Capítulo
4
¿Podía haber algo más
conmovedor y mágico que ver la irregular línea costera griega desde el aire?
Lali suspiró, admirada, mientras contemplaba por la ventanilla del avión en el
que viajaba el glorioso azul del mar Egeo que circundaba esa maravillosa e
histórica tierra. Pasaron sobre islas, algunas eran unos diminutos puntos en el
mar, otras enormes masas de tierra, con nombres tan famosos como sus antiguos
dioses.
Ella misma se sentía como
una diosa, pensó Lali soñadoramente, mirando desde las alturas como esos dioses
míticos debieron hacer miles de años antes. Zeus, Apolo, Afrodita, discutiendo
el destino mientras bebían ambrosía y comían jugosos higos. Aunque ella había
viajado a Grecia muchas veces, la magia nunca se empañaba, y el aire de
misterio y excitación la seguía subyugando.
El avión comenzó a perder
altura, descendiendo sobre un racimo de islas pequeñas, ladeándose alrededor
del extremo de Turquía y siguiendo en un amplio arco hacia la encantadora isla
de Rodas, bañada por el sol de finales de febrero.
Lali podía ver ahora la bahía de Ixia, con sus
modernos hoteles y sus playas de arena fina bañadas por el Egeo.
Poco después el avión
aterrizaba en el aeropuerto de Rodas y los pensamientos de Lali cambiaron de lo
fantasioso a lo práctico cuando una nueva emoción la asaltó; saber que estaba a
pocos metros de las personas que más quería en el mundo.
—¡La! —se oyó el grito
entusiasta antes de que ella pasara por la aduana. Alzó la cara con alegría
anhelante, buscando la cabeza rubia de su hermana, hasta que la vio, irradiando
una sonrisa emocionada.
Corrieron una a los brazos
de la otra, riendo y llorando al mismo tiempo. Era fácil ver el parecido de las
dos jóvenes.
—¡Mamá y tía Lali están
llorando, papá! —Gorjeó una indignada vocecita—. ¿Por qué lloran, si deberían
estar contentas?
Lali se volvió a mirar con
ternura a su sobrino, quien se aferraba de la mano de su padre, Stavros
Kirilakis, un griego alto y distinguido, en cuyo moreno y atractivo rostro se dibujaba
una sonrisa entre burlona y afectuosa.
—Ah… hijo mío —suspiró
él—. Las mujeres son seres caprichosos y extraños, lloran cuando deberían reír
y ríen cuando debieran llorar. Qué le vamos a hacer —se encogió de hombros con
filosófica resignación—. Los hombres tenemos que concederles sus momentos de
sentimiento.
Stravros miró a Lali y su
sonrisa se hizo más amplia, abriendo los brazos en actitud de bienvenida.
—Mi querida Lali —dijo y
ella fue a sus brazos con efusividad.
—¿Sigues quebrantando las
reglas, Stavros? —inquirió ella, haciendo alusión a que él había ido con su
familia a recibirla a un lugar prohibido a los visitantes en el aeropuerto.
Stavros permaneció
inmutable.
—¿Ves cómo me arriesgo a
ir a la cárcel por darte la bienvenida?
—¡Eres un bribón
arrogante! —Lo reprendió ella entre risas, luego volvió su atención al tercer
miembro del pequeño comité de recepción, su sobrino de cuatro años—. ¡Yannis!
—lo saludó con cariño, agachándose para abrazarlo.
Yannis la miraba con aire
dubitativo. El niño era tan orgulloso como su padre y no le gustaban las
mujeres lloronas.
—Me gusta tu camiseta
—comentó ella, en un intento por congraciarse con él, riendo para hacerle
patente que no pensaba echarse a llorar otra vez.
—Sí, es bonita, ¿verdad?
—afirmó el pequeño, llevándose una mano al estómago, donde sonreía la simpática
figura de un personaje de los cuentos infantiles.
