miércoles, 12 de septiembre de 2012

capitulo 6

Hola! subo por ustedes no saben como estoy todo el dia cole y de ultimo fisica me quebre una uña y ahora esoy sin un dedo jaja casi no puedo ni escribir:(
Y aun no he leido la proxima nove jaja asi que necesito tiempo por eso no subi el lunes ni martes entiendanme.
Gracias a las que me ayudaron con la pag son un amor las amo♥
A se me olvidaba ya estan las noves para descargar para las que no lo notaron jajala estan desde hace varios dias.
Y por ultimo !FELIZ CUMPLE CARINA ZAMPINI! la amo♥

Capítulo 6

Fue rápido, demasiado rápido; las semanas de frustración y deseo contenido culminaron en esa mutua explosión. Lali yacía muy quieta, acurrucada contra él, con la mejilla apoyada en su pecho, que se agitaba y contraía recobrando la normalidad.

—¿Contenta? —preguntó él con suavidad.

Ella asintió.

—¿Es siempre así? —preguntó Lali con voz apacible.

Peter dejó de respirar por un instante, luego lanzó un profundo suspiro.

—No. No siempre.

Ella notó el tono de extrañeza en la voz de su amante mientras él se movía para agarrar la punta de la sábana y cubrir con ella sus cuerpos.

—La, no eres una novata para…

—Nunca había sido así para mí antes —le confío ella en un susurro.

Peter se incorporó un poco, apoyándose en un codo, para mirarla a la cara, para descifrar su expresión, pero ella no se lo permitía, presionando la mejilla contra el pecho de él, y el fotógrafo se rió con suavidad, divertido por la timidez de la joven.

—También ha sido bastante especial para mí, nena —declaró él con voz emocionada—. Estaba seguro de que sería especial —continuó—. Pero no tan… espectacular. ¿La? —un súbito pensamiento hizo tambalear su confianza—. ¿Has disfrutado? Quiero decir… ¿te…?

—Sólo he tenido otro amante antes que tú —lo interrumpió ella con timidez.

—No quiero saberlo, Lali —replicó Peter con voz tensa—. No soy partidario de intercambiar experiencias. Así que…

—No —ella se incorporó de repente, lo miró con ojos consternados y le puso un dedo en los labios—. No, esto es importante para mí. Por favor, escúchame.

Peter lanzó un suspiro resignado y el enfado se desvaneció un poco de su rostro.

—Yo tenía veinte años y era muy ingenua… todavía lo soy —continuó ella—. Él era un joven actor, vanidoso y egocéntrico —dijo Lali, y su boca se torció en una mueca desdeñosa—. Y un completo egoísta.

—¿Estás tratando de decirme que nunca…?

—No soy tan ingenua —replicó ella—. El ego de él era demasiado grande para dejarme ir… intocada por su «amor». ¿Me entiendes? —Peter frunció el ceño y Lali suspiró, deseando no haber comenzado eso—. No tiene importancia, olvídalo —murmuró—. Ha sido una tontería hablar de esto.

—Un momento —Pete le puso una mano bajo la barbilla, para hacerla levantar la mirada hacia él—. ¿Qué es lo que tratabas de decirme? ¿Acaso que no has…?

—No exactamente —repuso Lali con una risita nerviosa, trémula.

—Entonces… ¿cómo…?

—Pues… él… me… —la joven se removió con incomodidad. No podía decirlo en voz alta y, en un arranque de bochorno, volvió la cabeza y se lo musitó al oído.

—¡Caramba! —murmuró Peter, y Lali lo miró con cierta irritación por parecer tan complacido—. ¿Cuánto tiempo duraste con él?

—Seis meses. Vivimos juntos la mayor parte de ese tiempo, pero la relación fue un fracaso.

—No me extraña.

—Decidí dejarlo. A él no le afectó mucho —la joven se encogió de hombros—. Dijo que estaba harto de mí. Que a fin de cuentas yo no era bastante apasionada para su gusto.

—Pero ahora sabes que sí lo eres —murmuró Peter, y la estrechó contra su pecho—. Y por lo que te dijo ese cretino evitaste durante tres años cualquier relación seria, ¿verdad? ¿Por qué hiciste conmigo una excepción a tu regla?

Ella sonrió.

—¿Por qué hiciste conmigo una excepción a la tuya? —replicó, acurrucándose contra él—. Yo tenía entendido que nunca cortejabas a tus modelos.

