Hola! aca dejo el cap,esq anoche no me sentia muy bien para subir.
Ahora a la q me dijo q despareci,pues no jaja estoy bien por ahi ando medio enferma de un ojo(razon por la cual no subo seguido)y quien eres?? jaja chicas si firman como anonimos identifiquensen! para saber quien es quien jaja
Bueno y a la q me hablo de lo de Atrapada en su chanteje,buscame en mi twitter(@Angie_232alma) o en mi face (Angie Muñoz Lanzani) y hablamos dale!:)
Bueno a leer!!
Capitulo
24
Llegaron a
la abertura en el muro. Lali y su hermana se sentaron sobre un cerco bajo de
piedra.
—Muy bien,
Eugenia, dime qué sucedió —le dijo Lali—. Aquí estamos solas.
—Es
vergonzoso —le advirtió Eugenia—. Pero tú eres la única con quien me atrevo a
hablar, hermana.
—¿Si?—la
animó Lali.
—Nicolás
no me exigió que me entregase a él.
La frase
cayó en el vacío. Lali esperaba que Eugenia dijese algo más, y Eugenia, la
reacción de su hermana.
—¿Te dio
alguna razón?
—Sí
—respondió Eugenia—. Y al principio pensé que lo hacía por consideración. Dijo
que me daría tiempo para conocerlo.
—Eso fue
considerado de parte de Nicolás —admitió Lali, y frunció el entrecejo pensando
por qué Peter no se comportó del mismo modo con ella. Pero recordó que Peter no
tenía compasión hacia nadie.
Eugenia
rompió a llorar otra vez.
—Como te
he dicho, así lo pensé yo. Pero luego me dijo que se sentía muy disgustado
conmigo porque yo te obligué a protegerme cuando esos hombres nos atacaron. En
realidad, Nicolás piensa que yo tendría que haberte protegido a ti.
—¿Por qué?
—Porque tú
eres la menor.
—¿Acaso le
explicaste que yo poseo mejor entrenamiento en las destrezas...?
—Intenté
hacerlo, pero no quiso escucharme. Y entonces, volvió a insultarme. Admito que
le dije algunas cosas desagradables. Sin embargo...
—¿Qué te
dijo?
—Me dijo
que quizá yo fuera tan fría como un pez, Lali, que todas las inglesas lo somos.
—¡Oh, Eugenia,
qué cosa tan hiriente para decirle a una novia flamante!
—Eso no es
lo peor, Lali —musitó Eugenia—. Cuando llegamos al hogar de Nicolás, estaba
esperándolo una mujer gorda y fea. De inmediato, se arrojó en los brazos de Nicolás,
y él no la rechazó. ¿Qué te parece?
—Tienes
razón, hermana.
—¿Razón?
—Has hecho
que lo odiara.
—Te lo
dije —afirmó Eugenia—. ¿Y bien? ¿Qué tengo que hacer? Jamás encontraría el
camino de regreso a la casa de papá, y estoy segura de que los hombres de Nicolás
no me creerían si les dijera que tengo permiso del señor para regresar a
Inglaterra.
—No, es
imposible que crean eso —confirmó Lali.
—¡Quiero
ir con papá!
—Lo sé, Eugenia.
Yo también lo echo de menos. En ocasiones, yo también quisiera volver.
—¿Peter te
considera fría como un pez?
Lali se
encogió de hombros.
—No me lo
ha dicho.
—¿Peter
tiene una sierva amante?
—¿Qué
cosa?
—¿Una
amante?
—No lo sé
—respondió Lali—. Quizá tenga otra mujer —susurró—. ¡Oh, Eugenia, por Dios, no
se me había ocurrido!
—Lali,
¿podría vivir aquí, contigo?
—¿Estás
segura de que eso es lo que quieres?
La hermana
asintió.
—Eugenia,
cuando conocimos a nuestros esposos, yo pensé que Nicolás era el más amable de
los dos. Sonreía, y parecía tener un talante alegre.
—Yo
también lo advertí —dijo Eugenia—. Lali, ¿y si estuviese en lo cierto? ¿Y si yo
fuese fría como un pez? Existen mujeres que no son capaces de responder a las
caricias de un hombre. Creo que la tía Ruth era así. ¿Recuerdas lo áspera que
era con su esposo?
