Capitulo 3
La estaba sentada al lado de Peter en la
limusina, decidida a mantener la compostura. Se obligó a centrarse en la
pantalla de su ordenador portátil, tratando de olvidarse de que cada vez
estaban más cerca de Sabrina Vickers. El hecho de que Peter acabara de firmar
un contrato por el que ella debía entregarle la mitad de sus acciones palidecía
ante la tarea que tenían entre manos. Sin embargo, no le había quedado
elección. Al menos, de momento, no estaba derrotada.
Sin embargo, había sufrido un revés
profesional que muchos juzgaban ya como definitivo en su carrera. Todo el mundo
sabía que no sería la presidenta de la empresa y que ni siquiera estaría en el
consejo si no tuviera la mayoría de las acciones de la empresa. El rumor más
reciente era que había pagado a algunos miembros del consejo para conseguir su
puesto. Sus esfuerzos para ganarse a los empleados, como el hecho de haber
creado una guardería, se ignoraban descaradamente.
Se recordó que sólo necesitaba tiempo.
Después de todo, su padre había sido tan querido como Peter. Este había tenido
que esforzarse mucho para que todos se olvidaran de lo que le había hecho a su
padre. El hecho de que ella fuera la hija de Howard Espósito y la heredera
legítima de la empresa significaba muy poco. Lo único que importaba en lo
sucesivo era lo bien que se llevara con Peter.
Ya no eran enemigos, sino socios. Su
nueva estrategia debía centrarse en ganarse el respeto de Peter. Le daba la
sensación de que, si lo conseguiría, tendría también el respeto de todos los
demás. Aquella estrategia le resultaba poco atractiva, pero no le quedaba
elección. Había tenido que pactar con el diablo y tendría que beneficiarse todo
lo que pudiera.
Miró a Peter. El estaba hablando por su
teléfono móvil, riéndose mientras hablaba con un colega. Las líneas de
expresión que le cruzaban el rostro sólo conseguían darle un aspecto más
atractivo. Iba vestido con una camisa elegante y unos pantalones de pinza, y
tenía un aspecto relajado y tranquilo. Parecía no preocuparle lo más mínimo la
tarea que tenían entre manos.
Una vez más, el pánico se apoderó de
ella. ¿Qué estaba haciendo? ¿De verdad que pedía conseguirlo? ¿Qué tendría él
en mente? Que se dieran la mano y se besaran o simplemente que intercambiaran
miradas de complicidad?
Respiró profundamente y cerró les ojos.
Tendría que afrontar aquella situación come si se tratara de un partido
difícil. Tal vez Peter fuera mejor que él, pero con constancia, superando sus
temores, conseguiría hacerse dueña de la situación y saldría victoriosa.
—¿Lista? —le preguntó él, cerrando el
teléfono. La lo miró y asintió.
Peter sonrió y le tomó la mano. Aquel
contacto le provocó una descarga eléctrica por todo el cuerpo. Tanto le
sorprendió aquella reacción, que apartó la mano inmediatamente.
—Venga, venga, La. ¿Es así como
respondes a las caricias del hombre que amas? Te sugiero que te tragues la
repulsión que puedas sentir hacia mí y que te centres. Cuando te toque, no
hagas gestos de desagrado ni trates de apartarte. Recuerda tu misión y haz tu
trabajo.
Peter tenía razón. Había accedido a
aquello. No le quedaba más elección que hacer lo que tenía que hacer. Después
de todo, si tenían éxito con Sabrina, podrían seguramente aplacar cualquier
otro intento de absorción por parte de cualquier otra empresa o, al menos,
dispondrían de tiempo antes de que volviera a ocurrir. Respiró profundamente y
le tomó la mano. Sin dejar de mirarlo a los ojos, se llevó la mano a los labios
y se la besó.
Peter sonrió.
—Mucho mejor —dijo—. Sabía que podrías
conseguirlo si te ponías tu empeño en ello.
Entonces, apartó la mano y volvió a
abrir el teléfono para realizar otra llamada como si nada hubiera ocurrido.
