viernes, 1 de febrero de 2013

Capitulo 30


Gracias a los q se estan copando con esta maraton!! +25 creen q podamos terminar la nove hoy?


Capitulo 30
—¡Peter, no hablarás en serio! —exclamó Lali—. Mis hermanas pasaron horas bordándolo. Fue un regalo de cumpleaños. Quiero contemplarlo cada vez que lo desee.

El padre Jasper entró en el salón a tiempo para oír lo que Lali decía. Un vistazo al muro sobre el hogar le explicó el motivo del entrecejo fruncido del señor.
Comprendió que se avecinaba una discusión y, como no quería que hiriesen los sentimientos de la muchacha, se apresuró a intervenir en favor de Lali,
—Vamos, Peter, no creo que quiera ofenderte al poner el retrato del enemigo en tu casa.
—¡No, desde luego que no pretendía ofender! —exclamó Lali— ¡En cambio él está poniendo a prueba mi paciencia, se lo aseguro!
—¿Qué yo pongo a prueba tu paciencia? —dijo Peter, conteniendo un grito. Sólo se reprimió teniendo en cuenta la delicadeza propia de la esposa.
—Desde luego que sí, Peter Lanzani —prosiguió Lali—. Este también es mi hogar, ¿no es verdad? Tendría que tener derecho de colgar lo que quisiera.
—No.
Lali y el padre Jasper miraron ceñudos a Peter. Victorio y Maxi sonrieron. Lali le dio la espalda a su esposo.
—Padre, ¿me ayudaría a llevar esta silla al salón? ¿O acaso eso va en contra de tus reglas, Peter?
El padre Jasper inspeccionó atentamente el mueble.
—Tiene unas maderas arqueadas debajo —describió en voz alta—. Muchacha, aquí hay algo equivocado.
—Es una silla para mecerse —explicó Lali, sin perder la paciencia.
Al oírla, el sacerdote arqueó las cejas.
—Ya lo sé —dijo Lali—. Nunca la aceptarán, aunque es muy cómoda. Debería probarla, padre.
—Quizás en otra ocasión —dijo el sacerdote, apartándose del extraño artefacto.
Peter no ocultó su irritación. Alzó la silla, bajó con ella los tres escalones, atravesó el salón a zancadas y la dejó junto al hogar. Mientras lo hacía, trató de no mirar el rostro feo de William que le sonreía desde el tapiz.
—Ya está. ¿Estás contenta, esposa?
El tono de Peter fue tan áspero, que el padre Jasper creyó necesario volver a interceder.
—¡La silla es tan grande que parece capaz de tragarme!
—Después de la cena, mis hermanas se sentaban sobre el regazo de papá, y él les contaba historias maravillosas —confesó Lali, con una suave sonrisa ante la evocación.
Peter percibió en la voz de la mujer un matiz reflexivo, desconocido para él hasta ese momento. Además, el comentario lo intrigó pues, sin quererlo, Lali se había excluido. ¿O acaso no había sido sin querer? Peter le hizo señas para que se acercara.
Cuando Lali estuvo ante él y nadie podía oírlos, le pidió que le explicase:
—Lali, ¿dónde te sentabas tú? ¿Estabas apretada junto a Eugenia sobre una rodilla, o al lado de las mellizas, en la otra?
La imagen de las cuatro niñitas sentadas sobre el regazo del padre para oír el cuento de las buenas noches hizo sonreír a Peter. Sin duda las mellizas llorarían, Eugenia se quejaría y Lali trataría de tranquilizarlas.
—Por lo general, Eleanor y Eugenia se sentaban en una rodilla, y las mellizas en la otra.
—¿Eleanor?
—La hija mayor —aclaró Lali—. Murió cuando yo tenía siete años. Peter, ¿por qué estás ceñudo? ¿Acaso he dicho algo que te disguste?
—Como de costumbre, no me has dado una respuesta directa —señaló Peter. Comenzaba a entender, aunque quiso asegurarse de que estaba en lo cierto—. Te preguntaba dónde te sentabas tú.
—No me sentaba. A menudo, me quedaba de pie junto a la silla de papá —respondió—. O frente a él. ¿Por qué te importa tanto dónde me sentaba?
