viernes, 11 de enero de 2013

Cap 11


Holiiii como andan?? q bien Titel q te pusiste al dia!! gracias a todas por pasar y leer,ahora hay un cambio de planes ya tenia elejida la proxima nove pero q tal si mejor la adapto y la subo completa pra descargar? asi como un regalito,¿quieren? y ya luego veo cual subo ya q tengo unas en mente pero ninguna leida o adaptada,bueno lo dejo a eleccion de ustedes.
Y ahora si las dejo con la nove!! gracias las quierooo



Capítulo 11

Peter Lanzani estaba de buen humor. Mantuvo la sonrisa y el paso lento hasta que por fin su esposa lo alcanzó. Tuvo ganas de reír, pues era evidente que esta novia ingenua había intentado provocarlo para hacerlo enfadar. Se demoró en seguirlo. Pero Lali ignoraba que él era un hombre paciente, en especial cuando se trataba de algo tan insignificante como una mujer. Le resultaba divertido que una simple mujer se atreviese a desafiarlo.
En cuanto la oyó acercarse, apretó el paso hasta que los dos caballos marcharon al trote. Lali lo seguía, tratando de no hacer caso del polvo que volaba hacia su rostro. Estaba decidida a mantener ese paso endemoniado sin exhalar una protesta. También esperaba que el marido mirara por encima del hombro y viese lo bien que se encontraba. Cuando lo hiciese, lo miraría con su expresión más serena, aunque le costara la vida.
Peter Lanzani no se volvió.
Pese a que Lali era diestra para cabalgar, no estaba habituada a la montura nueva y rígida. Se sentía más cómoda montando sin ella.
El trasero y los muslos de la muchacha recibían constantes sacudidas. La ruta hacia el norte, rocosa y mal cuidada, hacía que las sacudidas fuesen más dolorosas aún. El camino estaba atravesado por arbustos y tenía que apartar las ramas bajas al tiempo que controlaba a su cabalgadura. Cuando se convenció de que Peter ni siquiera advertía que ella iba detrás, se permitió hacer una mueca, y luego comenzó a regatear con el Hacedor, prometiendo ordenar veinte misas diarias seguidas y no perderse en ensoñaciones si permitía que ese marido endemoniado aminorase un poco la marcha.
Dios no estaba de humor para regateos. Esa fue la conclusión de Lali al ver que alcanzaban a Nicolás y Eugenia. De inmediato, Peter tomó la delantera sin acortar el paso ni una vez. Lali se mantuvo detrás de su esposo. Eugenia, con aspecto tan fatigado como una bota vieja, seguía atrás, y Nicolás iba en la retaguardia.
Lali sabía que iban a marchas forzadas por motivos de seguridad. Había oído historias acerca de bandas de criminales que hacían presa de las víctimas desprevenidas. Supuso que uno de los guerreros protegía a las mujeres de un posible ataque por el frente, mientras que el otro cubría la retaguardia por el mismo motivo. Si los bandidos intentaban separar a los cuatro, tendrían que pasar sobre Peter o Nicolás para apoderarse de las novias.
¡Oh, sí, comprendía bien las razones, pero estaba demasiado preocupada por Eugenia!
Habían cabalgado casi dos horas hasta que por fin la hermana se quebró. Lali estaba muy orgullosa de que Eugenia hubiese soportado tanto tiempo sin quejarse. Eugenia no tenía disposición para aguantar incomodidades de ninguna clase.
—Quisiera detenerme unos minutos —dijo Eugenia.
—No, chica —exclamó Nicolás.
Lali no podía creer que tuviese una actitud tan ruda. Giró y vio que el esposo de Eugenia enfatizaba la negativa moviendo la cabeza. El semblante dolorido de Eugenia intranquilizó a Lali. Estaba por gritarle al esposo que se detuviesen para un breve descanso cuando oyó una exclamación aguda.
Cuando se volvió otra vez, vio al caballo de Eugenia detrás de ella, pero ella no estaba. Todos se detuvieron, hasta Peter Lanzani.
