Hola!! como pasaron el dia? espero q bien!! buenoooo aca dejo cap vamos entrando en la etapa final de la nove les aviso,espero les guste!! Nos leemoss♥♥
Capítulo
25
El rumor
de la notable habilidad de lady Lanzani para curar corrió por las Tierras Altas
como un incendio. Con todo, el relato de la curación de Pablo no se exageró,
pues la verdad era lo bastante impresionante y hacía innecesario adornarla. El
relato siempre comenzaba de la misma manera. Se decía que el guerrero Lanzani
acababa de recibir los últimos sacramentos y que estaba a un paso de la muerte.
Ese comienzo conquistaba el grado de asombro que el narrador de turno podría
desear.
Los
miembros de los clanes que asistían al festival anual de primavera en el feudo
de Gillebrid se enteraron de las noticias menos de un día después de saber que Pablo
estaba muerto. Lydia Louise, la hermana menor y única pariente de Pablo además
de Rocío, estaba desecha. Primero, lloró con genuina angustia por la muerte del
hermano, y luego, con intenso alivio por su milagrosa recuperación. Hacia el
final de ese día interminable, la confundida mujer tuvo que recibir una buena
dosis de vino espeso y la obligaron a meterse en la cama.
Ningún
miembro del clan McPherson asistió al festival. El hijo único del caudillo, un
bebé de sólo tres meses, estaba tan enfermo que todo el clan pensó que se
moriría. El niño, a causa de una vena de obstinación heredada de su padre,
había tomado de pronto un intenso aborrecimiento hacia la leche de la madre.
Cada vez que se le alimentaba, vomitaba con tal violencia que en poco tiempo se
debilitó al punto de no poder ma-mar.
El señor
McPherson salió a buscar solaz en sus apacibles bosques para esa pena
insondable. Lloró como un niño, pues estaba convencido de que al regresar al
hogar tendría que enterrar a su hijo.
Los Riera
se habían unido a los McPherson contra los McCoy, los odiados pescadores, y ese
conflicto existía desde hacía tantos años, que nadie recordaba el comienzo. Por
otro lado, los Lanzani eran aliados de los McCoy desde una ocasión en que un
guerrero McCoy sacó del río a un niño Lanzani que estaba ahogándose y, en
consecuencia, el honor obligó a los Lanzani a apoyar a los McCoy en contra de
los McPherson.
No
obstante, cuando lady Cecily McPherson se enteró de la habilidad curativa de
lady Lanzani, olvidó todas las leyes de las Tierras Altas.
Para
salvar a su hijo, Cecily McPherson habría sido capaz de pactar con el mismo
diablo. Sin decírselo a nadie, llevó al niño al feudo Riera y suplicó el apoyo
de lady Riera. Eugenia escuchó con simpatía el ruego de la pobre mujer, y como Nicolás
aún estaba ausente, ocupado en la búsqueda de los atacantes de Pablo, no
necesitó pedirle permiso; de inmediato, le llevó al pequeño a Lali.
Claro que
todos los soldados Lanzani sabían de quién era el pequeño, pues en las montañas
todos conocían los problemas de los demás. Sin embargo, ninguno de ellos
informó a la señora de que en realidad estaba atendiendo al hijo de un enemigo.
Supusieron que no le importaría. A fin de cuentas, lady Lanzani era inglesa e
ignoraba los conflictos existentes en Escocia. Por otra parte, era mujer, y el
instinto maternal sin duda sería un impulso más fuerte que la guerra para ella.
Más aún, era demasiado gentil para comprender un conflicto, y por la manera en
que insistió en curar a Pablo aun contra la resistencia de Peter, demostró que
era demasiado obstinada para desistir.
Pero Victorio
sabía qué era lo que sucedería si el chico moría en tierra Lanzani y después de
echar un vistazo al pobre chiquillo se convenció de que la guerra era
inevitable. Ordenó a las tropas que se prepararan para la batalla, envió a dos
mensajeros en busca de Peter, y esperó el ataque de los McPherson.
Cuatro
días después, cuando un ejército completo de McPherson apareció a exigir el
cuerpo para sepultarlo, el niñito estaba gordo y saludable.
Victorio
sólo permitió la entrada al señor y a otros dos hombres, y con Maxi a su lado,
los esperó en los escalones de entrada al castillo.