—Tú no eres modelo.

—Pero pertenezco al tipo de mujeres que desprecias. El mundo superficial, frívolo del glamour y la vanidad desmesurada. ¿Por qué, peter?

—¿El azar? ¿El destino? —Sugirió él, pasándole un dedo por la espalda—. ¿Una irresistible tentación a mis sentidos?

—Creo que lo que nos hizo a los dos hacer una excepción a nuestra regla fue esto —dijo la actriz en un susurro, y cubrió con su boca la de él, en un beso que los estremeció, aunque carecía de tensión sexual. Era un beso que delataba ternura y apuntaba hacia una palabra que aún no se atrevían a pronunciar.

Peter estaba conmovido, pero en guardia cuando terminó el beso. A Lali no le preocupó su recelo. Las palabras no necesitaban pronunciarse para confirmar lo que ya flotaba en el aire entre ellos. El amor era la razón por la que ambos habían olvidado sus reglas.

Lali bostezó y se acurrucó más estrechamente contra él. No se habían dicho una sola palabra desde el beso, y el ceño fruncido de su amante era la señal de sus pensamientos. Presionó la boca contra su cálido cuello; luego cerró los ojos, deslizándose en un sueño apacible.

Hicieron el amor durante la noche con un fervor nacido de una compenetración emocional aún más profunda.

Se quedaron dormidos y despertaron todavía abrazados, unidos física y espiritualmente.

Mientras desayunaban, bromearon, charlaron, rieron y se acariciaron.

—He decidido ir a la audición para la obra de teatro —anunció ella mientras tomaban el café.

Peter no comentó nada, pero cuando sus músculos faciales se relajaron de manera visible, Lali comprendió lo mucho que él ansiaba escuchar eso.

Lali dio un mordisco a su tostada y la mantequilla derretida se le escurrió por la barbilla. Un largo dedo detuvo el reguero y Peter se chupó la mantequilla con deliberada fruición sexual.

—No puedo dejar que se estropee mi mejor camisa con manchas de grasa —explicó, con un brillo en los ojos.

Lali se había puesto la camisa de etiqueta que él se había quitado la noche anterior. Le llegaba hasta las rodillas. Pero olía a él y ella se deleitaba con el contacto de la tela que lo había cubierto. Sin embargo, eso la hizo pensar en algo y frunció el ceño.

—Tendré que escabullirme de aquí antes de que lleguen tus empleados y me encuentren en flagrante delito, por decirlo así.

—¿Qué te importa lo que los demás piensen? —inquirió él.

—¿Qué dirá tu tía Vi?

—Te reprenderá por empañar mi virtud —predijo Peter con una sonrisa, y recibió un suave golpe en la barbilla por su broma. Eso derivó en una pelea juguetona que terminó con los dos tendidos en el suelo.

Allí permanecieron, Peter encima de Lali, sonriéndose tontamente uno al otro, cuando al abrirse de manera inesperada la puerta de la cocina, los dos se sobresaltaron y se llenaron de bochorno.

—¡Oh! —exclamó Sandra, mirándolos con ojos azorados.

—Vete, Sandra —pidió Peter con bastante suavidad.

La pobre muchacha parpadeó, se puso roja como un tomate y salió deprisa, dejándolos en un silencio total, que fue roto cuando Lali fue presa de un ataque de risa.

—Me pregunto qué pensará de ti Sandra ahora —comentó entre accesos de risa.

—En realidad nunca he sido un monje —declaró Peter, luego maldijo su estúpida lengua cuando Lali dejó de reírse. Lanzó un profundo suspiro—. No he querido decir eso —se disculpó—. Eres la única mujer que ha estado en posición de ser encontrada a solas conmigo en este apartamento.

—¿Otra excepción a tus reglas?

Peter la miró con los ojos entrecerrados por un momento, luego se incorporó y la ayudó a ponerse de pie.

—Iré a averiguar por qué ha llegado tan temprano —murmuró y salió.

Cuando él regresó a buscarla, ya vestido, Lali tenía puesta su ropa y estaba de pie junto a la ventana del salón.

—Quería hacer algunas fotos personales antes de que comenzara la jornada de trabajo —explicó Peter desde el umbral—. Vino a la cocina a preguntarme si no había problema.

Lali asintió, sin decir palabra.

