sábado, 25 de mayo de 2013

Capitulos 33 y 34


CAPITULO 33
–Lo siento, Thiago. No pretendía…
–No pasa nada –le contestó lentamente. Se acercó a una silla y Lali observó la fuerza con que se agarraba al respaldo. Aunque luchaba por ocultar su dolor, Lali lo distinguía con claridad.
–Tienes razón –le dijo por fin–. Hay ocasiones en las que echo de menos la sensación del sol en la cara. He aprendido que lo mejor que puedo hacer es no torturarme con esos recuerdos. –La miró con tal pasión que su cuerpo se incendió–. Pero los que tenemos dones especiales no podemos ser normales.
Lali no quería oír esas palabras. Su corazón no podía resistirlo.
–Quizás tú no puedas serlo. Pero yo sí. No permitiré que esos poderes regresen. Están muertos para mí.
Peter soltó una risa amarga.
–Y tú me llamas testarudo.
–Thiago, por favor –le rogó ella, odiándose por el dolor que oía en su propia voz–. Lo único que deseo es volver hacia atrás, despertarme por la mañana y descubrir que todo ha sido una pesadilla.
En ese momento sintió algo que la asustó. Un pequeño estremecimiento provocado por los poderes que él había mencionado. La sensación la recorrió de arriba abajo mientras escuchaba los pensamientos de Thiago.
Quieres decir que desearías no haberme conocido jamás.
Lali se acercó a él.
–Thiago…
Él eludió su contacto y se acercó a la encimera, donde había dejado el teléfono. Lo cogió y se lo ofreció.
–Llama a Rocio y dile que se quede con tu madre hasta el viernes. Puede entrar y salir durante el día, pero una vez el sol se ponga, es esencial que permanezca en casa.
–No le va a gustar nada.
Una furia intensa hizo brillar esos ojos negros.
–Entonces que tu madre la ate. No estamos hablando de vampiros normales. Estos Daimons han desatado algún tipo de poder extremadamente peligroso y, hasta que Paul y yo descubramos de qué se trata, necesita ocultarse.
–Vale, haré lo que pueda.
Él asintió.
–Mientras hablas con ella voy a cambiarme de ropa.
Lali lo observó, apesadumbrada, mientras salía de la cocina. No quería separarse de él, ni siquiera el breve lapso de tiempo necesario para cambiarse. Sentía un peculiar impulso de seguirlo y ayudarlo a quitarse la ropa… en lugar de hacerlo, marcó el número del móvil de Rochi.
–¡Gracias a Dios que estás bien! –le dijo su hermana con voz llorosa–. La policía acaba de contarme lo de los incendios y sé que a esa hora sueles estar en casa.
Los ojos de Lali volvieron a llenarse de lágrimas, pero se sobrepuso. Llorar no iba a solucionar nada. Las casas habían desaparecido y todas las lágrimas del mundo no iban a traerlas de vuelta. Ahora necesitaba concentrarse para que todos consiguieran sobrevivir a la ira de Cayo.
–¿Cómo está Cande? –le preguntó en un intento de sofocar el miedo.
–Está bien. Su madre ya está en el hospital con ella. Yo voy de camino para verla. Nadie sabe qué ocurrió con Jack.
–Está conmigo.
Rochi suspiró, aliviada.
–Gracias, hermanita. Te debo una. ¿Dónde estas?
Ésa era la pregunta que Lali tenía miedo de responder. A su hermana le iba a dar un ataque cuando se enterara.
–Mejor no te lo digo –contestó de forma evasiva.
Silencio. Rochi permaneció callada durante unos minutos. Hasta Lali sólo llegaba el ruido del tráfico desde el otro lado de la línea. ¡Estaba intentando leerle la mente!
Joder.
Rochi dijo la misma palabra en el instante que Lali lo pensó.
–Estás otra vez con el vampiro, ¿verdad?
Lali hizo una mueca. ¿Cómo le decía una a su hermana –una cazadora de vampiros– que había perdido la cabeza por uno de ellos y que pensaba pasar la noche en su casa? No había modo de suavizarlo. Suspirando, intentó buscar una explicación.
–No es un vampiro… exactamente. Se parece a ti.
–¡Vaya, vaya! –exclamó Rochi–. ¿En qué sentido? ¿Tiene tetas? ¿Tiene novio? ¿O le gusta matar cosas porque sí?
Lali apretó los dientes.
–Rocio, deja de hacer el gilipollas. Sé que no te gusta matar cosas y no quiero jugar a Verdad, beso o atrevimiento contigo. El tío que me atacó en tu casa es aterrador y no creas que se parece a esos tipos con los que soléis jugar. Esto es diferente. Thiago quiere que te quedes en casa y yo estoy de acuerdo con él.
–¿Thiago? ¿Es el mismo demonio chupasangre que me amenazó con matarte?
–No lo decía en serio.
–¿Ah, no? ¿Apostarías tu vida?
–Apuesto la tuya y la mía.
–Estás como una puta cabra, ¿lo sabes?
