Capítulo 7
—No, quédate quieta—le dijo él en un
susurro. Pero la arritmia de su corazón tatuó un dibujo de pánico contra sus
costillas. Lali trató de respirar y se dio la vuelta, mirándolo fijamente.
—Pensaba que…
Él sofocó sus palabras con un beso.
—Vamos a recuperar nuestra noche de
bodas, amare, y lo haremos muy despacio, tanto que olvidarás tener miedo.
Lali hubiera querido decir que no tenía
miedo, pero no podía. La mano que reposaba sobre su vientre le despertaba todos
los sentidos. Él estaba completamente desnudo y la potencia de su miembro
erecto le presionaba el muslo.
Cerró los ojos y entreabrió los labios.
Él suspiró y aceptó la invitación, hundiendo la lengua en su boca con pasión.
Ella levantó las manos y se aferró a él. Le clavó las uñas en la piel y sintió
el impulso de arquear la espalda contra la mano que le acariciaba el vientre.
Como si aquel movimiento desatara algo
en él, Peter deslizó la mano más abajo, recorriendo sus caderas, sus muslos, el
borde del camisón… En una rápida maniobra se lo levantó hasta el cuello y se lo
quitó hábilmente. Entonces volvió a besarla con avidez y le acarició los
muslos, el suave contorno de la cadera, la cintura… Cuando ella le susurró algo
al oído, él se incorporó y miró el trazo que seguían sus dedos sobre su
inmaculado pecho.
Lali cerró los ojos cuando sintió el
posesivo recorrido de aquella mano y se preparó para la embestida de placer que
sus caricias y masajes provocaban. Él apretó el henchido pezón con la punta del
dedo pulgar y ella se estremeció de vergüenza.
Él, sin embargo, no se cohibía. Usaba
sus largos dedos para moldear aquellos capullos de rosa antes de llevárselos a
los labios. Una punzada caliente atravesó uno de los pezones de la joven y
dibujó un rastro incandescente hasta su entrepierna, retorciendo su cuerpo como
una varita mágica. Una vez más él levantó la cabeza, la miró y la besó a lo
largo de la mandíbula. Lali cerró los ojos y esperó lo que tanto deseaba:
sentir la cálida presión de aquellos labios sobre los suyos propios.
Ella lo besaba como si ésa fuera la
última vez, flotando en una nube de erotismo. Cuando él trató de calmarla, ella
le deslizó las uñas por la espalda y continuó a lo largo de la espalda.
—Il virago inglese —susurró Peter con
voz temblorosa.
A Lali no le importaba. Deseaba sentirlo
bajo sus manos; deseaba tumbarse sobre la cama y continuar lo que habían dejado
a medias. Quería experimentar todas aquellas sensaciones que sabía estaban por
venir.
Al ver su comportamiento Peter masculló
un suave juramento y la agarró de los brazos con fuerza.
—Dije despacio —le dijo—. No voy a
aprovecharme de ti, Lali.
Pero ella no conocía la diferencia entre
«rápido» y «despacio». Sus atolondrados sentidos guiaban sus movimientos. La
tensa pulsión del deseo marcaba el ritmo.
Lo agarró de la nuca con violencia y lo
obligó a besarla.
—Quiero que te aproveches —le susurró al
oído.
Él esbozó una sonrisa amarga.
—No lo entiendes. No voy a darte una
excusa para que puedas acusarme cuando todo haya terminado y empieces a
arrepentirte.
Ella abrió los ojos, sorprendida.
—Yo… Yo no haría eso…
—Sí lo harías. Me deseas, pero no
quieres desearme. Y has decidido olvidarlo durante un rato. De hecho, imagino
que disfrutarás mucho acusándome después.
—¿Cómo puedes ser tan cruel e insensible
como para pensar en esas cosas en este momento?
—No soy cruel e insensible —le dijo,
contrayendo el rostro—. ¡Sólo trato de jugar limpio contigo!
—¿Conmigo? —Lali soltó una carcajada
envenenada—. No has jugado limpio desde que me conociste —apretó los puños y
trató de empujarlo—. Eres un amante penoso, Peter —añadió con frustración al
ver que no podía moverle ni un milímetro—. ¡Parece que quisieras hacerme firmar
otro contrato antes de acceder a seguir adelante con este matrimonio!
