CAPITULO 35
–Claro que no. Puedo mantener relaciones sexuales,
pero no puedo tener descendencia.
–¡Ah! –exclamó Lali, haciendo un mohín con la nariz
que confirió a su rostro una apariencia traviesa y, al instante, intentó
aligerar la conversación–. Estoy siendo muy entrometida, no debería haber
preguntado eso. Lo siento.
–No pasa nada. –Mientras ponía en marcha el
lavavajillas le preguntó–: ¿Te gustaría dar una vuelta por la casa?
–¿Casa? –preguntó ella, alzando una ceja con
incredulidad–. Si esto es una casa, yo vivo en una choza. –Al instante recordó
que ya no tenía un hogar donde vivir y jadeó. Se aclaró la garganta e intentó
alejar esos pensamientos–. Sí –dijo en voz baja–. Me encantaría verla.
Thiago la guió hasta la puerta situada a la
izquierda de la cocina y entraron en un gigantesco salón. Las paredes estaban
decoradas con molduras y medallones, con un estilo elegante y maravillosamente
neoclásico, pero los muebles eran actuales y muy modernos. La estancia estaba
decorada para resultar cómoda, no para impresionar a las visitas. Pero claro,
se suponía que los vampiros no tenían muchos invitados a los que agasajar.
En una de las paredes se había instalado un equipo
completo de imagen y sonido JVC, con una enorme pantalla de televisión, un
sistema de video y un reproductor de DVD.
Aunque había lámparas por toda la estancia, la luz
provenía de las velas de tres vistosos candelabros.
–Parece que no te gustan las bombillas, ¿eh? –le
preguntó a Thiago mientras lo observaba encender más velas.
–No –le contestó–. La luz es demasiado brillante
para mis ojos.
–¿Te hace daño?
Él asintió.
–Los ojos de los Cazadores Oscuros están
especialmente creados para ver en la oscuridad. Nuestras pupilas son más
grandes que las de los humanos y no se dilatan del mismo modo. Como resultado,
dejan pasar mucha más luz.
A la par que lo escuchaba, Mariana observó que las
ventanas que se alzaban desde el suelo hasta el techo estaban cubiertas con
cortinas negras que debían resguardar la casa de la luz del sol.
Rodeó un sofá de piel negra y se quedó plantada en
el sitio. ¡Había un ataúd delante de los sillones!
–¿Eso es…? –fue incapaz de acabar la frase. No
mientras se imaginaba la siniestra imagen de Thiago durmiendo ahí dentro todos
los días.
Él le echó un vistazo y la miró sin parpadear. Lali
parecía realmente atónita.
–Sí –contestó con voz neutra–, es un ataúd. Es mi…
mesita de café. –Se acercó a ella, levantó la tapa y cogió un mando a
distancia–. Ten, por si te apetece ver la televisión mañana.
Lali meneó la cabeza. Una vez recuperada de la
impresión, reconoció unos cuantos objetos típicamente vampíricos colocados por
la habitación. Miniaturas, pequeñas ballestas e incluso una baraja de tarot
encima de una repisa.
–Seth cree que es gracioso –le explicó Thiago
mientras ella cogía la baraja–. Cada vez que encuentra algo relacionado con
vampiros, lo trae y lo deja aquí para que yo lo vea.
–¿Te molesta?
–No, es un buen chico… casi siempre.
A medida que él la conducía a través de las
dependencias de la antigua mansión, llegó un momento en que Lali se sintió
perdida.
–¿Pero cuántas habitaciones hay en este lugar?
–preguntó al entrar a una sala de juegos.
–Hay doce dormitorios y tiene más o menos unos dos
mil metros cuadrados.
–¡Jesús! He estado en centros comerciales más
pequeños.
Él soltó una carcajada.
En el centro de la habitación había una mesa de
billar tallada, y en uno de los laterales podían verse unas cuantas máquinas de
videojuegos, sacadas de algún salón recreativo, y una gran pantalla de
televisión a cuyos pies se alineaba una colección de videoconsolas, sobre una
mesita de café. Pero lo que le resultó más sorprendente, fueron unos guantes de
béisbol y una pelota que estaban sobre una mesita plegable en un rincón. Lali
se acercó a la mesa.
–Algunas noches Seth y yo nos lanzamos unas cuantas
bolas –le explicó.
–¿Por qué?
Thiago se encogió de hombros.
