Gracias a los q se estan copando con esta maraton!! +25 creen q podamos terminar la nove hoy?
Capitulo
30
—¡Peter,
no hablarás en serio! —exclamó Lali—. Mis hermanas pasaron horas bordándolo.
Fue un regalo de cumpleaños. Quiero contemplarlo cada vez que lo desee.
El padre Jasper
entró en el salón a tiempo para oír lo que Lali decía. Un vistazo al muro sobre
el hogar le explicó el motivo del entrecejo fruncido del señor.
Comprendió
que se avecinaba una discusión y, como no quería que hiriesen los sentimientos
de la muchacha, se apresuró a intervenir en favor de Lali,
—Vamos, Peter,
no creo que quiera ofenderte al poner el retrato del enemigo en tu casa.
—¡No,
desde luego que no pretendía ofender! —exclamó Lali— ¡En cambio él está
poniendo a prueba mi paciencia, se lo aseguro!
—¿Qué yo
pongo a prueba tu paciencia? —dijo Peter, conteniendo un grito. Sólo se
reprimió teniendo en cuenta la delicadeza propia de la esposa.
—Desde
luego que sí, Peter Lanzani —prosiguió Lali—. Este también es mi hogar, ¿no es
verdad? Tendría que tener derecho de colgar lo que quisiera.
—No.
Lali y el
padre Jasper miraron ceñudos a Peter. Victorio y Maxi sonrieron. Lali le dio la
espalda a su esposo.
—Padre,
¿me ayudaría a llevar esta silla al salón? ¿O acaso eso va en contra de tus
reglas, Peter?
El padre Jasper
inspeccionó atentamente el mueble.
—Tiene
unas maderas arqueadas debajo —describió en voz alta—. Muchacha, aquí hay algo
equivocado.
—Es una
silla para mecerse —explicó Lali, sin perder la paciencia.
Al oírla,
el sacerdote arqueó las cejas.
—Ya lo sé
—dijo Lali—. Nunca la aceptarán, aunque es muy cómoda. Debería probarla, padre.
—Quizás en
otra ocasión —dijo el sacerdote, apartándose del extraño artefacto.
Peter no
ocultó su irritación. Alzó la silla, bajó con ella los tres escalones, atravesó
el salón a zancadas y la dejó junto al hogar. Mientras lo hacía, trató de no
mirar el rostro feo de William que le sonreía desde el tapiz.
—Ya está.
¿Estás contenta, esposa?
El tono de
Peter fue tan áspero, que el padre Jasper creyó necesario volver a interceder.
—¡La silla
es tan grande que parece capaz de tragarme!
—Después
de la cena, mis hermanas se sentaban sobre el regazo de papá, y él les contaba
historias maravillosas —confesó Lali, con una suave sonrisa ante la evocación.
Peter
percibió en la voz de la mujer un matiz reflexivo, desconocido para él hasta
ese momento. Además, el comentario lo intrigó pues, sin quererlo, Lali se había
excluido. ¿O acaso no había sido sin querer? Peter le hizo señas para que se
acercara.
Cuando Lali
estuvo ante él y nadie podía oírlos, le pidió que le explicase:
—Lali,
¿dónde te sentabas tú? ¿Estabas apretada junto a Eugenia sobre una rodilla, o
al lado de las mellizas, en la otra?
La imagen
de las cuatro niñitas sentadas sobre el regazo del padre para oír el cuento de
las buenas noches hizo sonreír a Peter. Sin duda las mellizas llorarían, Eugenia
se quejaría y Lali trataría de tranquilizarlas.
—Por lo
general, Eleanor y Eugenia se sentaban en una rodilla, y las mellizas en la
otra.
—¿Eleanor?
—La hija
mayor —aclaró Lali—. Murió cuando yo tenía siete años. Peter, ¿por qué estás
ceñudo? ¿Acaso he dicho algo que te disguste?
—Como de
costumbre, no me has dado una respuesta directa —señaló Peter. Comenzaba a
entender, aunque quiso asegurarse de que estaba en lo cierto—. Te preguntaba
dónde te sentabas tú.
—No me
sentaba. A menudo, me quedaba de pie junto a la silla de papá —respondió—. O
frente a él. ¿Por qué te importa tanto dónde me sentaba?
Si bien no
era importante para Peter, supuso que sí lo había sido para Lali.
—¿Nunca te
tocó el turno a ti?
—No había
lugar.