Si bien no era importante para Peter, supuso que sí lo había sido para Lali.
—¿Nunca te tocó el turno a ti?
—No había lugar.
Esa sencilla afirmación, dicha en tono casual, hizo que Peter perdiese la compostura. Lali había sido la extraña. De súbito, Peter sintió deseos de golpear a ese padrastro insensible hasta convertirlo en una pulpa sanguinolenta. ¡Bien podría haberle hecho lugar a Lali!
Por otra parte, Lali acababa de revelarle cómo pensaba. Había hecho que el padre la tomara en cuenta. Las tareas... sí, ahora estaba claro. Al hacerse indispensable para el padre, Lali lo obligó a valorarla. Había confundido amor con necesidad. Pensó que, tal vez, Lali no conociera la diferencia.
Y en el presente, Lali intentaba que el esposo la tratara del mismo modo: cuantas más tareas le asignara, tanta más importancia le otorgaría.
Estaba condenado, tanto si lo hacía como si no. Quizás estuviera loca, pero era su mujer y quería que fuese feliz. Y no pensaba permitir que acelerara la muerte cargándose con tareas pesadas.
Tenía mucho en que pensar. Peter resolvió no seguir discutiendo el tema hasta no haber encontrado una forma de enseñarle la diferencia entre amor y necesidad. De manera instintiva, comprendió que no sería suficiente que le dijese cuánto le importaba. Tendría que hallar el modo de demostrárselo.
—Esposa, nadie querrá sentarse en esa silla tan rara —afirmó Peter.
—¿Tienes miedo de probarla? —lo retó.
El hombre dio rienda suelta a la exasperación, y luego se rindió. La silla crujió bajo el peso de Peter. Con todo, se ajustaba a la perfección a su espalda, aunque le hubiera dado impulso para mecerla. Estaba seguro de que caería hacia atrás. Pero no fue así, y al comprobarlo, sonrió.
—Me temo que tenías razón, esposa —afirmó Peter—. Nunca nos acostumbraremos. Pero si estás dispuesta a aceptar las bromas que te harán los soldados al verla, puedes quedarte con ella.
—Claro que puedo —le espetó Lali, otra vez con los brazos en la cadera.
Peter se levantó de la mecedora para erguirse ante Lali e intimidarla.
—Puedes dejarla junto al hogar —dijo—. Y ahora, quiero que me demuestres tu agradecimiento.
—¿William? —preguntó Lali, sin hacer caso de la sugerencia.
—William podría irse a...
—¿Al dormitorio? —propuso el padre Jasper, bajando los escalones.
—Esa no es la última cara que quiero ver antes de quedarme dormido —exclamó Peter—. Lali, si quieres colgarlo en algún lado, ponlo en la bodega de los vinos, pero no deseo volver a ver ese rostro.
Lali parecía dispuesta a discutir con su esposo. El padre Jasper le tomó las manos entre las suyas.
—Mordisco a mordisco, dulce muchacha —le murmuró.
Peter dirigió una mirada sombría al sacerdote; luego fue hasta la mesa y se sirvió una copa de cerveza. El sacerdote se acercó a él, arrastrando a Lali.
—Beberé mi copa de agua —le dijo a Peter. Un pensamiento súbito lo hizo alzar las cejas—. Peter, ¿sabes qué se obtiene cuando mezclas agua con cerveza?
Peter asintió:
—Cerveza aguada.
—Y una vez mezcladas, ya no puedes separarlas, ¿verdad?
—Claro que no —repuso Peter—. Padre, ¿qué trata de decirme?
—Tú quieres que tu esposa se acostumbre —respondió el sacerdote—. Te he oído decir varias veces.
—No lo niego —respondió Peter—. Se acostumbrará.
—¿Quieres que Lali cambie? ¿Que sea distinta de lo que es?
—No, me gusta tal cual es —admitió Peter.
Aunque Lali supo que la había elogiado, el tono y la expresión parecían indicar lo contrario.
—¿Quieres acaso que se convierta en una muchacha escocesa?
—Desde luego que no.

