jueves, 27 de septiembre de 2012

Capitulo 3

Hola!!! hoy ni tiempo de hacer foto sorry. Chicas ocupo si ayuda!!♥ primero necesito el cap 3 del unitario de Mariano Martinez pliis no lo encuentro y lo otro esque en una semana empiesan mis examenes haci que para no dejarlas mucho sin nove pense en dejarlo programado,solo necesito a alguien que me ayude con las fotos y con avisar cuando subo me ayudaan porfa? gracias por tanto las quiero♥

Capitulo 3

 

La estaba sentada al lado de Peter en la limusina, decidida a mantener la compostura. Se obligó a centrarse en la pantalla de su ordenador portátil, tratando de olvidarse de que cada vez estaban más cerca de Sabrina Vickers. El hecho de que Peter acabara de firmar un contrato por el que ella debía entregarle la mitad de sus acciones palidecía ante la tarea que tenían entre manos. Sin embargo, no le había quedado elección. Al menos, de momento, no estaba derrotada.

Sin embargo, había sufrido un revés profesional que muchos juzgaban ya como definitivo en su carrera. Todo el mundo sabía que no sería la presidenta de la empresa y que ni siquiera estaría en el consejo si no tuviera la mayoría de las acciones de la empresa. El rumor más reciente era que había pagado a algunos miembros del consejo para conseguir su puesto. Sus esfuerzos para ganarse a los empleados, como el hecho de haber creado una guardería, se ignoraban descaradamente.

Se recordó que sólo necesitaba tiempo. Después de todo, su padre había sido tan querido como Peter. Este había tenido que esforzarse mucho para que todos se olvidaran de lo que le había hecho a su padre. El hecho de que ella fuera la hija de Howard Espósito y la heredera legítima de la empresa significaba muy poco. Lo único que importaba en lo sucesivo era lo bien que se llevara con Peter.

Ya no eran enemigos, sino socios. Su nueva estrategia debía centrarse en ganarse el respeto de Peter. Le daba la sensación de que, si lo conseguiría, tendría también el respeto de todos los demás. Aquella estrategia le resultaba poco atractiva, pero no le quedaba elección. Había tenido que pactar con el diablo y tendría que beneficiarse todo lo que pudiera.

Miró a Peter. El estaba hablando por su teléfono móvil, riéndose mientras hablaba con un colega. Las líneas de expresión que le cruzaban el rostro sólo conseguían darle un aspecto más atractivo. Iba vestido con una camisa elegante y unos pantalones de pinza, y tenía un aspecto relajado y tranquilo. Parecía no preocuparle lo más mínimo la tarea que tenían entre manos.

Una vez más, el pánico se apoderó de ella. ¿Qué estaba haciendo? ¿De verdad que pedía conseguirlo? ¿Qué tendría él en mente? Que se dieran la mano y se besaran o simplemente que intercambiaran miradas de complicidad?

Respiró profundamente y cerró les ojos. Tendría que afrontar aquella situación come si se tratara de un partido difícil. Tal vez Peter fuera mejor que él, pero con constancia, superando sus temores, conseguiría hacerse dueña de la situación y saldría victoriosa.

—¿Lista? —le preguntó él, cerrando el teléfono. La lo miró y asintió.

Peter sonrió y le tomó la mano. Aquel contacto le provocó una descarga eléctrica por todo el cuerpo. Tanto le sorprendió aquella reacción, que apartó la mano inmediatamente.

—Venga, venga, La. ¿Es así como respondes a las caricias del hombre que amas? Te sugiero que te tragues la repulsión que puedas sentir hacia mí y que te centres. Cuando te toque, no hagas gestos de desagrado ni trates de apartarte. Recuerda tu misión y haz tu trabajo.

Peter tenía razón. Había accedido a aquello. No le quedaba más elección que hacer lo que tenía que hacer. Después de todo, si tenían éxito con Sabrina, podrían seguramente aplacar cualquier otro intento de absorción por parte de cualquier otra empresa o, al menos, dispondrían de tiempo antes de que volviera a ocurrir. Respiró profundamente y le tomó la mano. Sin dejar de mirarlo a los ojos, se llevó la mano a los labios y se la besó.

