viernes, 18 de enero de 2013

Capitulo19


Aca el cap q prometi!! y al anonimo q pregunto la nove no es mia es una adaptacion!y una pregunta! les gusta 50 sombras?? tengo un motivo para preguntar jaja bueno ahora si hasta mañana o pasado,besos las quiero!!

Capítulo 19

Lali comenzaba a pensar que Peter no era humano, dado que jamás parecía hambriento, sediento ni cansado. La única ocasión en que se detuvo fue cuando Lali se lo pidió, y sólo Dios sabía cuánto detestaba pedirle algo.
Desde luego un inglés habría tenido en cuenta las comodidades de su esposa, pero al parecer a Peter le costaba recordar que la tenía siquiera. Lali se sentía tan apreciada como una espina en un costado.
Estaba exhausta e imaginó que debía de tener un aspecto tan lamentable como el de una bruja vieja, “pero no tiene importancia mi aspecto”, se dijo. Peter dejó la situación en claro cuando se negó a presentársela a los aliados: no lo atraía en lo más mínimo.
“Bueno, Peter tampoco es un tesoro”, pensó Lali. “¡Por Dios, si tiene el cabello casi tan largo como el mío, y si esa no es una costumbre bárbara, no sé qué cosa puede serlo!”
No abrigaría sentimientos tan sombríos hacia Peter si él tuviera una actitud más agradable hacia ella. Sin duda, el aire de la montaña debía de afectarle a la mente, pues cuanto más ascendían tanto más fríos y distantes se tornaban sus modales.
Tenía más defectos que Satán. Incluso, no sabía contar: le había dicho a Lali que les llevaría tres días llegar a su propiedad, y ya era la quinta noche que acampaban pero no aparecía ningún otro manto con los colores de los Lanzani a la vista.
¿Acaso el sentido de la orientación del hombre sería tan escaso como su capacidad de contar? Lali pensó que estaba demasiado cansada para preocuparse por ello. En cuanto Peter se concentró en atender a los caballos, Lali caminó hasta el lago para disfrutar de unos momentos a solas. Se desnudó y se lavó lo mejor que pudo en aquellas aguas heladas que Peter llamaba “lago” y se tendió en la orilla repleta de hierbas. Sentía el cansancio en los huesos. Tuvo la intención de cerrar los ojos unos minutos antes de volver a vestirse. A decir verdad, el aire punzante no la molestaba.
Una niebla espesa rodó hacia el valle. Peter le dio a Lali el tiempo que supuso que necesitaba para bañarse, pero cuando la neblina le cubrió los pies descalzos, la llamó, ordenándole que se acercara.
La llamada no obtuvo respuesta y el corazón de Peter comenzó a latir con fuerza. No lo afligía que los enemigos la hubieran sorprendido. No, ya estaban en tierra de los Lanzani, en un área protegida donde nadie se habría atrevido a irrumpir. Pero Lali no le contestaba. Peter atravesó la vegetación espesa y se detuvo bruscamente, sin aliento ante la visión que se le presentó.
Parecía una diosa de la belleza y estaba profundamente dormida. La niebla flotaba alrededor de Lali confiriéndole un aspecto místico, y los torrentes de sol que se filtraban entre la niebla acentuaban el efecto, pues la piel de la mujer era de un genuino tono dorado. Dormía de costado, y la camisa blanca se había subido hasta las caderas, revelando las largas piernas.
Peter permaneció largo rato contemplándola, bebiendo su imagen. El deseo se hinchó dentro de él de un modo casi doloroso: esa muchacha era demasiado magnífica para él. Recordó la sensación de esas piernas rodeándolo, la sensación de estar dentro de ella.
“Mi esposa.” Lo inundó una oleada de posesión feroz y supo que no sobreviviría otra noche si no volvía a hacerle el amor. No cumpliría la promesa de esperar hasta que llegaran al castillo. Pero esta vez estaba decidido a actuar con lentitud. Sería un amante tierno, sin exigencias. Y sería gentil..., aunque le fuera la vida en ello.
Peter se quedó mirándola dormir hasta que el sol se escondió por completo. Lali comenzó a rodar por la loma y Peter corrió hacia ella y la atrapó en los brazos justo a tiempo.