El tono fue tan enfático que el padre Jasper supuso que estaba tan sorprendido como él por tanta convicción.
—Es inglesa; no puede cambiar ese hecho. Pero se acostumbrará.
—Y tú también.
La afirmación del sacerdote quedó vibrando en el aire. Largo rato después, Peter respondió:
—Explíquese. Mi paciencia es tan tenue como la cerveza aguada.
—Lali es valiosa a su propio modo. Sus tradiciones forman parte de ella —dijo el padre Jasper—. De la misma manera, tú tienes tus tradiciones. ¿Acaso no puedes armonizar ambas de forma pacífica? Un buen tapiz con el retrato de nuestro rey Edgar quedaría muy bien junto al de William. ¿Qué te parece esa idea?
A Peter no le agradó, pero la sonrisa de su esposa le demostró que tenía su mérito. Pero la consideración hacia los sentimientos de Lali se interpuso a la opinión genuina de Peter, y aceptó a desgana.
—Muy bien —afirmó—. Pero será más grande que el de William.
Lali estaba demasiado feliz por el asentimiento de Peter para discutir sobre el tamaño del retrato. Para sus adentros, pensó que el rostro de Edgar quedaría bien en un tapiz de la mitad del tamaño del otro, pero supuso que tendría que hacerlos iguales pues, de lo contrario, Peter lo notaría. Pero no iba a poner un halo sobre la cabeza de Edgar, y eso era todo.
—Gracias, Peter —murmuró.
Por la sonrisa de Lali, Peter imaginó que su esposa lo creyó vencido, pero estaba decidido a quedarse con la última palabra.
—Maxi, quita el tapiz hasta que esté terminado el de Edgar. Pronto entrarán los soldados a comer, y si tienen que contemplarlo a él, quedarán demasiado descompuestos para el entrenamiento de la tarde.
El padre Jasper esperó a que el señor abandonara el salón y luego dio rienda suelta a la diversión. Lanzó a Lali un guiño y salió del salón silbando una melodía escocesa, interrumpida por risitas. El sacerdote estaba impaciente por el estallido de la siguiente tormenta.
En las Tierras Altas, cuando llovía, llovía. Lali acababa de preguntarles a Victorio y Maxi si no tenían nada que hacer. Había subido las escaleras y vio que los dos la seguían.
Los dos negaron con la cabeza. Entonces, Lali los hizo trabajar acarreando el equipaje a la habitación ya limpia. Vio que Belén y Paula estaban junto al hogar, contemplando la silla, pero cuando Lali las saludó, le dieron la espalda.
Belén sonreía, hasta que vio la expresión sombría de Paula y, entonces, la imitó.
Lali no le hizo caso a Belén. La chica no podía evitar ser como era. Pero Paula era otra cuestión.
Lali comprendió que Paula demostraba ser la mujer más inflexible de Escocia. Tenía un aire rígido que resultaba muy desagradable. Siempre tenía el cabello trenzado en forma de corona en lo alto de la cabeza y jamás tenía un cabello suelto. También el vestido estaba siempre impecable Lali nunca la vio desarreglada. Sí, sin duda Paula era tan minuciosa en su atuendo como en su odio hacia la señora.
Y la señora ya estaba harta.
—¿Qué le ha sucedido? —gritó Paula, en tono burlón—. ¿Acaso se cayó en un cubo de jabón?
Maxi estaba de pie detrás de Lali; dio un paso adelante obstruyéndole la visión con su espalda ancha y le gritó a su hermana:
—¡No te atrevas a usar ese tono con la esposa de tu señor!
Lali se sintió como si estuviese en medio de una tormenta. El grito de Maxi le hizo latir la cabeza. Dio un golpecito en el hombro de Maxi, y cuando este se volvió, le pidió permiso para ocuparse ella misma de la hermana.
De inmediato, Maxi asintió.
Lali caminó hasta el centro del salón.
—Belén, sal fuera, chica. Paula, usted quédese donde está.
Pensó que su tono no sería lo bastante autoritario pues Paula, sin hacerle el menor caso, se encaminó hacia la puerta. Maxi volvió a intervenir. Dio una orden en tono tan áspero que Paula se detuvo en seco.
Lali le dio las gracias y le pidió que la dejara unos minutos a solas con Paula. A decir verdad, no quería que la conversación tuviera testigos.
Victorio le respondió. De pie en el último escalón, mirando con fiereza a Paula, dijo:
—Ninguno de nosotros se moverá.
Lali resolvió no discutirle, pues parecía muy decidido. Se acercó a Maxi y, cuando estuvo ante él, se apartó el pelo los ojos y se acercó más aún.
Susurró en voz tan queda que sólo Maxi oyó lo que decía. La expresión del soldado no cambió pero, cuando Lali terminó, hizo un breve gesto de asentimiento.
Lali le dio las gracias de nuevo, y se volvió para mirar a la hermana.
—Desde que llegué aquí, me tratas como a una leprosa —le dijo a Paula—. Estoy harta de esa actitud.
Paula lanzó un resoplido despectivo en la propia cara de la señora.
—¿Eso significa que no quieres llevarte bien conmigo? —preguntó, en tono más duro.
—No veo el motivo de llevarme bien con personas como usted —musitó Paula.
—¿Maxi? —llamó Lali. Odiaba tener que pedirle ayuda, pero tenía que superar el enfado de Paula.
—¿Sí, milady?
—Si le pido a Peter que eche a Paula de las tierras Lanzani a la caída de la noche, ¿estará de acuerdo?
Paula ahogó una exclamación.
—Sí.
—¿Dónde iría? —preguntó Paula—. ¡Maxi, no puedes permitir...!
—¡Silencio!
Ni Maxi ni Victorio habían oído nunca a Lali emplear ese tono, y Victorio sonrió. La expresión ofuscada de Paula le dio ganas de reír.
Paula tenía las manos crispadas a los lados, y era evidente que estaba furiosa, pero eso no era suficiente. Lali quería que se descontrolara. Esperaba que, si eso sucedía, la mujer hablaría y Lali podría conocer los motivos de ese odio tan acendrado.
—Paula, aquí la señora soy yo —dijo, en tono bajo y arrogante—. Si quiero que te echen, lo lograré.
—Maxi no se lo permitirá.
—Sí, lo hará —se jactó Lali. ¡Dios era testigo de que detestaba las espantosas mentiras que estaba diciendo!
—Si bien es tu hermano y tutor, Peter es el señor de Maxi, y él es leal a mi esposo —agregó—. En cambio, tú no eres leal a nadie, ¿verdad?
—Lo soy —gritó Paula.
—Tal vez en otro tiempo —replicó Lali con un falso encogimiento de hombros—. Sí, debes de haber sido leal a Peter mientras estuvo casado con María. El padre Jasper me contó que estabas muy apegada a la primera esposa de Peter.
—Usted no puede reemplazarla. No lo permitiré.
—Ya lo he hecho.
Estas últimas palabras hicieron saltar las hilachas de control a las que Paula se aferraba. Sin poder contenerse, intentó dar una bofetada al ama. Sólo pretendía quitar del rostro de la señora la expresión malvada. Quería herirla tanto como Lali estaba hiriéndola a ella.
Lali estaba esperando el ataque y, aunque era mucho más pequeña que la otra, también era más fuerte. Atrapó la muñeca de la mujer y la obligó a arrodillarse en el suelo antes de que pudiese lanzar el próximo grito.
Maxi y Victorio se precipitaron a intervenir, y se detuvieron junto a Lali.
—No intervengan —les dijo la señora sin soltar a la presa.

