Hola bienvenidas a las nuevas lectoras! aqui otro cap no llegaron a 15 pero igual subi depende de ustedes si quieren otro besitos!
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Capítulo
3
El timbre de la puerta sonó
a las ocho en punto. Lali se volvió para mirarse en el gran espejo de su
habitación. El vestido marrón de talle bajo le sentaba bien y el color
armonizaba con su cutis cremoso. Sin tirantes, se sostenía en la suave
turgencia de sus senos, y le ceñía las caderas.
El largo baño había dado
buen resultado: ya había relegado la funesta experiencia con Joel Blake a un
rincón de su mente. Lo cual dejaba espacio para su inminente cita con Peter.
Se miró a los ojos y vio
escrito en ellos lo que él vería cuando se encontrara con ella. Atracción,
poderosa, innegable, más intensa por ser inesperada. Se sentía viva y
sensualmente femenina, le cosquilleaba la piel con una excitada expectación que
ponía rubor en sus mejillas y hacía que su boca se curvara en una sonrisa, como
si no pudiera ocultar el regocijo que sentía.
Volvió a sonar el timbre y
ella se apartó del espejo. Hizo una pausa ante la puerta, sintiéndose tan
agitada como una colegiala en su primera cita amorosa. Abrió la puerta.
Allí estaba el atractivo
fotógrafo, vestido para hacer estragos en los sentidos de la joven. El esmoquin
era blanco y de corte impecable, la camisa de un tono rosa pálido, la corbata
de lazo de seda blanca. El pantalón era negro y se ajustaba a las caderas
acentuando el peligroso poder de esos muslos vigorosos. Estaba apoyado con
despreocupación en el marco de la puerta, con una mano metida en un bolsillo
del pantalón. Su expresión era irónica.
—Por un momento pensé que
me ibas a dejar plantado —sus ojos de león la recorrieron con desenfado—. Me
alegro de que no lo hayas hecho —agregó con suavidad, y sus ojos explicaron la
razón.
Lali no hizo mucho caso de las mariposas que
aletearon en su estómago.
—Jamás se me ocurrió la
idea de dejarte plantado —afirmó con suavidad.
—Gracias —replicó Peter, y
la agitación de la joven se acrecentó, ya que él la miraba con una gran
intensidad—. ¿Lista? —le preguntó sin molestase en entrar. Una sonrisa
desvaneció la seriedad—. Creo que más vale que nos vayamos a cenar, antes de
que ceda a otras tentaciones menos culinarias.
Lali se rió y los ojos del
fotógrafo se posaron en sus labios.
—Tu abrigo —indico él.
—Mi abrigo —repitió Lali
con voz trémula, y se volvió para ir a recoger su abrigo de piel, preguntándose
aturdida por qué la afectaba de ese modo aquel hombre.
El coche del fotógrafo era
grande, lujoso, su color crema era un reflejo del exquisito gusto de su dueño.
Después de ayudarla a ocupar el asiento del acompañante, Peter se sentó a su
lado ante el volante y se puso él mismo el cinturón de seguridad.
Su rostro estaba cerca del
de ella y sus ojos se hallaban al mismo nivel. «Seremos amantes muy pronto»,
decían los ojos dorados del fotógrafo; «lo sé», contestaban los de ella, y el
espasmo de un músculo en la mandíbula masculina fue respondido por el suspiro
trémulo de la actriz.
Peter se volvió hacia el
volante y mantuvo las manos firmes sobre éste, respirando profundamente. La
tensión sexual era tan poderosa entre ellos, que los mantenía en una especie de
trance.
—¿De qué parte de los
Estados Unidos eres? —preguntó por fin Lali, en un intento por aligerar la
tensión.
Peter se volvió a mirarla
con una amplia sonrisa.
—De Nueva York —declaró.
—¿Y qué hace un
neoyorquino en Londres?
Peter se encogió de
hombros y miró por un instante por encima del hombro, antes de dirigir el coche
hacia la corriente de tráfico.
—Fotografío rostros
—respondió cuando completó la maniobra y luego procedió a explicar—: Mi fuerte
es captar la belleza intrínseca de una mujer, sin el recurso de cosméticos ni
filtros especiales. Sostengo la filosofía de que no hay mujer fea. Todas tienen
algo bello, ya sea un resplandor interior nacido de una naturaleza encantadora,
o algún rasgo físico específico, singular. Todo lo que hace falta es descubrir
esos aspectos y explotarlos con habilidad… la tía Vi, por ejemplo —prosiguió—.