Peter sonrió.

—Mucho mejor —dijo—. Sabía que podrías conseguirlo si te ponías tu empeño en ello.

Entonces, apartó la mano y volvió a abrir el teléfono para realizar otra llamada como si nada hubiera ocurrido.

La bajó la ventanilla de cristal tintado y dejó que el brillante sol le caldeara el rostro. Iban a reunirse con Sabrina en uno de los complejos hoteleros más famosos que ella tenía, situado en la isla Paraíso, en las Bahamas. Se trataba de uno de los centros turísticos más románticos del mundo, especializado en recién casados. La aspiró el aire tropical. En Nueva York hacía frío y llovía. Se recordó que aquello era una de las cosas que sus padres habían adorado sobre su trabajo. Cuando una parte del mundo resultaba desagradable, siempre se podía escapar a otra.

De repente, el coche se detuvo frente a un bungalow del que colgaba un cartel que decía «Administración».

—Espera a que te abra la puerta —le ordenó él mientras se ponía la chaqueta—. Cuando salgamos, quiero que me coloques el cuello de la camisa. Después de eso, sígueme la corriente.

Peter salió del vehículo y lo rodeó para ir a abrirle la puerta a La. Entonces, le tomó la mano y la ayudó a salir, estrechándola contra su cuerpo. Ella no pudo evitar preguntarse de qué servía todo aquello cuando ni siquiera estaban delante de Sabrina. ¿Acaso Peter creía que los estaba espiando desde una ventana? A pesar de todo, se dejó llevar y le ajustó el cuello de la camisa, tal y como él le había instruido. Cuando terminó, Peter sonrió y le rodeó la cintura con el brazo, conduciéndola hacia la puerta del bungalow. El hecho de estar tan cerca de él le resultaba extraño, pero, sorprendentemente, no incómodo. De hecho, el modo que tenía de abrazarla resultaba muy sensual, como si estuviera reclamándola públicamente como suya.

La secretaria los condujo a un espacioso despacho. Cuando vio a la escultural mujer que estaba sentada tras el escritorio, La se detuvo en seco. Rubia, de amplio busto y muy maquillada, ella era la misma mujer que había visto en el apartamento de Peter aquella noche, tantos años atrás. De repente, la fría verdad le abofeteó en el rostro. Era ella, y no Sabrina, la que estaba siendo engañada.

—Peter —dijo Sabrina, extendiendo las manos.

¿Qué estaba pasando? Mientras La observaba cómo Peter se dirigía a Sabrina, el corazón le golpeaba con fuerza contra el pecho, tanto que estaba segura de que los dos podían escucharlo.

Sabrina le tomó las manos y le besó en ambas mejillas. Sin soltarle, le dijo:

—Ha pasado demasiado tiempo...

¿Cómo podía Peter estar haciendo algo así? ¿Cómo podía haber fingido que no sabía quién era Sabrina?

Peter se apartó de Sabrina como si, de repente, se hubiera acordado de su acompañante.

—Sabrina, te presento a Lali Espósito.

—Vaya, vaya —comentó ella, mirando a La de la cabeza a los pies—. Es una muchacha muy hermosa, Peter.

—Veo que los dos ya os conocéis —comentó La fríamente.

—Peter y yo somos viejos amigos —replicó Sabrina con una sonrisa.

—Yo también te vi en una ocasión —anunció La—. Fue en el apartamento de Peter —añadió. El, atónito, se volvió para mirarla—. Me parece recordar que los dos erais más que amigos.

—Eramos amantes —afirmó Sabrina, dedicándole una radiante sonrisa—. Peter, ¿no le has hablado a Lali sobre mí? Me siento insultada —bromeó.

Peter miró a La a los ojos, y dijo:

—Sabrina y yo no nos veíamos desde hacía años.

