lunes, 14 de enero de 2013

Cap 13


Holiii mis amores!! bueno esta nove es mas larga asiq haber si nos apuramos porque esto no va conmigo jaja les aviso la otra nove la estoy adaptando y me encanta!! pasa que es tambien larga tengo que ver bien y dividir los cap para subirla o subirla completa,no se que prefieren,que tal si hacemos estos dias maraton para terminar esta rapido? quierennn? si es asi seguimos con la otra y adapto una que tengo para descargarla!! no se q diran? buenoooo espero respuestasss bss


Capitulo 13
No parecía asustada, más bien furiosa. Peter quedó tan sorprendido por el coraje de la esposa que estuvo a punto de sonreír.
—Tráigame uno de esos magníficos caballos —ordenó el villano—. Cuando me sienta a salvo y esté seguro de que no irá tras de mí, soltaré a su dama.
Peter movió la cabeza.
—No.
—¿Cómo dice?
—He dicho que no —respondió Peter, con voz tan serena como una brisa suave—. Puede quedarse con la chica, pero no con el caballo.
Lali lanzó una exclamación ahogada.
—¡Calla la boca, perra! —murmuró el enemigo. Apretó la hoja del cuchillo sobre la garganta sin dejar de mirar a Peter—. ¡Quiero las dos cosas, maldito sea su pellejo!
Peter volvió a negar con la cabeza.
—Si quiere, llévese a la mujer, pero el caballo no.
—¡He dicho que quiero los dos! —La voz del sujeto sonaba como el chillido de un pájaro atrapado.
—No.
—Dale las dos cosas, Peter —intervino Nicolás—. Puedes reemplazar a ambos con toda facilidad.
Lali no pudo creer lo que oía y sintió ansias de llorar.
—¿Peter? —murmuró en tono angustiado—. ¡No hablarás en serio!
—¡He dicho que cierres la boca! —repitió el villano, dándole otro cruel tirón para enfatizar la orden.
En venganza, Lali incrustó el pie en el del hombre.
—Nicolás, trae el caballo de Lali —ordenó Peter—. Ya.
—Que la otra mujer vaya a buscarlo —gritó el bandido.
Nicolás no le hizo caso y se acercó a Fuego Fatuo.
Lali no podía creer lo que estaba sucediéndole. Podía jurar que oía silbar a Nicolás. Sabía que los escoceses detestaban a los ingleses, pero este comportamiento espantoso eran sencillamente inconcebible. Desesperada, trató de que el temor no la dominara, pero Peter no se lo hacía fácil. Le lanzó una breve mirada y luego la ignoró. “¡Que Dios me ampare!”, pensó, “incluso pareció aburrido... hasta que el atacante le pidió el caballo”. En ese momento, Peter ya no pareció aburrido... ¡sino furioso!
A fin de cuentas, Cholie tenía razón. Los escoceses apreciaban más los caballos que a las mujeres. Si hubiese tenido algo en el estómago, sin duda a esas alturas lo habría arrojado. El miserable que la apretaba de un modo tan indecente olía como un orinal olvidado. Cada vez que Lali tomaba aliento, le daban náuseas.
—Ponga al caballo entre el hombre y yo —ordenó el bandido.
Peter aguardaba una oportunidad. Cuando Nicolás se acercó, le arrebató las riendas y empujó a Fuego Fatuo tan cerca del enemigo como pudo.
Lo que sucedió a continuación sobresaltó de tal modo a Lali que no tuvo tiempo de reaccionar. De pronto, sintió que volaba por el aire como un disco. Oyó que el villano lanzaba un grito de agonía y, al mismo tiempo, Nicolás la tomaba entre los brazos. Lali giró y, en ese mismo instante, vio que Peter le clavaba al enemigo su propia daga en el cuello.
Entonces, la joven vomitó dos veces y Nicolás se apresuró a dejarla sobre el suelo. Eugenia atravesó corriendo el claro y se precipitó sobre su hermana. El peligro había terminado, pero Eugenia seguía gritando hasta quedar sin aliento.
Lali cerró los ojos y se concentró en tratar de aquietar el tumulto de su corazón. Eugenia la apretaba con tanta fuerza que no la dejaba respirar. De súbito, Lali comenzó a temblar como una hoja en la tormenta y sintió las piernas frágiles como ramitas.
