miércoles, 28 de noviembre de 2012

Capitulo 3


Holiiiiiiiii decidido se quedan los cap como estan!! miren q la nove ya la tengo lista y no da hacer cambios jaja ando sin tiempo!! aunq sali del cole tengo muchas cosas pendientes!! y ahora empeze a leer un libro, asi q voy a tratar de subir todos los dias,veo q les gusta la nove!! me alegra mucho♥♥ les pido un favor!! pueden seguir al blog?? ahi donde dice seguidores jaaj pueden con lo q quieran blog,twitter,mail! solo siganlo porfa! a y sus dudas se aclaran aqui!! no se desquiten con peter!! ya sabran porq,besitos me voy!!!


Capítulo 3

SIN parar de mascullar maldiciones, Juan Pedro se movía alrededor de la cama como un tigre enjaulado, mientras el médico del barco examinaba a Mariana.—No se ha roto ningún hueso, ni tampoco se ha hecho ninguna herida en la cabeza.

—Entonces, ¿por qué sigue inconsciente? —preguntó Lanzani con irritación.—El golpe ha sido muy fuerte, señor —sugirió el médico—. Y solo lleva así unos minutos.Pero cada minuto era una eternidad para quien siente remordimiento, pensó Peter.—Una compresa fría podría servir para.. .—Rafiq —llamó Peter haciendo chasquear los dedos. El sonido hizo que Lali pestañeara.Juan Pedro se abalanzó sobre ella. El médico se apartó y Rafiq se detuvo.—Abre los ojos —le sujetó el rostro con una mano temblorosa y lo giró hacia él.Ella obedeció y lo miró.—¿Qué ha pasado? —balbució con la mirada vacía.—Te caíste por las escaleras. Dime dónde te duele —Ella frunció el ceño, intentando recordar—.Concéntrate —insistió—. ¿Te has hecho daño?—Creo que estoy bien —cerró los ojos un momento y al abrirlos lo miró fijamente. Vio suangustia, su preocupación, su culpa. ..y entonces recordó por qué había caído.Las lágrimas empezaron a afluir de nuevo.—Te fuiste y lo hiciste —balbució entre sollozos.—No, no lo hice —rechazó él—. Fuera —les ordenó a los otros dos testigos.Rafiq y el médico se apresuraron a salir.Era una situación peligrosa, pensó Peter. El deseo de besarla era tan fuerte que apenas podía respirar. Era suya. ¡Suya! No tendrían que estar en esa situación.—No, no te muevas —le dijo cuando ella intentó incorporarse—. Ni siquiera respires a menos que tengas que hacerlo. ¿Por qué las mujeres sois tan estúpidas? Primero me insultas con tus sospechas, luego me exiges una respuesta, y cuando no es la que quieres oír me matas con tu dolor.—No tenía intención de caer por las escaleras —recalcó ella.—No me refiero a la caída —espetó, pero se fijó en su mirada confundida y vulnerable—. ¡Oh,Alá, dame fuerzas! —murmuró entre dientes, y entonces se rindió a la tentación.Si la hubiera besado con menos pasión, tal vez Mariana hubiera opuesto resistencia. Pero asíno. Necesitaba que descargase todo en el beso y, además, le gustó comprobar que él también estaba temblando. Y lo echaba de menos. Añoraba sentir la presión de sus muslos contra lossuyos, añoraba la voracidad de sus besos ardientes... Era como disfrutar de un banquete tras unaño de hambruna. Quería saciarse con sus labios, su lengua, sus dientes, su sabor... Deslizó las