—¿Tanto tiempo hace ya? —preguntó Sabrina—. A mí me parece que fue ayer. Un año pasamos las navidades juntos —añadió, refiriéndose a La.

 

Ella no podía apartar los ojos de Peter. ¿Habría preparado él todo aquello? ¿Sería una farsa lo de la absorción simplemente para poder recuperar su empleo? A pesar de que sentía una gran tentación de enfrentarse a él allí mismo, decidió no correr el riesgo. ¿Y si todo había sido una terrible coincidencia? Después de todo, sabía que Peter había tenido muchas aventuras. Tal vez Sabrina era simplemente otra de sus mujeres.

—Hemos venido para hacerte una oferta —dijo La, mirando fríamente a Peter. Quería terminar con aquel asunto tan rápidamente como fuera posible.

—Está dedicada a los negocios, ¿verdad? —comentó Sabrina, mirando a Peter.

—Es muy decidida.

¿Por qué estaban hablando como si ella no estuviera presente?

—Como Peter te podrá asegurar —dijo La, dedicándole una sonrisa—, no me gusta perder el tiempo.

—Algo más que tenemos en común —afirmó Sabrina.

¿Algo más? La no tenía nada en común con aquella mujer tan exagerada y maquillada que tenía delante.

Sabrina les indicó las butacas y tomó asiento frente a ellos.

—No quiero husmear, Peter —dijo Sabrina—, pero me sorprendió mucho que me llamaras ayer. Después de todo, había oído que ya no trabajabas en Espósito.

—Esos informes eran algo exagerados.

—¿De verdad? Había oído que Lali te había despedido.

—Una pelea de enamorados que se hace pública —dijo él, colocando la mano sobre la rodilla desnuda de La.

—¿De verdad? —repitió Sabrina, sin dejar de observarlos muy atentamente—. Entonces, Lali y tú... estáis juntos.

—Sí —afirmó Peter—. Ya llevamos juntos algún tiempo. Por supuesto, no hemos querido que nuestra relación se hiciera pública por razones evidentes.

—Entonces, ella se enfadó contigo y te despidió. Vaya, vaya, Peter. ¿Y qué hiciste para merecer ese tratamiento?

—Fue todo un malentendiendo —respondió él, apretando la rodilla de La.

Sabrina lo miró con suspicacia, como si no se estuviera creyendo nada.

—Eres muy vengativa, Lali, por no mencionar estúpida. Deberías haberte dado cuenta de que despedir a Peter colocaría a tu empresa en una situación muy vulnerable.

¿Cómo se atrevía aquella mujer?

—Estaba... —comenzó. Peter volvió a apretarle la rodilla, gesto con el que le indicó que tuviera cuidado con lo que decía—. En aquellos momentos no estaba pensando demasiado claramente. Y ese hecho me costó muy caro —añadió con sinceridad.

Sabrina no dijo nada. Se limitó a mirar a Peter.

—Es una mujer muy apasionada —dijo él, encogiéndose de hombros—. En lo bueno y en lo malo.

—Y yo recuerdo lo mucho que tú disfrutas con la pasión —comentó Sabrina, dedicándole una intencionada sonrisa.

La no pudo evitar lanzar a Peter una mirada de enojo.

—Dios Santo, Peter —añadió Sabrina—. Me parece que ella no está muy contenta contigo. Espero que eso no vuelva a costarte tu trabajo —añadió con una fría y vacía sonrisa.

Aquel gesto fue suficiente para recordarle a La la misión que les había llevado allí. Ya era suficientemente malo fingir ser la amante de Peter. No iba, además, a hacer el papel de damisela desvalida y herida.

—Oh, no —dijo—. Me resulta difícil controlar a todas las antiguas amantes de Peter. De hecho, cuando me enteré de tu intento de absorción, dio por sentado de que se trataba de la reacción de una ex novia despechada. Ya sabes, algo así como la venganza por una nueva relación.

La sonrisa se borró de los labios de Sabrina.

