Capítulo 8
Acababa de meterse el vestido de
terciopelo rojo por la cabeza cuando oyó que alguien llamaba a la puerta. Miró,
muy nerviosa, a su tía, y dijo:
—Ya ha llegado, aún no estoy lista.
—Tómate tu tiempo —replicó la anciana—.
Estoy deseando conocer a ese Peter Lanzani.
Las amables palabras de su tía no la
engañaron. Sabía que no confiaba en Peter ni le gustaba que su sobrina pasara
tiempo con él... aunque fuera por el bien de Espósito Enterprises.
—Sé amable con él —le suplicó ella—. Por
favor. Recuerda que es la persona que ha comprado el árbol de Navidad más
grande que has tenido nunca.
—Simplemente tengo unas cuantas
preguntas para él —dijo la anciana con voz dulce.
La sacó un par de medias de la cómoda.
¿Cómo era posible que se hubiera retrasado tanto? Se había marchado de su
despacho a las cinco en punto para ir a comprarse un vestido para la fiesta.
Seguramente había cometido el error de llevarse a su tía. La anciana la había
entretenido todo lo que había podido, tanto que a La le daba la sensación de
que su tía esperaba que no llegara a tiempo a la cita.
Estaba terminando de ponerse las medias
cuando oó que la anciana decía:
—Usted debe de ser Peter Lanzani. Yo soy
Virginia Espósito. Mis amigos me llaman Ginny, pero prefiero que usted me llame
Virginia.
Dios santo.
—¡Peter, salgo enseguida! —dijo en voz
muy alta. Todo lo rápidamente que pudo, se pasó un cepillo por el cabello y
empezó a maquillarse, pero su tía estaba calentando motores.
—Soy la tía de su antiguo jefe, el
hombre al que usted despidió, y la tía abuela de su nueva jefa, la que lo
despidió a usted.
La agarró un lápiz de labios y se lo
pasó por la boca. Con eso valía.
—Siento haberte hecho esperar —dijo,
saliendo prácticamente corriendo de su dormitorio.
—No pasa nada —dijo Peter—. Me alegro de
haber tenido la oportunidad de conocer a tu tía.
Ginny sonrió dulcemente, pero no engañó
ni por un instante a La. Esta sabía que la anciana había sacado las garras y
estaba lista para atacar.
—No me esperes levantada, tía —le dijo.
—Espero que la traiga usted a casa esta
noche —dijo Ginny, dirigiéndose a Peter.
—Por supuesto —afirmó él.
Entonces, la anciana se volvió a La.
—Haz todo lo posible por divertirte —le
recomendó, como si pensara que no tenía muchas posibilidades de ello.
La cerró la puerta antes de que su tía
pudiera seguir hablando.
—Tu tía es muy divertida —comentó Peter.
—No sé si será divertida, pero tiene
mucho carácter. Siento que te haya hablado de esa manera.
—No puedo culparla. Después de todo,
ella cree que yo despedí a su sobrino.
—Y eso fue lo que hiciste.
—La —comentó él, con un cierto tono de
desesperación mientras se dirigían a su coche—.Ya hemos hablado antes de esto.
Yo no despedí a tu padre.
La decidió guardar silencio. No quería
volver a hablar de aquel tema justo en aquellos momentos. Sin embargo, cuando
los dos estuvieron en el interior del coche, Peter volvió a retomar el asunto.
—Por aquel entonces, yo no paraba de
viajar. No me interesaba en absoluto la política de la empresa. Un día, recibí
un mensaje en el que se me decía que tu padre quería que yo regresara inmediatamente.
Cuando volví, me dijo que se había enterado a través de una ftiente muy fiable
de que algunos de los miembros del consejo estaban descontentos con su gestión.
Me contó que incluso había oído que ellos ya habían elegido un sucesor. Me
preguntó lo que yo sabía, y le dije que nada. Nadie me había comentado nada al
respecto. Esa noche, recibí una llamada de Ward Harding. Me dijo que ci consejo
había votado y que el resultado había sido unánime. Habían despedido a tu
padre.
La miró por la ventana al pensar en el
dolor que debía de haber sentido tu padre. Ward Harding había sido uno de sus
mejores amigos.
—Entonces, Ward me preguntó si yo
estaría interesado en sustituirle.
—Y tú dijiste que sí.
