martes, 29 de enero de 2013

Capitulo 25


Hola!! como pasaron el dia? espero q bien!! buenoooo aca dejo cap vamos entrando en la etapa final de la nove les aviso,espero les guste!! Nos leemoss♥♥


Capítulo 25

El rumor de la notable habilidad de lady Lanzani para curar corrió por las Tierras Altas como un incendio. Con todo, el relato de la curación de Pablo no se exageró, pues la verdad era lo bastante impresionante y hacía innecesario adornarla. El relato siempre comenzaba de la misma manera. Se decía que el guerrero Lanzani acababa de recibir los últimos sacramentos y que estaba a un paso de la muerte. Ese comienzo conquistaba el grado de asombro que el narrador de turno podría desear.
Los miembros de los clanes que asistían al festival anual de primavera en el feudo de Gillebrid se enteraron de las noticias menos de un día después de saber que Pablo estaba muerto. Lydia Louise, la hermana menor y única pariente de Pablo además de Rocío, estaba desecha. Primero, lloró con genuina angustia por la muerte del hermano, y luego, con intenso alivio por su milagrosa recuperación. Hacia el final de ese día interminable, la confundida mujer tuvo que recibir una buena dosis de vino espeso y la obligaron a meterse en la cama.
Ningún miembro del clan McPherson asistió al festival. El hijo único del caudillo, un bebé de sólo tres meses, estaba tan enfermo que todo el clan pensó que se moriría. El niño, a causa de una vena de obstinación heredada de su padre, había tomado de pronto un intenso aborrecimiento hacia la leche de la madre. Cada vez que se le alimentaba, vomitaba con tal violencia que en poco tiempo se debilitó al punto de no poder ma-mar.
El señor McPherson salió a buscar solaz en sus apacibles bosques para esa pena insondable. Lloró como un niño, pues estaba convencido de que al regresar al hogar tendría que enterrar a su hijo.
Los Riera se habían unido a los McPherson contra los McCoy, los odiados pescadores, y ese conflicto existía desde hacía tantos años, que nadie recordaba el comienzo. Por otro lado, los Lanzani eran aliados de los McCoy desde una ocasión en que un guerrero McCoy sacó del río a un niño Lanzani que estaba ahogándose y, en consecuencia, el honor obligó a los Lanzani a apoyar a los McCoy en contra de los McPherson.
No obstante, cuando lady Cecily McPherson se enteró de la habilidad curativa de lady Lanzani, olvidó todas las leyes de las Tierras Altas.
Para salvar a su hijo, Cecily McPherson habría sido capaz de pactar con el mismo diablo. Sin decírselo a nadie, llevó al niño al feudo Riera y suplicó el apoyo de lady Riera. Eugenia escuchó con simpatía el ruego de la pobre mujer, y como Nicolás aún estaba ausente, ocupado en la búsqueda de los atacantes de Pablo, no necesitó pedirle permiso; de inmediato, le llevó al pequeño a Lali.
Claro que todos los soldados Lanzani sabían de quién era el pequeño, pues en las montañas todos conocían los problemas de los demás. Sin embargo, ninguno de ellos informó a la señora de que en realidad estaba atendiendo al hijo de un enemigo. Supusieron que no le importaría. A fin de cuentas, lady Lanzani era inglesa e ignoraba los conflictos existentes en Escocia. Por otra parte, era mujer, y el instinto maternal sin duda sería un impulso más fuerte que la guerra para ella. Más aún, era demasiado gentil para comprender un conflicto, y por la manera en que insistió en curar a Pablo aun contra la resistencia de Peter, demostró que era demasiado obstinada para desistir.
Pero Victorio sabía qué era lo que sucedería si el chico moría en tierra Lanzani y después de echar un vistazo al pobre chiquillo se convenció de que la guerra era inevitable. Ordenó a las tropas que se prepararan para la batalla, envió a dos mensajeros en busca de Peter, y esperó el ataque de los McPherson.
Cuatro días después, cuando un ejército completo de McPherson apareció a exigir el cuerpo para sepultarlo, el niñito estaba gordo y saludable.
Victorio sólo permitió la entrada al señor y a otros dos hombres, y con Maxi a su lado, los esperó en los escalones de entrada al castillo.
Cuando oyó los gritos que venían del patio, Lali acababa de hacer dormir al bebé sobre la cama de Peter. Corrió afuera para ver a qué se debía la conmoción, pero se detuvo de golpe en la cima de los escalones cuando vio a tres soldados de aspecto feroz montados a caballo. Al instante supo que no eran soldados Lanzani, pues el manto de color oscuro era por completo diferente.