—Era
áspera con todo el mundo —dijo Lali.
—Sé que
esto debe de ser incómodo para ti, pero me preguntaba si...
—¿Si, Eugenia?
—¿Todos
los hombres son como Nicolás, o Peter es más...? ¡Oh, no sé qué es lo que
quiero preguntar! Ahora me aterroriza la idea de que Nicolás me toque, y es por
culpa de él.
Si bien Lali
no sabía cómo ayudar a Eugenia, estaba resuelta a intentarlo.
—Eugenia,
tengo que buscar a Peter antes de que salga de caza —exclamó.
—¿Necesitas
su permiso para que yo me quede? —preguntó Eugenia, asustada—. ¿Y si se niega?
—No
necesito el permiso de Peter —alardeó Lali, tratando de parecer convencida—. Lo
que tengo que decirle ahora es otra cosa. Eugenia, ve a esperarme en el salón.
Preséntate ante el sacerdote, el padre Jasper. Vamos, hermana, no te
enfurruñes. Te agradará. No es como nuestro padre Charles. Yo me reuniré
contigo en cuanto haya hablado con Peter. Luego, te prometo que terminaremos la
conversación.
Antes de
comenzar a descender la colina, Lali observó irse a su hermana. Pensaba mirar
hacia el camino para ver si Peter y sus hombres ya se habían marchado.
En cuanto
puso un pie fuera del muro, le bloqueó la salida una fila de soldados. Llenaban
las planchas de madera del puente levadizo que cruzaba el foso. Lali imaginó
que habían caído del cielo y, por cierto, eran más formidables que el muro
mismo. ¡Tuvo que mirarlos uno por uno!
—¿Por qué
me obstruyen el camino? —preguntó a un hombre de barba roja que estaba frente a
ella.
—Tenemos
órdenes, señora —dijo el soldado.
—¿De
quién?
—De Lanzani.
—Entiendo
—repuso Lali, disimulando la irritación—. ¿Ya ha salido mi esposo de la
fortaleza?
—No
—respondió el soldado, con una sonrisa que suavizaba su expresión—. Está de pie
detrás de usted.
Lali no le
creyó, hasta que se dio la vuelta y se encontró cara a pecho con Peter.
—Te mueves
como una sombra —murmuró, una vez que se recobró.
—¿Dónde
crees que vas? —le preguntó Peter.
—Estaba
buscándote. ¿Por qué diste órdenes de que me obstruyeran la salida?
—Por tu
seguridad claro.
—Entonces,
¿seré una prisionera mientras estés ausente?
—Si
prefieres considerarlo así... —dijo Peter.
—Peter, me
gustaría ir a cabalgar por las tardes. Te prometo que no huiré. Sin duda...
—Lali,
nunca pensé que huirías —replicó Peter, con evidente exasperación.
—Y
entonces, ¿por qué?
—Podrías
perderte.
—Nunca me
pierdo.
—Sí.
—¿Y si
prometo que no me perderé?
La
expresión de Peter le demostró lo tonta que le parecía la pregunta. Victorio se
acercó al señor sujetando las riendas del caballo de Peter. Antes de que Lali
pudiera decirle que necesitaba hablarle sobre Eugenia, el esposo había montado.
Lali se
interpuso.
—Eugenia
está aquí.
—La he
visto.
—Antes de
que te marches, tengo que hablarte acerca de mi hermana. Peter, es un asunto
muy importante pues de lo contrario no te habría molestado.
—Te
escucho, esposa. Pregúntame lo que quieras.
—Oh, no,
tiene que ser en privado —dijo Lali precipitadamente.
—¿Por qué?
Lali
frunció el entrecejo; ese hombre obstinado no le facilitaba las cosas. Se
acercó al costado de Peter, le tocó una pierna con el dedo y dijo:
—Lanzani,
necesito hablar a solas contigo. Me aseguraste que me concederías todo lo que
te pidiera, si era posible. Sin duda, esto es posible.
Mientras Peter
se decidía, Lali mantuvo la cabeza gacha. Al oírlo suspirar, supo que había
ganado, pero lanzó una exclamación de sorpresa cuando el esposo la alzó sin
esfuerzo y la dejó sobre el caballo. Lali sólo atinó a sujetarse de la cintura
de Peter antes de que el animal saliera al galope. Peter no se detuvo hasta que
estuvieron bien lejos de los hombres y del muro.