Tiene sesenta y nueve años y su rostro muestra todo lo que ha sufrido, gozado y
vivido en ese tiempo. Sobre todo lo que ha padecido los últimos diez años.
—¿Por la artritis?
Peter asintió.
—Pero sus ojos tienen un
brillo de humor innato que ningún sufrimiento puede borrar, y su sonrisa puede
iluminar un cuarto oscuro. Si fuera a fotografiar a la tía Vi, le contaría un
chiste un poco atrevido para que se desplegara esa sonrisa y apareciera ese
brillo en los ojos. Y nadie notaría las arrugas de dolor, de la vejez, los
estragos del tiempo.
—Pero también en Nueva
York debe de haber rostros bellos e interesantes —arguyó Lali—. Así que no
entiendo por qué preferiste trabajar aquí y no en…
—Parece que no me has
entendido bien —la interrumpió Peter—. Como he dicho antes, no creo en la
fealdad —Lali lo miró sin comprender—. Lo que muchas norteamericanas han hecho,
al menos las que pueden pagar mis servicios, es obsesionarse tanto con lograr
su ideal de perfección física, que han estropeado la belleza con la que la
madre naturaleza las ha dotado. ¡Cirugía cosmética, cirugía dental, cirugía
ósea! —Exclamó el fotógrafo con horror—. No me dejan nada con qué trabajar, es
como fotografiar muñecas de cera. Pero lo que no ven al derrochar fortunas para
lograr el físico ideal es que en el proceso pierden su individualidad,
dejándolas con una belleza insípida que sólo inspiraría a algún pervertido
sexual de esos que se enamoran de las maniquíes de los escaparates.
—¡Uf! —Lali expulsó el
aliento, asombrada por la vehemencia con la que el artista expresaba sus
convicciones—. Una filosofía peligrosa que podría causarte problemas si se
diera a conocer.
—No he guardado en secreto
mi forma de pensar —repuso él, volviéndose a mirarla con las cejas alzadas—.
Ahora bien, aquí las mujeres no se han tragado todavía el anzuelo de la cirugía
plástica. A excepción de algunas desdichadas, en general los rostros ingleses
siguen siendo fieles a sí mismos. Yo esperaba que tu rostro fuera producto de
la cirugía plástica —comentó el fotógrafo con cierta sorna y se volvió a
mirarla por un instante para ver cómo se tomaba ella sus palabras. Lali se
mostró adecuadamente insultada y él sonrió con malicia, antes de volver su
atención al volante—. Vi tu última película y parecías tan perfecta que creí
que sería el trabajo de un experto en cirugía plástica.
—Gracias —murmuró ella,
encrespada—. Heme aquí, con veintitrés años y tratando ya de ocultar mi edad
con…
—Ah, pero ésa es
precisamente la cuestión. ¡Pareces apenas de dieciocho años! ¡Y yo, en mi
lamentable cinismo, decidí que eras demasiado perfecta para ser real! De modo
que debías ser el caso clásico de ayuda artificial.
—No sé si sentirme
ofendida o halagada.
—Lo siento, Lal —murmuró Peter,
apenas ocultando su regocijo.
—¿Lo sientes? El señor me
dice, con toda calma, que me creía una vieja ruina tratando de aparentar la
mitad de su edad, y espera aplacarme con un simple «lo siento», ¿eh?
—Oh, no he dicho vieja
ruina —protestó él, deteniendo el coche en una pequeña calle lateral y apagando
el motor, antes de volverse hacia ella. Fue entonces cuando Lali notó la
expresión de sorna, de regocijo, el brillo malicioso danzando en los ojos del
fotógrafo—. Jamás una ruina —repitió con suavidad, desvaneciéndose el humor
para convertirse en otra cosa, cuando se miraron a los ojos—. Y nunca vieja —le
pasó un dedo por la mejilla—. Eres una de las afortunadas que siempre serán
jóvenes, bellas y deseables.
Su mirada recorrió posesivamente
el rostro de la joven, deleitándose con su tez blanca, las cejas finas y bien
delineadas y las pestañas largas y rizadas. Los ojos de la actriz eran de un
azul increíble, y tan expresivos, que Peter suspiró con suavidad mientras le
pasaba un dedo por el labio inferior.
—Perfecto —murmuró—. El
rostro más perfecto que he tenido el privilegio de contemplar.
¿Y qué pasaba con la
hermosa Tracy?, pensó Lali. La ex esposa del fotógrafo era una de una belleza
increíble.
—Hazme un pequeño favor
Lali —pidió él con seriedad—. Jamás te sientas tentada a cambiarte un solo
rasgo en nombre de la fama.
