domingo, 12 de agosto de 2012

Capitulo 2 "Fantasia Y Amor"

Hola FELIZ DIA DEL NIÑO a las que lo celebran en mi pais es en setiembre y bueno hoy tocan los teen dia de sorpresas me alegra que les guste la nove y Joslie ame tu comentario del odio al amor hay un paso jaja besos a todos si hay muchas firmas subo otro♥




Capítulo 2



Lali se despertó a la mañana siguiente al sentir el calor de los rayos del sol que se filtraban a través de su ventana. Era lo mismo cada mañana, mejor que un despertador, pensaba mientras se estiraba bajo la fina sábana. Minutos después se levantó para darse una ducha. Esperaba pasar un día tranquilo en la playa.



Mientras se cepillaba el cabello, contempló el mar a través de la ventana. Las altas palmeras que bordeaban la playa se distinguían con claridad, balanceándose bajo la brisa matutina, con su tono verde intenso recortado contra el azul del cielo. Más cerca de la casa, los hibiscos de un rojo sangre y las buganvillas le daban un color vibrante de vida a su jardín y al de la casa contigua, aquella que sabía que no debería volver a visitar.



Por un instante, recordó los dos encuentros de la noche anterior, pero no era propensa a recordar los momentos embarazosos.



Después de desayunar, se dirigió a la desierta playa. Extendió su toalla a la sombra de una palmera y se quitó la camiseta. Luego corrió hacia el mar y se zambulló. El agua estaba tibia y clara como el cristal, de un color turquesa pálido. La arena de la playa era fina como el talco, con un ligero tono rosado debido al coral de la isla.



En el lado oeste de Barbados, las aguas eran tranquilas como las de un lago. La costa este de la isla era el escenario de las grandes olas y de la poderosa corriente del Atlántico. Lali estaba acostumbrada a eso, pues había practicado surf en las playas de California y Hawai, pero disfrutaba con las suaves olas del Caribe. Se dijo que ya habría tiempo suficiente para visitar la playa del Atlántico; por el momento, ese lugar era idílico.



Nadó, tomó el sol y comió a la sombra de la palmera. A medida que fue avanzando la tarde, empezó a sentir calor y comprendió que ya había gozado suficientemente del sol. Recogió sus pertenencias y se dirigió a la cabaña. Se encontró con que la puerta trasera estaba cerrada con llave. No recordaba haberla cerrado. Dejó en el suelo la toalla y la cesta de la comida y buscó la llave en su bolso de playa.



No encontró ninguna llave. Maldiciendo en silencio, se preguntó qué habría hecho con ella. Meditó un momento y llegó a la conclusión de que debía estar encima de su tocador. ¿Cómo podría entrar? Examinó las ventanas. No había ninguna abierta en el piso inferior. La puerta principal también estaba cerrada con llave.



Lanzó una mirada rápida a la casa de sus vecinos y descubrió que los Danby no estaban allí; no veía su coche. Desolada, se preguntó qué podría hacer. Miró con expresión especulativa la casa de Peter Su coche negro estaba en el sendero, así que él debía de hallarse en casa. ¿Tendría una llave de la cabaña? se preguntó. Indecisa, volvió a contemplar la casa. Él le había hecho unos comentarios desdeñosos la noche anterior. ¿Se atrevería a pedirle ayuda? Pero, ¿qué otra opción tenía? ¿Quedarse afuera hasta que volvieran los Danby?



Podría romper el cristal de una ventana para entrar. Pero eso sería absurdo si Peter Lanzani tenía una llave, y lo único que ella tenía que hacer era pedírsela. También podría llamar a un cerrajero, pero para eso necesitaba un teléfono. Además, eso llevaría tiempo. Si Peter, como vecino, tenía una llave, ella podría abrir la puerta en un santiamén.



«Preferiría enfrentarse a una horda de salvajes antes que pedirle algo a él», pensó mientras caminaba por el sendero de grava. «Por favor, que me entregue la llave sin necesidad de hablar mucho», rezaba.



Llamó a la puerta y, un momento después, Peter apareció frente a ella. Parecía más alto que la noche anterior, pero su atuendo no había cambiado; sólo llevaba un pantalón corto de color oscuro. Lali se pasó la lengua por los labios resecos y alzó la vista para encontrarse con su mirada, de pies a cabeza, dejando que sus ojos se detuvieran en sus senos, en sus caderas y en sus largas y bronceadas piernas.



