CAPITULO 31
Lali
tenía los ojos llenos de lágrimas por el dolor que reflejaba su voz. Entendía
perfectamente su sufrimiento. Dios santo, nadie se merecía un castigo semejante
por haber amado a quien no le correspondía.
Pero lo que más le sorprendía era que no había dicho nada de lo que Tanya le había hecho a él. Peter sólo sufría por lo que habían padecido su familia y su país.
Pero lo que más le sorprendía era que no había dicho nada de lo que Tanya le había hecho a él. Peter sólo sufría por lo que habían padecido su familia y su país.
El
deseo de acariciarlo era tan fuerte que no sabía muy bien cómo lograba
contenerlo. Se obligó a concentrarse en Jack, abrazándolo del modo que le
gustaría abrazar a Thiago.
–No
lo sé –le susurró una vez que desapareció el nudo que le obstruía la garganta–.
Supongo que yo también la habría matado.
–Eso
es lo que todo el mundo supone.
Lali
sintió que un escalofrío le recorría la espalda.
–No
lo hiciste, ¿verdad?
–No.
Le rodeé el cuello con las manos y estaba a punto de acabar con su vida cuando
me miró con los ojos llenos de lágrimas y presa del pánico. Durante un minuto
quise matarla y, un instante después, sentía deseos de enjugar sus lágrimas,
besar sus temblorosos labios y dejar que siguiera viviendo en paz. –Apretó los
dientes al acabar–. Así que ya ves, estás sentada junto al imbécil más grande
que jamás ha pisado la tierra. Un hombre que vendió su alma a cambio de una
venganza que jamás llevó a cabo.
Lali
se sintió abrumada por todo el horror que había soportado Peter. A pesar de
todo lo que había sufrido a causa de esa mujer, después de todo lo que había
perdido, había seguido amándola. Profundamente.
No importaba lo que Tanya le hubiese hecho, al final la había perdonado.¿Cómo podía alguien traicionar a un hombre capaz de demostrar tanto amor y fidelidad? No le cabía en la cabeza.
No importaba lo que Tanya le hubiese hecho, al final la había perdonado.¿Cómo podía alguien traicionar a un hombre capaz de demostrar tanto amor y fidelidad? No le cabía en la cabeza.
–Lo
siento.
–No
lo hagas. Como dice el refrán, yo mismo me hice la cama. Fui un estúpido que no
quiso ver la verdad. Me di cuenta demasiado tarde de que jamás me había dicho
que me amaba; ni una sola vez.
El
pesar y el dolor que reflejaba su voz la estaban desgarrando.
–Tú
no tuviste la culpa –le dijo mientras enfilaban el Garden District–. Ella no
tenía derecho a traicionarte.
–Tanya
no me traicionó. Yo mismo lo hice.
¡Por
amor de Dios! Era obstinado. Jamás había conocido a nadie que estuviese tan
dispuesto a cargar con más responsabilidades. Ojalá pudiese encontrar el modo
de penetrar el muro de hierro que había alzado a su alrededor.
Con
el corazón en un puño, vio que pasaban frente a las mansiones de estilo
neoclásico, donde los enormes pinos y los robles estaban cubiertos de musgo
español.
Thiago
se desvió por un camino al final de la calle. Los árboles impidieron que Lali
viera la casa con claridad antes de llegar a una pesada puerta de hierro de más
de tres metros de altura, flanqueada por dos enormes pedestales de piedra. Un
alto muro de ladrillo rojo rodeaba la propiedad y parecía extenderse hasta el
infinito.
El
lugar se asemejaba a una fortaleza.
Peter
sacó un mando a distancia de la guantera, apretó el botón y las pesadas puertas
comenzaron a abrirse.
Lali se quedó sin aliento y con la boca abierta de par en par cuando avanzaron por el largo y sinuoso camino y por fin pudo ver la casa donde él vivía. ¡Era enorme! El estilo neoclásico era de lo mejor que ella había visto jamás. Unas altas columnas flanqueaban el porche alrededor de toda la planta inferior y los balcones estaban adornados con rejas de hierro forjado pintadas de blanco.