—Veo que tiene carácter, Peter. Entiendo perfectamente por qué te llamó la atención. Aunque parece algo encorsetada para ti.

¿Encorsetada?

—Estoy perdiendo la paciencia —dijo La, poniéndose de pie. Peter le agarró el brazo y frunció el ceño, indicándole que volviera a tomar asiento. La comprendió que él tenía razón. No le quedaba más remedio que continuar.

Cuando volvió a tomar asiento, Peter se volvió a Sabrina.

—Lo que importa de todo esto es que la situación no es la que tú pensabas. No voy a abandonar Lawrenc Enterprises.

—No nos puedes derrotar a los dos —añadió La.

—Entonces, el hecho de que yo comprara acciones fue suficiente para curar una... —comentó Sabrina, mirando a Peter—. ¿Cómo lo describirías? ¿Una pelea de enamorados? Tal vez deberías darme las gracias por haberte ayudado a recuperar tu trabajo.

—Seamos claros, Sabrina. Si no hubieras sido tú, habría sido otra persona.

—Si no recuerdo mal, había alguien más —espetó Sabrina—. De hecho, había varios. Bueno, contadme vuestra oferta.

—Estamos dispuestos a comprar tus acciones a un precio adecuado —explicó La, mientras Peter abría el maletín y sacaba el contrato.

Después de examinar el documento, la mujer lo colocó encima de su escritorio.

—¿Y por qué debería yo acceder a esto cuando podría tenerlo todo?

—Porque jamás vas a conseguirlo todo —dijo Peter.

—Yo no estaría tan segura. Parece que los dos tenéis una relación algo tormentosa, por decirlo de alguna manera. Una relación que no puede tener repercusiones positivas en la empresa. El precio de las acciones ha caído dramáticamente.

—En realidad, cuando se examinan nuestros ingresos, hemos tenido un año excelente —comentó La—. Además, Peter tiene algunas propiedades a punto de abrir que deberían subir rápidamente nuestro valor en bolsa, pero, por supuesto, eso ya lo sabes tú. Si no, no desearías tanto comprarnos.

Sabrina dudó y observó el contrato.

—Necesitaré un poco de tiempo para hablar de este tema con mis consejeros. Desgraciadamente, no se encuentran aquí en estos momentos. Tal vez, si no tenéis mucha prisa, podríais quedaros a cenar. Para entonces ya habrán regresado, y podremos hablar del tema más profundamente.

 

La sintió que se le detenía el corazón. Por muy contenta que estuviera de pensar que tal vez Sabrina abortaría el intento de absorción, no podía soportar el hecho de seguir con aquella charada más tiempo del necesario.

—Nos encantaría —dijo Peter, mirando a La para advertirle que guardara silencio.

—Entonces, estamos de acuerdo. Nos quedan un par de horas para disfrutar antes de volver a los negocios. Haré que mi secretaria os muestre vuestra habitación. ¿Por qué no os ponéis los trajes de baño y os reunís conmigo en el muelle? Sé lo mucho que le gusta a Peter el esquí acuático.

—¿Esquí acuático? Desgraciadamente, no hemos traído trajes de baño —se apresuró a decir La.

—Haré que os envien unos cuantos a vuestra habitación.

La sintió que el corazón le daba un vuelco. ¿Habitación? ¿Una habitación y no dos?

—No es necesario —replicó—. Compraremos todo lo necesario en la tienda de regalos.

—Está cerrada temporalmente. Se está renovando —dijo Sabrina, encogiéndose de hombros.

—En ese caso, muchas gracias.

Peter la agarró del brazo, y los dos siguieron a la secretaria, Christa. Salieron del bungalow y empezaron a avanzar por un sendero flanqueado por palmeras. Más allá, se veía una playa de arena blanca, bañada por las aguas del mar Caribe. Christa se detuvo ante la puerta de un bungalow que estaba situado a pocos metros de las cristalinas aguas. Estaba muy aislado del resto, como si fuera un nido de amor al lado del mar.

