viernes, 31 de mayo de 2013

Capitulos 46 y 47


CAPITULO 46
–Se me olvidaba una cosa –les dijo–. Starla es muy especial. –La anciana sujetó a la muñeca por las piernas y presionó la cabeza hacia abajo. De los pies de la Barbie surgieron dos finas hojas metálicas de unos ocho centímetros de largo.
–Especialmente diseñadas para los Daimons –anunció Lisa, tirando de la cabeza de la muñeca para que las hojas volvieran a ocultarse–. La belleza, si es letal, resulta mucho más práctica.
Estupendo, pensó Lali. No estaba muy segura de cómo manejar la situación.
La anciana le devolvió la muñeca de nuevo y le dio unas palmaditas en el brazo.
–Tened mucho cuidado.
–Lo tendremos –le contestó Seth y, en esta ocasión, consiguieron llegar a la calle.
Lali no podía dejar de mirar la muñeca, sin saber muy bien qué pensar.
Seth se estuvo riendo de ella todo el camino de regreso al coche.
–Liza es una Escudera, ¿verdad? –le preguntó Lali, al tiempo que entraba en el Jaguar y colocaba a Starla, con mucho cuidado, en su regazo.
–Está retirada, pero sí. Ha sido Escudera y uno de los Oráculos durante treinta y cinco años, hasta que dejó el cuidado de Xander a manos de Brynna.
–¿Liza es quien fabrica las botas de Peter?
Él negó con la cabeza mientras ponía en marcha el motor.
–Las armas más grandes las fabrica otro Cazador Oscuro; las espadas, las botas y ese tipo de material. Liza hace armas pequeñas, como colgantes con explosivos. Es una artista consumada a la que le encanta transformar joyas y otros objetos de aspecto inofensivo en armas letales.
Lali soltó el aire lentamente.
–En serio, dais mucho miedo.
El comentario hizo que Seth soltara una carcajada antes de mirar el reloj.
–Son casi las tres. Aún tenemos que ir a casa de Paul y tengo que llevarte de vuelta antes de que oscurezca, así es que hay que darse prisa.
–Vale.
Salieron de la ciudad y tardaron unos cuarenta minutos en llegar a los pantanos.
Tras descender por un largo y sinuoso camino sin asfaltar, llegaron a una enorme y vieja construcción que se asemejaba a un cobertizo. Si no hubiera sido por las cerraduras que aseguraban las puertas, Lali habría creído que hacía por lo menos un siglo que no se utilizaba. Bueno, por eso y por el extraño buzón que había en frente; negro y atravesado horizontal y verticalmente por lo que parecían ser unos gigantescos clavos plateados.
–Paul es raro –le dijo Seth al ver cómo ella miraba fijamente el buzón–. Cree que tener un buzón atravesado con clavos es divertido.
Abrió la puerta del cobertizo con el mando a distancia y, cuando entraron para aparcar el Jaguar, Lali se quedó boquiabierta. El interior, hecho de ladrillos y vigas de acero, albergaba un Viper, una colección de cinco Harley Davidsons y un pequeño catamarán, amarrado en el muelle que había en la parte trasera del edificio.
–¡Guau! –balbució al fijarse en una Harley que estaba apartada del resto, negra y reluciente bajo la tenue luz. Obviamente, era una preciada posesión y recordó que era la moto que Paul montaba la noche anterior.
Seth ignoró tanto el descapotable como las motos y se fue directo al catamarán.
–¿Es que vive en el interior del pantano? –preguntó Lali a Seth al acercarse al pequeño embarcadero, limpio y despejado, con espacio de sobra como para albergar otra embarcación más.
Seth la ayudó a subir al catamarán y fue a abrir la puerta que daba al pantano.
–Sí, siendo un antiguo celta, le encanta la naturaleza. Aunque sea espantosa.
Lali alzó una ceja.
–¿De verdad es un antiguo celta?
