miércoles, 15 de agosto de 2012

Capitulo y pregunta♥

Hola gracias por sus firmas paso a dejar cap y sigo adaptando una nove genial, me alegra que les guste tanto y se que muchas quieren matar a peter pero las va a sorprender besos a todas y otra pregunta alguien tiene las noves de chari??? chau

Capítulo 5
El domingo, Lali no quiso aventurarse a ir a la playa; decidió limitarse a ir allí sólo los días en que Peter se iba a trabajar. En vez de ello exploraría la isla; había muchas cosas que ver en Barbados y sus vacaciones terminarían pronto.
La isla era muy bella a la luz de la mañana. El cielo tenía un hermoso tono azul y en el horizonte se veían unas esponjosas nubes blancas. La deslumbrante luz del sol realzaba el verde intenso de la vegetación y los variados colores de las flores. Era un día perfecto para una excursión.
Después de dirigirse hacia el sur por la carretera Spring Garden, Lali comió en Sam Lord's Castle y luego recorrió las carreteras secundarias, deteniéndose de cuando en cuando para admirar la belleza de la isla.
Al atardecer, el viento había arreciado y soplaba con fuerza; el cielo ya no estaba tan despejado y las esponjosas nubes de la mañana habían cedido el paso a otras oscuras que presagiaban lluvia. Parecía que iba a volver a llover, pero Lali tenía confianza en que eso no sucediera antes de que llegara a casa. Decidió atravesar la isla para así llegar más pronto, y dejar para otro día el recorrido por la costa del Atlántico.
Una mirada por encima del hombro la convenció de que debía apresurarse. Las nubes estaban más cerca, bajas, oscuras y amenazadoras, y el viento azotaba el pequeño coche. Se dirigió confiada hacia el oeste, pero la carretera se desviaba y pronto llegó a otro crucé. Las nubes habían ocultado el sol y Lali no estaba segura de hacia dónde quedaba el oeste; dio la vuelta a la izquierda y tan pronto como lo hizo, empezó a llover. Sorprendida por la repentina tormenta, disminuyó la velocidad, pero aún así, la visibilidad era mínima. Avanzó despacio por la estrecha y solitaria carretera.
Al acercarse a un letrero que había cerca de una cabina telefónica, trató de leer lo que decía, pero la lluvia le impedía la visión. Se dijo que todas las carreteras de la isla llevaban a la costa y, una vez que llegara a la playa, podría encontrar el camino de vuelta. El viento sacudía el pequeño coche y Lali seguía conduciendo despacio, tratando de fijarse bien en el camino. De pronto sonó un ruido y el motor se apagó. Se detuvo a un lado de la carretera y en vano trató de poner en marcha el motor.
—¡Fantástico! Justo lo que necesitaba con esta tormenta —volvió a intentarlo, pero fue inútil.
Cansada, se reclinó contra el respaldo y miró por la ventana; apenas podía ver algo y hacía más de una hora que no veía ninguna señal de civilización. ¿Qué podía hacer? Trató de nuevo de poner en marcha el motor y al fin renunció; era obvio que no lo lograría. Y por el aspecto del cielo, la lluvia no terminaría pronto. Tendría que buscar un teléfono y llamar a un taller. Sabía que a menos de dos kilómetros de allí había una cabina telefónica. ¿Habría otra más cercana más adelante? Con un suspiro, buscó en el coche algo que la protegiera de la lluvia, pero sólo llevaba la cesta de la comida que había preparado esa mañana.
Volvió a tratar de poner en marcha el motor, pero de nuevo fracasó. Con un suspiro de resignación, abrió la puerta y salió del coche; fue como tomar una ducha de agua helada. El agua caía con fuerza, empujada por el viento, sobre su cara y su cuerpo, formando grandes charcos en el suelo. En cuestión de segundos, se empapó.
Cuando llegó a la cabina telefónica se encontró con que no había guía telefónica, pero por lo menos allí estaba protegida de la lluvia. Buscó unas monedas y llamó a la operadora.
—Necesito el número de un taller. Se me ha estropeado el coche y no puedo ponerlo en marcha —le informó, aterida de frío.
—Lo siento, señorita, pero no hay ningún taller abierto en domingo —fue la respuesta.
Lali se quedó aturdida. No esperaba eso.
—¿No hay nada abierto para casos de urgencia? —preguntó.
—El taller Burns de Bridgetown tiene un número de urgencia —la operadora le dio el número y cortó la comunicación.
Lali hizo la llamada, pero no contestó nadie y después de unos segundos colgó el auricular. Esperó unos minutos y volvió a intentarlo; pensó que tal vez habría marcado mal. Obtuvo el mismo resultado. Contempló la lluvia que azotaba los cristales de la cabina mientras pensaba que, si seguía así, muy bien podría quedarse allí hasta el lunes. Volvió a marcar el número de la operadora y le pidió el de Peter.
El teléfono sonó durante un buen rato y estaba a punto de colgar cuando al fin él contestó.