—Ya puedes abrir los ojos —le ordenó Peter.
Al hacerlo, Lali vio a su esposo casi pegado a ella. Los ojos de Peter ya no parecían tan helados. A decir verdad, Lali pensó que estaba a punto de sonreír y eso la dejó perpleja. Acababa de verlo matar con facilidad, de una manera brutal, casi negligente... ¡y ahora parecía a punto de sonreír! Lali no supo si quería huir de Peter o quedarse y estrangularlo.
Mientras observaba al esposo, oyó que Nicolás le ordenaba a Eugenia que se acercase a él y sintió que las manos de la hermana la soltaban. Lali no tenía fuerzas para ayudar a la hermana en ese momento, pero se preguntó por qué Nicolás parecía tan furioso con Eugenia, y Peter tan alegre.
Lali no advirtió que tenía las manos apretadas, pero Peter sí.
—Todo ha terminado —le dijo en tono suave.
Lali miró al hombre que Peter acababa de matar, y de inmediato comenzó a temblar.
Peter se interpuso para interceptarle la visión. Alzó la daga de Lali con intención de devolvérsela, pero interrumpió el movimiento al ver lo desasosegada que estaba. Reaccionaba como si el puñal estuviese poseído por los demonios.
—Esto te pertenece, ¿no es así? —preguntó Peter, perplejo por la expresión aterrada de Lali.
La joven dio un paso a un lado y contempló otra vez al hombre muerto, mirando el agujero por donde había penetrado el puñal.
Peter se interpuso otra vez. Lali comenzó a retroceder, alejándose de él.
—No quiero más esa daga. Arrójala. Tengo otra en mi bolsa de viaje.
—Está muerto, esposa —afirmó Peter, tratando de razonar con ella—. No es necesario que sigas mirándolo. Ya no puede hacerte daño.
—Sí, está muerto —exclamó Lali con gesto vehemente—. Peter, me lanzaste por el aire, como a un...
Peter asintió otra vez.
—Lo has matado con tanta facilidad... ¡yo nunca he vis...!
Al ver que no terminaba la frase, Peter suspiró.
—Me alegro de que lo hayas notado —dijo.
La muchacha le dirigió una mirada incrédula y siguió retrocediendo, alejándose de Peter.
—¿Te alegras...? Esposo, ¿piensas que estoy elogiándote? —Se interrumpió, hizo una aspiración profunda para aliviar el dolor en la garganta, y miró el arma que Peter tenía en la mano—. Arrójala, por favor. No quiero verla.
—¿La vista de la sangre te perturba? —preguntó Peter. La conducta de la mujer lo confundía. Unos momentos antes, luchando con el hombre que la atrapó, se había comportado como una tigresa, y ahora parecía una niña asustada.
Peter hizo un nuevo intento de tranquilizarla y arrojó la daga sobre el hombro. Si Lali no hubiera estado tan angustiada, Peter habría reído.
—Sí... quiero decir, no —barbotó de pronto Lali.
—¿No, qué cosa? —preguntó Peter.
—Me has preguntado si me perturba ver sangre —explicó Lali precipitadamente—. Y yo te he respondido.
—¿Eso has hecho?
De modo automático, Lali se pasó los dedos por el cabello, desordenándolo más aún, y murmuró:
—Esta sangre me enferma.
Luego, lanzó un suspiro forzado. Pensó decirle que estaba acostumbrada a ver sangre, que era curadora y que quizás hubiese visto bastante sangre para enrojecer un río, pero le pareció un esfuerzo desmesurado tratar de explicárselo. “Aún estoy reaccionando ante la terrible prueba que acabo de sufrir”, se dijo, “y a la fuerza increíble de mi marido.”
Además, trataba de aceptar el doloroso hecho de que Peter había estado muy dispuesto a entregarla. En realidad, el caballo era más importante para él que la misma Lali. Pensó que tendría pesadillas durante un mes.
De súbito, Peter se acercó y la abrazó.
—Si retrocedes un paso más, te caerás sobre el montón.
Lali lanzó una mirada por encima del hombro, vio los cadáveres y sintió que se le aflojaban las rodillas. Si Peter no la hubiese sostenido, se habría caído.

