Holiiii como andan?? q bien Titel q te pusiste al dia!! gracias a todas por pasar y leer,ahora hay un cambio de planes ya tenia elejida la proxima nove pero q tal si mejor la adapto y la subo completa pra descargar? asi como un regalito,¿quieren? y ya luego veo cual subo ya q tengo unas en mente pero ninguna leida o adaptada,bueno lo dejo a eleccion de ustedes.
Y ahora si las dejo con la nove!! gracias las quierooo
Capítulo
11
Peter Lanzani
estaba de buen humor. Mantuvo la sonrisa y el paso lento hasta que por fin su
esposa lo alcanzó. Tuvo ganas de reír, pues era evidente que esta novia ingenua
había intentado provocarlo para hacerlo enfadar. Se demoró en seguirlo. Pero Lali
ignoraba que él era un hombre paciente, en especial cuando se trataba de algo
tan insignificante como una mujer. Le resultaba divertido que una simple mujer
se atreviese a desafiarlo.
En cuanto
la oyó acercarse, apretó el paso hasta que los dos caballos marcharon al trote.
Lali lo seguía, tratando de no hacer caso del polvo que volaba hacia su rostro.
Estaba decidida a mantener ese paso endemoniado sin exhalar una protesta.
También esperaba que el marido mirara por encima del hombro y viese lo bien que
se encontraba. Cuando lo hiciese, lo miraría con su expresión más serena,
aunque le costara la vida.
Peter Lanzani
no se volvió.
Pese a que
Lali era diestra para cabalgar, no estaba habituada a la montura nueva y
rígida. Se sentía más cómoda montando sin ella.
El trasero
y los muslos de la muchacha recibían constantes sacudidas. La ruta hacia el
norte, rocosa y mal cuidada, hacía que las sacudidas fuesen más dolorosas aún.
El camino estaba atravesado por arbustos y tenía que apartar las ramas bajas al
tiempo que controlaba a su cabalgadura. Cuando se convenció de que Peter ni
siquiera advertía que ella iba detrás, se permitió hacer una mueca, y luego comenzó
a regatear con el Hacedor, prometiendo ordenar veinte misas diarias seguidas y
no perderse en ensoñaciones si permitía que ese marido endemoniado aminorase un
poco la marcha.
Dios no
estaba de humor para regateos. Esa fue la conclusión de Lali al ver que
alcanzaban a Nicolás y Eugenia. De inmediato, Peter tomó la delantera sin
acortar el paso ni una vez. Lali se mantuvo detrás de su esposo. Eugenia, con
aspecto tan fatigado como una bota vieja, seguía atrás, y Nicolás iba en la
retaguardia.
Lali sabía
que iban a marchas forzadas por motivos de seguridad. Había oído historias
acerca de bandas de criminales que hacían presa de las víctimas desprevenidas.
Supuso que uno de los guerreros protegía a las mujeres de un posible ataque por
el frente, mientras que el otro cubría la retaguardia por el mismo motivo. Si
los bandidos intentaban separar a los cuatro, tendrían que pasar sobre Peter o Nicolás
para apoderarse de las novias.
¡Oh, sí,
comprendía bien las razones, pero estaba demasiado preocupada por Eugenia!
Habían
cabalgado casi dos horas hasta que por fin la hermana se quebró. Lali estaba
muy orgullosa de que Eugenia hubiese soportado tanto tiempo sin quejarse. Eugenia
no tenía disposición para aguantar incomodidades de ninguna clase.
—Quisiera
detenerme unos minutos —dijo Eugenia.
—No, chica
—exclamó Nicolás.
Lali no
podía creer que tuviese una actitud tan ruda. Giró y vio que el esposo de Eugenia
enfatizaba la negativa moviendo la cabeza. El semblante dolorido de Eugenia
intranquilizó a Lali. Estaba por gritarle al esposo que se detuviesen para un
breve descanso cuando oyó una exclamación aguda.
Cuando se
volvió otra vez, vio al caballo de Eugenia detrás de ella, pero ella no estaba.
Todos se detuvieron, hasta Peter Lanzani.
Nicolás se
acercó a la novia mientras Lali y Peter desmontaban. La pobre Eugenia había
caído de espaldas en medio de un arbusto tupido. Mientras Lali se apeaba, Nicolás
hizo levantar a Eugenia con suavidad.
