Holi q tal pasaron navidad?? espero q bien!! lleno de amor con sus seres queridos!! aca el cap 2 firmen mucho y subo el 3 q dicen? jaja y una pregunta alguien sabe q paso con CHARI? hace mucho no la veo por aca y vi q Giu la andaba buscando,si saben me dicen plis? ahora si bye
Capitulo 2
Eugenia
enderezó los hombros tomándose su tiempo, y Lali sintió deseos de sacudirla,
pues estaba agotándosele la paciencia. Pero sabía que sería inútil pues a Eugenia
le agradaba estirar los relatos, cualesquiera que fuesen las circunstancias.
—Continúa
—la instó.
—Según
tengo entendido, la semana próxima vendrá aquí un bárbaro de las Tierras Altas
y elegirá a una de nosotras, Agnes, Alice o yo, como segunda esposa. Tú no
estás incluida en esto, Lali. Papá nos dijo que nosotras éramos las únicas
mencionadas en la carta del rey.
—Estoy
segura de que no mató a su primera esposa —dijo Alice—. La cocinera dice que la
mujer se suicidó —agregó, persignándose.
Agnes
sacudió la cabeza.
—No, yo
pienso que la asesinaron. No creo que se suicidara, por malo que fuese el
esposo con ella, sabiendo que si lo hacía pasaría la eternidad en el infierno.
—¿Pudo
haber muerto por accidente? —sugirió Alice.
—Se dice
que los escoceses son torpes —dijo Eugenia, encogiéndose de hombros.
—Y tú das
crédito a cualquier comadreo que escuchas —dijo Lali en tono duro—. Eugenia,
explícame qué significa que elegirá —agregó, tratando de ocultar el horror que
sentía.
—Elegir a
la novia, claro. ¿Acaso no has escuchado, Lali? Nosotras no tenemos voz en la
cuestión, y los contratos ya están preparados para cuando haga la elección.
—Tendremos
que desfilar ante ese monstruo como si fuéramos caballos —gimió Agnes.
—¡Casi lo
olvidaba! —exclamó Eugenia—. Edgar, el rey escocés, también apoya este
matrimonio, Lali. Os lo ha dicho papá.
—Eso
significa que este lord tiene que obedecer al rey y tampoco debe de querer
casarse —dijo Alice.
—¡Señor,
no había pensado en eso! —barbotó Alice—. Si no quiere casarse, tal vez mate a
la novia antes aun de llegar a su hogar, dondequiera que sea.
—Agnes,
¿quieres calmarte? Estás gritando otra vez —murmuró Lali—. Si sigues así, te
arrancarás todo el pelo. Por otra parte, no puedes saber si las circunstancias
de la muerte de su esposa son ciertas o no.
—Es un Lanzani,
Lali, y es un asesino. Papá dijo que golpeó a la primera esposa hasta matarla
—advirtió Agnes.
—¡No he
dicho tal cosa! —vociferó el barón—. Sólo insinué...
—Emmett
nos dijo que la arrojó por un acantilado —intervino Eugenia, y tamborileó con
los dedos sobre la mesa mientras aguardaba la reacción de Lali.
—Emmett no
es más que un mozo de caballeriza, y bastante holgazán, por cierto —replicó Lali—.
¿Por qué haces caso de sus cuentos?
Lali
aspiró una honda bocanada de aire tratando de aquietar el estómago revuelto. El
miedo de las hermanas era contagioso e intentó luchar contra él. Sintió que un
estremecimiento le recorría la espalda, pero sabía que no debía expresar sus
temores, pues si lo hacía volvería a desatarse el manicomio.
Las
hermanas, con expresiones confiadas, la contemplaban expectantes, ya que habían
dejado caer el problema sobre ella y esperaban que Lali diese con la solución.
Lali no
quería fallarles.
—Papá,
¿existe algún modo de aplacar a nuestro rey? ¿No podrías enviarle el dinero de
los impuestos y agregar algo más para calmar su enfado?
El barón
Jamison movió la cabeza.
—Tendría
que volver a cobrar los tributos, y sabes tan bien como yo que los siervos
están agobiados por sus propios problemas. Por otra parte, la cosecha de cebada
no fue buena. No, Lali, no puedo volver a pedirles.
Lali hizo
un gesto de asentimiento y trató de ocultar la decepción. Esperaba que aún
quedara algo de lo reunido, pero la respuesta del padre confirmó su temor de
que ya se hubiese gastado todo.
—Emmett
dice que papá ya ha gastado todas las monedas —murmuró Eugenia.
—Emmett es
como una vieja chismosa —replicó Lali.
—Sí
—confirmó el padre—. Siempre acostumbra deformar la verdad. No hay que hacer
caso de sus desvaríos.
