Capítulo 11
Lali lo miró fijamente; sus ojos eran
dos lagunas de incomprensión.
—Pensé que debía decírtelo antes de que
te quedaras sin temas de conversación y empezaras a hablarme del tiempo —le
dijo él—. Bianca mintió, Lali. Nunca ha estado embarazada. Sólo está enfadada
con todo el mundo, contigo, conmigo, con tu hermano… Enfadada consigo misma por
destrozar su propia vida de esa manera…
—¿Quieres decir que… fue a tu
apartamento y dijo todo eso sólo para hacerme daño?
—Y a mí también —él asintió—. Pero le ha
llevado toda esta semana admitirlo —sus ojos color caramelo brillaron—. Te
conoce bien, amare mío —le dijo suavemente—. Sabía qué decir para alejarte de
mí. ¡Y ahora estoy aquí, preguntándome por qué sigues ahí, en vez de arrojarle
a mis brazos, aliviada y agradecida!
Aquel brote de rabia puso a Lali en
tensión.
—¿Agradecida por qué?
—Porque no hay ningún niño —le dijo Peter—.
Porque no estoy a punto de verme involucrado en una complicada demanda de
paternidad y porque sigues siendo la mujer a la que hice mi esposa. Y deberías
haberte quedado en Milán, dándome tu apoyo hasta que todo esto se aclarara.
Lali se dio cuenta de que ésa era la
razón por la que se había presentado allí con gesto malhumorado. Estaba enojado
porque ella no se había quedado a su lado, soportando las burlas de todo el
mundo por segunda vez. ¡Esperaba que se lanzara a sus brazos después de oír la
buena noticia, pero eso no iba a ocurrir!
—Tienes un sentido retorcido de la
confianza en uno mismo. Peter. Si realmente esperas que me arroje a tus brazos
como si nada. ¿O ya se te ha olvidado que estaba pensando irme antes de que
Bianca llegara?
—No he olvidado nada —se acercó a ella—.
Sólo estaba dándote la oportunidad para que aquel pequeño incidente pasara a la
historia tranquilamente.
—Bueno, yo no quiero que sea así—dijo
ella, echándose atrás—. ¡Y no te atrevas a tocarme! —le advirtió cuando se topó
con la puerta—. Me has mentido, acosado, despojado de todo sentimiento, ¿pero
qué me has dado a cambio? —le preguntó, con los ojos llenos de lágrimas—. Tu
maravilloso cuerpo y el placer de poder usarlo es todo lo que me diste a
cambio, Peter. ¿Y todavía crees que eso basta para garantizar mi lealtad y
apoyo?
—No —dijo él con un suspiro—. Te mereces
algo mejor que yo.
—Bueno, gracias por esa pequeña concesión
—dijo, y en ese momento recordó la nota que le había dejado antes de irse.
«Ti amo…»
Abrió la puerta del salón.
—En fin, tienes que entender que quiera
que te vayas —le dijo con un temblor en la voz—. Mi padre llegará en cualquier
momento y preferiría que tú…
—No, no llegará…
Lali se quedó de piedra en el umbral.
—¿Qué dices?
—Que no llegará a casa pronto —le
explicó él—. Sabe que estoy aquí. Piensa que voy a llevarte a cenar.
—¿Cenar? —Lali echó los hombros atrás—.
No quiero cenar contigo.
—Sólo así lograrás librarte de mí, cara.
Aquellas frías palabras la hicieron
darse la vuelta. En cuanto vio la expresión de su rostro, se dio cuenta de que Peter
De Lanzani había vuelto a ser el hombre de cabeza fría que no jugaba limpio en
la batalla.
—Explícame eso —le dijo Lali,
humedeciéndose los labios.
—Cenar. Eso es todo. Ya he reservado
mesa. Todo lo que tienes que hacer es sentarte a mi lado y cenar conmigo o…
Reclamaré la deuda de tu familia.
Lali empezó a entenderle en cuanto dijo
aquellas palabras. Ése era el auténtico Peter De Lanzani.
—Cenar—Lali se cruzó de brazos.
Peter observaba todos sus movimientos
con atención.
—¿Dónde? —le preguntó ella. —En mi
hotel. Estoy hospedado en el Langwell Hall.