—¡Gracias a Dios! ¿Peter? —dijo Lali con tono urgente.
—¿Sí? —en su voz había un matiz de desconfianza.
—Peter, soy Lali. Se me ha estropeado el coche y puedo encontrar un taller. ¿Sabes de alguno que esté abierto los domingos?
—¿Dónde estás? —le preguntó él.
—No lo sé. En una de las carreteras del interior… salí esta mañana de excursión, pero ahora mismo a mi alrededor sólo veo tierra. No hay casas a la vista, no ha pasado ningún vehículo y no puedo ver el mar para orientarme.
—Está cayendo un diluvio —comentó él.
—¡Ya lo sé… estoy calada hasta los huesos! Se me paró el coche en medio de la carretera y he tenido que caminar de vuelta hasta el teléfono más cercano —explicó frustrada, tratando de conservar la calma.
—Me informaré —respondió Peter—. Si encuentro un taller abierto, ¿qué indicaciones les daré para que te encuentren?
La joven miró a su alrededor, buscando algún punto de referencia que la ayudara. Toda la isla le parecía igual y hacía poco tiempo que había salido de Sam Lord's Castle.
—No lo sé. Pasé delante de un bosque después de salir de Sam Lord's Castle, luego vi unas plantaciones de caña de azúcar y, de cuando, en cuando podía vislumbrar el Atlántico.
—Lali —gimió él—, esa descripción no ayuda nada. ¿No puedes precisar más tu situación?
—Espera un momento… he visto un letrero… iré a ver lo que dice —dejó el auricular sobre la pequeña repisa y abrió la puerta; la lluvia la azotó tan pronto como lo hizo. Corrió hacia el letrero y leyó: Bridgetown, doce kilómetros—. ¿Peter? —volvió para tomar el auricular—. Dice que Bridgetown se encuentra a doce kilómetros, pero no explica de qué carretera se trata. No puede ser muy importante, porque no he visto a nadie durante todo el tiempo que he estado aquí.
—Vuelve al coche y quédate allí. Buscaré la forma de ayudarte.
Su voz era indiferente, pero Lali se preguntó si estaría molesto. Lo había interrumpido de nuevo y quizá tenía otras cosas que hacer, algo mejor que buscar un taller abierto.
—Gracias —respondió. Se preguntó si acaso pensaría él que se trataba de otro truco. Si era así, no tardaría en dejarle bien claras las cosas.
Estremeciéndose de frío, colgó el auricular y corrió hacia el coche. Por lo menos llevaba algo de comer en su cesta, aunque deseaba haber guardado también una toalla o una manta. Estaba empapada y tenía frío.
Pasó más de una hora y media antes de que viera los faros de otro coche. Se irguió en el asiento y empezó a encender y hacer señales con las luces. El coche negro se detuvo delante del suyo y Peter bajó, protegido por un paraguas. Llevaba un pantalón vaquero y un viejo suéter. Lali lo observó mientras se acercaba a su coche. Él abrió la puerta y se asomó al interior.
—¿Estás bien? —preguntó al ver su desaliñada apariencia. Su expresión era seria, aunque un brillo de diversión bailaba en sus ojos mientras la miraba de pies a cabeza.
Ella sintió que entraba en calor bajo esa mirada y respondió bruscamente:
—Estoy bien. Gracias por venir a ayudarme. ¿No has encontrado ningún taller?
—Sólo hay uno abierto los domingos, en Bridgetown, pero habían recibido otra llamada y no pudieron decirme cuándo podrían venir aquí, así que pensé que sería mejor que yo lo hiciera. Déjame revisar el coche.
Lali se deslizó al otro lado para dejarle espacio. Quiso advertirle que el asiento estaba mojado, pero era demasiado tarde; él ya se había sentado al volante.
—Está húmedo —comentó él, tratando de poner en marcha el motor.
No lo consiguió y Lali suspiró aliviada; si él lo hubiese puesto en marcha, se habría muerto de vergüenza.
—No creo que lo pueda arreglar. Vámonos de aquí —bajó del coche y abrió el paraguas para protegerla de la lluvia.
Lali comprobó que las puertas estuvieran bien cerradas y se quedó de pie bajo el paraguas. Alzó la vista para mirar a Peter.
—Gracias por venir a ayudarme. Creía que me iba a quedar aquí toda la noche.
—Pareces un gato mojado —comentó él, después de observarla. Luego se inclinó hacia delante y le rozó los labios con los suyos, cálidos y suaves.
Lali respondió instintivamente al beso. Su ropa mojada se adhería a su cuerpo como una segunda piel. Tenía frío y se sentía mal, pero, cuando Peter la besó, se olvidó de todo excepto de la sensación de deleite que le producían sus labios. El brote de calor que sintió en su interior ahuyentó el frío de la lluvia. Quería más, pero Peter se apartó y la miró bajo la débil luz. Recorrió su figura con la mirada y sus ojos se detuvieron en los pezones endurecidos de sus senos. Ella bajó la vista y cruzó los brazos sobre el pecho.
