Holaaaa q tal su dia?? espero esten disfrutando de este fin de semana,bueno gracias por las firmas!! son un amor!! aca dejo cap y tal vez nos leemos en la noche,quieren? bye
Capítulo
23
La primera
semana Lali inició tres guerras.
Las
intenciones de Lali eran buenas. Había decidido sacar el mejor partido posible
de la situación, aceptando el hecho de que estaba casada con un señor.
Cumpliría su deber de esposa y cuidaría de Peter y del hogar. Sin importar lo
difícil que fuese la adaptación para Peter, Lali no pensaba eludir sus propias
obligaciones.
En el
fondo de la mente tenía la esperanza de que, mientras se ocupaba de las nuevas
tareas, también podría realizar algunos cambios que le parecían necesarios. Si
en realidad se lo proponía, hasta podría civilizar a estos habitantes de las
Tierras Altas.
Las
guerras, una tras otra, se abatieron sobre Lali, aunque no estaba dispuesta a
culparse por haber desatado los conflictos. No, la culpa era de los escoceses,
de sus ridículas costumbres, de su naturaleza empecinada y, en especial, de su
inflexible orgullo. ¿Acaso Lali tenía la culpa de que ninguno de estos bárbaros
tuviera una pizca de sentido común?
Lali
durmió hasta después del almuerzo el día siguiente de la cura de Pablo. Pensó
que merecía un descanso prolongado hasta que recordó que era domingo y que
había faltado a misa. Era un deber asistir, y se irritó al comprender que nadie
la había despertado. Ahora tendría que gastar uno de sus chelines para comprar
una indulgencia.
Se puso una
camisa de color crema y encima una prenda de color rubí, se colocó un cinturón
trenzado muy suelto, de modo que se apoyara sobre las caderas, como dictaba la
moda de esos días. Si bien no había estado en la Corte, se mantenía al tanto
del estilo más moderno aunque fuese incómodo. No quería que los escoceses la
consideraran una chica campesina ignorante. Era la esposa del señor y tenía que
estar siempre elegante. Se cepilló el cabello, se pellizcó las mejillas para
darles color, y fue a ver cómo estaba el paciente. Si Pablo estaba bien,
buscaría al sacerdote y pondría el asunto en sus manos.
Temía la
penitencia que sin duda le daría.
Sin
embargo, la suerte estaba del lado de Lali. No sólo Pablo dormía apaciblemente
sino que también el sacerdote estaba en el salón, pues le tocaba el turno de
cuidar al enfermo.
Cuando vio
acercarse a Lali, el clérigo hizo ademán de levantarse.
—Por
favor, quédese sentado, padre —le pidió Lali, sonriendo.
—No fuimos
presentados como corresponde —dijo el cura—. Soy el padre Jasper, lady Lanzani.
Era
difícil entenderlo, pues la voz del sacerdote era tenue como el aire y el rodar
de las “r” complicaba la cuestión. Se le oía como si tuviese inminente
necesidad de toser y Lali tuvo que contener la tentación de toser por él.
—Padre,
¿se le alivió el dolor del pecho? —preguntó.
—Sí,
milady, sin duda —respondió el padre Jasper—. Hacía muchas noches que no dormía
tan bien. Esa poción me mejoró mucho.
—Me
gustaría prepararle un ungüento para que se frote el pecho —dijo Lali—. En una
semana, la tos desaparecería.
—Gracias
por perder el tiempo en ayudar a este viejo, chica.
—Padre,
debo advertirle que el olor de esta pasta es tan desagradable que todos sus
amigos se alejarán de usted.
El padre Jasper
sonrió:
—No me
importará.
—¿Ha
descansado bien?
—Ahora
duerme, pero más temprano Victorio tuvo que contenerlo. Pablo quería quitarse
las vendas del brazo herido. Rocío estaba tan angustiada que quería
despertarte, pero Victorio le ordenó que se fuera a acostar.
Al oír las
noticias, Lali frunció el entrecejo mientras examinaba los dedos hinchados del
guerrero: tenían buen color, cosa que la satisfizo. Le posó la mano sobre la
frente.
—No tiene
fiebre —afirmó—. Padre, sus plegarias lo salvaron.
