miércoles, 8 de agosto de 2012

Final "Atrapada En Su Chantaje"

Y llego el final! anonimo no puedo alargar la nove jaja esta hecha asi no es mia bue gracias por todo por estar espero que me acompañen con la proxima nove los quiero♥


Capítulo 11



Lali lo miró fijamente; sus ojos eran dos lagunas de incomprensión.

—Pensé que debía decírtelo antes de que te quedaras sin temas de conversación y empezaras a hablarme del tiempo —le dijo él—. Bianca mintió, Lali. Nunca ha estado embarazada. Sólo está enfadada con todo el mundo, contigo, conmigo, con tu hermano… Enfadada consigo misma por destrozar su propia vida de esa manera…

—¿Quieres decir que… fue a tu apartamento y dijo todo eso sólo para hacerme daño?

—Y a mí también —él asintió—. Pero le ha llevado toda esta semana admitirlo —sus ojos color caramelo brillaron—. Te conoce bien, amare mío —le dijo suavemente—. Sabía qué decir para alejarte de mí. ¡Y ahora estoy aquí, preguntándome por qué sigues ahí, en vez de arrojarle a mis brazos, aliviada y agradecida!

Aquel brote de rabia puso a Lali en tensión.

—¿Agradecida por qué?

—Porque no hay ningún niño —le dijo Peter—. Porque no estoy a punto de verme involucrado en una complicada demanda de paternidad y porque sigues siendo la mujer a la que hice mi esposa. Y deberías haberte quedado en Milán, dándome tu apoyo hasta que todo esto se aclarara.

Lali se dio cuenta de que ésa era la razón por la que se había presentado allí con gesto malhumorado. Estaba enojado porque ella no se había quedado a su lado, soportando las burlas de todo el mundo por segunda vez. ¡Esperaba que se lanzara a sus brazos después de oír la buena noticia, pero eso no iba a ocurrir!

—Tienes un sentido retorcido de la confianza en uno mismo. Peter. Si realmente esperas que me arroje a tus brazos como si nada. ¿O ya se te ha olvidado que estaba pensando irme antes de que Bianca llegara?

—No he olvidado nada —se acercó a ella—. Sólo estaba dándote la oportunidad para que aquel pequeño incidente pasara a la historia tranquilamente.

—Bueno, yo no quiero que sea así—dijo ella, echándose atrás—. ¡Y no te atrevas a tocarme! —le advirtió cuando se topó con la puerta—. Me has mentido, acosado, despojado de todo sentimiento, ¿pero qué me has dado a cambio? —le preguntó, con los ojos llenos de lágrimas—. Tu maravilloso cuerpo y el placer de poder usarlo es todo lo que me diste a cambio, Peter. ¿Y todavía crees que eso basta para garantizar mi lealtad y apoyo?

—No —dijo él con un suspiro—. Te mereces algo mejor que yo.

—Bueno, gracias por esa pequeña concesión —dijo, y en ese momento recordó la nota que le había dejado antes de irse.

«Ti amo…»

Abrió la puerta del salón.

—En fin, tienes que entender que quiera que te vayas —le dijo con un temblor en la voz—. Mi padre llegará en cualquier momento y preferiría que tú…

—No, no llegará…

Lali se quedó de piedra en el umbral.

—¿Qué dices?

—Que no llegará a casa pronto —le explicó él—. Sabe que estoy aquí. Piensa que voy a llevarte a cenar.

—¿Cenar? —Lali echó los hombros atrás—. No quiero cenar contigo.

—Sólo así lograrás librarte de mí, cara.

Aquellas frías palabras la hicieron darse la vuelta. En cuanto vio la expresión de su rostro, se dio cuenta de que Peter De Lanzani había vuelto a ser el hombre de cabeza fría que no jugaba limpio en la batalla.

—Explícame eso —le dijo Lali, humedeciéndose los labios.

—Cenar. Eso es todo. Ya he reservado mesa. Todo lo que tienes que hacer es sentarte a mi lado y cenar conmigo o… Reclamaré la deuda de tu familia.

Lali empezó a entenderle en cuanto dijo aquellas palabras. Ése era el auténtico Peter De Lanzani.

