CAPITULO 33
–Lo
siento, Thiago. No pretendía…
–No
pasa nada –le contestó lentamente. Se acercó a una silla y Lali observó la
fuerza con que se agarraba al respaldo. Aunque luchaba por ocultar su dolor,
Lali lo distinguía con claridad.
–Tienes
razón –le dijo por fin–. Hay ocasiones en las que echo de menos la sensación
del sol en la cara. He aprendido que lo mejor que puedo hacer es no torturarme
con esos recuerdos. –La miró con tal pasión que su cuerpo se incendió–. Pero
los que tenemos dones especiales no podemos ser normales.
Lali
no quería oír esas palabras. Su corazón no podía resistirlo.
–Quizás
tú no puedas serlo. Pero yo sí. No permitiré que esos poderes regresen. Están
muertos para mí.
Peter
soltó una risa amarga.
–Y
tú me llamas testarudo.
–Thiago,
por favor –le rogó ella, odiándose por el dolor que oía en su propia voz–. Lo
único que deseo es volver hacia atrás, despertarme por la mañana y descubrir
que todo ha sido una pesadilla.
En
ese momento sintió algo que la asustó. Un pequeño estremecimiento provocado por
los poderes que él había mencionado. La sensación la recorrió de arriba abajo
mientras escuchaba los pensamientos de Thiago.
Quieres
decir que desearías no haberme conocido jamás.
Lali
se acercó a él.
–Thiago…
Él
eludió su contacto y se acercó a la encimera, donde había dejado el teléfono.
Lo cogió y se lo ofreció.
–Llama
a Rocio y dile que se quede con tu madre hasta el viernes. Puede entrar y salir
durante el día, pero una vez el sol se ponga, es esencial que permanezca en
casa.
–No
le va a gustar nada.
Una
furia intensa hizo brillar esos ojos negros.
–Entonces
que tu madre la ate. No estamos hablando de vampiros normales. Estos Daimons
han desatado algún tipo de poder extremadamente peligroso y, hasta que Paul y
yo descubramos de qué se trata, necesita ocultarse.
–Vale,
haré lo que pueda.
Él
asintió.
–Mientras
hablas con ella voy a cambiarme de ropa.
Lali
lo observó, apesadumbrada, mientras salía de la cocina. No quería separarse de
él, ni siquiera el breve lapso de tiempo necesario para cambiarse. Sentía un
peculiar impulso de seguirlo y ayudarlo a quitarse la ropa… en lugar de
hacerlo, marcó el número del móvil de Rochi.
–¡Gracias
a Dios que estás bien! –le dijo su hermana con voz llorosa–. La policía acaba
de contarme lo de los incendios y sé que a esa hora sueles estar en casa.
Los
ojos de Lali volvieron a llenarse de lágrimas, pero se sobrepuso. Llorar no iba
a solucionar nada. Las casas habían desaparecido y todas las lágrimas del mundo
no iban a traerlas de vuelta. Ahora necesitaba concentrarse para que todos
consiguieran sobrevivir a la ira de Cayo.
–¿Cómo
está Cande? –le preguntó en un intento de sofocar el miedo.
–Está
bien. Su madre ya está en el hospital con ella. Yo voy de camino para verla. Nadie
sabe qué ocurrió con Jack.
–Está
conmigo.
Rochi
suspiró, aliviada.
–Gracias,
hermanita. Te debo una. ¿Dónde estas?
Ésa
era la pregunta que Lali tenía miedo de responder. A su hermana le iba a dar un
ataque cuando se enterara.
–Mejor
no te lo digo –contestó de forma evasiva.
Silencio.
Rochi permaneció callada durante unos minutos. Hasta Lali sólo llegaba el ruido
del tráfico desde el otro lado de la línea. ¡Estaba intentando leerle la mente!
Joder.
Rochi
dijo la misma palabra en el instante que Lali lo pensó.
–Estás
otra vez con el vampiro, ¿verdad?
Lali
hizo una mueca. ¿Cómo le decía una a su hermana –una cazadora de vampiros– que
había perdido la cabeza por uno de ellos y que pensaba pasar la noche en su
casa? No había modo de suavizarlo. Suspirando, intentó buscar una explicación.
–No
es un vampiro… exactamente. Se parece a ti.
