Capítulo 1
La despedida de soltera ya estaba en
marcha, pero Lali no tenía ganas de fiesta. Una noche en La Scala… No había
nada que le apeteciera menos en esos momentos. Rodeada de lujos en aquella
suite de hotel de Milán, la joven iba a ponerse un sofisticado traje de firma
que debía de costar más dinero de lo que podía imaginar. Tenía que estar a la
altura, aunque las cosas no fueran bien en Inglaterra y los negocios de la
familia estuvieran a punto de irse a pique.
Ella no quería asistir a la boda de su
mejor amiga, pero su padre había insistido. Su hermano Matthew había ido un
poco más lejos.
«No seas estúpida. ¿Quieres que papá se
sienta todavía peor por todo esto? Ve a la boda de Bianca y deséale lo mejor de
mi parte con ese superpartido que ha conseguido…», le había dicho con tanto
rencor que Lali hacía una mueca cada vez que lo recordaba. Matthew nunca iba a
perdonar a su mejor amiga por haberse enamorado de otro hombre.
Después Bianca y sus padres habían
insistido aún más en que asistiera a la boda y al final había sido demasiado
fácil ceder y hacer lo que lodo el mundo quería que hiciera en lugar de estar
al lado de su padre.
Lali se enfundó en aquel flamante
vestido y se apartó un mechón rebelde de la cara. Se colocó los tirantes y se
miró en el espejo. La imagen que vio en él la dejó horrorizada. El vestido se
ceñía demasiado en donde no debía y aquel tono plateado le hacía un flaco favor
a su pálido tono de piel. Sin embargo, ésa no era la primera vez que envidiaba
la sofisticada belleza de Bianca.
Ella no era una dulce y delicada morena
como su amiga italiana, sino una pelirroja con curvas y una melena rebelde que
desafiaba las reglas de la física. La joven de tez blanca que la miraba desde
el espejo no era sino un fantasma.
Bianca se había comprado el vestido un
par de meses antes para lucirlo en la fiesta de compromiso y había estado
fabulosa con él, pero unos días después se lo había dado a Lali con desdén.
«No sé por qué lo compré. No me gusta el
color. El largo no está bien y mis pechos no lo llenan», le había dicho.
Lali se mordió el labio inferior y tiró
del top, al que se asomaban dos pechos turgentes y llenos. Por suerte la
robusta estructura de varillas del corpiño los mantenía en su sitio.
Una segunda mirada al espejo… y pensó
que después de todo no estaba tan mal.
«Los pobres no pueden elegir…».
Alguien llamó a la puerta.
—¿Estás lista, Lali? —era la madre de
Bianca—. No podemos llegar tarde a La Scala.
—¡Déme un minuto! —exclamó la joven. La
Scala no esperaba por nadie, ni siquiera por los grandes magnates italianos con
los que estaba a punto de codearse. Lali esbozó una sonrisa.
Se puso unos zapatos de tacón alto a
juego con el vestido y un poco de brillo en los labios. El rojo pasión que
Bianca le había dado ya estaba descartado.
Volvió a contemplar su imagen en el
espejo y se echó a reír por primera vez en mucho tiempo. Aquel esperpento gris
tenía algo de gracia. Lo único que le faltaba era el maravilloso anillo de
diamantes que el prometido de Bianca le había regalado a su novia. Las deudas
de su familia habrían quedado zanjadas en un abrir y cerrar de ojos.
Pero la novia no era tan generosa. Sin
embargo, Lali no se lo tomaba en cuenta. Bianca Moreno y ella habían sido uña y
carne desde el colegio. Las dos se habían sentido como un par de alienígenas en
aquel estricto colegio inglés. Bianca había nacido en Sydney, pero era de
origen italiano, y le había costado mucho renunciar a su disipado estilo de
vida. Su familia se había hecho rica de la noche a la mañana después de que un
hermano de su padre, afincado en Inglaterra, le dejase su empresa antes de
morir.
Lali, en cambio, había sido enviada a
aquel colegio después del escándalo de su madre, que había tenido una aventura
con un diputado casado. La habían acosado tanto en su antigua escuela que su
padre no había tenido más remedio que llevarla lo más lejos posible del escándalo.