Langwell Hall… Peter siempre quería lo
mejor. Ese hotel era el mejor de la zona; una mansión espectacular reformada y
convertida en hotel.
Ella sabía por qué hacía lo que hacía.
Aquella cortés invitación cargada de amenazas… La estaba sacando de su área de
seguridad para llevarla al lugar donde él se sentía a sus anchas.
—No tengo nada apropiado que ponerme
para cenar en el Langwell Hall.
Peter miró el sencillo vestido de lino
que llevaba puesto.
—Ven tal y como estás. Vamos a comer, no
a un desfile de modas.
Lali empezó a enojarse. Ya había tenido
bastante de sus estrategias calculadas.
—Cenar—repitió en un tono distinto—. Eso
es todo. Después me traes a casa y te marchas sin amenazas.
—Sí —él asintió.
Sin decir ni una palabra más Lali fue
hacia el vestíbulo y subió las escaleras que conducían a su dormitorio con la
cabeza bien alta.
Sin embargo, quizá debería haber mirado
atrás. Si se hubiera vuelto tan sólo un instante, le habría visto pasarse la
mano por la frente como si quisiera borrar la tensión que ahí se acumulaba.
Cuando regresó llevaba una gabardina
negra. Debajo se había puesto el único vestido decente que tenía en Inglaterra;
un vestido negro de punto hasta las rodillas con manga larga y cuello alto.
Peter la esperaba en el vestíbulo con el
abrigo puesto y la paciencia al borde del precipicio.
El viaje en el Bentley alquilado fue
como un lujoso paseo a través de la espesa lluvia.
Langwell Hall no defraudó ninguna de las
expectativas de Lali. La recepción principal estaba decorada con molduras de
roble y también la imponente escalinata, mientras que los salones de fiestas
lucían muebles antiguos de un gusto exquisito. La porcelana fina estaba
expuesta en radiantes vitrinas de cristal, donde también se mostraban obras de
arte de valor incalculable.
Los llevaron a una mesa situada en un
rincón del elegante restaurante. Alguien invisible se había ocupado de sus
abrigos. Lámparas de luz tenue iluminaban las mesas, adornadas con cristalería
fina, cubiertos de plata y platos de porcelana.
Peter le hizo señas al maître y se ocupó
de apartarle la silla a Lali.
—Necesitas diamantes —le dijo cuando
ella tomó asiento.
—Así no vas a conseguir ablandarme —dijo
ella, pensando en los diamantes de Bianca.
Al mirarlo a la cara, supo que él había
tenido el mismo pensamiento.
—Entonces esmeraldas —le dijo—. Que
realcen tus ojos.
—Eso ha sido una cursilada —objetó Lali—.
Y mis ojos son grises.
—Ahora no. No lo son —dijo él y sonrió.
Lali se sonrojó. Ambos sabían que sus
ojos sólo se volvían verdes en el fragor de la pasión.
El maître regresó para ofrecerle la
carta de vinos, pero Peter escogió lo que quería sin leerla. El maître tomó
nota, pero sus ojos denotaban incertidumbre. Langwell Hall era el típico lugar
en el que quizá no tuvieran su petición. Les puso la carta sobre la mesa.
Lali abrió la suya y fingió leerla con
interés. Peter se apoyó en el respaldo de la silla y la observó con atención.
—Déjalo ya —le dijo ella sin levantar la
vista.
—Me gusta mirarte. A veces me dejas sin
aliento.
—Sexo.
—¿Quieres más sexo de mí?
Eso llamó la atención de la joven,
aunque no levantara la mirada.
—Mi francés no es lo bastante bueno para
entender todo esto —murmuró—. Vas a tener que traducírmelo.
—Ti amo. Significa que te quiero.
Lali se incorporó de golpe y estuvo a
punto de tirar las copas.
—Eso es italiano —le dijo, mirándolo a
los ojos—. No te burles de mí, Peter, o me voy sin más.
Pero no había signo alguno de burla en
el rostro de Peter. Ni tampoco en el suspiro que contuvo al buscar algo en el
bolsillo de la chaqueta.
Puso algo sobre la mesa. Lali bajó la
vista y se quedó helada.
—Dime —prosiguió Peter—. ¿Qué parte de
la nota te molestó tanto como para arrugarla y tirarla al suelo de la cocina?