Una vez más sus labios se habían dejado
llevar por la ira. Lali lo supo en cuanto oyó sus propias palabras. Con ellas
escapó el aliento que quedaba en sus pulmones al ver la impasible expresión de Peter.
Con el corazón desbocado, se mordió los labios mientras esperaba una respuesta.
Su absurda testarudez le impedía retirar lo dicho antes de que fuera demasiado
tarde.
Sabía que debía haberlo hecho. Los ojos
de Peter se lo decían muy claro. Sin embargo, él no se movió, ni habló, ni
tampoco la dejó ver que aquel comentario había hecho mella en él.
—Di… Di algo —dijo Lali cuando ya no
pudo soportar el silencio ni un minuto más.
De repente él movió el brazo y una luz
se encendió. Lali no sintió alivio alguno a pesar de la calidez de aquel
resplandor dorado que bañaba sus ojos. Él siguió mirándola fijamente,
observando la cascada de rizos rojos esparcidos alrededor de la almohada.
El corazón de Lali latía deprisa,
temiendo lo que pudiera ocurrir a continuación, ya que la expresión de Peter no
delataba sus intenciones.
Enredó los dedos en la melena de la
joven y la agarró de la nuca. Ella suspiró y entonces él la hizo echar la
cabeza hacia atrás para poder besarla en el cuello.
La poca experiencia de Lali con los
hombres no la había preparado para lo que estaba a punto de ocurrir. Se trataba
de seducción al nivel más profundo y sutil. Aquel hombre experimentado no
estaba dispuesto a condescender ante semejante derroche de inocencia desafiante
e insensata.
Le hizo el amor en silencio, con
seriedad y pericia, haciendo aflorar el erotismo más primario a la superficie
de su piel. Moviendo los labios con destreza llegó hasta la boca de la joven,
temblorosa y entreabierta. Y entonces la besó sin tregua hasta embriagarla de
placer. El sonido de su voz la hacía moverse como una marioneta. Estaba
atrapada, esclavizada por las invisibles cuerdas de su experiencia amorosa, y
también por su propio deseo de sentir todo lo que él decidiera regalarle. Peter
acarició cada palmo de su piel, cada curva, cada valle, cada rincón de su
cuerpo… Amasó sus pechos turgentes con ternura y ella le clavó los dientes en
la tersa piel del hombro al sentir sus labios alrededor de los pezones,
jugueteando y mordisqueando.
Lali incluso lo sintió temblar cada vez
que le rozaba la piel con dedos torpes. Y cuando el incansable descenso de sus
manos le llevó a explorar la entrepierna de la joven, ella se derritió en un
mar de calor, ajena a la realidad.
No había un rincón de su ser que no
conociera las caricias de Peter; los poros de su piel, sus músculos, los
escondites de su feminidad… Todo su cuerpo palpitaba y cantaba su nombre una y
otra vez.
Cuando sintió el peso de su fornido
cuerpo y la urgencia de sus movimientos al separarle las piernas, Lali abrió
los ojos y lo miró fijamente, perdiéndose así en sus pupilas de oro.
Todo en él era oscuro y dorado. Sus
anchos pectorales no dejaban pasar la luz de la lámpara y su torso musculoso le
presionaba las caderas. En ese momento notó el poder de su erección, que le
rozaba en la entrepierna. Él reclamó su boca con un beso delirante.
Y entonces ocurrió. La agarró de las
nalgas para elevarla un poco, y empujó las caderas suavemente.
Lali se abrió como una flor a su paso y
entonces sintió una ardiente avalancha en el centro de su feminidad. Se quedó
sin aliento y le clavó las uñas en los hombros. Una descarga de miedo y
expectación atravesó su cuerpo y escapó por donde se unían sus cuerpos.
—¿Estás segura? —le preguntó de pronto.
Lali se quedó desconcertada. ¿Acaso era
él quien no lo deseaba?
Asintió con la cabeza, sintiendo la
caricia de su aliento en el rostro. Entonces él cerró los ojos y dio el empujón
decisivo. Lali apenas pudo reprimir un grito de dolor, pero él le apartó el
pelo de la cara con manos temblorosas y la besó una y otra vez hasta hacer
desaparecer la tensión que abigarraba sus delicados músculos.