Bianca y ella nunca habían hecho nada a
espaldas de la otra desde que tenían doce años. Su amiga estaba a punto de
casarse con el heredero de una distinguida familia italiana y, aunque no
quisiera estar allí, Lali estaba dispuesta a dejar a un lado sus propias
preocupaciones para que la boda de Bianca fuera perfecta. La familia de Bianca
había corrido con todos los gastos de su estancia y le habían proporcionado
alojamiento y guardarropa adecuado para los eventos previos a la ceremonia. No
importaba que fueran los desechos de Bianca.
Lali les estaba muy agradecida porque
jamás podría haberse permitido asistir, aunque su padre se empeñara en decir
otra cosa. Ya llevaba una semana en aquel maremágnum de celebraciones y aún le
quedaba otra. Los festejos previos al mayestático enlace parecían no tener fin.
El rico y sofisticado prometido de
Bianca no era otro sino Juan Pedro Genovese Marcelo De Lanzani, máxima
autoridad del vasto imperio financiero De Lanzani.
Un estremecimiento repentino sacudió el
vientre de Lali. La joven agarró un camisón de seda que estaba sobre la cama,
lo apretó contra su pecho y suplicó. No podía volver a experimentar ese temblor
absurdo cada vez que pensaba en él.
De Lanzani era un hombre extraño que
intimidaba con su refinada sofisticación y su aspecto misterioso y sensual. A
diferencia de Bianca, ella nunca se había derretido por un hombre y aquella
inexplicable reacción era del todo incomprensible. Ese hombre no era su tipo.
Era demasiado alto y corpulento, demasiado esbelto y oscuro, demasiado sexy y
apuesto… Desafiante y enigmático…
La joven asió el bolso de fiesta de
cuentas plateadas y se dirigió hacia la puerta.
Se habían visto una sola vez, en una
cena privada en Londres que los padres de Bianca habían organizado para
presentar a su futuro yerno ante sus amistades inglesas. Juan Pedro la había
impresionado tanto que no había podido quitarle ojo en toda la velada. Era tan
distinto a los hombres que solían gustarle a Bianca.
—¿Qué te parece? —le había preguntado
Bianca.
—Intimida —le había dicho ella. Aquella
noche había sido la primera vez que había sentido aquel temblor—. Me da
escalofríos.
Bianca se rió, pero eso no era nada raro
en ella. Estaba feliz, enamorada, en las nubes…
—Te acostumbrarás a él, Lali. No da
tanto miedo cuando llegas a conocerlo.
Había vuelto a verlo tan sólo una semana
antes.
Lali apretó el botón del ascensor. Se lo
había encontrado en la recepción del hotel a su llegada y había supuesto que la
abordaría con modales impecables, pero eso no había impedido que un escalofrío
le recorriera el cuerpo.
Estaba molesto con Bianca porque no
había ido al aeropuerto a recogerla y Lali había visto un atisbo de furia justo
antes de que su expresión cambiara. Al decirle que no esperaba que la
recibieran en el aeropuerto, sus labios sensuales habían dibujado una rígida
línea de desaprobación. Aquel hombre frío y sosegado estaba acostumbrado a dar
órdenes y desde ese momento se había ocupado personalmente de organizar su
llegada. Le había buscado una suite e incluso la había acompañado a la
habitación para comprobarlo por sí mismo.
Al llegar el ascensor le había puesto la
mano sobre la espalda para ayudarla a salir y ella se había sobresaltado como
si le hubiera quemado la piel.
Por suerte, él se había limitado a
retirar la mano y a lanzarle una de sus frías miradas.
Una vez más se encontraba ante las
puertas del ascensor, preparada para bajar a la recepción del hotel, donde
todos tomaban algo antes de irse. Había logrado evadir a Peter De Lanzani
durante toda la semana, pero sospechaba que no sería capaz de hacerlo esa
noche. La fiesta era un evento íntimo y los palcos reservados en La Scala eran
demasiado pequeños. Lo más que podía esperar era conseguir un asiento en otro
palco.
Había un espejo en la pared junto al
ascensor. Lali se miró en él y se apartó un mechón rebelde de la cara. No debía
haberse recogido todo el pelo. Su melena estaba decidida a no portarse bien. La
joven se dio por vencida y dejó que los tirabuzones le cayeran sobre los
hombros, haciéndola parecer más pálida de lo normal.