Lali sacudió la cabeza con lágrimas en
los ojos.
—No… sabía que la había tirado ahí.
—¿Esta parte? —le preguntó él como si no
la hubiera oído—. ¿Fue esta parte la que le molestó porque creías que se
trataba de una de mis órdenes soberbias en lugar de una petición? ¿O fue esta
otra parte, cara? La parte donde fui lo bastante insensible como para señalar
que iba a ser nuestra primera cita…
—No voy a jugar a este juego —dijo Lali
y se puso en pie.
Él también se levantó de la silla y la
agarró de la muñeca para que no se fuera.
—Ti amo.
—No.
Peter le apretó la mano.
—Ti amo. Lo repetiré hasta que me escuches.
—¿Vas a burlarte como hiciste en la
cama?
Las palabras salieron de su boca antes
de que pudiera ahogarlas. El ruido de los cubiertos cesó.
—Traté de arreglar las cosas con esta
nota —le dijo, mirándola fijamente—. Lo escribí en ella porque quería que
supieras que lo decía en serio, pero tú lo interpretaste como una prueba más de
mi arrogancia y mi retorcido sentido del humor.
—Eres el tipo más insensible del mundo
—le dijo Lali.
—Ti amo —volvió a decir con voz
profunda—. Me dices que soy demasiado viejo para ti y estoy de acuerdo, pero a
pesar de todo te chantajeé, me casé contigo y quiero que siga siendo así.
—Yo tengo la misma edad que Bianca.
¿Cuál es la diferencia? —le preguntó Lali, frunciendo el ceño.
La expresión el rostro de Peter cambió. Lali
sintió un tirón en el brazo y aterrizó sobre su pecho de hierro. Abrió los
labios para protestar, pero entonces vio lo que se avecinaba y no tuvo tiempo
de impedirlo. Los labios de Peter se fundieron con los suyos en un beso intenso
y ardiente, capaz de seducir los rincones más recónditos de su boca de fresa
hasta hacerla perder la razón.
Una oleada de suspiros se propagó entre
los comensales. Aquellas personas estaban siendo espectadores fortuitos de una
escena insólita. El gran Peter De Lanzani, besando con pasión a su esposa…
—Ésa es la diferencia —susurró él cuando
por fin se separó.
Lali sacudió la cabeza.
—Tú eres un oportunista, Peter. Si te lo
permito, me lo robarás todo hasta que ya no quede nada de mí. ¡Fuiste muy cruel
aquella noche! ¿Sabes? —le dio un puñetazo en el pecho—. Y lo hiciste
deliberadamente. Crees que puedes arreglarlo todo con una simple nota.
Alguien murmuró algo y Lali volvió la
cabeza. Un mar de caras los miraba con atención. Se soltó de él y echó a correr
sin mirar atrás.
Había llegado a la recepción del hotel
cuando él la alcanzó y la tomó en brazos.
—Podrás volver a golpearme dentro de
nada —le dijo mientras ella se resistía.
Dio media vuelta y se dirigió al
ascensor.
Un valiente empleado del hotel trató de
detenerlo.
—Es mi esposa —le dijo, como si eso lo
cambiara todo—. ¡Tengo que hablar con ella! —gritó y entró en el ascensor.
La imagen que Lali se llevó consigo al
cerrarse las puertas fue la del restaurante. Todos los comensales estaban de
pie y los miraban con curiosidad.
—¡Estarás satisfecho con el espectáculo
que has montado! ¡Y ahora suéltame!
—No en esta vida —le dijo Peter—. Te
niegas a escucharme. Eres incapaz de perdonar y estás llena de rencor. No te
importan mis sentimientos. ¡Me amas pero no me amas!
Aquella contradicción hizo que Lali
dejara de luchar. Él le apoyó los pies en el suelo y la soltó lentamente. Las
puertas se abrieron como si estuviera calculado y él la agarró de la muñeca al
salir.
Introdujo la tárjela y abrió la puerta
de la suite más palaciega que Lali jamás había visto.
El pestillo encajó en su sitio y la
puerta se cerró tras ellos. Peter la soltó y fue a servirse una copa. Fuera lo
que fuera, se lo bebió de un trago y entonces se volvió hacia ella.