Esa
sencilla afirmación, dicha en tono casual, hizo que Peter perdiese la
compostura. Lali había sido la extraña. De súbito, Peter sintió deseos de
golpear a ese padrastro insensible hasta convertirlo en una pulpa
sanguinolenta. ¡Bien podría haberle hecho lugar a Lali!
Por otra
parte, Lali acababa de revelarle cómo pensaba. Había hecho que el padre la
tomara en cuenta. Las tareas... sí, ahora estaba claro. Al hacerse
indispensable para el padre, Lali lo obligó a valorarla. Había confundido amor
con necesidad. Pensó que, tal vez, Lali no conociera la diferencia.
Y en el
presente, Lali intentaba que el esposo la tratara del mismo modo: cuantas más
tareas le asignara, tanta más importancia le otorgaría.
Estaba condenado,
tanto si lo hacía como si no. Quizás estuviera loca, pero era su mujer y quería
que fuese feliz. Y no pensaba permitir que acelerara la muerte cargándose con
tareas pesadas.
Tenía
mucho en que pensar. Peter resolvió no seguir discutiendo el tema hasta no
haber encontrado una forma de enseñarle la diferencia entre amor y necesidad.
De manera instintiva, comprendió que no sería suficiente que le dijese cuánto
le importaba. Tendría que hallar el modo de demostrárselo.
—Esposa,
nadie querrá sentarse en esa silla tan rara —afirmó Peter.
—¿Tienes
miedo de probarla? —lo retó.
El hombre
dio rienda suelta a la exasperación, y luego se rindió. La silla crujió bajo el
peso de Peter. Con todo, se ajustaba a la perfección a su espalda, aunque le
hubiera dado impulso para mecerla. Estaba seguro de que caería hacia atrás.
Pero no fue así, y al comprobarlo, sonrió.
—Me temo
que tenías razón, esposa —afirmó Peter—. Nunca nos acostumbraremos. Pero si
estás dispuesta a aceptar las bromas que te harán los soldados al verla, puedes
quedarte con ella.
—Claro que
puedo —le espetó Lali, otra vez con los brazos en la cadera.
Peter se
levantó de la mecedora para erguirse ante Lali e intimidarla.
—Puedes
dejarla junto al hogar —dijo—. Y ahora, quiero que me demuestres tu agradecimiento.
—¿William?
—preguntó Lali, sin hacer caso de la sugerencia.
—William
podría irse a...
—¿Al
dormitorio? —propuso el padre Jasper, bajando los escalones.
—Esa no es
la última cara que quiero ver antes de quedarme dormido —exclamó Peter—. Lali,
si quieres colgarlo en algún lado, ponlo en la bodega de los vinos, pero no
deseo volver a ver ese rostro.
Lali
parecía dispuesta a discutir con su esposo. El padre Jasper le tomó las manos
entre las suyas.
—Mordisco
a mordisco, dulce muchacha —le murmuró.
Peter
dirigió una mirada sombría al sacerdote; luego fue hasta la mesa y se sirvió
una copa de cerveza. El sacerdote se acercó a él, arrastrando a Lali.
—Beberé mi
copa de agua —le dijo a Peter. Un pensamiento súbito lo hizo alzar las cejas—. Peter,
¿sabes qué se obtiene cuando mezclas agua con cerveza?
Peter
asintió:
—Cerveza
aguada.
—Y una vez
mezcladas, ya no puedes separarlas, ¿verdad?
—Claro que
no —repuso Peter—. Padre, ¿qué trata de decirme?
—Tú
quieres que tu esposa se acostumbre —respondió el sacerdote—. Te he oído decir
varias veces.
—No lo
niego —respondió Peter—. Se acostumbrará.
—¿Quieres
que Lali cambie? ¿Que sea distinta de lo que es?
—No, me
gusta tal cual es —admitió Peter.
Aunque Lali
supo que la había elogiado, el tono y la expresión parecían indicar lo
contrario.
—¿Quieres
acaso que se convierta en una muchacha escocesa?
—Desde
luego que no.
El tono
fue tan enfático que el padre Jasper supuso que estaba tan sorprendido como él
por tanta convicción.
—Es
inglesa; no puede cambiar ese hecho. Pero se acostumbrará.
—Y tú
también.
La
afirmación del sacerdote quedó vibrando en el aire. Largo rato después, Peter
respondió:
—Explíquese.
Mi paciencia es tan tenue como la cerveza aguada.
—Lali es
valiosa a su propio modo. Sus tradiciones forman parte de ella —dijo el padre Jasper—.