—No,
muchacha —replicó el padre—. Tú fuiste la que lo salvó. Dios debe de haber
decidido que Pablo permanezca con nosotros y, en su sabiduría, te envió a ti
para que lo curases.
El elogio
incomodó a Lali.
—Bueno, le
envió a una pecadora —exclamó, deseosa de terminar con el enojoso asunto—. Esta
mañana he faltado a misa —explicó, tras dejar una moneda en la mano del padre—.
Por favor, tome esta moneda para comprar una indulgencia.
—Pero,
señora...
—Padre,
antes de que decida qué penitencia me corresponde, quisiera explicarle mis
motivos. Si Peter me hubiese despertado, yo no habría faltado a la misa —dijo,
con los brazos en jarras, arrojando el cabello tras el hombro en un gesto que
al padre Jasper le pareció encantador—. Ahora que lo pienso, en realidad este
también es un pecado de Peter. ¿Qué opina usted?
El
sacerdote no se apresuró a responder.
—¿Sabe
usted? —continuó Lali—. Cuanto más pienso en el problema, más me convenzo de
que Peter tendría que haberle dado la moneda. En realidad, es culpa de él.
El padre Jasper
no podía seguir el hilo del pensamiento de Lali. Tuvo la sensación de que había
entrado un torbellino en la habitación. Un torbellino en el que brillaba el
sol. El anciano sintió deseos de reír de alegría. Ahora se disiparía la
pesadumbre que flotaba sobre el hogar de Peter desde la muerte de María: estaba
seguro de ello. Había visto el modo en que el señor contemplaba a la esposa
mientras ésta curaba a Pablo: estaba tan sorprendido como los demás... y tan
complacido como ellos.
—Padre...
—preguntó Lali—. ¿Qué opina de mi preocupación?
—Ninguno
de los dos ha pecado.
La
sorpresa que provocó su comentario hizo sonreír al padre Jasper. Lady Lanzani
parecía pasmada.
—Eres muy
devota, ¿verdad lady Lanzani?
Dejar que
el padre Jasper pensara eso habría sido un pecado.
—¡Oh
cielos, no! —dijo Lali precipitadamente—. No puedo permitir que crea semejante
cosa. Es que el sacerdote que tenemos, allá en mi patria..., bueno, es muy
devoto, y debo decirle que sus penitencias por lo general son espantosas. Yo
creo que el aburrimiento lo hacía ser muy estricto. En una ocasión, hizo
cortarse el pelo a Agnes. Ella lloró durante una semana.
—¿Agnes?
—Una de
mis queridas hermanas —le aclaró Lali.
—Debió de
haber cometido un pecado terrible —señaló el padre Jasper.
—Se quedó
dormida durante uno de los sermones —confesó Lali.
El
sacerdote contuvo la risa.
—Aquí no
somos tan rigurosos —le advirtió—. Te prometo que nunca te obligaré a cortarte
el pelo, lady Lanzani.
—Es una
pena que usted no viviera con nosotros en aquel entonces —dijo Lali—. El
cabello de Agnes no volvió a rizarse desde que la obligó a cortárselo.
—¿Cuántos
sois en tu familia? —preguntó el clérigo.
—Éramos
cinco, todas muchachas, pero Eleanor, la mayor, murió cuando yo tenía siete
años, de modo que no la recuerdo bien. Luego vienen las mellizas, Agnes y
Alice, después Eugenia y por fin, yo, que soy la menor. Papá nos crió él solo
—agregó con una sonrisa tierna.
—Me parece
una familia sólida —señaló el cura con gesto enfático—. ¿Tus hermanas son tan
bonitas como tú?
—¡Oh,
mucho más bonitas! —exclamó Lali—. Cuando se casó con papá, mi madre estaba
preñada de mí. Mi padre había perdido a su esposa, ¿sabe usted?, y mi madre
perdió a su marido poco antes de casarse con el barón. Sin embargo, a papá no
le importó. En cuanto se casó con mamá, yo me convertí en su niñita.
—Un buen
hombre —comentó el padre Jasper.
—Sí
—confirmó Lali con un suspiro—. El solo hecho de hablar de mi familia me hace
echarla de menos.
—En ese
caso, no hablaremos más de ello —sugirió el padre Jasper—. Por favor, toma esta
moneda y dale un empleo mejor.