—No me iré sin mi muerto —bramó el hombre fornido del centro—. Y cuando regrese, habrá sangre Lanzani manchando los muros.
—Victorio, ¿alguien ha muerto? —preguntó Lali.
El segundo comandante respondió sin volverse, y Lali pensó que no quería perder de vista a los intrusos. No lo culpaba, pues los extraños parecían ser el tipo de sujetos capaces de golpear a un hombre por la espalda.
—El señor McPherson ha venido a reclamar a su hijo.
El tono furioso de Victorio asustó a Lali; percibió la tensión en el aire, y entonces advirtió que los tres extraños la miraban ceñudos. La ruda actitud la impulsó a enderezar los hombros.
—¿Es la mujer de Lanzani? —vociferó el hombre que estaba en medio.
—Sí —respondió Victorio.
—Entonces, ella es la que me ha robado a mi hijo.
¿Acaso el señor tenía que gritar así? Lali no podía creer que este fuera el padre de un niñito tan dulce. El caudillo era un hombre maduro, de cejas tan espesas que le ocultaban casi por entero los ojos oscuros. Lali pensó que debía de oler tan mal como aparentaba.
Maxi se volvió hacia Lali, pero el semblante del hombre no daba el menor indicio de lo que pensaba.
—Vaya a buscar al niño —le ordenó.
—¡Deprisa, mujer!
Lali acababa de encaminarse hacia el castillo cuando el señor vociferó la orden. Se detuvo, se volvió con lentitud y lo miró otra vez.
—No tengo prisa —dijo.
—Quiero a mi muerto.
Lali creyó que quedaría medio sorda para siempre, pues ese sujeto hostil rugía como un oso herido. Trató de contener la ira. “Pensará que el hijo está muerto, y la pena le hace olvidar los buenos modales”, se dijo.
Se hizo silencio hasta que Lali salió otra vez con el niñito dormido en los brazos. El bebé estaba totalmente cubierto por una manta gruesa de lana que lo protegía del viento punzante.
El rostro del viejo señor no manifestó ninguna reacción. Lali se acercó al hombre y descubrió la carita del niño.
—Démelo.
—Deje de gritar ya mismo —ordenó Lali en voz alta—. Si despierta al niño después de todo el trabajo que me ha dado para hacerlo dormir, armará un buen escándalo y usted tendrá que soportarlo ¿He sido clara?
—¿Despertarlo?
—Acabo de decirle que no grite —repitió, casi gritando ella también. Se arrepintió de inmediato, pues el niño abrió los ojos y comenzó a removerse. Lali sonrió al chiquillo y luego dirigió al padre una mirada severa.
No vio la expresión atónita del padre al comprobar que su hijo se movía.
—¿Ve lo que ha hecho? Sus gritos han perturbado al pequeño —murmuró Lali. Apoyó al niñito sobre el hombro y comenzó a darle palmaditas en la espalda. De inmediato, el niño lanzó un sonoro eructo—. Muy bien, pequeño —canturreó, dando un beso breve en la cabecita calva.
Endureció la expresión al volver el rostro hacia el padre.
—¡No entenderé por qué Dios lo bendijo con un niño tan adorable! El pequeño acaba de recibir el almuerzo. Si usted lo inquieta es probable que vomite.
El caudillo no respondió a los comentarios de Lali y ésta, con desgana, le entregó el niño. Vio que las manos del hombre temblaban al sostener a su hijito.
—Antes de que se marche tengo que darle ciertas instrucciones —dijo Lali.
Durante largo rato, el viejo guerrero no dijo palabra y permaneció contemplando a su hijo con la cabeza inclinada mientras trataba de recobrarse. En ese momento no podía manifestar alegría pues eso debilitaría su posición ante los Lanzani, pero era tan difícil ese cometido que los ojos casi se le salían de las órbitas. El niñito lanzó otro eructo en medio del silencio y sonrió con dulzura, como si supiera que el debate interior del padre era una prueba de resistencia.
—No está muerto.
—Si sigue usted gritando lo matará del susto —afirmó Lali—. Y ahora, le ruego que me preste atención, señor. Le dirá a su esposa que sólo lo alimente con leche de cabra.
—No lo haré.
Lali reaccionó como si la hubiese atravesado un rayo. Antes de que el guerrero pudiese hacer nada, le arrebató al chiquillo de los brazos, lo estrechó contra el pecho y comenzó a pasearse junto al caballo del padre.
—En ese caso, McPherson, puede irse sin su hijo. No dejaré que lo mate con su ignorancia. Vuelva cuando el niño sea lo bastante mayor para valerse por sí mismo.