¡Qué confiada era! Peter supo que se había despertado pero no abrió los ojos. Cuando la alzó contra su propio pecho desnudo, Lali le pasó los brazos por el cuello, se acurrucó en él y exhaló un suspiro suave.
La llevó al campamento, envolvió a ambos en el manto y se tendió sobre el suelo. Lali estaba protegida de la cabeza a los pies por la manta y por el esposo.
La boca de la mujer estaba a escasos centímetros de la del hombre.
—¿Peter? —preguntó, en un susurro adormilado.
—¿Sí?
—¿Estás enfadado conmigo?
—No.
—¿Seguro? —Quería verle el rostro. Pero el abrazo de Peter era férreo y no podía moverse.
—Estoy seguro.
—Esta noche estoy muy cansada. Ha sido un duro día de viaje, ¿no es cierto?
Para Peter no lo fue, pero decidió no contradecirla.
—Sí, lo ha sido.
—Peter, quisiera preguntarte algo. —Lali se incorporó y soltó un quejido cuando las manos de Peter se posaron sobre sus nalgas y la apretó contra él. Los muslos del hombre eran más duros aun que el suelo.
Peter comprendió que Lali no tenía idea de lo que le provocaban sus pequeños movimientos y cerró los ojos. Era evidente que estaba demasiado cansada y dolorida para recibir el ataque del esposo. “Tendré que esperar”, se dijo Peter. “Es la única actitud decente que puedo adoptar.”
Sería el desafío más difícil de afrontar.
—Peter, por favor, saca las manos. Me duele.
—Duerme, esposa. Necesitas descansar —dijo en voz entrecortada.
Lali se arqueó contra él y a Peter le rechinaron los dientes.
—Me duele el trasero.
Peter percibió el pudor en la suave confesión. Pero cuando comenzó a frotarla para aliviar la tensión de los músculos la exclamación no fue suave sino indignada. El hombre no hizo caso de los forcejeos ni de las protestas.
—Tu educación ha sido lamentablemente descuidada —le dijo Peter—. A decir verdad, eres la mujer más inexperta que he conocido. ¿Qué opinas acerca de eso, esposa?
—Pienso que crees que estoy a punto de llorar, marido —respondió Lali—. Sé que me ha temblado la voz cuando te he dicho que estoy dolorida, y tú detestas a las mujeres lloronas, ¿no es así? ¡Oh, no lo niegues, esposo! Vi cómo mirabas a mis hermanas cuando lloriqueaban; parecías muy incómodo.
—Sí, es cierto —admitió Peter.
—Y para evitar que yo llore, me insultas y me provocas. Adivinaste que tengo un temperamento fuerte y prefieres oírme gritar que llorar.
—Lali, estás aprendiendo cómo soy.
—Te dije que lo haría —se jactó Lali—. Pero aún tú tienes que aprender acerca de mí.
—No necesito...
—¡Sí! —lo interrumpió—. Peter, confundes inexperiencia con falta de habilidad. ¿Y si te dijera que puedo lanzar una flecha mejor que cualquiera de tus guerreros? O que quizá pueda cabalgar mejor que ellos..., a pelo, por supuesto. O que soy capaz de...
—Diría que estás burlándote de mí. Esposa, apenas te sostienes sobre la montura.
—Entonces, ¿ya te has formado una opinión con respecto a mí?
Peter pasó por alto la pregunta y le formuló otra.
—¿Qué era lo que querías preguntarme? Algo te preocupa, ¿no es así?
—No estoy preocupada.
—Dímelo. —No le permitiría evadirse.
—Sólo me preguntaba si me darías indicaciones similares cuando llegáramos a tu castillo y estuviésemos ante tus hombres.
—¿Indicaciones? —la interrumpió, sin entender de qué hablaba.
—Peter, sé que te avergüenzas de mí, pero no creo que pueda mantenerme callada todo el tiempo. Estoy acostumbrada a hablar con bastante libertad, y en realidad no...
—¿Crees que estoy avergonzado de ti? —dijo, de verdad sorprendido.
Lali se volvió entre los brazos del esposo, apartó la manta y lo miró. Aun a la luz de la luna veía la expresión atónita de Peter.
Lali no estaba dispuesta a creerlo ni por un instante.
—Peter Lanzani, no es necesario que finjas inocencia. Sé la verdad. Tendría que ser tonta para no saber porqué no quieres que hable con tus aliados. Piensas que soy fea. E inglesa.