Una oleada de calor invadió todo el cuerpo de Lali mientras él la estudiaba. Esa mañana se había trenzado el cabello, pero sabía que algunos mechones se le habían soltado y le caían sobre la cara. Cuando Peter le miró las piernas, la joven contuvo el poderoso impulso de estirarse la camiseta y deseó llevar puesto un vestido largo que la cubriera desde el cuello hasta los tobillos. En vez de ello, sólo llevaba la camiseta de su hermano. Pensó que debía de parecer un saco de patatas.



El silencio se prolongó durante casi un minuto. Ella se vio obligada a hablarle del motivo de su visita, pero antes aspiró profundamente.



—Siento molestarlo, pero tengo un problema… no puedo entrar en la casa. ¿No tiene usted una llave de la cabaña de la señora Tuttle? Si no es así, ¿podría usar su teléfono para llamar a un cerrajero?



Él pareció sorprendido y entornó los párpados al escuchar su petición. Luego abrió la puerta de par en par y se apartó indicándole que entrara. Lali pasó a su lado y, de manera involuntaria, rozó con un brazo su pecho musculoso cuando entró en el fresco vestíbulo. Aspiró profundamente, inquieta por la reacción de su propio cuerpo. Era como si todas sus terminales nerviosas ansiaran prolongar ese contacto, sentir su piel contra la de ella. Estremecida, se dijo que tenía que superar esa fijación. Deseaba dar media vuelta y huir, y en vez de ello se veía obligada a enfrentarse a ese hombre.



—¿Tiene una llave? —preguntó con rigidez, deseando alejarse de allí.



—¿Cuánto tiempo piensa permanecer aquí? —quiso saber él, ignorando la pregunta.



—Sólo el tiempo suficiente para que me entregue la llave.



—No, me refiero a Barbados.



—Sólo alrededor de un mes.



—¿Su marido se reunirá pronto con usted?



—No estoy casada —replicó ella con el corazón acelerado.



—¿Divorciada?



—Nunca he estado casada.



—Bien, de cualquier forma, su forma de abordarme es más original que otras —murmuró él, mirándola.



—¿Qué forma de abordarlo? ¿De qué está hablando? —por un momento, la joven se preguntó si él sentiría alguna curiosidad por su persona, pero luego movió la cabeza. El hecho de que él le estuviera preguntando por su marido no quería decir que estuviera interesado en ella.



—He tenido mucha experiencia con las damas que parecen tan desvalidas. Pensé que antes le había aclarado mi posición, pero por lo visto no fue así. ¡No estoy interesado en usted!



Lali se quedó desconcertada. Se preguntó de qué estaba hablando. De pronto comprendió y experimentó una intensa cólera.



—Discúlpeme por haberlo interrumpido, señor Lanzani. Creí que era un caso de urgencia, pero obviamente me he equivocado. ¡Me iré ahora mismo!



—Y si la casa está cerrada, ¿cómo se propone entrar? ¿O sólo era un truco para venir a mi casa? —preguntó él con un tono todavía más duro y desconfiado.



—¿Sabe una cosa? Usted está loco. ¿Por qué querría venir a su casa? Podría encontrar un pretexto mejor para verlo, si quisiera, pero no es así. ¡Y sí, es cierto que no puedo entrar en mi casa!



—¿Qué va a hacer, entonces? —Peter se apoyó contra la pared, con los brazos cruzados y mirándola fijamente.



—¿Debo entender que usted no tiene una llave de la cabaña?



—Definitivamente no. Cuando vengo aquí, trato de evitar a los turistas y no establezco ninguna relación con ellos.



—Entonces esperaré en el jardín a que vuelvan los Danby y usaré su teléfono para llamar a un cerrajero. ¡No le impondré mi presencia ni un minuto más! —se dio la vuelta para dirigirse a la puerta.



—Y si no vuelven esta noche? —preguntó él con desden.



—Entonces romperé el cristal de una ventana y entraré. De cualquier forma, señor Lanzani, no quiero molestarlo más —abrió la puerta y con la cabeza bien alta, bajó los escalones del pórtico.



—Oh, por el amor de Dios… —y cerró de un portazo.



Lali recorrió el sendero, furiosa. ¿Pensaría que quería arrojarse en sus brazos? ¿Estaría tan acostumbrado a que las mujeres lo hicieran que cada vez que una se acercaba a él de inmediato pensaba que quería conquistarlo? ¡Vaya un tipo egoísta y vanidoso! Primero la noche anterior y ahora esta tarde. ¡En el futuro se mantendría alejada de él!