Lali hizo una mueca de disgusto. Tiró
del tirabuzón por última vez y, en ese preciso instante, cuando se abrieron las
puertas…
Se encontró con Peter De Lanzani.
Lali se puso roja como un tomate.
—Oh —dijo, desconcertada—. ¿También te
hospedas aquí? No lo sabía.
Una expresión ligeramente divertida
inundó sus ojos de oro durante un instante.
—Buenas noches, Lali. ¿Vienes?
La muchacha lo miró de arriba abajo.
Llevaba un traje negro de seda y estaba apoyado contra la pared posterior del
ascensor con gesto desenfadado.
Lali forzó una sonrisa y entró en el
ascensor. Las puertas se cerraron delante de sus ojos.
El silencio se hizo ensordecedor. Lali
podía sentir sus ojos sobre la piel.
—Estás muy hermosa esta noche —murmuró.
La joven tuvo que reprimir una mueca.
Sabía muy bien qué aspecto tenía esa noche y también sabía cómo la veía él: la
amiga pobre con un vestido prestado.
—No, no es así —le respondió sin más y
sintió un gran alivio cuando se abrieron las puertas. Al salir volvió a sentir
el tacto de aquella mano sobre la espalda y se quedó petrificada.
—¿Salimos? —le preguntó él.
Lali hizo un esfuerzo por seguir
adelante, consciente de su mano sobre la espalda. Era como si él la estuviera
poniendo a prueba. La primera persona a la que vio fue a la madre de Bianca. La
señora estaba espléndida con un vestido negro y un collar de diamantes.
—Oh, ya estás aquí, Lali —dijo y fue a
su encuentro. Una expresión de ansiedad amenazaba con arruinarle el impecable maquillaje.
—Juan Pedro —dijo, mirando a su futuro
yerno con ojos serios—. Tengo que hablar contigo, cara —le dijo a Lali.
—Claro —la joven sonrió—. ¿Qué ha hecho
Bianca esta vez?
—Nada, espero —dijo Peter, que estaba
detrás de ella.
Sofía Moreno se puso pálida. Lali se dio
cuenta de que él no bromeaba y decidió salir en defensa de la madre de Bianca,
que siempre estaba incómoda en presencia de Peter.
—Era una broma —dijo Lali con
brusquedad.
Él se puso rígido. Una descarga de
corriente recorrió el cuerpo de la joven y se detuvo en la base de su columna,
bajo la mano de Peter.
Un instante después, él le dio un beso
en la mejilla a Sofía para intentar tranquilizarla.
—Os dejo para que podáis hablar de…
vuestras cosas —susurró y se alejó rápidamente. Fue hacia la barra del bar para
saludar a unas amistades, pero Lali fue incapaz de dejar de mirarlo durante
unos momentos. Se movía con tanta elegancia y garbo.
—Lali, tienes que decirme qué le pasa a
Bianca —Sofía Moreno insistía—. Se está comportando de un modo muy extraño,
pero a mí no me dice nada. Debería estar aquí ahora, saludando a los invitados
junto a Juan Pedro. Cuando fui a su habitación después de llamar a la tuya, ni
siquiera estaba vestida.
—Tuvo un dolor de cabeza a la hora de
comer y se fue a su habitación a descansar —Lali frunció el ceño al recordar—.
Quizá se haya quedado dormida.
—Eso explicaría las sábanas revueltas
—dijo la madre de Bianca, tensa y nerviosa—. Parecía que acababa de caerse de
la cama. ¡Logró sacarme de quicio en un momento!
—Démosle unos minutos más para que se
arregle —sugirió Lali—. Si no baja dentro de un rato, yo misma iré a darle un
tirón de orejas.
—Sólo tú te atreverías a acercarte a
ella cuando está así, cara.
¿Ni siquiera su prometido se atrevía a
acercarse a ella? Lali arrugó el entrecejo y llevó a la señora Moreno a donde
estaban los otros invitados. Unos segundos después, se encontró con el padre de
Bianca, Giorgio, que le presentó a un primo al que no conocía.
Vito Moreno era de su edad y había
heredado la belleza de los Moreno, que lucía en su máximo esplendor con unos
ojos azules risueños.