—¿Estás
lastimada, muchacha? —preguntó con voz preocupada.
Eugenia se
apartó el cabello de los ojos y respondió:
—Sólo un
poquito, milord.
Varias
hojas estaban pegadas al cabello de Eugenia y Nicolás se dedicó a quitárselas. Lali
observó el modo tierno en que la trataba y pensó que, a fin de cuentas, tenía
ciertas cualidades que lo redimían.
—¿Qué
demonios ha pasado? —preguntó Peter, a espaldas de Lali.
Lali saltó
al oírlo y luego giró y lo miró.
—Eugenia
se ha caído del caballo.
—¡Se ha
caído del caballo... ¡ —Peter parecía incrédulo.
—Es
inglesa, Peter, ¿recuerdas? —exclamó Nicolás.
—¿Qué
tiene que ver? —preguntó Lali. Pasó la mirada de uno a otro guerrero y vio que
trataban de ocultar las sonrisas.
—Podría
haberse roto el cuello —musitó Lali.
—Pero no
ha sido así —respondió Peter.
—Pero
podría habérselo roto —insistió Lali, furiosa por la actitud fría del hombre.
—Ya está
bien —afirmó Nicolás, atrayendo la atención de Lali—. ¿No es así, Eugenia?
—Estoy
bien —dijo Eugenia, ruborizándose por ser el centro de la atención.
—No está
bien —repuso Lali, girando hacia Peter.
Éste se le
acercó de una manera indecente mientras la muchacha no lo notaba, y Lali casi
chocó con él. Retrocedió un paso y tuvo que echar la cabeza hacia atrás para
poder mirarlo a los ojos.
—Eugenia
se ha caído porque... —Se interrumpió al ver una chispa dorada en los oscuros
ojos marrones. Eran subyugantes, así que Lali bajó la mirada al pecho de Peter
para poder dominar sus pensamientos.
—¿Por
qué...? —insistió Peter.
—Eugenia
está demasiado exhausta para seguir, milord. Necesita descansar. No está
acostumbrada a cabalgar distancias tan grandes.
—¿Y tú,
inglesa? ¿Estás acostumbrada?
Lali se
encogió de hombros.
—En este
momento no estamos hablando de mí. Eugenia es más importante. Sin duda, puedes
ver lo fatigada que está. Unos minutos no te perjudicarán.
Alzó la
vista, vio la expresión de Peter y se preguntó qué había dicho para provocar
una expresión tan feroz.
—Eugenia
es una dama delicada —explicó Lali, dirigiéndose al pecho de Peter.
—¿Tú no?
—Sí, por
supuesto que sí —tartamudeó Lali. El hombre torcía sus palabras—. Es muy poco
cortés de tu parte sugerir lo contrario.
Levantó la
vista otra vez y se topó con la sonrisa de Peter.
De pronto
comprendió que no trataba de ofenderla. Y de verdad le dirigía una sonrisa tan
tierna y sincera que Lali sintió como si tuviese el estómago lleno de azúcar.
La desbordó la alegría.
No supo
cómo reaccionar.
—Esposa,
¿siempre eres tan seria?
La
pregunta sonó como una caricia y tuvo el mismo efecto que si le hubiera
acariciado el corazón con la mano. Dios era testigo de que Lali reaccionaba de
manera extraña ante este bárbaro.
Llegó a la
conclusión de que estaba tan fatigada como Eugenia. Sin duda era por eso por lo
que Peter Lanzani comenzaba a atraerla. Se le había caído un mechón de pelo
sobre la frente, dándole el aspecto de un pilluelo. Eso era lamentable pues Lali
siempre tuvo inclinación por los pilluelos despreocupados y locuaces.
Sin medir
las consecuencias, Lali estiró la mano y acomodó el mechón en su lugar. No
quería que Peter pareciera un pilluelo. Quería que siguiera teniendo un aspecto
aterrador. Así, su corazón dejaría de palpitarle en los oídos y podría
recuperar el aliento.
Peter no
se movió cuando lo tocó, pero le gustó la sensación de la mano de Lali sobre la
frente. El gesto tierno lo sorprendió: quería que lo tocara otra vez.
—¿Por qué
lo haces? —preguntó con tono suave.
—Tu
cabello está demasiado largo —respondió Lali, sin atreverse a decir la verdad.
—No.
—Tienes
que cortártelo.
—¿Por qué?