La villa de los Kirilakis
estaba enclavada en la ladera de la colina de una pequeña bahía privada, en la
parte más tranquila de la isla, cerca de Lindos. Stavros los llevó a 1$ casa
por mar, bordeando la isla hasta la bahía, de modo que Lali pudo ver la casa
familiar desde la distancia. El escenario era idílico, la casa preciosa y fue
en ese momento, con la familia de su hermana y su corazón lleno de amor por
ellos, cuando decidió que no acortaría sus vacaciones por Peter ni por nadie.
Su resolución duró dos
semanas.
En lugar de considerar su
carrera, se encontró soñando despierta con un par de ojos dorados llenos de una
pasión que le aceleraba el pulso. El rostro del fotógrafo se aparecía ante ella
cuando estaba construyendo castillos de arena para Yannis, cuando ayudaba a
Helen a poner la mesa, cuando escuchaba la charla de Stavros. Lo veía por la
noche, cuando él irrumpía en sus sueños. Lo veía en todas partes y, al fin, en
un arranque de frustración, preparó su equipaje y pidió a su cuñado que la
llevara a reservar un billete para el próximo vuelo a Inglaterra, balbuceando y
sonrojándose cuando tuvo que explicar la razón de su prematuro regreso, y luego
teniendo que soportar todo el día las bromas intencionadas de Stavros, hasta
que llegó su avión.
—Cuídate, La. No permitas
que te rompan ese tierno corazoncito —fue todo lo que le aconsejó Helen, cuando
se despidió de ella en el aeropuerto.
«Cuídate», se dijo a sí
misma cuando el avión despegó. ¿Cómo se puede tener cuidado cuando todo tu ser
te pide que seas temeraria?
Lali llegó a su
apartamento tres días antes de lo previsto, y lo primero que hizo, después de
dejar su equipaje en el suelo, fue llamar a Peter.
Le contestó la tía Vi. Charlaron
un rato y luego Lali le pidió que la pusiera con Peter.
—¿Está ahí? —inquirió la
actriz, nerviosa. ¿Y si él ya la había olvidado? ¿Si no quería hablar con ella?
—Está causando problemas
en el estudio —se quejó la tía—. Ha estado así durante las dos últimas semanas…
¿no tendrás tú algo que ver con su mal humor?
—¡Oh, eso espero! —Se rió
Lali—. ¿Cree que se molestará si le interrumpe para que hable conmigo?
—Ya veremos —repuso la
anciana en tono jocoso—. Espera un momento, ahora le paso la comunicación.
—¡La! ¿Desde dónde
demonios me llamas? —preguntó Peter en cuanto descolgó el auricular.
—Pues, desde mi
apartamento, por supuesto —replicó ella con toda naturalidad—. Prometí llamarte
en cuanto…
—Dijiste que estarías
fuera tres semanas —la acusó él.
—Oh, pues… si vas a
protestar porque te he llamado antes, puedo telefonearte después.
La joven se calló, como
dispuesta a colgar el auricular, sonriendo para sí, convencida de que lo había
desconcertado.
—¡La!
—¿Sí? —inquirió ella con
dulzura, y sintió una profunda satisfacción al oír el largo e impaciente
suspiro de alivio al otro lado de la línea.
—¿Por qué has vuelto tan
pronto? Quiero decir ¿para qué me llamas? Es decir… — ¡estaba farfullando!,
observó Lali con malicioso triunfo. ¡El sofisticado Peter Lanzani había perdido
su aplomo!
—Llamo para invitarte a
cenar —declaró Lali con desenfado—. Pero pareces tan inabordable que quizá no
es…
—Calla —masculló él.
—Sí, Pit —replicó Lali con
juguetona mansedumbre.
—Para cenar —dijo él en
tono reflexivo—. ¿En tu casa o fuera?
—Fuera, apenas acabo de
llegar y no tengo en casa ni una cebolla.