Lali se
demoró alisándose la falda. Estaban rodeados de árboles. La joven echó una
mirada alrededor para asegurarse de que estuviesen solos y luego fijó la vista
en sus propias manos.
Cuando al
fin habló, la paciencia de Peter estaba casi agotada.
—¿Por qué
no esperaste para acostarte conmigo?
Peter no
estaba preparado para semejante pregunta.
—Peter,
por consideración hacia los sentimientos de Eugenia, Nicolás está esperando.
Quiere que antes ella lo conozca mejor. ¿Qué opinas de eso?
—Pienso
que no tiene demasiados deseos de acostarse con ella, pues en caso contrario ya
lo habría hecho. Eso es lo que opino. Y yo te poseí porque lo deseaba
—continuó—. Tú me deseabas, ¿no es cierto?
—Sí
—admitió Lali—. Es decir, al principio no. Mira Peter, lo que quiero comentar
es el problema de Eugenia, no el mío.
El hombre
no hizo caso de la incomodidad de la mujer.
—Te gustó.
Aun
sabiendo que la arrogancia de Peter se desbordaría, Lali fue sincera.
—Sí, me
gustó.
—Mírame.
—Prefiero
no hacerlo.
—Yo
prefiero que lo hagas.
Peter le
alzó lentamente la barbilla, obligándola a mirarlo en la cara y vio que se
ruborizaba. No pudo contenerse y le besó la frente fruncida.
—¿Y ahora
qué te aflige?
—¿A ti te
gustó? —preguntó la joven.
—¿No lo
adivinaste?
—Nicolás
afirma que las inglesas somos frías como peces —dijo con énfasis para que Peter
no creyese que bromeaba. Peter rió.
—No es
divertido —dijo Lali, en tono severo—. Y todavía no has respondido a mi
pregunta.
—¿Qué
pregunta? —la provocó Peter.
—¿Soy fría
como un pez?
—No.
Lali
suspiró aliviada.
—Peter,
una esposa necesita oír estas cosas.
—¿Quieres
que te haga el amor ahora?
—¿A la luz
del día? ¡No, cielos!
—Si no
quitas las manos, te haré el amor ahora mismo —dijo Peter en tono ronco.
Lali vio
que estaba apretando el muslo de su esposo con las manos y lo soltó de
inmediato.
—¿Entonces
significa que no importa si llevo puesto tu manto o no, como lo sugeriste
antes?
—No lo
sugerí; afirmé un hecho. Antes de que vuelva a tocarte, usarás mis colores. Y
ahora, ¿has terminado con tus preguntas?
—¿Estás
enfadándote?
—No.
—Pues lo
pareces.
—Deja de
provocarme.
—¿Tienes
otra mujer?
En ese
mismo momento, Peter supo que nunca comprendería cómo funcionaba la mente de la
mujer, ya que de pronto le presentaba las preocupaciones más absurdas.
—¿Te
importaría si así fuese? —le preguntó.
Lali
asintió.
—¿A ti te
importaría si yo me entendiese con otro hombre?
—¿Si te
entendieses, dices?
—Tú sabes
lo que quiero decir.
—No lo
permitiría, Lali.
—Bien, yo
tampoco.
—Esposa,
hablas como si fuésemos los dos iguales.
Lali
comprendió que lo había exasperado y quiso borrarle el ceño.
—Peter,
todavía no has respondido a mi pregunta.
—No, no
tengo otra mujer.
Lali
sonrió.
—No eres
fría —le dijo el hombre—. Y al formularme una pregunta semejante, me ofendes.
—¿Cómo es
que te ofendo?
—Porque
tengo la responsabilidad de enardecerte. Y tú estabas caliente, ¿no es así, Lali?
En
realidad, la arrogancia de Peter consoló a Lali, aunque no comprendió el
motivo.
—Quizá
—murmuró, contemplando la boca del hombre—. Pero quizá no, esposo. Creo que lo
he olvidado.