—¿Quieres que te lleve a tu casa? —le ofreció él con cortesía. Se había desvanecido la magia—. Lali…

—Sí, por favor —ella se volvió y lo vio parado en el umbral, mirándola con ojos enigmáticos—. Tendré que llamar a Edward —indicó, con más jovialidad de la que sentía, caminando hacia él—. Debo informarle que ya estoy de regreso y pedirle que haga los trámites para la audición.

Peter estaba bloqueando la puerta; Lali no pudo mirarlo a los ojos. No tenía experiencia en ese tipo de despedida. Se ruborizó y se sintió muy tonta.

—Pensé que podríamos hacer juntos el equipaje —lo oyó murmurar—. Pero si lo prefieres…

—¿El equipaje? —ella alzó la mirada, reflejando en sus ojos el súbito sobresalto de su corazón.

—El equipaje —repitió él, sonriendo. Alargó una mano y le acarició el brazo antes de posarla en su hombro—. Ya sabes —bromeó—. El equipaje, maletas, baúles, cosas así. Hacer el equipaje como cuando alguien se cambia de casa… La —su voz se volvió insegura y casi suplicante—: ¿Querrías… vivir conmigo?

Lali lo miró con los ojos dilatados y tragó saliva.

—¿Cuánto… cuánto…?

—¿Cuánto tiempo? —terminó por ella—. No puedo responder a eso —declaró con sinceridad—. No puedo hacer predicciones sobre el rumbo que tomará nuestra relación. Lo único que sé es que quiero tenerte a mi lado. Quiero despertar todas las mañanas como ésta, contigo junto a mí. Quiero que estés conmigo todo el tiempo; el que te quede después de tus compromisos de trabajo, por supuesto. ¿Qué dices?

—Sí —musitó ella. Eso fue todo. Sólo «sí».

Peter la abrazó con fuerza y la magia regresó. Lali se reía. Para él había salido el sol.

 

 

Peter recorría el apartamento de Lali como un comprador en potencia. Lali lo observaba con indulgencia. Él acababa de regresar, después de dejarla allí antes, para luego ir a su estudio a trabajar durante un par de horas. Lali se había dado una ducha y se había puesto un pantalón de pana marrón y un jersey verde oscuro. Llevaba el pelo trenzado.

—¿Qué dijo Edward sobre tu decisión? —inquirió Peter, fingiendo interés en la colección de discos de la joven.

—Se mostró… resignado.

—Hmm —murmuró Peter.

—¿Y ese «hmm» qué se supone que quiere decir?

—Eso… hmm —él se encogió de hombros—. ¿Podemos llevarnos algunos de estos discos? —preguntó en tono desenfadado—. Tienes unos álbumes sensacionales, La.

—Pit —insistió ella con voz apacible, pero apremiante—. ¿Qué has querido decir con ese «hmm»?

Peter no respondió, sus dedos recorrían la hilera de discos.

—He querido decir… ¡maldición! —gruñó y se incorporó para volverse a mirarla con ojos furiosos—. ¡He querido decir que no confío en que tu agente no trate de hacerte cambiar de idea! He querido decir que no tiene sentido que renuncies a una película con John Crowther como director, cuando en el teatro ganarías una miseria en comparación.

Lali lo miró con gravedad.

—Trabajo en lo que me gusta y no por el dinero que pueda ganar. Hago lo que quiero, cuando quiero y como quiero.

—Estás hablando como Edward —declaró Peter con una risa extraña.

Ella lo miró sin parpadear.

—Si así lo quisiera, peter, podría dejar de trabajar por completo y tendría suficiente dinero para vivir bien el resto de mi vida. ¿Entiendes lo que te quiero decir?

Peter se había encerrado en sí mismo. Lali sabía que estaba hablando de manera arrogante, pero no quería que Peter pensara que ella accedía a vivir con él para que la mantuviera con lujos. Según Edward, la ex esposa de peter lo había arruinado y, en el mundo en el que los dos se movían, el dinero solía tener prioridad sobre otras consideraciones.

—Estoy tratando de explicarte lo que Edward ya sabe…

Señaló hacia un aparador de ébano, donde había dos grandes fotografías enmarcadas. Peter siguió la dirección del dedo que apuntaba y se inclinó a observar las fotos. Lali tocó uno de los marcos con la punta de los dedos.

—Mis padres —informó, y luego señaló al hombre rubio y delgado de la foto—. Chris Esposito —dijo—. El famoso pintor austríaco.

—¡Ca… ramba! —exclamó Peter, impresionado.

