lunes, 31 de diciembre de 2012

Capitulo 4


Hola a todas! de una vez les digo FELIZ AÑO!! espero q este q paso haiga sido lindo,y en caso de q no esperemosq todo mejore en el 2013!! gracias a todas por leerme estos meses y espero q vayamos por muchos mas las quiero!!♥♥

Y aca el cap 4 aparecio Peter no mas jaja


Capítulo 4

**Jasper, el sacerdote, nos ha dicho que Peter Lanzani volverá al hogar con una novia inglesa. Todos fruncieron el entrecejo, pero no porque nuestro señor vuelva a casarse. No, están enfadados porque la novia es inglesa. Algunos lo defienden diciendo que Peter se limita a obedecer la orden del rey. Pero otros se preguntan en voz alta si el señor podrá soportar semejante carga.
¡Dios, espero que se enamore de ella! Aunque es mucho pedirle al Hacedor, pues Peter detesta tanto a los ingleses como todos nosotros.
Pero... así el asesinato sería mucho más dulce**.

Peter Lanzani tenía prisa por volver al hogar. Cumpliendo con la petición del rey Edgar, permaneció en Londres casi un mes observando las costumbres de la corte inglesa y averiguando todo cuanto podía acerca del impredecible rey inglés. A decir verdad, a Peter no le agradaba mucho esa tarea. Los barones ingleses le parecían un grupo de pretenciosos; las damas, tontas y débiles de espíritu, y Henry, el monarca, demasiado blando en la mayoría de sus decisiones. Peter siempre admitía los valores de un individuo y reconocía a regañadientes que hubo ocasiones en que se sintió impresionado por los arranques de brutalidad del rey Henry. Dio rápido castigo a los dos tontos barones que resultaron culpables de traición.
Si bien Peter no se quejó de la tarea encomendada, estaba contento de que hubiese terminado. Como señor de su propio clan de numerosos seguidores, sentía que lo presionaban las responsabilidades. Era probable que en esos momentos sus grandes dominios en las desoladas Tierras Altas estuviesen sumergidas en el caos por los eternos conflictos con los Campbell y los MacDonald, y sólo Dios sabía qué otros problemas hallaría al regreso.
Y ahora se presentaba otra demora, puesto que tenía que detenerse en el camino de regreso para casarse.
Peter consideraba el matrimonio con la mujer inglesa desconocida como una molestia menor, y no otra cosa. Se casaría para complacer al rey Edgar. Por supuesto, la mujer haría lo mismo por orden del rey Henry, pues ése era el modo en que se hacían las cosas en los tiempos modernos, dado que ambos monarcas habían establecido un vínculo, aunque tenue, entre ambos.
Henry pidió que fuese precisamente Peter Lanzani uno de los señores escoceces que se casara con una novia inglesa. Peter sabía tan bien como Edgar por qué Henry había hecho esa petición especial. Era un hecho indiscutible que Lanzani, pese a ser uno de los señores más jóvenes de Escocia, ostentaba considerable poder. Comandaba a unos ochocientos guerreros feroces, según la cuenta del año anterior, pero el número podría duplicarse si convocaba a los aliados de confianza. En Inglaterra, la destreza de Lanzani en la batalla era un secreto a voces, y en las Tierras Altas, una jactancia a voz en cuello.
Henry también sabía que a Peter no le agradaban nada los ingleses y le dijo a Edgar que esperaba que ese matrimonio suavizaría la actitud del poderoso líder. Quizá, con el tiempo, se lograría la armonía, había insinuado Henry.
De cualquier modo, Edgar era mucho más astuto de lo que suponía Henry. Sospechaba que Henry quería inclinar la lealtad de Peter hacia Inglaterra.
Tanto a Peter como a su monarca los divertía la ingenuidad de Henry. Sí, Edgar era vasallo de Henry desde el día en que se prosternara ante él y le brindara su lealtad, y además había sido criado en una corte inglesa. Pero aun así era el rey de Escocia, y los miembros leales de las familias estaban primero que cualquier otro... en especial de los extranjeros.
Era evidente que Henry no comprendía el lazo creado por la sangre. Tanto Edgar como Peter pensaban que el rey inglés sólo veía la posibilidad de tener en el bolsillo a otro aliado poderoso. Pero juzgaba mal a Lanzani, pues Peter jamás daría la espalda a Escocia ni a su rey, sin importar cuáles fuesen los incentivos.
Nicolás, amigo de Peter desde los días de la infancia e inminente señor del clan vecino de los Riera, también recibió la orden de tomar una novia inglesa. También Nicolás había pasado un mes fatigoso en Londres. El encargo le resultó tan desagradable como a Peter, y estaba igual de impaciente por regresar a la patria.
Los dos guerreros habían marchado a todo galope desde el amanecer, y sólo se detuvieron dos veces para hacer descansar a los caballos. No esperaban pasar más de una hora en la propiedad de Jamison. Pensaban que eso les daría tiempo suficiente para cenar, elegir a las novias, casarse con ellas si había un sacerdote presente, y luego, reemprender el viaje.
No querían pasar otra noche sobre suelo inglés y no les importaba si sus respectivas novias deseaban otra cosa. A fin de cuentas, las mujeres sólo eran una propiedad, y ni a Peter ni a Nicolás les parecían significativos los deseos de una novia.
Se limitarían a obedecer las órdenes, y eso era todo.
Peter ganó el privilegio de ser el primero en elegir, pues arrojó un tronco más lejos que su amigo. Pero a decir verdad, a ninguno de los dos les importaba lo suficiente para poner toda su fuerza en juego. Sí, era un cometido que tenían que cumplir, y bastante molesto por cierto.
El demonio y su discípulo llegaron a la propiedad del barón Jamison tres días antes de lo convenido.
Beak fue el primero en divisar a los dos señores de la guerra escoceses, y el primero en darles ese nombre tan adecuado. Estaba sentado sobre el último peldaño de una escalera que se usaba para llegar al desván, pensando que ya era hora de tomarse un descanso, pues la tarde estaba avanzada y él había estado trabajando de firme bajo el tibio sol de primavera sin detenerse desde la comida del mediodía. Además, lady Eugenia había arrastrado a su hermana Lali hacia la pradera del sur, y en realidad Beak tendría que ir a vigilarlas para asegurarse de que no se metieran en líos. Cuando Lali se veía instigada a dejar de lado las tareas, la dominaba el matiz de salvajismo de su naturaleza. Por cierto, se volvía más desinhibida de lo conveniente, según Beak. Y ese era otro motivo por el que necesitaba a un hombre fuerte que la vigilara. Si se lo proponía, la dulce Lali era capaz de convencer a un ladrón de que dejara de robar, ¡y sólo Dios sabía a qué travesuras arrastraría a Eugenia!

