Capítulo 1
—¿Qué diablos
está sucediendo?
La voz
colérica resonó en medio de la noche y Lali se ocultó más detrás de las ramas
de las adelfas, tratando de hacerse invisible. Se había escondido detrás del
arbusto cuando el coche dio la vuelta hacia el sendero; ahora estaba atrapada.
Sería muy vergonzoso que la descubrieran ocultándose en el jardín de su vecino.
Además, ¿qué estaba haciendo él en casa? Se suponía que estaba en el
extranjero.
Por fortuna,
la oscuridad le facilitaba a Lali la posibilidad de confundirse con lo que la
rodeaba. El viento que soplaba del sur agitaba las hojas de las adelfas y los
hibiscos que bordeaban el césped, apagando cualquier ruido que ella pudiera
hacer. Si los niños del vecindario cooperaban y guardaban silencio, tal vez
podrían pasar desapercibidos y huir de allí, una vez que él renunciara a la
búsqueda y entrara en la casa. Un arbusto se agitó a la izquierda.
—¿Quién está
ahí? —la voz varonil se acercaba cada vez más.
Lali podía
ver los zapatos oscuros y la sombra difusa de un hombre. Se ocultó más detrás
del arbusto con la espalda contra la áspera piedra del muro. El hombre seguía
acercándose y, antes de que ella pudiera evitarlo, una mano se introdujo en el
follaje y la agarro de un hombro.
Sintiéndose
como una tonta, la joven salió despacio de su escondite y avanzó hacia el
césped, irguiéndose para enfrentarse a su captor. Tuvo que alzar mucho la vista
para mirarlo. Ella medía un metro setenta y tres, pero ese hombre la superaba
con creces en estatura.
No podía
distinguir sus rasgos en la oscuridad, pero si era Peter Lanzani, ya sabía cuál
era su aspecto: alto, de cabello oscuro y ojos de un tono azul intenso. Su
cuñada Suzanne lo había descrito muchas veces mientras intentaba convencer a
Lali de que pasara sus vacaciones en Barbados, el lugar que ella recordaba con
tanto cariño.
—¿Quién es
usted y qué diablos hace escondida en mi jardín?
Sus dedos se
clavaron con mayor fuerza en el hombro de Lali. Su acento británico, que tanto
había fascinado a Lali cuando llegó a Barbados, era de una fría formalidad y el
tono era decididamente amenazador.
—Lo siento,
sólo estábamos… jugando —dijo la joven y desvió la mirada, buscando a los
niños. Necesitaba aliados contra ese formidable cuerpo.
—¿Jugando?
—Al
escondite. ¡Jimmy, David, salid! ¡Habéis ganado! —se sentía como un *******.
Tenía veintiséis años; era demasiado mayor para jugar al escondite con los
niños del vecindario. Pero antes le había parecido una idea muy divertida, y ya
estaba empezando a aburrirse al no tener a nadie con quién hablar en todo el
día.
Dos pequeñas
sombras cruzaron corriendo el patio.
—Hola, señor
Lanzani —saludó Jimmy, sonriente.
Peter Lanzani
no había retirado la mano del hombro de Lali y ella se volvió para mirarlo,
tratando de observarlo con claridad bajo la débil luz. Su contacto ya no era
amenazador, pero aún era firme.
—Siento haber
invadido su propiedad —se disculpó Lali—, pero mi jardín es pequeño y
convencional, mientras que el suyo es fantástico, con todos estos árboles y
arbustos. Es un lugar maravilloso para jugar al escondite. Además, no sabíamos
que usted estaba en casa
—No estaba,
está misma noche he vuelto de Europa. Pero el hecho de que yo no esté aquí no
la autoriza a invadir este lugar. Conozco a estos dos pilluelos, pero ¿quién es
usted?
—Soy Lali
Espósito y vivo en la casa de la señora Tuttle, al lado —la joven señaló la
casita situada al otro lado del muro de piedra que separaba los dos jardines.
Ansiaba refugiarse allí. Se preguntó si él la soltaría si hacía algún movimiento.
—Santo Dios,
¿ha vuelto a alquilar su casa?
Peter no
parecía complacido. Lali volvió a preguntarse si repudiaría la práctica de la
señora Tuttle de alquilar la cabaña a sus amistades.
—No, en
cierta forma soy de la familia y estoy aquí de vacaciones, durante unas semanas
—respondió la joven—. De cualquier forma, lamento haberlo molestado —trató de
soltarse, pero él seguía sujetándola con firmeza.