—Papá,
¿por qué me han excluido? —preguntó Lali—. ¿Acaso el rey olvidó que tienes
cuatro hijas?
—No, no
—se apresuró a aclarar el barón, y volvió la mirada hacia la copa por temor a
que la hija menor leyera la verdad en sus ojos. El rey Henry no había excluido
a Lali, ya que en la carta decía “hijas”. Fue el barón Jamison el que decidió
excluirla por miedo de no poder vivir sin los cuidados de su hija menor. Y pensó
que el plan era muy astuto—. El rey sólo se refirió a las hijas de Maudie.
—Bueno,
para mí, eso no tiene sentido —señaló Agnes entre suspiros y resoplidos.
—Quizá sea
porque Lali es la menor —sugirió Eugenia, y agregó, encogiéndose de hombros—:
¿Quién puede saber qué hay en la mente del rey? Lali, alégrate de no estar
incluida en la orden. ¡Si fueses la elegida no podrías casarte con tu Andrew!
—Es por
eso —intervino Agnes—. El barón Andrew es muy poderoso y está bien conceptuado:
él nos lo dijo. Debe de haber convencido al rey. Lali, todos sabemos lo
enamorado que está de ti.
—Ésa
podría ser la razón —musitó Lali—. Si Andrew es tan poderoso como afirma
serlo...
—Yo no
creo que en realidad Lali quiera casarse con Andrew —dijo Eugenia a las
mellizas—. No me mires así, Lali; pienso que ni siquiera te gusta.
—A papá le
agrada —dijo Agnes. Miró ceñuda al padre y agregó—: Apuesto a que eso se debe a
que Andrew prometió vivir aquí, y así Lali podría seguir esclavizándose a...
—¡Agnes,
no empieces otra vez con eso! —suplicó Lali.
—No
entiendo por qué te parece tan terrible que quiera conservar a Lali después de
casarse —murmuró el barón.
—Al
parecer, tú no entiendes nada —murmuró Eugenia.
—¡Cuidado
con lo que dices, jovencita! —replicó el hombre—. No permitiré que me hables de
manera tan irrespetuosa.
—Yo
conozco el motivo verdadero —dijo Alice— y se lo diré a Lali: Andrew le pagó a
papá tu dote, Lali, y...
—¿Qué
dices? —exclamó Lali, y estuvo a punto de levantarse de un salto— Alice, estás
equivocada. Los caballeros no entregan dote. Papá, no tomaste dinero de Andrew,
¿verdad?
El barón
Jamison no respondió. Parecía muy concentrado en agitar la cerveza en la copa.
El
silencio lo condenaba.
—¡Dios!
—susurró Eugenia—. Alice, ¿comprendes acaso lo que estás insinuando? ¡Si lo que
dices fuese cierto, significaría que nuestro padre vendió a Lali a Andrew!
—¡Eugenia,
no enfurezcas a Lali! —advirtió el barón.
—Yo no he
dicho que papá vendiera a Lali a Andrew —dijo Alice.
—Lo
hiciste —repuso Eugenia.
—Yo dije
que Andrew le dio a papá un saco lleno de monedas de oro.
Lali
sintió que la cabeza le latía. Estaba decidida a llegar al fondo de esa
cuestión de las monedas, por mucho tiempo que le llevara y a pesar del dolor de
cabeza. ¡Vendida...! La sola idea le revolvía el estómago.
—Papá, de
verdad no aceptaste monedas por mí, ¿no es cierto? —preguntó, sin poder ocultar
el temor que traslucía su voz.
—No, claro
que no, mi ángel.
—Papá,
¿sabes que sólo nos llamas tus ángeles cada vez que haces algo vergonzoso?
—gimió Agnes—. Dios es testigo de que comienzo a odiar ese nombre cariñoso.
—¡Os
aseguro que vi a Andrew dando a papá esas monedas! —insistió Alice.
—Me
pregunto cómo sabías lo que había dentro del saco —arguyó Eugenia—. ¿Acaso
tienes una visión especial?
—Dejó caer
el saco y algunas monedas se cayeron —exclamó Alice.
—Fue sólo
un pequeño préstamo —bramó el padre para concitar la atención de las hijas—.
Dejad ya de decir que he vendido a mi niñita.
Los
hombros de Lali se relajaron de alivio.
—¿Lo ves,
Alice? Sólo se trató de un préstamo que Andrew le hizo a papá. Me has hecho
preocupar por nada. Y ahora, ¿podemos volver al problema original?
—Otra vez
papá tiene expresión culpable —advirtió Eugenia.
—Claro que
tiene expresión culpable —dijo Lali—. No es necesario que le frotes sal en la
herida. Estoy segura de que ya se siente bastante mal sin eso.
El barón
Jamison dedicó una sonrisa a su hija en agradecimiento por defenderlo.
