jueves, 6 de septiembre de 2012

Capitulo3


Hola bienvenidas a las nuevas lectoras! aqui otro cap no llegaron a 15 pero igual subi depende de ustedes si quieren otro besitos!
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Capítulo 3

El timbre de la puerta sonó a las ocho en punto. Lali se volvió para mirarse en el gran espejo de su habitación. El vestido marrón de talle bajo le sentaba bien y el color armonizaba con su cutis cremoso. Sin tirantes, se sostenía en la suave turgencia de sus senos, y le ceñía las caderas.

El largo baño había dado buen resultado: ya había relegado la funesta experiencia con Joel Blake a un rincón de su mente. Lo cual dejaba espacio para su inminente cita con Peter.

Se miró a los ojos y vio escrito en ellos lo que él vería cuando se encontrara con ella. Atracción, poderosa, innegable, más intensa por ser inesperada. Se sentía viva y sensualmente femenina, le cosquilleaba la piel con una excitada expectación que ponía rubor en sus mejillas y hacía que su boca se curvara en una sonrisa, como si no pudiera ocultar el regocijo que sentía.

Volvió a sonar el timbre y ella se apartó del espejo. Hizo una pausa ante la puerta, sintiéndose tan agitada como una colegiala en su primera cita amorosa. Abrió la puerta.

Allí estaba el atractivo fotógrafo, vestido para hacer estragos en los sentidos de la joven. El esmoquin era blanco y de corte impecable, la camisa de un tono rosa pálido, la corbata de lazo de seda blanca. El pantalón era negro y se ajustaba a las caderas acentuando el peligroso poder de esos muslos vigorosos. Estaba apoyado con despreocupación en el marco de la puerta, con una mano metida en un bolsillo del pantalón. Su expresión era irónica.

—Por un momento pensé que me ibas a dejar plantado —sus ojos de león la recorrieron con desenfado—. Me alegro de que no lo hayas hecho —agregó con suavidad, y sus ojos explicaron la razón.

Lali no hizo mucho caso de las mariposas que aletearon en su estómago.

—Jamás se me ocurrió la idea de dejarte plantado —afirmó con suavidad.

—Gracias —replicó Peter, y la agitación de la joven se acrecentó, ya que él la miraba con una gran intensidad—. ¿Lista? —le preguntó sin molestase en entrar. Una sonrisa desvaneció la seriedad—. Creo que más vale que nos vayamos a cenar, antes de que ceda a otras tentaciones menos culinarias.

Lali se rió y los ojos del fotógrafo se posaron en sus labios.

—Tu abrigo —indico él.

—Mi abrigo —repitió Lali con voz trémula, y se volvió para ir a recoger su abrigo de piel, preguntándose aturdida por qué la afectaba de ese modo aquel hombre.

El coche del fotógrafo era grande, lujoso, su color crema era un reflejo del exquisito gusto de su dueño. Después de ayudarla a ocupar el asiento del acompañante, Peter se sentó a su lado ante el volante y se puso él mismo el cinturón de seguridad.

Su rostro estaba cerca del de ella y sus ojos se hallaban al mismo nivel. «Seremos amantes muy pronto», decían los ojos dorados del fotógrafo; «lo sé», contestaban los de ella, y el espasmo de un músculo en la mandíbula masculina fue respondido por el suspiro trémulo de la actriz.

Peter se volvió hacia el volante y mantuvo las manos firmes sobre éste, respirando profundamente. La tensión sexual era tan poderosa entre ellos, que los mantenía en una especie de trance.

—¿De qué parte de los Estados Unidos eres? —preguntó por fin Lali, en un intento por aligerar la tensión.

Peter se volvió a mirarla con una amplia sonrisa.

—De Nueva York —declaró.

—¿Y qué hace un neoyorquino en Londres?

Peter se encogió de hombros y miró por un instante por encima del hombro, antes de dirigir el coche hacia la corriente de tráfico.

—Fotografío rostros —respondió cuando completó la maniobra y luego procedió a explicar—: Mi fuerte es captar la belleza intrínseca de una mujer, sin el recurso de cosméticos ni filtros especiales. Sostengo la filosofía de que no hay mujer fea. Todas tienen algo bello, ya sea un resplandor interior nacido de una naturaleza encantadora, o algún rasgo físico específico, singular. Todo lo que hace falta es descubrir esos aspectos y explotarlos con habilidad… la tía Vi, por ejemplo —prosiguió—. Tiene sesenta y nueve años y su rostro muestra todo lo que ha sufrido, gozado y vivido en ese tiempo. Sobre todo lo que ha padecido los últimos diez años.