—Haré un trato contigo
—repuso la actriz, haciendo gala de su innato sentido del humor—. Te haré caso
si me prometes… no volverme a llamar «señorita» con ese tono insultante que
usaste esta tarde.
Peter pareció confuso al
principio, luego se inclinó hacia ella y la besó con suavidad en los labios.
—Lo prometo… señorita —y
dio a la palabra un nuevo sentido que hizo revolotear otra vez las mariposas en
el estómago de la joven.
El restaurante era
pequeño, íntimo, exclusivo y francés. Durante toda la cena charlaron y
bromearon amigablemente. Peter se mostró encantador y ella muy receptiva.
—Cuéntame lo de Blake
—dijo él de repente, cuando tomaban el café.
Lali lo miró fijamente,
luego bajó la mirada.
—¡Todavía no puedo
entender cómo pude caer en la trampa! —suspiró—. Ni siquiera deseaba hacer el
papel. Edward me convenció. Fuimos a la suite del hotel de Blake, lo cual no es
nada raro en mi profesión, muchos directores de fuera hacen las audiciones así…
fue muy amable, todo sonrisas y encanto. Me dio una copia del libreto y me dejó
sola para que leyera la parte que me correspondía mientras él llevaba a Edward
a otro cuarto, con el pretexto de pedirle su opinión sobre cierta pieza de
porcelana que acababa de adquirir. Edward es coleccionista de porcelana y una
autoridad en la materia. Luego Blake regresó solo, me dijo que había dejado a
Edward contemplando con envidia la pieza de Meissen. Fue cuando nos sentamos en
el diván para leer el libreto cuando se me echó encima —se estremeció al
recordarlo—. Yo me resistí con todas mis fuerzas mientras él me amenazaba con
arruinar mi carrera si no cedía a todas esas porquerías —su boca se torció en
una mueca amarga—. Ya casi me había desvestido cuando tuve el buen sentido de
llamar a Edward. Él entró en la habitación hecho una furia… Edward no es como
parece, ¿sabes?
—Lo sé —admitió Peter.
—Me quitó de encima al
viejo libidinoso, le dio un puñetazo en la cara y luego lo insultó. Edward
tiene bastante poder en nuestro medio y Blake lo sabe. Estaba muerto de miedo
—una extraña sonrisa curvó los labios de la joven y Peter la miró con aire
interrogante—. Edward me ayudó a levantarme y me sacó de la suite. Luego
regresó adentro. Oí el ruido de porcelana al romperse, después volvió a salir
con una sonrisa de satisfacción, y juntos nos dirigimos al ascensor —la sonrisa
se hizo más amplia—. Edward debía de estar furioso para hacer eso. Él
preferiría cortarse la mano derecha a destruir una bella pieza de porcelana.
—Y después de eso fuiste
directamente a la cita conmigo…
—Y tú pronto me hiciste
sentirme peor al atacarme verbalmente en cuanto me viste —le reprochó Lali—. Me
dieron ganas de abofetearte cuando comentaste eso de que podía estar desnuda
debajo del abrigo.
Peter sonrió de oreja a
oreja.
—¿Alguna vez has actuado
desnuda? —inquirió con deliberada provocación. Lali lo miró con los ojos muy
abiertos.
—¡Por supuesto que no!
Ella se puso a recorrer
con los dedos el tallo de la copa de vino. Peter la observaba con mirada
posesiva.
Lali alzó la cabeza y le
ofreció una sonrisa pícara.
—En una ocasión quisieron
que hiciera una escena de desnudo —declaró.
—¿En qué película? —Preguntó
peter—. Creo haber visto todas tus películas, pero no recuerdo haber visto en
ninguna una escena de desnudo.
—¿Has visto las tres? —se
burló ella de sí misma. Lali era sobre todo actriz de teatro. Su corta carrera
en el cine había sido un fracaso, según ella, y esperaba corregirla pronto—.
Fue para La Decadencia de una Leyenda
—informó la joven—. El director organizó un escenario cerrado, donde se suponía
que yo debía salir desnuda del cuarto de baño y caminar hasta la cama, donde el
coprotagonista me esperaba bajo una sábana negra de seda estratégicamente
colocada sobre sus muslos. Yo era la sirena, la causa directa de su decadencia,
de modo que tenía que aparecer fatal, irresistible.
—Pero recuerdo esa escena
—la interrumpió Peter—. Saliste del cuarto de baño cubierta con la ropa
interior más sexy que he visto en mi vida.
lali asintió con una
sonrisa pesarosa.