Cuando oyó
los gritos que venían del patio, Lali acababa de hacer dormir al bebé sobre la
cama de Peter. Corrió afuera para ver a qué se debía la conmoción, pero se
detuvo de golpe en la cima de los escalones cuando vio a tres soldados de
aspecto feroz montados a caballo. Al instante supo que no eran soldados Lanzani,
pues el manto de color oscuro era por completo diferente.
—No me iré
sin mi muerto —bramó el hombre fornido del centro—. Y cuando regrese, habrá
sangre Lanzani manchando los muros.
—Victorio,
¿alguien ha muerto? —preguntó Lali.
El segundo
comandante respondió sin volverse, y Lali pensó que no quería perder de vista a
los intrusos. No lo culpaba, pues los extraños parecían ser el tipo de sujetos
capaces de golpear a un hombre por la espalda.
—El señor
McPherson ha venido a reclamar a su hijo.
El tono
furioso de Victorio asustó a Lali; percibió la tensión en el aire, y entonces
advirtió que los tres extraños la miraban ceñudos. La ruda actitud la impulsó a
enderezar los hombros.
—¿Es la
mujer de Lanzani? —vociferó el hombre que estaba en medio.
—Sí
—respondió Victorio.
—Entonces,
ella es la que me ha robado a mi hijo.
¿Acaso el
señor tenía que gritar así? Lali no podía creer que este fuera el padre de un
niñito tan dulce. El caudillo era un hombre maduro, de cejas tan espesas que le
ocultaban casi por entero los ojos oscuros. Lali pensó que debía de oler tan
mal como aparentaba.
Maxi se
volvió hacia Lali, pero el semblante del hombre no daba el menor indicio de lo
que pensaba.
—Vaya a
buscar al niño —le ordenó.
—¡Deprisa,
mujer!
Lali
acababa de encaminarse hacia el castillo cuando el señor vociferó la orden. Se
detuvo, se volvió con lentitud y lo miró otra vez.
—No tengo
prisa —dijo.
—Quiero a
mi muerto.
Lali creyó
que quedaría medio sorda para siempre, pues ese sujeto hostil rugía como un oso
herido. Trató de contener la ira. “Pensará que el hijo está muerto, y la pena
le hace olvidar los buenos modales”, se dijo.
Se hizo
silencio hasta que Lali salió otra vez con el niñito dormido en los brazos. El
bebé estaba totalmente cubierto por una manta gruesa de lana que lo protegía
del viento punzante.
El rostro
del viejo señor no manifestó ninguna reacción. Lali se acercó al hombre y
descubrió la carita del niño.
—Démelo.
—Deje de
gritar ya mismo —ordenó Lali en voz alta—. Si despierta al niño después de todo
el trabajo que me ha dado para hacerlo dormir, armará un buen escándalo y usted
tendrá que soportarlo ¿He sido clara?
—¿Despertarlo?
—Acabo de
decirle que no grite —repitió, casi gritando ella también. Se arrepintió de
inmediato, pues el niño abrió los ojos y comenzó a removerse. Lali sonrió al
chiquillo y luego dirigió al padre una mirada severa.
No vio la
expresión atónita del padre al comprobar que su hijo se movía.
—¿Ve lo
que ha hecho? Sus gritos han perturbado al pequeño —murmuró Lali. Apoyó al
niñito sobre el hombro y comenzó a darle palmaditas en la espalda. De
inmediato, el niño lanzó un sonoro eructo—. Muy bien, pequeño —canturreó, dando
un beso breve en la cabecita calva.
Endureció
la expresión al volver el rostro hacia el padre.
—¡No
entenderé por qué Dios lo bendijo con un niño tan adorable! El pequeño acaba de
recibir el almuerzo. Si usted lo inquieta es probable que vomite.
El
caudillo no respondió a los comentarios de Lali y ésta, con desgana, le entregó
el niño. Vio que las manos del hombre temblaban al sostener a su hijito.
—Antes de
que se marche tengo que darle ciertas instrucciones —dijo Lali.
Durante
largo rato, el viejo guerrero no dijo palabra y permaneció contemplando a su
hijo con la cabeza inclinada mientras trataba de recobrarse. En ese momento no
podía manifestar alegría pues eso debilitaría su posición ante los Lanzani,
pero era tan difícil ese cometido que los ojos casi se le salían de las
órbitas. El niñito lanzó otro eructo en medio del silencio y sonrió con
dulzura, como si supiera que el debate interior del padre era una prueba de
resistencia.
—No está
muerto.