—¿Por la artritis?

Peter asintió.

—Pero sus ojos tienen un brillo de humor innato que ningún sufrimiento puede borrar, y su sonrisa puede iluminar un cuarto oscuro. Si fuera a fotografiar a la tía Vi, le contaría un chiste un poco atrevido para que se desplegara esa sonrisa y apareciera ese brillo en los ojos. Y nadie notaría las arrugas de dolor, de la vejez, los estragos del tiempo.

—Pero también en Nueva York debe de haber rostros bellos e interesantes —arguyó Lali—. Así que no entiendo por qué preferiste trabajar aquí y no en…

—Parece que no me has entendido bien —la interrumpió Peter—. Como he dicho antes, no creo en la fealdad —Lali lo miró sin comprender—. Lo que muchas norteamericanas han hecho, al menos las que pueden pagar mis servicios, es obsesionarse tanto con lograr su ideal de perfección física, que han estropeado la belleza con la que la madre naturaleza las ha dotado. ¡Cirugía cosmética, cirugía dental, cirugía ósea! —Exclamó el fotógrafo con horror—. No me dejan nada con qué trabajar, es como fotografiar muñecas de cera. Pero lo que no ven al derrochar fortunas para lograr el físico ideal es que en el proceso pierden su individualidad, dejándolas con una belleza insípida que sólo inspiraría a algún pervertido sexual de esos que se enamoran de las maniquíes de los escaparates.

—¡Uf! —Lali expulsó el aliento, asombrada por la vehemencia con la que el artista expresaba sus convicciones—. Una filosofía peligrosa que podría causarte problemas si se diera a conocer.

—No he guardado en secreto mi forma de pensar —repuso él, volviéndose a mirarla con las cejas alzadas—. Ahora bien, aquí las mujeres no se han tragado todavía el anzuelo de la cirugía plástica. A excepción de algunas desdichadas, en general los rostros ingleses siguen siendo fieles a sí mismos. Yo esperaba que tu rostro fuera producto de la cirugía plástica —comentó el fotógrafo con cierta sorna y se volvió a mirarla por un instante para ver cómo se tomaba ella sus palabras. Lali se mostró adecuadamente insultada y él sonrió con malicia, antes de volver su atención al volante—. Vi tu última película y parecías tan perfecta que creí que sería el trabajo de un experto en cirugía plástica.

—Gracias —murmuró ella, encrespada—. Heme aquí, con veintitrés años y tratando ya de ocultar mi edad con…

—Ah, pero ésa es precisamente la cuestión. ¡Pareces apenas de dieciocho años! ¡Y yo, en mi lamentable cinismo, decidí que eras demasiado perfecta para ser real! De modo que debías ser el caso clásico de ayuda artificial.

—No sé si sentirme ofendida o halagada.

—Lo siento, Lal —murmuró Peter, apenas ocultando su regocijo.

—¿Lo sientes? El señor me dice, con toda calma, que me creía una vieja ruina tratando de aparentar la mitad de su edad, y espera aplacarme con un simple «lo siento», ¿eh?

—Oh, no he dicho vieja ruina —protestó él, deteniendo el coche en una pequeña calle lateral y apagando el motor, antes de volverse hacia ella. Fue entonces cuando Lali notó la expresión de sorna, de regocijo, el brillo malicioso danzando en los ojos del fotógrafo—. Jamás una ruina —repitió con suavidad, desvaneciéndose el humor para convertirse en otra cosa, cuando se miraron a los ojos—. Y nunca vieja —le pasó un dedo por la mejilla—. Eres una de las afortunadas que siempre serán jóvenes, bellas y deseables.

Su mirada recorrió posesivamente el rostro de la joven, deleitándose con su tez blanca, las cejas finas y bien delineadas y las pestañas largas y rizadas. Los ojos de la actriz eran de un azul increíble, y tan expresivos, que Peter suspiró con suavidad mientras le pasaba un dedo por el labio inferior.

—Perfecto —murmuró—. El rostro más perfecto que he tenido el privilegio de contemplar.

¿Y qué pasaba con la hermosa Tracy?, pensó Lali. La ex esposa del fotógrafo era una de una belleza increíble.