Peter se
propuso recordárselo. Le atrapó el rostro entre las manos y posó la boca sobre
la de Lali. La joven cerró los ojos expectante.
La boca de
Peter, posesiva, se adueñó de la de Lali y la lengua entró y salió, cumpliendo
el rito sexual que estremeció el corazón de la joven. Al sentir que se rendía, Lali
trató de apartarse, pero Peter se lo impidió. La boca voraz del hombre asaltó
una y otra vez la de la mujer, y pronto Lali olvidó toda idea de detenerlo.
La hizo
desear más. Lali lo imitó, con timidez al principio, luego con audacia, hasta
que las lenguas de los dos se acariciaron en el más erótico de los juegos.
Cuando la muchacha gimió y se apretó contra él en un movimiento instintivo, Peter
supo que había llegado el momento de detenerse. Si en ese instante no
controlaba sus propias emociones turbulentas, Peter sabía que la poseería.
¡Diablos,
tal vez él estuviera más caliente aun que ella! Con un quejido de frustración,
se apartó de la esposa y tuvo que quitarle las manos de sus propios hombros. De
inmediato, Lali ocultó el rostro en el hueco del cuello de Peter. Tenía el
aliento entrecortado, como si acabara de correr una gran distancia colina
arriba, y percibió que la respiración del hombre parecía tan agitada como la
propia. Eso le demostró que el beso afectó a Peter tanto como a ella misma.
Pero las
esperanzas de Lali quedaron destruidas cuando Peter dijo:
—Si has
terminado con tus preguntas tontas, me gustaría volver a ocuparme de cuestiones
más importantes.
¿Cómo se
atrevía a fingirse tan aburrido tras un momento de tan maravillosa intimidad?
—Peter, no
es necesario que te comportes como si yo sólo fuese una molestia para ti.
—Lo eres
—repuso el hombre, suspirando. Y espoleó al caballo en el mismo momento en que Lali
se apartaba de él. Al instante, la atrajo con brusquedad otra vez hacia sí.
Esta mujer tenía que comprender cuál era su lugar. Peter era el amo, el señor,
y sería mejor que comenzara a aceptar pronto ese hecho.
—No tienes
conciencia de tu propia fuerza —musitó Lali.
—No,
mujer. Tú eres la que aún no conoce mi fuerza.
La
aspereza del tono de Peter hizo estremecer a Lali.
—¿Estás...?
—No te
atrevas a preguntarme si estoy enfadado contigo —rugió Peter.
Lali ya
tenía la respuesta. Estaba enfadado con ella, sin duda. ¡Dios era testigo de
que le zumbarían los oídos toda la semana!
—No tienes
que gritarme —dijo—. Y sólo pensaba preguntarte si Eugenia podía...
—No me
molestes con los problemas de tu hermana —le ordenó. Y agregó con tono más
suave—: Una visita de tu familia siempre será bienvenida.
No era
precisamente una visita en lo que Lali pensaba, pero ya lo había importunado
bastante por ese día.
—Tu
talante es muy difícil de juzgar —señaló, cuando regresaron junto al muro y Peter
la ayudó a desmontar.
—Peter.
—¿Ahora,
qué?
—Pienso
que necesitaré las dos semanas completas que me otorgaste antes de usar tu
manto. Quizás, en ese tiempo, tú comiences... a quererme un poco.
Peter se
inclinó, le sujetó la barbilla y dijo:
—¡Diablos,
mujer, en este instante ni siquiera me agradas! —dijo con tono enfadado y
frustrado, pues creyó que Lali estaba provocándolo.
Pero la expresión
herida de la muchacha lo hizo lamentar el estallido y comprendió que no había
tenido intenciones de provocarlo. Más aún, parecía a punto de llorar.
De súbito,
Lali se apartó y le mostró una expresión furiosa. En ese momento le recordó a
una gata salvaje. Tampoco parecía ya a punto de llorar. Peter se sintió
regocijado. Y aliviado...
—Lanzani,
tú tampoco me agradas demasiado. —El hombre tuvo el descaro de sonreírle—. Eres
demasiado arrogante —afirmó Lali—. No, no me agradas en lo más mínimo.
Peter se
movió hacia donde estaban sus hombres y echó otra mirada a la esposa.
—Mientes.
—Yo nunca
miento.