—Eres inglesa —le recordó.
—Y orgullosa de serlo, esposo. ¿Sabes qué superficial es un hombre que juzga a una mujer sólo por las apariencias?
Las carcajadas de Peter interrumpieron el discurso.
—Tu grosería es peor que mi aspecto —musitó Lali.
—Y tú, esposa mía, eres la mujer más obstinada que he conocido.
—Eso no es nada comparado con tus pecados —repuso Lali—. Eres tan retorcido como un escudo viejo.
—No eres fea.
Por el modo en que lo miraba, Peter comprendió que no le creía.
—¿Cuando has llegado a semejante conclusión?
—Ya te lo he explicado —respondió Lali—. Fue cuando no me permitiste apartar la mirada de ti, no me presentaste a tus amigos, no me dejaste expresar mis ideas. Así es como he llegado a esa conclusión. No te equivoques, Peter —agregó precipitadamente al ver que Peter iba a reírse otra vez—. No me importa si me consideras hermosa o no.
El hombre le sujetó la barbilla con firmeza.
—Si hubieras mirado a un hombre más que a otro, por casualidad o voluntariamente, ese sujeto hubiera creído que estabas dispuesta a entregarte. En mi opinión, no se puede confiar por completo en los Kerry. Hasta para una inglesa como tú eso es fácil de entender. Algunos pensarían que tus ojos violetas son mágicos; otros, querrían tocar tu pelo para saber si es tan sedoso como parece. Desde luego todos querrían tocarte.
—¿En serio?
A lo largo de la explicación, Lali lo miró con los ojos muy abiertos de asombro y Peter comprendió que Lali no tenía la menor idea de su propio atractivo.
—Peter, pienso que exageras. No creo que esos hombres quisieran tocarme.
Estaba pidiendo un cumplido, y Peter decidió brindárselo.
—Sí, querrían tocarte. No quería arriesgarme a tener una pelea, pues sé cuánto te disgusta ver sangre.
La explicación, dada en tono despreocupado, dejó perpleja a Lali. ¿Estaría elogiándola? ¿Acaso creía que sus ojos eran mágicos?
—¿Por qué frunces el entrecejo?
—Me preguntaba si tú... es decir... —Exhaló un suspiro, le apartó la mano de su propia barbilla y volvió a apoyar la cara contra el hombro tibio de su esposo—. Entonces, no me consideras fea.
—No.
—Nunca pensé que lo hicieras —admitió, en tono divertido—. Es bueno saber que no me consideras carente de atractivos.
—No he dicho eso.
Lali creyó que se burlaba.
—Yo nunca he dicho que tú no fueras feo —dijo—. Quizá piense que lo eres.
Peter rió otra vez, con una risa plena que hizo ensanchar la sonrisa de Lali. ¿Era posible que comenzara a habituarse a él?
Peter le quitó el cabello de la frente.
—Hoy tienes el rostro quemado por el sol. Tienes la nariz roja como el fuego. No me pareces en absoluto atractiva.
—¿De verdad? —exclamó Lali sobresaltada. Peter no ocultó la exasperación:
—Estaba bromeando.
—Lo sabía —dijo Lali, sonriendo otra vez.
Bostezó, recordándole a Peter lo fatigada que estaba.
—Duérmete, Lali.
La manera tierna en que le acariciaba la espalda alivió la aspereza del tono con que dio la orden. Cuando comenzó a frotarle los hombros tensos, Lali cerró los ojos y lanzó un suspiro satisfecho. Tenía la palma de la mano apoyada sobre el pecho de Peter y sentía bajo los dedos el golpeteo del corazón del hombre. Casi distraída, comenzó a trazar círculos alrededor del pezón de Peter cubierto por el vello del pecho. Le agradaba la sensación. El maravilloso aroma de Peter le recordaba el del aire libre: ¡era tan limpio, tan terrenal...!
De súbito, Peter le sujetó la mano y la apoyó abierta contra su propio pecho y Lali imaginó que le iba a hacer cosquillas.
Peter, a su vez, creyó que quería enloquecerlo.
—Deja de hacer eso —le ordenó, con voz áspera como la arena.