—No puedo
confiar en un hombre que tiene el pelo casi tan largo como el mío —murmuró.
Hasta para
ella la explicación resultó absurda. Se sonrojó y frunció el entrecejo para
disimular su turbación.
—Te he
preguntado si siempre eres tan seria —le recordó Peter, sonriente.
—¿Sí?
¡Que el
Cielo la amparase; no podía concentrarse en la conversación! Claro que era
culpa de Peter, pues con esa sonrisa le borraba todo pensamiento.
—Sí.
Peter
disimuló lo divertido que se sentía, pues imaginó que la novia pensaría que
estaba burlándose de ella. Por alguna razón que no alcanzaba a entender, no
quería herir los tiernos sentimientos de Lali. “Es una reacción extraña”,
pensó, “pues nunca me han importado demasiado los sentimientos de las mujeres.”
Desde
luego que en ese momento le importaban, aunque se excusara recordando que, a
fin de cuentas, era inglesa y debía de ser más remilgada que una fuerte
muchacha de las Tierras Altas.
Lali se
retorcía las manos y Peter pensó que no se daba cuenta de ese gesto tan
significativo. Era una señal de temor, si bien Lali contradecía esa debilidad
mirándolo con valentía a los ojos. Los pómulos altos estaban teñidos de rubor. Peter
sabía que debía de estar tan agotada como su hermana. Ninguna mujer tenía
demasiadas energías. El paso que marcó Peter era riguroso pero necesario, pues
mientras estuviesen en suelo inglés, corrían peligro. Sin embargo, su flamante
novia no se quejó ni rogó que se detuvieran. Y eso lo complacía sobremanera. Victorio,
el segundo comandante de Peter, diría que la muchacha tenía garra. Viniendo de
un escocés, era un elogio importante hacia una mujer, y Lali acababa de ganarlo
por el solo hecho de enfrentarse a Peter.
Éste llegó
a la conclusión de que Victorio se reiría de él si pudiese verlo en ese
momento. Al advertir que estaba portándose como un simplón, se le disipó la
sonrisa. Hasta entonces, nunca había pasado tanto tiempo hablando con una
mujer. Y ahora miraba a su esposa como si jamás hubiese visto a una mujer
hermosa. ¡Diablos, hasta reaccionaba físicamente, podía sentir una erección!
Era hora
de alejarla de sus pensamientos.
—Estás
retorciéndote las manos —murmuró, mientras alargaba la mano para impedírselo.
—Pensaba
que era tu cuello —dijo Lali, reaccionando ante el súbito cambio de expresión
del hombre—. Sí, milord, estoy seria casi todo el tiempo —se apresuró a decir,
esperando hacerle olvidar el insulto—. Cuando me marcho de Inglaterra estoy muy
seria. Estoy abandonando mi querida tierra natal.
—Por la
misma razón, yo sonrío —dijo Peter.
En ese
instante no sonreía, pero Lali prefirió no hacérselo notar.
—¿Estás
feliz porque regresas a la patria?
—Porque
regresamos a la patria. —Otra vez, la voz resonaba con tonos de acero.
—Inglaterra
es mi patria.
—Lo era
—la corrigió, decidido a sacarla del error—. Ahora, Escocia es tu patria.
—¿Quieres
que le brinde mi lealtad a Escocia?
—¿Quiero,
preguntas? —dijo riendo—. No lo quiero, esposa. Lo ordeno. Serás leal a Escocia
y a mí.
Lali
comenzó a retorcerse las manos otra vez. Además, al hacer la pregunta había
alzado la voz, pero Peter decidió no enfadarse por esa actitud. Sabía que
necesitaba tiempo para reflexionar sobre la cuestión. Como era un hombre
paciente, resolvió darle una o dos horas para ponerse de acuerdo con él. Pensó
que se mostraba demasiado considerado, y que no debía permitir que ese
comportamiento se convirtiese en un hábito.
—A ver si
te entiendo —comenzó Lali—. ¿De verdad piensas que yo...?
—Es muy
simple, esposa. Si eres leal a Escocia, lo eres hacia mí. Cuando te hayas
acostumbrado, comprenderás que es lo correcto.
—¿Cuando
me haya qué? —La voz de Lali era sospechosamente suave.
—Cuando te
hayas acostumbrado —repitió Peter.
A Lali le
dolió la garganta por las ansias de gritarle a este individuo arrogante.