manos bajo la capa, donde solo la fina túnica de algodón las separaba de los músculos endurecidos. Le hincó los dedos en los hombros, invitándolo a tomar todo cuanto quisiera.Él el tomó los pechos, los acarició y moldeó antes de seguir la esbelta curva de su cuerpo. Laapretó contra su erección, y ella sintió que ardía en llamas. Aquel era su hombre, el amor de suvida. Jamás podría encontrar a otro. Todo lo que él tocaba le pertenecía. Y todo lo que deseaba lo conseguía.Pero entonces se detuvo bruscamente y se puso en pie, dándole la espalda.—¿Por qué? —preguntó ella aturdida.—No somos animales —respondió él, mientras libraba una lucha salvaje consigo mismo—.Tenemos asuntos que tratar, y no podemos permitir que la pasión se adueñe de nosotros.Fue como un chorro de agua fría en la cara.—¿Qué asuntos? —le preguntó en tono desafiante e irónico—. ¿Te refieres a lo que he hemos dejado además del sexo?Él no respondió. Arqueó una ceja y apuró la copa de vino con gaseosa que le había servido antes a Mariana. Ella se dio cuenta de que lo estaba pasando muy mal, porque Juan pedro solo probaba el alcohol cuando la tensión lo dominaba.—Quiero irme a casa —anunció al tiempo que se sentaba en la cama y ponía los pies en el suelo.—Esta es tu casa —replicó él—. Durante las próximas semanas, al menos.¿Semanas? Mariana observó atónita su espalda. Aquel era otro síntoma de su preocupación.Un árabe no le daría la espalda a alguien sin motivo.—¿Dónde están mis zapatos?La pregunta fue tan inesperada que Peter se volvió y le miró los pies.—Los tiene Rafiq.El querido Rafiq, pensó ella. El compañero leal hasta la muerte. Rafiq también era un al—Qadim, y había recibido la misma educación que Juan Pedro, solo que él era el sirviente.—¿Serías tan amable de pedirle que me los devuelva? —Mariana sabía que a Rafiq no se lemandaba. Era un inconformista, un hombre del desierto, fiero defensor de su orgullo y del derecho a tomar sus propias decisiones.—¿Para qué?—No voy a quedarme aquí, Juan Pedro  —le dijo con una fría mirada—. Voy a salir del yate esta noche, aunque tenga que irme a un hotel para proteger tu dignidad.

Él la miró con una expresión divertida, esbozando una sonrisa.—Eres buena nadadora, ¿eh?A Lali le costó unos segundos comprenderlo, pero entonces se acercó corriendo a la ventana. Separó las cortinas y solo pudo ver oscuridad.Tal vez estuviera en el costado del barco que daba al mar, se dijo a sí misma en un esfuerzo por calmarse.—Zarpamos de San Esteban minutos después de subir a bordo —informó Juan Pedro.Fue entonces cuando sintió las suaves vibraciones bajo los pies. El apagado murmullo de los motores. Era un secuestro.—¿Por qué? —le preguntó volviéndose lentamente para mirarlo. Sabía que aquel hombre no actuaba jamás por impulso. Todas sus acciones obedecían a una razón, y no perdía tiempo ni esfuerzo en hacer algo inútil.—Hay problemas en casa —respondió él muy serio—. Mi padre está mal de salud.Su padre... El enojo de Mariana se transformó en preocupación. La salud del jeque Khalifa era precaria desde hacía mucho tiempo. Peter lo quería y veneraba, y dedicaba casi todas sus energías en aliviarlo de la carga de gobernar. Se aseguraba de que recibiera las mejores atenciones médicas y se negaba a creer que algún día ocurriría lo peor.—¿Qué ha pasado? —caminó hacia él—. Pensé que el último tratamiento era...—Es un poco tarde para mostrar interés —la interrumpió Lanzani—. No tengo que recordarte que no mostraste ninguna preocupación cuando te marchaste hace un año.Aquello no era justo. El jeque Khalifa era un hombre bueno y amable, y Mariana y él habían sido muy buenos amigos.—Tu padre comprendió por qué tuve que irme —le respondió en tono afectado.—Pues yo no lo entendí, y tu decisión me ha su— puesto un grave problema. Porque al permitir que mi esposa se marchara, ofrecía una imagen de debilidad que no ayuda en absoluto a la estabilidad del país. Tengo que mostrar más autoridad.—¿Y el mejor modo para hacerlo es secuestrándome y llevándome a Rahman? —la amarga carcajada recalcó lo absurda que era esa medida.—¿Preferirías que llevara a esa segunda esposa a la que no puedes oír nombrar sin estallar en lágrimas?—Es a ella a quien necesitas, no a mí —era doloroso decirlo, pero era la verdad. Mariana ya no era la esposa adecuada para el heredero del reino.