Pero aun en ese estado de conmoción, no dejó de percibir la suavidad con que Peter la trataba. Era una contradicción, teniendo en cuenta que era un hombre tan corpulento. Parecía imposible que una persona de ese tamaño fuese tan gentil. Y también, que hubiera liquidado a cuatro hombres armados sin mostrar la menor señal de fatiga. ¡Si ni siquiera había sudado!
—¿Lo dijiste en serio, Peter? —susurró Lali.
—¿Qué cosa?
Como no respondió lo bastante rápido para el gusto de Peter, éste le alzó la barbilla para poder verle la expresión.
—¿Dije en serio qué, esposa?
—Cuando le dijiste a ese individuo espantoso que podía quedarse conmigo, pero no con el caballo —le aclaró—. ¿Acaso era eso lo que querías decir?
—No.
De inmediato, Lali se relajó sobre él.
—¿Por qué dio la impresión de que lo decías en serio?
Peter la escuchó, aunque Lali lo dijo en un susurro casi inaudible. Le costó creer que semejante cosa la afligiese. ¿Entregarla? ¡Jamás!
—Quería hacerle creer que controlaba la situación, muchacha.
—La controlaba, Peter —repuso Lali—. Era él que tenía el cuchillo.
—Ah, ya entiendo —dijo Peter en tono más alegre—. En ese caso, también los hombres que me rodeaban controlaban la situación.
—Bueno, no —murmuró Lali—. Lo que quise decir es que ellos tenían armas, pero tú fuiste el que... se hizo cargo. —Antes de que Peter pudiese responder al comentario, Lali agregó—: Fue un truco, ¿verdad? Le mentiste.
—En efecto.
Lali exhaló otro suspiro, y los estremecimientos le recordaron cuánto se había asustado. Al instante se apartó de Peter. Lali estaba furiosa otra vez. Despedía fuego por los ojos. Peter no entendió por qué estaba enfadada en ese momento. Esta mujer era un verdadero enigma para él.
Sin hacer caso de la orden de Lali de soltarla, Peter le rodeó los hombros con el brazo, la alzó contra su costado y la llevó donde estaba Nicolás con los caballos ya reunidos.
Cuando la depositó sobre el lomo de Fuego Fatuo, Lali no pronunció una palabra de agradecimiento. Mantuvo la mirada baja hasta que Peter le entregó las riendas. Las manos de Peter la rozaron, sobresaltándola, y apartó las propias con brusquedad.
—Mírame.
Esperó hasta que lo obedeciera antes de volver a hablar.
—Esposa, me has demostrado lo valiente que eres. Estoy muy complacido contigo.
Sorprendida, Lali abrió los ojos. Peter sonrió. Acababa de descubrir el modo más sencillo de apaciguarla: las alabanzas. ¿Acaso no era verdad que a todas las mujeres les agradaba que sus esposos las elogiaran de vez en cuando? Peter se hizo el propósito de recordarlo y emplearlo en el futuro.
—Tal vez tú estés complacido conmigo, esposo, pero desde luego que yo no estoy satisfecha contigo... ¡escocés arrogante!
Peter quedó tan asombrado por el tono airado de Lali como por la réplica.
—¿Te interesa mi aprobación?
Lali no le respondió, pero su semblante colérico le demostró a Peter que la había juzgado mal: no era una mujer para, dejarse halagar. Peter asintió satisfecho.
—Dime por qué estabas tan asustada.
Lali movió la cabeza y se miró las manos mientras Peter observaba el semblante enfurruñado de su esposa.
—Te he hecho una pregunta —insistió el hombre.
—¿Es otro mandato que rige en las Tierras Altas?
—Así es —respondió Peter, sonriente.
—¿Por qué será que en el resto del mundo sólo es necesario obedecer diez mandamientos para ir al Cielo, mientras que vosotros, los escoceses, tenéis tantos? ¿Crees que será por que sois grandes pecadores?
—Cuando recuperas el valor, te vengas, ¿no es así? —dijo Peter.
—¿Valor?
—No importa.
Peter le sonrió para demostrarle lo complacido que estaba, pero Lali pensó que estaba loco.
—Peter, ahora quisiera ponerme en camino.
—No nos marcharemos hasta que me digas por qué estabas tan asustada.
—Preocupada, Peter. Estaba preocupada.
—Está bien, estabas preocupada —accedió Peter.
—¿Quieres saber la verdad? —preguntó la joven.
—La verdad.
—Cuando estabas peleando... bueno, hubo un momento en que me mirabas y yo pensé que nunca tendría que hacerte enfadar, porque no podría defenderme frente a tu fuerza superior.
Peter tuvo que inclinarse para poder escuchar la explicación. Lali parecía muy abatida, y el esposo contuvo la risa.
—Será difícil para mí, Peter —prosiguió Lali—. Sé que esto tal vez te sorprenda, pero pienso que habrá ocasiones en que te irritaré.
—No me sorprende en absoluto.
—¿Por qué no? —preguntó Lali con aire enfurruñado.
—En este momento estás irritándome. Lali, jamás te haré daño.
La muchacha lo miró largo rato a los ojos.
—¿Aunque te domine la furia? Peter, los escoceses tenéis un carácter feroz: sin duda tendrás que admitirlo.
—Nunca perderé el control contigo, te doy mi palabra.
—¿Y si lo pierdes? —insistió.
—Aun así, no te lastimaré.
Por fin, Lali le creyó y dejó de apartarle las manos.
—He oído decir que todos los escoceses golpean a sus esposas.
—Yo he oído lo mismo respecto de los ingleses.
—Algunos lo hacen, otros no.
—Yo no.
Lali hizo un gesto afirmativo.
—¿No?
Peter negó con la cabeza. Estaba convencido de que Lali se sentía segura con él.
—Cuando nos conocimos, vi el temor en tu expresión. Aunque creo que es bueno que una esposa abrigue cierto temor hacia su esposo, ese miedo irracional que vi...
—Perdóname la grosería de interrumpirte, pero no puedo dejar de decirte que no es bueno que una esposa le tema al marido. Claro que yo estaba preocupada, no afligida, pero muchas mujeres tendrían miedo de ti. No obstante, yo estoy hecha de una fibra más fuerte.
—¿Por qué?
—¿Por qué, qué? —preguntó Lali, perpleja por el modo en que Peter le sonreía y por la manera en que su propio corazón reaccionaba ante esa sonrisa endemoniada.
—¿Por qué muchas mujeres me temerían?
Lali tuvo que apartar la mirada de esos ojos hermosos para poder responder con coherencia.
—Porque eres un hombre... muy grande. A decir verdad, eres el guerrero más inmenso que he visto.
—¿Acaso has visto a otros? —le preguntó Peter, disimulando la exasperación.
Lali se puso ceñuda y luego sacudió la cabeza.