—Cenar—Lali se cruzó de brazos.

Peter observaba todos sus movimientos con atención.

—¿Dónde? —le preguntó ella. —En mi hotel. Estoy hospedado en el Langwell Hall.

Langwell Hall… Peter siempre quería lo mejor. Ese hotel era el mejor de la zona; una mansión espectacular reformada y convertida en hotel.

Ella sabía por qué hacía lo que hacía. Aquella cortés invitación cargada de amenazas… La estaba sacando de su área de seguridad para llevarla al lugar donde él se sentía a sus anchas.

—No tengo nada apropiado que ponerme para cenar en el Langwell Hall.

Peter miró el sencillo vestido de lino que llevaba puesto.

—Ven tal y como estás. Vamos a comer, no a un desfile de modas.

Lali empezó a enojarse. Ya había tenido bastante de sus estrategias calculadas.

—Cenar—repitió en un tono distinto—. Eso es todo. Después me traes a casa y te marchas sin amenazas.

—Sí —él asintió.

Sin decir ni una palabra más Lali fue hacia el vestíbulo y subió las escaleras que conducían a su dormitorio con la cabeza bien alta.

Sin embargo, quizá debería haber mirado atrás. Si se hubiera vuelto tan sólo un instante, le habría visto pasarse la mano por la frente como si quisiera borrar la tensión que ahí se acumulaba.

Cuando regresó llevaba una gabardina negra. Debajo se había puesto el único vestido decente que tenía en Inglaterra; un vestido negro de punto hasta las rodillas con manga larga y cuello alto.

Peter la esperaba en el vestíbulo con el abrigo puesto y la paciencia al borde del precipicio.

El viaje en el Bentley alquilado fue como un lujoso paseo a través de la espesa lluvia.

Langwell Hall no defraudó ninguna de las expectativas de Lali. La recepción principal estaba decorada con molduras de roble y también la imponente escalinata, mientras que los salones de fiestas lucían muebles antiguos de un gusto exquisito. La porcelana fina estaba expuesta en radiantes vitrinas de cristal, donde también se mostraban obras de arte de valor incalculable.

Los llevaron a una mesa situada en un rincón del elegante restaurante. Alguien invisible se había ocupado de sus abrigos. Lámparas de luz tenue iluminaban las mesas, adornadas con cristalería fina, cubiertos de plata y platos de porcelana.

Peter le hizo señas al maître y se ocupó de apartarle la silla a Lali.

—Necesitas diamantes —le dijo cuando ella tomó asiento.

—Así no vas a conseguir ablandarme —dijo ella, pensando en los diamantes de Bianca.

Al mirarlo a la cara, supo que él había tenido el mismo pensamiento.

—Entonces esmeraldas —le dijo—. Que realcen tus ojos.

—Eso ha sido una cursilada —objetó Lali—. Y mis ojos son grises.

—Ahora no. No lo son —dijo él y sonrió.

Lali se sonrojó. Ambos sabían que sus ojos sólo se volvían verdes en el fragor de la pasión.

El maître regresó para ofrecerle la carta de vinos, pero Peter escogió lo que quería sin leerla. El maître tomó nota, pero sus ojos denotaban incertidumbre. Langwell Hall era el típico lugar en el que quizá no tuvieran su petición. Les puso la carta sobre la mesa.

Lali abrió la suya y fingió leerla con interés. Peter se apoyó en el respaldo de la silla y la observó con atención.

—Déjalo ya —le dijo ella sin levantar la vista.

—Me gusta mirarte. A veces me dejas sin aliento.

—Sexo.

—¿Quieres más sexo de mí?



Eso llamó la atención de la joven, aunque no levantara la mirada.

—Mi francés no es lo bastante bueno para entender todo esto —murmuró—. Vas a tener que traducírmelo.

—Ti amo. Significa que te quiero.

Lali se incorporó de golpe y estuvo a punto de tirar las copas.

—Eso es italiano —le dijo, mirándolo a los ojos—. No te burles de mí, Peter, o me voy sin más.