—No. Necesitaba tiempo para pensar en
ello. Me gustaba viajar, y no sentía deseo alguno de verme arrastrado por la
política de despachos. Cuando descubrí lo que pensaban hacer con tu padre, que
era darle sólo una ínfima parte de lo que realmente se merecía, me pareció que
no me quedaba elección. Hacerme cargo de la presidencia era el único modo de
ayudarle.
A La le habría gustado creer que Peter
no le estaba mintiendo y que había asumido la presidencia para ayudar a su
padre, pero, por mucho que lo intentaba, no lo conseguía.
—Te lo creas o no, ésa es la verdad
—dijo. Sus ojos parecían irradiar sinceridad.
—El creyó que tú lo habías traicionado,
que habías sido tú el que había convencido al consejo para que lo despidiera.
—Necesitaba culpar a alguien, y me
prefirió a mí en vez de hacerlo con sus mejores amigos.
La pensó en los hombres mujeres que
componían el consejo, personas a las que había conocido desde la infancia.
Deseó estrangularlos.
Sin embargo, era la noche de la fiesta
de Navidad. No iba a estropearlo todo enfrentándose a ellos. Decidió cambiar de
tema. Tenía que prepararse mentalmente para la tarea que le esperaba. Después
de unos momentos de incómodo silencio, dijo:
—Por cierto, te agradezco mucho que me
ayudaras anoche con el árbol.
—No tienes por qué.
—Espero que no llegaras demasiado tarde
a tu cita. Ella no se enfadó demasiado contigo, ¿verdad? —dijo La, tan
relajadamente como pudo.
—¿Mi cita?
—Sí, anoche no pude evitar escuchar tu
conversación telefónica.
—No creo que una cena de negocios con
Betty pueda calificarse como una cita.
—¿Con Betty? —repitió La con una
sensación de alivio.
—Por supuesto. Siempre obligó a Betty a
acompañarme a este tipo de actos, y ella siempre se queja. Como siempre me está
recordando, no necesita otro hombre del que ocuparse.
—¿Y cuáles son los planes para esta
noche? —preguntó La. De repente, se sentía muy contenta, como si le hubieran
quitado un peso de encima.
—Mira, sé que no te gusta esto de
fingir, pero creo que serviría de mucho...
—Eso espero.
—Esta noche voy a tratar de facilitarte
las cosas todo lo que pueda. No creo que debamos excedemos.
Creo que servirá con que aparezcamos y
nos marchemos juntos.
—Bien —dijo ella, con todo el entusiasmo
que pudo reunir. ¿Cómo iba a decirle que se moría de ganas por tener otra oportunidad
de besarlo?
Recorrieron el resto del camino en
silencio. Cuando aparcaron, Peter le dijo:
—Espera a que yo te abra la puerta y te
ayude a bajar del coche.
—Pensé que habías dicho que no hacía
falta que hiciéramos demostraciones públicas de afecto.
—No me preocupa lo que puedan pensar los
demás. Simplemente no quiero que te caigas. Está bastante empinado.
—Creo que podré conseguirlo yo sola
—dijo, abriendo la puerta del coche y bajándose sin la ayuda de nadie.
—No puedes dejar pasar un desafío, ¿verdad?
Peter se acercó a ella y la tomó del
braio. Cuando entraron en la sala en la que iba a celebrarse la fiesta, a La no
le pasaron desapercibidas las miradas de asombro de todos los que los veían
juntos. Entonces, tomaron el ascensor para subir a la planta principal de Espósito
Enterprises. Estaba a rebosar de personas que bailaban y disfrutaban de la
barra libre de champán.
—Parece que tu fiesta es un éxito —le
dijo Peter al oído.
—Está en todo su apogeo.
—¿Te apetece algo de beber? —le preguntó
él.
—Una copa de vino blanco, por favor
—replicó ella. Cuando vio la sonrisa de Peter, sintió que se derretía por
dentro.
—¿Qué es esto? —le preguntó a La su
ayudante, Fran, en cuanto la primera se quedó sola—. ¿Has venido aquí con él?
—Sí.
Fran la miró en silencio durante unos
instantes, como si esperara que La siguiera hablando, pero ésta prefirió no
decir nada al respecto.
—La decoración es muy bonita —comentó,
mirando a su alrededor.
—Después de que te marcharas, nos llamó
uno de los compradores de Antigua. Está dispuesto a hacer una oferta.