—Sí, Lali,
y no lo haces nada bien.
Lali le
dio la espalda y comenzó a ascender la colina. Peter la observó, pensando en lo
bella que estaría cuando vistiera su manto. De súbito, Lali se volvió y le
gritó:
—¡Peter!
Tendrás cuidado, ¿verdad?
El miedo
que percibió en el tono de Lali lo hizo responder. Asintió, pensando que eso la
complacería, pero no pudo resistir la tentación de agregar:
—Pensé que
no te agradaba, inglesa. ¿Acaso has cambiado de idea tan pronto?
—No.
—Y
entonces, ¿por qué...?
—Mira, Lanzani,
este no es momento para una discusión a fondo —le dijo Lali. Corrió otra vez
junto a Peter para que los soldados no oyeran la conversación—. Tú tienes que
salir a cazar —le dijo—. Y yo tengo que hacer que Eugenia se sienta cómoda. Te
pido que seas prudente, Peter. —Le dio unas palmaditas en la pierna, y el
hombre creyó que lo hacía sin darse cuenta. La mirada afligida de Lali estaba
fija en el rostro del hombre— Hazlo sólo para enfadarme.
—¿Por qué
me llamas Lanzani cada vez que estás enfadada?
Lali lo
pellizcó.
—Nunca me
enfado —afirmó—. Aunque no me des responsabilidades —agregó con énfasis—. ¿Te
parece bien que reacomode las cocinas mientras tú estás ausente? Peter, eso me
dará una ocupación, y pediré a otros que hagan el trabajo pesado; yo me
limitaré a dirigirlos.
Peter no
tuvo ánimos para negárselo.
—¿No
alzarás un dedo?
—No.
El hombre
asintió. Y antes de que pudiese abordarlo otra vez, le dijo que le soltara la
pierna o la arrastraría con él.
Lali no
pareció creer en la amenaza.
La actitud
de la mujer lo hizo suspirar. Se sacudió de la cabeza esos pensamientos y se
concentró en asuntos más importantes. Más tarde, cuando Victorio lo alcanzó,
recordó que Lali le había dicho que tenía que instalar a su hermana de manera
confortable.
Pensó que
se refería a una visita de un día entero.
Pero sin
duda hablaba de instalarla para siempre.
Sí, lo
comprendió bien cuando Victorio le informó que lady Lanzani le había dado
refugio a su hermana.
Los Riera
habían declarado la guerra.
Peter supo
que Nicolás debía de estar debatiéndose contra su propia ira. Envió a Victorio
de regreso al castillo para vigilar a su esposa puso a otro soldado de
confianza a cargo de la persecución, y luego se encaminó hacia las tierras de Riera.
Pudo
interceptar a Nicolás cerca del límite entre las tierras de los dos. Por propia
decisión Peter iba solo, pero Nicolás llevaba con él un pequeño ejército,
armado para la batalla.
Peter
frenó al potro y esperó a que Nicolás hiciera el primer movimiento.
No tardó
en producirse. Nicolás sacó la espada y la arrojó al aire de modo que la punta
se clavara en el suelo, ante el potro de Peter.
Era un
gesto simbólico de declaración de guerra. Nicolás esperó a que Peter repitiera
el ritual. La expresión de Nicolás se mantuvo impasible pero se convirtió en
genuino asombro cuando vio que Peter movía la cabeza y se negaba a arrojar el
arma.
—¿Te
atreves a rehusar la batalla? —bramó Nicolás, tan colérico que se le hincharon
las venas del cuello.
—En efecto
—gritó Peter.
—No
puedes.
—Pues
acabo de hacerlo.
Fue el
turno de Nicolás de mover la cabeza.
—Peter,
¿qué juego es este? —preguntó, aunque ya no parecía que estuviese escupiendo
brasas.
—No
libraré una batalla que no deseo ganar —afirmó Peter.
—¿No
quieres ganar?
—No.
—¿Por qué
diablos?
—Nicolás,
sé sincero, ¿crees que quiero tener a dos inglesas en mi casa?
La pregunta
disipó parte de la ira de Nicolás.
—Pero...
—Si
ganara, Eugenia se quedaría a vivir con Lali el resto de la vida. Me pides
demasiado, amigo.