De la misma manera, tú tienes tus tradiciones. ¿Acaso no puedes armonizar ambas
de forma pacífica? Un buen tapiz con el retrato de nuestro rey Edgar quedaría
muy bien junto al de William. ¿Qué te parece esa idea?
A Peter no
le agradó, pero la sonrisa de su esposa le demostró que tenía su mérito. Pero
la consideración hacia los sentimientos de Lali se interpuso a la opinión
genuina de Peter, y aceptó a desgana.
—Muy bien
—afirmó—. Pero será más grande que el de William.
Lali
estaba demasiado feliz por el asentimiento de Peter para discutir sobre el
tamaño del retrato. Para sus adentros, pensó que el rostro de Edgar quedaría
bien en un tapiz de la mitad del tamaño del otro, pero supuso que tendría que
hacerlos iguales pues, de lo contrario, Peter lo notaría. Pero no iba a poner
un halo sobre la cabeza de Edgar, y eso era todo.
—Gracias, Peter
—murmuró.
Por la
sonrisa de Lali, Peter imaginó que su esposa lo creyó vencido, pero estaba
decidido a quedarse con la última palabra.
—Maxi,
quita el tapiz hasta que esté terminado el de Edgar. Pronto entrarán los
soldados a comer, y si tienen que contemplarlo a él, quedarán demasiado
descompuestos para el entrenamiento de la tarde.
El padre Jasper
esperó a que el señor abandonara el salón y luego dio rienda suelta a la
diversión. Lanzó a Lali un guiño y salió del salón silbando una melodía
escocesa, interrumpida por risitas. El sacerdote estaba impaciente por el
estallido de la siguiente tormenta.
En las
Tierras Altas, cuando llovía, llovía. Lali acababa de preguntarles a Victorio y
Maxi si no tenían nada que hacer. Había subido las escaleras y vio que los dos
la seguían.
Los dos
negaron con la cabeza. Entonces, Lali los hizo trabajar acarreando el equipaje
a la habitación ya limpia. Vio que Belén y Paula estaban junto al hogar,
contemplando la silla, pero cuando Lali las saludó, le dieron la espalda.
Belén
sonreía, hasta que vio la expresión sombría de Paula y, entonces, la imitó.
Lali no le
hizo caso a Belén. La chica no podía evitar ser como era. Pero Paula era otra
cuestión.
Lali
comprendió que Paula demostraba ser la mujer más inflexible de Escocia. Tenía
un aire rígido que resultaba muy desagradable. Siempre tenía el cabello
trenzado en forma de corona en lo alto de la cabeza y jamás tenía un cabello
suelto. También el vestido estaba siempre impecable Lali nunca la vio
desarreglada. Sí, sin duda Paula era tan minuciosa en su atuendo como en su
odio hacia la señora.
Y la
señora ya estaba harta.
—¿Qué le
ha sucedido? —gritó Paula, en tono burlón—. ¿Acaso se cayó en un cubo de jabón?
Maxi
estaba de pie detrás de Lali; dio un paso adelante obstruyéndole la visión con
su espalda ancha y le gritó a su hermana:
—¡No te
atrevas a usar ese tono con la esposa de tu señor!
Lali se
sintió como si estuviese en medio de una tormenta. El grito de Maxi le hizo
latir la cabeza. Dio un golpecito en el hombro de Maxi, y cuando este se
volvió, le pidió permiso para ocuparse ella misma de la hermana.
De
inmediato, Maxi asintió.
Lali
caminó hasta el centro del salón.
—Belén,
sal fuera, chica. Paula, usted quédese donde está.
Pensó que
su tono no sería lo bastante autoritario pues Paula, sin hacerle el menor caso,
se encaminó hacia la puerta. Maxi volvió a intervenir. Dio una orden en tono
tan áspero que Paula se detuvo en seco.
Lali le
dio las gracias y le pidió que la dejara unos minutos a solas con Paula. A
decir verdad, no quería que la conversación tuviera testigos.
Victorio
le respondió. De pie en el último escalón, mirando con fiereza a Paula, dijo:
—Ninguno
de nosotros se moverá.
Lali
resolvió no discutirle, pues parecía muy decidido. Se acercó a Maxi y, cuando
estuvo ante él, se apartó el pelo los ojos y se acercó más aún.
Susurró en
voz tan queda que sólo Maxi oyó lo que decía. La expresión del soldado no
cambió pero, cuando Lali terminó, hizo un breve gesto de asentimiento.