Lali se quedó sin aliento y con la boca abierta de par en par cuando avanzaron por el largo y sinuoso camino y por fin pudo ver la casa donde él vivía. ¡Era enorme! El estilo neoclásico era de lo mejor que ella había visto jamás. Unas altas columnas flanqueaban el porche alrededor de toda la planta inferior y los balcones estaban adornados con rejas de hierro forjado pintadas de blanco.
Thiago
siguió conduciendo hasta la parte trasera del edificio y entró en un garaje con
capacidad para seis vehículos, donde ella pudo ver que también tenía un
Mercedes, un Porsche, un Jaguar Vintage y un Buick último modelo que parecía
estar fuera de lugar.
Vale,
el Lamborghini la había hecho pensar que Thiago tenía mucho dinero, pero jamás
se hubiera imaginado que pudiera vivir así. Como si perteneciera a la realeza.
Al
pensarlo se estremeció.
Por
supuesto que pertenecía a la realeza. Era un príncipe. Un príncipe de la Antigua
Grecia.
Mientras
la puerta del garaje se cerraba tras ellos, Thiago la ayudó a bajar del coche y
dejó a Jack suelto en el patio posterior antes de guiarla hacia el interior de
la casa.
Mariana
intentaba mirarlo todo a la vez mientras caminaban por el pequeño pasillo que
llevaba hasta la cocina, en la que una mujer delgada, entrada en años y de
apariencia latina, sacaba del horno algo de aspecto delicioso.
La
cocina era descomunal, equipada con electrodomésticos de acero inoxidable y
antiguas vasijas, que adornaban las paredes pintadas de verde oscuro y la
encimera de mármol.
–Carmen
–dijo Thiago con tono de reproche mientras dejaba las llaves en la encimera,
cerca de la puerta–. ¿Qué haces aquí?
Carmen
dio un respingo y se llevó la mano al pecho.
–¡Por
el amor de Dios!, m'ijo acabas de quitarme diez años de vida.
–Y
voy asustarte mucho más si no haces caso al médico. Tú y yo tenemos un trato.
¿Tengo que llamar otra vez a Miguel?
La
mujer lo miró con los grandes ojos castaños entrecerrados mientras colocaba la
sartén con el pollo sobre el fuego.
–No
me vengas con amenazas. Yo di a luz a ese chico y no voy a permitir que me diga
lo que tengo que hacer. Y eso también va por ti.
–Sí,
señora.
Carmen
se detuvo al ver a Lali y una enorme sonrisa se dibujó en su rostro.
–Me
alegra verte con una chica, m'ijo.
Peter
miró con timidez a Lali y se acercó a la cocina para inspeccionar la comida.
–Esto
huele de maravilla, Rosa, gracias.
La
mujer sonrió encantada mientras le observaba probar el pollo.
–Ya
lo sé; por eso lo hice. Estoy cansada de ver bolsas de comida rápida y paquetes
de precocinados en la basura. Necesitas comer algo de verdad, para variar. Esas
porquerías industriales van a matarte.
Thiago
le dedicó una sonrisa afable.
–Ya
me las arreglaré.
Carmen
resopló.
–Eso
decimos todos y mira cómo estoy yo ahora: tomándome medicinas para el corazón.
–A
propósito –siguió Thiago mirándola con enfado–, se supone que deberías estar en
casa a estas horas. Me lo prometiste.
–Ya
me voy. He dejado una ensalada en el frigorífico. Debería haber suficiente para
los dos.
Thiago
cogió el abrigo de Carmen del respaldo de una silla y la ayudó a ponérselo.
–Mañana
vas a tomarte el día de descanso.
–Pero
¿y el jardinero?
–Seth
se encargará de darle paso.
–Pero…
–Seth
se ocupará de todo, Carmen.
La
mujer le dio unas cariñosas palmaditas en la mano.
–Eres
un buen chico, m'ijo. Hasta el miércoles.
–No
aparezcas antes del mediodía.
Ella
sonrió.
–De
acuerdo. Buenas noches.
–Adiós.
–Vaya
–comenzó Lali tan pronto estuvieron solos–, después de todo eres capaz de ser
agradable con alguien.