—Genial. Sólo tengo que comentárselo a Peter
—comentó, como si no le importara lo más mínimo tener su aprobación.
—Espero que no se ponga furioso —dijo
Fran—. Antigua es su orgullo.
—No es ningún orgullo, sino sólo un
hotel. Peter es un hombre de negocios. Estoy segura de que apreciará mucho lo
que he hecho.
—La última persona que trató de hacer
algo similar sin su aprobación fue despedido, pero claro, no eran amigos
—replicó Fran, enfatizando la palabra.
Al escuchar las palabras de su
secretaria, La sintió una cierta intranquilidad. Sabía que, si no estaba de
acuerdo, Peter podía hacer que las cosas resultaran muy desagradables. Después
de todo, ya lo había hecho antes.
Miró a su alrededor, pero no lo vio por
ninguna parte. ¿No se suponía que tan sólo iba ir a buscarle una copa de vino?
—Bueno, no quiero hablar de negocios
ahora. ¿Se está divirtiendo todo el mundo?
—Supongo que sí.
Cuando Fran se marchó, La se dirigió
hacia la escalera. Desde allí, vio a Peter a la puerta de su despacho,
charlando con el controlador jefe Estaba a punto de dirigirse hacia ellos
cuando vio a uno de los miembros del consejo flirteando descaradamente con una
mujer lo suficientemente joven como para ser su hija. John Robertson era un
anciano muy desagradable, que se esforzaba mucho por hacerle la vida imposible.
Apartó la mirada, esperando evitar el contacto visual, pero fue demasiado
tarde.
—Mira quién está aquí —dijo con la voz
tomada por el alcohol—. La mujer que, casi sin darse cuenta, ha hecho que
nuestras acciones bajen diez puntos.
Su comentario tuvo el efecto deseado.
Todos se quedaron en silencio. La trató de contener su humillación, consciente
de que todos la estaban observando.
—¿Sólo porque has estudiado historia en
el colegio te crees que estás cualificada para dirigir una empresa como ésta?
—añadió John golpeándola en el pecho con un dedo.
—No le pongas las manos encima —dijo Peter,
colocándose delante de La.
—Cometimos un grave error entregándole
la presidencia —afirmó John, con el rostro enrojecido por la ira—. Las acciones
no han hecho más que bajar desde entonces.
—En eso han influido varios factores.
—¿Cómo puedes defenderla? Su padre
estuvo a punto de arruinar esta empresa y, aparentemente, ella tiene las mismas
intenciones.
La ira se apoderó de La. Su padre
siempre había considerado a John Robertson un buen amigo, pero, según Peter,
éste lo había traicionado.
—¿Cómo te atreves a hablar de mi padre
de ese modo? —le espetó, apretando los puños y dirigiéndose con toda intención
hacia él. Sin embargo, Peter fue demasiado rápido.
—Ha llegado la hora de que te marches,
John —le dijo, agarrándolo por las solapas y empujándolo hacia el ascensor.
Mientras Peter se ocupaba de John, La
miró a su alrededor.
—Siento mucho todo esto —les dijo a los
presentes—. Id a disfrutar de la fiesta.
Mientras todos se dispersaban
lentamente, una profunda tristeza se apoderó de ella. A pesar de todos los
esfuerzos que había realizado para organizar aquella fiesta, lo único que
recordarían todos los presentes sería su enfrentamiento con John. Se acercó al
bar pidió una copa de vino. Casi se había bebido la mitad cuando Peter volvió a
reunirse con ella.
—Gracias —dijo ella.
—¿Podría hablar contigo a solas? —le
preguntó él, dedicándole una mirada muy severa.
La dejó su copa y lo siguió hasta un
despacho cercano. Tras cerrar la puerta, Peter encendió las luces y la miró muy
seriamente.
—¿Estás intentando vender Antigua?
—Todavía no, aunque hay un comprador muy
interesado.
—No vamos a vender Antigua —le espetó Peter
con el ceño fruncido—. Has perdido el tiempo.
—He encontrado un hotel en Florida que
tiene un gran potencial. Tiene sentido vender Antigua ahora, antes de que se
empiecen a promocionar el resto de los hoteles que hay en la isla. Podríamos
utilizar el dinero para financiar el hotel de Florida. De todos modos, aún no
hay nada decidido. Quería contar con tu opinión antes.