Nicolás se acercó a la novia mientras Lali y Peter desmontaban. La pobre Eugenia había caído de espaldas en medio de un arbusto tupido. Mientras Lali se apeaba, Nicolás hizo levantar a Eugenia con suavidad.
—¿Estás lastimada, muchacha? —preguntó con voz preocupada.
Eugenia se apartó el cabello de los ojos y respondió:
—Sólo un poquito, milord.
Varias hojas estaban pegadas al cabello de Eugenia y Nicolás se dedicó a quitárselas. Lali observó el modo tierno en que la trataba y pensó que, a fin de cuentas, tenía ciertas cualidades que lo redimían.
—¿Qué demonios ha pasado? —preguntó Peter, a espaldas de Lali.
Lali saltó al oírlo y luego giró y lo miró.
—Eugenia se ha caído del caballo.
—¡Se ha caído del caballo... ¡ —Peter parecía incrédulo.
—Es inglesa, Peter, ¿recuerdas? —exclamó Nicolás.
—¿Qué tiene que ver? —preguntó Lali. Pasó la mirada de uno a otro guerrero y vio que trataban de ocultar las sonrisas.
—Podría haberse roto el cuello —musitó Lali.
—Pero no ha sido así —respondió Peter.
—Pero podría habérselo roto —insistió Lali, furiosa por la actitud fría del hombre.
—Ya está bien —afirmó Nicolás, atrayendo la atención de Lali—. ¿No es así, Eugenia?
—Estoy bien —dijo Eugenia, ruborizándose por ser el centro de la atención.
—No está bien —repuso Lali, girando hacia Peter.
Éste se le acercó de una manera indecente mientras la muchacha no lo notaba, y Lali casi chocó con él. Retrocedió un paso y tuvo que echar la cabeza hacia atrás para poder mirarlo a los ojos.
—Eugenia se ha caído porque... —Se interrumpió al ver una chispa dorada en los oscuros ojos marrones. Eran subyugantes, así que Lali bajó la mirada al pecho de Peter para poder dominar sus pensamientos.
—¿Por qué...? —insistió Peter.
—Eugenia está demasiado exhausta para seguir, milord. Necesita descansar. No está acostumbrada a cabalgar distancias tan grandes.
—¿Y tú, inglesa? ¿Estás acostumbrada?
Lali se encogió de hombros.
—En este momento no estamos hablando de mí. Eugenia es más importante. Sin duda, puedes ver lo fatigada que está. Unos minutos no te perjudicarán.
Alzó la vista, vio la expresión de Peter y se preguntó qué había dicho para provocar una expresión tan feroz.
—Eugenia es una dama delicada —explicó Lali, dirigiéndose al pecho de Peter.
—¿Tú no?
—Sí, por supuesto que sí —tartamudeó Lali. El hombre torcía sus palabras—. Es muy poco cortés de tu parte sugerir lo contrario.
Levantó la vista otra vez y se topó con la sonrisa de Peter.
De pronto comprendió que no trataba de ofenderla. Y de verdad le dirigía una sonrisa tan tierna y sincera que Lali sintió como si tuviese el estómago lleno de azúcar. La desbordó la alegría.
No supo cómo reaccionar.
—Esposa, ¿siempre eres tan seria?
La pregunta sonó como una caricia y tuvo el mismo efecto que si le hubiera acariciado el corazón con la mano. Dios era testigo de que Lali reaccionaba de manera extraña ante este bárbaro.
Llegó a la conclusión de que estaba tan fatigada como Eugenia. Sin duda era por eso por lo que Peter Lanzani comenzaba a atraerla. Se le había caído un mechón de pelo sobre la frente, dándole el aspecto de un pilluelo. Eso era lamentable pues Lali siempre tuvo inclinación por los pilluelos despreocupados y locuaces.
Sin medir las consecuencias, Lali estiró la mano y acomodó el mechón en su lugar. No quería que Peter pareciera un pilluelo. Quería que siguiera teniendo un aspecto aterrador. Así, su corazón dejaría de palpitarle en los oídos y podría recuperar el aliento.
Peter no se movió cuando lo tocó, pero le gustó la sensación de la mano de Lali sobre la frente. El gesto tierno lo sorprendió: quería que lo tocara otra vez.
—¿Por qué lo haces? —preguntó con tono suave.
—Tu cabello está demasiado largo —respondió Lali, sin atreverse a decir la verdad.
—No.