Ya no apretaba la muñeca de Paula sino que tenía la mano de la mujer contra la cintura. Acariciaba suavemente el hombro de Paula al mismo tiempo que intentaba conservar el equilibrio. Paula sollozaba con el rostro apoyado en las faldas de Lali.
Nadie habló hasta que Paula recuperó cierto grado de control.
—¡Mi Dios, iba a pegarle! ¡Lo siento tanto...! —murmuró Paula—. Cuando vi que usted y el padre Jasper sacaban el baúl de María de la habitación, me indigné. No quería que tirara las cosas de ella. Me sentí tan colmada de...
—No pensaba tirar las cosas de María —le dijo Lali—. Sólo trasladé el baúl a la otra habitación, Paula.
—En ese baúl estaba la ropa del bebé —continuó Paula, como si no hubiese oído lo que Lali decía—. Trabajó mucho haciéndola.
—Entonces, ¿quería tener al hijo de Peter? —preguntó Lali con un tono tan suave como una caricia.
—¡Por favor, diga que me perdona, milady! —sollozó Paula, volviendo al otro tema que la preocupaba—. No quería lastimarla.
—No me has herido, Paula. Y yo también lo siento.
—¿En serio? —preguntó Paula.
Todavía de rodillas, alzó el rostro hacia Lali mientras las lágrimas le corrían por las mejillas. Con el borde del vestido, Lali se las secó.
—Lamento las dolorosas mentiras que te he dicho. Paula, estabas muy predispuesta en contra mía, y tuve que recurrir a una treta para que me escucharas.
—¿No pensaba hacerme echar?
Lali negó con la cabeza y ayudó a Paula a levantarse.
—Paula, es usted un miembro muy importante de este clan. Jamás haría que la echaran. También he mentido con respecto a María. Yo no ocupo el lugar de ella.
Paula sacudió la cabeza.
—Pero ahora es usted la esposa de Peter.
—Eso no significa que simulemos que María jamás ha existido.
—Él lo hace.
—¿Peter? —La mujer asintió, y Lali susurró—. Le resulta doloroso.
—No sé —musité Paula—. Yo estaba convencida de que no le importaba. No estuvieron mucho tiempo casados, milady. Ni siquiera hubo tiempo de traer a su hija...
—¿Su qué? —No pensó en gritar, pero las palabras de Paula, dichas como al pasar, la sorprendieron tanto que no pudo contenerse—. El padre Jasper me contó que Peter y María sólo estuvieron casados dos meses.
Paula asintió.
—Peter estaba prometido a Belén —dijo—. Pero el rey Edgar cambió de idea. Belén... bueno, no se desarrollaba lo bastante rápido, y María acababa de perder a su esposo. Se llamaba Kevin y murió defendiendo al rey. María estaba preñada de la hija de Kevin.
Lali casi se cayó, y Maxi la tomó del brazo para sostenerla.
—¿Se siente mal, milady? —preguntó.
—No —repuso Lali—. Estoy furiosa. Paula, ¿cuánto tiempo estuvo María casada con Kevin?
—Seis años.
—Háblame acerca de la niña —exigió.
—Tenía una hija —dijo Paula—. María esperaba el regreso de Peter para ir a buscarla. A la niña la cuidaba la madre de Kevin.
Paula condujo a Lali junto a la mesa cuando la señora dijo que necesitaba sentarse.
—Está enferma —tartamudeó Paula—. Yo he provocado...
—¡Diablos, nadie me cuenta nada! —gritó Lali—. Cuando se casó con mi padre, mi madre estaba embarazada de mí. ¡Y si creéis que permitiré que...!
Por fin, Lali logró controlar sus emociones. Vio que los soldados la miraban preocupados. Hizo una inspiración profunda para serenarse y compuso una sonrisa.
—Paula y yo hemos resuelto esta pequeña disputa. Las dos lamentamos que hayáis sido testigos de una conducta tan poco digna de damas. Pero no quiero que ninguno de los dos le mencione esto a Peter, pues lo único que lograríais sería avergonzarlo e irritarlo. ¿Te parece bien, Paula?
Esperó el gesto de asentimiento de Paula, y dijo:
—Paula, seguirá ocupándose de las cuestiones domésticas. En ocasiones me gustaría ayudarla. ¿Crees que se podría servir otra cosa que cordero para la cena? Odio el cordero.