De sólo pensarlo Beak sintió que le corría frío por la espalda. Sí, sin duda, tenía que vigilar a esas dos salvajes.
Dejó escapar un bostezo sonoro y comenzó a bajar de la escalera. Estaba en el segundo peldaño cuando divisó a los dos gigantes que cabalgaban hacia allí.
Beak estuvo a punto de perder el equilibrio. Abrió la boca como un pichón de lechuza esperando a que la madre lo alimentara, y no pudo cerrarla. Se contuvo de persignarse, y agradeció que los dos guerreros no pudiesen oír el entrechocar de sus rodillas cuando por fin logró terminar de descender.
Sentía el corazón golpeándole dentro del pecho. Beak se recordó que por sus venas corría sangre escocesa, si bien provenía de sus ancestros de las Tierras Bajas de Escocia, más civilizados. También recordó que no solía juzgar a un individuo sólo por la apariencia. Pero nada de eso aminoró su reacción ante los dos gigantes que lo observaban con fijeza.
Beak comenzó a temblar. Se excusó pensando que sólo era un hombre común, y que la visión de esos dos guerreros haría que hasta a un apóstol se le pusiera la carne de gallina.
El que, según Beak, sería el discípulo, era alto, musculoso, de hombros anchos, con cabellos del color de los clavos oxidados, y ojos verdes como el mar. También se veían arrugas en las comisuras de los helados ojos del individuo. Y aunque este era un hombre corpulento, parecía pequeño en comparación con el otro.
El que Beak llamó demonio, tenía el cabello y la piel de tono bronceado. Era una cabeza más alto que el compañero, y en ese cuerpo hercúleo no se veía una pizca de grasa que suavizara las formas. Cuando Beak se tambaleó hacia adelante para ver mejor, al instante deseó no haberlo hecho, ya que a aquellos ojos castaños asomaba una sombría frialdad. Con creciente desesperación, Beak imaginó que esos ojos eran capaces de helar un macizo de tréboles estivales.
¡Vaya con su estúpido plan de salvar a Lali! Beak resolvió que iría gustoso al infierno antes de permitir que cualquiera de esos dos bárbaros se acercara siquiera a la joven.
—Mi nombre es Beak, y soy el jefe de los establos —dijo al fin, esperando darles la impresión de que había más mozos de cuadra y de que lo creyesen bastante importante para conversar con él—. Han llegado antes de lo convenido —agregó con un gesto nervioso—. De no ser así, toda la familia estaría alineada afuera, vestida con sus mejores ropas, para darles una bienvenida apropiada.
Beak hizo una pausa para tomar aire y esperó una respuesta. La espera resultó vana y su ansiedad se evaporó con rapidez. Pronto se sintió tan importante como una mosca a punto de ser aplastada. El modo en que esos dos gigantes lo observaban era enervante.
El amo de los establos decidió insistir:
—Milores, me ocuparé de sus caballos mientras ustedes se presentan en la casa.
—Viejo, nosotros nos ocupamos de los caballos —dijo el discípulo.
Tampoco la voz del sujeto era demasiado agradable. Beak asintió y retrocedió varios pasos, apartándose del camino. Observó cómo los dos señores quitaban las monturas y los escuchó pronunciar palabras de elogio en gaélico a las cabalgaduras. Eran dos hermosos potros, uno castaño y el otro negro, y Beak advirtió que ninguno de los dos animales exhibía el menor defecto…, y tampoco la marca de un látigo en los flancos.
En la mente de Beak renació una chispa de esperanza: mucho tiempo atrás aprendió que el verdadero carácter de un hombre podía adivinarse por el modo en que trataba a la madre y al caballo. El caballo del barón Andrew estaba surcado de profundas marcas, y para Beak era prueba suficiente de su propia teoría acerca de ese barón.