—¿Qué más quieres de mí?—le preguntó,
abriendo los brazos—. Dejé marchar a Bianca y me casé contigo en cuanto pude.
He arriesgado mi orgullo y mi reputación por ti. ¿Qué más necesitas para
entender por qué lo hice?
A pesar de las vueltas que le daba la
cabeza, Lali hizo un esfuerzo por pensar con claridad. Él estaba tenso y
molesto, a la defensiva.
Lali gesticuló por pura impotencia. Dio
un manotazo al aire y entonces se llevó la mano al corazón. Su corazón latía
como un caballo desbocado.
—¿Ti amo? —se atrevió a preguntar.
Él contrajo el rostro y asintió con un
gesto grave y serio.
—Desde la primera vez que le vi en
Londres —admitió—. Me costó mucho aceptarlo. Al principio creía que era sólo
porque me recordabas a la nonna, pero aquel sentimiento no desapareció porque
yo no quería perderlo. Mi destino ya estaba decidido. Yo estaba comprometido
con Bianca…
—Y te acostabas con Bianca.
—¿Qué quieres que te diga? Tengo treinta
y cuatro años y nunca he guardado el celibato.
—Yo no pensaba lo contrario —le dijo Lali
con soberbia—. Es que no…
Se mordió los labios. Lo que había
estado a punto de decir habría sonado estúpido, inmaduro y completamente
injusto, pero nunca había pensado en él y en Bianca de esa manera, y tampoco
sabía por qué le importaba tanto.
—Con Bianca era…
—No, por favor —dijo ella.
—No —Peter encogió los hombros y le dio
la espalda—. No —dijo de nuevo y su expresión se volvió feroz—. Voy a decirlo
porque creo que hay que decirlo. Bianca y yo estábamos comprometidos, así que
teníamos intimidad. Estamos en el siglo XXI, caras, y la mayoría de las mujeres
quieren tener relaciones antes del matrimonio. Pero esas relaciones terminaron
cuando te conocí —admitió—. Supongo que eso la arrojó a los brazos de otros.
Al ver la expresión de horror de Lali, Peter
sonrió con cinismo.
—Nuestra decisión de casarnos no tenía
nada que ver con el amor, cara. Bianca estaba diciendo la verdad cuando le dijo
que estaba creando una dinastía. Ella tenía el apellido adecuado y era hermosa
—hizo una pausa y las palabras se le atragantaron—. Pero yo cometí un gran
error. Mi arrogancia me impidió buscar a la mujer adecuada porque creía que no
necesitaba hacerlo. Bianca siempre había estado ahí. Me entregaron el futuro en
una bandeja de plata y yo lo acepté sin cuestionarme nada. Pero entonces le
conocí y me sentí demasiado atraído por ti como para seguir adelante como si
nada. La forma en que me mirabas me fascinaba. Yo te observaba y me regodeaba
en mi arrogancia, pensando que me lo merecía. Nunca me molesté en pensar por
qué me gustaba tanto que me miraras así —sus ojos lanzaron destellos de fuego—.
Tu cabello me fascina —susurró suavemente—. Me encanta su color. Me encanta que
haga lo que le dé la gana, y que a ti no te importe. Me encanta tu figura
femenina y tus suaves curvas, y te echo mucho de menos cuando no estás a mi
lado en la cama. Hecho de menos dormir abrazado a ti, y despertarme con tus
labios a un centímetro de los míos… ¿Quieres oír más?
Lali asintió, embelesada por sus
palabras.
—De acuerdo —dijo y respiró hondo—. Me
odio a mí mismo por la forma en que te robé la inocencia. No puedo sacarme de
la cabeza lo duro que fui contigo. No quiero volver a ver la mirada que tenías
cuando Bianca te dijo que estaba embarazada de mí. Y odio la excusa barata que
me has puesto antes. Ese vestido me deja ver tu hermosa figura y yo quiero
verla. Quiero desearte aunque no me dejes tocarte nunca más. Y adoro… —su voz
se volvió una caricia—. Cómo me miras ahora. Me haces pasar por esto porque
crees que te lo mereces, pero también sabes que obtendrás lo que te mereces por
ser… —dio un paso adelante—. Una mujer egoísta, que no perdona, y que sólo
piensa en el sexo.