La bajó la ventanilla de cristal tintado
y dejó que el brillante sol le caldeara el rostro. Iban a reunirse con Sabrina
en uno de los complejos hoteleros más famosos que ella tenía, situado en la
isla Paraíso, en las Bahamas. Se trataba de uno de los centros turísticos más
románticos del mundo, especializado en recién casados. La aspiró el aire
tropical. En Nueva York hacía frío y llovía. Se recordó que aquello era una de
las cosas que sus padres habían adorado sobre su trabajo. Cuando una parte del
mundo resultaba desagradable, siempre se podía escapar a otra.
De repente, el coche se detuvo frente a
un bungalow del que colgaba un cartel que decía «Administración».
—Espera a que te abra la puerta —le
ordenó él mientras se ponía la chaqueta—. Cuando salgamos, quiero que me
coloques el cuello de la camisa. Después de eso, sígueme la corriente.
Peter salió del vehículo y lo rodeó para
ir a abrirle la puerta a La. Entonces, le tomó la mano y la ayudó a salir,
estrechándola contra su cuerpo. Ella no pudo evitar preguntarse de qué servía
todo aquello cuando ni siquiera estaban delante de Sabrina. ¿Acaso Peter creía
que los estaba espiando desde una ventana? A pesar de todo, se dejó llevar y le
ajustó el cuello de la camisa, tal y como él le había instruido. Cuando
terminó, Peter sonrió y le rodeó la cintura con el brazo, conduciéndola hacia
la puerta del bungalow. El hecho de estar tan cerca de él le resultaba extraño,
pero, sorprendentemente, no incómodo. De hecho, el modo que tenía de abrazarla
resultaba muy sensual, como si estuviera reclamándola públicamente como suya.
La secretaria los condujo a un espacioso
despacho. Cuando vio a la escultural mujer que estaba sentada tras el
escritorio, La se detuvo en seco. Rubia, de amplio busto y muy maquillada, ella
era la misma mujer que había visto en el apartamento de Peter aquella noche,
tantos años atrás. De repente, la fría verdad le abofeteó en el rostro. Era
ella, y no Sabrina, la que estaba siendo engañada.
—Peter —dijo Sabrina, extendiendo las
manos.
¿Qué estaba pasando? Mientras La
observaba cómo Peter se dirigía a Sabrina, el corazón le golpeaba con fuerza
contra el pecho, tanto que estaba segura de que los dos podían escucharlo.
Sabrina le tomó las manos y le besó en
ambas mejillas. Sin soltarle, le dijo:
—Ha pasado demasiado tiempo...
¿Cómo podía Peter estar haciendo algo
así? ¿Cómo podía haber fingido que no sabía quién era Sabrina?
Peter se apartó de Sabrina como si, de
repente, se hubiera acordado de su acompañante.
—Sabrina, te presento a Lali Espósito.
—Vaya, vaya —comentó ella, mirando a La
de la cabeza a los pies—. Es una muchacha muy hermosa, Peter.
—Veo que los dos ya os conocéis —comentó
La fríamente.
—Peter y yo somos viejos amigos —replicó
Sabrina con una sonrisa.
—Yo también te vi en una ocasión
—anunció La—. Fue en el apartamento de Peter —añadió. El, atónito, se volvió
para mirarla—. Me parece recordar que los dos erais más que amigos.
—Eramos amantes —afirmó Sabrina,
dedicándole una radiante sonrisa—. Peter, ¿no le has hablado a Lali sobre mí?
Me siento insultada —bromeó.
Peter miró a La a los ojos, y dijo:
—Sabrina y yo no nos veíamos desde hacía
años.
—¿Tanto tiempo hace ya? —preguntó
Sabrina—. A mí me parece que fue ayer. Un año pasamos las navidades juntos
—añadió, refiriéndose a La.
Ella no podía apartar los ojos de Peter.