—Tienes que cortártelo.
—¿Por qué?
—No puedo confiar en un hombre que tiene el pelo casi tan largo como el mío —murmuró.
Hasta para ella la explicación resultó absurda. Se sonrojó y frunció el entrecejo para disimular su turbación.
—Te he preguntado si siempre eres tan seria —le recordó Peter, sonriente.
—¿Sí?
¡Que el Cielo la amparase; no podía concentrarse en la conversación! Claro que era culpa de Peter, pues con esa sonrisa le borraba todo pensamiento.
—Sí.
Peter disimuló lo divertido que se sentía, pues imaginó que la novia pensaría que estaba burlándose de ella. Por alguna razón que no alcanzaba a entender, no quería herir los tiernos sentimientos de Lali. “Es una reacción extraña”, pensó, “pues nunca me han importado demasiado los sentimientos de las mujeres.”
Desde luego que en ese momento le importaban, aunque se excusara recordando que, a fin de cuentas, era inglesa y debía de ser más remilgada que una fuerte muchacha de las Tierras Altas.
Lali se retorcía las manos y Peter pensó que no se daba cuenta de ese gesto tan significativo. Era una señal de temor, si bien Lali contradecía esa debilidad mirándolo con valentía a los ojos. Los pómulos altos estaban teñidos de rubor. Peter sabía que debía de estar tan agotada como su hermana. Ninguna mujer tenía demasiadas energías. El paso que marcó Peter era riguroso pero necesario, pues mientras estuviesen en suelo inglés, corrían peligro. Sin embargo, su flamante novia no se quejó ni rogó que se detuvieran. Y eso lo complacía sobremanera. Victorio, el segundo comandante de Peter, diría que la muchacha tenía garra. Viniendo de un escocés, era un elogio importante hacia una mujer, y Lali acababa de ganarlo por el solo hecho de enfrentarse a Peter.
Éste llegó a la conclusión de que Victorio se reiría de él si pudiese verlo en ese momento. Al advertir que estaba portándose como un simplón, se le disipó la sonrisa. Hasta entonces, nunca había pasado tanto tiempo hablando con una mujer. Y ahora miraba a su esposa como si jamás hubiese visto a una mujer hermosa. ¡Diablos, hasta reaccionaba físicamente, podía sentir una erección!
Era hora de alejarla de sus pensamientos.
—Estás retorciéndote las manos —murmuró, mientras alargaba la mano para impedírselo.
—Pensaba que era tu cuello —dijo Lali, reaccionando ante el súbito cambio de expresión del hombre—. Sí, milord, estoy seria casi todo el tiempo —se apresuró a decir, esperando hacerle olvidar el insulto—. Cuando me marcho de Inglaterra estoy muy seria. Estoy abandonando mi querida tierra natal.
—Por la misma razón, yo sonrío —dijo Peter.
En ese instante no sonreía, pero Lali prefirió no hacérselo notar.
—¿Estás feliz porque regresas a la patria?
—Porque regresamos a la patria. —Otra vez, la voz resonaba con tonos de acero.
—Inglaterra es mi patria.
—Lo era —la corrigió, decidido a sacarla del error—. Ahora, Escocia es tu patria.
—¿Quieres que le brinde mi lealtad a Escocia?
—¿Quiero, preguntas? —dijo riendo—. No lo quiero, esposa. Lo ordeno. Serás leal a Escocia y a mí.
Lali comenzó a retorcerse las manos otra vez. Además, al hacer la pregunta había alzado la voz, pero Peter decidió no enfadarse por esa actitud. Sabía que necesitaba tiempo para reflexionar sobre la cuestión. Como era un hombre paciente, resolvió darle una o dos horas para ponerse de acuerdo con él. Pensó que se mostraba demasiado considerado, y que no debía permitir que ese comportamiento se convirtiese en un hábito.
—A ver si te entiendo —comenzó Lali—. ¿De verdad piensas que yo...?
—Es muy simple, esposa. Si eres leal a Escocia, lo eres hacia mí. Cuando te hayas acostumbrado, comprenderás que es lo correcto.
—¿Cuando me haya qué? —La voz de Lali era sospechosamente suave.
—Cuando te hayas acostumbrado —repitió Peter.