–Es una forma de aclararme las ideas cuando estoy en
un aprieto.
–¿Y a Seth no le importa?
Él se rió.
–A Seth le importa todo. No recuerdo ni una
sola ocasión en la que le haya pedido algo sin tener que escuchar sus quejas
después.
–Y entonces, ¿por qué dejas que siga trabajando para
ti?
–Soy masoquista.
En esta ocasión le tocó reír a Lali.
–Me encantaría conocer al tal Seth.
–Sin duda, lo harás mañana.
–¿De verdad?
Él asintió.
–Cualquier cosa que necesites pídesela y él te la
conseguirá. Si te ofende en lo más mínimo, házmelo saber y lo mataré en cuanto
me levante.
Lali percibió algo en su tono de voz que le hizo
pensar que, posiblemente, no se tratara de una falsa amenaza.
Thiago abrió las enormes puertas francesas y entró
en un atrio acristalado. El techo estaba muy limpio y dejaba ver las miles de
estrellas que brillaban en el cielo mientras los pasos de ambos resonaban sobre
las baldosas del suelo.
–Es precioso.
–Gracias.
Lali se acercó a una gran escultura, en el centro de
la estancia, que mostraba a tres mujeres jóvenes. La pieza era extraordinaria.
La más joven de las tres estaba tumbada de costado con un pergamino entre las
manos, mientras las otras dos se sentaban de espaldas la una a la otra. Una
sostenía una lira y la otra parecía estar cantando. El modo en que estaban
pintadas resultaba muy extraño. Las tres parecían reales y todas ellas tenían un
asombroso parecido con Thiago.
–¿Es griega? –le preguntó.
Una mirada apenada ensombreció su rostro y asintió.
–Eran mis hermanas.
Con el corazón en un puño, Lali las observó con más
atención.
Thiago acarició con ternura el brazo de la chica que
sostenía el pergamino. Había fruncido ligeramente el ceño mientras estudiaba la
estatua a tamaño real de la joven, que no tendría más de dieciocho años. El
peplo azul hacía juego con sus ojos.
–Kate era la más pequeña de los cuatro –le explicó
con voz ronca–. Era callada, tímida y tartamudeaba de un modo muy gracioso
cuando se ponía nerviosa. ¡Por los dioses! Ella lo odiaba pero a mí me parecía
muy tierno. Irina –siguió con la explicación, señalando la chica que portaba la
lira y que iba vestida de rojo–, era dos años mayor que yo y tenía el carácter
de una arpía. Mi padre solía decir que nos parecíamos demasiado y que por eso
no nos llevábamos bien. Y Marie era un año más joven que yo y cantaba como los
ángeles.
Lali observó a la muchacha vestida de amarillo.
Las tres compartían una dulzura muy especial. El
escultor las había representado como si estuviesen en movimiento, incluso los
pliegues de los peplos parecían reales y delicados. Nunca había visto una
maestría igual en una escultura. Parecían tan reales que casi esperaba que una
de ellas empezara a hablar en cualquier momento.
No era de extrañar que Thiago estuviera tan
afectado.
–Las querías mucho.
Él asintió.
–¿Qué les sucedió?
Antes de contestar, Thiago se alejó un poco.
–Se casaron y tuvieron unas vidas largas y felices.
Irina le puso mi nombre a su primer hijo.
Una débil sonrisa se dibujó en los labios de Lali al
pensar que la hermana que peor se había llevado con él hubiese hecho tal cosa.
Decía mucho de la relación que habían compartido. Observando a las jóvenes,
recordó lo que él le había contado sobre Kate en el coche: la muchacha de largo
cabello rubio ondulado se había rapado la cabeza al enterarse de la muerte de
su hermano. Debían haberlo amado tanto como él a ellas.
–¿Qué pensaron sobre tu transformación en Cazador
Oscuro?
Él se aclaró la garganta.
–Nunca lo supieron. Para ellas, yo estaba muerto.
–Entonces, ¿cómo sabes tanto sobre…?
–Podía escucharlas mientras vivieron. Sentirlas; del
mismo modo en que tú puedes abrir tu corazón a Rocio y saber si está
preocupada.
Ella se tensó al escucharlo.
–¿Cómo lo sabes?
–Ya te lo he dicho, puedo percibir tus poderes.
Un escalofrío le recorrió la espalda y Mariana se preguntó
si podría ocultarle algo.
–Eres un hombre aterrador.