—Si sigue
usted gritando lo matará del susto —afirmó Lali—. Y ahora, le ruego que me
preste atención, señor. Le dirá a su esposa que sólo lo alimente con leche de
cabra.
—No lo
haré.
Lali
reaccionó como si la hubiese atravesado un rayo. Antes de que el guerrero
pudiese hacer nada, le arrebató al chiquillo de los brazos, lo estrechó contra
el pecho y comenzó a pasearse junto al caballo del padre.
—En ese
caso, McPherson, puede irse sin su hijo. No dejaré que lo mate con su
ignorancia. Vuelva cuando el niño sea lo bastante mayor para valerse por sí
mismo.
Los ojos
del guerrero se abrieron atónitos. Miró a Victorio, y luego otra vez a lady Lanzani.
—Démelo.
—Antes
tendrá que prometerme que sólo lo alimentará con leche de cabra.
—Tomará la
leche de su madre, mujer.
—No tolera
la leche de la madre.
—¿Acaso
quiere ofender a mi esposa?
Lali deseó
tener fuerza para golpearlo a ver si cobraba algo de sentido común.
—Estoy
diciéndole qué es lo que tiene que hacer para mantener con vida al niño
—gritó—. No soportaría más descomposturas. —Se acercó al padre hasta quedar a
escasos centímetros de la rodilla del hombre, y dijo—: Prométalo.
Se sintió
complacida al ver que el hombre hacía un brusco gesto de asentimiento. Le
devolvió el niño y se encaminó hacia Victorio y Maxi.
—Es usted
el hombre más desagradecido que he conocido —musitó.
—¿Desagradecido?
—El guerrero volvía a vociferar.
Lali giró
en redondo, los brazos en jarras, y lanzó al guerrero una mirada incendiaria.
—¡Sí,
desagradecido! —exclamó—. En lugar de gritarme, tendría que demostrarme su
agradecimiento, McPherson.
Una vez
más, los ojos del señor se convirtieron en dos ranuras, y Lali supo que había
herido el orgullo del hombre aunque no tenía idea del motivo.
—Quiero
que se disculpe por haberse llevado a mi hijo de mi casa —bramó el hombre—. Si
no logro lo que exijo, habrá una guerra.
—¡Lo que
usted necesita es un buen puntapié en el trasero, vieja cabra! —gritó Lali—. ¡Y
si no se muestra respetuoso ante mí, eso es lo que conseguirá!
—Usted se
llevó a mi hijo.
Lali no
podía creer en la estupidez de ese sujeto y, al parecer, el caballo era tan
empecinado como el amo. En cuanto el anciano dejó las riendas, el animal trató
de morder a Lali en el hombro y McPherson no se proponía controlar al caballo
más que a su propio temperamento.
—¡Se
disculpará! —rugió.
Antes de
responderle, Lali dio una palmada al caballo para alejarlo.
—¿Cómo se
atreve a pedirme una disculpa? Yo no me llevé a su hijo, y usted lo sabe. Puede
sentarse a esperar hasta que se pudra, pero no le pediré perdón.
El
chiquillo comenzó a llorar, y Lali se desconcentró.
—¡Lleve al
niño a casa con su mamá! —ordenó—. ¡Y no se atreva a volver a las tierras Lanzani
hasta que no haya aprendido buenos modales!
El
caudillo pareció dispuesto a pegarle y, para no hacerlo, soltó las riendas. Al
instante, el caballo quiso morder otra vez a Lali en el hombro. La joven le dio
una palmada más fuerte.
McPherson
rugió.
—¡Ha
golpeado a mi caballo! —gritó—. ¡Todos la han visto! ¡La mujer de Lanzani ha
pegado a mi caballo! ¡Mujer, una cosa es insultar a la esposa, pero golpear al
caballo...!
—¡Por el
amor de Dios! —lo interrumpió Lali—. ¡Váyase ya, o le golpearé a usted!
Cuando el
soldado a la izquierda del guerrero hizo ademán de sacar la espada, Lali sacó
el puñal de la vaina que llevaba a la cintura. Giró hacia el soldado, tomó
puntería y dijo:
—¡Si no
saca la mano del arma le clavaré el puñal en el cuello antes de que pueda
aspirar el próximo aliento! ¡Y cuando yo provoco una herida —lo desafió— no la
curo!
El soldado
vaciló un instante y luego obedeció. Lali asintió.
—¡Y ahora,
fuera de mis tierras! —ordenó, mientras guardaba el arma.
