domingo, 3 de febrero de 2013

Capitulo 34


Holiii lidusss,volvi soy An,como vieron mi amiguchi me esta ayudando ! graciasss por sus firmass las amo! bueno aca dejo el penultimo cap,me tengo q ir un rato,pero luego si firman mucho cuando vuelva subo el FINAL♥


Capítulo 34

Sabía que tendría que haberle dicho quién era el hombre ante el cual había llorado, pero no tuvo ánimo para inquietarla otra vez.

Cuando el manto quedó acomodado, Lali se sintió mejor. También la voz era alegre cuando le dio las gracias. Al ver a su esposo cerca de la entrada, le dedicó una amplia sonrisa. Peter se alegró tanto al ver que ya no lloraba que sonrió en respuesta.

No, en ese instante no la entristecería. Esperaría a que estuviesen solos y nadie fuese testigo de la incomodidad de Lali.

La joven subió los escalones con las manos unidas ante los pliegues del manto, atrayendo la atención de Peter. Se detuvo ante él, inclinó la cabeza y murmuró en gaélico:
—Te amo, Peter.
—Yo también te amo, Lali.
Intentó tomarla entre los brazos, pero Lali retrocedió y movió la cabeza.
—Tenemos un invitado —le recordó.
—¿Tendré que esperar hasta más tarde para... manosearte?
—Lo escuchaste todo, ¿no es cierto?
—Sí —admitió Peter—. Y sin embargo, no pareces demasiado enfadada conmigo.
—Tu rey es un hombre muy bondadoso.
Atónito, Peter quedó con la boca abierta.
—Entonces, ¿lo supiste desde el principio?
—¿De verdad crees que le habría dicho que prestara atención si lo hubiese sabido desde el principio? —murmuró—. Soy un poco lenta, Peter, pero no estúpida. Lo supe cuando me prosterné.
Peter comenzó a reír.
—No debes decirle que lo sé —susurró la mujer.
—¿Por qué?
—Se sentiría herido.
—¿En serio lo crees?
Lali asintió:
—Peter, él cree estar protegiendo mis sentimientos. No tenemos que desilusionarlo.

Hizo una reverencia y se marchó del salón antes de que Peter tuviese tiempo de responder a esa afirmación ridícula. Y en ese momento, lo llamó el rey.