—En realidad, no.
—De modo que es mi tamaño lo que te... preocupa.
—Además, eres tan fuerte como toda una legión de soldados, Peter, y acabas de matar a cuatro hombres —agregó—. No creo que lo hayas olvidado.
—Sólo a uno.
—¿A uno qué? —preguntó Lali, distraída por las chispas que brillaban en los ojos del hombre. Tenía la sospecha de que Peter quería burlarse de ella.
—Sólo he matado a un hombre —aclaró—. El que se atrevió a tocarte. Los demás no están muertos sino desmayados. ¿Quieres que los mate a todos? —preguntó, con aire complaciente.
—¡No, por Dios! —le aseguró Lali—. ¿Y qué me dices del hombre al que golpeó Nicolás cuando intentó hacerle daño a Eugenia?
—Tendrás que preguntárselo a él.
—No quiero preguntarle nada.
—Esos canallas también quisieron hacerte daño a ti, Lali.
—Eugenia es más importante.
—¿De verdad crees semejante absurdo?
—Peter, siempre fue mi deber proteger a mis hermanas.
—¿Por qué no me preguntas por el hombre que heriste con el puñal? —preguntó Peter—. Tuviste buena puntería, esposa —agregó, con la intención de brindarle otro elogio—. Lo mataste...
—No quiero hablar de eso —exclamó la joven, dejando caer las riendas de Fuego Fatuo.
“¿Ahora qué he dicho?”, se preguntó Peter. La pequeña y dulce esposa parecía a punto de desmayarse. Esa mujer era un misterio para él. Peter sacudió la cabeza. Al parecer, Lali tenía aversión hacia el crimen. Por cierto, era otro defecto del carácter de la muchacha que, al mismo tiempo, Peter admitía que le agradaba.
Si se lo permitía, esta mujer lo haría ablandarse en todas sus actitudes. Tendría que acostumbrarse a la muerte, pues ese era el modo de vida en la desolada tierra de las Tierras Altas. Sólo sobrevivían los más fuertes. “Tendré que endurecerla”, pensó Peter, “pues de lo contrario no podrá soportar el primer invierno duro.”
—De acuerdo, esposa —afirmó Peter—. No hablaremos de ello.
Los hombros de Lali se aflojaron. Peter advirtió que no estaba muy firme sobre la montura y le pasó un brazo por la cintura.
—Lo que hice, fue en defensa propia —le dijo Lali—. Sin duda, Dios entenderá por qué herí a ese sujeto repugnante. Estaba en juego la vida de Eugenia.
—Sí —concedió Peter—. Lo heriste.
—Por otra parte, el padre Charles jamás lo entendería. Peter, si llegara a enterarse, me obligaría a vestir de negro el resto de mi vida.
—¿Te refieres al sacerdote que nos casó? —preguntó Peter, otra vez perplejo.
Lali asintió.
—Te preocupan las cosas más extrañas —señaló Peter—. A mi modo de ver, es un defecto de tu carácter.
—¿Eso te parece? Entonces, confiésate con el padre Charles y después repíteme que me preocupo por nada. Ese hombre tiene mucha imaginación para las penitencias.
Peter comenzó a reírse. Alzó a Lali en brazos y se dirigió hacia su propia cabalgadura. Lali le rodeó el cuello con los brazos.
—¿Qué estás haciendo?
—Cabalgarás conmigo.
—¿Qué?
El suspiro de Peter fue tan fuerte que casi agitó el cabello de Lali.
—¿Piensas cuestionar cada cosa que yo haga o diga?
Lali echó la cabeza atrás para poder mirarle el rostro y Peter se detuvo de inmediato. El brillo de los ojos de la muchacha y la sonrisa dulce y lenta, inquietaron al hombre.
—¿Te enfadarás si lo hago?
—¿Qué cosa?
—Cuestionarte.
—No, nunca me enfadaré contigo.
La sonrisa de Lali encantó a Peter.
—Estoy casada con un hombre sorprendente —dijo—. Nunca te enfadas ni pierdes la calma.
