Hola a todas! de una vez les digo FELIZ AÑO!! espero q este q paso haiga sido lindo,y en caso de q no esperemosq todo mejore en el 2013!! gracias a todas por leerme estos meses y espero q vayamos por muchos mas las quiero!!♥♥
Y aca el cap 4 aparecio Peter no mas jaja
Capítulo 4
**Jasper,
el sacerdote, nos ha dicho que Peter Lanzani volverá al hogar con una novia
inglesa. Todos fruncieron el entrecejo, pero no porque nuestro señor vuelva a
casarse. No, están enfadados porque la novia es inglesa. Algunos lo defienden
diciendo que Peter se limita a obedecer la orden del rey. Pero otros se
preguntan en voz alta si el señor podrá soportar semejante carga.
¡Dios,
espero que se enamore de ella! Aunque es mucho pedirle al Hacedor, pues Peter
detesta tanto a los ingleses como todos nosotros.
Pero...
así el asesinato sería mucho más dulce**.
Peter Lanzani
tenía prisa por volver al hogar. Cumpliendo con la petición del rey Edgar,
permaneció en Londres casi un mes observando las costumbres de la corte inglesa
y averiguando todo cuanto podía acerca del impredecible rey inglés. A decir
verdad, a Peter no le agradaba mucho esa tarea. Los barones ingleses le
parecían un grupo de pretenciosos; las damas, tontas y débiles de espíritu, y
Henry, el monarca, demasiado blando en la mayoría de sus decisiones. Peter
siempre admitía los valores de un individuo y reconocía a regañadientes que
hubo ocasiones en que se sintió impresionado por los arranques de brutalidad
del rey Henry. Dio rápido castigo a los dos tontos barones que resultaron
culpables de traición.
Si bien Peter
no se quejó de la tarea encomendada, estaba contento de que hubiese terminado.
Como señor de su propio clan de numerosos seguidores, sentía que lo presionaban
las responsabilidades. Era probable que en esos momentos sus grandes dominios
en las desoladas Tierras Altas estuviesen sumergidas en el caos por los eternos
conflictos con los Campbell y los MacDonald, y sólo Dios sabía qué otros
problemas hallaría al regreso.
Y ahora se
presentaba otra demora, puesto que tenía que detenerse en el camino de regreso
para casarse.
Peter
consideraba el matrimonio con la mujer inglesa desconocida como una molestia
menor, y no otra cosa. Se casaría para complacer al rey Edgar. Por supuesto, la
mujer haría lo mismo por orden del rey Henry, pues ése era el modo en que se
hacían las cosas en los tiempos modernos, dado que ambos monarcas habían
establecido un vínculo, aunque tenue, entre ambos.
Henry
pidió que fuese precisamente Peter Lanzani uno de los señores escoceces que se
casara con una novia inglesa. Peter sabía tan bien como Edgar por qué Henry
había hecho esa petición especial. Era un hecho indiscutible que Lanzani, pese
a ser uno de los señores más jóvenes de Escocia, ostentaba considerable poder.
Comandaba a unos ochocientos guerreros feroces, según la cuenta del año
anterior, pero el número podría duplicarse si convocaba a los aliados de
confianza. En Inglaterra, la destreza de Lanzani en la batalla era un secreto a
voces, y en las Tierras Altas, una jactancia a voz en cuello.
Henry
también sabía que a Peter no le agradaban nada los ingleses y le dijo a Edgar
que esperaba que ese matrimonio suavizaría la actitud del poderoso líder.
Quizá, con el tiempo, se lograría la armonía, había insinuado Henry.
De
cualquier modo, Edgar era mucho más astuto de lo que suponía Henry. Sospechaba
que Henry quería inclinar la lealtad de Peter hacia Inglaterra.
Tanto a Peter
como a su monarca los divertía la ingenuidad de Henry. Sí, Edgar era vasallo de
Henry desde el día en que se prosternara ante él y le brindara su lealtad, y
además había sido criado en una corte inglesa. Pero aun así era el rey de
Escocia, y los miembros leales de las familias estaban primero que cualquier
otro... en especial de los extranjeros.
Era
evidente que Henry no comprendía el lazo creado por la sangre. Tanto Edgar como
Peter pensaban que el rey inglés sólo veía la posibilidad de tener en el
bolsillo a otro aliado poderoso. Pero juzgaba mal a Lanzani, pues Peter jamás
daría la espalda a Escocia ni a su rey, sin importar cuáles fuesen los
incentivos.
Nicolás,
amigo de Peter desde los días de la infancia e inminente señor del clan vecino
de los Riera, también recibió la orden de tomar una novia inglesa. También Nicolás
había pasado un mes fatigoso en Londres. El encargo le resultó tan desagradable
como a Peter, y estaba igual de impaciente por regresar a la patria.
Los dos
guerreros habían marchado a todo galope desde el amanecer, y sólo se detuvieron
dos veces para hacer descansar a los caballos. No esperaban pasar más de una
hora en la propiedad de Jamison. Pensaban que eso les daría tiempo suficiente
para cenar, elegir a las novias, casarse con ellas si había un sacerdote
presente, y luego, reemprender el viaje.