Empujó un poco más adentro y Lali sintió
la respuesta de sus nervios ante aquella intrusión forzosa. Peter deslizó las
manos por las piernas de la joven y, agarrándola de las pantorrillas, la hizo
flexionarlas alrededor de su cintura. Con aquel movimiento llegó a lo más
profundo de su sexo y entonces ella le oyó mascullar algo en italiano.
La abrazó con fuerza y empezó a moverse
a un ritmo frenético que palpitaba como un ser vivo en el interior de la joven.
Ella se aferró a su espalda para amortiguar las embestidas, cada vez más
rápidas. Sabía adonde iba, pero no sabía cómo llegar y gemía impotente sobre
los labios de él.
Peter la agarró del pelo y la hizo echar
atrás la cabeza.
—Mírame —le dijo y obró el milagro,
preparando su cuerpo para la rendición final; un tsunami de sensaciones
ardientes y convulsas.
Lali gimió desde lo más profundo de su
ser y entonces él aceleró el ritmo, haciéndola resbalar al borde del
precipicio. Lali perdió aquello a lo que se aferraba y cayó al abismo del
éxtasis. Él tiraba de los hilos, orquestando así cada espasmo de placer que
sacudía su frágil constitución hasta que ya no pudo aguantar más.
Con una embestida bestial se dejó caer
tras ella, ahogándose en un gemido primitivo que disparó balas de gozo en todas
direcciones.
«Seducción…», pensó Lali unos minutos
después cuando recuperó la conciencia. «Acabo de ser seducida completamente y
sin contemplaciones…»
Peter seguía inmóvil y su cuerpo se
hacía cada vez más pesado. Lali sentía cómo retumbaba su corazón de hierro.
Todavía tenía las piernas enroscadas alrededor de su cintura, pero ya no eran
uno solo. No obstante, la imagen jamás se borraría de su memoria.
«Hacer el amor…»
Era así de básico y sencillo.
Lali estiró los miembros para descargar
la tensión. Él se apoyó en el antebrazo y apagó la luz. Aquello había sido tan
repentino y definitivo. Sin soltarla, se acostó a su lado, en silencio. Ni una
mirada, ni una palabra… Era como si sólo deseara dormirse de una vez después de
lo ocurrido.
Lali sintió el picor de las lágrimas en
la garganta. Sentía algo de humedad entre las piernas y el persistente temblor
del placer todavía sacudía sus músculos contraídos.
Cuando ya no pudo soportarlo más, trató
de hablar, pero él le puso una mano sobre la nuca y la atrajo hacia la calidez
de su pecho viril.
Y así se quedó dormido, abrazándola. Lali
nunca se había sentido tan miserable en toda su vida. ¿Se lo había buscado ella
sola? ¿Era aquel silencio solemne un castigo por todos los dardos envenenados
que le había lanzado desde la boda? Ojalá hubiera sabido por qué lo había
hecho. Ojalá hubiera sido capaz de entender por qué lo odiaba y deseaba al
mismo tiempo. Ojala hubiera podido entenderse a sí misma.
Trató de apartarse de él, pero sus
poderosos brazos la sujetaban con firmeza. Sin embargo, a Lali jamás se le
habría ocurrido pensar que él tenía los ojos abiertos, y mucho menos que
tuviera que luchar contra sí mismo cada vez que la sentía moverse.
Finalmente la joven se dejó llevar por
el sueño acurrucada entre sus brazos y a la mañana siguiente se despertó en una
cama vacía. De alguna forma era un gran alivio. Así no tenía que soportar
silencios incómodos y miradas embarazosas en un momento de máxima debilidad.
Podía ducharse a sus anchas y recomponerse a sí misma.
No… No podía hacerlo. Vencida, se
desplomó sobre el borde de la bañera y dejó que los dulces recuerdos de lo
sucedido la atormentaran sin tregua.
¿Qué estaban haciendo? ¿Por qué lo
estaban haciendo? Lo único que sabía a ciencia cierta era que en algún momento
había dejado que una fiebre de deseo incontrolable por Peter De Lanzani se apoderara
de ella.
