jueves, 30 de mayo de 2013

Capitulos 44 y 45



CAPITULO 44
Carmen le sonrió.
M'ijo, estás en casa. Seth me dijo que ibas a salir.
–No me encuentro muy bien. –Aunque la expresión de su rostro era amable, miró a Carmen con los ojos entrecerrados–. Esta mañana llegaste a tu hora, ¿no es cierto?
Carmen hizo caso omiso de su pregunta.
–Ven y siéntate. Te prepararé algo de comer.
Peter observó la luz que entraba a través de las ventanas abiertas con una mirada cautelosa y retrocedió, internándose en la oscuridad del salón.
–Gracias, Carmen, pero no tengo hambre. Seth, necesito hablar contigo. Sólo será un minuto.
El muchacho miró a Lali con una sonrisa satisfecha.
–Por lo menos no me ha dicho que mueva el culo.
–Seth –lo llamó Peter–. Mueve el culo, chico.
Mientras Seth salía de la cocina para hablar con Peter, Carmen colocó un plato delante de Lali.
–Pobrecita, ¿qué vas a hacer sin tu casa?
–No lo sé. Supongo que tendré que llamar a la compañía aseguradora; encontrar un lugar donde vivir… –su voz se desvaneció al pensar en todas las cosas que tenía que hacer.
Tendría que reemplazar toda su vida. Todo: el cepillo de dientes, los zapatos, los libros… hasta los teléfonos. ¡Ni siquiera tenía ropa interior!
Abrumada, perdió el apetito.
¿Qué iba a hacer?
Seth regresó y cogió el folleto informativo para mostrárselo a Peter, que esperaba en la puerta.
–Necesito que me hagas un favor. Tengo que matricularme a la una; si no estamos de regreso para esa hora, ¿podrías rellenar el formulario en la página web? Sé que necesitas dormir, pero tengo muchas ganas de coger Historia Griega el próximo semestre.
–¿Por qué?
–Las clases las dará el profesor German y, según dicen, es muy bueno.
–¿German Alexander? –le preguntó Lali.
–Sí –le contestó, Seth, mirándola sobre el hombro–. ¿Lo conoces?
Ella intercambió una mirada con Peter.
–Ni la mitad de bien que Peter.
Seth fingió un escalofrío.
–¡Ja! Tío, otro de los vuestros no. Genial. Mátame ahora mismo y así me ahorrarás el sufrimiento.
–No me tientes –le dijo Peter cogiendo el folleto–. A la una en punto. ¿Algo más?
–Sí; haz algo con esos ojos, me ponen la carne de gallina.
Peter alzó una ceja en señal de advertencia ante el tono altanero de su Escudero.
–Pasadlo bien.
–¿A qué se refiere? –preguntó Lali a Seth en cuanto Peter se hubo marchado.
Él se sentó de nuevo en el taburete antes de contestarle.
–Vamos de compras –le dijo, haciendo un mohín y temblando teatralmente al pronunciar la palabra.
–¿Qué tenemos que comprar?
Seth tomó un sorbo de zumo de naranja.
–Cualquier cosa que usted necesite, señora. Abrigos de piel, diamantes… lo que sea.
–¿Diamantes? –repitió Lali, riéndose ante la escandalosa idea.
–Paga Peter, así es que te aconsejo que vayas a por todas. Literalmente hablando.
Ella sonrió.
–No puedo permitir eso. Pagaré con mi propio dinero.
–¿Y para qué vas a gastarlo? No tienes ni idea de lo forrado que está. Te aseguro que si compras todo el centro comercial, ni siquiera lo notará.
Lali no tenía la intención de seguir los consejos del Escudero pero, de cualquier forma, necesitaba algo de ropa.
–De acuerdo, ¿podemos parar un momento en casa de mi madre?
–Claro. Mi misión de hoy es complacerte… en todo lo que me pidas.
Ella meneó la cabeza al ver la pícara sonrisa en el rostro de Seth
Se marcharon después de hacer una llamada a la compañía aseguradora para informarles del incendio.
Lali no pudo evitar sentirse más y más frustrada cada vez que Seth pagaba las facturas sin dejar que ella se gastase nada.
–Cumplo órdenes –le dijo el Escudero por quinta vez–. Tú compras, yo pago.
Ella le contestó con un gruñido amistoso.
–¿Siempre obedeces sus órdenes?
–Siempre… pero sin dejar de quejarme.
Lali soltó una carcajada mientras salían de la tienda y continuaban caminando por los pasillos del centro comercial. Seth cargaba con todas las bolsas.
–¿Cuánto hace que trabajas para Peter? –le preguntó cuando llegaron a las escaleras mecánicas.
–Ocho años.
Ella lo miró con la boca abierta.