Un crujido detrás de ella la hizo detenerse. Peter la seguía, con una pequeña caja de herramientas en una mano y el ceño fruncido. Ella se mantuvo firme al verlo acercarse y alzó una ceja, mirando primero la caja y luego a él.



—No permitiré que se quede el resto de la tarde esperando afuera con este sol sólo porque los Danby no están en casa. La ayudaré a entrar —dijo él.



—Yo me las arreglaré sola —alzó la barbilla y lo miró colérica. No estaba dispuesta a soportar su actitud condescendiente.



—Por lo que veo, puede hacerlo muy bien. ¿Tiene siquiera la edad suficiente para estar aquí sola?



Peter se detuvo al llegar a su lado y la tomó de la barbilla, alzándole la cara. La joven sintió sobre su piel sus dedos cálidos, extrañamente suaves.



Estudió cada centímetro de su rostro y de pronto en sus ojos brilló un destello de diversión.



—Parece tener unos veinte años y ni siquiera posee el suficiente sentido común para ponerse algo en la nariz y evitar las quemaduras del sol. Cierra con llave la casa y se queda fuera, y luego tiene que recurrir a alguien a quien no quiere ver para que la ayude, y dice que puede arreglárselas sola. Lo único que me sorprende es que haya logrado llegar a Barbados. ¿Cuántos años tiene?



Lali quería responderle con desdén, pero no podía hablar. Abrió mucho los ojos mientras lo miraba; la sensación de sus dedos sobre su piel le producía una especie de descarga eléctrica. No podía pensar ni hablar, sino sólo mirar a su verdugo deseando encontrar una réplica astuta.



—Los suficientes como para poder venir aquí y arreglármelas bien sola —contestó, cautivada por su contacto y por su expresión intrigada.



—¿Sabía que sus ojos cambian de color? —la voz de Peter era suave, profunda, hipnotizadora—. Antes eran grises; ahora son azules.



Lali lo miró a los ojos y sintió que se ahogaba en sus profundidades. Su corazón latía acelerado y ansiaba deslizar los dedos por su piel, acariciar su musculoso pecho, enredarlos en su vello… Aspiró profundamente y trató de responder.



—Sí, lo sé. ¿Va abrir la puerta? —su voz era tensa y frunció el ceño.



Entonces Peter apartó la mano y se alejó.



—Sí, la ayudaré a entrar en su casa. Después tal vez podré hacer algo sin que me interrumpa constantemente. ¿Ha estado en la playa?



—Sí. ¿Usted va alguna vez a la playa? —preguntó ella, sintiéndose víctima de la injusticia de él. No era cierto que lo interrumpiera constantemente… la noche anterior en realidad no contaba. ¿Cómo podía saber que él ya se había acostado?



Caminó a su lado dirigiéndose hacia la puerta trasera, y volvió ligeramente la cabeza para poder observarlo mientras andaba. Sus movimientos eran frágiles, fluidos, casi felinos.



—Por supuesto. A decir verdad, voy con mucha frecuencia —se volvió hacia Lali y recorrió con la mirada sus largas piernas bronceadas—. ¿Usted ha ido mucho?



—Voy todos los días —respondió ella mientras veía cómo dejaba la caja cerca de la puerta para sacar algunas herramientas.



—Lo recordaré —comentó él con tono seco.



«¿Para que pueda ir cuando yo no esté allí? ¿O para encontrar otra playa durante las pocas semanas que yo permanezca aquí?», se preguntó ella mientras lo observaba. Hasta ahora no había demostrado ningún interés por ella. Eso la irritó. Lali solía hacer amigos con facilidad, pero ese hombre era imposible. Deliberadamente, interpretaba todo lo que ella hacía de la peor manera posible.



Retirando con cuidado un cristal de la puerta, Peter introdujo una mano y descorrió el pestillo. Después de abrir la puerta, se apartó y le indicó a ella que entrara. Cautelosa, la joven evitó rozarlo al pasar, consciente de la cercanía de su cuerpo. Estaba a punto de felicitarse por su control cuando se dio cuenta de que él la miraba fijamente.



—Gracias —le dijo, evitando mirarlo a los ojos—. Siento haberlo molestado —añadió con tono formal.