—Preferiría
que la conservara, pues creo que al alma de mi esposo le hace falta. A fin de
cuentas, es un señor y tiene que matar en la batalla. No me malinterprete,
padre, pues Peter jamás tomaría una vida sin un buen motivo. Aunque no lo
conozco tanto como usted, creo que no buscaría problemas. En el fondo del
corazón, sé que es así. En esta cuestión, deberá aceptar mi palabra, padre.
Peter
entró en el salón a tiempo de escuchar la defensa que su esposa hacía de él.
—Estoy de
acuerdo contigo, muchacha —respondió el sacerdote. Alzó la vista y se encontró
con el semblante exasperado del señor. Le costó esfuerzo contener la risa.
—Bien
—dijo Lali con evidente alivio—. Me alegro de que esté de acuerdo. Aunque sea
vergonzoso admitirlo, estoy harta de tener que preocuparme constantemente por
mi alma. El padre Charles nos obligaba a confesar cualquier pensamiento y, para
serle sincera, en ocasiones yo inventaba algo sólo para complacerlo. Es un
sacerdote muy concienzudo y llevábamos una vida muy tranquila. Nunca sucedía
nada pecaminoso.
Al padre Jasper
le pareció que aquel sacerdote debía de ser un fanático.
—Lady Lanzani,
aquí somos mucho más relajados.
—Me alegro
—dijo Lali—. Ahora que estoy casada, también debo cuidar del alma de mi esposo,
y no sé qué otra cosa sería capaz de hacerme encanecer. Padre, creo que seremos
buenos amigos. Tendría que llamarme Lali, ¿no cree?
—Lo que
creo, Lali, es que tienes un corazón tierno. Eres como la brisa fresca que este
castillo frío y viejo necesitaba.
—Sí,
padre, es cierto que tiene un corazón tierno —intervino Peter—. Tiene que
superar ese defecto.
—Ese no es
un defecto.
Lali se
alegró de haber hecho la enfática afirmación con la mirada aún fija en el
sacerdote, pues cuando se volvió para ver a su marido, ya no pudo pronunciar
palabra y sólo ahogó una exclamación.
Peter
estaba medio desnudo.
Estaba
vestido a la usanza bárbara. Llevaba puesta una camisa blanca, que era la única
prenda civilizada que cubría ese cuerpo enorme. La camisa quedaba cubierta, en
parte, por el manto plegado sobre el hombro. El resto del manto se enrollaba en
torno de la cintura. Acomodado en amplios pliegues, sujetos por una cuerda a
modo de cinturón, sólo le llegaba hasta la mitad del muslo. Unas botas negras
raídas en algunos sitios por el uso, cubrían sólo una parte de las piernas
musculosas.
Las
rodillas estaban tan desnudas como el trasero de un niño de pecho.
Peter
creyó que su esposa estaba a punto de desmayarse. Ocultó la irritación esperando
que se acostumbra a su atuendo, y dijo:
—¿Cómo
está Pablo?
—¿Qué has
dicho? —preguntó Lali, todavía con la mirada fija en las rodillas de Peter.
—Te he
preguntado por Pablo —repitió Peter con más vigor.
—¡Sí,
claro, Pablo! —respondió la joven, asintiendo varias veces.
Como no
agregó otra palabra Peter le ordenó:
—Esposa,
cuando me hables, mírame a la cara.
La
aspereza del regaño sobresaltó a Lali y se apresuró a obedecer. Peter estaba
seguro de que el sonrojo de su esposa podría encender un fuego.
—¿Cuánto
tiempo crees que te llevará acostumbrarte a verme vestido así? —preguntó, sin
disimular la irritación.
Lali se
recuperó enseguida.
—¿De qué
modo? —preguntó, sonriendo con aire inocente.
Una
sonrisa maliciosa suavizó la expresión de Peter.
—¿Tendré que
repetirte todo?
Lali se
encogió de hombros.
—¿Hay algo
de lo que querías hablarme? —preguntó.
Peter se
propuso avergonzarla otra vez:
—Esposa,
ya me viste sin ropas, y sin embargo reaccionas...
Lali se
precipitó a cubrirle la boca con la mano.
—Esposo,
yo te sentí desnudo, no te vi. No es lo mismo —añadió. Al advertir lo que había
hecho, dejó caer la mano y retrocedió—. Peter, cuida tus modales ante el
sacerdote.