–Esa boca, señorita. Al contrario que tú, sé lo que estoy haciendo. Confío en Thiago. Y el tal Cayo es un demonio. Es tan malo como Hannibal Lecter.
Lali podía ver a su hermana poniendo los ojos en blanco mientras bufaba de indignación.
–Ninguno de los dos me da miedo.
–Quizás te vendría bien que alguien te asustara un poco. Yo estoy aterrorizada.
–¿Y entonces por qué no vienes a casa donde podemos protegerte?
Porque quiero quedarme con Thiago.
No supo muy bien de dónde había salido esa idea. Pero tampoco iba a negarlo. Con él se sentía segura y protegida. Ya se había ofrecido a llevarla a cualquier otro sitio. Y sabía que, si se lo pedía, la dejaría marchar, pero…
No quería hacerlo.
No obstante, no se atrevía a decírselo a Rochi. Las cosas ya estaban bastante tensas entre ellas, así que le ofreció la única excusa que le vino a la cabeza.
–No puedo ir a casa. No mientras esta criatura vaya detrás de mí.
Rochi volvió a maldecir.
–¿Cómo sabes que el tal Thiago no te mantiene a su lado con algún tipo de control mental?
Lali se rió al recordar lo que Thiago le dijo en la fábrica.
–Porque, al igual que tú, soy demasiado obstinada para que funcione. Además, es amigo de German Alexander. Confías en German y Mili, ¿no es cierto?
–Sí, claro, cómo no.
–Entonces confía en su amigo.
–Vale –concedió Rochi de mala gana–. Pero mi confianza pende de un hilo. No quiero que te pase nada.
–Lo mismo digo. Thiago dice que estarás a salvo mientras haya luz, pero debes asegurarte de estar en casa de mamá al atardecer y quedarte allí. De hecho, no creo que debas ir al hospital. Tendrías que ir directamente a casa de mamá ya.
–Cande es mi mejor amiga, tengo que ir a verla.
–¿Y si los llevas hasta ella? Por lo que sabemos también te vigilan a ti.
Rochi gruñó.
–No me gusta esto. No me gusta nada, pero bueno. Tienes razón. No quiero conducirlos hasta Cande. Mamá puede hacerse cargo de cualquier cosa. Daré la vuelta en la siguiente calle y me iré a pasar la noche a su casa. Llámame si necesitas algo.
–Lo haré.
Lali colgó el teléfono y cogió el plato de la encimera, donde Thiago lo había dejado. Lo llevó hasta la mesita situada delante del enorme ventanal y echó un vistazo al hermoso patio de estilo antiguo que se abría en la parte trasera de la casa. No le faltaba ningún detalle: el enrejado para los rosales trepadores, las estatuas griegas y los setos podados de forma artística. Unos antiguos candiles inundaban el lugar con una luz espectral que hacía bailar las sombras sobre las paredes de estuco blanco.
Estuvo sentada unos minutos a solas hasta que Thiago regresó. Se había puesto una camiseta negra de manga larga que le marcaba los anchos hombros. Como llevaba las mangas alzadas, Lali pudo echar un vistazo al feo corte que tenía en el antebrazo.
–¿Eso es un mordisco del Daimon o un corte?
Thiago miró la herida mientras se sentaba en frente de ella.
–Un mordisco.
Lali se quedó helada.
–Tienes que curártelo, ¿no?
–No. Para mañana por la noche habrá sanado por completo.
–Sí, pero ¿no se supone que así te conviertes en vampiro, con un mordisco?
A Peter le hizo gracia y se rió a carcajadas.
–Técnicamente, ya soy un vampiro. Y, con respecto a la transformación, es imposible a menos que seas un apolita.
–Entonces, ¿no pueden convertir a los humanos mediante un mordisco?
–Eso es un cuento de niños.
Lali reflexionó unos instantes.
–¿Y de dónde provienen todas estas nociones infundadas acerca de los vampiros?
Peter dio un sorbo a la bebida y tragó la comida antes de responderle.
–Mayormente, de gente asustada. Desde el día en que la Atlántida desapareció bajo las aguas del océano, los apolitas y los Daimons han sido perseguidos. Hubo una época en la que todas las ciudades-estado de Grecia conocían y reverenciaban a los Cazadores Oscuros. Pero, según pasó el tiempo, nos hicimos cada vez más solitarios y nos olvidaron; nos convertimos en los protagonistas de mitos y leyendas. A Alec y al resto les pareció mejor así. Alec incluso llegó al extremo de localizar y reunir todos los escritos de la Antigüedad en los que se hacía mención de nuestro nombre, para ocultarlos.
–¿Alec? –preguntó ella mientras cortaba un trozo de pollo–. Es la segunda vez que lo mencionas. ¿Quién es?
–El primer Cazador Oscuro elegido por Artemisa.
–¿Y aún está vivo?
–Claro. Creo que esta semana está en California.
Lali lo miró y alzó una ceja. Thiago sonrió.
–Cambia de residencia cada pocos días.
–¿Cómo? ¿Por qué?