Los ojos del guerrero se abrieron atónitos. Miró a Victorio, y luego otra vez a lady Lanzani.
—Démelo.
—Antes tendrá que prometerme que sólo lo alimentará con leche de cabra.
—Tomará la leche de su madre, mujer.
—No tolera la leche de la madre.
—¿Acaso quiere ofender a mi esposa?
Lali deseó tener fuerza para golpearlo a ver si cobraba algo de sentido común.
—Estoy diciéndole qué es lo que tiene que hacer para mantener con vida al niño —gritó—. No soportaría más descomposturas. —Se acercó al padre hasta quedar a escasos centímetros de la rodilla del hombre, y dijo—: Prométalo.
Se sintió complacida al ver que el hombre hacía un brusco gesto de asentimiento. Le devolvió el niño y se encaminó hacia Victorio y Maxi.
—Es usted el hombre más desagradecido que he conocido —musitó.
—¿Desagradecido? —El guerrero volvía a vociferar.
Lali giró en redondo, los brazos en jarras, y lanzó al guerrero una mirada incendiaria.
—¡Sí, desagradecido! —exclamó—. En lugar de gritarme, tendría que demostrarme su agradecimiento, McPherson.
Una vez más, los ojos del señor se convirtieron en dos ranuras, y Lali supo que había herido el orgullo del hombre aunque no tenía idea del motivo.
—Quiero que se disculpe por haberse llevado a mi hijo de mi casa —bramó el hombre—. Si no logro lo que exijo, habrá una guerra.
—¡Lo que usted necesita es un buen puntapié en el trasero, vieja cabra! —gritó Lali—. ¡Y si no se muestra respetuoso ante mí, eso es lo que conseguirá!
—Usted se llevó a mi hijo.
Lali no podía creer en la estupidez de ese sujeto y, al parecer, el caballo era tan empecinado como el amo. En cuanto el anciano dejó las riendas, el animal trató de morder a Lali en el hombro y McPherson no se proponía controlar al caballo más que a su propio temperamento.
—¡Se disculpará! —rugió.
Antes de responderle, Lali dio una palmada al caballo para alejarlo.
—¿Cómo se atreve a pedirme una disculpa? Yo no me llevé a su hijo, y usted lo sabe. Puede sentarse a esperar hasta que se pudra, pero no le pediré perdón.
El chiquillo comenzó a llorar, y Lali se desconcentró.
—¡Lleve al niño a casa con su mamá! —ordenó—. ¡Y no se atreva a volver a las tierras Lanzani hasta que no haya aprendido buenos modales!
El caudillo pareció dispuesto a pegarle y, para no hacerlo, soltó las riendas. Al instante, el caballo quiso morder otra vez a Lali en el hombro. La joven le dio una palmada más fuerte.
McPherson rugió.
—¡Ha golpeado a mi caballo! —gritó—. ¡Todos la han visto! ¡La mujer de Lanzani ha pegado a mi caballo! ¡Mujer, una cosa es insultar a la esposa, pero golpear al caballo...!
—¡Por el amor de Dios! —lo interrumpió Lali—. ¡Váyase ya, o le golpearé a usted!
Cuando el soldado a la izquierda del guerrero hizo ademán de sacar la espada, Lali sacó el puñal de la vaina que llevaba a la cintura. Giró hacia el soldado, tomó puntería y dijo:
—¡Si no saca la mano del arma le clavaré el puñal en el cuello antes de que pueda aspirar el próximo aliento! ¡Y cuando yo provoco una herida —lo desafió— no la curo!
El soldado vaciló un instante y luego obedeció. Lali asintió.
—¡Y ahora, fuera de mis tierras! —ordenó, mientras guardaba el arma.
De súbito, se sintió exhausta. Hacía mucho tiempo que no se enfurecía de este modo. Estaba un tanto avergonzada de su propia conducta, y agradecida de que sólo Victorio y Maxi hubieran presenciado cómo perdía el control.
Claro que era culpa de McPherson. ¡Ese hombre debía de vivir en una cueva! Tenía los modales de un animal salvaje, y era capaz de hacer gritar a un santo.
En ese momento, la única posibilidad lógica era retroceder. Lali se volvió con intención de entrar al castillo sin echar una sola mirada atrás. Despediría a McPherson de la manera más grosera posible.
Pero se detuvo bruscamente al ver una fila de soldados Lanzani detrás de ella, todos armados, y listos para la batalla. Lali lo advirtió con rapidez, pero lo que la asustó y le hizo palpitar la cabeza no fue eso. No, fue el mismo Peter Lanzani, de pie en medio de los soldados lo que captó de inmediato la atención de Lali y le hizo doler la cabeza.