—No pude hacerla. Debe de
haber en mí algo de puritana, pero no pude atreverme a atravesar ese escenario
completamente desnuda. Logré convencer al director de que la escena podía estar
muy cargada de erotismo sin necesidad de quitarme toda la ropa. Al terminarla,
me felicitó.
—Entiendo —murmuró el
fotógrafo—. Estuviste maravillosa.
La escena se rodó sin
ninguna seductora música de fondo, y toda su intensidad fue lograda por los
cadenciosos movimientos de la actriz y las expresiones de su rostro.
—Hermosa, seductora… una
verdadera sirena —murmuró Lali—. Y sin embargo lograste mantener ese aire de
exclusividad que veo como parte inherente a ti, la persona real.
—Debajo del seductor
camisón de seda, llevaba unas bragas muy pudorosas —confesó Lali, y emitió una
risita divertida cuando el arrobo de su acompañante se convirtió en auténtica
desilusión.
—¡Qué crueldad! —la acusó Peter
con una mueca pesarosa—. Acabas de estropear mi fantasía favorita.
Lali se inclinó para darle
en la mano una palmadita consoladora.
—Tenía que refrescar tu
ardor —se burló.
—Malvada.
Lali asintió, sonriente.
—¿Puedo volver a verte?
—estaban sentados en el coche del fotógrafo, ante el edificio donde ella tenía
un apartamento.
—Estaré fuera el próximo
mes —contestó Lali con pena—. Unas vacaciones… que buena falta me hacen.
Peter la miró como si lo
hubiera abofeteado, y los ojos azules de la actriz se suavizaron; ella también
se sentía un poco desilusionada.
—¿Y… adónde irás? —Peter
trató de mostrarse despreocupado, pero sólo logró parecer gruñón y molesto.
Lali sonrió con tristeza.
—Mis planes son… efímeros
—respondió, evasiva.
En realidad no estaba
segura de qué parte de Grecia visitaría hasta que Stavros la llamara por la
mañana para confirmar la reserva de su vuelo. Pero la razón para ser evasiva
era el hombre que se encontraba sentado a su lado. Ella tenía un poco de miedo
de la fuerza y la rapidez con la que se estaban desarrollando las cosas entre
ellos.
—He trabajado sin parar
durante cinco años, desde que salí de la escuela de arte dramático… y estoy
cansada —explicó con suavidad, porque no quería herirlo ni que creyera que
estaba inventando excusas—. Estoy agotada mental y físicamente, incluso un poco
desencantada con el rumbo que está tomando mi carrera. Necesito tiempo para
encontrarme otra vez a mí misma, decidir lo que voy a hacer luego. Si me quedo
aquí, en Londres, habrá… presiones para que tome decisiones para las que no
estoy preparada —la extensión de sus explicaciones eran suficientes para dar a
entender a Peter lo importante que era para ella que la comprendiera.
—Y yo quisiera que te
quedaras conmigo —declaró Peter con resignado pesar—. Más presión para ti.
—Pero una presión muy
agradable —ella le tocó una mano y Peter le tomó la suya y se la llevó a los
labios—. Y muy tentadora.
Los ojos de peter se
ensombrecieron, y se acercó más a la joven, hasta que sus bocas estuvieron muy
cerca.
—Podríamos subir a tu
apartamento —sugirió en tono ronco—, para hablar de esto más cómodamente.
—Podríamos —murmuró Lali,
mirando esa boca firme y sensual—. Pero…
—¿Pero?
—Creo que las cosas van
demasiado deprisa para mí, pit.
—¿Y eso te asusta?
—Mucho —susurró ella, y un
suave suspiro cerró la brecha entre sus bocas.
La boca del fotógrafo era
cálida y persuasiva, su lengua presionó los labios de la joven, urgiéndola a
entreabrirse para él, y Lali respondió con entusiasmo, tan ávida como peter de
conocer la húmeda intimidad. Él deslizó una mano en la nuca de la actriz,
sosteniéndole la cabeza, y ella se estremeció, pues el beso era mucho más
perturbador que todos los que había recibido en su vida.
Lali se arqueó para
recibir el peso del cuerpo masculino al apretarse contra el suyo, y sus manos
se deslizaron por debajo de la chaqueta para ceñirlo más estrechamente. Al fin
pudo sentir la tensa firmeza del cuerpo viril con dedos que temblaban sobre la
piel ardiente. Peter respondió con un gruñido sordo, profundizando el beso con
avidez.