Peter dijo:
—Edgar, ¿crees que tendría que retarte o darte las gracias por haberme obligado a casarme con ella?
—Desde luego, me lo agradecerás —repuso Edgar—. Y Henry nos desafiaría a los dos si supiera la joya que nos entregó.
Los dos hombres rieron.
—No tendremos que esperar demasiado —predijo Peter—. Mi esposa es capaz de desatar una guerra contra Inglaterra en un par de semanas. Hubo ocasiones en las que creí que ella era el arma secreta de Henry.
Lali oyó los aullidos de risa que emergían por las puertas del salón. Se preguntó cuál sería el chiste que Peter acababa de contarle al rey, y pensó que quizá fuese aquella desagradable historia acerca de la inglesa muerta.
Al cerrarse las puertas tras ella estuvo a punto de caer de rodillas. Todos los horribles comentarios que le hizo a Edgar le zumbaban en la cabeza. ¡Que el Cielo la amparase, si hasta había llorado ante el rey!
Y el rey le había brindado comprensión. Ese súbito pensamiento le caldeó el corazón de gratitud. En realidad, era un hombre bondadoso.
—Lali, ¿qué haces aquí, sola? —preguntó Victorio.
—Victorio, ¿a qué viene semejante pregunta? ¿Acaso tengo que estar siempre escoltada?
—Así es —respondió el guerrero, sin poder contenerse.
—¿Por orden de Peter?
En lugar de responderle, el hombre cambió de tema.
—Lali, una de las cocineras se ha quemado una mano y quiere que le eches un vistazo.
De inmediato, logró distraer la atención de la joven.
—¡Pobre mujer! Llévame con ella ahora mismo, Victorio, y veré qué puedo hacer.
Pasó las dos horas siguientes atendiendo a la mujer lastimada. En realidad, la quemadura no era nada grave, pero Lali terminó haciendo una agradable visita a la gran familia de la mujer.
Victorio se quedó con ella todo el tiempo. Cuando regresaban a la casa principal, Lali dijo:
—Victorio, quisiera poner flores frescas en la tumba de María. ¿Me acompañas?
—Sí. —Al pasar por los establos y ver a Maxi que alistaba el caballo, le gritó informándole a dónde iban.
Mientras Lali recogía flores silvestres, ella y Victorio guardaron un cómodo silencio. Cuando los brazos de la joven desbordaban de flores, se encaminaron colina arriba, hacia la tumba de María. Pasaron por el cementerio consagrado, cercado con tablas de pino, y siguieron.
—Victorio, ¿estabas tú cuando María murió?
—Sí.
—Me han dicho que se suicidó —prosiguió la joven—. El padre Jasper me contó que saltó desde el acantilado.
Victorio asintió e hizo un gesto hacia la loma que estaba a la izquierda de la sepultura de María.
—Fue por aquí.
—¿Alguien la vio saltar?
Victorio volvió a asentir:
—Sí, Lali.
—¿Estabas tú? ¿Acaso viste...?
—Lali, ¿es necesario que hablemos de esto?
Lali se arrodilló junto a la tumba y quitó las flores viejas.
—Victorio, sólo trato de entender —musitó—. ¿Me creerías loca si te dijese que tengo la sensación de que María me pide que lo comprenda?
—Tal vez sí —repuso Victorio, esforzándose por adoptar un tono ligero—. Alguien ya puso flores en la sepultura —señaló, tratando de cambiar de tema.
—Yo lo hice antes de ayer —respondió Lali.
No pronunció palabra hasta que terminó de tapizar la sepultura con flores de colores vivaces.
Victorio esperó a que se volviese y le preguntó:
—Lali, ¿puedes explicarme qué quisiste decir con que María pide que la entiendas? —Se apoyó sobre una rodilla y comenzó a retorcer una flor entre los dedos, aguardando la respuesta. Advirtió que Lali daba suaves palmaditas en la tumba.
—No tiene mucho sentido —barbotó de pronto Lali—. Cuando llegue el momento de decírselo a Luz, ¿cómo podré hacérselo entender? Antes tengo que comprenderlo yo.
—¿Qué es lo que necesitas entender? María estaba desesperada. Ella...
—Pero Victorio, ¿acaso tú la viste desesperada?
Victorio movió la cabeza.
—No la conocía lo suficiente para juzgar su estado de ánimo. Admito que me sorprendí cuando...
—Entonces, tú no percibiste que se sintiera muy desdichada. El padre Jasper se sorprendió tanto como tú. A él le parecía contenta. Estaba impaciente por traer a su hija aquí. Si hubiera temido u odiado a Peter, no habría querido traer a la niña.
—Quizá creyó que no tenía alternativa —señaló Victorio.
Lali se levantó y se encaminó hacia el borde desde el que había saltado María.
—Pudo haberse caído. Sí, pudo haber sido un accidente. ¿Por qué todos la condenaron?
Se detuvo cerca del borde. Un estremecimiento le pasó por los brazos y se los frotó como para quitarse el frío.
—Cuando conocí a Peter, le tenía un poco de temor. Pero no me llevó más de un día comprender que es un hombre bueno y, desde el comienzo, supe que me cuidaría, Victorio. Estoy segura de que María debió de sentir lo mismo.
Victorio asintió.
—Lali, no olvides que María no conocía bien a Peter, pues fue convocado a...
—¿Murió pronto? —preguntó Lali.
—No —repuso Victorio—. Aterrizó sobre esa saliente que está allá —dijo, señalando una roca irregular—. Cuando Peter regresó, ya la habían sacado de allí. Nadie podría haberla salvado, ni tú. Tenía la espalda quebrada.
—¿Ya estaba muerta?

