CAPITULO 21
Desenganchó
la toalla del brazalete y, echándosela sobre un hombro, comenzó a andar hacia
la habitación. Mairnana apretó los dientes al contemplar ese delicioso y
magnífico trasero.
Con
el cuerpo en llamas, recordó el pañal.
Tan
pronto como pensó en él, Thiago abrió la puerta, le arrojó uno y cerró de
nuevo.
Peter
se apoyó contra la puerta cerrada, luchando contra el ardiente deseo que lo
atravesaba. Era una sensación voraz y traicionera que le hacía anhelar cosas
que jamás podría tener. Cosas que sólo conseguirían acrecentar su sufrimiento.
Y ya había sufrido el equivalente a diez mil vidas humanas.
Tenía
que sacársela de la cabeza.
Pero
mientras estaba allí plantado, la soledad de su existencia se posaba sobre él
con saña.
«Muchacho,
te dejas guiar por el corazón con demasiada frecuencia. Algún día te llevará a
la ruina.»
Se
encogió al recordar la advertencia de su padre. Ninguno de los dos sabía en
aquel momento lo ciertas que acabarían siendo esas palabras.
Soy
un Cazador Oscuro.
Tenía
que aferrarse a la realidad. Era lo único que se interponía entre Mariana y lo
que sería su aniquilación.
Cayo
estaba ahí fuera y él debía detenerlo.
Pero
lo que en realidad deseaba hacer, era bajar las escaleras, alzar a Mariana
entre sus brazos y llevarla hasta su casa donde pasaría la noche entera
explorando cada centímetro de su cuerpo con los labios, con las manos. Con la
lengua.
–Soy
un imbécil –masculló mientras se obligaba a ponerse la ropa que German le había
prestado.
No
volvería a pensar en Mariana ni en el pasado. Tenía algo mucho más importante
que hacer. Algo que no podía dejar de lado. Protegía a la gente. Y viviría y
moriría protegiéndolos, lo que significaba que los deseos físicos que
despertaba una mujer como Mariana estaban estrictamente prohibidos.
Unos
minutos después, vestido con unos vaqueros de German y un jersey negro de
cuello de pico, salió de la habitación con el abrigo de cuero sobre el hombro y
bajó hasta el recibidor, donde lo esperaban German, Mili, Mariana y los niños.
German
le ofreció una pequeña bolsa de papel.
–¡Jolines!
–dijo Peter al cogerla–, gracias papi. Te prometo que seré un buen chico y que
me portaré bien con los otros niños.
German
soltó una carcajada.
–Payaso.
–Es
mejor que ser un hazmerreír. –Peter mantuvo la compostura cuando miró a Mariana
y sintió que el deseo lo abrasaba. ¿Qué tenía esa mujer que le resultaba
imposible mirarla sin desear probar sus labios o sentir su cuerpo entre los
brazos? Se aclaró la garganta antes de hablar–. Aseguraos de que se queda aquí
hasta que amanezca. Los Daimons no podrán entrar sin una invitación.
–¿Y
qué pasará mañana por la noche? –preguntó Mili.
–Cayo
estará muerto para entonces.
German
asintió.
Peter
se dio la vuelta para marcharse, pero, antes de que llegar a la puerta, Mariana
lo agarró del brazo con suavidad y lo detuvo.
–Gracias
–le dijo.
Él
inclinó la cabeza.
Márchate. Porque si no
lo hacía, acabaría sucumbiendo a la exigente necesidad que sentía en su
interior.
Apartó
los ojos de Mariana y miró a Mili.
–Ha
sido un placer conocerte, Mili.
–Lo
mismo digo, general.
Antes
de que pudiera moverse para acercarse a la puerta, Mariana volvió a sujetarlo y
tiró de él hasta que quedó frente a ella y, sin saber muy bien lo que hacía, le
dio un beso en la mejilla.
–Ten
cuidado –le dijo en un susurro mientras se alejaba de él.
Petrificado,
Peter sólo atinó a parpadear. Pero lo que más lo conmovió fue la preocupación
que vio en esos ojos de un azul cristalino; la preocupación que Mariana sentía
en su corazón. No quería que le hicieran daño.
Cayo
está esperando.