–Pues no pareces tan mayor.
–Sí, bueno. Es que tenía sólo dieciséis años cuando empecé.
–¿Se puede ser un Escudero a esa edad?
Seth volvió la cabeza para echar un vistazo a una joven muy atractiva, vestida con una estrecha minifalda, que bajaba junto a ellos y le dedicó su típica sonrisa plagada de hoyuelos antes de contestar a Lali.
–No me enteré de lo que era Peter hasta mucho después. Al principio, creía que no era más que un tío podrido de dinero con el complejo de «vamos a ayudar al chico pobre».
Lali lo miró con el ceño fruncido al tiempo que llegaban a la planta baja y se encaminaban por el pasillo.
–¿Y por qué te dio esa impresión?
Seth acomodó las bolsas que sujetaba.
–Señora, tiene junto a usted al hijo de un criminal reincidente. Mi padre murió en Angola, hace ya once años, durante un motín en la prisión.
Lali hizo una mueca al pensar en lo doloroso que debía ser perder a un padre de esa manera.
–¿Y tu madre?
–Era una bailarina exótica en uno de los garitos de Bourbon Street. Crecí en la parte trasera del club donde trabajaba, ayudando a los gorilas a echar a los clientes.
Ella sintió una punzada de dolor ante el panorama que Seth describía.
–Lo siento.
Él se encogió de hombros, como si no le diera mucha importancia.
–No te preocupes. Puede que mi madre haya cometido errores, pero es una madre estupenda; una señora de armas tomar. Hizo todo lo que pudo con lo que teníamos. Mi padre la abandonó cuando sólo tenía quince años y mi abuelo la echó de casa. Así es que nos quedamos ella y yo y, mientras tanto, mi padre se dedicaba a entrar y salir de la prisión. Nunca tuvimos gran cosa, pero siempre me ha querido mucho.
Lali sonrió al percibir el amor que destilaba la voz de Seth. Era obvio que adoraba a su madre.
–¿Y cómo conociste a Peter?
Seth se detuvo unos instantes, como si estuviese sopesando el mejor modo de contarlo.
–Cuando llegué a la adolescencia, estaba ya harto de ver a mi madre agachar la cabeza, avergonzada; de ver cómo se quedaba sin comer para que yo tuviese un poco más. Recuerdo que la acompañaba al trabajo y veía el hambre que se reflejaba en su rostro cada vez que miraba los escaparates de las tiendas –dijo, suspirando–. Esa mirada hambrienta nunca la abandonaba.
El rostro de Seth adoptó una expresión dura antes de continuar.
–Mi madre es la mujer más dulce y con mejor corazón que Dios ha puesto en este mundo y no podía soportar ver cómo se degradaba para que yo tuviese un plato de comida; ni cómo los hombres la buscaban a todas horas; ni la expresión de sus ojos cada vez que deseaba algo que jamás podría tener. A los trece años, decidí que no podía más y comencé a robar.
Lali sintió que el corazón se le encogía. No podía felicitarlo por lo que había hecho, pero tampoco iba a condenarlo.
–Una noche, los chicos de la pandilla con la que me movía decidieron asaltar a una pareja de turistas y me negué. Una cosa era robar en las tiendas y entrar en las casas de los ricos, y otra muy diferente hacer daño a la gente. No estaba dispuesto a hacerlo.
Así que, aunque fuese un ladrón, Seth había conservado su sentido del honor, pensó Lali.
–¿Qué sucedió? –le preguntó.
–Los chicos se enfadaron y decidieron que no les iría mal practicar unos cuantos golpes conmigo. Me tumbaron en el suelo y comenzaron a aporrearme; pensé que iba a morir allí mismo pero, no sé cómo, de repente, lo único que vi fue la mano de un tío que me ayudaba a levantarme y me preguntaba si estaba bien.
–¿Era Peter?
Seth asintió.
–Me llevó al hospital y pagó la factura. Me cosieron las heridas de los navajazos y las brechas de la cabeza. Se quedó conmigo hasta que llegó mi madre y, mientras la esperábamos, me preguntó si quería trabajar para él, haciendo encargos después de las clases.
A Lali le resultaba muy fácil imaginarse al adolescente enterado y sabelotodo que había sido Seth. Haber sido capaz de penetrar en esa personalidad tan cáustica y ver lo bueno que había debajo, decía mucho a favor de Peter.
–¿Y accediste?