Se
dio cuenta de que Thiago hacía un esfuerzo para suprimir la sonrisa, pero acabó
fracasando y sus labios se curvaron levemente.
–Sólo
cuando estoy de humor.
Tras sacar de un cajón un tenedor y un cuchillo, cortó un pedacito de pollo.
Tras sacar de un cajón un tenedor y un cuchillo, cortó un pedacito de pollo.
–Mmm
esto está muy bueno –dijo antes de cortar otro trozo–. Ten, tienes que
probarlo.
Sin
pensar en lo que hacía, Lali dejó que Thiago le acercara el tenedor a los
labios y le diera de comer. Los sabores de las especias inundaron su paladar en
el mismo instante en que caía en la cuenta de lo íntimo del momento que estaban
compartiendo. La mirada de Thiago le dio a entender que él había pensado lo
mismo segundos antes.
–Está
muy bueno –le contestó ella, alejándose un poco.
Sin
decir nada más, Thiago se dio la vuelta y sacó un par de platos. Mientras lo
observaba, el horror de los acontecimientos cayó sobre ella como una losa.
–Mi
casa ha desaparecido –murmuró–. No queda nada de ella.
Peter
dejó los platos a un lado al percibir su dolor, provocado por el sentimiento de
pérdida.
Ella
lo miró con los ojos llorosos.
–¿Por
qué quemó mi casa?, ¿por qué?
–Al
menos no estabas dentro.
–Pero
podía haber estado allí. ¡Dios mío, Thiago! ¡Rochi suele estar en casa a esa
hora! ¿Y si no hubieses estado allí? Cande estaría muerta y podrían haber
asesinado a mi hermana –dijo sollozando y mirando a su alrededor, presa del
pánico–. No va a detenerse hasta matarnos a todos, ¿verdad?
Thiago
tiró de ella y la abrazó con fuerza, casi sin ser consciente de lo que hacía.
–No
pasa nada Lali, yo te protegeré. –Y al instante se quedó helado al darse cuenta
de lo que había dicho.
La
había llamado por su nombre. Y, al hacerlo, una de sus barreras acababa de
desmoronarse.
El
rostro de Lali estaba surcado por las lágrimas.
–Sé
que solo se trata de una casa, pero todas mis cosas estaban allí. Mis libros
preferidos, la colcha de ganchillo que mi abuela me hizo antes de morir… todo
lo que había en esa casa formaba parte de mí.
–Pero
tú todavía estás aquí.
Siguió
sollozando, apoyada sobre su pecho. Peter cerró los ojos y apoyó la mejilla
sobre la cabeza de Lali mientras ella se aferraba a él. Habían pasado siglos
desde la última vez que consolara a una mujer. Siglos desde que sintiera lo que
sentía en esos momentos. Y eso lo desconcertaba profundamente.
–¿Puede
Cayo atrapar a Rochi?
–No
–le contestó, susurrando sobre su pelo mientras intentaba no inhalar su dulce
olor a rosas; pero no pudo evitarlo y, al instante, su cuerpo reaccionó y su
miembro se tensó, ardiente de deseo–. Mientras permanezca en casa de un humano,
Cayo no podrá atraparla. Es una de las limitaciones que Apolo estableció cuando
lanzó su maldición, para dar algún tipo de protección a los mortales.
Lali
se alejó de él, respirando aún entrecortadamente.
–Lo
siento –le dijo, limpiándose las lágrimas.
Él
apretó los dientes al notar cómo le temblaba la mano. Mataría a Cayo por
haberle hecho daño.
–No
suelo llorar delante de la gente.
–No
tienes que disculparte –murmuró él, tomándole el rostro entre las manos–. En
realidad lo estás soportando mucho mejor de lo que se podría esperar, dadas las
circunstancias.
Ella
lo miró con las pestañas aún humedecidas por las lágrimas. Peter no pudo evitar
que el corazón se le acelerara al contemplar la fragilidad que reflejaban esos
ojos. Una fragilidad que lo afectaba de un modo que no quería analizar.
La
deseaba. Con desesperación.