—¿Y si yo no estoy de acuerdo? Con esto,
sólo habremos conseguido irritar al comprador que hayas estado mareando.
—Yo no he mareado a nadie. Le he contado
exactamente cuáles eran las circunstancias. Mira, Peter, déjame que te explique
lo que he hecho. Dame una oportunidad...
Antes de que Peter pudiera responder, la
puerta del despacho se abrió. El director de marketing entró del brazo de la de
finanzas. Cuando vieron juntos a Peter y a La, se quedaron boquiabiertos de la
sorpresa. Los dos se apartaron inmediatamente.
—Estábamos.., estábamos buscando
servilletas —dijo el primero.
—Nosotros también —replicó La—, pero
aquí no hay.
Con eso, salió del despacho seguida de Peter.
—Aquí no podernos hablar.
—Hablaremos mañana antes de que yo me
ponga en contacto con el comprador.
—Eso no puede ser. Tengo una reunión que
no puedo cambiar.
—Por favor, Peter. Dame una oportunidad.
Deja que te demuestre que no estoy equivocada.
Peter dudó, pero no dejó de observarla
con severidad.
—En ese caso, lo haremos ahora mismo. Ve
a por tu abrigo —le dijo—. Me reuniré contigo abajo.
La se encontró con Fran en la segunda planta.
—Tengo que marcharme.
—¿Te vas? ¡No te puedes marchar! Aún no
hemos hecho el brindis.
—Vas a tener que ocuparte tú de eso. Peter
y yo tenemos que hablar del asunto de Antigua.
—¿Que os marcháis los dos? —preguntó
Fran, atónita.
—Sí, pero... —se interrumpió. No podía
negar una aventura. Se encogió de hombros—. Gracias por ocuparte de todo.
—De nada... Que te diviertas.
La sintió deseos de decirle que
divertirse era lo último que iba a hacer, jamás había visto a Peter tan
enojado... ni siquiera cuando lo despidió.
—Muy bien —dijo él, mientras se dirigían
al coche—. ¿Adónde vamos? ¿A tu casa?
La pensó que su apartamento no era una
buena elección, sobre todo porque su tía podría seguir haciendo comentarios
despectivos sobre Peter.
—Vamos mejor a la tuya —respondió, sin
dudarlo.
Sin decir ni una sola palabra, Peter
dirigió el coche hacia su apartamento.
Aunque había sido La la que había
sugerido que fueran a su apartamento, Peter no podía dejar de pensar que había
sido una mala idea. Podría no haber estado mal si ella no hubiera ido ataviada
con un ceñido vestido de terciopelo que dejaba muy poco a la imaginación.
—¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí?
—le preguntó ella, cuando entraron en el ascensor del edificio.
—Cinco años.
Decidió que tenía que aferrarse a la
ira. ¿Cómo podía haber decidido vender uno de los mejores hoteles sin
consultarle primero?
Las puertas se abrieron directamente en
el interior del apartamento. Peter encendió las luces y la ayudó a quitarse el
abrigo sin fijarse en las curvas que realzaba aquel vestido. Mientras él
colgaba los abrigos, La se acercó a la ventana y admiró la vista. Entonces, se
dio la vuelta y le preguntó:
—¿Vas a poner árbol de Navidad este año?
—No. Nunca lo pongo. Como te he dicho,
normalmente no estoy aquí en Navidad.
—Pero este año sí lo estarás.
—Pongámonos a trabajar, ¿de acuerdo?
—dijo él, evitando iniciar así otra conversación personal. Eso resultaba
demasiado peligroso estando solos en el apartamento.
Los dos tomaron asiento, y ella empezó a
hablar. Una hora más tarde, lo miró y le preguntó:
—¿Ybien? ¿Qué te parece?
Peter se recostó sobre el respaldo de la
silla, impresionado. Tenía que admitir que la propuesta no era tan descabellada
como había pensado en un principio. Efectivamente, La había hecho un buen
trabajo.
—Quiero echar un vistazo a ese hotel de
Florida. Concierta una cita —dijo.
La sonrió. Evidentemente, se sentía muy
orgullosa. Peter se percató de que un rizo se le había caído sobre un ojo. Tuvo
que contenerse para no extender la mano para apartárselo. De repente, se dio
cuenta de que no quería que ella se marchara. Como no había tomado nada en la
fiesta, tenía algo de hambre.