—¿Por qué has vuelto
antes, La? —preguntó el fotógrafo con voz intensa, expectante.
—¿Cómo de grande es tu
ego?
—No tan grande como otras
partes…
—¡Peter! —exclamó Lali,
escandalizada. Oyó la suave risa de él y ella tuvo que reírse también.
—Acepto la invitación,
pero yo elegiré el lugar y pagaré la cuenta. Ese ego del que hablas no me
permitirá que una dama pague por el placer de mi compañía.
—Como quieras —aceptó Lali.
—Iré a recogerte alrededor
de las siete y… La —murmuró él con voz tersa, acariciadora—. Recógete el pelo,
¿quieres?
—¿Por qué?
—Para tener el placer de
soltártelo luego —susurró él.
—¡Bribón!
Lali oyó la risa de él, y luego
el «clic» cuando colgó el auricular.
Peter tocó el timbre a la
hora prevista y Lali ya lo estaba esperando al otro lado de la puerta.
Esa noche se había puesto
un vestido blanco de encaje de manga larga y se había recogido el pelo en un
moño, como le había pedido Peter. Unos diamantes brillaban en sus orejas, en la
garganta y en la muñeca. Estaba hermosa, sofisticada, y Peter se tomó su tiempo
para contemplarla con intensidad.
—Hermosa, La,
absolutamente hermosa —murmuró.
Ella tragó saliva algo
turbada.
—Gracias —susurró, luego
le sonrió casi con timidez—. Tú tampoco estás mal.
Peter llevaba un traje de
etiqueta negro, camisa de seda blanca y corbata de lazo negra. Su pelo brillaba
como la seda.
—Letal —comentó Peter de
la actriz.
—Peligroso —lo describió
ella.
Peter alzó una mano para
tocarle la mejilla, un poco sonrojada por la intensa mirada masculina.
—¿Por qué has vuelto antes
de lo que habías dicho? —le preguntó.
—¿Por qué crees?
Peter masculló algo
ininteligible, pero muy elocuente, y la tomó en sus brazos con vehemencia,
besándola con intensidad y haciéndola sentir por fin que había vuelto a casa.
Lali todavía estaba
estremecida por la rapidez con la que habían brotado sus sentimientos cuando
llegaron poco después a su destino. Ella había esperado una reacción fuerte
cuando se volvieran a ver, pero ese absoluto desbordamiento de los sentidos la
asustaba un poco.
La tensión entre ellos
aumentó cuando entraron al club y la mano de Peter se clavó en la cintura
femenina en su afán por tenerla lo más cerca posible. Lali se sentía pequeña y
frágil a su lado y le resultó imposible pronunciar una sola palabra para
aliviar la tensión sexual que vibraba entre ambos.
El camarero le sostuvo la
silla a Lali para que se sentara, pero Peter la retuvo, ciñéndola por la
cintura.
—Champán —ordenó él, luego
despidió al camarero volviendo su atención hacia su acompañante—. Baila conmigo
—murmuró, y ella alzó la mirada hacia él con expresión nerviosa, ante el tono
tajante de su voz, y luego se estremeció al ver la rígida tensión de los
músculos de su rostro.
Sin esperar su réplica, Peter
tomó el bolso de Lali y lo dejó encima de la mesa, y luego la condujo a la
pista de baile. La estrechó entre sus brazos, moviéndose al ritmo de la música
suave, romántica. No eran los únicos que bailaban, pero sí los únicos que lo
hacían de manera tan íntima, y Lali sintió bochorno al percatarse de las
miradas curiosas y en ocasiones divertidas que recibían de otras personas
presentes en el club.
—No me podría sentar,
todavía no —dijo Peter con voz tensa, mientras inclinaba el cuerpo para
envolver prácticamente el de ella, rozándole una oreja con la boca—. ¡Necesito
abrazarte! —exclamó en un áspero susurro.
—Por favor, basta, Peter
—le rogó Lali con voz trémula—. La gente nos está mirando.