Pero no había signo alguno de burla en el rostro de Peter. Ni tampoco en el suspiro que contuvo al buscar algo en el bolsillo de la chaqueta.

Puso algo sobre la mesa. Lali bajó la vista y se quedó helada.

—Dime —prosiguió Peter—. ¿Qué parte de la nota te molestó tanto como para arrugarla y tirarla al suelo de la cocina?

Lali sacudió la cabeza con lágrimas en los ojos.

—No… sabía que la había tirado ahí.

—¿Esta parte? —le preguntó él como si no la hubiera oído—. ¿Fue esta parte la que le molestó porque creías que se trataba de una de mis órdenes soberbias en lugar de una petición? ¿O fue esta otra parte, cara? La parte donde fui lo bastante insensible como para señalar que iba a ser nuestra primera cita…

—No voy a jugar a este juego —dijo Lali y se puso en pie.

Él también se levantó de la silla y la agarró de la muñeca para que no se fuera.

—Ti amo.

—No.

Peter le apretó la mano.

—Ti amo. Lo repetiré hasta que me escuches.

—¿Vas a burlarte como hiciste en la cama?

Las palabras salieron de su boca antes de que pudiera ahogarlas. El ruido de los cubiertos cesó.

—Traté de arreglar las cosas con esta nota —le dijo, mirándola fijamente—. Lo escribí en ella porque quería que supieras que lo decía en serio, pero tú lo interpretaste como una prueba más de mi arrogancia y mi retorcido sentido del humor.

—Eres el tipo más insensible del mundo —le dijo Lali.

—Ti amo —volvió a decir con voz profunda—. Me dices que soy demasiado viejo para ti y estoy de acuerdo, pero a pesar de todo te chantajeé, me casé contigo y quiero que siga siendo así.

—Yo tengo la misma edad que Bianca. ¿Cuál es la diferencia? —le preguntó Lali, frunciendo el ceño.

La expresión el rostro de Peter cambió. Lali sintió un tirón en el brazo y aterrizó sobre su pecho de hierro. Abrió los labios para protestar, pero entonces vio lo que se avecinaba y no tuvo tiempo de impedirlo. Los labios de Peter se fundieron con los suyos en un beso intenso y ardiente, capaz de seducir los rincones más recónditos de su boca de fresa hasta hacerla perder la razón.

Una oleada de suspiros se propagó entre los comensales. Aquellas personas estaban siendo espectadores fortuitos de una escena insólita. El gran Peter De Lanzani, besando con pasión a su esposa…

—Ésa es la diferencia —susurró él cuando por fin se separó.

Lali sacudió la cabeza.

—Tú eres un oportunista, Peter. Si te lo permito, me lo robarás todo hasta que ya no quede nada de mí. ¡Fuiste muy cruel aquella noche! ¿Sabes? —le dio un puñetazo en el pecho—. Y lo hiciste deliberadamente. Crees que puedes arreglarlo todo con una simple nota.

Alguien murmuró algo y Lali volvió la cabeza. Un mar de caras los miraba con atención. Se soltó de él y echó a correr sin mirar atrás.



Había llegado a la recepción del hotel cuando él la alcanzó y la tomó en brazos.

—Podrás volver a golpearme dentro de nada —le dijo mientras ella se resistía.

Dio media vuelta y se dirigió al ascensor.

Un valiente empleado del hotel trató de detenerlo.

—Es mi esposa —le dijo, como si eso lo cambiara todo—. ¡Tengo que hablar con ella! —gritó y entró en el ascensor.



La imagen que Lali se llevó consigo al cerrarse las puertas fue la del restaurante. Todos los comensales estaban de pie y los miraban con curiosidad.

—¡Estarás satisfecho con el espectáculo que has montado! ¡Y ahora suéltame!

—No en esta vida —le dijo Peter—. Te niegas a escucharme. Eres incapaz de perdonar y estás llena de rencor. No te importan mis sentimientos. ¡Me amas pero no me amas!

Aquella contradicción hizo que Lali dejara de luchar. Él le apoyó los pies en el suelo y la soltó lentamente. Las puertas se abrieron como si estuviera calculado y él la agarró de la muñeca al salir.