—En el
futuro, hágame el favor de jugar con los críos en su lado del muro —la voz de
Peter era dura e inflexible.
Lali luchó
contra el deseo de hacer un saludo militar ante ese tono autoritario y
simplemente asintió. Apartándose al fin de él, se dirigió a toda prisa hacia su
casa. Quería correr, pero no podía hacerlo sin perder su dignidad. Ya era
bastante malo que él la hubiese sorprendido de esa manera; debía de pensar que
era una *******.
Los dos niños
reían y jugueteaban, sin concederle importancia al hecho de que los hubieran
descubierto. Tenían que pasar frente al coche de Peter, aparcado en el sendero,
y, durante un momento, Lali se encontró bajo la despiadada luz de los faros.
Con la mirada baja, apresuró el paso. Antes, hacía unos segundos, se había
alegrado de que la oscuridad la ocultara de la mirada inquisitiva de Peter,
pero ahora ya no podía hacer nada por ocultar que tenía las rodillas sucias, un
desgarrón en el pantalón corto y el cabello despeinado. Estaba acalorada y
cansada.
—Espere un
minuto.
Lali se
detuvo y aspiró profundamente, volviéndose para mirar al hombre y deseando
poder retroceder cuatro o cinco pasos para alejarse de la luz de los faros. Él
se acercó, recorriéndola con la mirada, y Lali contuvo el aliento.
Suzanne no
había exagerado en su descripción. Era muy atractivo. Alto, de cabello oscuro,
presentaba un aspecto impecable con su traje gris de rayas, que le sentaba a la
perfección. Lali se sintió en desventaja; necesitaba ir a su casa y asearse.
El rostro de
Peter parecía tallado en bronce, la luz era demasiado tenue para ver de qué
color eran sus ojos, pero ella sabía que eran azules. Y ese cuerpo alto,
fuerte, perfecto… Pensó que le gustaría verlo en traje de baño. Parpadeó y alzó
la vista, sintiéndose culpable. No solía albergar esa clase de pensamientos. Se
dijo que debía de haberla afectado la magia tropical de la isla.
—¿La señora
Tuttle no está pasando aquí el verano? —preguntó él.
—No. Vivo
sola en la cabaña y estaré aquí durante el tiempo que me quede de vacaciones
—Sé que su
propiedad es pequeña, pero eso no justifica que sus invitados invadan la mía
—el tono de Peter era serio mientras la estudiaba bajo el deslumbrante haz de
luz.
Lali trató de
reprimir una sonrisa. Por Suzanne, sabía muchas cosas del señor Jake Lanzani.
—No era mi
intención molestarlo. Lo que pasa es que no ha estado en casa durante los
cuatro días que llevo alojándome aquí y no lo esperaba esta noche. Y no hemos
causado ningún daño —se sentía como una niña a la que hubieran sorprendido
robando manzanas, y no le agradaba esa sensación.
Él la miró
durante un largo momento en silencio, y luego contempló a los dos niños que
jugaban a un lado.
—Estaré en
casa durante las próximas semanas y no quiero ver a ningún niño corriendo por
aquí y armando alboroto. Tampoco quiero que ningún visitante norteamericano
invada mi propiedad.
Los niños
rieron y le dieron las buenas noches antes de dirigirse a su casa. Lali
asintió.
—Entiendo.
Buenas noches, señor Lanzani —se despidió.
—Adiós,
señorita Espósito.
—No, señora
—lo corrigió sin poder resistir la tentación.
Él la miró
mientras ella daba media vuelta y desaparecía en la oscuridad, para dirigirse
apresurada hacia la cabaña.
Una vez en el
dormitorio, se miró en el espejo, estaba hecha un desastre. Tenía su largo
cabello castaño enredado, una mancha de tierra en una mejilla y del maquillaje
de esa mañana no quedaba ni rastro. Sus ojos eran de un color gris azulado,
pero ahora tenían un tono oscuro debido a la vergüenza y la confusión, ¡Qué
forma tan terrible de encontrarse por primera vez con su vecino!
Necesitaba una
ducha y, a toda prisa, se dirigió al baño y se metió bajo el chorro de agua
caliente. Mientras se enjabonaba, volvió a pensar en su vecino. Su cuñada se lo
había contado todo acerca de Peter Lanzani, desde el momento en que heredó la
casa contigua de su abuelo, hacía más de una década, hasta la última vez que lo
vio, cuando fue a pasar allí sus vacaciones hacía varios años. Su familia vivía
en Bridgetown, pero él vivía solo en la amplia casa de al lado. Suzanne lo
conoció cuando iba a visitar a su tía, en cuya cabaña se alojaba en ese momento
Lali.