El hombre
puso los ojos en blanco, y Lali pensó que pedía al cielo que le diera
paciencia.
—Ahora
dime lo que querías decirme.
—Quiero
hablar con Pablo —respondió Peter. Se encaminó hacia la cama, pero Lali se
interpuso, otra vez con los brazos apoyados en la cadera.
—Peter,
ahora está durmiendo. Puedes hablar con él más tarde.
Peter no
podía creer lo que oía.
—Despiértalo.
—Es
probable que tus gritos lo hayan despertado —musitó Lali.
Peter tomó
una bocanada de aire.
—Despiértalo
—repitió, para agregar en tono más suave—: Ah, Lali. Nunca me digas lo que
puedo hacer y lo que no puedo.
—¿Por qué?
—¿Por qué,
qué?
Con el
propósito de darse ánimos para responderle, Lali recordó que su esposo le había
prometido que nunca se enfadaría con ella, pero la expresión de Peter era
estremecedora.
—¿Por qué
no tengo que decirte lo que puedes o no hacer?
Vio que la
pregunta no le agradaba, pues la mandíbula de Peter estaba tensa. Los músculos
de las mejillas se contrajeron un par de veces. Se preguntó si él siempre
habría tenido esa afección nerviosa o si sería reciente.
—Así
acostumbramos hacerlo aquí —intervino el padre Jasper.
El clérigo
se levantó con esfuerzo de la silla y se apresuró a ponerse junto a lady Lanzani.
Su preocupación no era inmotivada. Hacía muchos años que conocía a Peter Lanzani,
conocía muy bien esa expresión y quiso intervenir en favor de Lali antes de que
Peter explotara. A su debido tiempo, sin duda Lali aprendería el peligro de
interrogar a un hombre tan poderoso. Hasta entonces, el sacerdote tomó la
resolución de cuidarla.
—Peter, la
chica ha estado aquí poco tiempo. No creo que haya querido provocarte.
Peter
asintió. Lali movió la cabeza.
—Sí,
pretendí desafiarlo, padre aunque no quise ser insolente. Sólo quisiera que me
explique por qué no puedo decirle lo que tiene que hacer. Él me lo dice con
frecuencia.
Lali tuvo
la audacia de dirigir a su esposo una expresión enfurruñada.
—Esposa,
soy tu marido y tu señor. ¿Acaso esos dos motivos no son suficientes?
Otra vez
se contrajo un músculo en la mandíbula de Peter. Lali lo miraba, fascinada.
Pensó si podría darle alguna opción para librarlo de la afección, pero como Peter
la miraba colérico, decidió que no se molestaría en hacerlo.
—¿Y bien?
—exigió Peter, dando un paso hacia ella con aire amenazador.
Lali no
retrocedió un centímetro. Más bien, se adelantó. Peter estaba atónito: se sabía
que hombres ya maduros huían de él, pero este pedacito de mujer le hacía frente
con la mayor audacia.
Admitió,
“¡me hace frente!”
Nuevamente,
el sacerdote intentó intervenir.
—Lady Lanzani,
¿acaso te atreves a provocar la ira del señor?
—Peter no
se enfadará conmigo —afirmó Lali, con la vista fija en su esposo—. Es un hombre
muy paciente. —Como miraba a Peter, no vio la expresión perpleja del
sacerdote—. Me dio su palabra, padre, y no dejará de cumplirla.
“¡Por
Dios, estaba provocándolo!” Peter no supo si estrangularla o besarla.
—Esposa,
¿quieres que me arrepienta de mi promesa?
Lali negó
con la cabeza.
—No. Pero
tu actitud me aflige. Si no aprendes a ceder, ¿cómo haremos para entendernos?
Soy tu esposa, Peter. ¿Acaso mi posición no me permite decirte...?
—No
—afirmó Peter, en tono firme como una piedra—. Y si alguien tiene que ceder
aquí, serás tú. ¿He sido claro?
La
expresión del hombre le sugirió que no discutiese, pero Lali la ignoró.
—¿Una
esposa no puede dar su opinión?
—No puede.
—Peter exhaló un prolongado suspiro y luego continuó—: Veo que no comprendes
cómo son las cosas aquí, Lali, y por eso perdono tu insolencia de hoy. Pero en
el futuro...