–Ajá. Del siglo V o VI d.C. Era jefe de un clan. Su padre era un Sumo Sacerdote Druida y su madre lideró al clan antes que él.
–¿En serio?
Asintió mientras soltaba las amarras del bote y saltaba a su interior. Una vez Lali se acomodó, Seth arrancó la embarcación.
–¿Cómo se convirtió en Cazador Oscuro? –le preguntó ella a voz en grito para hacerse oír sobre el ruido del motor.
–Los miembros del clan lo traicionaron –le contó Seth al tiempo que salían del cobertizo y se internaban en el pantano–. Le dijeron que necesitaban sacrificar a alguien de su sangre. La elección estaba entre él o su hermana. Él se ofreció pero, tan pronto como lo tuvieron atado, mataron a su hermana delante de sus narices. Se volvió loco pero, puesto que estaba atado, no podía hacer nada. Cuando se acercaron a él para matarlo juró vengarse de todos ellos.
¡Jesús!, ¿es que ninguno de ellos había tenido una vida feliz?
–¿Mató a todos los miembros del clan? –le preguntó.
–Supongo.
La permaneció en silencio, pensando en lo que acababa de escuchar. Pobre Paul. Ni siquiera podía imaginar lo horrible que sería ver cómo asesinaban a una de sus queridas hermanas delante de sus ojos. Puede que estuvieran todo el día fastidiándola, pero lo eran todo para ella y mataría a cualquiera que les hiciese daño.
El horror que ese hombre debía haber presenciado aquel día… Aún debía torturarlo.
Seth siguió internándose en el pantano hasta que llegaron a una cabaña increíblemente pequeña. Lalo dudaba que llegara a los doscientos cuarenta metros cuadrados. El exterior parecía aún más destartalado que el cobertizo donde habían dejado el coche de Seth. Los toscos tablones de madera eran de un color grisáceo y daba la sensación de que podía derrumbarse al soplo de la más ligera brisa.
Según se aproximaban, vio un embarcadero detrás de la cabaña, con dos generadores enormes y otro catamarán.
–¿Cómo se las apaña en la época de los huracanes? –preguntó Lalo a Seth mientras éste apagaba el motor.
–Pues muy bien. Como uno de sus poderes es el de controlar el clima, no corre peligro alguno. Pero siempre existe la posibilidad de que el lugar se desplome a la luz del día, mientras él está desprevenido, durmiendo… y acabe frito.
–Les gusta el peligro, ¿no es cierto?
Seth soltó una carcajada.
–Sí, hay que tener bastante coraje para hacer lo que ellos hacen. Y coquetear con la muerte es un requisito básico.
El Escudero salió del catamarán y le advirtió que no se moviera. Caminó con mucha precaución a lo largo de un antiguo y estrecho sendero que llevaba desde el embarcadero hasta la puerta de la cabaña , y luego le hizo un gesto para que se reuniera con él.
–Atrás, Beth –le espetó a un caimán que había comenzado a acercarse a Lali.
Ella regresó al bote de un salto.
–No pasa nada –la tranquilizo Seth–. Protegen a Paul durante el día. Mientras estés conmigo no te harán nada.
–No estoy muy segura –le dijo mientras bajaba otra vez de la embarcación sin muchas ganas.
Cuatro gigantescos caimanes le lanzaron malévolas miradas y empezaron a seguirla de camino a la puerta. Lali sintió que el miedo le impedía respirar cuando vio al más grande de los cuatro reptiles subir al porche tras ella y comenzar a agitar la cola con fuerza.
El animal lanzó un temible siseo.
–Cállate Beth –lo reprendió Seth–, o te juro que me haré unas maletas muy bonitas contigo. –Se dio la vuelta y llamó a la puerta.
–Todavía no ha oscurecido, Seth –se escuchó la voz de Paul, con ese acento tan marcado, del otro lado de la puerta; Lali no pudo evitar preguntarse cómo sabía que eran ellos–. ¿Qué quieres?
–Necesito tu srad para Peter antes de que se ponga el sol.