La tía de
Suzanne, Eleanor Tuttle, había adquirido la cabaña hacía tiempo, pero aunque
después abandonó Barbados, nunca quiso venderla y visitaba la isla con tanta
frecuencia como le era posible. Puesto que no iba a usarla ese verano, se la
había ofrecido a Lali cuando se enteró de sus prolongadas vacaciones.
Suzanne
hablaba mucho de Peter Lanzani; había estado enamorada de él cuando era una
adolescente.
Pero le había
contado que últimamente se mostraba muy poco sociable, que estaba dedicado a su
negocio de importaciones y exportaciones y que, con toda seguridad, no estaba
casado.
—Al menos no
lo estaba el último verano que lo vi. Eso fue justo antes de conocer a Michael
—le había confiado Suzanne a Lali—. Peter era el hombre más atractivo que yo
había conocido hasta ese momento. Ahora, por supuesto, creo que es Michael
quien se merece ese título, pero en aquel entonces no lo conocía. Traté de
conquistarlo un verano —le había confesado Suzanne, apesadumbrada—. A decir
verdad, mis primas y yo lo intentamos todo ese año. En aquel entonces tenía una
novia, Elizabeth Maltron.
Lali
reconocía ese nombre; Elizabeth era actriz y Lali lo sabía todo acerca de las
actrices. Pero el nombre de Elizabeth jamás había estado vinculado al de Peter
Lanzani, o por lo menos ella no lo recordaba. Y la actriz seguía soltera y
asediada por los hombres en Hollywood. Lali se preguntó qué habría sucedido
entre ellos. De todas formas, se dijo que no le importaba. Peter Lanzani era sólo
un vecino, a quien ella había hecho enfadar, aunque no intencionadamente. Si
iba a permanecer en Barbados durante varias semanas, debía disculparse y
mantener buenas relaciones con su vecino.
El hecho de
que él fuera más joven de lo que ella había pensado, además de bien parecido, y
de que ella se hubiese sentido sola durante esos últimos días, no tenía nada
que ver, se dijo con firmeza mientras se secaba.
Se puso un
vestido ligero de color azul y unas sandalias blancas. Se cepilló el cabello y
se lo recogió con una cinta.
Sin pensarlo
mucho, puso en un plato unas galletas de chocolate que había hecho ella misma y
se dirigió a la casa de Peter Lanzani. Le llevaría un regalo de paz y en el
futuro trataría de congraciarse con él.
Hacía una
noche tranquila y sólo el suave susurro de la brisa entre las palmeras turbaba
el silencio. La primera noche Lali sintió cierta inquietud, pues estaba
habituada al ruido, a las luces brillantes y a la intensa actividad de una gran
ciudad, pero muy pronto se acostumbró. Le encantaba pasear por la playa, de día
o de noche. Incluso se había divertido jugando con los niños y sonrió al
recordarlo. Delante de ella, la amplia casa se levantaba en la oscuridad y unas
luces brillaban en la parte posterior. Llamó a la puerta principal y esperó.
Podía escuchar el suave rumor del mar; estaban a unos cientos de metros de la
playa occidental de Barbados. También podía percibir el olor a sal del océano
en la brisa, mezclándose con el dulce aroma de los jazmines, y se sintió
deleitada por el escenario y oportunidad de estar allí. Volvió a llamar, en esa
ocasión con más fuerza. Justo en ese instante, se abrió la puerta.
—¡Usted! ¿Qué
es lo que quiere ahora? —encendió la luz del pórtico y se la quedó mirando.
Lali le
sostuvo la mirada. Él sólo llevaba puesto un pantalón corto. Su pecho tenía el
mismo tono bronceado de su rostro; era musculoso y fuerte.
—¿Qué sucede
ahora? —repitió impaciente.
Lali sintió
que se ruborizaba al darse cuenta de que no había dejado de mirarlo. También
comprendió que su anterior intuición era correcta; el cuerpo de Peter Lanzani
era perfecto. La invadió una sensación muy peculiar; había deseado verlo en
traje de baño y lo que llevaba puesto en ese momento era casi lo mismo. De pronto,
experimentó el anhelo de tocarlo; ansiaba acariciar ese cuerpo. ¿Se estaría
volviendo loca? Tragó saliva y trató de sonreír. Nunca antes había
experimentado algo parecido.