CAPITULO 34
Él se encogió de hombros.
–Supongo que cuando se tienen once mil años todo acaba por aburrirte. Y con respecto al cómo, tiene un helicóptero fabricado especialmente para él, que puede romper la barrera del sonido.
Lali asimiló las noticias e intentó imaginarse el aspecto del Cazador Oscuro más antiguo. Por algún motivo, Yoda le vino a la mente. Un anciano pequeño, de piel gris verdosa, que caminaba encorvado y que iluminaba con su sabiduría a todos los demás, hablando incansablemente con palabras inconexas.
–¿Lo conoces? –le preguntó ella.
Peter asintió.
–Todos lo conocemos. Él entrena a todos los nuevos Cazadores Oscuros y podría decirse que es nuestro líder no oficial. También existe la teoría de que es el ejecutor a quien los dioses acuden cuando uno de nosotros cruza la línea.
A Lali no le gustó nada aquello.
–¿Cruzar la línea en qué sentido?
–Pues, en primer lugar, atacar a los humanos. Tenemos un Código de Conducta que debemos seguir a rajatabla; no podemos utilizar nuestros poderes en mitad de una aglomeración de personas, no podemos asociarnos ni con los apolitas ni con los Daimons, etcétera, etcétera.
Era extrañamente alentador saber que tenían tal cosa, pero también asustaba bastante pensar que uno de estos chicos se pasara al otro bando con los poderes que poseían.
–Si os está prohibido haceros daño y cada vez que os reunís vuestros poderes se debilitan, ¿cómo puede Alec ser un ejecutor?
–Él no debilita nuestros poderes –le explicó antes de dar un sorbo al vino–. Alec fue el conejillo de indias de los Cazadores Oscuros. Puesto que fue el primero, los dioses no habían perfeccionado mucho el sistema y por eso sufrió… digamos… unos efectos secundarios peculiares.
Definitivamente, después de lo que acababa de oír, se imaginaba una forma de vida mutante. Un Cazador Oscuro diminuto, jorobado y que ceceaba al hablar.
–¿Y cuántos Cazadores Oscuros hay? –preguntó.
–Miles.
Lali se quedó boquiabierta.
–¿En serio? –por la forma en que Thiago la miró, supo que era verdad–. Y ¿cada cuánto se crea uno nuevo?
–No muy a menudo –le dijo en voz baja–. La mayoría llevamos por aquí un tiempecillo…
–¡Vaya! –exclamó–. Entonces, si Alec es el más viejo, ¿quién es el más joven?
Peter frunció el ceño mientras pensaba la respuesta.
–Sin comprobarlo diría que Tristan, Diana o Sundown, pero tendría que consultarlo con Alec.
–¿Sundown? ¿Eso es un apodo o es que su madre no lo quería mucho?
Peter soltó una carcajada.
–Era un pistolero y ése era el nombre con el que se le conocía en los carteles de búsqueda. Las autoridades afirmaban que sus mejores trabajos los hacía de noche.
–Vale –dijo Lali despacio. Ahora se imaginaba a un personaje del estilo de Wild Bill Hickok, con las piernas arqueadas, barba desaseada y mascando tabaco–. Ya veo que los Cazadores Oscuros no erais precisamente comerciantes ni…
–¿Tipos decentes que acataran la ley?
Ella sonrió.
–No quería insinuar que fueses indecente; ya sabes a qué me refería.
Peter le devolvió la sonrisa. «Indecente» era un término que se ajustaba a la perfección al tipo de pensamientos que cruzaban por su mente cada vez que miraba a su invitada.
–Para ser un Cazador Oscuro hay que tener un cierto tipo de comportamiento y una naturaleza exaltada. Artemisa no quiere malgastar su tiempo, ni el nuestro, eligiendo a alguien que sea incapaz de matar. Supongo que podría decirse que somos malos, locos e inmortales.