—Hazme un pequeño favor Lali —pidió él con seriedad—. Jamás te sientas tentada a cambiarte un solo rasgo en nombre de la fama.

—Haré un trato contigo —repuso la actriz, haciendo gala de su innato sentido del humor—. Te haré caso si me prometes… no volverme a llamar «señorita» con ese tono insultante que usaste esta tarde.

Peter pareció confuso al principio, luego se inclinó hacia ella y la besó con suavidad en los labios.

—Lo prometo… señorita —y dio a la palabra un nuevo sentido que hizo revolotear otra vez las mariposas en el estómago de la joven.

 

 

El restaurante era pequeño, íntimo, exclusivo y francés. Durante toda la cena charlaron y bromearon amigablemente. Peter se mostró encantador y ella muy receptiva.

—Cuéntame lo de Blake —dijo él de repente, cuando tomaban el café.

Lali lo miró fijamente, luego bajó la mirada.

—¡Todavía no puedo entender cómo pude caer en la trampa! —suspiró—. Ni siquiera deseaba hacer el papel. Edward me convenció. Fuimos a la suite del hotel de Blake, lo cual no es nada raro en mi profesión, muchos directores de fuera hacen las audiciones así… fue muy amable, todo sonrisas y encanto. Me dio una copia del libreto y me dejó sola para que leyera la parte que me correspondía mientras él llevaba a Edward a otro cuarto, con el pretexto de pedirle su opinión sobre cierta pieza de porcelana que acababa de adquirir. Edward es coleccionista de porcelana y una autoridad en la materia. Luego Blake regresó solo, me dijo que había dejado a Edward contemplando con envidia la pieza de Meissen. Fue cuando nos sentamos en el diván para leer el libreto cuando se me echó encima —se estremeció al recordarlo—. Yo me resistí con todas mis fuerzas mientras él me amenazaba con arruinar mi carrera si no cedía a todas esas porquerías —su boca se torció en una mueca amarga—. Ya casi me había desvestido cuando tuve el buen sentido de llamar a Edward. Él entró en la habitación hecho una furia… Edward no es como parece, ¿sabes?

—Lo sé —admitió Peter.

—Me quitó de encima al viejo libidinoso, le dio un puñetazo en la cara y luego lo insultó. Edward tiene bastante poder en nuestro medio y Blake lo sabe. Estaba muerto de miedo —una extraña sonrisa curvó los labios de la joven y Peter la miró con aire interrogante—. Edward me ayudó a levantarme y me sacó de la suite. Luego regresó adentro. Oí el ruido de porcelana al romperse, después volvió a salir con una sonrisa de satisfacción, y juntos nos dirigimos al ascensor —la sonrisa se hizo más amplia—. Edward debía de estar furioso para hacer eso. Él preferiría cortarse la mano derecha a destruir una bella pieza de porcelana.

—Y después de eso fuiste directamente a la cita conmigo…

—Y tú pronto me hiciste sentirme peor al atacarme verbalmente en cuanto me viste —le reprochó Lali—. Me dieron ganas de abofetearte cuando comentaste eso de que podía estar desnuda debajo del abrigo.

Peter sonrió de oreja a oreja.

—¿Alguna vez has actuado desnuda? —inquirió con deliberada provocación. Lali lo miró con los ojos muy abiertos.

—¡Por supuesto que no!

Ella se puso a recorrer con los dedos el tallo de la copa de vino. Peter la observaba con mirada posesiva.

Lali alzó la cabeza y le ofreció una sonrisa pícara.

—En una ocasión quisieron que hiciera una escena de desnudo —declaró.

—¿En qué película? —Preguntó peter—. Creo haber visto todas tus películas, pero no recuerdo haber visto en ninguna una escena de desnudo.

—¿Has visto las tres? —se burló ella de sí misma. Lali era sobre todo actriz de teatro. Su corta carrera en el cine había sido un fracaso, según ella, y esperaba corregirla pronto—. Fue para La Decadencia de una Leyenda —informó la joven—. El director organizó un escenario cerrado, donde se suponía que yo debía salir desnuda del cuarto de baño y caminar hasta la cama, donde el coprotagonista me esperaba bajo una sábana negra de seda estratégicamente colocada sobre sus muslos. Yo era la sirena, la causa directa de su decadencia, de modo que tenía que aparecer fatal, irresistible.