La camiseta no disimulaba nada y la tela húmeda delineaba exactamente sus pezones. Peter deslizó un dedo por la curva de un seno, trazando el contorno del pezón erecto. Lali empezó a temblar, inquieta y excitada. El calor que antes había sentido se convirtió en una llama cuando el dedo de Peter rodeó el pezón endurecido una y otra vez. No quería que se detuviera; pensó que tal vez sí estaría dispuesta a una aventura. Él la miró a los ojos durante, unos segundos. Ella no podía apartar la vista, sólo experimentar la erótica sensación que le producía su caricia. Le pareció que se ahogaba en el azul intenso de sus ojos.
—Hoy tus ojos son azules —murmuró él, ignorando la lluvia, el viento y el lugar donde se encontraban.
—Cambian de color —musitó ella, sorprendida de que pudiera pensar con cierta coherencia. Se pasó la lengua per los labios y vio que él seguía su movimiento con la mirada.
—Sostén el paraguas —le pidió él—. Necesito las dos manos libres.
Entonces la estrechó contra su pecho y volvió a besarla, pero ese beso no fue como el anterior; era ardiente y exigente. Su lengua exigió el acceso al dulce interior de su boca, inflamando los sentidos y el cuerpo de Lali.
Deslizó las manos a lo largo de su espalda, le alzó la falda y trazó caricias de fuego sobre su piel desnuda. Luego la besó en la oreja, mordisqueándole el lóbulo con suavidad.
Lali sentía que su fortaleza desaparecía, como si su contacto la quemara. Se preguntó si podría seguir sosteniendo el paraguas. Quería tener ambas manos libres para abrazarlo, para sentir su piel. Quería quedarse a su lado, que él jamás dejara de besarla. Los labios de Peter siguieron el contorno de su cuello, deteniéndose en el pulso que latía en su base. Con la lengua le lamía la piel empapada por la lluvia y su contacto la encendía. Entonces, él deslizó una mano para cubrirle un seno. Lali se apartó un poco para permitirse un mejor acceso al placer que su contacto le brindaba, el incesante deleite que le producía. Él volvió a mirarla y Lali se preguntó qué vería en sus ojos. Estaba empapada y cansada, pero ya no tenía frío, sino todo lo contrario. ¿Vería él el deseo en sus ojos? ¿Vería el anhelo que sentía por él? Trató de bajar la vista, pero no podía dejar de mirarlo.
—Eres la vecina más molesta que he tenido jamás —declaró él con suavidad y continuó acariciándola, desmintiendo sus palabras y mirándola a los ojos.
—Lo siento —murmuró ella, incapaz de concentrarse en sus palabras, sintiendo sólo sus manos que la llevaban al borde del éxtasis.
De repente se estremeció y él se detuvo.
—Estás helada —dejó de acariciarle el seno.
—No —negó ella, apartando la mirada. Se sorprendió al darse cuenta que aún sostenía el paraguas que los protegía a medias de la lluvia.
Peter movió la cabeza como si quisiera aclarar sus pensamientos, le bajó la falda y le quitó el paraguas de la mano.
—Vamos, debemos protegernos de la lluvia —la guió hacia su coche y la hizo sentarse antes de rodear el vehículo para instalarse frente al volante.
Lali se preguntó si él continuaría con lo que había quedado inconcluso, pero no lo hizo y ella se sintió decepcionada. Peter encendió el motor y la calefacción.
—No la uso mucho, pero así entrarás en calor. Dentro de poco estaremos en casa y podrás tomar un baño caliente.
No mencionó los besos que habían compartido y evitó mirarla mientras ponía en marcha el coche y emprendían el camino de regreso. Lali guardó silencio, deprimida. Tenía frío, a pesar del aire caliente del interior del vehículo. Miró de soslayo y vio que el pantalón y el suéter de Peter estaban mojados. Luego bajó la vista y advirtió la forma en que su propia camiseta se le adhería a la piel. Despacio, esperando que él no se diera cuenta, apartó la camiseta de su cuerpo. Pudo ver que Peter sonreía, aunque seguía mirando hacia adelante… Se preguntó si se daría cuenta de todo; incluso de sus propios sentimientos hacia él.
Se ruborizó. Mirando por la ventana, trató de ignorar la tensión que había entre ellos.
—¿Cómo me has encontrado? —le preguntó.
—Primero intenté llamar al taller. Sin saber dónde estabas, no quisieron salir, a pesar de que ya habían terminado con la solicitud anterior. Así que busqué un mapa y tracé un semicírculo en un radio de doce kilómetros desde Bridgetown.
—¿Y me encontraste de inmediato? —preguntó Lali, volviéndose para mirarlo.
Él la miró y luego volvió a fijar la vista en la carretera.
—No exactamente. Antes seguí diferentes carreteras. Llegaremos a casa dentro de unos minutos… pero tardé más de una hora en localizarte.
—Gracias —volvió a decir ella—. Estoy segura de que he estropeado tus planes para el día de hoy.
Peter guardó silencio durante un momento y luego explicó despacio:
—No, no tenía ningún plan. La próxima vez, sigue sólo las carreteras principales.