Porque lo amaba…
¡No! ¡No lo amaba! Se puso en pie de un
sallo. ¡No quería amarlo!
Media hora más tarde, magullada y
dolorida tras una noche de pasión, Lali se armó de valor y bajó las escaleras.
Al llegar al vestíbulo decidió dirigirse al salón donde habían cenado la noche
anterior. Era tarde, casi la hora de almorzar, pero su reloj interno estaba tan
dislocado que ya no sabía si la hora de comer era la de Italia o la del Caribe.
Había olvidado ponerse el reloj de pulsera antes de dejar la casa del lago
Como.
La habitación parecía distinta a la luz
del día; más grande y luminosa. Un enorme toldo ondeaba en la brisa e impedía
que la luz del sol entrara por los grandes ventanales abiertos. Bajo sus pies
había un patio de piedra que llegaba hasta una gigantesca piscina. Más allá
había un exuberante y colorido jardín tropical que se extendía hasta la playa
de arena blanca. Desde esa parte de la casa no se divisaba la glorieta. La
perezosa marea del mar en calma acariciaba la orilla.
Un ruido la hizo darse la vuelta. Era
Nina.
—Ah, ya se ha levantado, señora. El
señor Peter me dijo que la dejara recuperarse del jet lag, pero ya empezaba a
temer que fuera a perderse este maravilloso día.
La conversación animada y ligera del ama
de llaves alivió la tensión que atenazaba a Lali. En cuestión de minutos estaba
sentada en la misma silla de la noche anterior, disfrutando de un sabroso
desayuno de zumo de naranja y fruta fresca. Nina la mimaba como si fuera una
niña pequeña.
—Por favor, llámame Lali —le dijo.
No se sentía como una signara, aunque el
anillo que llevaba en el dedo dijera lo contrario.
—El señor Peter se fue a ver a los
granjeros, como hace siempre —Nina logró captar su atención.
—¿Los granjeros?
Nina asintió al tiempo que le servía el
café.
—¿No se lo ha dicho? La casa y las
tierras eran de su abuela. Su retrato está en el salón principal. Se lo
enseñaré luego, si quiere. El señor Peter pasó gran parte de su infancia aquí,
en las vacaciones. Su abuela era una mujer emprendedora. Ella fue pionera en la
introducción de la agricultura colectiva en la isla. El señor Peter se ocupó de
todo tras su inesperada muerte el año pasado.
Lali la miró con ojos sorprendidos. Nina
asintió.
—Todavía la echamos de menos. El señor Peter
sobre todo. Una vez me dijo que ella lo había hecho humano —el ama de llaves
hizo una pausa y suspiró—. Supongo que ésa es la desventaja de nacer en el seno
de una familia adinerada. Las responsabilidades sofocan las buenas intenciones
y hay que mantenerse fuerte —sonrió—. Y ahora la tiene a usted, para hacerlo
sentir humano. ¿No? —le dijo con un brillo especial en los ojos—. Usted le
habría agradado mucho a su abuela. Se parece mucho a ella. Era tan testaruda
como usted. Además, ella también era…
—Inglesa —dijo una voz diferente.
Lali se quedó de piedra y miró hacia la
puerta. Él estaba apoyado contra el marco. Llevaba unos pantalones de pinzas en
un tono pálido, una camiseta azul, y la brisa marina le había revuelto el pelo.
—Una auténtica virago —el ama de llaves
se volvió hacia él y sonrió—. Usted la llama la virago inglesa.
―Il virago inglese —dijo él en italiano.
Sus ojos estaban escondidos detrás de un espeso bosque de pestañas.
Lali se sonrojó de pies a cabeza.
—Buon giorno, la mia moglie bella
—murmuró. Sus ojos emitieron un destello de oro al mirarla de arriba abajo.
Lali llevaba un diminuto top blanco con
una mini falda azul.
―¿No me dices nada, cara? ―le dijo,
burlón.
Ella trató de controlar el temblor que
empezaba a sacudir sus labios. Él se dio cuenta, pero su rostro no revelaba lo
que estaba pensando.
—Entonces mi dulce esposa virgen se ha
quedado sin palabras —le dijo—. A lo mejor aún hay algo de esperanza para mí y
mi estrategia miserable.