Introdujo la tárjela y abrió la puerta de la suite más palaciega que Lali jamás había visto.

El pestillo encajó en su sitio y la puerta se cerró tras ellos. Peter la soltó y fue a servirse una copa. Fuera lo que fuera, se lo bebió de un trago y entonces se volvió hacia ella.

—¿Qué más quieres de mí?—le preguntó, abriendo los brazos—. Dejé marchar a Bianca y me casé contigo en cuanto pude. He arriesgado mi orgullo y mi reputación por ti. ¿Qué más necesitas para entender por qué lo hice?



A pesar de las vueltas que le daba la cabeza, Lali hizo un esfuerzo por pensar con claridad. Él estaba tenso y molesto, a la defensiva.

Lali gesticuló por pura impotencia. Dio un manotazo al aire y entonces se llevó la mano al corazón. Su corazón latía como un caballo desbocado.

—¿Ti amo? —se atrevió a preguntar.

Él contrajo el rostro y asintió con un gesto grave y serio.

—Desde la primera vez que le vi en Londres —admitió—. Me costó mucho aceptarlo. Al principio creía que era sólo porque me recordabas a la nonna, pero aquel sentimiento no desapareció porque yo no quería perderlo. Mi destino ya estaba decidido. Yo estaba comprometido con Bianca…

—Y te acostabas con Bianca.

—¿Qué quieres que te diga? Tengo treinta y cuatro años y nunca he guardado el celibato.

—Yo no pensaba lo contrario —le dijo Lali con soberbia—. Es que no…

Se mordió los labios. Lo que había estado a punto de decir habría sonado estúpido, inmaduro y completamente injusto, pero nunca había pensado en él y en Bianca de esa manera, y tampoco sabía por qué le importaba tanto.

—Con Bianca era…

—No, por favor —dijo ella.

—No —Peter encogió los hombros y le dio la espalda—. No —dijo de nuevo y su expresión se volvió feroz—. Voy a decirlo porque creo que hay que decirlo. Bianca y yo estábamos comprometidos, así que teníamos intimidad. Estamos en el siglo XXI, caras, y la mayoría de las mujeres quieren tener relaciones antes del matrimonio. Pero esas relaciones terminaron cuando te conocí —admitió—. Supongo que eso la arrojó a los brazos de otros.



Al ver la expresión de horror de Lali, Peter sonrió con cinismo.

—Nuestra decisión de casarnos no tenía nada que ver con el amor, cara. Bianca estaba diciendo la verdad cuando le dijo que estaba creando una dinastía. Ella tenía el apellido adecuado y era hermosa —hizo una pausa y las palabras se le atragantaron—. Pero yo cometí un gran error. Mi arrogancia me impidió buscar a la mujer adecuada porque creía que no necesitaba hacerlo. Bianca siempre había estado ahí. Me entregaron el futuro en una bandeja de plata y yo lo acepté sin cuestionarme nada. Pero entonces le conocí y me sentí demasiado atraído por ti como para seguir adelante como si nada. La forma en que me mirabas me fascinaba. Yo te observaba y me regodeaba en mi arrogancia, pensando que me lo merecía. Nunca me molesté en pensar por qué me gustaba tanto que me miraras así —sus ojos lanzaron destellos de fuego—. Tu cabello me fascina —susurró suavemente—. Me encanta su color. Me encanta que haga lo que le dé la gana, y que a ti no te importe. Me encanta tu figura femenina y tus suaves curvas, y te echo mucho de menos cuando no estás a mi lado en la cama. Hecho de menos dormir abrazado a ti, y despertarme con tus labios a un centímetro de los míos… ¿Quieres oír más?



Lali asintió, embelesada por sus palabras.

—De acuerdo —dijo y respiró hondo—. Me odio a mí mismo por la forma en que te robé la inocencia. No puedo sacarme de la cabeza lo duro que fui contigo. No quiero volver a ver la mirada que tenías cuando Bianca te dijo que estaba embarazada de mí. Y odio la excusa barata que me has puesto antes. Ese vestido me deja ver tu hermosa figura y yo quiero verla. Quiero desearte aunque no me dejes tocarte nunca más. Y adoro… —su voz se volvió una caricia—. Cómo me miras ahora. Me haces pasar por esto porque crees que te lo mereces, pero también sabes que obtendrás lo que te mereces por ser… —dio un paso adelante—. Una mujer egoísta, que no perdona, y que sólo piensa en el sexo.