—¿Tú no
estuviste de acuerdo en brindarle refugio a mi esposa? —preguntó Nicolás, con
un atisbo de sonrisa.
—No
—repuso Peter, exasperado.
—Peter, tu
esposa tuvo la audacia de proteger a Eugenia de mí. ¡De mí! Y mi esposa lo
permitió. Se ocultó tras las faldas de la hermana, como una niñita.
—Son
inglesas, Nicolás. Tu error consistió en olvidarlo.
—Es verdad
—admitió Nicolás, suspirando—. Lo olvidé. Pero no me agrada que mi esposa actúe
como una cobarde. Es vergonzosa la manera en que obliga a su hermana menor a...
—No es
cobarde, Nicolás —lo interrumpió Peter—. Fue educada para actuar así. Lali hizo
creer a todas las hermanas que ella las protegería.
Nicolás
rió.
—Las dos
están locas.
—Sí, así
es —concordó Peter—. Hace mucho que somos amigos para permitir que las mujeres
creen una brecha entre nosotros. Nicolás, he venido ante ti de buena fe, para pedirte...
no, para exigirte que regreses a mi castillo y te lleves a tu esposa.
—¿He
recibido una orden? —preguntó Nicolás, riendo.
—Así es.
—¿Y si aún
siento deseos de pelear?
—En ese
caso, te complaceré —dijo Peter, marcando las palabras—. Pero las reglas serán
diferentes.
El tono
divertido de Peter intrigó a Nicolás.
—¿Qué?
—El
ganador se llevará a las dos desposadas.
Nicolás
echó la cabeza atrás y estalló en carcajadas. Peter lo había ayudado a hacer un
buen papel frente a sus hombres; le permitió retractarse sin parecer perdedor.
—Peter, tú
no cederías tu premio, pero me reanima saber que tú tampoco las tienes todas
contigo con tu esposa.
—Se
acostumbrará.
—Con
respecto a Eugenia, tengo mis dudas.
—Nicolás,
lo que se necesita es mano firme.
Nicolás
hizo una seña a los soldados de que se fueran antes de responder al comentario
de Peter.
—Mano
firme y una mordaza, Peter. Desde que llegamos a mi hogar, esa mujer no ha
dejado de quejarse. ¿Sabes que hasta le molesta el hecho de que yo tenga una
amante?
Peter
sonrió.
—Así es
más divertido.
—Quizá la
deje quedarse con Lali.
—Nicolás,
en ese caso habrá guerra. Eugenia te pertenece.
—Tendrías
que haberlas visto, Peter. —Arrancó la espada de la tierra, la guardó en la
vaina, y añadió—: Tu esposa protegía a Eugenia mientras no dejaba de
insultarme. Me dijo cerdo.
—Te han
dicho cosas peores.
—Sí, pero
sólo mis hombres, y no vivieron mucho tiempo para jactarse de ello.
—Mi esposa
tiene carácter —admitió Peter, sonriendo.
—Me
gustaría que parte de él se contagiara a Eugenia. Actúa como un conejo
asustado.
—Cuando me
informaron de este problema, yo estaba tras la huella de los atacantes de Pablo
—dijo Peter, cambiando de tema.
—Supimos
lo que sucedió —respondió Nicolás—. ¿Qué te parece si te acompaño en la
búsqueda? Tengo entendido que los responsables fueron los barones de la montaña
—aventuró Nicolás, refiriéndose a los individuos que fueron expulsados de sus
respectivos clanes y que formaron su propia unidad. Se les llamaba barones
porque era un título que los ingleses valoraban y, en consecuencia, era el
apelativo más ofensivo que un escocés podía aplicar. Por otra parte, resultaba
apropiado pues, a semejanza de los ingleses, estos hombres de la montaña eran
villanos que luchaban sin honor ni conciencia.
—Acepto
gustoso tu compañía, Nicolás, pero antes tienes que llevarte a Eugenia a tu
casa. Luego puedes alcanzarnos cerca del Peak.
Peter y Nicolás
no volvieron a hablar hasta que llegaron al hogar del primero. Lali estaba de
pie en el centro del patio con Eugenia a su lado. Al ver a su esposo sonrió,
hasta que distinguió la expresión de Peter, y entonces, la sonrisa se esfumó.
