Cap 12

Hoy no tengo palabras! Solo puedo decir #FueraEuge La amo y la apoyo en lo q esta pasando!♥

 

Capítulo 12

 

Mientras volaban en dirección a Bahamas en el avión privado de la empresa, Peter pensó en la noche anterior. De repente, comprendió una cosa. No podía arrebatarle la empresa a La. No quería hacerle daño. Entonces, ¿qué podía hacer?

Ya contaba con las acciones de La. Habían firmado el contrato y, cuando Sabrina le vendiera las suyas, se convertiría automáticamente en el nuevo dueño de Espósito. Decidió que, entonces, le devolvería a La sus acciones y, en una reunión del consejo, proclamaría su apoyo a la presidenta. Si Espósito Enterprises era lo que La quería, eso sería precisamente lo que él le entregaría.

Llegaron a Bahamas poco después de mediodía. Sabrina les había enviado un coche para que los condujera a su despacho, donde ella estaba esperándolos.

Cuando llegaron, se apoyó sobre su escritorio delante de Peter y, mientras fingía ordenar unos papeles, le enseñó a placer el escote.

—Vaya, vaya, vaya... Me alegra volver a veros.

—No sabes lo felices que nos pusimos al saber que habías llamado —dijo La.

—Estoy segura de ello —replicó Sabrina, levantando una ceja—. Sentaos, por favor. ¿Os apetece tomar algo?

—No. Sólo queremos firmar el contrato —dijo Peter.

—Lo tengo aquí mismo —afirmó Sabrina, mostrándoselo—. Antes de que lo firmemos, me gustaría felicitaros a los dos por vuestra ridícula actuación. A pesar de todo, debo decir, querida La, que estuviste algo tensa. Sin embargo, el viaje que realizasteis juntos a Mara del Ray fue un toque maestro. No obstante, tú, Peter, estuviste a punto de convencerme. Tenías un brillo en los ojos... pero lo de La no me lo creí. Además, ¿cómo podías estar teniendo una relación con el hombre que le dio la patada a tu padre? Por supuesto, todo el mundo sabe que el amor es ciego, y yo sé lo persuasivo que Peter puede llegar a ser... Bueno, ahora que tienes lo que querías, Peter, y que has terminado con Lali, tal vez tú y yo podamos reiniciar lo que compartimos en el pasado...

Peter se tensó. Sabrina lo sabía todo.

—Firma el contrato —le ordenó él—. Ahora mismo.

—¿Qué es lo que está pasando? —preguntó La.

Sabrina la miró y le dedicó una malvada sonrisa.

—¿Es posible que no sepa lo que has hecho, Peter?

—Después de que me despidieras, compré unas acciones —le explicó Peter a La.

—¿Unas acciones? —repitió Sabrina—. ¡Qué modesto! Me temo que te la ha jugado, querida mía, pero no te sientas mal. Yo tengo expertos trabajando en estos asuntos, y me he enterado esta misma mañana. Desgraciadamente, eso no cambia nada para mí. Ahora que Peter tiene tus acciones, será invencible.

La miró a Peter, como si quisiera que él le asegurara que Sabrina se lo estaba inventando todo.

—La, tengo que admitir que compré acciones durante el tiempo que no estuve trabajando para Espósito.

—¡Díselo claramente, Peter! Mejor, lo haré yo. Mira, Lali. Ahora que tiene tus acciones, tiene la mayoría. Suficiente para ejercer el control y poder convertirse en el presidente de Espósito, además de ser también el director gerente.

La guardó silencio. En sus ojos, empezó a reflejarse la sombra de la traición.

—¿Ibas a despedirme?

—Al principio, sí. Sentía que no me quedaba elección, pero, desde entonces, he cambiado de opinión...

Desgraciadamente, Peter vio que ella no lo creía. Quería abrazarla, sacarla de allí, demostrarle que era sincero...

—En realidad, La, se me está ocurriendo que tú y yo podríamos hacer un trato. Tú sólo le has dado la mitad de tus acciones a condición de que impida la absorción, ¿verdad? Y eso depende de que yo venda mis acciones. Las dos hemos sufrido mucho por culpa de él, La. Véndeme a mí tus acciones. Dame a mí la empresa en vez de a él. Traicionó no sólo a tu padre, sino que también lo ha hecho contigo —añadió. Peter miró a La y vio que ella dudaba—. Si firmo esto, él se queda con la empresa. Si me vendes a mí tus acciones, te las compraré al mismo precio que vosotros me ibais a comprar las mías.

—¡Ya basta! —exclamó Peter. Entonces, tomó la mano de La. He cambiado de opinión. No voy a hacer nada de lo que pensé en un principio. Tienes que creerme. Cuando compré esas acciones, tú acababas de despedirme.

La retiró la mano y cerró los ojos.

—Te aseguro que ya no quiero tus acciones —añadió Peter desesperadamente.

—Espero que no creas lo que está diciendo, La —intervino Sabrina.

—Tienes razón, Sabrina. No quiero entregarle mi empresa a él, pero no me queda elección. No podría soportar ver cómo tú la haces pedazos y la vendes por partes. ¿Te importaría firmar ese contrato, por favor?

Sabrina se quedó atónita. Entonces, tomó un bolígrafo y firmó. A continuación, se lo entregó a La.

—Acabas de perderlo todo... —dijo.

La no realizó comentario alguno. Tomó el contrato y se lo entregó a Peter.

—Has trabajado muy duro para conseguir eso —afirmó.

Con eso, se levantó y salió del despacho y de la vida de Peter.

¿Cómo podía haber sido tan estúpida como para pensar que de verdad sentía algo por ella? Además, el hecho de que hubiera sido Sabrina la que revelara la verdad sólo había acrecentado la humillación. ¿Cómo era posible que Peter le hubiera hecho algo así?

Cuando estaba a punto de montarse en el coche para marcharse de allí, sintió una mano en el brazo.

—Tengo que hablar contigo —dijo Peter, conduciéndola hacia una zona privada de la playa—. Todo ha sido un malentendido.

—¿Un malentendido? Me lo advertiste, ¿verdad?

—Te recuerdo que, cuando compré esas acciones, no existía relación alguna entre nosotros.

—Pero cuando sí la hubo no me dijiste que habías comprado esas acciones. Lo planeaste todo cuidadosamente, ¿verdad? Me obligaste a despedirte para poder comprar esas acciones y, cuando te pedí que volvieras, comprendiste que podrías librarte de mí sin problemas.

—Y planeé despedirte en cuando la empresa se hiciera mía. Sí, es cierto.

—Venganza...

—Sin embargo, todo eso fue antes de conocerte. Antes de que empezara a sentir algo por ti.

 

La quería creerlo, pero no podía. Todo podría ser otra mentira. Cuanto más pensaba en Peter y en Sabrina, más le parecía que estaban hechos el uno para el otro. Sus artimañas en el mundo de los negocios la ponían enferma. Tal vez, después de todo, no estaba hecha para ser la presidenta de una empresa. Decidió que necesitaba tiempo para digerir todo lo que había ocurrido y pensar en su siguiente movimiento.

—Cuando una persona siente algo por otra, la ayuda.

—He dicho que quiero devolverte tus acciones.

—No las quiero.

—Te pagaré. Haré lo que quieras...

La lo miró a los ojos, buscando desesperadamente algo que le indicara que Peter seguía siendo el hombre del que se había enamorado. Quería creer sus palabras, creer que todo había sido un malentendido, pero no podía.

—No lo entiendes, ¿verdad? No se trata de dinero. Jamás lo ha sido.

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