miércoles, 26 de diciembre de 2012

Capitulo 2


Holi q tal pasaron navidad?? espero q bien!! lleno de amor con sus seres queridos!! aca el cap 2 firmen mucho y subo el 3 q dicen? jaja y una pregunta alguien sabe q paso con CHARI? hace mucho no la veo por aca y vi q Giu la andaba buscando,si saben me dicen plis? ahora si bye


Capitulo 2
Eugenia enderezó los hombros tomándose su tiempo, y Lali sintió deseos de sacudirla, pues estaba agotándosele la paciencia. Pero sabía que sería inútil pues a Eugenia le agradaba estirar los relatos, cualesquiera que fuesen las circunstancias.
—Continúa —la instó.
—Según tengo entendido, la semana próxima vendrá aquí un bárbaro de las Tierras Altas y elegirá a una de nosotras, Agnes, Alice o yo, como segunda esposa. Tú no estás incluida en esto, Lali. Papá nos dijo que nosotras éramos las únicas mencionadas en la carta del rey.
—Estoy segura de que no mató a su primera esposa —dijo Alice—. La cocinera dice que la mujer se suicidó —agregó, persignándose.
Agnes sacudió la cabeza.
—No, yo pienso que la asesinaron. No creo que se suicidara, por malo que fuese el esposo con ella, sabiendo que si lo hacía pasaría la eternidad en el infierno.
—¿Pudo haber muerto por accidente? —sugirió Alice.
—Se dice que los escoceses son torpes —dijo Eugenia, encogiéndose de hombros.
—Y tú das crédito a cualquier comadreo que escuchas —dijo Lali en tono duro—. Eugenia, explícame qué significa que elegirá —agregó, tratando de ocultar el horror que sentía.
—Elegir a la novia, claro. ¿Acaso no has escuchado, Lali? Nosotras no tenemos voz en la cuestión, y los contratos ya están preparados para cuando haga la elección.
—Tendremos que desfilar ante ese monstruo como si fuéramos caballos —gimió Agnes.
—¡Casi lo olvidaba! —exclamó Eugenia—. Edgar, el rey escocés, también apoya este matrimonio, Lali. Os lo ha dicho papá.
—Eso significa que este lord tiene que obedecer al rey y tampoco debe de querer casarse —dijo Alice.
—¡Señor, no había pensado en eso! —barbotó Alice—. Si no quiere casarse, tal vez mate a la novia antes aun de llegar a su hogar, dondequiera que sea.
—Agnes, ¿quieres calmarte? Estás gritando otra vez —murmuró Lali—. Si sigues así, te arrancarás todo el pelo. Por otra parte, no puedes saber si las circunstancias de la muerte de su esposa son ciertas o no.
—Es un Lanzani, Lali, y es un asesino. Papá dijo que golpeó a la primera esposa hasta matarla —advirtió Agnes.
—¡No he dicho tal cosa! —vociferó el barón—. Sólo insinué...
—Emmett nos dijo que la arrojó por un acantilado —intervino Eugenia, y tamborileó con los dedos sobre la mesa mientras aguardaba la reacción de Lali.
—Emmett no es más que un mozo de caballeriza, y bastante holgazán, por cierto —replicó Lali—. ¿Por qué haces caso de sus cuentos?
Lali aspiró una honda bocanada de aire tratando de aquietar el estómago revuelto. El miedo de las hermanas era contagioso e intentó luchar contra él. Sintió que un estremecimiento le recorría la espalda, pero sabía que no debía expresar sus temores, pues si lo hacía volvería a desatarse el manicomio.
Las hermanas, con expresiones confiadas, la contemplaban expectantes, ya que habían dejado caer el problema sobre ella y esperaban que Lali diese con la solución.
Lali no quería fallarles.
—Papá, ¿existe algún modo de aplacar a nuestro rey? ¿No podrías enviarle el dinero de los impuestos y agregar algo más para calmar su enfado?
El barón Jamison movió la cabeza.
—Tendría que volver a cobrar los tributos, y sabes tan bien como yo que los siervos están agobiados por sus propios problemas. Por otra parte, la cosecha de cebada no fue buena. No, Lali, no puedo volver a pedirles.
Lali hizo un gesto de asentimiento y trató de ocultar la decepción. Esperaba que aún quedara algo de lo reunido, pero la respuesta del padre confirmó su temor de que ya se hubiese gastado todo.
—Emmett dice que papá ya ha gastado todas las monedas —murmuró Eugenia.
—Emmett es como una vieja chismosa —replicó Lali.
—Sí —confirmó el padre—. Siempre acostumbra deformar la verdad. No hay que hacer caso de sus desvaríos.
—Papá, ¿por qué me han excluido? —preguntó Lali—. ¿Acaso el rey olvidó que tienes cuatro hijas?