—Tengo a la esposa que quiero.—Pero no la esposa que necesitas, Peter.—¿Es este tu modo de decirme que ya no me amas? —le lanzó una mirada desafiante.Oh, Dios... Mariana se tapó los ojos con la mano y se negó a responder.—¡Contéstame! —insistió él acercándose.Ella tragó saliva y apartó el rostro.—Sí —susurró.—¡A la cara! —le ordenó quitándole la mano de los ojos—. ¡Dímelo a la cara!Las lágrimas le ardían en los ojos.—No, por fa...—rogó, pero él no iba a ceder.—Quiero oírte decir que ya no me amas —estaba pálido, dolido y furioso—. Quiero que me sueltes a la cara esa mentira. Y luego quiero oírte suplicar perdón cuando te demuestre lo contrario. ¿Entiendes, Lali?—¡De acuerdo! ¡Te amo! ¿Está bien así? ¡Te amo, pero no seguiré casada contigo! No voy aver cómo arruinas tu vida por mi culpa.Ya estaba dicho. La amarga verdad. Se soltó y se alejó, casi sin poder respirar.—¿Y qué pasa con tu vida? —siguió preguntando él, de forma despiadada—.¿Vas a sacrificarte por mí?—Lo superaré —las piernas le temblaban tanto que iba a caerse de un momento a otro.—¿Te casarás de nuevo?Ella se estremeció, pero no respondió.—¿Te rodearás de amantes para intentar sustituirme?—No necesito a nadie —contestó con la voz ahogada por el dolor.—¿Entonces pasarás el resto de tu vida viendo cómo tengo hijos con esa segunda esposa?—Oh, por el amor de Dios. ¿Qué intentas hacerme?—Hacerte comprender que nos estás condenando a ambos.—¡Pero yo no te estoy condenando a nada! Te doy mi bendición para que hagas lo que quieras con tu vida.

Juan Pedro no se hubiera puesto más furioso si le hubiera ofrecido todo un harén. Las facciones de su rostro se le endurecieron en una expresión de rabia contenida.—¡Entonces haré lo que quiero!Antes de que Mariana se diera cuenta, se encontró en sus brazos. Él le dio un segundo para que leyera el mensaje que ardía en sus ojos, antes de besarla con recrudecida pasión, y ella se dio cuenta, horrorizada, de que no quería rechazarlo. Incluso emitió un gemido de protesta cuando Peter la volvió a dejar en el suelo y se separó.Tenía los labios calientes y temblorosos, la respiración entrecortada, los pechos endurecidos,y un inquietante hormigueo en el estómago...Hacer el amor. Sentirlo en su interior. Solo tenía que mirar a Peter para saberlo. Estaba a punto de reclamar lo que le pertenecía.—Te arrepentirás de esto —le advirtió ella sin mucha convicción.—¿Me estás rechazando? —replicó él, en un tono que indicaba su interés por la respuesta, pero solo por pura curiosidad. No, pensó Mariana. No estaba negándole nada de lo que quería tomar esa noche. Levantó una mano y le tocó la boca con un dedo. Le trazó la línea de los labios. suspiró, y se puso de puntillas para besarlo de nuevo.Él la sujetó por las caderas y la apretó, mientras ella le pasaba la mano por el cuello y entrelazaba los dedos por su cabello oscuro. Fue un abrazo largo e in— tenso. El vestido de Mariana cayó al suelo, dejándola con un sujetador dorado, unas braguitas largas y medias.Peter conocía bien los puntos erógenos de su piel y, cuando le quitó el sujetador y deslizó los dedos bajo las braguitas para apretarle el trasero, ella le permitió que la tocara cuanto quisiera.Los dos se conocían, los dos se querían... Los dos se preocupaban el uno por el otro. Tal vez se pelearan y discutieran muy a menudo, pero nada destruía el amor. Era algo vital para ellos, como el aire que respiraban.—Me deseas —dijo él.—Siempre te he deseado.—Soy tu otra mitad.La mitad partida, pensó Lali dejando escapar un suspiro de melancolía.Él volvió a tomar posesión de su boca, como si quisiera impedirle que siguiera pensando. La acostó en la cama y le quitó las braguitas. Entonces empezó a desnudarse él mismo, sin apartar los ojos de ella.Mariana se quitó sensualmente las medias, mientras él dejaba caer al suelo su capa y su