Lali le
dio las gracias de nuevo, y se volvió para mirar a la hermana.
—Desde que
llegué aquí, me tratas como a una leprosa —le dijo a Paula—. Estoy harta de esa
actitud.
Paula
lanzó un resoplido despectivo en la propia cara de la señora.
—¿Eso
significa que no quieres llevarte bien conmigo? —preguntó, en tono más duro.
—No veo el
motivo de llevarme bien con personas como usted —musitó Paula.
—¿Maxi?
—llamó Lali. Odiaba tener que pedirle ayuda, pero tenía que superar el enfado
de Paula.
—¿Sí,
milady?
—Si le
pido a Peter que eche a Paula de las tierras Lanzani a la caída de la noche,
¿estará de acuerdo?
Paula
ahogó una exclamación.
—Sí.
—¿Dónde
iría? —preguntó Paula—. ¡Maxi, no puedes permitir...!
—¡Silencio!
Ni Maxi ni
Victorio habían oído nunca a Lali emplear ese tono, y Victorio sonrió. La
expresión ofuscada de Paula le dio ganas de reír.
Paula
tenía las manos crispadas a los lados, y era evidente que estaba furiosa, pero
eso no era suficiente. Lali quería que se descontrolara. Esperaba que, si eso
sucedía, la mujer hablaría y Lali podría conocer los motivos de ese odio tan
acendrado.
—Paula,
aquí la señora soy yo —dijo, en tono bajo y arrogante—. Si quiero que te echen,
lo lograré.
—Maxi no
se lo permitirá.
—Sí, lo
hará —se jactó Lali. ¡Dios era testigo de que detestaba las espantosas mentiras
que estaba diciendo!
—Si bien
es tu hermano y tutor, Peter es el señor de Maxi, y él es leal a mi esposo
—agregó—. En cambio, tú no eres leal a nadie, ¿verdad?
—Lo soy
—gritó Paula.
—Tal vez
en otro tiempo —replicó Lali con un falso encogimiento de hombros—. Sí, debes
de haber sido leal a Peter mientras estuvo casado con María. El padre Jasper me
contó que estabas muy apegada a la primera esposa de Peter.
—Usted no
puede reemplazarla. No lo permitiré.
—Ya lo he
hecho.
Estas
últimas palabras hicieron saltar las hilachas de control a las que Paula se
aferraba. Sin poder contenerse, intentó dar una bofetada al ama. Sólo pretendía
quitar del rostro de la señora la expresión malvada. Quería herirla tanto como Lali
estaba hiriéndola a ella.
Lali
estaba esperando el ataque y, aunque era mucho más pequeña que la otra, también
era más fuerte. Atrapó la muñeca de la mujer y la obligó a arrodillarse en el
suelo antes de que pudiese lanzar el próximo grito.
Maxi y Victorio
se precipitaron a intervenir, y se detuvieron junto a Lali.
—No intervengan
—les dijo la señora sin soltar a la presa.
Ya no
apretaba la muñeca de Paula sino que tenía la mano de la mujer contra la
cintura. Acariciaba suavemente el hombro de Paula al mismo tiempo que intentaba
conservar el equilibrio. Paula sollozaba con el rostro apoyado en las faldas de
Lali.
Nadie
habló hasta que Paula recuperó cierto grado de control.
—¡Mi Dios,
iba a pegarle! ¡Lo siento tanto...! —murmuró Paula—. Cuando vi que usted y el
padre Jasper sacaban el baúl de María de la habitación, me indigné. No quería
que tirara las cosas de ella. Me sentí tan colmada de...
—No
pensaba tirar las cosas de María —le dijo Lali—. Sólo trasladé el baúl a la
otra habitación, Paula.
—En ese
baúl estaba la ropa del bebé —continuó Paula, como si no hubiese oído lo que Lali
decía—. Trabajó mucho haciéndola.
—Entonces,
¿quería tener al hijo de Peter? —preguntó Lali con un tono tan suave como una
caricia.
—¡Por
favor, diga que me perdona, milady! —sollozó Paula, volviendo al otro tema que
la preocupaba—. No quería lastimarla.
—No me has
herido, Paula. Y yo también lo siento.
—¿En
serio? —preguntó Paula.
Todavía de
rodillas, alzó el rostro hacia Lali mientras las lágrimas le corrían por las
mejillas. Con el borde del vestido, Lali se las secó.
—Lamento
las dolorosas mentiras que te he dicho. Paula, estabas muy predispuesta en
contra mía, y tuve que recurrir a una treta para que me escucharas.