–¡Vaya,
vaya! –exclamó Rochi–. ¿En qué sentido? ¿Tiene tetas? ¿Tiene novio? ¿O le gusta
matar cosas porque sí?
Lali
apretó los dientes.
–Rocio,
deja de hacer el gilipollas. Sé que no te gusta matar cosas y no quiero
jugar a Verdad, beso o atrevimiento contigo. El tío que me atacó en tu
casa es aterrador y no creas que se parece a esos tipos con los que soléis jugar.
Esto es diferente. Thiago quiere que te quedes en casa y yo estoy de acuerdo
con él.
–¿Thiago?
¿Es el mismo demonio chupasangre que me amenazó con matarte?
–No
lo decía en serio.
–¿Ah,
no? ¿Apostarías tu vida?
–Apuesto
la tuya y la mía.
–Estás
como una puta cabra, ¿lo sabes?
–Esa
boca, señorita. Al contrario que tú, sé lo que estoy haciendo. Confío en Thiago.
Y el tal Cayo es un demonio. Es tan malo como Hannibal Lecter.
Lali
podía ver a su hermana poniendo los ojos en blanco mientras bufaba de
indignación.
–Ninguno
de los dos me da miedo.
–Quizás
te vendría bien que alguien te asustara un poco. Yo estoy aterrorizada.
–¿Y
entonces por qué no vienes a casa donde podemos protegerte?
Porque
quiero quedarme con Thiago.
No
supo muy bien de dónde había salido esa idea. Pero tampoco iba a negarlo. Con
él se sentía segura y protegida. Ya se había ofrecido a llevarla a cualquier
otro sitio. Y sabía que, si se lo pedía, la dejaría marchar, pero…
No
quería hacerlo.
No
obstante, no se atrevía a decírselo a Rochi. Las cosas ya estaban bastante
tensas entre ellas, así que le ofreció la única excusa que le vino a la cabeza.
–No
puedo ir a casa. No mientras esta criatura vaya detrás de mí.
Rochi
volvió a maldecir.
–¿Cómo
sabes que el tal Thiago no te mantiene a su lado con algún tipo de control
mental?
Lali
se rió al recordar lo que Thiago le dijo en la fábrica.
–Porque,
al igual que tú, soy demasiado obstinada para que funcione. Además, es amigo de
German Alexander. Confías en German y Mili, ¿no es cierto?
–Sí,
claro, cómo no.
–Entonces
confía en su amigo.
–Vale
–concedió Rochi de mala gana–. Pero mi confianza pende de un hilo. No quiero
que te pase nada.
–Lo
mismo digo. Thiago dice que estarás a salvo mientras haya luz, pero debes
asegurarte de estar en casa de mamá al atardecer y quedarte allí. De hecho, no
creo que debas ir al hospital. Tendrías que ir directamente a casa de mamá ya.
–Cande
es mi mejor amiga, tengo que ir a verla.
–¿Y
si los llevas hasta ella? Por lo que sabemos también te vigilan a ti.
Rochi
gruñó.
–No
me gusta esto. No me gusta nada, pero bueno. Tienes razón. No quiero
conducirlos hasta Cande. Mamá puede hacerse cargo de cualquier cosa. Daré la
vuelta en la siguiente calle y me iré a pasar la noche a su casa. Llámame si
necesitas algo.
–Lo
haré.
Lali
colgó el teléfono y cogió el plato de la encimera, donde Thiago lo había
dejado. Lo llevó hasta la mesita situada delante del enorme ventanal y echó un
vistazo al hermoso patio de estilo antiguo que se abría en la parte trasera de
la casa. No le faltaba ningún detalle: el enrejado para los rosales trepadores,
las estatuas griegas y los setos podados de forma artística. Unos antiguos
candiles inundaban el lugar con una luz espectral que hacía bailar las sombras
sobre las paredes de estuco blanco.
Estuvo
sentada unos minutos a solas hasta que Thiago regresó. Se había puesto una
camiseta negra de manga larga que le marcaba los anchos hombros. Como llevaba
las mangas alzadas, Lali pudo echar un vistazo al feo corte que tenía en el
antebrazo.
–¿Eso
es un mordisco del Daimon o un corte?
Thiago
miró la herida mientras se sentaba en frente de ella.
–Un
mordisco.
Lali
se quedó helada.
–Tienes
que curártelo, ¿no?
–No.
Para mañana por la noche habrá sanado por completo.