—Nosotros no practicamos el sexo, sino
que hacemos el amor.
—Ah —el rostro de Peter se relajó por
fin—. Entonces admites que hay una diferencia.
Le agarró un mechón de pelo y tiró hacia
atrás, exponiendo su blanco cuello inmaculado.
—Verdes —le dijo—. Te mueres por
arrancarme la ropa.
—Quiero un bebé —le dijo ella.
Los incandescentes ojos de Peter se
oscurecieron y una descarga de adrenalina recorrió su cuerpo mientras le bajaba
la cremallera del vestido.
Lali empezó a desabrocharle los botones
de la camisa mientras él se la abría de un lirón. Un pectoral bronceado y firme
apareció ante sus ojos. Debajo no había más que músculos de acero que se
contraían y relajaban bajo sus dedos.
Sin dejar de mirarla a los ojos, Peter
la dejó desnudarle sin reclamar su boca tentadora. La pulsión sexual aumentaba
el ritmo y la sangre corría por sus venas a mil por hora.
La camisa cayó al suelo y también el
vestido. Lali se quitó el sujetador y comenzó a desabrocharle la cremallera de
los pantalones. Todavía no había contacto físico, pero el deseo se palpaba en
el ambiente.
—Quítate los zapatos —le ordenó la
joven, con labios temblorosos.
Mientras hacía lo que le había pedido,
ella deslizó un brazo alrededor de su cuello y le metió la otra por dentro del
pantalón.
—Ti amo —le susurró al oído, de
puntillas.
La fuerza de aquellas palabras se
propagó como una onda expansiva a lo largo de su potencia masculina y Lali pudo
sentirlo en la mano.
—Ti amo —volvió a susurrar sobre sus
labios ardientes.
Entonces rodeó su miembro viril y lo
atrajo hacia sí, buscando sus besos.
—Esto te va a salir muy caro —le dijo él
al sentir un mordisco en el labio inferior.
—Una cosa más que te debo —Lali suspiró
con dramatismo—. Cinco millones y medio de besos, unos cuantos retoños De Lanzani
y un mordisco de tus labios.
—Nunca podrás pagarme todo eso en esta
vida —le dijo.
La tomó en brazos, fue al dormitorio y
la acostó en una romántica cama con dosel.
—Pero puedes intentarlo —añadió mientras
se quitaba el resto de la ropa y la ayudaba con la suya.
—¿Quieres que empiece ahora mismo? —le
preguntó Lali con inocencia fingida.
Sí —le dijo él en italiano al tiempo que
entraba en el santuario de seda de su sexo—. Te lo apunto en la cuenta.
Fin♥
Quieren el argumento? firmen mis amores=)
Me ENCANTO. Cuando subas el argumento avisame porfa
ResponderEliminarAH??? noooo quede re iniciada yo queria mas de 11 caps estaba interesante la historia :( pero bueno estuvo buenisima me encanto cuando le dijo todo lo que sentia ¿como hacen pa guardarse las cosas? la verdad necesito unas clasesitas porq soy rre mala para eso largo todo de una jajajja espero la siguiente nove
ResponderEliminarMe encanto
ResponderEliminarMuy bueno elfinal!Son puro fuego!Me encantó!
ResponderEliminaresparo la prox!
HAHAHAHA me encanto el final estuvo muy bueno me encanto :3 el argumento dale
ResponderEliminardale el argumento porfis
ResponderEliminarMe encanto Otra nvela!!!!
ResponderEliminarSin palabras!! Justo final! Me encanto!
ResponderEliminarMe encantó no sabes la sonrisa que tengo.
ResponderEliminarMasi_ruth
Buenísima.Ya comenzó a pagar ,y esta vez ,bastante gustosa d hacerlo.
ResponderEliminarX supuesto, espero el argumento.
ResponderEliminarque buena novela
ResponderEliminarMe encanto la novee!! Quiero leer la nueva
ResponderEliminarUn besito, @clau_carpediem
Sube el argumento
ResponderEliminarMe encanto... sos una grosa escojiste italia.. (donde estoy) me encanto...
ResponderEliminarla mejor novela del mundo la ame gracias besos ♥
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