No querían
pasar otra noche sobre suelo inglés y no les importaba si sus respectivas
novias deseaban otra cosa. A fin de cuentas, las mujeres sólo eran una
propiedad, y ni a Peter ni a Nicolás les parecían significativos los deseos de
una novia.
Se
limitarían a obedecer las órdenes, y eso era todo.
Peter ganó
el privilegio de ser el primero en elegir, pues arrojó un tronco más lejos que
su amigo. Pero a decir verdad, a ninguno de los dos les importaba lo suficiente
para poner toda su fuerza en juego. Sí, era un cometido que tenían que cumplir,
y bastante molesto por cierto.
El demonio
y su discípulo llegaron a la propiedad del barón Jamison tres días antes de lo
convenido.
Beak fue
el primero en divisar a los dos señores de la guerra escoceses, y el primero en
darles ese nombre tan adecuado. Estaba sentado sobre el último peldaño de una
escalera que se usaba para llegar al desván, pensando que ya era hora de
tomarse un descanso, pues la tarde estaba avanzada y él había estado trabajando
de firme bajo el tibio sol de primavera sin detenerse desde la comida del
mediodía. Además, lady Eugenia había arrastrado a su hermana Lali hacia la
pradera del sur, y en realidad Beak tendría que ir a vigilarlas para asegurarse
de que no se metieran en líos. Cuando Lali se veía instigada a dejar de lado
las tareas, la dominaba el matiz de salvajismo de su naturaleza. Por cierto, se
volvía más desinhibida de lo conveniente, según Beak. Y ese era otro motivo por
el que necesitaba a un hombre fuerte que la vigilara. Si se lo proponía, la
dulce Lali era capaz de convencer a un ladrón de que dejara de robar, ¡y sólo
Dios sabía a qué travesuras arrastraría a Eugenia!
De sólo
pensarlo Beak sintió que le corría frío por la espalda. Sí, sin duda, tenía que
vigilar a esas dos salvajes.
Dejó
escapar un bostezo sonoro y comenzó a bajar de la escalera. Estaba en el
segundo peldaño cuando divisó a los dos gigantes que cabalgaban hacia allí.
Beak
estuvo a punto de perder el equilibrio. Abrió la boca como un pichón de lechuza
esperando a que la madre lo alimentara, y no pudo cerrarla. Se contuvo de
persignarse, y agradeció que los dos guerreros no pudiesen oír el entrechocar
de sus rodillas cuando por fin logró terminar de descender.
Sentía el
corazón golpeándole dentro del pecho. Beak se recordó que por sus venas corría
sangre escocesa, si bien provenía de sus ancestros de las Tierras Bajas de
Escocia, más civilizados. También recordó que no solía juzgar a un individuo
sólo por la apariencia. Pero nada de eso aminoró su reacción ante los dos
gigantes que lo observaban con fijeza.
Beak
comenzó a temblar. Se excusó pensando que sólo era un hombre común, y que la
visión de esos dos guerreros haría que hasta a un apóstol se le pusiera la
carne de gallina.
El que,
según Beak, sería el discípulo, era alto, musculoso, de hombros anchos, con
cabellos del color de los clavos oxidados, y ojos verdes como el mar. También
se veían arrugas en las comisuras de los helados ojos del individuo. Y aunque
este era un hombre corpulento, parecía pequeño en comparación con el otro.
El que
Beak llamó demonio, tenía el cabello y la piel de tono bronceado. Era una
cabeza más alto que el compañero, y en ese cuerpo hercúleo no se veía una pizca
de grasa que suavizara las formas. Cuando Beak se tambaleó hacia adelante para
ver mejor, al instante deseó no haberlo hecho, ya que a aquellos ojos castaños
asomaba una sombría frialdad. Con creciente desesperación, Beak imaginó que
esos ojos eran capaces de helar un macizo de tréboles estivales.
¡Vaya con
su estúpido plan de salvar a Lali! Beak resolvió que iría gustoso al infierno
antes de permitir que cualquiera de esos dos bárbaros se acercara siquiera a la
joven.
—Mi nombre
es Beak, y soy el jefe de los establos —dijo al fin, esperando darles la
impresión de que había más mozos de cuadra y de que lo creyesen bastante
importante para conversar con él—. Han llegado antes de lo convenido —agregó
con un gesto nervioso—. De no ser así, toda la familia estaría alineada afuera,
vestida con sus mejores ropas, para darles una bienvenida apropiada.
Beak hizo
una pausa para tomar aire y esperó una respuesta. La espera resultó vana y su
ansiedad se evaporó con rapidez. Pronto se sintió tan importante como una mosca
a punto de ser aplastada. El modo en que esos dos gigantes lo observaban era
enervante.
El amo de
los establos decidió insistir:
—Milores,
me ocuparé de sus caballos mientras ustedes se presentan en la casa.
—Viejo,
nosotros nos ocupamos de los caballos —dijo el discípulo.