Ese
pensamiento pasó veloz por su mente. Tenía que marcharse.
Pero
alejarse de Mariana era lo más difícil que había hecho jamás.
–Sé
feliz, bombón –le deseó él.
–¿Bombón?
–preguntó Mariana, ofendida.
Él
sonrió.
–Después
de lo de «chulo vestido de cuero», te debía una –le dijo dándole unas
palmaditas en la mano antes de apartarla de su brazo–. Son casi las ocho, será
mejor que llames a tu hermana.
Peter
le soltó las manos y, al instante, la echó en falta.
Intercambió
una mirada con German. Ésta sería la última vez que se vieran y ambos lo
sabían.
–Adiós,
adelphos.
–Adiós
hermano –le contestó German.
Peter
se dio la vuelta, abrió la puerta y se dirigió en solitario hacia el coche. Una
vez en el interior del vehículo, no pudo resistir la tentación de mirar atrás.
Aunque no pudiera ver a Mariana, aún podía sentir su presencia al otro lado de
la puerta, mirándolo.
Era
incapaz de recordar la última vez que alguien se había entristecido al ver cómo
se marchaba. Y tampoco recordaba haber sentido antes esa absurda necesidad de
mantener a su lado a una mujer a cualquier precio
CAPITULO 22
Después
de que Juan Pedro se marchara, Mariana llamó a Rochi y la tranquilizó,
asegurándole que se encontraba a salvo. Se dio una ducha rápida y se vistió con
una sudadera y unos pantalones deportivos de Mili. Cuando ésta y los niños se
retiraron para dormir, ella se sentó en el sofá con un plato de espaguetis.
German
salió de la cocina y le ofreció una Coca-Cola antes de sentarse en uno de los
sillones.
–Bien
–dijo–, ¿por dónde empiezo?
Mariana
no tuvo que pensarlo.
–Por
el principio. Quiero saber exactamente qué es un Cazador Oscuro y qué son los
Daimons. De dónde vienen los apolitas y qué relación hay entre todos ellos.
German
soltó una carcajada.
–Vas
directa al grano, ¿verdad? –Mientras giraba el vaso de té helado entre las
manos pareció sopesar la mejor forma de contestar sus preguntas–. En momentos
como éste me gustaría que la Kynigostaia de Homero hubiese sobrevivido
al paso del tiempo.
–¿Kyni
qué?
Él
se volvió a reír y tomó un sorbo de té.
–Recogía
el nacimiento de los Kynigstosi, los Cazadores Oscuros, y podría haber
respondido a la mayoría de tus dudas. Narraba con detalle el nacimiento de las
dos razas que una vez dominaron la tierra: los humanos y los apolitas.
Mariana
asintió brevemente.
–De
acuerdo. Sé de donde vienen los humanos, pero no sé nada de los apolitas.
–Hace
eones, Apolo y Zeus caminaban por la ciudad de Tebas cuando, de repente, Zeus
declaró la grandeza de la raza humana y la llamó «el pináculo de la perfección
terrenal». Apolo soltó un bufido y dijo que podía mejorarse en muchos aspectos.
Se jactó de poder crear fácilmente una raza superior y Zeus lo retó a que lo
hiciera. Así es que Apolo buscó una ninfa que estuviese de acuerdo en dar a luz
a sus hijos.
»En
tres días nacieron los primeros apolitas. Tres días más tarde esos niños habían
alcanzado la madurez y tres días después estaban preparados para ser los
regentes de la tierra.
Mariana
se limpió los labios con la servilleta.
–Entonces,
los apolitas son los hijos de Apolo. Lo he pillado. ¿Y por qué algunos de ellos
se convierten en Daimons?
–¿Por
qué no te esperas? Soy yo el que está contando la historia –le dijo German
pacientemente, con la misma voz que Mariana suponía que usaba con sus alumnos
de la facultad–. Puesto que los apolitas nacieron con un intelecto, una belleza
y una fuerza superiores a los de los humanos, Zeus los envió a vivir a la isla
de la Atlántida, donde esperaba que vivieran en paz. No sé si has leído los Diálogos
de Platón...
–No
te ofendas, pero me pasé toda la carrera evitando las asignaturas de letras…
German
sonrió.