¿Habría preparado él todo aquello? ¿Sería una farsa lo de la absorción
simplemente para poder recuperar su empleo? A pesar de que sentía una gran
tentación de enfrentarse a él allí mismo, decidió no correr el riesgo. ¿Y si
todo había sido una terrible coincidencia? Después de todo, sabía que Peter
había tenido muchas aventuras. Tal vez Sabrina era simplemente otra de sus
mujeres.
—Hemos venido para hacerte una oferta
—dijo La, mirando fríamente a Peter. Quería terminar con aquel asunto tan
rápidamente como fuera posible.
—Está dedicada a los negocios, ¿verdad?
—comentó Sabrina, mirando a Peter.
—Es muy decidida.
¿Por qué estaban hablando como si ella
no estuviera presente?
—Como Peter te podrá asegurar —dijo La,
dedicándole una sonrisa—, no me gusta perder el tiempo.
—Algo más que tenemos en común —afirmó
Sabrina.
¿Algo más? La no tenía nada en común con
aquella mujer tan exagerada y maquillada que tenía delante.
Sabrina les indicó las butacas y tomó
asiento frente a ellos.
—No quiero husmear, Peter —dijo
Sabrina—, pero me sorprendió mucho que me llamaras ayer. Después de todo, había
oído que ya no trabajabas en Espósito.
—Esos informes eran algo exagerados.
—¿De verdad? Había oído que Lali te
había despedido.
—Una pelea de enamorados que se hace
pública —dijo él, colocando la mano sobre la rodilla desnuda de La.
—¿De verdad? —repitió Sabrina, sin dejar
de observarlos muy atentamente—. Entonces, Lali y tú... estáis juntos.
—Sí —afirmó Peter—. Ya llevamos juntos
algún tiempo. Por supuesto, no hemos querido que nuestra relación se hiciera
pública por razones evidentes.
—Entonces, ella se enfadó contigo y te
despidió. Vaya, vaya, Peter. ¿Y qué hiciste para merecer ese tratamiento?
—Fue todo un malentendiendo —respondió
él, apretando la rodilla de La.
Sabrina lo miró con suspicacia, como si
no se estuviera creyendo nada.
—Eres muy vengativa, Lali, por no
mencionar estúpida. Deberías haberte dado cuenta de que despedir a Peter
colocaría a tu empresa en una situación muy vulnerable.
¿Cómo se atrevía aquella mujer?
—Estaba... —comenzó. Peter volvió a
apretarle la rodilla, gesto con el que le indicó que tuviera cuidado con lo que
decía—. En aquellos momentos no estaba pensando demasiado claramente. Y ese
hecho me costó muy caro —añadió con sinceridad.
Sabrina no dijo nada. Se limitó a mirar
a Peter.
—Es una mujer muy apasionada —dijo él,
encogiéndose de hombros—. En lo bueno y en lo malo.
—Y yo recuerdo lo mucho que tú disfrutas
con la pasión —comentó Sabrina, dedicándole una intencionada sonrisa.
La no pudo evitar lanzar a Peter una
mirada de enojo.
—Dios Santo, Peter —añadió Sabrina—. Me
parece que ella no está muy contenta contigo. Espero que eso no vuelva a
costarte tu trabajo —añadió con una fría y vacía sonrisa.
Aquel gesto fue suficiente para
recordarle a La la misión que les había llevado allí. Ya era suficientemente
malo fingir ser la amante de Peter. No iba, además, a hacer el papel de
damisela desvalida y herida.
—Oh, no —dijo—. Me resulta difícil
controlar a todas las antiguas amantes de Peter. De hecho, cuando me enteré de
tu intento de absorción, dio por sentado de que se trataba de la reacción de
una ex novia despechada. Ya sabes, algo así como la venganza por una nueva
relación.
La sonrisa se borró de los labios de
Sabrina.
—Veo que tiene carácter, Peter. Entiendo
perfectamente por qué te llamó la atención. Aunque parece algo encorsetada para
ti.
¿Encorsetada?