—Inglesa, ¿tienes la audacia de provocarme?
La atención de Peter estaba concentrada en la boca de la muchacha. Deseó atrapar el labio inferior de Lali entre los dientes, hundir la lengua dentro de esa boca, saborear esa dulce miel que ahora le pertenecía. Los dedos de Lali le acariciaban la nuca, no sabía si de manera intencional o no, y los senos suaves y plenos se apretaban contra el pecho de Peter.
“Un hombre no puede soportar tanta provocación”, se dijo. Inclinó lentamente la cabeza hacia ella y Lali le salió al encuentro.
La boca de Lali era tan suave como la recordaba, igual de incitante. Fue un beso tierno, despojado de exigencias, demasiado breve y frustrante... en opinión de Peter. Lali no abrió la boca, y se apartó en el instante en que Peter iba a invadirla.
Pareció en extremo complacida consigo misma y Peter no le dejó ver lo frustrado que se sentía. Si bien era valiente y bella, no sabía besar. Claro que, a su debido tiempo, Peter tendría el deber de enseñárselo, y sonrió con anticipación.
—Gracias, Peter.
—¿Por qué me das las gracias? —preguntó.
La dejó sobre la montura y luego se montó detrás de ella con un movimiento rápido. El trasero de Lali se situó en la unión de los muslos de Peter y se movió para acomodarse. Peter reaccionó con una mueca. Le rodeó la cintura con el brazo, la alzó sobre su propio regazo y la apretó contra sí.
—¿Y bien? —preguntó Peter, al ver que Lali tardaba en responderle.
—Te agradezco tu consideración.
El hombre interpretó mal la respuesta.
—Es evidente que no has cabalgado mucho —dijo—. Cuando estemos establecidos, te enseñaré a hacerlo correctamente.
Lali no se molestó en corregirlo. Si quería creer que no había sido educada, dejaría que lo creyese. De cualquier modo, no creería que era diestra, ni tampoco que lo que la molestaba era la montura nueva. Si admitía que le gustaba cabalgar a pelo, como lo hacían algunos guerreros, Peter llegaría a la conclusión de que no era de verdad una dama. Dejaría que pensara lo que quisiese. “Beak tenía razón”, pensó Lali. Peter era muy paciente con ella. Si no pensara que necesitaba ayuda, no la tendría sobre el regazo como lo hacía. Lali sonrió para sí y se apoyó en su esposo. Era agradable ser mimada. Se prometió que, llegado el momento, lo sacaría del error. Pero por ahora lo dejaría que se hiciera cargo.
“Las esposas son una molestia”, se dijo Peter, “pero esta... tiene un aroma tan femenino, la siento tan suave, tan a gusto entre mis brazos.” Seguía intentando apartarle las manos de los costados de sus pechos. La timidez de Lali hizo sonreír a Peter, seguro de que cuando se hubiese acostado con ella ese apuro acabaría. Esa noche la tomaría, la haría suya; esa noche, Lali se entregaría a él.
“Por ser escocés, sin duda tiene un aroma muy atrayente”, pensó Lali, sonriendo ante esa tonta confesión íntima.
En el transcurso de un breve día había pasado de odiarlo a gustarle, casi. ¡Dios era testigo de que con él se sentía segura! Si los sentimientos de Lali seguían ese curso tan irracional, dejaría que volviese a besarla…, en uno o dos días. Y si demostraba ser todo lo que ella deseaba de un esposo... bueno, tal vez después de un cortejo prolongado y satisfactorio podría acostarse con él.
Era una bendición que Peter fuese tan paciente. Lali le explicaría los motivos de su reticencia, y Peter estaría de acuerdo con sus términos.
Y eso era todo.