–Da
igual. De todos modos, la mayoría de lo que Platón escribió acerca de la
Atlántida es cierto. Eran una raza agresiva que quería dominar la tierra y,
como broche final, también el Olimpo. A Apolo no le importaba ya que, una vez
cumplidos sus propósitos, él se convertiría en el dios supremo.
Mariana
supo a dónde llevaba todo esto.
–Apuesto
a que el viejo Zeus estaba contentísimo con esa idea.
–Estaba
encantado –le contestó German irónicamente–. Pero no tanto como los pobres
griegos que estaban siendo abatidos por los apolitas. Los humanos se dieron
cuenta de que luchar no los llevaría a ningún sitio, por lo que idearon un plan
para que Apolo cambiara de bando. Eligieron a la mujer más hermosa nacida entre
la raza humana, Jane y se la entregaron a Apolo como amante.
–¿Era
más hermosa que Helena de Troya?
–Todo
esto sucedió muchísimo antes de que Helena naciera y, sí, según las crónicas
ella era la mujer más hermosa que el mundo ha visto jamás. De cualquier forma,
Apolo –siendo como es…– no pudo resistirse a Jane. Se enamoró de ella y,
finalmente, la mujer quedó embarazada. Cuando la reina de los apolitas escuchó
lo que sucedía, se enfureció tanto que envió a un grupo de asesinos para que
acabaran con la vida de la madre y del niño. La reina dio instrucciones a sus
hombres para que el crimen pareciera ser el ataque de un animal salvaje, de
modo que Apolo no se vengara de los apolitas.
Mariana
soltó un silbido e imaginó lo que ocurrió después.
–Apolo
lo descubrió.
–Exacto,
y no le sentó muy bien. No sé si sabrás que Apolo es también el dios de las
plagas. Destruyó la Atlántida y hubiese destruido a todos y cada uno de sus
habitantes si Artemisa no lo hubiera detenido.
–¿Y
por qué lo hizo?
–Porque
los apolitas eran carne y sangre de Apolo. Destruirlos hubiese significado
acabar con el propio dios y eso habría supuesto el fin del mundo tal y como lo
conocemos.
–¡Vaya!
–exclamó Mariana con los ojos abiertos de par en par–. Qué desastre. Menos mal
que lo detuvo.
–Eso
pensó el resto del panteón griego. Pero Apolo quería vengarse. Y lo hizo.
Prohibió a los apolitas caminar bajo la luz del sol para no tener que verlos
nunca más y recordar su traición. Puesto que habían intentado hacerle creer que
Jane había sido atacada por un animal salvaje, les dio características
animales: colmillos, sentidos muy desarrollados…
–¿Y
la velocidad y la fuerza?
–Ya
la tenían; junto con las habilidades psíquicas que Apolo no pudo quitarles.
Mariana
frunció el ceño.
–Pensaba
que los dioses podían hacer cualquier cosa que se les antojase. ¿No consiste en
eso lo de ser dios?
–No
siempre. Tienen leyes a las que atenerse, igual que nosotros. Pero en el caso
de los poderes psíquicos es diferente; una vez ese canal se abre no puede volver
a cerrarse. Por eso Apolo no pudo quitarle a Cassandra el don de la adivinación
del futuro cuando ella lo rechazó. Lo que hizo fue enmarañarlo todo, de modo
que nadie creyera en sus profecías.
–¡Claro!,
eso tiene sentido –dijo Mariana antes de beber un sorbo de Coca-Cola–. Vale,
entonces los apolitas tienen poderes psíquicos, son muy fuertes y, además, no
resisten la luz del sol. ¿Y lo de beber sangre? ¿Lo hacen o no?
–Sí.
Beben sangre, pero sólo si proviene de otro apolita. De hecho, a causa de la
maldición de Apolo, están condenados a alimentarse los unos de los otros cada
pocos días para no morir.
–¡Puaj!
–exclamó ella arrugando la nariz–. Eso es asqueroso –dijo, temblando ante la
mera idea de tener que vivir de ese modo–. Algunos de ellos beben sangre humana,
¿no es cierto?
German
vaciló antes de contestar.
–No
exactamente. Si se convierten en Daimons, beberán de los humanos; pero no es la
sangre lo que buscan… es el alma.