Hacía
tanto que no sentía un deseo semejante… No, se corrigió, jamás había sentido
algo así por una mujer, ni siquiera por Tanya. No se trataba tan sólo de
lujuria o de amor. Entre ellos había un vínculo. Eran como dos mitades de un
mismo corazón.
No
podía ser cierto. Era una mentira. Ya no creía en el amor. No creía en nada.
Pero
aun así…
Ella
había hecho que volviera a creer. Había despertado anhelos olvidados hacía
mucho tiempo: las suaves caricias de una mano enredada en el cabello al
despertar, la sensación de dormir junto a un cuerpo cálido.
Se
sentía indefenso.
En
ese momento sonó su móvil. Lo cogió del cinturón y contestó.
Era
Paul.
–¿La
mujer está contigo? –le preguntó.
–Sí,
¿por qué?
CAPITULO 32
–Porque
tienes un enorme problema. El apolita me ha dicho que los incendios fueron
provocados por dos temporizadores escondidos en el interior de las casas.
Peter
frunció el ceño y se sobresaltó al recordar algo que Lali había dicho el día
anterior.
–¿Lali?
–la llamó–, ¿no me dijiste que Cayo te había capturado cuando estabas en casa
de tu hermana?
Ella
asintió.
–En
la salita de estar.
Peter
notó que el miedo le provocaba un nudo en el estómago.
–¿Has
oído eso? –le dijo a Paul. El otro Cazador Oscuro lanzó una maldición–. ¿Cómo
es posible?
–Alguien
debe haber invitado a Cayo a entrar. Lo que significa que hay un humano trabajando
con él, o para él. Mi intuición me dice que Rochi no es tan estúpida.
–Cande
tampoco –los interrumpió Lali–. Sabe cuidarse de la gente con apariencia
sospechosa.
Peter
meditó un instante.
–¿Se
te ocurre algo? –le preguntó a Paul.
–No.
–¿Qué
dice tu guía?
–Ceara
no sabe nada. Y, además, hay otro pequeño contratiempo: mi espalda no está
sanando.
Si
se le hacía otro nudo más en el estómago acabaría teniendo un rosario.
–¿Cómo
que no está sanando?
–Me
hirieron con una descarga astral exactamente igual a la de los dioses.
Peter se quedó petrificado.
Peter se quedó petrificado.
–No
maté a ningún dios, era un Daimon.
–Ya
lo sé.
Peter
maldijo en voz baja.
–¿En
qué nos hemos metido?
–No
tengo ni idea, pero hasta que tengamos más información te sugiero que no te
alejes de la chica. Con los poderes reprimidos que tiene, Cayo irá tras ella
con todo su arsenal. Estoy seguro de que la preferirá antes que a su hermana.
Peter
se cambió el teléfono al otro lado mientras observaba a Lali, que acababa de
sentarse a la mesa. ¡Por los dioses! No podía soportar la idea de que resultase
herida. El simple hecho de imaginárselo lo atormentaba.
–¿Necesitas
ayuda con la espalda?
–No,
pero duele horrores.
Peter
lo sabía por experiencia. El hombro aún le daba pinchazos tras el ataque de
Afrodita.
–Empiezo
a comprender cómo mató Cayo a los últimos ocho Cazadores Oscuros que se
enfrentaron a él.
–Sí
–asintió Paul–. Y no quiero que seamos el noveno y el décimo.
–Yo
tampoco. Vale, mantendré a Lali a salvo a mi lado, pero aún nos queda el
problema de que su hermana ande suelta por ahí.
–Haré
que Gaston la ate en corto de momento. Tú asegúrate de que Lali se mantiene en
contacto con ella, o nos complicará la vida todavía más.
–De
acuerdo –y colgó antes de dejar el teléfono sobre la encimera.
–¿Algo
va mal? –le preguntó Lali.
Él
rió a pesar de las circunstancias.
–Creo
que la pregunta correcta sería: ¿algo va bien?
–¿Y
eso qué significa?
–Significa
que tu aburrida vida acaba de llegar a su fin y que, durante los próximos días,
vas a descubrir de primera mano lo peligrosa que es la mía
–¡Ah,
no! –exclamo Lali, poniéndose de puntillas para quedar nariz con nariz frente a
Peter. Arqueó una ceja y lo desafió con la mirada a que negara sus palabras.