túnica. Un torso bronceado y musculoso quedó a la vista. Los verdes ojos de Mariana chisporrotearon, y su palpitante centro de feminidad se humedeció cuando él se quitó los calzoncillos negros.Peter esbozó una media sonrisa, y se tumbó sobre ella. Era la sensación más dulce que Lali hubiera experimentado jamás. Él era su amante árabe. El hombre a quien había visto en una sala abarrotada de personas años atrás. Y desde entonces no había podido fijarse en ningún otro.Se besaron y acariciaron, sin llegar al contacto total, hasta que Peter se deslizó entre sus muslos y ambos se unieron lentamente.Ella soltó un gemido que lo hizo detenerse.—¿Qué pasa? —le preguntó con ansiedad.—Te he echado mucho de menos —respondió ella con un hilo de voz.Aquellas palabras fueron el catalizador definitivo al ímpetu de Peter. Mariana creyó morir un poco, sacudida por un torrente de placer que se propagaba como fuego líquido por sus venas.Los dos se hicieron uno, se aferraron, gimieron, se estremecieron, y se vaciaron en la oleada de pasión definitiva.Luego, ninguno se movió, y el silencio se cernió sobre ellos. Todo había sido maravilloso, pero también vacío. Y nada iba a cambiar eso.Juan Pedro fue el primero en moverse. Se levantó y, sin mirarla, se alejó desnudo de la cama.Tocó con un dedo la pared y una puerta oculta se abrió. Mariana alcanzo a ver unos azulejos blancos y supo que era un cuarto de baño.Cuando él entró y cerró la puerta, ella se cubrió los ojos con un brazo y apretó los labios para no llorar. Aquella situación no era nueva. Había pasado muchas veces, y fue una de las razones por las que acabó abandonándolo.
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Juan Pedro permanecio bajo el chorro de la ducha. Tuvo que reprimirse para no golpear las paredes. Su cuerpo estaba saciado, pero el corazón le dolía por una frustración que nada podría sanar.Silencio. Odiaba el silencio. Odiaba saber que no tenía nada que decir. y encima tenía que volver y enfrentarse a ella.Su esposa. Su mujer. Su otra mitad. Bajó la cabeza, dejando que el agua le cayera sobre loshombros, e intentó imaginar cuál sería la reacción de Lali. Solo se le ocurría una respuesta. No iba a quedarse.

Se dijo a sí mismo que tendría que haberse aprovechado de la enfermedad de su padre. Era un hombre al que ella quería y con quien había pasado muchas horas hablando, jugando al ajedrez,o simplemente leyéndole cuando estaba demasiado débil.Pero su padre tampoco había bastado para que ella se quedara la última vez. El viejo estúpido le había dado su bendición al marcharse, y aunque la echaba terriblemente de menos, seguía insistiendo en que había hecho lo correcto.Odiaba esa frase, «había hecho lo correcto». Apestaba a deber. Deber a su familia, deber a su país, deber a concebir un hijo heredero de al—Qadim.Pero él no necesitaba un hijo, y tampoco a una segunda esposa para concebirlo. A quien necesitaba era a una hermosa pelirroja que lo hiciera estremecerse con solo mirarla, no a una mirada vacía cada vez que hicieran el amor.Suspiró y volvió la cara hacia el chorro. El agua le cortó la respiración, pero a él no le importaba si jamás volvía a respirar. Finalmente, el sentido común lo dominó y lo obligó amoverse.Minutos más tarde salió del baño, y entonces la vio, acurrucada en uno de los sillones. Había descorrido las cortinas y estaba mirando por la ventana, con sus preciosos cabellos brillando contra la oscura tapicería de Damasco, y envuelta en una sábana blanca de algodón egipcio. Alos pies de la cama seguían sus ropas, mezcladas.—Averigua cómo está Ethan —le dijo sin mirarlo.Era un trueque. Ella le había dado más de lo que quería, y pedía algo a cambio.Sin decir. palabra, Juan Pedro llamó por la línea telefónica interna, y averiguó lo que ella quería saber. Ordenó que les llevaran comida y luego se sentó en el otro sillón.—Recibió por accidente un golpe en la mandíbula, que lo ha mantenido inconsciente un par de minutos, pero ahora está bien —le aseguró—. Está cenando con Rafiq.—Así que él no forma parte de este secuestro que has planeado con mi padre.—A veces puedo ser malévolo y retorcido, pero no tanto —replicó él secamente.Ella estaba con la barbilla apoyada en las rodillas, pero se volvió para mirarlo. El cuerpo de Peter vibró de tentación bajo la bata color arena.—¿Convencer a mi padre para que conspire contra, mí no es ser retorcido?—Se sintió aliviado de que yo quisiera hacer algo. Me deseó buena suerte y me ofreció toda la ayuda posible —ella no dijo nada y se limitó a suspirar—. Sabes que tu padre se preocupa por ti—añadió con voz ronca—. No le has contado por qué me dejaste, ¿verdad?