—Estoy perdiendo la paciencia —dijo La,
poniéndose de pie. Peter le agarró el brazo y frunció el ceño, indicándole que
volviera a tomar asiento. La comprendió que él tenía razón. No le quedaba más
remedio que continuar.
Cuando volvió a tomar asiento, Peter se
volvió a Sabrina.
—Lo que importa de todo esto es que la
situación no es la que tú pensabas. No voy a abandonar Lawrenc Enterprises.
—No nos puedes derrotar a los dos
—añadió La.
—Entonces, el hecho de que yo comprara
acciones fue suficiente para curar una... —comentó Sabrina, mirando a Peter—.
¿Cómo lo describirías? ¿Una pelea de enamorados? Tal vez deberías darme las
gracias por haberte ayudado a recuperar tu trabajo.
—Seamos claros, Sabrina. Si no hubieras
sido tú, habría sido otra persona.
—Si no recuerdo mal, había alguien más
—espetó Sabrina—. De hecho, había varios. Bueno, contadme vuestra oferta.
—Estamos dispuestos a comprar tus
acciones a un precio adecuado —explicó La, mientras Peter abría el maletín y
sacaba el contrato.
Después de examinar el documento, la
mujer lo colocó encima de su escritorio.
—¿Y por qué debería yo acceder a esto
cuando podría tenerlo todo?
—Porque jamás vas a conseguirlo todo
—dijo Peter.
—Yo no estaría tan segura. Parece que
los dos tenéis una relación algo tormentosa, por decirlo de alguna manera. Una
relación que no puede tener repercusiones positivas en la empresa. El precio de
las acciones ha caído dramáticamente.
—En realidad, cuando se examinan
nuestros ingresos, hemos tenido un año excelente —comentó La—. Además, Peter
tiene algunas propiedades a punto de abrir que deberían subir rápidamente
nuestro valor en bolsa, pero, por supuesto, eso ya lo sabes tú. Si no, no
desearías tanto comprarnos.
Sabrina dudó y observó el contrato.
—Necesitaré un poco de tiempo para hablar
de este tema con mis consejeros. Desgraciadamente, no se encuentran aquí en
estos momentos. Tal vez, si no tenéis mucha prisa, podríais quedaros a cenar.
Para entonces ya habrán regresado, y podremos hablar del tema más
profundamente.
La sintió que se le detenía el corazón.
Por muy contenta que estuviera de pensar que tal vez Sabrina abortaría el
intento de absorción, no podía soportar el hecho de seguir con aquella charada
más tiempo del necesario.
—Nos encantaría —dijo Peter, mirando a La
para advertirle que guardara silencio.
—Entonces, estamos de acuerdo. Nos
quedan un par de horas para disfrutar antes de volver a los negocios. Haré que
mi secretaria os muestre vuestra habitación. ¿Por qué no os ponéis los trajes
de baño y os reunís conmigo en el muelle? Sé lo mucho que le gusta a Peter el
esquí acuático.
—¿Esquí acuático? Desgraciadamente, no
hemos traído trajes de baño —se apresuró a decir La.
—Haré que os envien unos cuantos a
vuestra habitación.
La sintió que el corazón le daba un
vuelco. ¿Habitación? ¿Una habitación y no dos?
—No es necesario —replicó—. Compraremos
todo lo necesario en la tienda de regalos.
—Está cerrada temporalmente. Se está
renovando —dijo Sabrina, encogiéndose de hombros.
—En ese caso, muchas gracias.
Peter la agarró del brazo, y los dos
siguieron a la secretaria, Christa. Salieron del bungalow y empezaron a avanzar
por un sendero flanqueado por palmeras. Más allá, se veía una playa de arena
blanca, bañada por las aguas del mar Caribe. Christa se detuvo ante la puerta
de un bungalow que estaba situado a pocos metros de las cristalinas aguas.
Estaba muy aislado del resto, como si fuera un nido de amor al lado del mar.
Christa deslizó una tarjera en la
cerradura y abrió la puerta.