—No, no —se apresuró a aclarar el barón, y volvió la mirada hacia la copa por temor a que la hija menor leyera la verdad en sus ojos. El rey Henry no había excluido a Lali, ya que en la carta decía “hijas”. Fue el barón Jamison el que decidió excluirla por miedo de no poder vivir sin los cuidados de su hija menor. Y pensó que el plan era muy astuto—. El rey sólo se refirió a las hijas de Maudie.
—Bueno, para mí, eso no tiene sentido —señaló Agnes entre suspiros y resoplidos.
—Quizá sea porque Lali es la menor —sugirió Eugenia, y agregó, encogiéndose de hombros—: ¿Quién puede saber qué hay en la mente del rey? Lali, alégrate de no estar incluida en la orden. ¡Si fueses la elegida no podrías casarte con tu Andrew!
—Es por eso —intervino Agnes—. El barón Andrew es muy poderoso y está bien conceptuado: él nos lo dijo. Debe de haber convencido al rey. Lali, todos sabemos lo enamorado que está de ti.
—Ésa podría ser la razón —musitó Lali—. Si Andrew es tan poderoso como afirma serlo...
—Yo no creo que en realidad Lali quiera casarse con Andrew —dijo Eugenia a las mellizas—. No me mires así, Lali; pienso que ni siquiera te gusta.
—A papá le agrada —dijo Agnes. Miró ceñuda al padre y agregó—: Apuesto a que eso se debe a que Andrew prometió vivir aquí, y así Lali podría seguir esclavizándose a...
—¡Agnes, no empieces otra vez con eso! —suplicó Lali.
—No entiendo por qué te parece tan terrible que quiera conservar a Lali después de casarse —murmuró el barón.
—Al parecer, tú no entiendes nada —murmuró Eugenia.
—¡Cuidado con lo que dices, jovencita! —replicó el hombre—. No permitiré que me hables de manera tan irrespetuosa.
—Yo conozco el motivo verdadero —dijo Alice— y se lo diré a Lali: Andrew le pagó a papá tu dote, Lali, y...
—¿Qué dices? —exclamó Lali, y estuvo a punto de levantarse de un salto— Alice, estás equivocada. Los caballeros no entregan dote. Papá, no tomaste dinero de Andrew, ¿verdad?
El barón Jamison no respondió. Parecía muy concentrado en agitar la cerveza en la copa.
El silencio lo condenaba.
—¡Dios! —susurró Eugenia—. Alice, ¿comprendes acaso lo que estás insinuando? ¡Si lo que dices fuese cierto, significaría que nuestro padre vendió a Lali a Andrew!
—¡Eugenia, no enfurezcas a Lali! —advirtió el barón.
—Yo no he dicho que papá vendiera a Lali a Andrew —dijo Alice.
—Lo hiciste —repuso Eugenia.
—Yo dije que Andrew le dio a papá un saco lleno de monedas de oro.
Lali sintió que la cabeza le latía. Estaba decidida a llegar al fondo de esa cuestión de las monedas, por mucho tiempo que le llevara y a pesar del dolor de cabeza. ¡Vendida...! La sola idea le revolvía el estómago.
—Papá, de verdad no aceptaste monedas por mí, ¿no es cierto? —preguntó, sin poder ocultar el temor que traslucía su voz.
—No, claro que no, mi ángel.
—Papá, ¿sabes que sólo nos llamas tus ángeles cada vez que haces algo vergonzoso? —gimió Agnes—. Dios es testigo de que comienzo a odiar ese nombre cariñoso.
—¡Os aseguro que vi a Andrew dando a papá esas monedas! —insistió Alice.
—Me pregunto cómo sabías lo que había dentro del saco —arguyó Eugenia—. ¿Acaso tienes una visión especial?
—Dejó caer el saco y algunas monedas se cayeron —exclamó Alice.
—Fue sólo un pequeño préstamo —bramó el padre para concitar la atención de las hijas—. Dejad ya de decir que he vendido a mi niñita.
Los hombros de Lali se relajaron de alivio.
—¿Lo ves, Alice? Sólo se trató de un préstamo que Andrew le hizo a papá. Me has hecho preocupar por nada. Y ahora, ¿podemos volver al problema original?
—Otra vez papá tiene expresión culpable —advirtió Eugenia.
—Claro que tiene expresión culpable —dijo Lali—. No es necesario que le frotes sal en la herida. Estoy segura de que ya se siente bastante mal sin eso.
El barón Jamison dedicó una sonrisa a su hija en agradecimiento por defenderlo.
—Eres mi angelito bueno —la alabó—. Bien, Lali, quiero que te ocultes cuando lleguen los escoceses. No tiene sentido tentarlos con algo que no podrán obtener.