Una extraña luz brilló en los ojos oscuros.
–No soy un hombre. Dejé atrás mi humanidad al morir.
Quizás él lo creyera así, pero ella sabía que no era
cierto. Puede que no tuviese alma, pero era un hombre de buen corazón y era
humano.
–¿Por qué accediste a convertirte en Cazador Oscuro
a pesar de que nunca te vengaste de Tanya?
CAPITULO 36
–En ese momento me pareció una buena idea.
Con esas palabras, Lali sintió que algo se derretía
en su interior. Quizás fuese la soledad que se filtraba en su voz o la
resignación que mostraban sus ojos. No podía decirlo con certeza, pero sabía
que sería incapaz de regresar a su antigua vida y olvidar a este hombre. Había
sido testigo de su bondad. De su dolor. Y, que Dios la ayudara, cuanto más
sabía de él más lo deseaba.
Lo deseaba de un modo que iba más allá de todo
razonamiento. Apenas se conocían y aún así había un vínculo entre ellos.
Observó los atormentados ojos oscuros que la miraban
con pasión y deseo. Él era lo que su madre llamaba «la otra mitad». Ésa era la
expresión que su madre usaba para describir a su padre, y Euge para referirse a
Nico.
Por primera vez en su vida, Lali comprendía su
significado. No podía dejarlo escapar ahora que lo había encontrado.
No sin luchar.
Ajeno a los pensamientos de Mariana, Peter se dio la
vuelta y la instó a regresar a la casa. La acompañó a una suite situada en la
planta baja.
–Puedes pasar la noche aquí. Te traeré algo más
cómodo para dormir.
Lali vagó alrededor de la suntuosa habitación. La
enorme cama tallada parecía recién sacada de una antigua película. El color
verde oscuro que decoraba las paredes habría hecho parecer diminuta cualquier
habitación pero, en un lugar tan espacioso, el efecto era sorprendente; le daba
una apariencia cálida y acogedora.
Poeter regresó al instante con una camiseta negra y
unos pantalones de deporte que se la tragarían entera.
–Gracias –le dijo mientras cogía la ropa.
Él se quedó frente a ella, inmóvil, mirándola a los
ojos.
Para sorpresa de Lali, alzó la mano y le recorrió el
mentón con un dedo, erizándole la piel con el suave roce de la uña. Intuyó que
deseaba besarla y se quedó sorprendida al comprender lo mucho que ella deseaba
que lo hiciera.
Pero no la besó. Se limitó a observarla con esos
voraces ojos oscuros antes de pasar el pulgar por sus labios, obligando a Lali
a reprimir un gemido ante la arrolladora sensación que despertaban sus
caricias. Y su olor. La atmósfera entre ellos estaba cargada de tensión; el
deseo y la necesidad eran recíprocos y su intensidad la debilitaba y a la vez
la hacía sentirse más fuerte que nunca.
Justo cuando pensaba que iba a besarla, Peter se
alejó.
–Buenas noches, Lali.
Ella observó cómo se marchaba con el corazón en un
puño.
Juan Pedro se maldijo a sí mismo con cada paso que
lo acercaba a su despacho. Debería haberla besado. Debería…
No. Había hecho lo correcto. No podría haber nada
entre ellos. Los Cazadores Oscuros podían tener una aventura de unas cuantas
noches con una mujer, pero les estaba prohibido involucrarse en una relación
seria. Era demasiado arriesgado. Las mujeres se convertían, de ese modo, en
objetivo de los Daimons y debilitaban a los Cazadores, que se volvían más
prudentes. Y en este trabajo, la prudencia conducía a la muerte.
El tema nunca le había preocupado con anterioridad.
Pero esa noche, el dolor era tan fuerte que casi estaba acabando con él. Odiaba
los sentimientos que estaban creciendo en su interior. Odiaba la necesidad que
Lali despertaba en él. Hacía mucho tiempo que había desterrado todas sus
emociones y prefería vivir de ese modo. Era una especie de capullo que lo
mantenía libre de cualquier tipo de confusión.
–Tengo que sacármela de la cabeza.
Entró en el despacho, y se conectó a la web de los
Cazadores Oscuros, . Al instante, otros Cazadores Oscuros le abrieron unas
cuantas ventanas y el icono del correo comenzó a parpadear. La tecnología era
algo maravilloso. Poder comunicarse de ese modo era un regalo de los dioses.