—Ignóralos —la estrechó
con más fuerza, de modo que ella pudo sentir su tensión—. ¡Dios…! —gimió él—.
No debí traerte aquí esta noche, no con este vestido. ¡Debí haberte llevado a
mi cama!
Lali lanzó un suspiro de
enfado. Peter se estaba comportando de una forma escandalosa. Ella sentía las
mejillas encendidas de bochorno, con la mirada baja, para que cualquiera que
los viera no se diera cuenta de cómo la estaba perturbando la actitud de su
pareja. Con deliberada intención, ella le clavó las uñas en los brazos hasta
que él dio un respingo.
—¡Basta ya! —susurró la
chica por segunda vez.
Por fin Peter tuvo la
decencia de comportarse y, con el cuerpo tenso, se apartó un poco de ella.
—Me estoy comportando como
un…
—¡No lo digas! —Lo
interrumpió Lali—. ¡Sé exactamente cómo te estás comportando! —Lali nunca se
había sentido tan abochornada en su vida… ni tan espantosamente receptiva. Le
latía el corazón como una ametralladora y le temblaban las piernas.
—Lo siento —murmuró Peter;
Lali no se atrevió a mirarlo a la cara, tenía la impresión de que él también
estaba un poco sonrojado—. Volvamos a la mesa…
—¡No! Por Dios, ¿has
perdido la razón? Sólo compórtate, eso es todo —murmuró la joven con enfado—.
Nos sentaremos cuando termine la música, como todo el mundo.
—Sí, La. Lo siento, La.
¿Se estaba burlando de
ella? La ira de la joven aumentó y le dio valor para mirarlo a la cara. Él
bailaba ahora tan circunspecto y parecía tanto un idiota estirado, que no pudo
evitar el soltar una risita.
—¡Oh, pobre Peter! —Se
burló con afecto—. Te pareces a Edward: «Sí, La. No, La. Como quieras, La».
—¡Gracias! —masculló Peter
con irritación. La miró con severidad por un aumento y luego su rostro se
iluminó con una sonrisa—. ¿Tienes el mismo efecto sobre todos los hombres que
se acercan a ti? —murmuró—. ¿Los conviertes en bobos balbuceantes?
Ella volvió a reírse con
regocijo, y la tensión que había entre ellos comenzó a ceder. Lali le puso un
dedo en el hoyuelo de la barbilla.
—Me gusta esto —comentó
con voz lánguida, sensual—. Es señal de fuerza y carácter.
Peter le atrapó la mano y
depositó un beso fugaz en la punta de sus dedos; luego le colocó la mano con la
palma contra su pecho y la mantuvo allí, bajo la de él. Sus dedos se apretaron
una vez y luego se aflojaron, y Lali supo que ésa era una manera de disculparse
por su conducta. Ella le concedió el perdón con una cálida sonrisa.
—¿Podemos sentarnos ya, la?
—pidió él con una mueca pesarosa—. Creo que me sentiría más tranquilo con la
mesa entre los dedos.
—Por supuesto —repuso ella
con gentileza, con el corazón contraído de ternura por ese gigante compungido.
Le deslizó un brazo
alrededor de la cintura y se apoyó amorosamente contra él, mientras se dirigían
a la mesa, sin importarle ya las miradas de curiosidad que recibían. Lali comprendía
que a algunos sus rostros les resultarían conocidos, pero no le importaba, ya
nada le importaba sino estar con Peter.
—¿Cuánto mides? —preguntó
la joven cuando él la condujo a su silla.
—Un metro noventa y cinco,
señora mía —declaró él con su mejor acento neoyorquino, haciendo una reverencia
formal antes de sentarse—. Peso noventa kilos —prosiguió en tono burlón—. Tengo
todos los dientes —se los mostró con una amplia y falsa sonrisa—. Y pasé mi
último examen físico con honores.
—La edad… has olvidado tu
edad —se rió Lali.