—Nosotros no practicamos el sexo, sino que hacemos el amor.

—Ah —el rostro de Peter se relajó por fin—. Entonces admites que hay una diferencia.

Le agarró un mechón de pelo y tiró hacia atrás, exponiendo su blanco cuello inmaculado.

—Verdes —le dijo—. Te mueres por arrancarme la ropa.

—Quiero un bebé —le dijo ella.



Los incandescentes ojos de Peter se oscurecieron y una descarga de adrenalina recorrió su cuerpo mientras le bajaba la cremallera del vestido.

Lali empezó a desabrocharle los botones de la camisa mientras él se la abría de un lirón. Un pectoral bronceado y firme apareció ante sus ojos. Debajo no había más que músculos de acero que se contraían y relajaban bajo sus dedos.



Sin dejar de mirarla a los ojos, Peter la dejó desnudarle sin reclamar su boca tentadora. La pulsión sexual aumentaba el ritmo y la sangre corría por sus venas a mil por hora.

La camisa cayó al suelo y también el vestido. Lali se quitó el sujetador y comenzó a desabrocharle la cremallera de los pantalones. Todavía no había contacto físico, pero el deseo se palpaba en el ambiente.

—Quítate los zapatos —le ordenó la joven, con labios temblorosos.

Mientras hacía lo que le había pedido, ella deslizó un brazo alrededor de su cuello y le metió la otra por dentro del pantalón.

—Ti amo —le susurró al oído, de puntillas.

La fuerza de aquellas palabras se propagó como una onda expansiva a lo largo de su potencia masculina y Lali pudo sentirlo en la mano.

—Ti amo —volvió a susurrar sobre sus labios ardientes.

Entonces rodeó su miembro viril y lo atrajo hacia sí, buscando sus besos.

—Esto te va a salir muy caro —le dijo él al sentir un mordisco en el labio inferior.

—Una cosa más que te debo —Lali suspiró con dramatismo—. Cinco millones y medio de besos, unos cuantos retoños De Lanzani y un mordisco de tus labios.

—Nunca podrás pagarme todo eso en esta vida —le dijo.

La tomó en brazos, fue al dormitorio y la acostó en una romántica cama con dosel.

—Pero puedes intentarlo —añadió mientras se quitaba el resto de la ropa y la ayudaba con la suya.

—¿Quieres que empiece ahora mismo? —le preguntó Lali con inocencia fingida.

Sí —le dijo él en italiano al tiempo que entraba en el santuario de seda de su sexo—. Te lo apunto en la cuenta.



 

Fin♥

Quieren el argumento? firmen mis amores=)

16 comentarios:

  1. Me ENCANTO. Cuando subas el argumento avisame porfa

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  2. AH??? noooo quede re iniciada yo queria mas de 11 caps estaba interesante la historia :( pero bueno estuvo buenisima me encanto cuando le dijo todo lo que sentia ¿como hacen pa guardarse las cosas? la verdad necesito unas clasesitas porq soy rre mala para eso largo todo de una jajajja espero la siguiente nove

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  3. Muy bueno elfinal!Son puro fuego!Me encantó!
    esparo la prox!

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  4. HAHAHAHA me encanto el final estuvo muy bueno me encanto :3 el argumento dale

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  5. dale el argumento porfis

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  6. Sin palabras!! Justo final! Me encanto!

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  7. Me encantó no sabes la sonrisa que tengo.
    Masi_ruth

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  8. Buenísima.Ya comenzó a pagar ,y esta vez ,bastante gustosa d hacerlo.

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  9. X supuesto, espero el argumento.

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  10. Me encanto la novee!! Quiero leer la nueva
    Un besito, @clau_carpediem

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  11. Me encanto... sos una grosa escojiste italia.. (donde estoy) me encanto...

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  12. la mejor novela del mundo la ame gracias besos ♥

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