Cuando habló, hizo hincapié en cada palabra–. Estás muy equivocado. Quiero
volver a mi vida anterior. Quiero una vida aburrida y quiero que sea larga.
|
A
Peter le hizo gracia el énfasis que dio a la última palabra. Estaba
espectacular cuando se enfadaba y él no podía evitar preguntarse cuánto tiempo
podría mantenerla con ese rubor en las mejillas y echando fuego por esos
increíbles ojos azules.
Mejor
aún… mientras sus pechos subían y bajaban debido a la respiración agitada, se
le ocurrieron unas cuantas cosas más que podrían causarle aún más dificultades
para respirar.
Quería
dejarla sin aliento. Quería comprobar la fuerza de su pasión.
Le
dolían los labios por el deseo de besarla y las manos por el ansia de acariciar
su cuerpo hasta hacerla gritar de placer.
¡Por
los todos los dioses! Esa mujer era la mayor tentación que había sentido jamás.
Y menuda paradoja, porque hubo una época en la que adoraba las tentaciones más
allá de lo racional. A lo largo de los siglos, había olvidado ese pequeño
defecto de su carácter pero, desde que despertara con ella al lado, había ido
recordando, dolorosamente, al hombre que una vez fue. Podía sentir cómo Lali
iba derribando, poco a poco, cada una de las barreras que él había construido
durante los años, poniendo fin al entumecimiento en el que se refugiaba. Había
conseguido mantenerse alejado de sus propios sentimientos durante siglos y,
aunque había conocido a muchos mortales por los que había sentido cierto
cariño, ninguno de ellos había conseguido afectarlo como ella.
Era
algo muy extraño. ¿Por qué Lali? ¿Y por qué ahora? Ahora que necesitaba de toda
su lucidez para enfrentarse a Cayo.
Las
Parcas estaban jugando de nuevo con él y eso no le gustaba en absoluto.
Sentía
cómo la sangre corría con fuerza por sus venas mientras contemplaba los labios
húmedos y llenos de Lali. Casi podía saborearlos. Sentirlos. Que los dioses se
apiadasen de él, porque la deseaba con desesperación.
Sólo
ella era capaz de despertar a la bestia hambrienta que moraba en su interior.
Esa parte de él que quería rugir y devorar todo su cuerpo, centímetro a
centímetro, durante toda la noche. Pero ella era humana y él no tenía nada que
ofrecerle. Su alma y su lealtad pertenecían a Artemisa. Además, Lali tenía todo
el derecho a soñar con una vida normal; con una familia y un hogar al lado de
un hombre común y corriente.
Después
de haber visto cómo sus propios sueños habían sido destrozados de un modo cruel
y vengativo, se negaba a que Lali pasara por el mismo trance. Ella se merecía
tener una vida larga, dichosa y aburrida. Todo el mundo merecía la oportunidad
de cumplir sus deseos.
Se
tragó el nudo que le obstruía la garganta, dolorido aún por el deseo
insatisfecho y supo, en ese mismo instante, que tenía que alejarla de sus
pensamientos.
Jamás
podría ser suya.
Su
destino era regresar junto a una familia que la amaba y encontrar un hombre que
la ayudara a…
No
pudo acabar. Le dolía tan sólo de pensarlo.
–Por
tu bien –le susurró, luchando contra el impulso de acariciarle el pelo– espero
que sea verdad, pero me temo que con los poderes que mantienes ocultos y la
caza de vampiros que está llevando a cabo Rocio, no va a ser posible que
regreses a tu aburrida vida durante los próximos días.
Lali
apartó la mirada.
–No
tengo poderes –dijo con voz afilada, pero sin la convicción de antes.
Peter
alargó la mano y con un dedo le alzó la barbilla; quería ayudarla a aliviar la
preocupación que veía en su rostro. Lali tenía miedo y él no entendía la causa.
¿Por qué no era capaz de reconocer los dones con los que había nacido?
–Puede
que no quieras utilizarlos, Lali, pero están ahí. Tienes premoniciones y eres
telépata, empática y además puedes proyectarte fuera de tu cuerpo. Tus poderes
son muy parecidos a los de tu hermana pero mucho más fuertes.