—Treinta y cuatro años
—declaró él con un brillo travieso en los ojos—. Casado una vez, divorciado y…
—se calló de repente, y Lali casi gimió cuando todo el regocijo pareció
desvanecerse en él—. Pero es probable que ya sepas todo eso. ¿Pedimos ya?
Peter se comportó de
manera impecable durante el resto de la velada, haciendo gala de todo su
encanto y sentido del humor. Cenaron, bebieron champán e incluso bailaron algo
más, pero en cuanto volvieron al coche, al final de la noche, la tensión
regresó con creces, sazonada con la indecisión de los dos respecto a abordar el
asunto que más les apremiaba.
Lali era muy consciente de
que era ella quien había marcado las pautas que debían seguir de allí en
adelante. Pero eso fue antes de que se fuera de vacaciones, y estaba dispuesta
a admitir que había puesto todo eso en tela de juicio al regresar antes de lo
previsto.
—¿Llegaste a alguna
conclusión importante respecto a tu carrera mientras estuviste en Grecia?
—preguntó peter, interrumpiendo el tenso silencio.
Lali negó con la cabeza.
—Todavía no, pero aún me
queda parte de mi mes de vacaciones para decidirlo —de hecho, apenas si había
pensado en su carrera. Peter había llenado su mente.
—¿Por qué un mes? —le
preguntó él—. ¿Por qué un plazo específico?
—Porque tengo la
posibilidad de protagonizar la próxima película de John Growther. Eso
significaría seis o siete meses en California. John me ha concedido un mes para
decidirme, ya que no comenzará las audiciones hasta entonces.
—Hmm —murmuró peter. Era
esa naciente atracción que sentía por él lo que dificultaba aún más su
decisión, pues sabía que si dejaba que se desarrollara a su pleno potencial,
ella no desearía irse de Londres, lejos de él—. Piensas que voy a presionarte
sobre tu decisión, ¿no? —la miró con ojos sagaces—. No lo haré. Sería un tonto
si tratara de influirte en algo tan importante.
Pero estaba influyendo en
ella, pensó Lali con triste ironía.
—La alternativa es una
obra teatral —prosiguió ella—. Deben comenzar los ensayos el próximo mes —hizo
una pausa cuando él frenó ante un semáforo en rojo y le puso una mano sobre la
que él tenía en el volante—. peter —dijo la joven con intensidad—. No me lleves
a mi casa.
Eso fue todo. «No me
lleves a mi casa». Y el silencio dentro del coche fue perturbador. Peter
permaneció con las manos tensas sobre el volante, la mirada clavada en la luz
roja del semáforo y el rostro ceñudo.
—¿Adonde te llevo?
—preguntó con aspereza.
—A tu casa —murmuró ella,
y la tensión que los atenazaba escapó a todo control.
continuara................proximo cap inperdible
Me ENCANTO MASSSSS!!!!!!
ResponderEliminarAh! Bueno!Lanzada te decían!JAJA MUY BUENO e imagino q se viene otro mejor!
ResponderEliminarNO LO PUEDES DEJAR AHI! QUIERO MAS, EXIJO MAS! POR FAVOR!
ResponderEliminarHahahahaahahaha quiero otro CAP no nos dejes así no seas malita otro otro masas porfaaa
ResponderEliminarGenial! El se vuelve todo un adolescente inexperto con ella y ella que no se la hace fácil! Más!
ResponderEliminaryo tambien quiero ir a su casa jeje, me encanta la nove y el cap, lo mas :) besos sube pronto
ResponderEliminarATT:alex
LALI a pear de disfrutar de estar con us familia no podia apartar a PETER de su mente.
ResponderEliminarPETER estaba de un animo jajaaj hasta k llego LALI.
LALITER tiernos
ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
UHHH AWWW no tengo palabras que lindo le movio toda la estanteria jajajjajaja plis mas nove
ResponderEliminarLAli no aguantó mucho lejos d Peter.
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