—¿Han dejado a los soldados al otro lado de los muros? —preguntó Beak en gaélico para que supieran que era amigo y no enemigo.
Al parecer, el esfuerzo complació al discípulo, pues sonrió al jefe de los establos.
—Hemos venido solos.
—¿Desde Londres? —preguntó Beak, incapaz de ocultar la sorpresa.
—Sí —respondió el lord.
—¿Sin nadie para guardarles las espaldas?
—No necesitamos que nadie nos proteja —respondió el señor—. Esa es una costumbre inglesa, no nuestra. ¿No es así, Lanzani?
El demonio no se inmutó.
—¿Cuáles son vuestros nombres, milores? —preguntó Beak. Aunque era una pregunta audaz, como los sujetos ya no lo contemplaban ceñudos, eso le dio coraje.
En lugar de responder, el discípulo cambió de tema.
—Usted habla bien nuestra lengua, Beak. ¿Eso significa que es escocés?
Orgulloso, Beak irguió los hombros.
—Así es. Y también tuve los cabellos rojos antes de que se me pusieran grises.
—Yo soy Nicolás, del clan Riera. Los que lo conocen a él lo llaman Peter —agregó indicando con un gesto al otro guerrero—. Peter es jefe del clan Lanzani.
Beak hizo una reverencia formal.
—Tengo el humilde placer de presentarme a ustedes —anun ció—. Hacía tantos años que no hablaba con un escocés de pura sangre que había olvidado cómo comportarme —añadió con una sonrisa—. También olvidé lo grandes que son los de las Tierras Altas. Cuando los vi, me dieron un susto terrible.
Abrió las puertas que daban a dos caballerizas limpias, cerca de la entrada, llenó los comederos y los bebederos y luego intentó entablar conversación con los dos hombres.
—En efecto, han llegado ustedes con tres días de anticipación —dijo—. Estoy pensando que en la casa se armará un verdadero alboroto.
Ninguno de los señores hizo ningún comentario, pero por el modo en que se miraron Beak supo que no les preocupaba causar un alboroto.
—Si no era a nosotros, ¿a quién esperaban? —preguntó lord Nicolás frunciendo el entrecejo.
La pregunta intrigó a Beak.
—Al menos hasta dentro de tres días, a nadie.
—Hombre, el puente levadizo estaba bajo, y no había un solo guardia a la vista. Sin duda...
—¡Se trata de eso! —dijo Beak exhalando un prolon gado suspiro—. Bien, a decir verdad el puente está casi siempre bajado y nunca hay vigilancia. El barón Jamison es un tanto olvidadizo, ¿sabe usted?

19 comentarios:

  1. maaaaasssss noveeeeeeee!!!!!!!

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  2. ayyyyy espero mas nove!!! besos... que estes bien y feliz 2013

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  3. sin palabras enserio solo dire feliz año nuevo y sobre la nove :O ya qiero el sigiente capitulo :D

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  4. mas nove, esta muy buena. Ya quiero laliter!

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    ya quiero que se conoscan los cuatro!!! lyl nyg :)

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  7. Quiero mass!! Quiero saber como hacen Lali y Peter para enconrrse :))
    Besos

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  8. Por favor por favor ... Haz maraton!!!
    Te lo suplicooo
    Te lo ruego
    Te lo imploro
    Me muero por saber que sigue
    Por favor ... Haz MARATON!!

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  12. a bueno llegaron de sorpresa asi que a las esposito no les quedo mas que improvisar....ahora ahi algo q me llamo la atencion y aun no resuelvo si lali es la menor cuantos años se supone que tiene minimo 15 ¿no? en esas epocas era la edad creo jajajaj mejor dejo de especular y sigo leyendo

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  13. mas nove mas nove!!!
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