—¿Tienes apetito?
—Un poco.
—Tengo una empleada que se ocupa de que
no me falte lo básico, si quieres, podemos pedir algo de cenar.
—Vamos a ver qué tienes.
Peter la acompañó a la cocina. Allí, La
abrió el frigorífico y miró en su interior.
—¿Algo bueno?
—Tienes razón. No te falta lo básico
—dijo ella, sacando un paquete de huevos, un poco de queso y pan.
—¿Vas a hacer tortillas?
—No, un suflé.
—Vaya. ¿Sabes cocinar? Creía que tu tía
se ocupaba de las comidas en tu casa.
—He aprendido algunas cosas de ella
—replicó con una sonrisa.
Una hora más tarde, el apartamento de Peter
estaba inundado del cálido y hogareño aroma de galletas recién horneadas y de
un esponjoso suflé.
Cuando se sentaron a la mesa, La esperó
a que él lo prohara.
—Está delicioso —dijo, provocando una
sonrisa en los labios de ella.
Las sonrisas de La tenían algo de
especial, lo mismo que la ternura de sus ojos. Ambos gestos le provocaban
extrañas sensaciones en el corazón. De repente, Peter sintió deseos de tomarla
en brazos y de protegerla del mundo. De repente, recordó cómo se había sentido
cuando Karen sonreía. La había amado con toda la pasión y la ingenuidad, pero
se la habían arrebatado. ¿Sería para siempre cuando volviera a enamorarse?
—Peter... ¿En qué pensabas? Parecías
estar muy lejos de aquí.
—Lo siento...
Se dijo que debía centrarse. Ella era
una compañera de trabajo, pero... Recordó el modo en que se había sentido al
tomarla en brazos, el modo en el que ella le había mirado a los ojos. Peter
había sentido algo muy dentro, una sensación en el alma que no había
experimentado desde hacía años, lo que era ridículo. No podía tenerla. Nunca.
Su trayectoria profesional dependía de ello.
—Debería llevarte a casa —dijo—. Tu tía
estará muy preocupada.
—No soy una niña, Peter. No tengo hora
de llegada.
—Deja los platos donde están —insistió
él, poniéndose de pie—. La doncella se encargará de recogerlos mañana.
Con eso, fue a por los abrigos y se
dirigió al ascensor.
—Espera —dijo La, tocándole suavemente
en el brazo—. ¿He dicho algo que te haya molestado?
¿Cómo podía explicarle que necesitaba
sacarla de allí antes de que hiciera algo de lo que se arrepentiria La lo
miraba fijamente con sus grandes ojos color esmeralda. Entonces, aquel maldito
rizo volvió a caerle sobre los ojos. Aquella vez, no lo dudó. Extendió la mano
y se lo apartó del rostro. En aquel momento, La lo besó.
Peter esta cayendo hechizado por Lali!Me gustó el cap!
ResponderEliminarMe ENCANTA que mas te puedo decir Masss!!
ResponderEliminarotro!!! No nos dejes así!! me encanta más!!
ResponderEliminarLALI tieneia miedo de como iba tratar su tia a PETER y no se equivoco.
ResponderEliminarPETER cada vez se siente mas atraido x LALI y no puede hacer nada.
ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
MAS!
ResponderEliminarya va a ceder peter
ResponderEliminar@arimurb
Ahhhhhhhhh lo beso a Peter!!!!!
ResponderEliminarMe encanto el cap!!!!! Masssss
Quiero saber como va a reacionar peter aaaaa!
ResponderEliminarMe encanta la nove el próximo capitulo mas mas
ResponderEliminarMe encanta el blog, me encanta la foto y me encanto el capitulo
ResponderEliminarMaratoooooooooooon!
ResponderEliminarNo me gusto como trato la tia de Lali a Peter,y como John trato a Lali tampoco! Me encanta la novela Angie!!! MATO EL FINAL, quiero maaaaaaaas♥
ResponderEliminar@Camhii_Infante
a no me muero rre lindo jajaja ya no lo puede ocultar mas me gusta por donde vamos jajajja lograron sacarme una gran sonrisa en mi dia sombrio espero a q se publique el otro
ResponderEliminarA pesar d tener k disimular ante todos ,Peter se siente más atraído x Lali ,más d lo k el mismo piensa.
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