Lali escuchó unos ruidos en el interior de la cabina. Segundos después, sonó la cerradura y la puerta se movió, dejando una estrecha abertura. Seth la abrió del todo e invitó a Lali a entrar.
Ella intentó ver algo en la oscuridad que reinaba en la estancia, pero no lo consiguió hasta Seth encendió una lamparita de escritorio. Cuando vio la habitación, se quedó helada. Las paredes estaban pintadas de negro y aquello parecía el centro de control de una instalación militar. Había ordenadores y equipos electrónicos por todos lados. Aunque el lugar y el aspecto externo del edificio no dieran muestras de ello, ese tipo era un adicto a la tecnología.
Al mirar a Paul, su mandíbula estuvo a punto de desencajarse. El tío estaba completamente desnudo.
Y tenía un cuerpo increíble.
Tenía tatuada toda la parte izquierda del torso –por delante y por detrás– y todo el brazo con unos extraños símbolos celtas en color rojo y negro. El enorme colgante, que representaba una cabeza de dragón, brillaba en la pálida luz. Y, aunque el hombre era pecaminosamente apuesto, de algún modo extraño, no se sentía atraída por él.
Obviamente, disfrutaba del fantástico espectáculo que tenía delante pero se dio cuenta de que no lograba acelerarle el corazón como Peter. Ni siquiera le despertaba el más leve deseo sexual.
Por otra parte, Paul no parecía sentirse avergonzado por su desnudez.
Seth la miró con una sonrisa jocosa.
–Debería haberte advertido que los guerreros de la antigüedad ven el nudismo como algo natural. El hecho de llevar ropa es una costumbre moderna que ninguno de ellos parece haber adoptado del todo –dijo mirando a Paul–. Celta, ponte algo antes de que le dé un pasmo.
La respuesta de Paul consistió en un gruñido.
–¿Para qué? Me vuelvo a la cama. Coge lo que necesites y cierra con llave cuando os marchéis. –Se detuvo junto al futón, situado en la pared del fondo de la estancia, y echó una mirada hambrienta a Lalo–. Claro que, si quieres dejar aquí a Lali, es posible que hasta me quede levantado y me muestre sociable.
Seth resopló.
–Joder, Paul ¿es que no puedes estar una hora sin una mujer?
–Una hora no es problema, pero cuando pasan dos o tres empiezo a ponerme nervioso. –Se recostó en el futón negro, se dio la vuelta hasta quedar de costado y cerró los ojos.
Por lo menos hasta que sonó el teléfono. Lanzando una maldición, Paul salió de la cama y contestó mientras Seth se acercaba al enorme armario donde estaban las armas y cogía dos dagas de forma circular y aspecto letal.
–Wulf, ni siquiera estoy despierto todavía –masculló Paul–. Me da igual. Y además, ¿para qué me preguntas a mí sobre la antigua Grecia? ¿Viví yo allí, acaso? Coño, la respuesta es no… no lo sé; no me importa… Cuelga. –Se dio la vuelta y miró a seth– ¿sabes algo del culto de Pólux?
Seth lo miró por encima del hombro.
–Deberías llamar a Peter o a cualquiera de los griegos.
–¿Lo has oído? –Paul escuchó a su interlocutor un segundo antes de volver a hablar con Seth–. Alec está de paseo, Brax, Jayce y Kyros están desaparecidos en combate y Peter no contesta al teléfono. Wulf dice que es muy importante.
Ambos comprendieron a la vez la relevancia de lo que Paul acababa de decir.
Paul volvió a hablar con Wulf:
–¿Cuándo llamaste a Peter por última vez?
Entretanto, Seth cogió el móvil y marcó el número de Peter.
–Puede que esté en la ducha –sugirió Lali.
Seth meneó la cabeza en forma de negativa.
–Aunque lo estuviera, Carmen contestaría al teléfono.
Tras un minuto de espera, Seth soltó el móvil.
–Algo va muy mal.
CAPITULO 47