—Así que tú eres Lali. Me han hablado
mucho de ti desde que llegué esta tarde.
—¿Quién?
—Mi querida prima, por supuesto —Vito
sonrió—. Bianca insiste en que tú la salvaste de una vida rebelde y descarriada
cuando dejó Sydney para estudiar en el «colé más estirado» de Inglaterra.
—Tú eres de los Moreno de Sydney —dijo Lali—.
Ahora reconozco el acento.
—Yo era el compañero de juergas de
Bianca hasta que tú tomaste el relevo.
—¿Tú eres ese primo? —dijo ella,
riendo—. Yo también he oído hablar mucho de ti.
—Ése soy yo. Así es —dijo Vito,
suspirando.
Una copa de champán apareció ante sus
ojos. Lali aceptó la bebida y levantó la vista. La sombra de Peter se extendía
sobre ella como la de un oscuro gigante.
—Oh, gracias.
Él hizo un gesto de asentimiento, saludó
a Vito con la cabeza y siguió adelante.
Entonces Vito reanudó la conversación y Lali
hizo un esfuerzo por ahuyentar a Peter De Lanzani de su mente. Los minutos
pasaron con rapidez y el bar se llenó de invitados, pero Bianca siguió sin
aparecer. Finalmente la gente empezó a mirar el reloj con impaciencia.
Lali miró a Peter De Lanzani. Él estaba
a un lado, hablando por el móvil. No parecía muy feliz, a juzgar por la
expresión de su rostro.
¿Acaso estaba hablando con Bianca? No
era de extrañar que estuviera molesto. Su eterna costumbre de llegar tarde lo
había hecho enojar más de una vez.
«Vas a tener que acostumbrarte…», dijo Lali
para sí al verlo cerrar el móvil.
La obstinada inconsciencia de Bianca era
la causa de interminables dolores de cabeza para su madre y su mejor amiga. De Lanzani
podía considerarse muy afortunado si ella no llegaba tarde a la iglesia.
El tiempo transcurría implacable. Lali
intentaba no mirar el reloj y Sofía le lanzaba miradas angustiosas. Estaba a
punto de ir a ver a su amiga cuando se formó un pequeño revuelo alrededor de
los ascensores.
Todo el mundo se volvió hacia ese punto
y se hizo el silencio. Era Bianca; una princesa de ensueño con un vestido de
seda dorada. Lucía un sencillo recogido que resaltaba la perfección absoluta de
su rostro. Un collar de diamantes, pendientes a juego…
Sólo le fallaba una tiara para parecer
una princesa.
—Siento llegar tarde —dijo Bianca
mirando a la audiencia con sus ojos de color chocolate.
—Ésa es mi chica —murmuró Vito.
Lali le lanzó una mirada fulminante,
pero no había nada en su expresión que justificara un comentario tan extraño.
Peter avanzó hacia su prometida y se
llevó sus dedos a los labios. Dijera lo que dijera, los ojos de Bianca se
iluminaban y un imperceptible temblor sacudía su boca de color fresa.
«Él la ama…»
Lali se dio cuenta de la verdad y una
extraña sensación se apoderó de su pecho. Frunció el entrecejo y se dio la
vuelta para no ver a los dos amantes. Aquel inusitado sentimiento desapareció
enseguida.
Fueron a la ópera en limusina. Vito
Moreno iba a ser su acompañante esa noche, así que no tenía motivos para seguir
en guardia. La Scala era extraordinaria, una experiencia inolvidable… Sobre
todo porque había conseguido situarse lo más lejos posible de aquel hombre que
tanto la turbaba. Después del espectáculo fueron a cenar en un hermoso palacete
del siglo XVI a las afueras de Milán.
Vito no hizo más que llenarle la copa
durante toda la velada y cuando Peter De Lanzani la sacó a bailar, ya estaba un
poco mareada.
Lali se esforzó por encontrar una
excusa, pero no lo consiguió. Él la agarró del codo y la hizo levantarse.
—Vamos —le dijo con sequedad—. El novio
ha de bailar con la dama de honor al menos una vez.