—Murió dos días después —respondió Victorio—. No abrió los ojos, Lali, y creo que no sufrió dolor.
—Perdió pie —insistió la joven, tratando de convencerse.
—Lali, ya tendríamos que regresar —afirmó Victorio, con intención de cambiar de tema—. Peter debe de estar buscándote. Ahora que el rey se ha marchado...
—¿Qué? —lo cortó Lali—. ¿Cuándo, Victorio? ¡Si acababa de llegar...!
—Se fue mientras tú recogías flores, Lali.
—¡Diablos! —musitó la muchacha—. No me despedí.
—Volverá pronto —le prometió Victorio—. Peter es como un hijo para él y lo visita con regularidad.
Un ruido súbito atrajo la atención de Victorio y, en el instante en que se volvía, una piedra grande lo golpeó en la cabeza. Vio una luz cegadora y se tambaleó hacia atrás.
Lali se dio la vuelta en el momento en que Victorio comenzaba a caer y, entonces, una piedra le dio en la frente provocándole un tajo profundo. Gritó y aferró a Victorio por detrás. Desesperada, trató de impedir que el soldado se cayera por el precipicio.
Algo agudo la hirió en el hombro y Lali gritó de dolor. El peso de Victorio era demasiado para ella. Supo que caería, pero recordó que el acantilado se inclinaba hacia la izquierda... ¿o era hacia la derecha?
—¡Por favor, Dios, ayúdame! —gimió, aferrándose con más fuerza a la cintura del guerrero, y empleando todas sus fuerzas para colocar a los dos hacia el saliente más bajo.
Por la cornisa del acantilado flotó el sonido fantasmagórico de una risa. Lali protegió a Victorio hundiendo el rostro de este en el hueco de su propio hombro. Enseguida la atravesó un dolor agudo que se irradió por todo el cuerpo, provocado por las piedras sobre las que rodaban, y cuando por fin alcanzaron la saliente el cuerpo de Victorio absorbió la mayor parte del impacto.
La risa se oyó más cerca. Sobre el ojo izquierdo de Lali manó sangre, obstruyéndole la visión. Se la enjugó con el dorso de la mano y empujó otra vez a Victorio contra la pared de roca. Hizo esfuerzos desesperados para que los dos quedaran ocultos del enemigo. Mientras lo acomodaba sobre el saliente, Victorio se quejó; le tapó la boca con la mano y se tendió encima de él.
Pasaron largos minutos hasta que percibió que habían cesado esas risas odiosas. Le latían el hombro y el antebrazo y Lali estiró la otra mano para masajearse, tratando de aliviar el dolor. Al sentir la empuñadura de una daga que emergía del brazo, gimió y dejó caer la mano al costado. Supo que el objeto agudo era una daga: ¡alguien le había arrojado su propia daga!
Oyó que alguien gritaba su nombre pero no respondió hasta que reconoció la voz:
—Estamos aquí, en el saliente —gritó, sintiendo que el alivio le ahogaba la voz.
—¡Dios mío, Lali, qué...! —exclamó Maxi, al inclinarse por el acantilado y ver el rostro de Lali que lo miraba—. Dame la mano, muchacha.
—Ten cuidado, Maxi. No te arrodilles tan cerca del borde. Alguien quiso herirnos a Victorio y a mí. Mira atrás para cerciorarte de que estamos a salvo.
Maxi hizo lo que le pidió y, cuando se volvió hacia la joven, la expresión de su rostro asustó a Lali.
—Victorio está herido —dijo precipitadamente, sin hacer caso de la mano que le tendía—. Si lo dejo, rodará hacia el abismo.
Maxi hizo un gesto de comprensión. Comenzaba a retirar la mano cuando, de pronto, Lali se estiró y se la aferró:
—¡Quiero a Peter! —gritó—. Pero no quiero que nos dejes solos aquí, Maxi. Por favor, no nos dejes.
El guerrero le apretó la mano.
—Sujeta a Victorio, Lali. No te dejaré. Gritaré pidiendo ayuda.
Para Lali fue la idea más maravillosa que había oído jamás, y se lo dijo, con frases entrecortadas. El dolor era tan intenso que casi no podía pensar con claridad.
—Lali, suéltame la mano. Sé que confías en mí.
—¿Lo sabes?
Le dedicó una sonrisa tierna.
—Por eso te aferraste a mí —le dijo—. Ahora, suéltame. Sujeta a Victorio —dijo, con voz suave, tranquilizadora.