–Sí,
pero ¿no se supone que así te conviertes en vampiro, con un mordisco?
A
Peter le hizo gracia y se rió a carcajadas.
–Técnicamente,
ya soy un vampiro. Y, con respecto a la transformación, es imposible a menos
que seas un apolita.
–Entonces,
¿no pueden convertir a los humanos mediante un mordisco?
–Eso
es un cuento de niños.
Lali
reflexionó unos instantes.
–¿Y
de dónde provienen todas estas nociones infundadas acerca de los vampiros?
Peter
dio un sorbo a la bebida y tragó la comida antes de responderle.
–Mayormente,
de gente asustada. Desde el día en que la Atlántida desapareció bajo las aguas
del océano, los apolitas y los Daimons han sido perseguidos. Hubo una época en
la que todas las ciudades-estado de Grecia conocían y reverenciaban a los
Cazadores Oscuros. Pero, según pasó el tiempo, nos hicimos cada vez más
solitarios y nos olvidaron; nos convertimos en los protagonistas de mitos y
leyendas. A Alec y al resto les pareció mejor así. Alec incluso llegó al
extremo de localizar y reunir todos los escritos de la Antigüedad en los que se
hacía mención de nuestro nombre, para ocultarlos.
–¿Alec?
–preguntó ella mientras cortaba un trozo de pollo–. Es la segunda vez que lo
mencionas. ¿Quién es?
–El
primer Cazador Oscuro elegido por Artemisa.
–¿Y
aún está vivo?
–Claro.
Creo que esta semana está en California.
Lali
lo miró y alzó una ceja. Thiago sonrió.
–Cambia
de residencia cada pocos días.
–¿Cómo?
¿Por qué?
CAPITULO 34
Él
se encogió de hombros.
–Supongo
que cuando se tienen once mil años todo acaba por aburrirte. Y con respecto al
cómo, tiene un helicóptero fabricado especialmente para él, que puede romper la
barrera del sonido.
Lali
asimiló las noticias e intentó imaginarse el aspecto del Cazador Oscuro más
antiguo. Por algún motivo, Yoda le vino a la mente. Un anciano pequeño, de piel
gris verdosa, que caminaba encorvado y que iluminaba con su sabiduría a todos
los demás, hablando incansablemente con palabras inconexas.
–¿Lo
conoces? –le preguntó ella.
Peter
asintió.
–Todos
lo conocemos. Él entrena a todos los nuevos Cazadores Oscuros y podría decirse
que es nuestro líder no oficial. También existe la teoría de que es el ejecutor
a quien los dioses acuden cuando uno de nosotros cruza la línea.
A
Lali no le gustó nada aquello.
–¿Cruzar
la línea en qué sentido?
–Pues,
en primer lugar, atacar a los humanos. Tenemos un Código de Conducta que
debemos seguir a rajatabla; no podemos utilizar nuestros poderes en mitad de
una aglomeración de personas, no podemos asociarnos ni con los apolitas ni con
los Daimons, etcétera, etcétera.
Era
extrañamente alentador saber que tenían tal cosa, pero también asustaba
bastante pensar que uno de estos chicos se pasara al otro bando con los poderes
que poseían.
–Si
os está prohibido haceros daño y cada vez que os reunís vuestros poderes se
debilitan, ¿cómo puede Alec ser un ejecutor?
–Él
no debilita nuestros poderes –le explicó antes de dar un sorbo al vino–. Alec
fue el conejillo de indias de los Cazadores Oscuros. Puesto que fue el primero,
los dioses no habían perfeccionado mucho el sistema y por eso sufrió… digamos…
unos efectos secundarios peculiares.
Definitivamente,
después de lo que acababa de oír, se imaginaba una forma de vida mutante. Un
Cazador Oscuro diminuto, jorobado y que ceceaba al hablar.
–¿Y
cuántos Cazadores Oscuros hay? –preguntó.
–Miles.
Lali
se quedó boquiabierta.
–¿En
serio? –por la forma en que Thiago la miró, supo que era verdad–. Y ¿cada
cuánto se crea uno nuevo?
–No
muy a menudo –le dijo en voz baja–. La mayoría llevamos por aquí un
tiempecillo…
–¡Vaya!
–exclamó–. Entonces, si Alec es el más viejo, ¿quién es el más joven?
Peter
frunció el ceño mientras pensaba la respuesta.