Lali pensó que eso debía de ser después
de la boda, pero aquel estremecimiento volvió a sacudirle las entrañas,
dejándola sin aliento. Antes de que pudiera protestar, Lali se encontró en la
pista de baile.
La luz tenue; una balada romántica
cantada por una voz femenina profunda y sensual… El corazón de Lali se aceleró.
Sus cuerpos se movían al compás de la música.
—Relájate —le dijo él unos segundos
después—. Se supone que esto es un pasatiempo divertido.
Lali levantó la vista y entonces vio un
destello burlón en su mirada.
—No estoy acostumbrada a… —dijo,
sonrojada.
—¿A estar tan cerca de un hombre? —le
preguntó con sorna.
—¡A bailar con estos zapatos! Y ése no
es un comentario de muy buen gusto.
Él se echó a reír. Aquel sonido
penetrante y profundo resonaba contra los pezones de Lali.
—Eres una persona muy peculiar, Lali Espósito
—le dijo—. Eres muy hermosa, pero no te gusta que te lo digan. Siempre estás
tensa y a la defensiva, pero te relajas por completo en compañía de un
mujeriego empedernido como Vito Moreno.
—Vito no es un mujeriego —objetó Lali—.
Es demasiado tímido como para ser un mujeriego.
—Llama a cualquier número de teléfono de
Sydney y menciona su nombre.
—Bueno, me cae bien —dijo ella,
empeñada.
—Ah, ya veo que estás cayendo en sus
redes.
—¡Eso tampoco es de muy buen gusto!
De repente él se inclinó hacia delante y
sus labios quedaron a un milímetro de distancia.
—Te diré un secreto, mia bella. Yo no
tengo muy buen gusto.
Estaba tan cerca que Lali podía sentir
su aroma masculino y embriagador.
—Bueno… —echó la cabeza atrás—. Sea como
sea, has tenido muy buen gusto con Bianca, y será mejor que siga siendo así.
Él se echó a reír y la atrajo más hacia
sí para controlar sus movimientos sin emplear mucha fuerza. Era mucho más alto
que ella, por lo que los ojos de Lali quedaban a la altura de su implacable
mandíbula. No volvieron a hablar, pero las copas de vino no tardaron en hacer
efecto y Lali se vio abrumada por un ola de sensaciones: el tacto de la solapa
de seda bajo los dedos, el blanco impecable de su camisa y el tono bronceado de
su cuello…
Era extraordinario. No tenía sentido
negarlo más.
La melodía, grave y triste, inundó los
sentidos de Lali, que cerró los ojos y se dejó llevar. Peter le agarraba la
mano con dedos aterciopelados.
No se había dado cuenta, pero se había
acercado a él peligrosamente y su aliento agradable le acariciaba el cuello. Se
dejaba llevar por sus movimientos, pero no era consciente del efecto que
causaba en él.
Él deslizó los dedos sobre los de Lali y
la atrajo hacia sí de un tirón.
Aquello era tan… agradable… Lali no fue
consciente de la situación hasta que sintió un ligero roce en los labios; su
sabor en la boca…
Le dio un empujón y abrió los ojos. Una
ola de vergüenza le recorrió el cuerpo al darse cuenta de lo que había hecho.
Acababa de darle un beso al prometido de
Bianca…
PORFA RECOMIENDEN LA NOVE MAÑANA MAS:)
me encanto
ResponderEliminarmas nove :D
ResponderEliminarMás! Quiero más! :)
ResponderEliminarque bueno que te gustara:)
EliminarMuy buena!
ResponderEliminarGracias espero que la sigas leyendo:)
EliminarBuenisimaaaaaa la nove <3 Espero que consigas mas lectoras ;) Suerte!!!! Besos.
ResponderEliminar@Camhii_Infante <3
Me encanta manana la recomiendo en tw y en mi blog
ResponderEliminarmasssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
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ResponderEliminarMás capítulos por favor, gracias :)
ResponderEliminaresta muy buena espero el proximo
ResponderEliminar@arimurb
Genial, me encanta!! Más!!
ResponderEliminarMe encanta.Este Peter no se xk se va a casar con Bianca,aunque no creo k llegue a suceder.Claramente desea a la dama d honor,jajaja,no a la novia.
ResponderEliminarAyyyyyyy,muymuymuy buena,masmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmasmas,seguila,besos
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