Entonces, recordó la sugerencia de Beak de no instigar el enfado del señor
hasta saber qué clase de reacción provocaría. “Mejor, seré cautelosa”, se dijo.
Todos sabían que los escoceses propinaban latigazos antes de pensarlo siquiera.
Todos ellos golpeaban a las esposas cada vez que querían.
—Lanzani,
las que se acostumbran son las ovejas. No es lo mismo.
—Lo es —la
contradijo el hombre con una sonrisa perezosa.
—No, no lo
es —le espetó Lali—. Tendrás que aceptar mi palabra al respecto.
—Inglesa,
¿acaso estás provocándome?
El tono
era lo bastante duro para amedrentarla, pero Peter estaba resuelto a hacerle
entender cuál era su lugar. Esperaba que Lali se encogiese... y le pidiera
perdón.
—Sí, estoy
provocándote —afirmó Lali con un vigoroso gesto de asentimiento, al ver que Peter
adoptaba una expresión incrédula.
¡Dios era
testigo que en ese momento Peter no sabía qué hacer con Lali! La voz y la
postura de la joven exudaban autoridad y ya no se retorcía las manos sino que
las tenía a los costados, formando puños. Peter supo que en realidad no tendría
que permitirle semejante insolencia: una esposa siempre debía estar de acuerdo
con el marido. Era obvio que Lali tampoco había oído hablar de este mandato
sagrado. ¡Si hasta se atrevía a hacerle frente como si fuesen iguales...!
Esa idea
le provocó risa; sin duda, la mujer era loca pero tenía garra.
—He estado
demasiado tiempo en Inglaterra, esposa —admitió—. De lo contrario, no toleraría
tus argumentos.
—¡Deja de
llamarme “esposa”! Tengo nombre. ¿No puedes decirme Lali?
—Es un
nombre muy extraño.
La joven
sintió deseos de estrangularlo.
—Es mi
nombre.
—Hallaremos
otro.
—No.
—¿Te
atreves a discutirme otra vez?
La
muchacha deseó ser tan grande como Peter, pues así no se atrevería a reírse de
ella. Lali hizo una honda aspiración.
—Dices que
mis argumentos son intolerables y, sin embargo, una vez que me haya
acostumbrado, como lo dijiste con tanta grosería, te librarás de la confusión y
verás que lo que afirmo es correcto.
—Lo dudo,
pues no tengo idea de a qué te refieres —repuso el hombre.
—Ahora me
ofendes.
—¿En
serio?
—Sí.
Peter se
encogió de hombros.
—Es mi
derecho, esposa.
Lali
comenzó a rezar una plegaria, pidiendo paciencia.
—Entiendo
—murmuró con voz ronca—. En ese caso, debo suponer que yo también tengo derecho
a insultarte.
—No es
así.
Lali se
rindió. Ese individuo era tan terco como ella misma.
—¿Hemos
cruzado la frontera?
Peter negó
con la cabeza.
—Estamos
sólo a un tiro de piedra.
—¿Por qué
sonríes?
—Por
anticipado.
Peter
comenzó a volverle la espalda, pero Lali lo detuvo con otra pregunta.
—De
verdad, detestas Inglaterra, ¿no? —dijo, sin poder ocultar el asombro.
La sola
idea de que alguien odiara su patria estaba más allá de su comprensión. Todos
amaban Inglaterra, hasta los poco avispados escoceses que se lanzaban troncos
unos a otros. ¡Pero si Inglaterra era la Roma de los tiempos modernos...! La
grandeza de su patria era indiscutible.
masssss
ResponderEliminarnove para descargar por favor!!.. y mas nove mas nove
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maaaaaaaaas novee
ResponderEliminarMas nove! Que hdp que son lo de las Tierras Altas si le pegan a las mujeres! -_- Pero igual supongo que Mariana y Eugenia lo van a hacer cambiar de opinion (: (o eso espero) Adoro esta nove!
ResponderEliminarmas nove mas nove!!!
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uuuh quiero mas no nos puedes dejar asi!!!
ResponderEliminarjajaja en serio espero el proximo :)
Besos
me encanta que lali le lleve la contraria a peter
ResponderEliminarya le va a derribar esa berrera q el pone
beso
apa q pareja mas explosiva jajaj a mi me gusta la idea del regalito yo te apoyo si!!!!
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