Si bien Lali no recordaba haberse quedado dormida, sí recordó que despertaba. Estaba soñando el más delicioso de los sueños: que dormía, totalmente desnuda sobre un lecho de flores silvestres. Dejaba que el sol tibio le calentara la piel hasta sentirse febril, y esa erótica calidez la hizo olvidarse de respirar. Dentro de ella crecía esa presión tan conocida y el dolor agudo entre los muslos exigía alivio.
Su propio gemido de deseo la despertó. A fin de cuentas, no era un sueño. La mente le jugó una treta. Peter era el fuego que encendía su sangre. Tampoco estaba rodeada de flores silvestres sino tendida sobre el manto suave de Peter. Pero no tenía ya puesta la camisa. Se preguntó cómo podía ser, pero luego dejó de lado esa preocupación. Peter insistía en reclamar su atención, frotando la nariz con suavidad en el cuello de Lali. Estaba tendido entre los muslos separados de la mujer.
Estaba haciéndole el amor. De pronto, la confusión soñolienta de Lali se disipó. Ya estaba por completo despierta.
En la densa oscuridad, no podía verlo, pero el aliento entrecortado de él, sumado a la música dulce del viento persistente, disiparon la resistencia de Lali. Pensó en decirle que no quería que volviese a lastimarla, pero la boca de Peter se deslizó hacia el pecho de Lali, al tiempo que su mano buscó los rizos suaves entre los muslos de la mujer. Ya no le importó si le dolería.
Los dedos de Peter eran mágicos. Sabía dónde tocarla para enloquecerla, para hacerla humedecerse. Se puso tensa cuando los dedos del hombre apartaron los pliegues suaves y sedosos y se metieron dentro de ella. La bendita agonía la hizo gritar, reclamando alivio.
Le tiró del pelo para que se detuviera pero cambió rápidamente de idea cuando el pulgar de Peter comenzó a frotar el capullo de carne sensible y los dedos se hundieron en ella.
Otra vez, Lali le clavó las uñas en los hombros y Peter gruñó. Lali se desesperó por tocarlo, por darle el mismo placer que él le brindaba. Trató de apartarse, pero Peter no se lo permitió.
Se dieron un beso ardiente, de bocas abiertas, arrasador. Peter le entregó la lengua y Lali la succionó.
—Estás mojada —le dijo el hombre.
—No puedo evitarlo —murmuró, gimiendo.
Las manos de Peter separaron los muslos de Lali y comenzó a penetrarla con lentitud.
—No quiero que lo evites.
—¿De verdad? —preguntó la mujer, haciendo fuerza para que la penetrara más. Haciéndolo con tanta lentitud, la volvía loca. Sabía que moriría, pero quería que la llenara, que la quemara.
—Significa que estás caliente conmigo —murmuró Peter—. No te muevas así. Déjame...
—¡No es momento para bromas!
Si hubiese tenido fuerzas, habría reído.
—Estoy tratando de ser suave —le dijo—. Pero eres tan estrecha que yo...
Lali se arqueó contra él y Peter olvidó su propósito de ser gentil. Colocó las piernas de Lali en torno de su propia cintura, aferró el cabello de la mujer alrededor de sus manos para que no se apartara de él y la embistió con un movimiento enérgico.
Ya estaba tan fuera de control que no supo si la lastimaba o no. No podía detenerse. Cubrió con la boca las protestas que pudiera pronunciar Lali, y cuando supo que ya no podría con tenerse, cuando sintió que estaba por derramar su simiente en la mujer, deslizó la mano entre los cuerpos de los dos y la incitó a que se uniera a él.
Lo sorprendió la fuerza de las piernas de Lali. Lo apretó entre sus muslos, obligándolo a un orgasmo inmediato.
Peter se dejó caer sobre Lali y le llevó largo rato recuperar la fuerza para mirarla. El primer pensamiento coherente que se le ocurrió fue que había abusado de ella.