—Que disfruten —les dijo alegremente,
antes de entregar la tarjeta a Peter.
Se trataba de una lujosa suite, con
enormes ventanales por los que se podía acceder a la playa. Había una botella
de champán puesta a enfriar y dos esponjosos albornoces sobre la cama. La cerró
la puerta y se volvió para mirar a Peter.
—Pensé que no te gustaban los juegos —le
espetó.
—Si tienes algún problema, La, te
sugiero que me lo cuentes. No me gustan las tensiones en el trabajo.
—¿Conoces a Sabrina Vickers?
—La conocí.
—¿Por qué no me dijiste que había sido
tu novia? —le preguntó, sin poder evitar volver a pensar que los dos estaban
compinchados para que Peter pudiera volver a recuperar su trabajo.
—Jamás fue mi novia.
—Si eso es cierto, ¿por qué ha insinuado
que la engañaste?
—No veo cómo eso puede ser asunto tuyo.
—Claro que lo es. Tu novia está tratando
de absorber mi empresa y...
—¿Tu empresa?
—Bueno, deberías habérmelo contado
antes.
—¿Y qué diferencia habría supuesto?
Habría pensado en eso si tú hubieras tenido más interés en retener mis
servicios. Después de todo, sé perfectamente cómo manejarla. Mira, la relación
que tuve con Sabrina fue totalmente casual. Duró un par de días en Acapulco, y
luego nos reunimos en un par de ocasiones en Nueva York. Como te he dicho, no
la he visto ni he hablado con ella desde hace años, pero sé que es una de las
mujeres más duras e inteligentes que he conocido nunca.
La sintió... ¿Qué exactamente? ¿Celos?
¿Qué le importaba a ella que Peter considerara inteligente a aquella rubia?
—Los dos sabemos que yo no te habría
pedido que volvieras si ella no estuviera tratando de absorbemos —dijo La—.
¿Esperas que me crea que todo esto no es más que una coincidencia?
—Puedes creer lo que quieras. Sin
embargo, te sugeriría que, al menos, escucharas la verdad.
—Y la verdad es...
—Exactamente lo que le he dicho a ella.
Si ella no hubiera intentado absorbemos, lo habría hecho otra persona. Nuestra
empresa está más débil de lo que lo ha estado nunca. Cuando una mujer de
veintiséis años con tan sólo dos de experiencia utiliza a los conocidos de su
padre para hacerse con las riendas de una empresa, los tiburones empiezan a
revolotear.
—Soy mucho más capaz de lo que tú crees.
—Puede ser, pero aquí estoy yo.
—La pregunta es por qué estoy yo aquí
también. ¿Por qué no pudiste venir a verla tú solo, considerando la relación
que habíais tenido en el pasado?
—Lo que Sabrina y yo compartiéramos no
tiene nada que ver con esto. La conozco lo suficientemente bien como para saber
que a ella le importa muy poco la relación que tuvimos en el pasado. Sólo le
interesa hacer dinero. Y tú estás aquí conmigo porque necesitamos convencerla
de que estamos unidos. Si ella sospecha que nuestra relación no es sincera,
jamás aceptará un trato. Se limitará a esperar antes de volver a atacar. Mira, La,
como te dije anoche, la única culpable de todo este lío eres tú. Sabrina jamás
se habría atrevido a esto si yo hubiera estado a cargo. Deberías haber pasado
más tiempo haciendo tus deberes. Si lo hubieras hecho, te habrías dado cuenta
de que una situación tan inestable como ésta predispone a cualquier empresa a
una absorción.
De repente, alguien llamó a la puerta. Peter
la abrió y aceptó el paquete que le entregaba el botones, dándole una propina a
cambio. Peter miró en el interior y, tras esbozar una pícara sonrisa, sacó el
traje de baño más minúsculo que La había visto nunca.
Ella se lo arrebató inmediatamente.
—No habrá incluido también algo para
taparme un poco, ¿verdad?
Peter volvió a mirar en el interior de
la bolsa. Evidentemente, estaba disfrutando con aquella situación.