—Le traigo un
regalo de paz… por haber invadido su propiedad —le tendió el plato,
sosteniéndolo con firmeza con ambas manos.
—Tal vez no
se ha dado cuenta de ello, pero son más de las once de la noche. ¡Estaba
dormido y no me gusta que me despierten para ofrecerme unas galletas!
Lali sintió
que su mirada la atravesaba hasta lo más profundo. De pronto comprendió lo que
él acababa de decir.
—Lo siento,
no me di cuenta de que era tan tarde.
—Veo que se
ha cambiado —su voz adquirió un tono sarcástico mientras la recorría con la
mirada. Se apoyó en el marco de la puerta, estudiándola.
De nuevo,
Lali experimentó una extraña excitación.
—Sí, yo…
—Pudo
ahorrarse la molestia. No quiero las galletas, ni nada más que usted me
ofrezca. ¡Lo único que quiero es irme a la cama, solo!
—Pues bien,
estoy segura de que esa es la única forma en que usted puede irse a la cama
¡con una actitud semejante! —le hundió en el estómago el plato de galletas y lo
soltó antes de saber si él lo tomaría o no. Se dio la vuelta y, como si el
diablo la persiguiera, corrió hacia su cabaña, furiosa. Cerró la puerta con
fuerza y empezó a pasear de un lado a otro.
«¡Qué hombre
más prepotente!», exclamaba para sí.
Golpeó el
suelo con un pie y tomó un cojín del sofá para arrojarlo al otro extremo de la
habitación. Había ido a hacer las paces y él la había insultado. No volvería a
tratar de entablar amistad con él, pasara lo que pasara. En el futuro no
estaría dispuesta a soportar sus insultos. Lo consideraba insufrible,
prepotente y grosero. Apretó los puños y, poco a poco, se fue calmando.
Luego cruzó
por su mente un destello de humor. En vez de mejorar las cosas con su oferta de
paz; las había empeorado. Tal vez él pensaba que ella había tramado todo el
episodio. Sonrió al pensar en lo que él debió de sentir cuando lo despertó de
su profundo sueño para ofrecerle unas galletas. No se había dado cuenta de lo
tarde que era; de lo contrario, habría esperado hasta la mañana siguiente. Él
estaba cansado después del viaje y sólo quería dormir.
La imagen de
Peter Lanzani, dormido en su cama, la hizo sentir una oleada de calor. Se
preguntó si dormiría desnudo; sospechaba que sí. El sonido del timbre
interrumpió sus pensamientos. Lali titubeó un momento y después, curiosa como
era y sospechando quién podría ser, cruzó la habitación.
Abrió la
puerta y se encontró frente a Peter, que la recorrió con la mirada. Ella pudo
distinguir una línea roja en su abdomen, donde le había golpeado con el plato.
El mismo plato que ahora él sostenía en la mano izquierda.
—No quiero
sus galletas. ¿Sabe? Podría acusarla de lesiones.
—Debido a que
usted me provocó, estoy segura de que el juez me dejaría en libertad —le quitó
de la mano el plato de galletas y lo dejó sobre una mesa cercana—. Si eso es
todo, no quiero impedirle que vuelva a su cama… su solitaria y valiosa cama.
—¿Todavía
quiere un lugar en ella? —le preguntó con voz suave mientras la recorría con la
mirada; al fin sus ojos se detuvieron en las ruborizadas mejillas de Lali.
—Me parece
que fui yo quien se marchó; usted ha venido aquí. ¿Está buscando algo que no
puede tener? —la joven lo miró desafiante.
Él entornó
los ojos y la estudió durante un largo rato.
—¿De dónde es
usted? —le preguntó.
—De
California. ¿Por qué?
—Eso explica
ciertas cosas. La típica chica libre y despreocupada de California. Aquí en Barbados
somos un poco más conservadores, más formales.
—¡Puedo verlo
por la ropa que lleva! Por lo menos yo me puse un vestido para ir a visitarlo…
mientras que usted apenas está decentemente vestido con ese pantalón corto —lo
recorrió con la mirada, pero le resultó casi imposible mirarlo a la cara. Alzó
entonces la cabeza y vio que él seguía observándola, con los párpados
entornados—. Además, usted parece tener predilección por los clichés y los
tópicos —continuó, consciente de que él la había sorprendido mirándolo.
—¿No practica
usted el surf? —preguntó él.
—Sí, pero…
—¿Y no es de
California? —la interrumpió.