El brusco bocinazo del
claxon de un coche los apartó, trémulos y agitados. peter permaneció inclinado
sobre ella, con los ojos como llameantes topacios mientras se clavaban en los
de ella, vidriosos de pasión.
—¿Estás bien? —inquirió peter.
Ella asintió sin hablar;
no podría haber hablado aunque quisiera. Nunca había experimentado emociones
tan intensas como las que le había despertado ese simple beso.
—Como un tren descarrilado
sin conductor —Peter intentó bromear, pero su voz fue ronca, trémula,
inestable.
—O un conductor que ha
perdido el control de su tren —aportó Lali, con voz igualmente temblorosa.
Peter apoyó la frente
contra la de ella.
—Quiero tocar todo tu
cuerpo —declaró con un gruñido sensual—. Te he deseado desde que te quitaste el
abrigo hoy en el estudio. Quisiera acostarme contigo, tocarte, sentirte,
conocerte.
—Sexo puro —lo catalogó
ella con voz pastosa, y Peter sonrió al apartarse un poco y acariciarle el
rostro delicada pero anhelantemente.
—Retrasa tus vacaciones
—la apremió con suavidad.
Lali sacudió la cabeza,
negando su deseo tanto como el de él.
—Puedo tratar de regresar
un poco antes —concedió ella—. Pero tengo el compromiso por un mes y no quiero
defraudar a quienes me esperan, acortando demasiado las vacaciones.
—¿Algún hombre? —preguntó peter
con cierta aspereza, apartándose de ella.
Lali sintió un frío
repentino.
—Familia —confesó, y Peter
tuvo la decencia de mostrarse abochornado.
—Lo siento.
—No pareces sentirlo en
realidad —comentó ella y luego suspiró, porque las cosas estaban saliendo mal y
no quería terminar la velada de manera desagradable, sobre todo si ella iba a
estar lejos tanto tiempo—. Concédeme tres semanas, Peter —pidió—. ¡Tres
semanas! —le puso un dedo en los labios cuando iba a protestar—. Es demasiado
pronto —susurró—. No estoy acostumbrada a comprometerme de manera tan impulsiva
en una relación.
—Entonces admites que
puede haber algo entre nosotros —dijo Peter—. Y algo más que un amorío
pasajero.
—Lo supe desde que me
alzaste en brazos esta tarde. Concédeme mis vacaciones, Pit —pidió con voz más
serena—. Si puedo, regresaré antes, pero no creo poder hacerlo antes de tres
semanas. Te llamaré en cuanto regrese, ¿dé acuerdo?
Peter permaneció callado
un rato, mirándola con cierto reproche.
—Tenía tantas ganas de
verte mañana por la noche, y la noche siguiente y luego la otra… —esbozó una pesarosa
sonrisa y agregó—: Pero está bien… no quiero crearte más presiones. Espero tu
llamada —luego se inclinó hacia ella y la besó con dureza—. Ahora bájate de mi
coche antes de que nos ponga a los dos en evidencia haciéndote aquí mismo el
amor, delante de quienquiera que nos pueda ver.
Me ENCANTA Y ESTE PETER TAMBIEN ME ENCANTA SU FORMA DE PENSAR EN LAS OPERACIONES JEJE Y LA FOTO TAMBIEN NO ES SOLAMENTE XK LA E HECHO YO JEJE. MASSS
ResponderEliminarbuenisimaa sale masssssssss :D
ResponderEliminarME ENCANTAAAAAAAAAAAA :)
ResponderEliminar]Me encanta, son todos dulces!!! Quiero q pasen esas tres semanas ya!!! más!
ResponderEliminarLA primera cita y Peter lanzadito,aunque Lali no se queda atrás,se lo piensa un poquito .
ResponderEliminarme encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa .. quiero mas novelitaaa :) me gusta esste peter tan seductor
ResponderEliminarEsto sí q va rapido!Amor a primera vista!
ResponderEliminarUna nueva lectora.
ResponderEliminarPETER muy nuena sus opiniones sobre las operaciones plasticas.
LALITER ♥
ME ENCANTO LOS 3 CAPS
MASSSS NOVEEEEEEEEEEEEEEEE
mas porfa
ResponderEliminarMe EN CAN TO esta genial mas mas mas mas
ResponderEliminarmass
ResponderEliminarsubemas
ResponderEliminarotro cap
ResponderEliminarMasss nove :)
ResponderEliminarTe dejo el Link de mi nove Laliter, te espero :)
ResponderEliminarhttp://mordiaaa.blogspot.com/
mass
ResponderEliminarsube otro cap
ResponderEliminarmas mas mas! te espero ;)
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