A Lali le dolió la garganta por las ansias de gritarle a este individuo arrogante. Entonces, recordó la sugerencia de Beak de no instigar el enfado del señor hasta saber qué clase de reacción provocaría. “Mejor, seré cautelosa”, se dijo. Todos sabían que los escoceses propinaban latigazos antes de pensarlo siquiera. Todos ellos golpeaban a las esposas cada vez que querían.
—Lanzani, las que se acostumbran son las ovejas. No es lo mismo.
—Lo es —la contradijo el hombre con una sonrisa perezosa.
—No, no lo es —le espetó Lali—. Tendrás que aceptar mi palabra al respecto.
—Inglesa, ¿acaso estás provocándome?
El tono era lo bastante duro para amedrentarla, pero Peter estaba resuelto a hacerle entender cuál era su lugar. Esperaba que Lali se encogiese... y le pidiera perdón.
—Sí, estoy provocándote —afirmó Lali con un vigoroso gesto de asentimiento, al ver que Peter adoptaba una expresión incrédula.
¡Dios era testigo que en ese momento Peter no sabía qué hacer con Lali! La voz y la postura de la joven exudaban autoridad y ya no se retorcía las manos sino que las tenía a los costados, formando puños. Peter supo que en realidad no tendría que permitirle semejante insolencia: una esposa siempre debía estar de acuerdo con el marido. Era obvio que Lali tampoco había oído hablar de este mandato sagrado. ¡Si hasta se atrevía a hacerle frente como si fuesen iguales...!
Esa idea le provocó risa; sin duda, la mujer era loca pero tenía garra.
—He estado demasiado tiempo en Inglaterra, esposa —admitió—. De lo contrario, no toleraría tus argumentos.
—¡Deja de llamarme “esposa”! Tengo nombre. ¿No puedes decirme Lali?
—Es un nombre muy extraño.
La joven sintió deseos de estrangularlo.
—Es mi nombre.
—Hallaremos otro.
—No.
—¿Te atreves a discutirme otra vez?
La muchacha deseó ser tan grande como Peter, pues así no se atrevería a reírse de ella. Lali hizo una honda aspiración.
—Dices que mis argumentos son intolerables y, sin embargo, una vez que me haya acostumbrado, como lo dijiste con tanta grosería, te librarás de la confusión y verás que lo que afirmo es correcto.
—Lo dudo, pues no tengo idea de a qué te refieres —repuso el hombre.
—Ahora me ofendes.
—¿En serio?
—Sí.
Peter se encogió de hombros.
—Es mi derecho, esposa.
Lali comenzó a rezar una plegaria, pidiendo paciencia.
—Entiendo —murmuró con voz ronca—. En ese caso, debo suponer que yo también tengo derecho a insultarte.
—No es así.
Lali se rindió. Ese individuo era tan terco como ella misma.
—¿Hemos cruzado la frontera?
Peter negó con la cabeza.
—Estamos sólo a un tiro de piedra.
—¿Por qué sonríes?
—Por anticipado.
Peter comenzó a volverle la espalda, pero Lali lo detuvo con otra pregunta.
—De verdad, detestas Inglaterra, ¿no? —dijo, sin poder ocultar el asombro.
La sola idea de que alguien odiara su patria estaba más allá de su comprensión. Todos amaban Inglaterra, hasta los poco avispados escoceses que se lanzaban troncos unos a otros. ¡Pero si Inglaterra era la Roma de los tiempos modernos...! La grandeza de su patria era indiscutible.


10 comentarios:

  1. nove para descargar por favor!!.. y mas nove mas nove
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  2. Mas nove! Que hdp que son lo de las Tierras Altas si le pegan a las mujeres! -_- Pero igual supongo que Mariana y Eugenia lo van a hacer cambiar de opinion (: (o eso espero) Adoro esta nove!

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  6. uuuh quiero mas no nos puedes dejar asi!!!
    jajaja en serio espero el proximo :)
    Besos

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  7. me encanta que lali le lleve la contraria a peter
    ya le va a derribar esa berrera q el pone
    beso

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  8. apa q pareja mas explosiva jajaj a mi me gusta la idea del regalito yo te apoyo si!!!!

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