–Sin
comprobarlo diría que Tristan, Diana o Sundown, pero tendría que consultarlo
con Alec.
–¿Sundown?
¿Eso es un apodo o es que su madre no lo quería mucho?
Peter
soltó una carcajada.
–Era
un pistolero y ése era el nombre con el que se le conocía en los carteles de
búsqueda. Las autoridades afirmaban que sus mejores trabajos los hacía de
noche.
–Vale
–dijo Lali despacio. Ahora se imaginaba a un personaje del estilo de Wild Bill
Hickok, con las piernas arqueadas, barba desaseada y mascando tabaco–. Ya veo
que los Cazadores Oscuros no erais precisamente comerciantes ni…
–¿Tipos
decentes que acataran la ley?
Ella
sonrió.
–No
quería insinuar que fueses indecente; ya sabes a qué me refería.
Peter
le devolvió la sonrisa. «Indecente» era un término que se ajustaba a la
perfección al tipo de pensamientos que cruzaban por su mente cada vez que
miraba a su invitada.
–Para
ser un Cazador Oscuro hay que tener un cierto tipo de comportamiento y una
naturaleza exaltada. Artemisa no quiere malgastar su tiempo, ni el nuestro,
eligiendo a alguien que sea incapaz de matar. Supongo que podría decirse que
somos malos, locos e inmortales.
La
sonrisa de Lali se ensanchó y mostró un hoyuelo en su mejilla derecha. Qué
extraño que no lo hubiese notado antes.
–Malos
e inmortales no te lo discuto pero, ¿de verdad os comportáis como locos?
–Si
te refieres a que somos unos chiflados, ¿tú qué opinas al respecto?
Los
ojos de Lali brillaron con picardía.
–Que
es completamente cierto en tu caso. Pero ¿sabes lo que te digo? Que me gusta
eso de ti. Tu forma de ser, tan impredecible, me encanta.
Peter
no estaba muy seguro de quién de los dos se había sorprendido más a causa de la
inesperada confesión.Lali apartó rápidamente la mirada con las mejillas
arreboladas.
Le
gustas…
Esas
palabras le hacían regresar a sus años de juventud; sentía el extraño impulso
de salir corriendo y gritarle al primero que se encontrara: «Le gusto, le
gusto».
¡Por
todos los dioses del Olimpo! ¿Qué le estaba pasando?
Tenía
dos mil años; hacía mucho que dejó atrás la edad propia de semejante
comportamiento.
Aunque
era inútil negar la satisfacción y la felicidad que lo embargaban.
Un
incómodo silencio cayó entre ellos mientras acababan la cena. Lali se esforzó
por no pensar en su hogar. En todo lo que había perdido. Ya se enfrentaría a
eso por la mañana. De momento, tenía que pensar en sobrevivir a la noche.
–Rochi
va a quedarse en casa –le dijo a Thiago mientras observaba cómo él llevaba su
plato al fregadero y lo enjuagaba.
–Bien.
–¿Sabes?
–le dijo en voz baja–. Aún no me has contado cómo es que sabías tantas cosas
sobre mi hermana la noche que nos conocimos.
Él
dejó el plato y los cubiertos en el lavavajillas.
–Paul
y Rocio tienen un amigo en común.
Lali
abrió los ojos de par en par. Un topo… quién lo habría imaginado.
–¿Uno
de los integrantes del Circo de Rochi?
Él
asintió.
–¿Quién?
–Puesto
que espía para nosotros, no tengo intención de decirte quién es.
Lali
se rió, entrecerró los ojos e intentó imaginarse quién podía ser.
–Apuesto
lo que quieras a que es Embry.
–No
voy a soltar nada.
Era
un asunto fascinante, pero no tanto como el Cazador Oscuro que tenía delante.
Con un suspiro, continuó comiendo y echó un vistazo a la cocina, a la que no le
faltaba detalle, mientras Peter guardaba la comida. Había una encimera de
mármol, para desayunar, que recordaba vagamente a un templo griego y que servía
para separar la mesa donde ella estaba sentada del resto de la estancia. A lo
largo de la encimera se habían dispuesto tres taburetes altos.
Todo
estaba nuevo, limpio y resultaba enorme.
–Es
una casa muy grande para una persona. ¿Hace mucho que vives aquí?
–Poco
más de cien años.
Lali
estuvo a punto de atragantarse.