—Pero recuerdo esa escena —la interrumpió Peter—. Saliste del cuarto de baño cubierta con la ropa interior más sexy que he visto en mi vida.

lali asintió con una sonrisa pesarosa.

—No pude hacerla. Debe de haber en mí algo de puritana, pero no pude atreverme a atravesar ese escenario completamente desnuda. Logré convencer al director de que la escena podía estar muy cargada de erotismo sin necesidad de quitarme toda la ropa. Al terminarla, me felicitó.

—Entiendo —murmuró el fotógrafo—. Estuviste maravillosa.

La escena se rodó sin ninguna seductora música de fondo, y toda su intensidad fue lograda por los cadenciosos movimientos de la actriz y las expresiones de su rostro.

—Hermosa, seductora… una verdadera sirena —murmuró Lali—. Y sin embargo lograste mantener ese aire de exclusividad que veo como parte inherente a ti, la persona real.

—Debajo del seductor camisón de seda, llevaba unas bragas muy pudorosas —confesó Lali, y emitió una risita divertida cuando el arrobo de su acompañante se convirtió en auténtica desilusión.

—¡Qué crueldad! —la acusó Peter con una mueca pesarosa—. Acabas de estropear mi fantasía favorita.

Lali se inclinó para darle en la mano una palmadita consoladora.

—Tenía que refrescar tu ardor —se burló.

—Malvada.

Lali asintió, sonriente.

 

 

—¿Puedo volver a verte? —estaban sentados en el coche del fotógrafo, ante el edificio donde ella tenía un apartamento.

—Estaré fuera el próximo mes —contestó Lali con pena—. Unas vacaciones… que buena falta me hacen.

Peter la miró como si lo hubiera abofeteado, y los ojos azules de la actriz se suavizaron; ella también se sentía un poco desilusionada.

—¿Y… adónde irás? —Peter trató de mostrarse despreocupado, pero sólo logró parecer gruñón y molesto.

Lali sonrió con tristeza.

—Mis planes son… efímeros —respondió, evasiva.

En realidad no estaba segura de qué parte de Grecia visitaría hasta que Stavros la llamara por la mañana para confirmar la reserva de su vuelo. Pero la razón para ser evasiva era el hombre que se encontraba sentado a su lado. Ella tenía un poco de miedo de la fuerza y la rapidez con la que se estaban desarrollando las cosas entre ellos.

—He trabajado sin parar durante cinco años, desde que salí de la escuela de arte dramático… y estoy cansada —explicó con suavidad, porque no quería herirlo ni que creyera que estaba inventando excusas—. Estoy agotada mental y físicamente, incluso un poco desencantada con el rumbo que está tomando mi carrera. Necesito tiempo para encontrarme otra vez a mí misma, decidir lo que voy a hacer luego. Si me quedo aquí, en Londres, habrá… presiones para que tome decisiones para las que no estoy preparada —la extensión de sus explicaciones eran suficientes para dar a entender a Peter lo importante que era para ella que la comprendiera.

—Y yo quisiera que te quedaras conmigo —declaró Peter con resignado pesar—. Más presión para ti.

—Pero una presión muy agradable —ella le tocó una mano y Peter le tomó la suya y se la llevó a los labios—. Y muy tentadora.

Los ojos de peter se ensombrecieron, y se acercó más a la joven, hasta que sus bocas estuvieron muy cerca.

—Podríamos subir a tu apartamento —sugirió en tono ronco—, para hablar de esto más cómodamente.

—Podríamos —murmuró Lali, mirando esa boca firme y sensual—. Pero…

—¿Pero?

—Creo que las cosas van demasiado deprisa para mí, pit.

—¿Y eso te asusta?

—Mucho —susurró ella, y un suave suspiro cerró la brecha entre sus bocas.

La boca del fotógrafo era cálida y persuasiva, su lengua presionó los labios de la joven, urgiéndola a entreabrirse para él, y Lali respondió con entusiasmo, tan ávida como peter de conocer la húmeda intimidad. Él deslizó una mano en la nuca de la actriz, sosteniéndole la cabeza, y ella se estremeció, pues el beso era mucho más perturbador que todos los que había recibido en su vida.