Paula sonrió y otra vez se le llenaron los ojos de lá grimas.
—¿Cómo se llama la hija? —preguntó Lali.
—Luz —respondió Paula—. La familia de Kevin tiene parte de sangre irlandesa.
—Es un nombre precioso —dijo Lali, sonriendo—. ¿Cuántos años tiene ahora la niña?
—Tres años —respondió Paula—. No he visto a mi sobrina desde que nació. Supe que la madre de Kevin murió hace tres meses. Ahora, Luz está a cargo de un pariente lejano.
Lali tuvo que apelar a toda su voluntad para no revelar lo furiosa que estaba. Paula parecía querer llorar otra vez, y Lali no tenía tiempo de calmarla. La cabeza le bullía de planes.
—Prima, tenemos muchas cosas de que hablar, pero lo haremos después que te hayas arreglado el cabello.
Ese comentario logró lo que Lali se proponía: al instante, Paula se puso de pie.
—¿Tengo el pelo desarreglado? —preguntó acongojada. Se palpó la trenza mientras esperaba respuesta.
—Sólo un poco —le dijo Lali, conteniendo una sonrisa.
Paula hizo una reverencia y salió corriendo del salón.
Lali suspiró.
—Lali, has tenido un día duro —señaló Victorio—. Primero, la batalla contra el fuego, y ahora, contra una mujer obstinada.
—En realidad, primero fue contra un jabalí, luego Peter, después el fuego y, por último, Paula —lo corrigió con una sonrisa.
—¿Jabalí? ¿Luchaste contra un jabalí? —exclamó Victorio.
—Estaba bromeando —confesó Lali. Cuando la expresión de Victorio se suavizó, le contó lo sucedido.
Cuando concluyó, no se le pasó por alto el semblante perplejo del soldado.
—De modo que, como ves, en realidad no luché contra el jabalí. Sólo me interpuse en su camino. ¿Conoces al niño? Se llama Lindsay.
Victorio tuvo que sentarse antes de responder:
—Conocemos a ese clan.
—¡Dios mío, Lali —comenzó Maxi—, el padre de ese niño es un poderoso...!
—Despiadado —interrumpió Victorio.
—Señor —concluyó Maxi.
—Podrían haberte matado —gritó Victorio, levantándose otra vez.
—No la censures, Victorio —repuso Maxi—. Estoy seguro de que Peter...
—No se lo he dicho —lo interrumpió Lali.
Los hombres no se reservaron lo que opinaban de eso.
—Dejad de fruncir el entrecejo —les exigió la joven—. Le prometí al niño que no lo delataría. No veo motivos para decirle a Peter lo que pasó. Lo único que lograría sería preocuparlo. Quiero que me des tu palabra, Victorio. Y tú también, Maxi.
Los dos guerreros asintieron de inmediato; por supuesto, ninguno de los dos pensaba cumplir su palabra, pero querían tranquilizarla.
—¿Te ha sucedido alguna otra cosa que olvidas mencionar? —preguntó Victorio, arrastrando las palabras.
—Dadme tiempo —repuso Lali—. El día todavía no ha terminado.
Victorio sonrió y, milagro de milagros, también Maxi.
—Ha sido una mañana ajetreada —dijo la señora, suspirando—. Maxi, ¿tú sabes dónde está Luz?
El aludido asintió.
—¿Está muy lejos de aquí?
—Tres horas a caballo —afirmó, encogiéndose de hombros.
—Entonces, será mejor que salgamos ahora mismo.
—¿Cómo dice, milady? —preguntó Maxi. Dirigió a Victorio una mirada perpleja, preguntándose si había entendido bien a la señora. Lali ya había desaparecido tras la mampara.
—Partiremos enseguida —gritó Lali desde allí. Se asomó por la esquina—. ¿No tienes inconvenientes en acompañarme, Maxi? Para ser sincera, creo que me perdería aunque me diesen las indicaciones correctas.
—¿Adónde vamos? —preguntó Maxi.
—A ver a mi hija.
Claro que era una mentira, pues Lali no sólo tenía intenciones de ver a la niña. Sin embargo, no podía decirles toda la verdad a los soldados, pues si lo hacía no la ayudarían.
Además, supuso que lo descubrirían muy pronto.
Luz volvería al hogar al que pertenecía.
Y eso era todo.