Tampoco la
voz del sujeto era demasiado agradable. Beak asintió y retrocedió varios pasos,
apartándose del camino. Observó cómo los dos señores quitaban las monturas y
los escuchó pronunciar palabras de elogio en gaélico a las cabalgaduras. Eran
dos hermosos potros, uno castaño y el otro negro, y Beak advirtió que ninguno
de los dos animales exhibía el menor defecto…, y tampoco la marca de un látigo
en los flancos.
En la
mente de Beak renació una chispa de esperanza: mucho tiempo atrás aprendió que
el verdadero carácter de un hombre podía adivinarse por el modo en que trataba
a la madre y al caballo. El caballo del barón Andrew estaba surcado de
profundas marcas, y para Beak era prueba suficiente de su propia teoría acerca
de ese barón.
—¿Han
dejado a los soldados al otro lado de los muros? —preguntó Beak en gaélico para
que supieran que era amigo y no enemigo.
Al parecer,
el esfuerzo complació al discípulo, pues sonrió al jefe de los establos.
—Hemos
venido solos.
—¿Desde
Londres? —preguntó Beak, incapaz de ocultar la sorpresa.
—Sí
—respondió el lord.
—¿Sin
nadie para guardarles las espaldas?
—No
necesitamos que nadie nos proteja —respondió el señor—. Esa es una costumbre
inglesa, no nuestra. ¿No es así, Lanzani?
El demonio
no se inmutó.
—¿Cuáles
son vuestros nombres, milores? —preguntó Beak. Aunque era una pregunta audaz,
como los sujetos ya no lo contemplaban ceñudos, eso le dio coraje.
En lugar
de responder, el discípulo cambió de tema.
—Usted
habla bien nuestra lengua, Beak. ¿Eso significa que es escocés?
Orgulloso,
Beak irguió los hombros.
—Así es. Y
también tuve los cabellos rojos antes de que se me pusieran grises.
—Yo soy Nicolás,
del clan Riera. Los que lo conocen a él lo llaman Peter —agregó indicando con
un gesto al otro guerrero—. Peter es jefe del clan Lanzani.
Beak hizo
una reverencia formal.
—Tengo el
humilde placer de presentarme a ustedes —anun ció—. Hacía tantos años que no
hablaba con un escocés de pura sangre que había olvidado cómo comportarme
—añadió con una sonrisa—. También olvidé lo grandes que son los de las Tierras
Altas. Cuando los vi, me dieron un susto terrible.
Abrió las
puertas que daban a dos caballerizas limpias, cerca de la entrada, llenó los
comederos y los bebederos y luego intentó entablar conversación con los dos
hombres.
—En
efecto, han llegado ustedes con tres días de anticipación —dijo—. Estoy
pensando que en la casa se armará un verdadero alboroto.
Ninguno de
los señores hizo ningún comentario, pero por el modo en que se miraron Beak
supo que no les preocupaba causar un alboroto.
—Si no era
a nosotros, ¿a quién esperaban? —preguntó lord Nicolás frunciendo el entrecejo.
La pregunta
intrigó a Beak.
—Al menos
hasta dentro de tres días, a nadie.
—Hombre,
el puente levadizo estaba bajo, y no había un solo guardia a la vista. Sin
duda...
—¡Se trata
de eso! —dijo Beak exhalando un prolon gado suspiro—. Bien, a decir verdad el
puente está casi siempre bajado y nunca hay vigilancia. El barón Jamison es un
tanto olvidadizo, ¿sabe usted?
maaaaasssss noveeeeeeee!!!!!!!
ResponderEliminarayyyyy espero mas nove!!! besos... que estes bien y feliz 2013
ResponderEliminarMás me encanta!!
ResponderEliminarsin palabras enserio solo dire feliz año nuevo y sobre la nove :O ya qiero el sigiente capitulo :D
ResponderEliminarsubi mas!!!!!!!!
ResponderEliminarmas nove, esta muy buena. Ya quiero laliter!
ResponderEliminarFELIZ AÑO!!!!!!!!!!!!!! :)
ResponderEliminarmas nove!
ResponderEliminarMaaaaaaaaas nooove
ResponderEliminarmas mas mas mas mas mas mas
ResponderEliminarmas mas mas mas mas mas mas
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mas mas mas mas mas mas mas
mas mas mas mas mas mas mas
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ya quiero que se conoscan los cuatro!!! lyl nyg :)
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Quiero mass!! Quiero saber como hacen Lali y Peter para enconrrse :))
ResponderEliminarBesos
Por favor por favor ... Haz maraton!!!
ResponderEliminarTe lo suplicooo
Te lo ruego
Te lo imploro
Me muero por saber que sigue
Por favor ... Haz MARATON!!
mas mas nove!!!!
ResponderEliminarmas mas nove!!!!
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a bueno llegaron de sorpresa asi que a las esposito no les quedo mas que improvisar....ahora ahi algo q me llamo la atencion y aun no resuelvo si lali es la menor cuantos años se supone que tiene minimo 15 ¿no? en esas epocas era la edad creo jajajaj mejor dejo de especular y sigo leyendo
ResponderEliminarmassss por favor
ResponderEliminarmas nove mas nove!!!
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