—¿No
pensaba hacerme echar?
Lali negó
con la cabeza y ayudó a Paula a levantarse.
—Paula, es
usted un miembro muy importante de este clan. Jamás haría que la echaran.
También he mentido con respecto a María. Yo no ocupo el lugar de ella.
Paula
sacudió la cabeza.
—Pero
ahora es usted la esposa de Peter.
—Eso no
significa que simulemos que María jamás ha existido.
—Él lo
hace.
—¿Peter?
—La mujer asintió, y Lali susurró—. Le resulta doloroso.
—No sé
—musité Paula—. Yo estaba convencida de que no le importaba. No estuvieron
mucho tiempo casados, milady. Ni siquiera hubo tiempo de traer a su hija...
—¿Su qué?
—No pensó en gritar, pero las palabras de Paula, dichas como al pasar, la
sorprendieron tanto que no pudo contenerse—. El padre Jasper me contó que Peter
y María sólo estuvieron casados dos meses.
Paula
asintió.
—Peter
estaba prometido a Belén —dijo—. Pero el rey Edgar cambió de idea. Belén...
bueno, no se desarrollaba lo bastante rápido, y María acababa de perder a su
esposo. Se llamaba Kevin y murió defendiendo al rey. María estaba preñada de la
hija de Kevin.
Lali casi
se cayó, y Maxi la tomó del brazo para sostenerla.
—¿Se
siente mal, milady? —preguntó.
—No
—repuso Lali—. Estoy furiosa. Paula, ¿cuánto tiempo estuvo María casada con
Kevin?
—Seis
años.
—Háblame
acerca de la niña —exigió.
—Tenía una
hija —dijo Paula—. María esperaba el regreso de Peter para ir a buscarla. A la
niña la cuidaba la madre de Kevin.
Paula
condujo a Lali junto a la mesa cuando la señora dijo que necesitaba sentarse.
—Está
enferma —tartamudeó Paula—. Yo he provocado...
—¡Diablos,
nadie me cuenta nada! —gritó Lali—. Cuando se casó con mi padre, mi madre
estaba embarazada de mí. ¡Y si creéis que permitiré que...!
Por fin, Lali
logró controlar sus emociones. Vio que los soldados la miraban preocupados.
Hizo una inspiración profunda para serenarse y compuso una sonrisa.
—Paula y
yo hemos resuelto esta pequeña disputa. Las dos lamentamos que hayáis sido
testigos de una conducta tan poco digna de damas. Pero no quiero que ninguno de
los dos le mencione esto a Peter, pues lo único que lograríais sería
avergonzarlo e irritarlo. ¿Te parece bien, Paula?
Esperó el
gesto de asentimiento de Paula, y dijo:
—Paula,
seguirá ocupándose de las cuestiones domésticas. En ocasiones me gustaría
ayudarla. ¿Crees que se podría servir otra cosa que cordero para la cena? Odio
el cordero.
Paula sonrió
y otra vez se le llenaron los ojos de lá grimas.
—¿Cómo se
llama la hija? —preguntó Lali.
—Luz
—respondió Paula—. La familia de Kevin tiene parte de sangre irlandesa.
—Es un
nombre precioso —dijo Lali, sonriendo—. ¿Cuántos años tiene ahora la niña?
—Tres años
—respondió Paula—. No he visto a mi sobrina desde que nació. Supe que la madre
de Kevin murió hace tres meses. Ahora, Luz está a cargo de un pariente lejano.
Lali tuvo
que apelar a toda su voluntad para no revelar lo furiosa que estaba. Paula parecía
querer llorar otra vez, y Lali no tenía tiempo de calmarla. La cabeza le bullía
de planes.
—Prima,
tenemos muchas cosas de que hablar, pero lo haremos después que te hayas
arreglado el cabello.
Ese
comentario logró lo que Lali se proponía: al instante, Paula se puso de pie.
—¿Tengo el
pelo desarreglado? —preguntó acongojada. Se palpó la trenza mientras esperaba
respuesta.
—Sólo un
poco —le dijo Lali, conteniendo una sonrisa.
Paula hizo
una reverencia y salió corriendo del salón.
Lali
suspiró.
—Lali, has
tenido un día duro —señaló Victorio—. Primero, la batalla contra el fuego, y
ahora, contra una mujer obstinada.
—En
realidad, primero fue contra un jabalí, luego Peter, después el fuego y, por
último, Paula —lo corrigió con una sonrisa.