—Mi madre era Anne Mawdsley, hija de Sir Alan Mawdsley.

Peter silbó entre dientes, reconociendo el nombre de uno de los más condecorados héroes ingleses de guerra.

—Siendo muy joven, mi padre quedó atrapado en Alemania cuando se cerraron las fronteras austríacas. Con el tiempo regresó a Austria y, con la ayuda de mi abuelo, llegó por fin aquí, a Inglaterra… pero las cosas que vio antes de escapar, vivieron en sus pesadillas durante el resto de su vida. Su obra fue realizada con la vaga esperanza de sacar de su mente tales horrores al plasmarlos en los lienzos. No lo logró del todo —Lali se calló, contemplando con tristeza la fotografía, luego prosiguió—. No hace falta decir que cuando mi abuelo se lo presentó a mi madre, se enamoraron y se casaron. Helen piensa que su amor por mi madre calmó algo sus tormentos interiores, y me inclino a pensar que tiene razón… los dos murieron en un accidente cuando estaban esquiando, hace poco más de cinco años.

—¿Quién es Helen?

—Mi hermana —Lali tomó la otra fotografía y la sostuvo delante de ella, sonriendo con afecto—. Tiene seis años más que yo.

—Se parece a ti —observó Peter—. ¿Con quién se está casando aquí?

—Con Stavros Kirilakis.

—¡Caramba!

—Es con ellos con quienes he pasado mis tres semanas de vacaciones —comentó Lali—. Stavros es de Rodas —sus labios esbozaron una extraña sonrisa, Peter la notó y se preguntó la causa—. Tiene propiedades allí y en Atenas. La mayor parte de sus negocios los atiende en Atenas, pasan casi todo el tiempo allí. Pero Stavros logró organizar su agenda para que pudiéramos pasar juntos mis vacaciones en Rodas.

—Y los dejaste con la curiosidad sobre tus razones para regresar antes de lo previsto a Londres —dedujo él— ¿Cuáles son las posibilidades de que el gran griego me venga a pedir cuentas en su calidad de celoso cuñado?

—Muchas —Lali sonrió—. Stavros es un hombre grande, poderoso. Con un arraigado sentido de la lealtad familiar. Es probable que te haga castrar ceremonialmente por atreverte a seducirme —su sonrisa se tornó maliciosa, juguetonamente perversa.

—Antes tendría que enfrentarse a mi tía Vi —replicó Peter, sonriendo a su vez.

—Es cierto —concedió Lali, y soltó una risita divertida.

—Se me acaba de ocurrir algo —dijo Peter, pensativo, como quien acaricia una idea apetecible—. ¡Podría dejar la fotografía y vivir de ti! Hmm… Es una idea tentadora.

—Antes tendría que acceder yo a mantenerte —señaló Lali—. Pero si tienes vocación de gigoló, creo que debo advertirte que no puedo soportar a gente ociosa a mi alrededor, ni siquiera a rubios grandes y guapos.

—Podría hacerte cambiar de opinión respecto a eso —comentó él con deliberada intención.

Lali se replegó con falso temor. Él tenía ese gesto de león a punto de lanzarse sobre su presa. Dio un paso amenazador hacia ella y, con un gritito agudo, Lali se volvió y escapó. Peter la siguió.

El que la hubiera alcanzado en el dormitorio, insistía Lali después, se debía a la mala suerte de ella y la buena fortuna de Peter.

PD:Alguien de costa ria que se quiera unir a un club de paulina goto??? nos faltan 5 porfa


9 comentarios:

  1. ME ENCANTA. La nove esta buenisima! Para cuando un maratón?? jaja

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  2. jajajajaj muy buenos tus apuntes no lo había notado ya q dices q estas ocupada te tengo paciencia pq yo también ando rre ocupada con la U termino leyendo las novelas entre 11 y 12 de la noche me encanto el cap awww quiero un peter espero es siguiente (con paciencia jajaja)

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  3. Me encantó el cap, cuando tengas tiempo sube la nove, besos.
    @Masi_ruth

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  4. Rápidito ,ese tiempo d vacaciones d Lali ,la separación le cayó mal.

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  5. son divinos, me encantan como se llevan y como van consolidando la pareja, si que van rápido!! Más!!

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  6. paulina goto, la mexicana de mis xv? jeje a ella la vi ayer en un concierto :)
    beso sube pronto
    att:alex

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