–¿Lo
dices en serio?
–No
me apetece mudarme; me gusta Nueva Orleáns.
Ella
se puso en pie y le dio el plato.
–Has
echado raíces, ¿verdad? ¿Dónde viviste antes?
–En
París una temporada –le contestó, dejando el plato en la encimera–. Génova,
Londres, Barcelona, Hamburgo y Atenas. Y antes de establecerme en esos lugares
me dedicaba a vagar por ahí.
Lali
observó el rostro de Thiago mientras hablaba. No había modo de saber lo que
estaba pensando. Estaba ocultando sus sentimientos y se preguntaba si existiría
alguna forma de resquebrajar su coraza.
–Me
da la sensación de que estuviste muy solo.
–No
fue tan malo. –Ni una mueca.
–¿Hiciste
amigos en esos lugares?
–En
realidad, no. He tenido unos cuantos Escuderos a lo largo de los siglos pero,
por lo general, prefiero la soledad.
–¿Escuderos?
–le preguntó–. Qué raro. ¿Cómo los que había en la Edad Media?
–Algo
parecido. –La miró pero no explicó nada más–. ¿Y tú? ¿Has vivido aquí toda tu
vida?
–Nacida
y crecida aquí. Mis abuelos maternos eran emigrantes rumanos que escaparon de
la Depresión y la familia de mi padre era de origen Cajun y se dedicaba a la
agricultura.
Él
se rió al escucharla.
–He
conocido a un montón de ésos.
–Supongo
que es normal si llevas más de cien años viviendo aquí.
Lali
reflexionó acerca de la vida que Peter habría llevado. Todos esos siglos de
soledad, siendo testigo de las muertes de las personas a la que apreciaba,
viéndolos envejecer mientras él permanecía igual. Debía haber sido muy duro.
Pero a la par, seguro que había tenido momentos estupendos.
–¿Qué
se siente sabiendo que vas vivir eternamente?
Él
se encogió de hombros.
–Si
te soy sincero, hace mucho tiempo que dejé de pensar en eso. Supongo que, como
el resto de la humanidad, me limito a levantarme, hacer mi trabajo y volver a
la cama.
Qué
sencillo. Sin embargo, percibía algo más; una profunda tristeza. Vivir sin
sueños debía ser muy doloroso. El espíritu humano necesita objetivos por los
que luchar, y a ella no le parecía que matar Daimons fuese un verdadero
objetivo.
Desvió
la mirada hasta la encimera e intentó imaginarse al hombre que una vez fue
Peter.German le había dicho que solían beber hasta emborracharse después de una
batalla y que siempre había deseado tener hijos.
Sí,
recordaba el modo en que había abrazado a Vanessa y la expresión de su rostro mientras
la sostenía.
–¿Has
tenido algún hijo?
Sus
ojos reflejaron un intenso dolor un instante antes de volver a mostrarse
impasible.
–No,
los Cazadores Oscuros somos estériles.
–Así
que eres impotente…
Aca mas caps,sorry la tardanza pero esq primero nadie firmaba y luego me di cuenta desde el cel,gracias a todas principalmente a Ana q hizo todas las firmas jaja
No se si podre subir ahora la verdad,pero ahi vemos si la seguimos mañana la maraton,recuerden +10.
Besos
@Angie_232alma
mui bueno!!
ResponderEliminarlo amo soy ana y sigue subiendo
ResponderEliminarsube estoy aca toda la noche
ResponderEliminarnooooo como le va a decir eso es provocación histeriqueo de acá a la china que lali no se haga la inocente Jaja más capi besos
ResponderEliminarAhhhh lo amoool!! Sigueee no nos dejes asi!!
ResponderEliminar@MariaPia0598
La li esta jugando con fuego!! Más! Me encanta!!
ResponderEliminarsige sige sige sige
ResponderEliminaryapo voy a hacer los 10 comentarios denuevo hasta que subas
ResponderEliminarsigue sigue
ResponderEliminarjajaja impotente? jajaja.... y le dijo que le gustaba :3 jajaa
ResponderEliminar:o Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!! Jajajajaj, Lali le tiro la RE onda jajajaj!! Me muerooo por saber lo que va a hacer Peter xD
ResponderEliminarMaaaaass!! :3
@susonrisa_pl :)
ya no doy mas mañana sigo besos
ResponderEliminar