De súbito,
se sintió exhausta. Hacía mucho tiempo que no se enfurecía de este modo. Estaba
un tanto avergonzada de su propia conducta, y agradecida de que sólo Victorio y
Maxi hubieran presenciado cómo perdía el control.
Claro que
era culpa de McPherson. ¡Ese hombre debía de vivir en una cueva! Tenía los
modales de un animal salvaje, y era capaz de hacer gritar a un santo.
En ese
momento, la única posibilidad lógica era retroceder. Lali se volvió con
intención de entrar al castillo sin echar una sola mirada atrás. Despediría a
McPherson de la manera más grosera posible.
Pero se
detuvo bruscamente al ver una fila de soldados Lanzani detrás de ella, todos
armados, y listos para la batalla. Lali lo advirtió con rapidez, pero lo que la
asustó y le hizo palpitar la cabeza no fue eso. No, fue el mismo Peter Lanzani,
de pie en medio de los soldados lo que captó de inmediato la atención de Lali y
le hizo doler la cabeza.
¡Diablos,
quizás hubiera visto toda la escena!
Lali se
sintió mortificada. De pronto, sintió deseos de girar en redondo y regresar a Inglaterra.
Ya no
estaba segura de cuál era la mayor amenaza en ese momento: la expresión de Peter
era capaz de hacerle caer la lana a una oveja. En comparación, el guerrero
McPherson parecía un santo.
Peter
tenía los brazos cruzados sobre el pecho. Las piernas separadas —¡mala señal!—
y el semblante tan rígido como el resto de su persona. Era la misma actitud que
había adoptado cuando los atacaron los bandidos. En aquel momento, Lali pensó
que se mostraba indiferente.
Ahora
sabía que se había equivocado.
De
cualquier modo, Lali pensó que Peter era más seguro. Sintiendo un espasmo en el
estómago, la joven pensó que si Peter se proponía matarla, sin duda lo haría en
privado. Ella no era tan importante como para que hiciera una escena. No, tal
vez no tocara el tema hasta la semana siguiente.
Cuando Lali
se acercó a él, Peter no dijo una palabra; se limitó a empujarla hasta que
quedó tras él y luego se adelantó un paso. De inmediato, la muralla de hombres
se cerró en torno de Lali.
El escudo
de guerreros le obstruía la vista, aunque se puso de puntillas y trató de mirar
sobre el hombro de Maxi.
Palabras
airadas cruzaban como flechas entre los dos poderosos caciques. Lali quedó
perpleja al comprobar que, en realidad, Peter la defendía. Se sintió hondamente
insultado al ver que uno de los McPherson tenía la audacia de tocar la espada
en presencia de lady Lanzani. ¡Oh, desde luego que Peter estaba furioso! ¡Muy
furioso!
Tenía un
temperamento endiablado, y Lali recitó todas las plegarias que conocía,
agradeciendo al Creador que ese carácter no se abatiera sobre ella.
Entonces, Lali
volvió a oír la odiosa palabra “guerra” pronunciada en forma de rugidos.
McPherson quería pelear y Peter asentía con énfasis.
“¡Dios!”,
se dijo Lali. “¿Qué he hecho?” Peter jamás creería que no era culpa suya. Si Lali
hubiese podido controlar su propio temperamento, quizás habría evitado esta
guerra.
Los
soldados no se apartaron de la joven hasta que los McPherson se alejaron una
buena distancia por el camino. Lali pensó que le convenía irse antes de que su
esposo volviera la atención hacia ella. “No correré”, se dijo. “No, sólo
necesito un poco de tiempo para aclarar este asunto tan confuso. Con un poco de
suerte, quizá me lleve uno o dos días.”
Le dio la
espalda a Maxi y comenzó a caminar hacia la entrada. Pero en el instante en que
pensó que había escapado a la atención de Peter, éste la sujetó del brazo. Sin
la menor gentileza, la obligó a mirarlo. Lali sonrió, pues Maxi y Victorio
miraban, pero el ceño de Peter la hizo cambiar de idea.
—¿Tienes
la bondad de darme una explicación? —dijo Peter, en un tono tan apacible como
el bostezo de un león.
—No
—respondió Lali—. Prefiero no hacerlo.
La
respuesta no agradó al hombre, y el músculo del mentón comenzó a contraerse en
un tic insistente. El apretón del brazo se tomó tan fuerte que las pecas de Lali
se pusieron rosadas.