—Usted es un verdadero problema… ¿cómo puede trabajar un hombre si lo distraen constantemente? —comentó casi para sí mismo al arrodillarse para volver a colocar el cristal en su lugar. Cuando terminó, alzó la vista para descubrir que ella seguía observándolo.



Lali miró la puerta y luego volvió a fijar la vista en él, sin poder evitarlo. Sus ojos se sentían atraídos hacia ese cuerpo casi perfecto, hacia esos ojos de un azul sorprendente que contrastaban con su tez bronceada.



—Gracias de nuevo —replicó con suavidad.



—Ate la llave a un cordón y póngaselo alrededor del cuello. Así no la perderá en la playa —sugirió él.



Lali se acercó más, fingiendo estudiar el cristal de la puerta, consciente de su cercanía y de su mirada fija en ella. Se sobresaltó cuando él deslizó un dedo a todo lo largo de su muslo; el contacto fue como hielo y luego como fuego sobre su piel. Abrió mucho los ojos y se quedó mirándolo.



—Está muy bronceada. ¿Vive acaso en alguna playa de California? —preguntó él, poniéndose lentamente de pie y dominándola con su estatura, demasiado cerca de ella.



—No. A unos quince minutos de distancia, en coche. Voy siempre que puedo, pero no lo hago a menudo —buscó algo más que decir, e involuntariamente retrocedió un paso. Necesitaba espacio si quería pensar con claridad—. ¿Quiere unas galletas? —preguntó al ver encima de la mesa de la cocina el plato que había dejado allí la noche anterior.



—Esas galletas eran un intento de soborno por haber invadido mi propiedad.



—Era una oferta de paz por haberlo molestado con nuestra intrusión… lo que no es lo mismo. ¿Quiere las galletas o no?



—No —se acercó más.



Lali apenas podía respirar. Era tan alto que la dominaba. El corazón se le aceleró y la invadió un extraño sentimiento de expectación; no podía moverse. Estirando los brazos, Peter deslizó las manos debajo de la camiseta de ella, y las apoyó sobre su cintura, acercándola hacia sí y mirándola a los ojos. La joven sintió el contacto como una quemadura y la invadió una oleada de calor y deseo. Sentía las piernas débiles y el corazón le latía apresurado.



Lali aspiró profundamente, pero cada vez le resultaba más difícil hacerlo. Necesitaba decirle que se detuviera, que retirara las manos. La energía que emanaba de sus dedos parecía correr por todo su cuerpo, privándola de toda cordura. Sentía el cuerpo sacudido por pequeñas descargas de excitación. Abrió la boca para protestar, pero no tuvo oportunidad, pues Peter cubrió sus labios entreabiertos con los suyos, firmes y exigentes. Delineó con la lengua el contorno de sus labios, titubeando un momento como si solicitara su autorización antes de deslizarse más allá de la barrera de sus dientes, provocándole sensaciones que ella nunca antes había experimentado. Sus emociones parecían subir en espiral a cada momento que transcurría.



Sin pensarlo, Lali levantó las manos hasta sus hombros para luego enredar los dedos en su cabello. Por su parte, él deslizó las manos a lo largo de su espalda. Sus dedos trazaban senderos de placer sobre su piel y sus labios cálidos creaban un caos en sus sentidos. Nunca nadie la había besado ni acariciado de esa forma, de modo que Lali perdió el contacto con la realidad y con todo el pensamiento sensato.



Con la camiseta a medias levantada, su piel sintió el calor de la de Jake y experimentó un intenso goce con ese contacto. De pronto él retiró las manos de su espalda y, sujetándola de los brazos, la apartó. Lali se ruborizó y lo miró atemorizada. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué no protestó y se apartó de él? ¿Acaso no tenía ningún control sobre sí misma?



—Creo que eres una hechicera —murmuró él con la mirada fija en sus labios.



Sus respiraciones se confundieron y Lali parpadeó, volviendo lentamente a la realidad.



—¡Por lo menos no soy una arpía! —estalló ella, furiosa consigo misma por haber permitido que ese hombre la deslumbrara.



—Ya habrá tiempo suficiente para averiguarlo —replicó él, divertido por su respuesta.



Lali se liberó de sus manos, volviendo la cara hacia otro lado y bajándose la camiseta hasta donde le fue posible. Se dijo que no tenía por qué reaccionar de esa forma ante su contacto y tampoco podía fingir que no lo había hecho. Él sabía hasta qué grado había respondido, sabía que había sido él quien puso fin al beso, no ella. Miró hacia adelante sin ver nada.