—¡Dios, Nicolás
tiene una expresión como si quisiera matarme! —murmuró Eugenia, acercándose más
a su hermana.
—Sonríe, Eugenia.
Eso lo confundirá —le aconsejó Lali, Peter desmontó y se acercó lentamente a su
esposa. Desde luego que no sonreía. A decir verdad, la expresión del guerrero
era capaz de agriar la leche. Lali hizo una inspiración profunda.
—Peter,
¿ya has dejado la caza?
Peter no
hizo caso de la pregunta.
—¿Le has
brindado refugio a lady Riera?
—¿Refugio?
—repitió Lali—. Yo no lo consideré así, esposo.
—Respóndeme.
El tono
enfadado de Peter la quemó como un hierro candente, y eso encendió la ira de la
propia Lali. ¿Cómo se atrevía a criticarla ante los invitados?
—Eugenia
me preguntó si podía quedarse, y yo le di permiso —dijo—. Si quieres llamarlo
refugio, pues hazlo. Yo protegeré a Eugenia.
—¿La
protegerás de su propio marido? —preguntó Peter, con aire incrédulo.
—Sí, si el
marido resulta ser un patán insensible —respondió Lali. Dirigió a Nicolás una
expresión severa, y luego se volvió hacia Peter—. Peter, maltrató los tiernos
sentimientos de mi hermana. ¿Qué querías que hiciera?
—Que te
ocuparas de tus propios asuntos —le espetó el esposo.
—Fue cruel
con ella.
—Sí, lo
fue —gritó Eugenia, contagiada del fervor de su hermana—. Si no puedo quedarme
aquí, entonces hallaré el camino de regreso a Inglaterra.
—Yo podría
guiarte —musitó Lali. Unió las manos y esperó a que Peter respondiese a la
amenaza.
—Terminarías
en Normandía —vaticinó Peter.
Antes de
que Lali pudiese responder, Peter se dirigió a Eugenia. La miró con severidad
hasta que la joven se apartó del lado de su hermana, y luego alzó a Lali en los
brazos con un férreo apretón. Lali no se resistió, sabiendo que sería en vano.
Además, divisó al padre Jasper de pie sobre los escalones, observándolos.
Por
cierto, no quería que un clérigo la viese comportarse de un modo impropio de
una dama.
—¡No
regresaré contigo! —gritó Eugenia.
Nicolás no
respondió al reto y se movió con una velocidad asombrosa en un hombre de su
tamaño. Antes de que Eugenia pudiese gritar, estaba boca abajo sobre el regazo
de su esposo sobre la montura.
Durante
esta absurda situación, Lali se desesperó por conservar la dignidad. La pobre Eugenia
estaba tendida sobre la montura como un saco de cebada. Y aunque resultara
humillante, Lali deseó que Eugenia no armara tanto escándalo. Los chillidos
indignados atraían más aún la atención hacia aquella situación lamentable.
—No puedo
quedarme inmóvil mientras la avergüenza de este modo —susurró Lali.
—Oh, sí
que puedes —afirmó Peter.
—Peter,
haz algo.
—No
intervendré, y tú tampoco —respondió—. Eugenia no recibe todo lo que merece, Lali.
Nicolás tiene un carácter casi tan fiero como el mío. Tu hermana ha avergonzado
a su esposo.
Lali
observó a Nicolás y a Eugenia hasta que desaparecieron cruzando la planchada.
—No la
lastimará, ¿verdad, Peter?
El miedo
de Lali era evidente, y Peter lo consideró irracional.
—No le
pegará, si eso es lo que te preocupa —respondió—. Ahora, Eugenia es problema de
él.
—Mi
hermana olvidó su caballo.
—No lo
necesitará.
Lali
contemplaba la boca de Peter, recordando la sensación que le provocó al
besarla. Supo que era una idea tonta, ante el problema de Eugenia que aún no
estaba resuelto, pero no pudo evitarlo.
—Quizá yo
tendría que llevarle el caballo mañana —dijo Lali, pensando qué hacer para que
su esposo la besara otra vez.
Peter la
soltó y comenzó a alejarse, pero Lali no quería que la dejara todavía.