—Sí —aceptó Lali, esforzándose en concentrarse en lo que le decía—. Que sujeté a Victorio. Lo haré, Maxi. Yo lo protegeré.
Por fin, le soltó la mano.
—Muy bien, chica —oyó Lali, mientras se inclinaba otra vez hacia Victorio. Apoyó la cabeza del herido sobre su falda—. En unos minutos, Peter estará aquí, Victorio. Maxi nos cuidará hasta que él llegue.
El grito ronco de Maxi hizo rodar unos guijarros que cayeron por la loma y Lali cerró los ojos. De súbito, el saliente comenzó a girar alrededor hasta que toda su mente pareció dar vueltas al unísono.
Y ya no pudo pensar.
Lali no se recobró hasta que sintió que alguien le tiraba de las manos. Abrió los ojos y vio a Peter inclinado sobre ella.
—Peter —musitó, extasiada. Intentó alcanzarlo, pero el dolor del antebrazo se lo impidió. Compuso una sonrisa al ver que aún estaba sobre el saliente.
La expresión del esposo era sombría y, al advertirlo, Lali frunció el entrecejo.
—No construyas una caja. Peter, prométemelo. No construyas una caja para mí.
Por la expresión perpleja del esposo comprendió que no sabía de qué le hablaba.
—Ibas a hacer un ataúd para Pablo, ¿recuerdas? ¡Por favor...!
—No haré una caja para ti, mi amor —musitó Peter.
Lali sonrió otra vez.
—Me siento tan dichosa de verte...
La mano del hombre tembló.
—Yo también me siento dichoso de verte —le dijo con voz ronca.
—Perdí mi daga.
Al parecer, a Lali le costaba tanto como a Peter creerlo. Mientras el esposo le apartaba con suavidad el cabello del rostro, frunció el entrecejo tratando de recordar cuál era la otra pregunta que quería formularle.
Un instante después desistió.
—Peter, la daga...
—Mi amor, no te preocupes por la daga —la tranquilizó Peter—. Lali, ¿puedes mover las piernas? Quiero tomarte en brazos y alzarte hasta mis hombres. Tesoro, ahora suelta a Victorio. Déjame...
—¿Victorio?
—Sí, mi amor, a Victorio.
Lali miró cómo Peter comenzaba a apartarle las manos del pecho de Victorio, y entonces recordó todo.
—Lo golpeó una piedra —dijo—. Peter, el impacto lo hizo caer hacia atrás. Iba a resbalar por el borde y yo me fui tras él —se apresuró a decir—. Era muy pesado y, como no podía evitar que cayese, le rodeé la cintura con los brazos e hice que los dos cayésemos sobre al saliente.
Sin advertir la mueca angustiada de Peter, la joven le sonrió.
—No podía recordar en qué dirección estaba, pero adiviné bien, ¿verdad?
—Así es —le dijo Peter, en un murmullo ronco.
—Primero tendrás que alzarlo a él —le ordenó. La voz de Lali ya era asombrosamente clara. Se sentía tan aliviada por la presencia de Peter que sintió ganas de llorar.
Peter resolvió no contradecirla. Alzó a Victorio, se lo colocó sobre los hombros como haría una mujer con un chal, y se irguió. Con las piernas separadas para mantener el equilibrio, levantó lentamente al soldado desvanecido por encima de la cabeza.
—Ya tenemos las manos —gritó Maxi hacia abajo.
Cuando le quitaron el peso, Peter apartó las piernas de Victorio de la pared de piedra y volvió a arrodillarse junto a Lali. La joven vio que tenía los ojos húmedos y comprendió que debía de estar causándole una gran angustia.
—Estaré bien, Peter. Te dije que no te dejaría.
Peter no podía creerlo. ¡Lali lo consolaba a él!
—No, no me dejarás —murmuró, en tono cariñoso—. Ya veo que la sangre que hay en tu rostro es sólo aparente —agregó, al recordar que eso había dicho la misma Lali con respecto a la herida del pecho de Pablo.
—Tengo mi daga en el hombro —barbotó la joven.
Peter no pareció reaccionar, y Lali comprendió que la herida no debía de ser tan espantosa como imaginaba. Aun así, necesitó que se lo asegurara:
—¿Es horrible, Peter?
—No —respondió el hombre—. Además, no está en el hombro, Lali.
—Yo la siento —insistió la mujer. Quiso girar la cabeza para mirar, pero Peter le sujetó la barbilla.
—Está en el antebrazo —le aclaró—. Eres muy afortunada: pasó a través de la grasa.