CAPITULO 45
–Al principio no. No estaba muy seguro de querer estar cerca de un tío que tenía todo el dinero del mundo. Además, mi madre sospechaba de él. Aún lo hace, de hecho. No le entra en la cabeza por qué me paga tanto por hacer prácticamente nada –dijo con una carcajada–. Todavía cree que nos dedicamos al tráfico de drogas.
Ella resopló por la ocurrencia. Pobre mujer.
–¿Y qué le has dicho?
–Que Peter es un Howard Hughes con complejo de Dios. –Al instante se puso serio y la miró con gravedad–. Le debo la vida. No sé dónde estaría ahora mismo si no me hubiese encontrado aquella noche. Bueno, seguro que no sería un estudiante de derecho de la universidad de Loyola ni conduciría un Jaguar. Puede que Peter sea un capullo de primera, pero debajo de esa fachada hay un tío decente.
Lali reflexionó sobre las palabras de Seth mientras salían del centro comercial y colocaban las bolsas en el maletero de su flamante Jaguar negro. Nada más sentarse en el asiento, se colocó el cinturón de seguridad antes de seguir con la conversación.
–¿Cuándo te dijo Peter la verdad?
Seth puso en marcha el coche y salió del estacionamiento.
–Cuando me gradué en el instituto y me hizo la oferta de ser su Escudero de forma permanente.
–¿Qué es exactamente un Escudero?
Seth se incorporó al tráfico y, al cambiar de marcha, Lali vio en su mano derecha un curioso tatuaje, con una extraña inscripción en griego que se asemejaba a una tela de araña, y comenzó a preguntarse si todos los Escuderos tendrían la misma marca.
–Nuestro trabajo consiste en proteger a los Cazadores Oscuros durante el día y en proporcionarles cualquier cosa que necesiten: comida, ropa, coches, mantenimiento de sus hogares… lo que sea. En una época montábamos guardia, literalmente hablando, delante de las criptas donde dormían; y de ahí proviene el mito de que los vampiros duermen en ataúdes. Como la luz del sol es su mayor enemigo, solían dormir en cuevas o en cámaras ocultas que no tuvieran el más mínimo resquicio por donde pudiera pasar la luz. Como recompensa por nuestros servicios, ellos nos proporcionan apoyo financiero.
–Entonces, ¿cada Cazador Oscuro tiene un Escudero?
–No. Algunos prefieren estar solos. Yo soy el primero que Peter ha tenido en los últimos trescientos años.
Lali se encogió al pensar en la soledad que debía haber sufrido Peter durante todo ese tiempo. Se lo imaginaba vagando por su mansión, como un espíritu incapaz de encontrar el descanso, buscando un consuelo que nunca llegaba.
–¿Y si quisieras abandonarlo? –le preguntó ella.
Seth tomó una profunda bocanada de aire y apretó con fuerza la mandíbula.
–No es tan sencillo. Hay una organización muy compleja alrededor de los Escuderos; como la del Hotel California… puedes entrar cuando quieras, pero no puedes marcharte jamás. Si alguien abandona su puesto, es sometido a vigilancia durante toda su vida y si traiciona a los Cazadores Oscuros o a los mismos Escuderos, no vivirá mucho para arrepentirse.
La funesta declaración consiguió que a Lali se le pusiera la carne de gallina.
–¿En serio?
–Sí, claro. Algunos de mis compañeros provienen de familias cuya antigüedad como Escuderos se remonta a miles de años atrás.
–Pues a mí me parece una especie de esclavitud –dijo Lali.
–No. Si quiero puedo dejarlo en cualquier momento, pero no puedo romper el juramento que he hecho como Escudero. Una vez se hace, es inquebrantable y eterno. El día que me case mi esposa no sabrá nada de la verdadera naturaleza de Peter ni de lo que hago para él, a menos que ella también haya hecho el juramento. Cuando mis hijos se conviertan en adultos, tendré que decidir si entran a formar parte de esto o no. Si elijo contarles todo, tendrán que presentarse ante Alec y Artemisa; ellos estudiarán las solicitudes y decidirán si sirven o no.
Eso sí que resultaba aterrador ya que, mientras lo escuchaba, se le ocurrió algo espantoso.