Christa deslizó una tarjera en la cerradura y abrió la puerta.

—Que disfruten —les dijo alegremente, antes de entregar la tarjeta a Peter.

Se trataba de una lujosa suite, con enormes ventanales por los que se podía acceder a la playa. Había una botella de champán puesta a enfriar y dos esponjosos albornoces sobre la cama. La cerró la puerta y se volvió para mirar a Peter.

—Pensé que no te gustaban los juegos —le espetó.

—Si tienes algún problema, La, te sugiero que me lo cuentes. No me gustan las tensiones en el trabajo.

—¿Conoces a Sabrina Vickers?

—La conocí.

—¿Por qué no me dijiste que había sido tu novia? —le preguntó, sin poder evitar volver a pensar que los dos estaban compinchados para que Peter pudiera volver a recuperar su trabajo.

—Jamás fue mi novia.

—Si eso es cierto, ¿por qué ha insinuado que la engañaste?

—No veo cómo eso puede ser asunto tuyo.

—Claro que lo es. Tu novia está tratando de absorber mi empresa y...

—¿Tu empresa?

—Bueno, deberías habérmelo contado antes.

—¿Y qué diferencia habría supuesto? Habría pensado en eso si tú hubieras tenido más interés en retener mis servicios. Después de todo, sé perfectamente cómo manejarla. Mira, la relación que tuve con Sabrina fue totalmente casual. Duró un par de días en Acapulco, y luego nos reunimos en un par de ocasiones en Nueva York. Como te he dicho, no la he visto ni he hablado con ella desde hace años, pero sé que es una de las mujeres más duras e inteligentes que he conocido nunca.

La sintió... ¿Qué exactamente? ¿Celos? ¿Qué le importaba a ella que Peter considerara inteligente a aquella rubia?

—Los dos sabemos que yo no te habría pedido que volvieras si ella no estuviera tratando de absorbemos —dijo La—. ¿Esperas que me crea que todo esto no es más que una coincidencia?

—Puedes creer lo que quieras. Sin embargo, te sugeriría que, al menos, escucharas la verdad.

—Y la verdad es...

—Exactamente lo que le he dicho a ella. Si ella no hubiera intentado absorbemos, lo habría hecho otra persona. Nuestra empresa está más débil de lo que lo ha estado nunca. Cuando una mujer de veintiséis años con tan sólo dos de experiencia utiliza a los conocidos de su padre para hacerse con las riendas de una empresa, los tiburones empiezan a revolotear.

—Soy mucho más capaz de lo que tú crees.

—Puede ser, pero aquí estoy yo.

—La pregunta es por qué estoy yo aquí también. ¿Por qué no pudiste venir a verla tú solo, considerando la relación que habíais tenido en el pasado?

—Lo que Sabrina y yo compartiéramos no tiene nada que ver con esto. La conozco lo suficientemente bien como para saber que a ella le importa muy poco la relación que tuvimos en el pasado. Sólo le interesa hacer dinero. Y tú estás aquí conmigo porque necesitamos convencerla de que estamos unidos. Si ella sospecha que nuestra relación no es sincera, jamás aceptará un trato. Se limitará a esperar antes de volver a atacar. Mira, La, como te dije anoche, la única culpable de todo este lío eres tú. Sabrina jamás se habría atrevido a esto si yo hubiera estado a cargo. Deberías haber pasado más tiempo haciendo tus deberes. Si lo hubieras hecho, te habrías dado cuenta de que una situación tan inestable como ésta predispone a cualquier empresa a una absorción.

De repente, alguien llamó a la puerta. Peter la abrió y aceptó el paquete que le entregaba el botones, dándole una propina a cambio. Peter miró en el interior y, tras esbozar una pícara sonrisa, sacó el traje de baño más minúsculo que La había visto nunca.

Ella se lo arrebató inmediatamente.

—No habrá incluido también algo para taparme un poco, ¿verdad?