Peter se despertó en cuanto se abrió la puerta de su habitación. Adormilado, notó cómo Carmen entraba al dormitorio y se preguntó el motivo, ya que la anciana jamás lo había hecho antes.
Se dio la vuelta hasta quedar de espaldas sobre el colchón.
–¿Qué pas…?
Su voz se desvaneció al tiempo que una red ligera y brillante lo inmovilizaba en la cama. La furia lo dejó petrificado. No podía soportar que lo mantuvieran atrapado, especialmente si estaba tumbado de espaldas. Una locura asesina se apoderó de él, exigiéndole la sangre de su captor.
Hasta que vio a Carmen.
La mujer estaba junto a la cama, con la frente cubierta de sudor, mirándolo con los ojos vacíos e inexpresivos. Murmuraba la misma letanía en español una y otra vez:
Tienes que matarlo, tienes que matarlo.
Muy lentamente, alzó el cuchillo que llevaba en la mano.
–Carmen –la llamó Peter con la voz más tranquila de la que fue capaz–. Baja el cuchillo.
Tienes que matarlo… –la anciana dio un paso hacia la cama.
Carmen, no lo hagas. Deja que me levante, por favor.
La mujer temblaba tanto que Peter temía que sufriera un infarto en cualquier momento. Ese frágil cuerpo no podría soportar la presión a la que lo estaban sometiendo.
–Cayo dice que eres malo, mijo. Debes morir.
Intentó pensar en algún modo de alcanzar la mente de Carmen, confundida por toda esa locura, y traerla de vuelta a la realidad.
–Carmen, tú me conoces y sabes que eso no es cierto.
La anciana alzó el cuchillo aún más.
Totalmente indefenso bajo la red, miró la brillante hoja metálica, esperando que cayera sobre él. Quería suplicar a Carmen que se detuviera, gritarle hasta que lograra escucharlo, pero no se atrevía por temor a lo que le pudiera suceder. Carmen estaba sometida a una enorme presión y él no quería empeorar la situación. Moriría antes de hacerle daño a la anciana.
En ese momento su móvil sonó.
–Lo sé, Cayo –susurró en español–. Lo sé. Debe morir. –Le colocó una mano sobre el pecho, como si de ese modo pudiera inmovilizarlo aunque, de todos modos no podía moverse; la red lo tenía totalmente atrapado–. Debo despedazarlo.
Peter se puso rígido en el instante en que el cuchillo descendió.
Se clavó en el colchón, a escasos centímetros de él.
M'ijo –susurró Carmen. Sus ojos recobraron la expresión habitual, un segundo antes de quedarse en blanco y caer al suelo.
Aterrorizado por el estado de la mujer y frenético por su propia vulnerabilidad, Peter forcejeó para librarse de la red, pero fue inútil. Era una de las redes de Artemisa y ninguna presa escapaba una vez capturada bajo ellas.
¡Por todos lo dioses! ¿Cómo había llegado a manos de Carmen semejante arma? Ni siquiera Cayo debería tener acceso a ella. Sólo un dios o un semidiós podían reclamar el uso de un arma inmortal y sacarla del lugar donde se custodiaba. Y Artemisa, en particular, se encargaba de que sus armas estuvieran a buen recaudo.
¿Y cómo podía el Daimon haber controlado la mente de Carmen desde un refugio? Ninguno de ellos era tan poderoso.
¿Qué coño estaba pasando?
Aunque sabía que era inútil, siguió forcejeando para liberarse de su confinamiento. Con cada minuto que pasaba los recuerdos afloraban a su mente.
«¿Qué se siente, comandante?» La voz de Felix se burlaba de él desde el pasado. «Estás totalmente sometido a mi voluntad. Indefenso.» Todavía podía ver con nitidez la sonrisa burlona del romano, y sentir la agonía de la tortura. «Voy a disfrutar viendo cómo te retuerces de dolor y me pides clemencia.»