–¿Y qué pasa conmigo? No irán a pensar que soy una amenaza, ¿verdad?
El rostro de Seth adoptó una expresión mortalmente seria cuando la miró, tras detenerse en un semáforo.
–Si así lo consideraran, uno de los Escuderos acabaría contigo.
Lali tragó saliva.
–Eso no es muy reconfortante.
–No pretendo que lo sea. Nos tomamos nuestras obligaciones muy en serio. Los Cazadores Oscuros son los únicos que garantizan que la humanidad no sea esclavizada o extinguida. Sin ellos, los apolitas o los Daimons acabarían dominándonos.
Peter estaba tumbado en la cama, haciendo todo lo posible para conciliar el sueño pero, una y otra vez, sentía a Lali en su interior. Estaba viendo los restos de su casa. Lo sabía. Sentía sus lágrimas, su ira y su desesperación.
Cómo la deseaba.
Cómo deseaba poder estar junto a ella en esos momentos para consolarla. Nunca antes le había molestado el hecho de no poder salir a la luz del día, pero ahora lo fastidiaba. Si no fuese un Cazador Oscuro podría estar con ella y ofrecerle su fuerza y su apoyo.
Cerrando los ojos, respiró hondo e intentó alejar el dolor. Había elegido su destino en un momento en que se encontraba cegado por la rabia y la angustia, y ahora no podía escapar a él. Artemisa guardaba su ejército celosamente y había puesto tan alto el listón que sólo se sabía de tres Cazadores Oscuros que hubieran recuperado su alma en todos esos años.
El resto había muerto en el intento.
–¿Y, de todos modos, para qué necesito el alma? –se preguntó en voz baja al tiempo que abría los ojos y fijaba la mirada en el dosel de tonos dorados y marrones que cubría la cama–. Lo único que hace es debilitar a un hombre.
Su vida tenía una razón de ser. Un propósito.
¿Y entonces por qué deseaba a Lali en lo más profundo de su ser y tan desesperadamente?
Era una sensación que no había experimentado desde hacía siglos y, en la única ocasión en la que había sentido algo así, acabó traicionando a todos los que le habían amado.
–No volveré a ser débil –susurró. No es que es pensara que Lali pudiera hacerle daño intencionadamente, no. Lo que temía es que una vez le entregara su corazón y su lealtad, para él no habría marcha atrás. La cosa era bien simple: estaba asustado de sí mismo y de lo que estaba dispuesto a hacer para mantenerla a salvo.
Tras visitar los restos de la casa de Lali y detenerse unos momentos en casa de su madre, Seth condujo hasta el corazón del Barrio Francés y aparcó en una calle lateral, cerca de Chartres, hacia donde se dirigieron a pie. El Escudero guió a Lali a través de la concurrida zona comercial y se detuvo frente a una tiendecita llamada Dream Dolls and Accesories.
Lali lo miró con el ceño fruncido. ¿Por qué se detenían en una tienda de muñecas?
–¿Qué hacemos aquí? –le preguntó mientras él le abría la puerta para dejarla pasar.
–Vamos a ver a la señora que hace las muñecas.
Normal, si haces una pregunta estúpida…
Ella lo miró con escepticismo.
–¿Sabes una cosa? No creo que haga Barbies de tamaño real.
Seth resopló y la dejó pasar delante de él.
–No estoy buscando ninguna Barbie y este encargo no es para mí. Es para Peter.
Ahora sí que estaba preocupada.
–¿Por qué?
Antes de que el Escudero contestara, una señora mayor que estaba sentada en un banco de trabajo situado junto a la puerta, llamó la atención de Lali. Sostenía una Barbie a la que estaba retocando el rostro.
La mujer llevaba un extraño artefacto de color naranja en la cabeza, con un pequeño reflector y una lente bifocal. El artilugio le cubría el pelo, totalmente blanco, que llevaba recogido en un apretado moño. Sus ojos marrones eran alegres y brillantes.
–Sethy, chiquitín –le dijo con tono maternal–. ¿Qué te trae por aquí en una tarde como ésta y con una acompañante tan hermosa? Espera, creo que es la primera vez que te veo con una chica. –Mientras hablaba lo señalaba con un diminuto pincel–. Una chica que bien merece la pena llevar al lado. Es guapísima, y no me refiero a su aspecto físico; tú ya me entiendes.