—¿Cómo puedo distinguirlas de las demás? —murmuró Lali, estremeciéndose.
—Si no puedes hacerlo, entonces no conduzcas. ¿Qué habrías hecho si yo no hubiese estado en casa el día de hoy?
—Habría llamado al señor Danby —contestó ella, sabiendo que en realidad se habría encontrado en un gran apuro si Peter no hubiera respondido a su llamada.
—Fantástico, hacer salir a ese anciano con este tiempo. Como sabes, su salud no es muy buena.
—Bien, entonces habría esperado a que dejara de llover.
—Podría seguir lloviendo hasta mañana —apuntó él con tono suave.
—Maldita sea, Peter —estalló ella—, sé que estaba en un aprieto y te agradezco que me hayas rescatado ¿pero cómo podía saber que el coche tendría una avería? Me vi obligada a llamarte cuando no encontré ningún taller de servicio abierto. No conozco a nadie más en la isla.
—¡Estoy seguro de que yo podré arreglar esto! —declaró él, siguiendo en ese momento la carretera principal que iba de norte a sur, no muy lejos de su casa.
Lali reconoció la zona y comprendió que casi habían llegado. Deseaba tomar una larga ducha caliente. Peter entró por el sendero de su casa y aparcó el coche tan cerca como le fue posible. Luego apagó el motor y se quedó contemplando la lluvia. Su pantalón no se había secado durante el trayecto de vuelta, pero no estaba tan mojado como Lali. Abrió la puerta, bajó del coche y abrió el paraguas. Entonces rodeó el vehículo y se dispuso a ayudarla a bajar. Ella se encontró atrapada entre su cuerpo y el vehículo. Apartándose, trató de escapar.
—No, no lo harás. Puedes usar mi ducha —él la tomó de un brazo y la guió hacia la entrada y luego al interior de la casa.
—Puedo irme a casa —protestó ella, pero él la ignoró.
—Sube por la escalera; la puerta del cuarto de baño es la segunda a la izquierda. Iré a prepararte un poco de té caliente.
¡Apresúrate!
—Peter… —empezó a protestar la joven, pero él la ignoró.
—Sube, Lali.
Ella subió al segundo piso y buscó el cuarto de baño. Era amplio, con una bañera y ducha, un tocador y todo lo necesario. Agradecida por la oportunidad de entrar en calor, corrió hacia la ducha y se quitó la ropa empapada. El agua caliente fue un verdadero deleite para su piel.
De repente, la puerta se abrió y Lali contuvo el aliento, presa del pánico. ¿Pensaría Peter entrar en la ducha? Sin embargo, antes de que pudiera protestar, la puerta se volvió a cerrar. Se asomó por un lado de la cortina y vio que él le había dejado un suéter para que se lo pusiera cuando terminara. Lali se quedó allí el mayor tiempo posible. Cuando salió de la ducha, se secó y se puso el suéter que le quedaba muy grande y le llegaba hasta medio muslo, con las mangas demasiado largas. Pero el suave algodón la abrigaba; era una sensación muy agradable. Se miró en el espejo mientras se secaba el cabello con la toalla.
Ofrecía una imagen muy atractiva con el suéter, que dejaba al descubierto sus largas y bronceadas piernas. Por supuesto, pertenecía a Peter. Frotó el suéter con suavidad sobre su piel desnuda, sabiendo que había cubierto el cuerpo de él, acariciado su piel como ahora lo hacía con la suya.
—¿Estás decente? —preguntó Peter al otro lado de la puerta.
Lali volvió a mirarse en el espejo. No estaba segura de que «decente» fuera la palabra adecuada, pero estaba vestida hasta donde le era posible, a menos que volviera a ponerse su ropa mojada.
—Sí.
Peter abrió la puerta y entró con una taza de té en una mano. Se había cambiado; llevaba otro pantalón y una camiseta ajustada que delineaba los músculos de su pecho. Él la recorrió con la mirada, deteniéndose en sus bien torneadas piernas.
—¿Ya has entrado en calor? —le preguntó sin dejar de mirarla.
Lali sonrió y tomó la taza de té, sintiéndose ligeramente provocativa con esa ropa.
—Estoy bien —le aseguró vivaz—. Esto me hará entrar en calor mejor que cualquier otra cosa.
—¿Mejor que cualquier otra cosa? —le preguntó él, mirándola a los ojos.
Ella bebió un sorbo de té, observándolo por encima del borde de la taza. Sabía lo que él había querido decir y el corazón le dio un vuelco.
—Tal vez no —reconoció con voz ronca al recordar sus besos. Sabía que Peter le había adivinado el pensamiento; sólo tenía que ver su mirada triunfante. Desvió la vista, respirando con dificultad—. Necesito ir a casa —declaró dejando la taza sobre el tocador.
—Te secaré la ropa y después te llevaré. Vamos termina de secarte el cabello.
—Volveré a mojarme en el camino a casa —insistió ella, negándose a mirarlo.
—No si te pones un impermeable. ¡No discutas, Lali!
Ella lo miró al oír eso. No estaba tratando de discutir.
—Me fascina la forma en que tus ojos cambian de color.
Peter estaba cerca, demasiado cerca. Y Lali pudo ver que se acercaba aún más.