Hacía que las largas noches fuesen más soportables y les permitía intercambiar
información importante.
Se sentó en el sillón de cuero negro y abrió una de
las ventanas. Era Alec.
«Seth ha llamado. Dice que Cayo te ha
pateado el culo. ¿Estás bien?»
Peter apretó los dientes y tecleó la respuesta.
–Voy a matarlo por esto. Estoy bien. Cayo se ha
escondido en un refugio. ¿Qué sabes de él?
«Fue el que eliminó a Cromley hace unos
años, así que te estás enfrentando a unos poderes nada despreciables. He
hablado con el Escudero de Cromley y me ha dicho que Cayo se lo pasó en grande
volviéndolo loco. Mejor no comentar cómo lo mató. Personalmente, me gustaría
que el tal C. viniera a por mí. Necesito una buena pareja de baile. Mis Daimons
cojean.»
Juan Pedro se echó a reír ante el despliegue de
humor de Alec. El hombre verdaderamente no tenía paciencia con los Daimons
lerdos.
–Paul dice que usan descargas astrales. ¿Te has
encontrado con algo así alguna vez?
«Si te soy sincero, en mis once mil
años… joder, no. Es la primera vez. He hablado con los Oráculos y ahora mismo
están consultando a las Parcas. Pero ya sabes cómo son. Estoy seguro de que nos
saldrán con algo como: "Cuando el cielo verde esté y el
negro cubra de la tierra su faz, un ataque de los Daimons os sorprenderá. Si
queréis al que tiene el poder capturar, algo especial tenéis que hallar",
o una porquería por el estilo. Odio a los Oráculos. Si quisiera ejercitar la
mente, me compraría un Cubo de Rubik.»
–Yo no lo veo tan claro, Alec, eres un especialista
en esas adivinanzas. ¿Estás seguro de que no quieres convertirte en Oráculo?
«Apúntate esto, General: que te jodan.
Ahora, déjame trabajar. Tengo Daimons que perseguir, Cazadores con los que
pelearme y mujeres que seducir. Luego hablamos.»
Sin muchas ganas de mantener otra conversación,
Peter abandonó la web y abrió el correo, pero tampoco le apetecía leer los
mensajes.
Lo que quería estaba más allá de su alcance.
En contra de su voluntad, cruzó lentamente el
pasillo y descendió las escaleras. Antes de ser consciente de lo que estaba
haciendo, se descubrió junto a la habitación de Lali. Apoyó la mano sobre la
oscura madera de la puerta y extendió los dedos mientras cerraba los ojos.
Podía verla sentada en la cama. Se había puesto su camiseta negra, que dejaba a
la vista esas largas piernas desnudas.
El fuego incendió su cuerpo, recorriéndole las
venas. Sentía el dolor de Lali por la pérdida de su hogar; el miedo a la
posibilidad de que Cayo hiciera daño a su hermana; la preocupación por la
compañera de Rochi, Cande.
Y, lo que era peor, percibía las lágrimas que se
esforzaba por contener. Era tan fuerte, tan resuelta... Jamás había conocido a
una mujer igual.
El sueño que lo había despertado esa mañana le
volvió a la mente. Aún podía sentirla entre sus brazos.
«Te deseo»
Daría cualquier cosa porque esas mismas palabras
fuesen una realidad y Lali lo mirara con ganas de devorarlo. En ese preciso
momento, lo único que quería era tirar la puerta abajo de una patada y hacerle
el amor. Sentir sus caricias. Dejar que lo abrazara.
Que le diera la bienvenida.
Pero no podía ser.
Con el corazón encogido, se obligó a marcharse.
Tenía trabajo que hacer.
Lali miró el reloj. Las doce y media. Por regla
general, a esa hora estaba profundamente dormida. Pero para Thiago la noche aún
sería joven.
Comenzó a preguntarse qué haría él a esa hora tan
temprana. Con toda seguridad, no se dedicaría todas las noches a matar Daimons.
No podría haber tantos… ¿o sí?
Antes de darse cuenta de lo que hacía, salió de la
cama y comenzó a vagar por la enorme casa. No sabía dónde estaba el. No se
había molestado en mostrarle su habitación cuando le enseñó la casa. Pero el
instinto le decía que debía estar en la planta alta. Probablemente, tan lejos
de la suya como fuese posible.