—No tengo nada de grasa —protestó Lali. Vio que Peter desgarraba una tira de su propio manto pero no adivinó para qué—. ¿Estás seguro, Peter? ¡Oh, Dios, me dolerá mucho cuando...!
No terminó la frase, y Peter ya le había quitado el puñal con la velocidad de un rayo. Le vendó el brazo con la tira de tela antes de que Lali tuviese fuerza suficiente para gritar.
—¡Ya está! No te ha dolido, ¿verdad? —preguntó.
—¡Sí me ha dolido!
—¡Tranquila, mi amor! —la calmó—. Si seguías afligiéndote pensando en el momento en que te quitara la daga, te enfermarías.
Tenía razón, y Lali también lo sabía.
—Si tenías que recibir una herida, elegiste el mejor lugar. El puñal no se clavó en el hueso.
Lali ahogó una exclamación.
—¡Ya sabía que me echarías la culpa! —le dijo. Concentrada en discutirle, no advirtió que Peter la había tomado en brazos y se ponía lentamente de pie—. Yo no me hice herir, bien lo sabes.
—Lo sé, mi amor, pero eres muy amable en recordármelo —le dijo. La alzó sobre la cabeza. Lali miró hacia abajo y Peter sintió que se ponía tensa. Pensó en advertirle que no mirara hacia abajo, pero luego desistió. La advertencia no haría más que hacerle notar lo precario de la situación—. Al menos, recuperaste la daga —afirmó, con tono extrañamente alegre.
—Es cierto —exclamó a regañadientes—. ¡Peter, me duele! —gritó, cuando el esposo, sin querer, le rozó el brazo, y cerró los ojos soportando el intenso dolor.
—Lo siento, Lali. No quería lastimarte, chica—. La angustia que revelaba la voz de Peter oprimió el corazón de Lali.



25 comentarios:

  1. Ay muero por saber quien es el culpable... es increible lo valiente que es Lali

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  2. Quiero saber que pasa no me dejes asi Masssssss TQ

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  3. seguilaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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  6. AY noooo no comprendo como todo se arreglara en un capitulo jajajajaja pero bueno gracias por terminarla hoy para q pudiera leerla te voy a hacer un regalo jajaja

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  7. maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas

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  8. juro qe estuve a punto de llorar demonios qien sera el asesino!!! maaaasss

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  9. masssssssssssssssssssssssssss

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  10. sube el final hoy porfa!!

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  11. masmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmas

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  14. Que valiente que es Lali! Peter, que tierno que es! Quiero el final por favor, quiero saber quien es el culpable, aunque si mi cabeza no se hizo una pelicula equivocada se quien fue el culpable. Por algo me dijiste que odiabas a esa persona. -Yami-

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  15. sube el final. No nos dejes asi!

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  16. Quien tiene la culpa?? ya lo uqiero sabeeeer

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