♥Que pasen buen dia y porfa AYUDENME besitos:)

19 comentarios:

  1. Fabuloso!yo no lo quiero matar a Peter!Es hermitaño pero está loco por ella!
    con respecto a las noves de chari te referis a las de mar_cha...en ese caso conectate con @vagomi q está subiendo una de ella seguro te puede conectar con ella o pasar su mail!

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  2. Noooo mas mas mas mas no nos dejes así Masss

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  3. K yo sepa ,tienen ademas d Vale vagomi.blogspot.com , Pauli happinesslaliter.blogspot.com, Mary plmicorazón.blogspot.com , Cami caparatodos.blogspot.com ellas han subido novelas d Chari,y no soy yo ,jajaja,lo siento,solo coincidimos en k las dos somos españolas.No me se sus tw,aunque en sus pag siempre lo ponen.Espero k te sirva,estoy segura k todas ellas estarán dispuestas a ayudarte.

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  4. ¡¡¡Peter,Peter,ya caíste!!!,te encanta ir en su rescate.x Dios esta chica está gafada ,pero en su propio beneficio,si lo hiciera a posta no le saldría taaaaaaaaaan bien.

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  5. AAAAAA no te la puedo... jajaj a el quien lo entiende bueno en realidad esta buscando lo unico que quiere pero ya se debio enamorar de ella yo pienso que ni siquiera llamo al taller jajaja espero el siguiente cap

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  6. Me marea peter! Me encantan más!

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  7. me encanta, peter se hace el duro y le encanta rescatarla y ser el heroe! jeje, lali siempre tiene que acudir a el pobre si ha de sentir que es una molestia jeje besos sube pronto

    ATT:Alex

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  8. Me fascina esta nove! Peter es re bipolar pero Lali lo tiene loco y no se resiste a ella.

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  9. aaaaaa quiero mas
    adriana

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  10. ai meu deus posta mais eu sou uma leitora brasileira e amo sua web novela

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  11. quiero massssssssssssss

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  12. muyy buenaaaaaaaaaaaaaaaa

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  13. mas mas masssssssssssssssssssssss

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  14. massssssssssssssssssssssssssss

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