—No he
sido insolente —replicó Lali—. Sólo quiero tener claro esto en mi cerebro tan
inferior. Por favor, explícame —añadió—. ¿Cuáles son mis responsabilidades como
esposa? Me gustaría comenzar lo antes posible.
—No tienes
ninguna responsabilidad.
Lali
reaccionó como si Peter la hubiese golpeado. El hombre vio un relámpago de
auténtica ira en los ojos de Lali cuando dio un paso atrás y no supo cómo tomar
esa extraña reacción. ¿Acaso Lali no comprendía lo considerado que se mostraba?
Otro
comentario insolente le demostró que no lo entendía.
—Todas las
esposas tienen responsabilidades, aun las que tienen opiniones propias.
—Tú no.
—¿Por las
leyes escocesas o por las tuyas?
—Por las
mías —respondió Peter—. Lali, te librarás de los callos que tienes en las
manos. Aquí no serás una esclava.
Lali ahogó
una exclamación indignada.
—¿Sugieres
que en mi casa lo era?
—Sí, eras
una esclava.
—No
—repuso la joven casi gritando—. Peter, ¿acaso soy tan poco importante para ti
que no me dejarás hallar un lugar aquí?
Peter no
le respondió pues de verdad no sabía de qué estaba hablando.
Una áspera
orden del señor despertó a Pablo, que luego fue interrogado en un gaélico
hablado a toda prisa. Era sorprendente la lucidez del guerrero herido. Si bien
su voz era débil, pudo responder a las preguntas de Peter con la mayor
concisión. Cuando el señor concluyó con él, Pablo forzó una sonrisa y le
preguntó si podía ir con él de caza.
Peter
rechazó el ofrecimiento con una sonrisa. Lali le oyó decirle al soldado que
cuando se sintiera mejor, se mudaría a su propia cabaña, donde la esposa
pudiese cuidarlo.
Comenzó a
salir de la habitación sin volver a hablarle a su esposa, pero Lali lo siguió.
—¿Qué hay?
—le dijo en tono brusco, girando para mirarla.
—En
Inglaterra se estila que el esposo le dé a la mujer un beso por la mañana
—mintió. Acababa de inventarlo, pero estaba segura de que Peter lo ignoraba.
—No
estamos en Inglaterra.
—Eso es
correcto en cualquier sitio —musitó.
—Es
correcto cuando la esposa usa el manto con los colores del esposo.
—De modo
que así es, ¿eh?
—No soy
sordo, mujer. No es necesario que alces la voz.
Peter
mantuvo una expresión dura, aunque le costaba esfuerzo. La desilusión de Lali
era manifiesta. Quería que él la abrazara, pero Peter pensó que acababa de
conquistar el poder que necesitaba sobre ella. No sentía el menor remordimiento
por aprovechar la atracción física mutua en su propio beneficio y, a decir
verdad, se reprochaba a sí mismo no haberlo pensado antes. Especuló que hacia el
fin de esa semana, Lali usaría el manto, más aún si entre tanto él se negaba a
tocarla.
—Peter,
¿en qué lugar seguro puedo guardar mis monedas? —preguntó Lali.
—Sobre la
repisa de la chimenea, detrás de ti, hay una caja —respondió el hombre—. Si
quieres, pon tus chelines junto con las otras monedas.
—Si
necesito, ¿puedo tomar prestadas algunas?
—Me da lo
mismo —le dijo Peter sobre el hombro.
Lali miró
ceñuda la espalda de Peter, irritada porque el hombre ni se había molestado en
despedirse; luego se preguntó en qué andaría cuando vio que tomaba la espada de
la pared.
—Padre,
¿sabe usted a dónde va Peter? —preguntó, cuando el esposo salió del salón.
—A cazar
—respondió el padre Jasper mientras se sentaba otra vez junto a Pablo.
—¿Pero no
por deporte, ni para la cena?
—No,
muchacha. Persigue a los hombres que le hicieron esto a Pablo. Cuando los
encuentre, ellos no serán tan afortunados.
Lali sabía
que, de acuerdo con las pautas de un guerrero, la venganza era algo honroso,
pero aun así no le gustaba en absoluto. La violencia engendraba más violencia,
¿verdad? Ese era otro tema en el que jamás se pondría de acuerdo con él.