Peter volvió a mirar en el interior de la bolsa. Evidentemente, estaba disfrutando con aquella situación.

—No, a menos que quieras ponerte esto —dijo, sacando un traje de baño para él.

La fue al cuarto de baño y se encerró con un portazo. Estaba furiosa. Observó el minúsculo biquini de color amarillo. Era la clase de traje de baño que garantizaba la atención de todo el mundo y que dejaba poco a la imaginación. Se lo puso y temió mirarse en el espejo. Sin verse, sabía que su ropa interior cubría más que aquella prenda. Ella siempre había sido muy modesta, por lo que decidió enrollarse una toalla alrededor de la cintura. Entonces, tras un momento de duda, abrió la puerta. Pasó al lado de Peter sin mirarlo.

—Vamos —dijo, dirigiéndose al exterior.

—Espera. A Sabrina podría parecerle que no te importa —dijo, atormentándola con su tono burlón.

La dudó. Peter la soltó. El también se había puesto su traje de baño. A ella no le sorprendió descubrir el fisico de un atleta, fuerte y bien esculpido.

 

El la miró de la cabeza a los pies. La fingió no notar que él la observaba con aprobación, pero notó que se sonrojaba.

—Dame la mano —le ordenó. Tenía unas manos grandes, que engullían las de ella—. No debes olvidarte que soy tu pareja, no tu enemigo.

—Resulta fácil olvidarse. Vamos.

—Sólo por curiosidad —comentó él, antes de que salieran de la suite—. ¿Cuándo me viste con Sabrina?

—En tu apartamento —respondió ella, pronunciando las palabras con un poco más de amargura de la que debiera—. Hace unos diez años. Mi padre me envió para entregarte unos papeles.

—De eso hace mucho tiempo. Me sorprende que te acuerdes...

Por supuesto que se acordaba. Por aquel entonces, estaba locamente enamorada de él. Sin embargo, antes de que pudiera contestar, él le colocó la mano justo por encima del tracero. La se quedó sin aliento. Entonces, la obligó a detenerse.

—Sabrina está detrás de ti —dijo—. Nos está observando. Voy a besarte, La —le advirtió, acariciándole suavemente el rostro con el reverso de la mano—. Va a ser un beso tierno y apasionado. Quiero que me rodees el cuello con los brazos. ¿Crees que podrás hacerlo?

«Dios, Dios»

—Relájate —añadió él, muy suavemente—. No voy a hacerte daño.

Mientras se inclinaba sobre ella, La cerró los ojos y frunció los labios. Peter apretó la boca contra la de ella y le rodeó la cintura con los brazos. Cuando la piel desnuda de ella entró en contacto con la de Peter, se sintió abrumada por la fuerza fisica que emanaba de él.

Lentamente, él se detuvo. Sonrió suavemente, acariciándola con la mirada. Durante un instante, La se olvidó de que todo era una farsa. Peter la amaba, y ella lo amaba a él. Aquello era lo único que importaba.

Sin embargo, en vez de dulce palabras, él dijo:

—No me has rodeado el cuello con los brazos. La próxima vez, obedece mis instrucciones.

10 comentarios:

  1. Me encantooooooooooooooo , amo tu noveee enseriooo !

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  2. No hay nada más feo q fingir estar bien con alguien y aceptar el contacto fisico cdo no queres tenerlo!

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  3. Ja ja Peter con la escusa de simular aprovecha bien la situación! Me encanta más!

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  4. rre pedante Dios si muy lindo me muero pero el podria poner un poco mas de su parte asi las cosas no se pueden jajajaj esta muy buena si quieres yo te ayudo a avisar si algo me dejas mensajito por twitter q te vaya excelente en los examenes SUERTE

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  5. LALI aunque no keria hacer lo k PETER decia se vio obligada hacerlo.

    LALI tenia k firgir y eos le molestaba pero puso en su lugar a Sbrina.

    ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

    MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS

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  6. Cuando Peter parece tan dulce ,va y le da una reprimenda.

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