La realidad comenzó a difuminarse para Peter. Luchó para respirar con normalidad. No volverían a atraparlo, no así. Comenzó a luchar como un poseso para librarse de la red, utilizando toda la fuerza de la que era capaz.
Una hora después del anochecer, Seth entró en la casa seguido de Lali y Paul.
–¿Carmen? –gritó mientras atravesaba a la carrera la cocina y el salón, de camino hacia las escaleras–. ¿Peter?
No hubo respuesta. El extraño silencio resonaba en los oídos de Lali mientras seguía al Escudero hasta la habitación de Peter.
Seth abrió las puertas con tanto ímpetu que las cortinas que rodeaban la cama se agitaron por el aire.
La habitación estaba vacía.
Lali se detuvo, temerosa, en la puerta mientras echaba un vistazo a su alrededor. No había nada fuera de lo normal, excepto las sábanas.
Aunque… Sentía que algo iba mal. Los poderes que tanto tiempo había mantenido a buen recaudo comenzaron a agitarse en su interior y conectó con Peter sin esfuerzo. Estaba preocupado y furioso.
Paul se acercó a la cama y lanzó una maldición al coger una red plateada.
–Esto es increíble –masculló mientras arrugaba la malla hasta reducirla a una bola que cabía perfectamente en un puño.
–¿Qué es eso? –preguntó Lali.
–Una diktyon. Una de las redes de Artemisa.
No tenía ni idea de lo que significaba pero, por la expresión del celta, supo que aquello no era normal. Intuyó que la red no debería estar en la cama de Peter cuando él no aparecía por ningún lado. Una oleada de pánico, más fuerte que la anterior, comenzó a apoderarse de ella.
–¿Y qué hace en la cama de Peter?
–No lo sé, pero si él estaba debajo, me temo que quienquiera que lo atrapara se lo ha llevado. –Paul se inclinó y recogió un cuchillo del suelo.
Lali sintió que el pánico aumentaba y, en contra de su voluntad, sus poderes se despertaron por completo y conectaron con Peter. No le gustaba en absoluto dejar que sus habilidades psíquicas tomaran el control de su mente, pero necesitaba saber si él estaba bien. Necesitaba saber algo, cualquier cosa.
Cerró los ojos y lo vio en una estancia de aspecto aséptico. Estaba preocupado, pero no se detectaba ninguna amenaza a su alrededor.
–Llámalo al móvil –le dijo a Paul.
Él la miró con una expresión que decía a las claras: «¿Otra vez?».
–Ya lo hecho una docena de veces.
–Pues que sean doce y una más.
A Paul no le gustó ni un pelo ese tono tan autoritario y así se lo hizo saber con la mirada.
–Vale –le concedió de mala gana–. ¿Qué más da? En ocasiones hasta las cosas más inútiles tienen un propósito en la vida. –Sacó el móvil del bolsillo de la chaqueta y marcó.
–No hay indicios de lucha –dijo Seth, que estaba echando un vistazo por la habitación.
–Peter–espetó el celta, mirando a Lali de forma extraña–. ¿Dónde coño estás?
Ella se acercó un poco más mientras el corazón le latía con fuerza al darse cuenta de que sus poderes no se habían equivocado.
–No te muevas hasta que lleguemos. –Paul colgó y miró a Seth–. Está en el hospital. Carmen ha sufrido un infarto.
–¡Dios mío! –jadeó Seth–. ¿Cómo se encuentra?
–No me ha dicho nada más, porque no está permitido usar el móvil allí dentro. Dice que nos lo contará todo cuando lleguemos.
Peter se paseaba nervioso por la habitación, mitad furioso y mitad asustado. Quería la cabeza de Cayo por lo que acababa de hacer. De un modo u otro, iba a conseguir hacerle pagar por todo.
–Por favor, que no le pase nada a Carmen –balbució por enésima vez.
–¿Peter?
Al escuchar la voz de Lali se dio la vuelta y se sintió extrañamente feliz y aliviado cuando la vio acercarse.