Lali
exhaló un suspiro de resignación.
—Iré a
buscar más monedas para usted —le dijo al sacerote—. ¡Sólo Dios sabe cuántas
indulgencias más necesitará este hombre para cuando el día termine!
El padre Jasper
contuvo una sonrisa y se preguntó si Peter sabía lo bien que había elegido.
—En
nuestras montañas arderán muchos fuegos —le dijo a Pablo, sin hacer caso de que
el guerrero pareciera estar dormido otra vez.
—Lo que
dice usted es verdad —murmuró Pablo.
—¿Has oído
el modo en que Peter y su esposa se gritaban? Si hubieras tenido los ojos
abiertos, habrías visto las chispas.
—Los oí.
—Pablo,
¿qué piensas de tu salvadora?
—Lo
volverá loco.
—Ya era
hora.
Pablo
asintió.
—Sí, ya
era hora. El Lanzani ha sufrido demasiado.
—Por el
modo en que la mira, me doy cuenta de que no sabe qué hacer con ella.
—¿Le dará
a usted una moneda cada vez que Peter la exaspere?
—Creo que
sí.
El padre Jasper
soltó una carcajada y se dio unas palmadas en la rodilla.
—Le
llevará tiempo adaptarse a nuestro modo de vida. Y aun así, para este viejo es
una alegría contemplarla.
Lali
regresó junto al clérigo, le entregó dos monedas más y le preguntó por qué
sonreía.
—Estaba
pensando en todos los cambios que tendrás que hacer, muchacha —dijo el
sacerdote—. Sé que no será fácil para ti, pero llegará el momento en que amarás
a este clan tanto como yo.
—Padre,
¿no se le ha ocurrido que tal vez sea el clan el que cambie? —preguntó Lali,
con los ojos chispeantes de malicia.
El padre Jasper
pensó que estaba bromeando.
—Me temo
que te has propuesto una meta imposible —le dijo con un bufido.
—¿Tan
imposible cree que sea? —preguntó—. ¿Tanto como si quisiera comerme yo sola a
un oso gigante?
—Sí, así
de imposible.
—Puedo
hacerlo.
—¿Cómo?
—preguntó el anciano, cayendo en la trampa.
—Mordisco
a mordisco.
El padre Jasper
se palmeó otra vez la rodilla y rompió en carcajadas, seguidas por un ataque de
tos. Lali corrió hacia la zona del dormitorio, mezcló el ungüento de mal olor
que le había prometido y regresó junto al sacerdote.
—Padre,
tiene que esperar una o dos horas a que se le calme la tos antes de frotarse el
pecho con esto.
El anciano
aceptó la medicina con el entrecejo fruncido.
—Huele como
un cadáver, chica.
—No
importa, padre. Le aseguro que le curará la tos.
—Te creo, Lali.
—Padre,
¿cree que a Peter le molestará si echo un vistazo a la planta superior?
—Claro que
no, muchacha. Ahora, ésta es tu casa.
—¿Los
cuartos están ocupados?
El sacerdote
negó con la cabeza.
—Eso
significa que yo podría llevar mis cosas a una de las habitaciones, ¿no es
verdad?
—¿Quieres
trasladar tus...? Muchacha, a Peter no le agradará que lo dejes.
—No estoy
pensando en Peter —repuso Lali—. Padre, aquí no tenemos la menor intimidad.
Estoy segura de que mi esposo estará mucho más cómodo en uno de los cuartos de
arriba. Por favor, ¿quiere pedírselo usted?
El padre Jasper
no pudo negarse pues la sonrisa de lady Lali era encantadora.
—Se lo
pediré —prometió.
El padre Jasper
estaba contento de quedarse junto a Pablo y descansar. Estaba casi dormido
cuando lo despertó un chirrido de metal que raspaba sobre piedra. Giró en
dirección al ruido y vio a lady Lali forcejeando con un enorme baúl. Estaba
arrastrando el artefacto fuera de la primera habitación de arriba hacia las
escaleras.
El clérigo
cruzó deprisa el salón y subió.
—Lali,
¿qué tratas de hacer? —preguntó.
—Padre,
pienso que podría usar la habitación del frente —respondió Lali—. Tiene una
hermosa y amplia ventana.
—Pero,
¿para qué mueves el baúl?