El barón no advirtió el desliz hasta que Alice se lo hizo notar.
—¿Los escoceses, papá? Te refieres a más de uno. ¿Eso significa que ese demonio llamado Lanzani traerá a otros consigo?
—Quizá traiga a la familia para que presencie el matrimonio —le sugirió Agnes a su gemela.
—¿Eso es todo? —le preguntó Lali al padre. Se esforzaba por concentrarse en el problema, pero su mente estaba fija en el tema de las monedas de oro. ¿Por qué el padre había aceptado un préstamo de Andrew?
El barón tardó en responder.
—Papá, tengo la sensación de que hay algo que no quieres decirnos —lo instó Lali.
—¡Dios! —exclamó Eugenia—. ¿Crees que hay más?
—Papá, ¿qué otra cosa nos ocultas? —gritó Alice.
—¡Papá! —exigió Agnes.
Lali volvió a pedir silencio. Ansiaba aferrar la chaqueta gris del padre y sacudirlo para que hablara. Sentía que su temperamento comenzaba a bullir.
—¿Quieres leer la carta del rey? —preguntó.
—En realidad, tendríamos que haber aprendido a leer y a escribir cuando mamá nos comenzó a enseñar —señaló Agnes lanzando un suspiro apesadumbrado.
—¡Tonterías! —se burló Alice—. Una dama noble no necesita instrucción. Lo que de verdad tendríamos que haber aprendido es esa espantosa lengua galesa, como Lali —afirmó—. Sabes que no pretendo ofenderte, Lali —se apresuró a aclarar al ver el entrecejo fruncido de la hermana—. Lo cierto es que yo quería aprender junto contigo. Beak se ofreció a enseñarnos a todas —concluyó.
—Al jefe de nuestros establos le agradaba enseñarme —dijo Lali—. Y a mamá la entretenía. Estuvo mucho tiempo en cama antes de morir.
—¿Afirmas que ese monstruo de las Tierras Altas no sabe nuestra lengua? —se quejó Agnes, rompiendo a llorar.
Si Agnes no hubiese comenzado a llorar, Lali podría haberse controlado.
—¿Cuál es la diferencia, Agnes? —explotó—. Ese sujeto matará a la novia, no hablará con ella.
—Entonces, ¿crees que las habladurías son ciertas? —preguntó Eugenia.
—No —respondió Lali, arrepentida—. Estaba bromeando. —Cerró los ojos, elevó una breve plegaria pidiendo paciencia y se volvió hacia Agnes—: Ha sido muy poco amable de mi parte inquietarte, hermana; te pido disculpas.
—Espero que así sea —sollozó Agnes.
—Papá, deja que Lali vea la carta —exigió de pronto Eugenia.
—No —espetó el barón, pero se apresuró a suavizar el tono para que sus hijas no sospecharan sus verdaderas intenciones—. No es necesario molestar a Lali. La cuestión es simple: la semana próxima vendrán dos escoceses y con ellos se marcharán dos novias.

Es inútil decir que las hijas del barón no tomaron a bien estas últimas noticias. Las mellizas comenzaron a chillar como niñitas a las que se pellizca para despertarlas.
—Yo huiré —afirmó Eugenia.
Con voz lo bastante alta para que la oyesen sobre el barullo, Lali dijo:
—Me parece que tendríamos que formular un plan para disuadir a los pretendientes.

8 comentarios:

  1. haaaaaaaaaaa jajajjjaa el baron es un miedoso! dioss jajja ++ me mata :P masss! :$

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    1. MARATON MARATON MARATON MARATON MARATON MARATON MARATON MARATON MARATON MARATON
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  2. creo q el pobre señor no va a poder hacer nada para quedarse con lali y ella tambien merece vivir su vida parece mas la madre q una joven menor que todos los que habitan la casa me parece q esta buenisimo espero el sig cap no me he podido conectar mucho pq ya se vienen las vacaciones y estoy viendo si convenzo a mi mama de ir a un parque acuatico con mis primas despues te cuento besos tk bye

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  3. Lindo lio eh! Odio que traten o trataran asi a las mujeres ¬¬ NO somo objetos en venta che!

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  4. Ya quiero que se encuentren
    @Masi_ruth

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