El
brillo intenso del color zafiro volvió a sus ojos.
–Estás
mintiéndome.
La
acusación lo sorprendió.
–¿Por
qué iba a hacerlo?
Ella
se aclaró la garganta.
–No
lo sé. Sólo sé que no tengo poderes.
–¿Por
qué tienes tanto miedo de ellos?
–Porque…
Él
ladeó la cabeza cuando la voz de Lali se desvaneció y dejó la frase sin acabar.
–¿Por
qué? –la instó.
Ella
alzó la mirada y el dolor que se reflejó en sus ojos lo dejó sin aliento.
–Cuando
tenía quince años –comenzó casi en un susurro– tuve un sueño. –Parpadeó para
apartar las lágrimas mientras se agarraba a la encimera que estaba justo a su
lado–. En aquella época solía tener muchos. Y siempre se hacían realidad. En
éste del que te hablo, mi mejor amiga moría en un accidente de coche. La vi.
Sentí su miedo y escuché los últimos pensamientos que cruzaron por su mente
antes de morir.
Peter
apretó la mandíbula al percibir el dolor que transmitía su voz. Alargó el brazo
y la tomó de la mano. Estaba helada y temblaba.
–Cuando
la vi en el instituto hice todo lo que estuvo en mis manos para que no se fuese
ese día a casa con Bobby Thibideaux. Incluso le conté lo del sueño. –Las
lágrimas empezaron a caer por sus mejillas–. No me escuchó. Me dijo que era una
imbécil y que lo que me ocurría era que tenía celos porque Bobby estaba con
ella y no conmigo. –Sacudió la cabeza mientras recordaba lo sucedido aquel
día–. No estaba celosa, Thiago; lo único que quería era evitar su muerte.
Peter
le acarició los dedos, intentando que entrara en calor.
–Lo
sé,Lali.
–Se
metió en el coche gritándome que la dejara en paz. Todo el instituto me estaba
mirando, pero me daba igual. Rochi me apartó para que pudieran marcharse y la
gente empezó a reírse. –Se humedeció los labios resecos–. No se rieron a la
mañana siguiente, cuando se enteraron de que los dos habían muerto camino de
casa. Empezaron a llamarme monstruo. Durante los tres años siguientes nadie
quiso acercarse a mí. Para ellos yo era esa chica rara que veía cosas.
La
ira brilló en los ojos de Mariana cuando lo miró.
–Dime,
¿qué hay de bueno en esos poderes cuando hacen que la gente se asuste de mí? ¿Por
qué veo cosas si no las puedo cambiar? ¿Qué tiene eso de bueno?
Peter
no supo qué contestarle. Percibía el torbellino de sus emociones y su angustia.
–¿No
lo entiendes? –prosiguió ella–. No quiero conocer el futuro si no puedo
detenerlo. Quiero ser normal –insistió con la voz rota al pronunciar la última
palabra–.No quiero ser como Paul ni como mi abuela y tener a los muertos
hablándome a todas horas. No quiero saber lo que estás sintiendo. Sólo quiero
vivir mi vida como el resto de la gente ¿Nunca has deseado eso mismo?
Cerrando
los ojos ante la absurda agonía que le atenazaba el corazón, Peter dejó de acariciar
la suave piel de Lali y se alejó de ella.
–Qué
más da lo que yo desee.
Ella
se sorprendió cuando lo miró a los ojos. Lo había herido de algún modo.
Hola! q tal su fin de semana?? espero lo pasen bien y les sirva para descansar un poco :)
Bueno arranca la maraton +10 firmas y subo otros dos caps!
@Angie_232alma
mui buena historia :)
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ResponderEliminarsube yo hago las 10 firmas
ResponderEliminarsoy ana
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ResponderEliminarsige subiendo
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ResponderEliminarya son diez sube mas
ResponderEliminarmas mas nove por favorrr
ResponderEliminarmaraton por fvaor subeeee
ResponderEliminarmas soy la misma que escribio la mayoria de los comentarios
ResponderEliminarD:
ResponderEliminaresto esta para llorar
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