¡Diablos, quizás hubiera visto toda la escena!
Lali se sintió mortificada. De pronto, sintió deseos de girar en redondo y regresar a Inglaterra.
Ya no estaba segura de cuál era la mayor amenaza en ese momento: la expresión de Peter era capaz de hacerle caer la lana a una oveja. En comparación, el guerrero McPherson parecía un santo.
Peter tenía los brazos cruzados sobre el pecho. Las piernas separadas —¡mala señal!— y el semblante tan rígido como el resto de su persona. Era la misma actitud que había adoptado cuando los atacaron los bandidos. En aquel momento, Lali pensó que se mostraba indiferente.
Ahora sabía que se había equivocado.
De cualquier modo, Lali pensó que Peter era más seguro. Sintiendo un espasmo en el estómago, la joven pensó que si Peter se proponía matarla, sin duda lo haría en privado. Ella no era tan importante como para que hiciera una escena. No, tal vez no tocara el tema hasta la semana siguiente.
Cuando Lali se acercó a él, Peter no dijo una palabra; se limitó a empujarla hasta que quedó tras él y luego se adelantó un paso. De inmediato, la muralla de hombres se cerró en torno de Lali.
El escudo de guerreros le obstruía la vista, aunque se puso de puntillas y trató de mirar sobre el hombro de Maxi.
Palabras airadas cruzaban como flechas entre los dos poderosos caciques. Lali quedó perpleja al comprobar que, en realidad, Peter la defendía. Se sintió hondamente insultado al ver que uno de los McPherson tenía la audacia de tocar la espada en presencia de lady Lanzani. ¡Oh, desde luego que Peter estaba furioso! ¡Muy furioso!
Tenía un temperamento endiablado, y Lali recitó todas las plegarias que conocía, agradeciendo al Creador que ese carácter no se abatiera sobre ella.
Entonces, Lali volvió a oír la odiosa palabra “guerra” pronunciada en forma de rugidos. McPherson quería pelear y Peter asentía con énfasis.
“¡Dios!”, se dijo Lali. “¿Qué he hecho?” Peter jamás creería que no era culpa suya. Si Lali hubiese podido controlar su propio temperamento, quizás habría evitado esta guerra.
Los soldados no se apartaron de la joven hasta que los McPherson se alejaron una buena distancia por el camino. Lali pensó que le convenía irse antes de que su esposo volviera la atención hacia ella. “No correré”, se dijo. “No, sólo necesito un poco de tiempo para aclarar este asunto tan confuso. Con un poco de suerte, quizá me lleve uno o dos días.”
Le dio la espalda a Maxi y comenzó a caminar hacia la entrada. Pero en el instante en que pensó que había escapado a la atención de Peter, éste la sujetó del brazo. Sin la menor gentileza, la obligó a mirarlo. Lali sonrió, pues Maxi y Victorio miraban, pero el ceño de Peter la hizo cambiar de idea.
—¿Tienes la bondad de darme una explicación? —dijo Peter, en un tono tan apacible como el bostezo de un león.
—No —respondió Lali—. Prefiero no hacerlo.
La respuesta no agradó al hombre, y el músculo del mentón comenzó a contraerse en un tic insistente. El apretón del brazo se tomó tan fuerte que las pecas de Lali se pusieron rosadas.
Lali estaba resuelta a afrontar la mirada de su esposo para demostrarle que no tenía miedo de la expresión cruel de sus ojos, pero no duró hasta el primer parpadeo.
—El niñito estaba enfermo —le dijo.
—¿Y?
—Yo lo cuidé.
—¿Cómo llegó aquí el hijo de McPherson?
—Yo me pregunté lo mismo.
—Respóndeme.
Aunque Peter no alzó la voz, Lali supo que estaba furioso y se propuso apaciguarlo con una respuesta directa.
—Peter, yo sólo traté de hacer lo correcto. Y aunque hubiera sabido que ese chiquillo adorable pertenecía a un viejo tan amargo, de todos modos lo habría atendido. El niño sufría mucho. ¿Tú me habrías permitido que le diese la espalda?
—Yo quisiera que respondieras a mi pregunta —insistió el hombre.
—Le echarás la culpa a Eugenia.
—¿Está metida en esto? —preguntó Peter. Movió la cabeza y dijo—: No debería sorprenderme.