Estaba a mitad de la escalera cuando escuchó un
ruido extraño en el patio. Una especie de silbido. Dio la vuelta y se encaminó
hacia la sala de juegos. No había ninguna luz encendida, pero la luna y las
estrellas eran tan brillantes que podía distinguir una figura oscura en el
atrio. Su primer impulso fue llamar a Thiago pero, antes de hacerlo, se detuvo.
Había algo familiar en ese perfil. Se acercó un poco
más a las puertas francesas y reconoció a Thiago y a Jack. Llevaba una camiseta
de manga corta y unos pantalones de deporte y estaba lanzando la pelota de
béisbol a una especie de red que se la devolvía. En cuanto tiraba la bola, Jack
comenzaba a correr, persiguiéndola, para volver al instante junto a él. La
escena le arrancó una sonrisa. Thiago daba unas palmaditas al perro y volvía a
lanzar la bola.
Comenzó a alejarse de allí, pero se detuvo. No podía
hacerlo. En lugar de regresar a la habitación abrió las cristaleras.
Thiago se giró de inmediato. La bola, que había
olvidado al escuchar sus pasos, rebotó en la red y le dio en la cabeza. Soltó
un siseo de dolor mientras se frotaba el lugar del impacto y Jack se marchaba
en persecución de la pelota.
–¿Necesitas algo? –le preguntó con brusquedad.
Que me beses.
Lali tragó saliva.
–Nada; no sabía dónde estabas.
–Pues ya lo sabes.
Su voz volvía a ser gélida. Éste no era el Thiago
que la había acompañado hacía poco rato. El que tenía delante era el Cazador
Oscuro que había despertado en la fábrica encadenado a ella. En guardia y
distante.
Y le estaba rompiendo el corazón. No se trataba de
que estuviera molesto por el golpe de la bola en la cabeza, no. Ella sabía que
había vuelto a alzar las barreras. Quería mantenerla alejada.
Captando la indirecta, asintió.
–Sí, ya. Buenas noches.
Peter la observó mientras se alejaba. Le había hecho
daño. Lo sabía, lo sentía y se odiaba a sí mismo por ello.
Llámala.
¿Para qué?
Jamás podría haber algo entre ellos. Ni siquiera una
simple amistad.
Apretando la mandíbula, regresó al ejercicio.
Intentaría concentrarse en Cayo. Intentaría atraer al Daimon hasta que
estuviese a su alcance.
Era inútil.
Lali seguía con él. Era su rostro lo que veía si
cerraba los ojos. Era su olor lo que respiraba. Si no se la sacaba de la cabeza
iba a acabar muerto. Y si él moría, Cayo iría tras ella.
Volvió a arrojar la bola contra la red con un
gruñido. Saltó y alzó el brazo para cogerla de nuevo pero, antes de rozarla,
sintió un dolor intenso y agudo en la cabeza. Lanzó una maldición e intentó
aliviar el dolor presionando la palma de la mano sobre el ojo derecho. Mientras
se esforzaba por recuperarse, lo asaltó una visión.
Cayo.
Mientras la imagen cobraba fuerza, se quedó
petrificado. Con una sorprende nitidez vio cómo Cayo lo mataba.
Y escuchó los sollozos de Lali.
Hola buen dia hoy y ayer perdi mis horas de sueño por causas de caridad con la familia....les pongo cap porque andamos en MARATON y perdon que estos tenian que ir anoche pero me re olvide. Asi que ustedes leen y a las 11 firmas subimos otros dos no se si lo hara Angie o lo hare yo porque quiero hacer el experimento de subir desde el cel ya veremos como me sale y EY ya descubri como cortar jajajaja soy lenta pero bue besos recuerden que mi twitter es @martm_15
BESOS
MARCHU
MARCHU
muy bueno amo tu nove
ResponderEliminarana
Me re gustaron los caps!!!Espero mas nove,beso!Giu
ResponderEliminarmºa<s
ResponderEliminarnove nove nove
ResponderEliminarmass nove
ResponderEliminarmasssss noveeeeee
ResponderEliminarana
massss massss
ResponderEliminarnesesito mas
ResponderEliminaryapo quiero mas
ResponderEliminar2 y subes otros dos
ResponderEliminarparece que hice los 11 yo
ResponderEliminarana
Más me encanta!
ResponderEliminarjajaja lo de la red de cazadores oscuros me hizo reir... es oscubook jajajaja.... y lo ultimo me dolio, ojala no sea cierta la vision
ResponderEliminarush odio que eso pase es como frustrante no se
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