—¿Jabalí?
¿Luchaste contra un jabalí? —exclamó Victorio.
—Estaba
bromeando —confesó Lali. Cuando la expresión de Victorio se suavizó, le contó
lo sucedido.
Cuando
concluyó, no se le pasó por alto el semblante perplejo del soldado.
—De modo
que, como ves, en realidad no luché contra el jabalí. Sólo me interpuse en su
camino. ¿Conoces al niño? Se llama Lindsay.
Victorio
tuvo que sentarse antes de responder:
—Conocemos
a ese clan.
—¡Dios
mío, Lali —comenzó Maxi—, el padre de ese niño es un poderoso...!
—Despiadado
—interrumpió Victorio.
—Señor
—concluyó Maxi.
—Podrían
haberte matado —gritó Victorio, levantándose otra vez.
—No la
censures, Victorio —repuso Maxi—. Estoy seguro de que Peter...
—No se lo
he dicho —lo interrumpió Lali.
Los
hombres no se reservaron lo que opinaban de eso.
—Dejad de
fruncir el entrecejo —les exigió la joven—. Le prometí al niño que no lo
delataría. No veo motivos para decirle a Peter lo que pasó. Lo único que
lograría sería preocuparlo. Quiero que me des tu palabra, Victorio. Y tú
también, Maxi.
Los dos
guerreros asintieron de inmediato; por supuesto, ninguno de los dos pensaba
cumplir su palabra, pero querían tranquilizarla.
—¿Te ha
sucedido alguna otra cosa que olvidas mencionar? —preguntó Victorio,
arrastrando las palabras.
—Dadme
tiempo —repuso Lali—. El día todavía no ha terminado.
Victorio
sonrió y, milagro de milagros, también Maxi.
—Ha sido
una mañana ajetreada —dijo la señora, suspirando—. Maxi, ¿tú sabes dónde está Luz?
El aludido
asintió.
—¿Está muy
lejos de aquí?
—Tres
horas a caballo —afirmó, encogiéndose de hombros.
—Entonces,
será mejor que salgamos ahora mismo.
—¿Cómo
dice, milady? —preguntó Maxi. Dirigió a Victorio una mirada perpleja,
preguntándose si había entendido bien a la señora. Lali ya había desaparecido
tras la mampara.
—Partiremos
enseguida —gritó Lali desde allí. Se asomó por la esquina—. ¿No tienes
inconvenientes en acompañarme, Maxi? Para ser sincera, creo que me perdería
aunque me diesen las indicaciones correctas.
—¿Adónde
vamos? —preguntó Maxi.
—A ver a
mi hija.
Claro que
era una mentira, pues Lali no sólo tenía intenciones de ver a la niña. Sin
embargo, no podía decirles toda la verdad a los soldados, pues si lo hacía no
la ayudarían.
Además,
supuso que lo descubrirían muy pronto.
Luz
volvería al hogar al que pertenecía.
Y eso era
todo.
Fuerte!! pero me encanto.. que buena fue la idea de la maraton! espero el prox!! besos! Giu
ResponderEliminarA ver a mi hija? Ahh Lali esta loca jaja.. Ojala que termines hoy la nove.. Quiero más, más, más. -Yamii-
ResponderEliminarseguilaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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ResponderEliminarMAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS
ResponderEliminarsi segui acabar la nov e hoy
ResponderEliminarJaja esta vez las firmas avanzan rápido.. Quiero más nove. Igual me parece que las cosas se van a complicar un poco :( Quiero más nove, y espero que hoy la termines -Yami-
ResponderEliminarMAS NOVE(!
ResponderEliminarMAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS
ResponderEliminarMAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS
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ResponderEliminarMAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS
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ResponderEliminarMas nove, por favor!
ResponderEliminarsegui porfavor la tengo ke leer hoy me voy de viaje y tendre ke esperar una semana para leerlo
ResponderEliminarUhh no me la imaginaba a Lali diciendo las cosas que le dijo a Paula, cap. fuerte. Pobre María ella queria tener un bebe, creo que ahora Mariana va a tener un heredero Lanzani (o al menos eso espero) xD
ResponderEliminarYa ahi mas de 25 firmas, subo otro cap. por favor!
Seguila plis..
ResponderEliminarAQUI ESTOY YO despues de 20 llamadas telefonicas al fin puedo poner mi comentario sabes q no me parece q quede tan poquito pero siempre todo se resuelve asi q la cereza del pastel sera lali embarazada
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