—No, a menos que quieras ponerte esto
—dijo, sacando un traje de baño para él.
La fue al cuarto de baño y se encerró
con un portazo. Estaba furiosa. Observó el minúsculo biquini de color amarillo.
Era la clase de traje de baño que garantizaba la atención de todo el mundo y
que dejaba poco a la imaginación. Se lo puso y temió mirarse en el espejo. Sin
verse, sabía que su ropa interior cubría más que aquella prenda. Ella siempre
había sido muy modesta, por lo que decidió enrollarse una toalla alrededor de
la cintura. Entonces, tras un momento de duda, abrió la puerta. Pasó al lado de
Peter sin mirarlo.
—Vamos —dijo, dirigiéndose al exterior.
—Espera. A Sabrina podría parecerle que
no te importa —dijo, atormentándola con su tono burlón.
La dudó. Peter la soltó. El también se
había puesto su traje de baño. A ella no le sorprendió descubrir el fisico de
un atleta, fuerte y bien esculpido.
El la miró de la cabeza a los pies. La
fingió no notar que él la observaba con aprobación, pero notó que se sonrojaba.
—Dame la mano —le ordenó. Tenía unas
manos grandes, que engullían las de ella—. No debes olvidarte que soy tu
pareja, no tu enemigo.
—Resulta fácil olvidarse. Vamos.
—Sólo por curiosidad —comentó él, antes
de que salieran de la suite—. ¿Cuándo me viste con Sabrina?
—En tu apartamento —respondió ella,
pronunciando las palabras con un poco más de amargura de la que debiera—. Hace
unos diez años. Mi padre me envió para entregarte unos papeles.
—De eso hace mucho tiempo. Me sorprende
que te acuerdes...
Por supuesto que se acordaba. Por aquel
entonces, estaba locamente enamorada de él. Sin embargo, antes de que pudiera
contestar, él le colocó la mano justo por encima del tracero. La se quedó sin
aliento. Entonces, la obligó a detenerse.
—Sabrina está detrás de ti —dijo—. Nos
está observando. Voy a besarte, La —le advirtió, acariciándole suavemente el
rostro con el reverso de la mano—. Va a ser un beso tierno y apasionado. Quiero
que me rodees el cuello con los brazos. ¿Crees que podrás hacerlo?
«Dios, Dios»
—Relájate —añadió él, muy suavemente—.
No voy a hacerte daño.
Mientras se inclinaba sobre ella, La
cerró los ojos y frunció los labios. Peter apretó la boca contra la de ella y
le rodeó la cintura con los brazos. Cuando la piel desnuda de ella entró en
contacto con la de Peter, se sintió abrumada por la fuerza fisica que emanaba
de él.
Lentamente, él se detuvo. Sonrió
suavemente, acariciándola con la mirada. Durante un instante, La se olvidó de
que todo era una farsa. Peter la amaba, y ella lo amaba a él. Aquello era lo
único que importaba.
Sin embargo, en vez de dulce palabras,
él dijo:
—No me has rodeado el cuello con los
brazos. La próxima vez, obedece mis instrucciones.
Me encantooooooooooooooo , amo tu noveee enseriooo !
ResponderEliminarNo hay nada más feo q fingir estar bien con alguien y aceptar el contacto fisico cdo no queres tenerlo!
ResponderEliminarJa ja Peter con la escusa de simular aprovecha bien la situación! Me encanta más!
ResponderEliminarrre pedante Dios si muy lindo me muero pero el podria poner un poco mas de su parte asi las cosas no se pueden jajajaj esta muy buena si quieres yo te ayudo a avisar si algo me dejas mensajito por twitter q te vaya excelente en los examenes SUERTE
ResponderEliminarLALI aunque no keria hacer lo k PETER decia se vio obligada hacerlo.
ResponderEliminarLALI tenia k firgir y eos le molestaba pero puso en su lugar a Sbrina.
ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Cuando Peter parece tan dulce ,va y le da una reprimenda.
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