Antes de ser consciente de lo que hacía, la atrajo hasta sus brazos y la sostuvo con tanta fuerza que ella protestó. Pero no podía evitarlo. El alivio que había sentido al verla sana y salva era demasiado intenso. Ahora que sabía lo fácil que le resultaba a Cayo penetrar en cualquier casa, no estaba segura en ningún sitio. El Daimon podía llegar hasta ella en cualquier lado. Podía usar a cualquier persona para matarla.
La idea lo aterrorizaba y, para empeorarlo todo, en el fondo de su mente, una vocecita le dijo que Cayo también podía usarla contra él.
Si le daban la oportunidad.
Le tomó el rostro entre las manos y la besó con ansia. Iba a matar a ese Daimon. En cuanto Cayo saliera de su refugio, acabaría con él. Y, por primera vez en toda su vida, no se arrepentiría de darle muerte a otro ser.
Al levantar la cabeza vio la censura en los ojos de Paul. Sabía exactamente lo que pasaba por la mente del celta en esos momentos. Los Cazadores Oscuros tenían prohibido involucrarse en una relación sentimental. Era la primera norma del Código, y la más necesaria. Nadie podía pensar con claridad si interferían los sentimientos, y él lo sabía de primera mano.
Aún así, la existencia de esa norma no cambiaba lo que sentía por Lali.
–Necesito que la protejas –le dijo al celta.
Paul lo miró con los ojos entrecerrados.
–Dime qué ha sucedido.
–Cayo utilizó a Carmen para atraparme. La controló por completo. Si ha podido lograrlo con ella, puede hacerlo con cualquiera.
Sorprendido, Paul soltó un pequeño silbido.
–Y tú me preguntas que por qué vivo solo…
Ignoró la advertencia que yacía tras las palabras de su amigo, así como la mirada cargada de significado que lanzó a la mujer que estrechaba entre sus brazos.
Peter miró a Lali a los ojos y comenzó a acariciarle la mejilla con el pulgar.
–Lali, necesito que hables con tu hermana. Dile que tenga mucho cuidado y que nunca se quede sola. Que una de tus hermanas prepare un hechizo de protección, o lo que quiera que sea que hagan, para que Cayo no llegue hasta ella. No tenemos ni idea de los poderes que puede tener.
–Supongo que no nos enfrentamos a un Daimon normal, ¿no? –le preguntó ella.
–No. Jamás nos hemos encontrado con algo así. –Volvió a mirar a Paul–. He hablado con D'Alerian y me ha dicho que Cayo es capaz de entrar en el subconsciente de los humanos para debilitar cualquier tipo de resistencia a sus poderes. La ayuda de D'Alerian debería ser suficiente, pero no nos garantiza protección absoluta. Llama a Alec y dile que creo que tenemos a un dios haciendo travesuras. Alguno de ellos tiene que estar ayudando a Cayo; no hay otra explicación posible. Y nos resultaría de gran ayuda si supiésemos quién es y por qué.
Paul asintió con la cabeza.
–¿Qué vas a hacer?

Hola chicas! como van?? bueno arranca la maraton +10 firmas y mas caps!!

Besos

An

@Angie_232alma

14 comentarios:

  1. Haha por favor que no le pase nada a Peter :3 Pobrecito

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  2. Más lindo Peter protegiéndola a Lali
    Me puse al día con tu nove de lunes a jueves me es imposible firmar, lo hago los fines de semana.
    @Masi_ruth

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  3. osea era un red la que atrapaba los poderes de peter, no era la noche candente que tuvo con Lali? :O

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  4. odio cuando los dioses se meten donde no los llaman awww que amor de verdad la quiere pero lo comentarios de morithazul me confunden jajajja

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