—¡Sí! Pero
eso no significa que sea una chica libre y despreocupada. Creo que debería
marcharse —murmuró ella, enfrentándose con valor a su mirada—. No me importa lo
que pueda desear usted de mí —añadió.
—Lo único que
quiero es dormir. Acabo de llegar de Inglaterra en avión y estoy cansado e
irritable. Mi avión se retrasó, mi jardín ha sido invadido por unos bribones y
justo cuando pensaba que podría dormir un poco, usted me despierta y me pega.
—¡Oh,
pobrecito! ¿Quiere que lo bese para que se sienta mejor? —el tono de Lali
destilaba sarcasmo.
Nada de lo
sucedido le parecía tan terrible, pero él le concedía demasiada importancia.
Un destello
de fuego iluminó los ojos de Peter. Dio un paso hacia ella y la tomó de los
brazos, sin dejar de mirarla. La joven aspiró profundamente, fascinada. Su
corazón latía apresurado. Con los ojos muy abiertos le sostuvo la mirada y se
humedeció los labios con la lengua.
—Por muy
atractiva que sea su oferta señora Espósito, creo que no nos conocemos lo
suficiente para esa clase de intimidades.
Lali sintió
una oleada de calor. Fijó la vista en su boca y luego la apartó antes de ceder
al extraño anhelo de acercarse más a ese hombre. ¡Por todos los cielos, acababa
de conocerlo! ¿Qué estaba haciendo? ¿Coqueteando con él?
—Ahora me voy
a casa. Quiero estar solo. ¿Podrá permitirme eso?
—Sí —asintió
ella, aún desconcertada por su cercanía. Fijó la vista de nuevo en su boca,
luego en sus ojos y se ruborizó. «Por favor», rezó, «que no se dé cuenta de lo
mucho que deseo que me bese».
Él la estudió
durante largo rato; sus ojos parecían cada vez más azules. Al fin la soltó y se
dio la vuelta para alejarse. Se detuvo al llegar a la puerta y la miró de
nuevo.
—Gracias por
su oferta; tal vez la acepte la próxima vez —dijo sonriendo y salió.
Lali se quedó
inmóvil. «¡Ese hombre es el más descarado del mundo!» se dijo. ¡Realmente se
había creído que ella había estado a punto de besarlo! trató de acallar la
vocecita que le decía que no lo habría hecho porque no había tenido
oportunidad. Se dirigió hacia la ventana y miró hacia afuera.
Él caminaba
por el sendero de grava hacia el pórtico de su casa. Ni siquiera se había
puesto zapatos en su prisa por enfrentarse a ella. Lali suspiró y se apartó de
la ventana cuando él entró y cerró la puerta.
No creía
haber salido muy bien librada de ese encuentro. ¿Estaría condenada a
comportarse como una tonta delante de ese hombre?
Sin embargo,
su último pensamiento antes de conciliar el sueño fue la sensación de las manos
de Peter sobre sus brazos, y sus ojos de un color azul intenso.
Un poco borde y prepotente este peter jeje. Mas Nove!!
ResponderEliminarjaja me encanta, hay guerra jaja
ResponderEliminarPeter medio altanero,no?Y Lali creo q se ha vuelto loquita por él!JAJA
ResponderEliminarme encanta mas!!
ResponderEliminarmassssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarxfa mas
ResponderEliminarplis mas capi
ResponderEliminarmas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas ma s a mas noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminaracabo de terminar de leerme la otra novee, muy buena me encantoo :)
ResponderEliminar@beluu_x
y esta nove se ve buenisimaa tambien ..me rei mucho con laliter
ResponderEliminar@beluu_x
HAY UN SOLO PASO ENTRE ODIO Y AMOR
ResponderEliminarMe encantaaaaaaa!!! Quiero maaaaaaas!!!!
ResponderEliminarUn besito, @clau_carpediem
Me encantaaaaaaa!!! Quiero maaaaaaas!!!!
ResponderEliminarUn besito, @clau_carpediem
Peter no pudo reprimirse ,e ir a hacerle una visita,pero tenía prisa ,jajaja,fue descalzo y sin camisa.
ResponderEliminarme encanto, mas nove please!!! besos sube pronto, me avisas en twitter cuando subes? @alexalilianvr
ResponderEliminarbesos
ATT:alex
esta buena espero el proximo cap
ResponderEliminarMe gusta la historia yo me he leído un libro parecido.
ResponderEliminarMasi_ruth
Me encantan estos vecinos más!
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