Lali se arqueó para recibir el peso del cuerpo masculino al apretarse contra el suyo, y sus manos se deslizaron por debajo de la chaqueta para ceñirlo más estrechamente. Al fin pudo sentir la tensa firmeza del cuerpo viril con dedos que temblaban sobre la piel ardiente. Peter respondió con un gruñido sordo, profundizando el beso con avidez.

El brusco bocinazo del claxon de un coche los apartó, trémulos y agitados. peter permaneció inclinado sobre ella, con los ojos como llameantes topacios mientras se clavaban en los de ella, vidriosos de pasión.

—¿Estás bien? —inquirió peter.

Ella asintió sin hablar; no podría haber hablado aunque quisiera. Nunca había experimentado emociones tan intensas como las que le había despertado ese simple beso.

—Como un tren descarrilado sin conductor —Peter intentó bromear, pero su voz fue ronca, trémula, inestable.

—O un conductor que ha perdido el control de su tren —aportó Lali, con voz igualmente temblorosa.

Peter apoyó la frente contra la de ella.

—Quiero tocar todo tu cuerpo —declaró con un gruñido sensual—. Te he deseado desde que te quitaste el abrigo hoy en el estudio. Quisiera acostarme contigo, tocarte, sentirte, conocerte.

—Sexo puro —lo catalogó ella con voz pastosa, y Peter sonrió al apartarse un poco y acariciarle el rostro delicada pero anhelantemente.

—Retrasa tus vacaciones —la apremió con suavidad.

Lali sacudió la cabeza, negando su deseo tanto como el de él.

—Puedo tratar de regresar un poco antes —concedió ella—. Pero tengo el compromiso por un mes y no quiero defraudar a quienes me esperan, acortando demasiado las vacaciones.

—¿Algún hombre? —preguntó peter con cierta aspereza, apartándose de ella.

Lali sintió un frío repentino.

—Familia —confesó, y Peter tuvo la decencia de mostrarse abochornado.

—Lo siento.

—No pareces sentirlo en realidad —comentó ella y luego suspiró, porque las cosas estaban saliendo mal y no quería terminar la velada de manera desagradable, sobre todo si ella iba a estar lejos tanto tiempo—. Concédeme tres semanas, Peter —pidió—. ¡Tres semanas! —le puso un dedo en los labios cuando iba a protestar—. Es demasiado pronto —susurró—. No estoy acostumbrada a comprometerme de manera tan impulsiva en una relación.

—Entonces admites que puede haber algo entre nosotros —dijo Peter—. Y algo más que un amorío pasajero.

—Lo supe desde que me alzaste en brazos esta tarde. Concédeme mis vacaciones, Pit —pidió con voz más serena—. Si puedo, regresaré antes, pero no creo poder hacerlo antes de tres semanas. Te llamaré en cuanto regrese, ¿dé acuerdo?

Peter permaneció callado un rato, mirándola con cierto reproche.

—Tenía tantas ganas de verte mañana por la noche, y la noche siguiente y luego la otra… —esbozó una pesarosa sonrisa y agregó—: Pero está bien… no quiero crearte más presiones. Espero tu llamada —luego se inclinó hacia ella y la besó con dureza—. Ahora bájate de mi coche antes de que nos ponga a los dos en evidencia haciéndote aquí mismo el amor, delante de quienquiera que nos pueda ver.





18 comentarios:

  1. Me ENCANTA Y ESTE PETER TAMBIEN ME ENCANTA SU FORMA DE PENSAR EN LAS OPERACIONES JEJE Y LA FOTO TAMBIEN NO ES SOLAMENTE XK LA E HECHO YO JEJE. MASSS

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  2. buenisimaa sale masssssssss :D

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  3. ]Me encanta, son todos dulces!!! Quiero q pasen esas tres semanas ya!!! más!

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  4. LA primera cita y Peter lanzadito,aunque Lali no se queda atrás,se lo piensa un poquito .

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  5. me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa .. quiero mas novelitaaa :) me gusta esste peter tan seductor

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  6. Esto sí q va rapido!Amor a primera vista!

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  7. Una nueva lectora.

    PETER muy nuena sus opiniones sobre las operaciones plasticas.

    LALITER ♥

    ME ENCANTO LOS 3 CAPS

    MASSSS NOVEEEEEEEEEEEEEEEE

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  8. Me EN CAN TO esta genial mas mas mas mas

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  9. Te dejo el Link de mi nove Laliter, te espero :)
    http://mordiaaa.blogspot.com/

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