—Eres mi
angelito bueno —la alabó—. Bien, Lali, quiero que te ocultes cuando lleguen los
escoceses. No tiene sentido tentarlos con algo que no podrán obtener.
El barón
no advirtió el desliz hasta que Alice se lo hizo notar.
—¿Los
escoceses, papá? Te refieres a más de uno. ¿Eso significa que ese demonio
llamado Lanzani traerá a otros consigo?
—Quizá
traiga a la familia para que presencie el matrimonio —le sugirió Agnes a su
gemela.
—¿Eso es
todo? —le preguntó Lali al padre. Se esforzaba por concentrarse en el problema,
pero su mente estaba fija en el tema de las monedas de oro. ¿Por qué el padre
había aceptado un préstamo de Andrew?
El barón
tardó en responder.
—Papá,
tengo la sensación de que hay algo que no quieres decirnos —lo instó Lali.
—¡Dios!
—exclamó Eugenia—. ¿Crees que hay más?
—Papá,
¿qué otra cosa nos ocultas? —gritó Alice.
—¡Papá!
—exigió Agnes.
Lali
volvió a pedir silencio. Ansiaba aferrar la chaqueta gris del padre y sacudirlo
para que hablara. Sentía que su temperamento comenzaba a bullir.
—¿Quieres
leer la carta del rey? —preguntó.
—En
realidad, tendríamos que haber aprendido a leer y a escribir cuando mamá nos
comenzó a enseñar —señaló Agnes lanzando un suspiro apesadumbrado.
—¡Tonterías!
—se burló Alice—. Una dama noble no necesita instrucción. Lo que de verdad
tendríamos que haber aprendido es esa espantosa lengua galesa, como Lali
—afirmó—. Sabes que no pretendo ofenderte, Lali —se apresuró a aclarar al ver
el entrecejo fruncido de la hermana—. Lo cierto es que yo quería aprender junto
contigo. Beak se ofreció a enseñarnos a todas —concluyó.
—Al jefe
de nuestros establos le agradaba enseñarme —dijo Lali—. Y a mamá la entretenía.
Estuvo mucho tiempo en cama antes de morir.
—¿Afirmas
que ese monstruo de las Tierras Altas no sabe nuestra lengua? —se quejó Agnes,
rompiendo a llorar.
Si Agnes
no hubiese comenzado a llorar, Lali podría haberse controlado.
—¿Cuál es
la diferencia, Agnes? —explotó—. Ese sujeto matará a la novia, no hablará con
ella.
—Entonces,
¿crees que las habladurías son ciertas? —preguntó Eugenia.
—No
—respondió Lali, arrepentida—. Estaba bromeando. —Cerró los ojos, elevó una
breve plegaria pidiendo paciencia y se volvió hacia Agnes—: Ha sido muy poco
amable de mi parte inquietarte, hermana; te pido disculpas.
—Espero
que así sea —sollozó Agnes.
—Papá,
deja que Lali vea la carta —exigió de pronto Eugenia.
—No
—espetó el barón, pero se apresuró a suavizar el tono para que sus hijas no
sospecharan sus verdaderas intenciones—. No es necesario molestar a Lali. La
cuestión es simple: la semana próxima vendrán dos escoceses y con ellos se
marcharán dos novias.
Es inútil
decir que las hijas del barón no tomaron a bien estas últimas noticias. Las
mellizas comenzaron a chillar como niñitas a las que se pellizca para
despertarlas.
—Yo huiré
—afirmó Eugenia.
Con voz lo
bastante alta para que la oyesen sobre el barullo, Lali dijo:
—Me parece
que tendríamos que formular un plan para disuadir a los pretendientes.
MAS POR FAVOR!! ME REEE ENGANCHEE
ResponderEliminarhaaaaaaaaaaa jajajjjaa el baron es un miedoso! dioss jajja ++ me mata :P masss! :$
ResponderEliminarMARATON MARATON MARATON MARATON MARATON MARATON MARATON MARATON MARATON MARATON
EliminarMARATON MARATON MARATON MARATON MARATON
creo q el pobre señor no va a poder hacer nada para quedarse con lali y ella tambien merece vivir su vida parece mas la madre q una joven menor que todos los que habitan la casa me parece q esta buenisimo espero el sig cap no me he podido conectar mucho pq ya se vienen las vacaciones y estoy viendo si convenzo a mi mama de ir a un parque acuatico con mis primas despues te cuento besos tk bye
ResponderEliminarMe encanta más!
ResponderEliminarLindo lio eh! Odio que traten o trataran asi a las mujeres ¬¬ NO somo objetos en venta che!
ResponderEliminarjajaja q liooo
ResponderEliminarmaasss
Ya quiero que se encuentren
ResponderEliminar@Masi_ruth