Lali
estaba resuelta a afrontar la mirada de su esposo para demostrarle que no tenía
miedo de la expresión cruel de sus ojos, pero no duró hasta el primer parpadeo.
—El niñito
estaba enfermo —le dijo.
—¿Y?
—Yo lo
cuidé.
—¿Cómo
llegó aquí el hijo de McPherson?
—Yo me
pregunté lo mismo.
—Respóndeme.
Aunque Peter
no alzó la voz, Lali supo que estaba furioso y se propuso apaciguarlo con una
respuesta directa.
—Peter, yo
sólo traté de hacer lo correcto. Y aunque hubiera sabido que ese chiquillo
adorable pertenecía a un viejo tan amargo, de todos modos lo habría atendido.
El niño sufría mucho. ¿Tú me habrías permitido que le diese la espalda?
—Yo
quisiera que respondieras a mi pregunta —insistió el hombre.
—Le
echarás la culpa a Eugenia.
—¿Está
metida en esto? —preguntó Peter. Movió la cabeza y dijo—: No debería
sorprenderme.
—Eugenia
me trajo al chico. La esposa de McPherson se lo dio a Eugenia, y le rogó que
obtuviese mi ayuda.
Por fin, Peter
le soltó el brazo, y Lali contuvo el ansia de frotárselo.
—Ahora te
enfadarás con Eugenia por haber interferido, ¿no es así, Peter?
Peter no
respondió. Victorio miró a Lali con simpatía y dijo a Peter:
—¿Nicolás
está enterado de esto?
—No creo
—respondió Peter—. Estaba cazando conmigo. Si ha ido directamente a su casa
quizás en este momento esté enterándose. Si Dios quiere, la encerrará bajo
llave.
—Eugenia
tiene buen corazón —intervino Lali—. No creo que Nicolás se enfade con ella por
ayudar a un niño enfermo.
—Ahora
puedes volver a entrar —le dijo Peter, sin hacer caso de los argumentos de Lali
en defensa de su hermana.
La actitud
fría del esposo ofuscó a Lali, aunque a esas alturas tendría que estar
acostumbrada. Había estado ausente cuatro días con sus noches, pero Lali no lo
echó de menos.
—Todavía
no quiero entrar —replicó Lali, sorprendiendo a Victorio y a Maxi, pero no a Peter—.
Antes, tengo que hacerte una pregunta.
Peter
lanzó un suspiro de impaciencia.
—Envía a
algunos hombres a acompañar a los McPherson hasta el límite —ordenó, y luego
volvió la atención a Lali—. ¿Y bien? ¿Cuál es la pregunta?
—Me
preguntaba si te ha ido bien con la caza.
—Así es.
—¿Encontraste
a los hombres que hirieron a Pablo?
—Sí.
—¿Y?
—¿Y, qué?
—¿Tuviste
que matar a alguno de ellos?
Para Peter
era la pregunta más absurda que le habían hecho jamás. Lali la pronunció en un
murmullo, y luego lanzó a Victorio una mirada afligida. Peter no sabía qué
hacer con su esposa, ya que parecía irritada con él. Esta mujer era demasiado
irracional para entenderla.
haaaaaaaa lali iso bien hasta yo les ubiera gritado !
ResponderEliminarHola, hola soy Yami la chica del facebook! (: Me encanto el cap. gracias por subir nove! :) Ahh ya falta poquito para que termine!
ResponderEliminarmasssss por favor
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cuando va entender peter a lali :)
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maraton !!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarMe encanta más!!
ResponderEliminarahhh apoyo a la q dice maraton pero mejor el viernes jajajjaaj y si totalmente de acuerdo con lali ademas peter deberia darse cuenta de las señales si la defiende haga el resto bn
ResponderEliminarmas massssssss massssssssss masssssssssss masssssss massssssssss masssssssss masssssssss massssssssssss massssssssss masssssss
ResponderEliminarmas massssssss massssssssss masssssssssss masssssss massssssssss masssssssss masssssssss massssssssssss massssssssss masssssss
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Massssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminar@DaniiVasqueez
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ResponderEliminarsube mas :D
ResponderEliminarqe buen temperamento el de lali me encanto mmass
ResponderEliminarmaaasss ♥
ResponderEliminarmas massssssss massssssssss masssssssssss masssssss massssssssss masssssssss masssssssss massssssssssss massssssssss masssssss
ResponderEliminarmas massssssss massssssssss masssssssssss masssssss massssssssss masssssssss masssssssss massssssssssss massssssssss masssssss
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