17 comentarios:

  1. Ahh me encanta esta nove, si quiero una maraton en estos días quiero saber como termina la historia! (:

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  2. Siiii me gusta todo lo que dijiste de la maratn y todo

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  3. uhhh veo problemas jajajjaa creo q al final si perdera la paciencia por mi si puedes hacer maraton esta semana estoy desocupada y en cuanto a lo otro no se por mi tu sabes q como te salga mejor yo leo por aqui o si la pones a descargar

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  10. Si que lindo las cosas ya se estan poniendo mejor entre ellos!! Aunque si ya veo q habra una pelea sobre eso de la primera noche juntos! jajajja
    Te juro que nose decidirme sobre lo de las novelas! jajaaja la que quieres poner para descargar la pones para descargar y publicas la otra! y sobre la maraton CLARO que la quiero :))
    Besos y maaaaassssss!!!

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  11. Hola! ¿Queres saber todo lo que va a pasar en Solamente vos?¿Queres enterarte de todo a tiempo, tener los capitulos, sintesis, noticias actualizadas y contenido confiable sobre la nueva novela de El Trece? Entonces entrá a -----> http://solamente-vos.blogspot.com.ar/ Y NO TE PIERDAS NADA DE SOLAMENTE VOS

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  12. Peter no va a aguantar tanto como lali piensa!! Más!!

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  13. hace maraton,me re enganche con la novela!

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