—Eugenia me trajo al chico. La esposa de McPherson se lo dio a Eugenia, y le rogó que obtuviese mi ayuda.
Por fin, Peter le soltó el brazo, y Lali contuvo el ansia de frotárselo.
—Ahora te enfadarás con Eugenia por haber interferido, ¿no es así, Peter?
Peter no respondió. Victorio miró a Lali con simpatía y dijo a Peter:
—¿Nicolás está enterado de esto?
—No creo —respondió Peter—. Estaba cazando conmigo. Si ha ido directamente a su casa quizás en este momento esté enterándose. Si Dios quiere, la encerrará bajo llave.
—Eugenia tiene buen corazón —intervino Lali—. No creo que Nicolás se enfade con ella por ayudar a un niño enfermo.
—Ahora puedes volver a entrar —le dijo Peter, sin hacer caso de los argumentos de Lali en defensa de su hermana.
La actitud fría del esposo ofuscó a Lali, aunque a esas alturas tendría que estar acostumbrada. Había estado ausente cuatro días con sus noches, pero Lali no lo echó de menos.
—Todavía no quiero entrar —replicó Lali, sorprendiendo a Victorio y a Maxi, pero no a Peter—. Antes, tengo que hacerte una pregunta.
Peter lanzó un suspiro de impaciencia.
—Envía a algunos hombres a acompañar a los McPherson hasta el límite —ordenó, y luego volvió la atención a Lali—. ¿Y bien? ¿Cuál es la pregunta?
—Me preguntaba si te ha ido bien con la caza.
—Así es.
—¿Encontraste a los hombres que hirieron a Pablo?
—Sí.
—¿Y?
—¿Y, qué?
—¿Tuviste que matar a alguno de ellos?
Para Peter era la pregunta más absurda que le habían hecho jamás. Lali la pronunció en un murmullo, y luego lanzó a Victorio una mirada afligida. Peter no sabía qué hacer con su esposa, ya que parecía irritada con él. Esta mujer era demasiado irracional para entenderla.



17 comentarios:

  1. haaaaaaaa lali iso bien hasta yo les ubiera gritado !

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  2. Hola, hola soy Yami la chica del facebook! (: Me encanto el cap. gracias por subir nove! :) Ahh ya falta poquito para que termine!

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  5. cuando va entender peter a lali :)

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  7. maraton !!!!!!!!!!!!!!!!

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  8. ahhh apoyo a la q dice maraton pero mejor el viernes jajajjaaj y si totalmente de acuerdo con lali ademas peter deberia darse cuenta de las señales si la defiende haga el resto bn

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  12. qe buen temperamento el de lali me encanto mmass

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