La pregunta hizo que ella volviera la vista a la ventana y dejara la mirada perdida en la oscuridad exterior.—Aceptar que soy un fracaso no es algo que quiera compartir con nadie —murmuró.—Tú no eres ningún fracaso.—¡Soy estéril! —exclamó, soltando la única palabra que ninguno de los dos quería oír.Peter se puso en pie en un arrebato de furia.—¡No eres estéril! No fue eso lo que te dijeron los médicos, y lo sabes.—¿Cuándo dejarás de negarlo? —gritó ella. Se puso en pie para encararlo. Tenía el rostro tan blanco como la sábana—. ¡Tengo un ovario dañado, y el otro solo ovula cuando le da la gana!—Eso no implica ser estéril.—Después de tantos años, ¿aún puedes decir eso? Lo miraba como si él estuviera tratando de hacerle daño. y como no tenía respuesta para esa última pregunta, Peter pensó si acaso no habría sido esa su intención. El último año juntos había sido un infierno, y el anterior no fue mucho mejor. El matrimonio había llegado a ser una decepción que ensombrecía el pasado y el futuro. Al final, Mariana no pudo soportarlo más y lo dejó.—Podemos probar otros métodos de concepción —sugirió él.—¿Quieres que mis óvulos se cosechen como granos de trigo y que tu hijo sea concebido en una probeta? Tu pueblo jamás lo perdonaría.Juan Pedro tragó saliva. Mariana tenía razón. Estaba hablando de las tribus del desierto, que mantenían el equilibrio de poder en Rahman. Vivían apegados a las viejas costumbres, y veían el progreso como un mal inevitable. El mismo Peter había corrido un gran riesgo al casarse con una mujer occidental. Las tribus lo habían sorprendido al ver esa decisión como un signo de fuerza, pero fue lo único que le concedieron. No comprenderían que se tomara tantas molestias en concebir a un hijo, cuando lo único que tenía que hacer era intentarlo con una segunda esposa.—¿Por qué me has traído? —preguntó ella, y corrió a refugiarse en el cuarto de baño con la misma intención con la que lo había hecho él estar a solas con su dolor.


13 comentarios:

  1. Ahora entiendo un poco más todo esto, espero que ese hijo aparezca en el momento justo más me encanta!!

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  2. awwww por dios q malo q va esto...amo la nove te juro pobres los dos pero ya se arreglaran o eso espero hoy soy de pocas palabras me voy a dormir bye tk

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  3. Me encantó el cap morí de ternura con los dos, se Aman pero su cultura impide que estén juntos y todo por no pocrear un hijo, espero que esa noche haya dado sus frutos.
    @Masi_ruth

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  4. Me encantaa! Peter la ama y solo con ella quiere tener hijos..

    Ahora, si tiene segunda esposa o no? O solo la conseguiria para procrear al hijo y ya?

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  5. Wow pobre Lali que horror pero me encanta que se amen así y ir Peter quiere estas con ella!!!!
    Que AMOR!!!!
    Saludos, besos y buen día!!!
    @Titel842

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  6. a me muero es buenisima esta noche y mas te vale que llegue ese bebe luego

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  7. esta bueno el capitulo mas nove
    @arimurb

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  8. Este capi nos comienza a mostrar un poco más de su historia juntos! Quien les dice que con lo de hoy no tienen un hijo ;)

    MAS NOVE!!!! Me encanta!

    Besos

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  9. hay lloro
    no puede ser tan cruel peter
    besos

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  10. NO DALE, NO NOS DEJES ASI!! NO PUEDE SER TAN ASI PETER!! ESPERO MAS Y QUE PETER NO TENGA OTRA MUJER!! ESPERO QUE LA FIESTA HAYA DADO SUS FRUTOS

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  11. No creo k exista esa segunda esposa.Los dos sufren,se aman pero ella se está sacrificando ,para k otra mujer le de el hijo k él tanto necesita y ansía para su país.Al menos es lo k ella piensa.En estos momentos creo k para Peter ,eso no es tan importante,solo LAli.

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