó embarazada y con el
corazón roto.
Lo que le
daba a entender a Peter que Jack estaba enamorado de la viuda. Y que no estaría
dispuesto a irse a España y abandonar aquel lugar.
—Entonces,
¿cuál es el motivo que te lleva al celibato? —preguntó Jack con curiosidad.
«Lo mismo que
a ti», pensó Peter. «Me enamoré de una mujer casada, solo que su marido está
vivito y coleando».
—Hay que
moderar los excesos —contestó Peter.
Peter vio que
Jack le miraba la mejilla en la que había tenido una herida hacía unos días.
Los primeros días de su estadía en la isla había sido evidente. Las
especulaciones acerca de cómo se había hecho la herida habían corrido como un
río entre los veraneantes, y su rechazo a explicarlo no había hecho más que
aumentar el fuego en la imaginación de la gente.
Pero la
mirada de Jack le indicaba que había adivinado.
Peter
suspiró. Jack también. Y ambos hombres se llevaron el vaso a la boca y no
dijeron nada más.
Jack echó una
mirada al bar. Peter se quedó pensando en una mujer pelirroja de piel blanca,
que estaba curando su mal de amores con el hombre equivocado, desde su punto de
vista. Pero con el hombre correcto, según ella. Y Peter se preguntó cómo se
hacía para curar un amor no correspondido.
—Prueba el
sexo —dijo Jack de pronto, como adivinando sus pensamientos—. Es mejor que
desear lo inalcanzable.
Peter se rió.
—¿Es un
consejo para mí o para ti? —preguntó.
—Para ti
—hizo un gesto grave y agregó—: El mío, es un caso perdido. ¡Y encima, el hijo
de la viuda me llama «papá»! —se puso de pie y dio una palmada a Peter en la
espalda—. Avísame si decides venir a pescar —dijo y se marchó.
Peter se
quedó mirándolo. Vio que Jack se detenía a conversar con varias personas cuando
estaba saliendo. Lali fue a su encuentro. Lali, la tentadora. Peter echó una
ojeada al bar y descubrió a Aidan con gesto sombrío. Otra víctima de Lali,
junto con Raoul Delacroix, quien la miraba con la misma expresión que la de
Aidan.
En cuanto a Lali,
esta estaba rodeando el cuello de Jack con sus largos brazos y pidiéndole un
beso. Jack se lo dio y sonrió después de que ella le dijera algo. Finalmente,
logró que el administrador saliera a bailar con ella. Jack le rodeó la estrecha
cintura y bajó la cabeza para mirarla a los ojos. Ambos se movieron
armoniosamente al compás de la música.
De pronto, Peter
supo que era el momento de marcharse. Terminó la copa y se puso de pie. Dejó el
dinero en la barra y dijo adiós a la muchacha que estaba detrás de ella.
Cuando pasó
junto a los bailarines le pareció que Lali se acercaba más al cuerpo de Jack. ¿Lo
haría a propósito para que él lo notase?, se preguntó Peter. Imposible. A Lali
Esposito Herakleides le desagradaba él. Y a él tampoco le gustaba ella.
En la calle
lo envolvió el calor húmedo. Había nubes en el cielo amenazando con estropear
la puesta de sol. Podría haber tormenta, predijo, mientras se alejaba hacia su
casa en la playa.
Detrás de él
sonó la risa de una mujer desde el bar. Sin pensarlo, Peter cambió
repentinamente de dirección, caminó por la arena hacia el mar y se zambulló.
—Ni se te
ocurra —advirtió Jack a Lali—. Es muy mayor y peligroso para una dulce chica
como tú.
Lali dejó de
mirar por la ventana a Peter corriendo hacia el mar, y miró a Jack.
—No sé de qué
estás hablando —dijo.
—Serías como
un aperitivo para el apetito de Peter Lanzani—le dijo Jack seriamente.
—Como tú,
quieres decir. El malo de Jack —Lali se acercó provocativamente a él.
Jack se
apartó con una sonrisa.
—Si te viera
tu abuelo, te encerraría. Envías señales peligrosas...
—Mi abuelo me
adora y no haría nada así.
—Tu abuelo,
pequeña sirena, llega a esta isla mañana —le recordó—. Espera a que vea la
expresión de tu cara y veremos lo que hace...
Chicas aca el cap:) espero les guste!! firmen y subo el siguiente!!!
Besos
@Angie_232alma
Ahhhhhhhh!!!!me eeennnnncaaantaaaaaa!!!!!
ResponderEliminarSubi mas porfa!
Y si, tu nove la rompe!!!!!!!
Besos! Aby:)
Sube +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ me encanto
ResponderEliminarana
Me encanta ame la novela sigue subiendo
ResponderEliminarSube otro porfa esta super buena la nove
ResponderEliminarMAS QUIERO MAS AMO A PETER Y LALI SIGUE SUBIENDO E LEYDO CADA NOVELA TUYA PORFAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA QUIERO ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ y soy LALITER forever
ResponderEliminarM
ResponderEliminarA
ResponderEliminarS
ResponderEliminarQ
ResponderEliminarU
ResponderEliminarE
ResponderEliminarR
ResponderEliminarO
ResponderEliminarM
ResponderEliminarA
ResponderEliminarS
ResponderEliminarLali toda una matajari.Para mi lo hace para provocar a Peter,xk sabe d sus amorios con la mujer casada.Y k se gustan los dos ,lo tengo clarito.
ResponderEliminarMe encanta me encanta!! más!
ResponderEliminaramiga esta nove esta q ROM PE TO DO jajajjaja no te la puedo esq es intrigante tengo tantas preguntas q ni por donde empezar jajaja bue besos seguila
ResponderEliminarMmmmmmaaaaassss
ResponderEliminarme confundi pensé que ya la había leído pero no! Subí más! Besos. Naara
ResponderEliminarMe encanto defintivamente! te seguire
ResponderEliminarte espero http://amorporcasiangeless.blogspot.mx/
subi nuevo cap, besos!
Otro cap por fa! Besos
ResponderEliminar