—Lali, ¿te he lastimado? ¿He sido muy rudo contigo? —murmuró.
Lali no le respondió. Peter se apoyó sobre un codo y la contempló con evidente preocupación.
Estaba profundamente dormida y Peter no supo qué hacer. Vio que tenía los dedos entrelazados en el cabello de Lali y con una paciencia que lo sorprendió, separó los rizos y se tomó unos momentos para apartarle el pelo de las mejillas.
Supo que la había satisfecho. Si bien lady Lanzani dormía como un tronco, tenía una sonrisa en el rostro.
El día siguiente resultó el más difícil para Lali. Viajaban por una comarca salvaje, de asombrosa belleza, con lagos que el viento rizaba y páramos abiertos, tapizados de una hierba del color y el brillo de las esmeraldas. También había colinas desoladas. Parte del terreno ondulado tenía un denso follaje verde llamado puerro silvestre, que despedía un aroma peculiar cuando se pisaba. La grandiosidad del paisaje de las Tierras Altas hizo pensar a Lali que ascendían lentamente al paraíso.
Hacia el mediodía el paisaje perdió atractivos. El aire era más marcadamente punzante e intenso a cada hora que pasaba. Lali se arropó en la capa de invierno. Tenía tanto sueño que casi se cayó de la montura, por lo que Peter se acercó de inmediato a ella y la puso sobre su propio caballo. Lali no se resistió, aun cuando su esposo le quitó la capa y la arrojó al suelo. La envolvió en el pesado manto y la apretó contra sí.
Lali soltó un sonoro bostezo y preguntó:
—Peter, ¿por qué has tirado mi capa?
—Para abrigarte usarás el manto con mis colores, Lali.
No pudo resistir la tentación de rozar con la boca la coronilla de la mujer. Comenzaba a pensar que su esposa era el ser más sorprendente: podía quedarse dormida en un abrir y cerrar de ojos.
Le gustaba sentirla apoyada contra él, su aroma femenino; y en el fondo de la mente de Peter se formó una idea: Lali confiaba en él por completo. Eso era lo que más le gustaba.
No había mencionado la noche de amor apasionado pues, a la luz de la mañana, el sonrojo de Lali le indicó que no quería hablar del tema.
Su timidez lo divertía.
Sin embargo, la mujer no era muy fuerte, no conocía las limitaciones de su propio cuerpo. De inmediato, Peter vio que estaba agotada y procuró ir a paso lento.
Lali dormía profundamente: Peter tuvo que sacudirla varias veces hasta obtener una respuesta.
—Lali, despiértate. Estamos en casa —repitió por tercera vez.
—¿En casa? —preguntó, confusa.
Con suma paciencia, Peter eludió los codos de Lali, que se frotaba los ojos.
—¿Te cuesta tanto despertarte después de una siesta? —le preguntó.
—No lo sé, pues nunca dormía la siesta.
Lali giró para mirar en derredor y no vio el entrecejo de Peter.
—Peter, sólo veo árboles. ¿Me has despertado para burlarte de mí?
En respuesta, el hombre le alzó la barbilla y señaló:
—Allá, esposa. Encima de la próxima loma. Puedes ver el humo del hogar.
En efecto, Lali vio la columna de humo que se rizaba elevándose hacia las nubes, y un atisbo de la torre cuando Peter hizo avanzar al caballo por la falda de la colina.

12 comentarios:

  1. NOOOO TE LO PIDO POR FAVOR NO SEAS MALITA UNO MAS POR HOY....voy a armar una revolucion...chicas ya que hoy ando haciendole la vida dificil a angie digo q hagamos huelga para que nos publique un ultimo cap q les parece jajajaj enloquecii

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. tiene q ser un chiste que solo yo haya comentado ¿no?

      Eliminar
  2. Termina siendo todo tiernito con ella! Me encanta más!!

    ResponderEliminar
  3. este peter me desorienta igual que Lali!!

    ResponderEliminar
  4. mas nove mas nove mas nove!!
    mas nove mas nove mas nove!!
    mas nove mas nove mas nove!!
    mas nove mas nove mas nove!!
    mas nove mas nove mas nove!!
    mas nove mas nove mas nove!!
    mas nove mas nove mas nove!!
    mas nove mas nove mas nove!!

    ResponderEliminar