—Ocupa
demasiado espacio —lo cortó Lali—. No se fatigue, padre. Yo tengo suficiente
fuerza para moverlo sola.
El
sacerdote no hizo caso de la jactancia de la muchacha y apoyó la espalda contra
el baúl, para ayudarle a trasladarlo a la segunda habitación.
—Tendrías
que haberlo vaciado antes de moverlo —se le ocurrió luego.
Lali
sacudió la cabeza.
—No quería
mirar dentro. No es mío, y todos tenemos derecho a nuestras cosas privadas.
—Este baúl
perteneció a María —dijo el padre Jasper—. Creo que ahora sería tuyo, Lali.
Antes de
que Lali pudiese responder, el sacerdote se volvió y salió por la puerta.
—Será
mejor que vuelva junto a Pablo. Tengo que cuidarlo hasta que Victorio traiga a Rocío.
—Gracias
por su ayuda —le gritó Lali.
Casi una
hora después, el padre Jasper pensó que esa muchacha no terminaba nunca. Se
quedó mirando hacia el dormitorio, preguntándose qué haría. Cuando Rocío
regresó al salón grande, el padre Jasper decidió ir a ver qué tenía tan
atareada a Lali.
Todavía
estaba en la segunda habitación. Dos velas encendidas daban un suave resplandor
al cuarto. Lady Lali estaba en cuclillas frente al baúl. Cuando el padre Jasper
entró, estaba cerrando la tapa.
—¿Encontraste
algo útil? —preguntó el sacerdote.
No vio que
la joven lloraba hasta que ella alzó la vista y lo miró.
—¿Qué te
sucede, muchacha? ¿Qué te aflige?
—Soy una
tonta —murmuró Lali—. Ella está muerta, y yo no la conocí, padre, pero lloro
como si hubiera sido mi propia hermana. ¿Me hablará acerca de María?
—Peter
tendría que contarte —dijo el padre Jasper.
—Por
favor, padre —rogó Lali—. Quiero saber qué sucedió. Estoy segura de que Peter
no la mató.
—¡Dios,
no! —dijo el padre—. ¿Dónde oíste semejante cosa?
—En
Inglaterra.
—María se
suicidó, Lali. Saltó desde un acantilado hacia el prado.
—¿No es
posible que fuera un accidente? ¿No pudo haberse caído?
—No, no
fue un accidente. La vieron. Lali sacudió la cabeza.
—No
entiendo, padre. ¿Acaso era muy desdichada aquí?
El anciano
inclinó la cabeza.
—Tal vez
fuese muy desdichada, Lali, pero ocultaba muy bien sus sentimientos. Ahora
comprendo que no la cuidamos como debimos hacerlo. Tanto Belén como Paula creen
que pensaba matarse desde el momento en que se casó con Peter.
—¿Lo cree
así? —preguntó Lali.
—Pienso
que sí.
—La muerte
de María debió de dolerle mucho.
Aunque el
padre Jasper no hizo ningún comentario, pensó que Lali tenía razón. El hecho de
que Peter no hablara de ello demostraba que el tema aún le resultaba doloroso.
—Padre,
¿por qué una mujer que pensara matarse traería todas sus posesiones más
preciadas al hogar del esposo? Hasta guardó ropa de niño —continuó Lali—. Y
también hermosas sábanas. ¿No le parece extraño que alguien...?
—No
pensaba con claridad —replicó el padre Jasper. Lali movió la cabeza.
—No,
padre, no creo que se suicidara. Estoy segura de que fue un accidente.
—Muchacha,
tienes un corazón tierno, y si te alivia creer que María murió de ese modo,
estaré de acuerdo contigo.
Ayudó a Lali
a incorporarse. La joven apagó las velas y bajó las escaleras junto al padre Jasper.
—Oraré
todas las noches por el alma de María, padre —prometió.
Una criada
entró corriendo en el salón, vio a Lali y le gritó:
—Milady,
la hermana de usted está aquí.
Lali
apretó la mano del padre Jasper.
—Debe de
ser Eugenia que viene a visitarme —le explicó al sacerdote—. ¿Me disculpa, por
favor?
Antes de
que el padre Jasper hiciera un gesto de asentimiento, Lali ya estaba a mitad de
camino.