—Peter,
dijiste que el carácter de Nicolás era casi tan feroz como el tuyo, pero habías
asegurado que nunca te enfadabas. ¿No crees que es una contradicción?
—Me
entendiste mal —respondió Peter—. Te dije que no me enfadaría contigo.
Comenzó a
bajar la colina mientras Lali se alzaba el borde de la falda y corría tras él.
—¿Y cuándo
pierdes el control, pues?
Peter no
pudo resistir la tentación. Su esposa era demasiado fácil de provocar. No se
dio la vuelta para que Lali no lo viera sonreír.
—Cuando se
trata de algo que me importa. Algo importante.
La
exclamación ahogada de Lali hizo ensanchar la sonrisa de Peter.
—¿Lali?
—¿Qué?
—dijo la joven, en un tono que revelaba los deseos de estrangularlo que sentía.
—No me
importunes más.
Era el
último insulto que estaba dispuesta a permitirle.
—Mira, Lanzani,
no es necesario que insistas en el hecho de que me consideras tan
insignificante. Lo comprendo muy bien —afirmó—. Si yo huyese, no irías tras de
mí, ¿no es cierto?
Peter no
le respondió.
—Claro que
no lo harías. Soy demasiado insignificante para que te molestes, ¿verdad?
—No, no
iría tras de ti.
Lali se
vio obligada a bajar la cabeza, pues no quería que si Peter llegaba a darse la
vuelta viese cuánto la había lastimado.
¿Qué le
importaba si iba tras ella o no? “Es un escocés bárbaro”, se recordó.
—Mandaría
a alguien a buscarte. —Por fin, Peter se dio la vuelta y la tomó en los
brazos—. Pero no irás a ningún lado y, en consecuencia, no tiene importancia,
¿verdad?
—Peter Lanzani,
comienzo a detestarte.
—Inglesa,
tendrías que hacer algo para cambiar ese temperamento. —Le acarició la
mejilla—. Trata de no meterte en líos mientras yo esté ausente.
Lali
supuso que esa era una especie de despedida, pues Peter montó el potro y la
dejó allí, mirándolo.
Se tocó la
mejilla que Peter había acariciado.
Luego
enderezó los hombros y apartó la mano con brusquedad.
Casi lo
odiaba. Casi...
Recordó
que le había dado permiso para reacomodar las cocinas. Y aunque era una tarea
pequeña, significaba un comienzo. Llegado el momento, cuando comprobara cuánto
más agradable quedaría el hogar, Peter dependería de Lali.
Lali
irguió los hombros y comenzó a subir la colina.
Sería
mejor que empezara en ese mismo momento.
Sonrió con
renovado entusiasmo. Peter le había dado una tarea.
me encanta jaja son igualitos los dos, los amo
ResponderEliminarmas nove mas nove!!!
ResponderEliminarmas nove mas nove!!!
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que feo que nico tenga una amante ojala y la deje y comience a tener un poco mas de paciencia con euge.
ResponderEliminarquiero mas laliter por favorr!!!
mas nove mas nove!!!
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mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas laliter por favor!!!!
ResponderEliminarMe encanta más!
ResponderEliminarotro capitulon jajajaj me mato eso de esta detras de usted jajjajaj me rei mucho pero desafortunadamente tambien me mata todo lo q siente la pobre lali y si feo q nico tenga una amante ademas gorda jajajajaj sera verdad???
ResponderEliminarjajaj Lali y Euge estaban por hacer nacer una guerra entre los Lanzani y los Riera! ajjaaj
ResponderEliminarLali y Peter me pueden jaja se quieren pero no quieren admitirlo porque son orgulllosos y porque Peter pone estas estupidas "reglas" escoceses que el no se enamora de la mujer y que ella tiene que hacer lo que el dice! jajaja Pero Peter ya esta loco por Lali :P jajaja
Espero el proximo y espero que te pongas bien!!!
Besos
masssssssss
ResponderEliminarlo qe lali necesita es senitrse qerida y mimada estuvo tanto tiempo haciendose cargo y cuidando de los demas qe no se da cuenta de lo qe emberdad necesita mmasssss
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas Mas @DaniiVasqueez
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ResponderEliminarQue lioooooooooooooo
ResponderEliminarMAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSS
mas nove @arimurb
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