—Déjalo ya —le dijo Lali, nerviosa.
¿Cómo se atrevía a decirle algo así delante del ama de llaves después de lo que
habían vivido la noche anterior?
—Estamos solos —le dijo él al verla
mirar hacia donde estaba Nina—. Se fue en cuanto te vio sonrojarte. Y es
demasiado tarde para mantener en secreto tu virginidad en nuestra noche de bodas,
amore.
Lali se puso pálida.
—¿No te diste cuenta? —avanzó hacia
ella—. Seguro que la sirvienta que hizo la cama sí lo hizo.
De pronto sintió el roce de su camisa y
se encogió. Él le pasó por delante y tomó el pedazo de piña que había dejado en
la mesa.
—Sin comentarios —le dijo, intentando
provocarla—. Admito que cuando lo vi me sentí como si estuviera en la Edad
Media —le dio un mordisco a la piña—. Casi esperaba encontrarme la prueba de tu
castidad colgando de la ventana esta mañana. La prueba de tu castidad y de mi
indudable…
Lali ahogó un sollozo, dio media vuelta
y echó a andar a toda prisa. Al salir en el vestíbulo oyó un estruendo a sus
espaldas y se preguntó si le había molestado que lo dejara con la palabra en la
boca después de un comentario tan soez. Afuera hacía tanto calor que estuvo a
punto de cambiar de idea y regresar a la casa, pero no podía. Quemarse viva era
mejor que volver. Atravesó el césped y siguió adelante, sin rumbo.
Se dejó caer en los peldaños de piedra
de la glorieta, puso los brazos alrededor de las rodillas y contempló el
océano. Estaba temblando y las imágenes desagradables se sucedían en su
imaginación. Sirvientas que intercambiaban sonrisas indiscretas y susurraban el
secreto… Peter había dicho que parecía algo medieval, pero para ella era mucho
peor.
De pronto oyó unos pasos que se
aproximaban lentamente…
+20
massssssssssssssssmasssssssssssssssssss
ResponderEliminarNo termino de entender a peter, es como q le tiene miedo a algo pero no se a q!! Más!
ResponderEliminarSi el proximo es mejor no quiero ni imaginarmelo!Estuvo buenísimo !Lali no sólo era virgen sino q ingenua,pobre!Y él debe estar más q agrandado con q todos sepan q él fue su primer hombre!#MACHISTA:COM!Me gusta y terminaran super enamorados si es q ya no lo están y lo ocultan bajo ese juego de pasion y ataque constante!
ResponderEliminarProbre lali . Que IDIOTA peter . Espero que lo arregle. MAS NOVE!!
ResponderEliminarmasssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarnoveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarmasssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarnoveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarmas
ResponderEliminarquiero mas nove
ResponderEliminarsube otro
ResponderEliminarMass
ResponderEliminarOtro
ResponderEliminarPara mi que a Peter le gustaba desde hace rato pero se hace el loco...esta buenisima por favor pon mas no aguanto la intriga quiero ver cuanto tardan en darse cuenta que se aman de verdad !!! yo ya te agregue por twitter soy @martm_15 plis sube artos
ResponderEliminarmassss noveeeeee me encantaaaaa
ResponderEliminarque le pasa a peter no me gusta nada como le habla a la pobre lali
ResponderEliminarMaaaaaassss!!!!
ResponderEliminarQueri saber q va a pasar!!!
ResponderEliminarme encanta esta nove otro cpitulo mas porfiii
ResponderEliminarmassssssssssssssssssssss
ResponderEliminarTarado de Peter.
ResponderEliminarLalita pobrecita
MAS MAS MAS CAPS
Lali ya siente amor x Peter ,pero este es muy orgulloso,está disfrazando lo k siente.
ResponderEliminarme gusta la nove pero tengo unas dudas. me podrias situar el horizonte temporal en q sucede la historia y cual es la edad de peter y lali
ResponderEliminarPeter es un imbécil y por comportarse así será el quién vaya luego detrás de Lali.
ResponderEliminarMasi_ruth
Maaaaaaas!! Me encantaa la nove!!!
ResponderEliminarMe puedes nombrar en twiter porfa??
Un besito, @clau_carpediem