—Traeré a Eugenia
para presentársela —exclamó sobre el hombro.
Lali
corrió hacia afuera, exhibiendo una amplia sonrisa de bienvenida, pero en el
instante en que vio a su hermana la sonrisa se esfumó. Eugenia estaba llorando.
Lali miró alrededor para ver dónde estaba Nicolás, pero comprobó que estaba
sola.
—Eugenia,
¿cómo has encontrado el camino hasta aquí? —preguntó, después de abrazarla con
entusiasmo.
—Lali, tú
eres la que siempre se pierde, no yo —le dijo Eugenia.
—Yo nunca
me he perdido —repuso Lali—. Ahora, deja de llorar. —Vio que varios Lanzani las
observaban—. Ven, daremos una caminata para poder conversar a solas. Debes
decirme por qué estás tan perturbada.
Lali tiró
de su hermana conduciéndola por el camino que llevaba al recinto inferior.
—Tres de
los hombres de Nicolás me indicaron el camino hasta aquí —le explicó Eugenia,
ya repuesta—. Les mentí, Lali. Les dije que Nicolás me había dado permiso para
venir.
—¡Eugenia,
no debiste hacer eso! —dijo Lali—. ¿Por qué no le dijiste a Nicolás que querías
verme?
—Con ese
hombre no se puede hablar —musitó Eugenia. Alzó el borde del vestido amarillo y
se secó las comisuras de los ojos—. Lo odio, Lali. Me he escapado.
—No, no
hablas en serio.
—Hermana,
no te horrorices tanto. Te aseguro que lo odio. Es cruel y malvado. Te juro
que, cuando te cuente lo que sucedió, tú también lo odiarás.
Más:3
ResponderEliminarMe parece bien que Lali enfrente a Peter.
El tiene que entender que no puede manejarla a su antojo.
Espero más pronto,besos
jjaja me encantan Lali y Peter! Me rio mucho con ellos y tan tierno el Padre!! Quiero leer cuanto tiempo Peter podra resistir sin tocar a Lali :P jjaaja
ResponderEliminarPobre Euge, ¿que le paso?
Espero el capitulo y espero que nos podamos leer mas tarde :)
Besos
mas nove mas nove!!!
ResponderEliminarmas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas por favor quiero saber que paso con euge??
ResponderEliminarmas nove mas nove!!!
ResponderEliminarmas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
por fisss mas capituloss
ResponderEliminarmas nove mas nove!!!
ResponderEliminarmas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
ResponderEliminarmas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
ResponderEliminarmas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
ResponderEliminarmas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
ResponderEliminarmas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
ResponderEliminarmas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
mas nove mas nove!!!
Que le paso a eugenia?? Lali es la que descubre que a maria la mataron?? más!!!
ResponderEliminarlali es una genia sabe como hacer las cosas y se preocupa por todos solo espero q peter no se enfade pq movio las cosas de maria uno nunca sabe y la pobre euge va a tener que adquirir un poco de caracter
ResponderEliminarCoincido con un comentario que leí por ahí Euge va a tener que adquirir un poco de caracter, si quiere enfrentarse a Nicolas.. Lali es una genia, se preocupa por todos, ahora ahi que ver como reacciona Peter por todo lo de Marian.. ¿Que le habrá hecho Nico a Euge? Eso que Nico parecía mucho más paciente que Peter.. Si ojala que a la noche subas más nove!
ResponderEliminarme encanta lali ♥
ResponderEliminarmaass
quando vas ha hacer maraton???
ResponderEliminar¡Reacpareciste! Te andaba extrañando.. Te paso algo? Volviendo al tema de la nove, quiero saber que le hizo Nico a Euge.. Espero que subas un cap. más hoy a la noche! (:
ResponderEliminarBuenas, buenas ¿como andas? Vengo a hacerte una pregunta, recién termino de leer la nove Atrapada en su chantaje y me encanto. Te quería pedir permiso para publicarla en una pagina de facebook, pero yo la adaptaria a otra pareja puede ser Gastochi, Vicande, Nicohi, Niceuge depende de lo que me digan las lectoras de la pagina. ¿Me das tu autorización para publicarla? Espero tu respuesta y gracias.
ResponderEliminarMmaasss me encata qier saber porqe euge odia tanto a nicolas!!
ResponderEliminar