29 comentarios:

  1. Fuerte!! pero me encanto.. que buena fue la idea de la maraton! espero el prox!! besos! Giu

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  2. A ver a mi hija? Ahh Lali esta loca jaja.. Ojala que termines hoy la nove.. Quiero más, más, más. -Yamii-

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  3. seguilaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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  8. si segui acabar la nov e hoy

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  9. Jaja esta vez las firmas avanzan rápido.. Quiero más nove. Igual me parece que las cosas se van a complicar un poco :( Quiero más nove, y espero que hoy la termines -Yami-

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  10. MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS

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  11. MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS

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  12. MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS

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  13. MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS

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  24. segui porfavor la tengo ke leer hoy me voy de viaje y tendre ke esperar una semana para leerlo

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  25. Uhh no me la imaginaba a Lali diciendo las cosas que le dijo a Paula, cap. fuerte. Pobre María ella queria tener un bebe, creo que ahora Mariana va a tener un heredero Lanzani (o al menos eso espero) xD
    Ya ahi mas de 25 firmas, subo otro cap. por favor!

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  26. AQUI ESTOY YO despues de 20 llamadas telefonicas al fin puedo poner mi comentario sabes q no me parece q quede tan poquito pero siempre todo se resuelve asi q la cereza del pastel sera lali embarazada

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