Seth se mesó el cabello y, avergonzado, miró a Lali.
–Liza, amor mío –le dijo casi a gritos, dedicándole su pícara y encantadora sonrisa–. ¿Es que necesito una razón para venir a ver tu encantador rostro?
La anciana rió ante el comentario.
–Puede que sea vieja, Seth Gautier, pero no soy estúpida –dijo dándose unos golpecitos en la cabeza que hicieron que el artefacto se agitara–. Mi vieja antena aún funciona y, si mal no recuerdo, hace ya más de un siglo que un hombre como tú vino a hacerme una visita por gusto. Ahora, acércate y dime al oído lo que necesitas.
Seth la obedeció y Lali comprendió que la señora estaba sorda. De hecho, el Escudero le hablaba tan alto que podía escuchar todas y cada una de las palabras.
Hasta escuchó cómo le pedía explosivos plásticos.
–Recuerda –le dijo él–. Peter quiere uno exactamente igual al de Paul.
–Ya te he oído, Sethy–le contestó Liza pacientemente–. ¿Acaso crees que estoy sorda? –le preguntó mientras miraba a Lali y le guiñaba un ojo.
–¿Cuándo vengo a por todo? –le preguntó Seth.
Liza hizo un mohín con los labios.
–Dame un día o dos, ¿vale? –Alzó la muñeca que tenía en las manos y lo amonestó–: Una Barbie no espera, ni siquiera por un Cazador Oscuro.
Seth soltó una carcajada.
–Claro Liza, gracias.
Camino de la puerta, la anciana los detuvo.
–¿Sabes, querida? –le dijo a Lali, acercándose a ella. La señora apenas medía metro y medio. Le dio unas palmaditas en el brazo y continuó–: Tienes un aura muy especial. Como la de un angelito.
Lali sonrió, agradecida.
–Gracias.
Liza se alzó las lentes y se acercó a una estantería colocada junto a la puerta. Se puso de puntillas y cogió una Barbie que había restaurado ella misma. La muñeca tenía el pelo largo, rizado y negro, unas diáfanas alitas de ángel e iba vestida con un hermoso vestido blanco bordado con perlas.
Lali jamás había visto nada tan hermoso y delicado.
Liza se la ofreció.
–Se llama Starla. Le pinté el rostro como el de una señora que viene muy a menudo por aquí. –Se acercó la muñeca al oído, como si la Barbie le estuviera hablando; asintió y se la dio a Bella–. Dice que quiere irse a casa contigo.
Lali la miró boquiabierta. Más aún al ver el precio en la etiqueta que colgaba de la muñeca: cuatrocientos dólares.
–Gracias, Liza, pero no puedo aceptarla –rehusó, intentando devolvérsela.
Liza hizo un gesto con la mano, negándose a aceptar la muñeca de nuevo.
–Es tuya, cariño. Necesitas un ángel que cuide de ti.
–Pero…
–Está bien… –le dijo Seth, indicándole con un gesto que saliera de la tienda. En voz baja añadió–: Si la rechazas herirás sus sentimientos. Le encanta regalarlas.
Lali le dio un abrazo a la señora.
–Gracias, Liza. La guardaré como un tesoro.
Estaban ya en la puerta cuando Liza los detuvo de nuevo y cogió a Starla de los brazos de Lali.

Y chicas llego el dia!!! hoy se estrena la peli,ahora solo espero q la pasan aca en Costa Rica!!! no puedo creer q esto sea lo ultimo q tendremos de ellos,aunq sabemos q SIEMPRE SERAN NUESTROS TEEN ANGELS ♥
Ana,me pasas el link de tu blog??=)

Les cuento q Mar va a empezar nove!!! y les digo q yo q ya lei se q es DE LAS MEJORES! pasen y no se arrpentiran,mi amiga es grosa escribiendo jaja  



7 comentarios:

  1. mas por favorr, porq q quito la muñeca???

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  2. Ahh ahora si que la cosa se empieza a poner interesante... ayer se estreno ElAdios3D en Argentina :3 asdasd

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  3. no entendi mucho el tema de las muñecas pero es que estoy leyendo de afan praticamente porque tengo que salir ahora igual espero adelantarme antes de que pongamos mas

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