La sonrisa de Lali se ensanchó y mostró un hoyuelo en su mejilla derecha. Qué extraño que no lo hubiese notado antes.
–Malos e inmortales no te lo discuto pero, ¿de verdad os comportáis como locos?
–Si te refieres a que somos unos chiflados, ¿tú qué opinas al respecto?
Los ojos de Lali brillaron con picardía.
–Que es completamente cierto en tu caso. Pero ¿sabes lo que te digo? Que me gusta eso de ti. Tu forma de ser, tan impredecible, me encanta.
Peter no estaba muy seguro de quién de los dos se había sorprendido más a causa de la inesperada confesión.Lali apartó rápidamente la mirada con las mejillas arreboladas.
Le gustas…
Esas palabras le hacían regresar a sus años de juventud; sentía el extraño impulso de salir corriendo y gritarle al primero que se encontrara: «Le gusto, le gusto».
¡Por todos los dioses del Olimpo! ¿Qué le estaba pasando?
Tenía dos mil años; hacía mucho que dejó atrás la edad propia de semejante comportamiento.
Aunque era inútil negar la satisfacción y la felicidad que lo embargaban.
Un incómodo silencio cayó entre ellos mientras acababan la cena. Lali se esforzó por no pensar en su hogar. En todo lo que había perdido. Ya se enfrentaría a eso por la mañana. De momento, tenía que pensar en sobrevivir a la noche.
–Rochi va a quedarse en casa –le dijo a Thiago mientras observaba cómo él llevaba su plato al fregadero y lo enjuagaba.
–Bien.
–¿Sabes? –le dijo en voz baja–. Aún no me has contado cómo es que sabías tantas cosas sobre mi hermana la noche que nos conocimos.
Él dejó el plato y los cubiertos en el lavavajillas.
–Paul y Rocio tienen un amigo en común.
Lali abrió los ojos de par en par. Un topo… quién lo habría imaginado.
–¿Uno de los integrantes del Circo de Rochi?
Él asintió.
–¿Quién?
–Puesto que espía para nosotros, no tengo intención de decirte quién es.
Lali se rió, entrecerró los ojos e intentó imaginarse quién podía ser.
–Apuesto lo que quieras a que es Embry.
–No voy a soltar nada.
Era un asunto fascinante, pero no tanto como el Cazador Oscuro que tenía delante. Con un suspiro, continuó comiendo y echó un vistazo a la cocina, a la que no le faltaba detalle, mientras Peter guardaba la comida. Había una encimera de mármol, para desayunar, que recordaba vagamente a un templo griego y que servía para separar la mesa donde ella estaba sentada del resto de la estancia. A lo largo de la encimera se habían dispuesto tres taburetes altos.
Todo estaba nuevo, limpio y resultaba enorme.
–Es una casa muy grande para una persona. ¿Hace mucho que vives aquí?
–Poco más de cien años.
Lali estuvo a punto de atragantarse.
–¿Lo dices en serio?
–No me apetece mudarme; me gusta Nueva Orleáns.
Ella se puso en pie y le dio el plato.
–Has echado raíces, ¿verdad? ¿Dónde viviste antes?
–En París una temporada –le contestó, dejando el plato en la encimera–. Génova, Londres, Barcelona, Hamburgo y Atenas. Y antes de establecerme en esos lugares me dedicaba a vagar por ahí.
Lali observó el rostro de Thiago mientras hablaba. No había modo de saber lo que estaba pensando. Estaba ocultando sus sentimientos y se preguntaba si existiría alguna forma de resquebrajar su coraza.
–Me da la sensación de que estuviste muy solo.
–No fue tan malo. –Ni una mueca.
–¿Hiciste amigos en esos lugares?