—¿De manera que ésta ha sido su manera de cobrar los servicios? —le preguntó ella con frialdad, moviéndose por toda la cocina. Deseaba huir de su cercanía.



—No necesito hacer nada a cambio de un beso, señora Espósito. Pero aceptaré eso como una forma agradable de darme las gracias por haberla ayudado a entrar en su casa.



—Yo me las habría arreglado sola —declaró ella, mirando sin ver a través de la ventana las coloridas flores del jardín trasero. Sólo podía sentir el torbellino de sus sentidos, el calor que todavía permanecía en su boca.



—¡No lo habría logrado! Se habría quedado fuera hasta que oscureciera, sólo por su estúpido orgullo.



Colérica, ella se volvió para mirarlo.



—¡No! Habría podido entrar sin su ayuda. Pero usted me obligó a aceptarla y ahora jamás lo sabrá, ¿no es cierto?



—No —él rió—. Tendrá que hacer algo más para demostrarme su capacidad.



—¡No tengo que demostrarle nada! —Lali movió la cabeza y lo miró colérica. Le habría gustado borrar esa sonrisa de su rostro. Trató de avivar su furia, alimentándola con todos los males que podía atribuirle, para disimular su propio desconcierto.



—Creo que tiene razón —su expresión cambió de divertida a indiferente—. En el futuro, siempre lleve consigo su llave. Y si hace algo bien, envíeme una nota para informármelo. Adiós, señora Espósito —recogió su caja de herramientas y se alejó sin mirar atrás.



Lali lo vio marcharse y, a toda prisa, atravesó la cocina para cerrar la puerta. Aún furiosa, empezó a revivir el momento en que él la besó. Interminablemente, como un disco rayado, recordó ese beso. Y el calor que invadió su cuerpo no tenía nada que ver con la cólera.



Antes la habían besado, muchas veces. ¿Por qué entonces ese beso en particular la había afectado tanto? Aún se sentía mareada, como si estuviera en el otro mundo. ¿Y todo porque un hombre la había besado?



Se dijo que, con veintiséis años, ya no era una jovencita para dejarse seducir por un mujeriego atractivo. Ella se había defendido de algunos de los hombres más atractivos del sur de California; no iba ahora a enamorarse de un habitante de Barbados al que había conocido durante sus vacaciones.



«¿Qué hay de tu respuesta?», le preguntó una voz interior. Volvió a ruborizarse y salió a toda prisa de la cocina, deseando borrar ese recuerdo de su mente. En el futuro estaría en guardia… ¡No más besos y definitivamente ninguna respuesta más de su parte!



Mientras permanecía bajo el chorro de agua caliente, repasó la forma en que debió controlar las cosas. Pudo encontrar una forma de entrar en la casa sin recurrir a Peter Lanzani.



Como ayudante de producción de Many Lives and Loves, una de las telenovelas diurnas más populares del país, tenía que ser creativa. Aunque sólo tenía veintiséis años, ocupaba un puesto de responsabilidad. Habría podido solucionar el problema de ese día sin la intervención de su arrogante vecino, si lo hubiese pensado por un momento. Pero no pensó en nada, como no fuera en pedir su ayuda.



«¿Por qué?», se preguntó.

10 comentarios:

  1. Peter es un arrogante insoportable pero como bien dijo está hechizado por Lali!JAJA y ella q decir está totalmente deslumbrada por este "MACHO",como somos cuanto más recio y arisco más atraen!aunq debajo de esta fachadad creo q es super caballero por eso no pudo dejarla sin ayuda!Creo q se viene una hermosa historia de amor en un lugar q uino se enamora hasta de un arbol,JAJA#ESUNPARAISO!

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  2. Hahaha esta buenísima la nove quiero mas mas mas mas mas

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  3. MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS ME ENCANTA

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  4. uhhh me encantooooooooo! mas mas mas mas !

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  5. jajaja NO LO PUEDO CREER si aparenta tener 16 jajaj y peter esta mas que interesado lo unico es que es capaz de ocultarlo mas que ella

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  6. ¡Lo hechizó!,jajaja,se dejó hechizar ,veremos lo k el piensa d ese encuentro,xk la besó y acarició sin más.

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  7. me encanto, pero ash peter me hace querer darle un golpe te juro jeje me encanta tu nove, besos

    ATT:alex

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  8. Me encantaaaaa!!! Subí otro porfa!!!
    Un besito, @clau_carpediem

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