Mariana
alzó una ceja y sintió un escalofrío en la espalda. Peter no había estado
bromeando en ese aspecto. Genial.
–¿Y
por qué necesitan robar nuestras almas?
–Los
apolitas sólo viven veintisiete años. El día de su vigésimo séptimo aniversario
mueren de forma lenta y dolorosa; sus cuerpos se desintegran, literalmente, y
se convierten en polvo en un plazo de veinticuatro horas.
En
esta ocasión, Mariana hizo un gesto de dolor.
–Eso
es horrible. Supongo que la moraleja de la historia es que no hay que cabrear
al dios de las plagas.
–Sí
–contestó German sombríamente–. Para evitar su destino, la mayoría de los
apolitas se suicidan el día anterior a su cumpleaños. Otros deciden convertirse
en Daimons. Como tales, burlan la sentencia de muerte apropiándose de almas
humanas y manteniéndolas en sus cuerpos. En tanto las almas humanas vivan en su
interior, podrán seguir existiendo. Pero el problema reside en que el alma de
un humano no puede vivir mucho tiempo en el cuerpo de un apolita, y comienza a
morir casi en el mismo instante en que es robada de su verdadero dueño. Como
resultado, los Daimons se ven obligados a perseguir y matar humanos cada pocas
semanas para poder seguir viviendo.
Mariana
era incapaz de imaginarse el tormento que debía suponer ser asesinado por un
apolita y perder no sólo la vida, sino también el alma.
–¿Qué
sucede con las almas que mueren?
–Están
perdidas para siempre. Por eso existen los Cazadores Oscuros. Su trabajo
consiste en buscar a los Daimons y liberar las almas antes de que expiren.
–¿Y
lo hacen de forma voluntaria?
–No,
más bien son obligados.
Mariana
lo miró, ceñuda.
–¿Obligados
de qué forma?
German
bebió otro sorbo de té y miró al suelo con una expresión extraña. Daba la
sensación de estar recordando su pasado. Algo doloroso.
–Cuando
alguien sufre una horrible injusticia –explicó en voz baja–, su alma grita tan
fuerte que el sonido llega hasta el Olimpo. Si Artemisa lo escucha, se acerca a
la persona que acaba de gritar y le ofrece un trato: un solo Acto de Venganza
en contra de aquellos que hicieron el mal y, a cambio, ella obtiene un
juramento de lealtad y un nuevo integrante para su ejército de Cazadores
Oscuros.
Mariana
respiró hondo intentando procesar toda la información.
–¿Y
tú cómo sabes todo esto?
German
alzó la cabeza y la abrasó con su intensa mirada.
–Porque
mi alma gritó así el día que mis hijos murieron.
Ella
tragó saliva al observar el odio y el dolor que reflejaban los ojos de German.
Eran tan evidentes que hasta ella se sentía embargada por el sufrimiento.
–¿Fue
Artemisa hasta ti para ofrecerte el trato?
Holaaaaa,como andan??? bueno ya masu tengo una idea de q noves les gustan,aunq todas tienen gustos diferentes jaja ahi les dire cuando decida :) y bueno la maraton tambien hubieron opiniones distintas,asiq tal vez el otro fin de semana? o aunque sea caps todos los dias? asi vamos mas rapido,pero para eso necesito la ayuda de Mar(se q no te lo e dicho jaja,ahi hablamos) bueno les subo 2 y si hay mas de 10 firmas van otros 2!
Bye
@Angie_232alma
Mas!
ResponderEliminarSubi mas porfa
ResponderEliminarOtro otro!!
ResponderEliminarjajajjaja aqui llegue yo y claro q te ayudo pero con lo colgada q soy capaz no llego a hablar contigo jajajjaaj bueno ya que conozco tu plan te hablo ajjaja sorry amiga
ResponderEliminarHola soy Naara y hace una semana encontré tú blog ya termine de leer los capítulos y está nove me encanta espero más capítulos besos
ResponderEliminarmas nove mas nove
ResponderEliminarmas nove mas nove
ResponderEliminarmas nove mas nove
ResponderEliminaracercamiento de lali y juan pedro que lindo
ResponderEliminarme encanto!
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