–En realidad, no. He tenido unos cuantos Escuderos a lo largo de los siglos pero, por lo general, prefiero la soledad.
–¿Escuderos? –le preguntó–. Qué raro. ¿Cómo los que había en la Edad Media?
–Algo parecido. –La miró pero no explicó nada más–. ¿Y tú? ¿Has vivido aquí toda tu vida?
–Nacida y crecida aquí. Mis abuelos maternos eran emigrantes rumanos que escaparon de la Depresión y la familia de mi padre era de origen Cajun y se dedicaba a la agricultura.
Él se rió al escucharla.
–He conocido a un montón de ésos.
–Supongo que es normal si llevas más de cien años viviendo aquí.
Lali reflexionó acerca de la vida que Peter habría llevado. Todos esos siglos de soledad, siendo testigo de las muertes de las personas a la que apreciaba, viéndolos envejecer mientras él permanecía igual. Debía haber sido muy duro. Pero a la par, seguro que había tenido momentos estupendos.
–¿Qué se siente sabiendo que vas vivir eternamente?
Él se encogió de hombros.
–Si te soy sincero, hace mucho tiempo que dejé de pensar en eso. Supongo que, como el resto de la humanidad, me limito a levantarme, hacer mi trabajo y volver a la cama.
Qué sencillo. Sin embargo, percibía algo más; una profunda tristeza. Vivir sin sueños debía ser muy doloroso. El espíritu humano necesita objetivos por los que luchar, y a ella no le parecía que matar Daimons fuese un verdadero objetivo.
Desvió la mirada hasta la encimera e intentó imaginarse al hombre que una vez fue Peter.German le había dicho que solían beber hasta emborracharse después de una batalla y que siempre había deseado tener hijos.
Sí, recordaba el modo en que había abrazado a Vanessa y la expresión de su rostro mientras la sostenía.
–¿Has tenido algún hijo?
Sus ojos reflejaron un intenso dolor un instante antes de volver a mostrarse impasible.
–No, los Cazadores Oscuros somos estériles.
–Así que eres impotente…

Aca mas caps,sorry la tardanza pero esq primero nadie firmaba y luego me di cuenta desde el cel,gracias a todas principalmente a Ana q hizo todas las firmas jaja

No se si podre subir ahora la verdad,pero ahi vemos si la seguimos mañana la maraton,recuerden +10.

Besos

@Angie_232alma

12 comentarios:

  1. lo amo soy ana y sigue subiendo

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  2. sube estoy aca toda la noche

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  3. nooooo como le va a decir eso es provocación histeriqueo de acá a la china que lali no se haga la inocente Jaja más capi besos

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  4. Ahhhh lo amoool!! Sigueee no nos dejes asi!!
    @MariaPia0598

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  5. La li esta jugando con fuego!! Más! Me encanta!!

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  6. yapo voy a hacer los 10 comentarios denuevo hasta que subas

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  7. jajaja impotente? jajaja.... y le dijo que le gustaba :3 jajaa

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  8. :o Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!! Jajajajaj, Lali le tiro la RE onda jajajaj!! Me muerooo por saber lo que va a hacer Peter xD
    Maaaaass!! :3
    @susonrisa_pl :)

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  9. ya no doy mas mañana sigo besos

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