Capítulo 4
La tormenta
que Peter había pronosticado despertó a Lali. Los relámpagos iluminaban el
cielo y los truenos resonaban uno tras otro. Durante unos momentos, el viento
sopló hasta hacer estremecer la casa y luego disminuyó. El sonido de la lluvia
azotando las ventanas le resultaba extrañamente aletargador. La joven volvió a
arroparse y recordó lo que Peter había predicho a la hora de la comida. Tenía
la impresión de que había pasado mucho tiempo. Cerrando los ojos, volvió a
conciliar el sueño.
La lluvia
continuó durante la mañana siguiente, intensa y monótona, y eso la obligó a
permanecer todo el día en casa. Realizó algunas tareas domesticas, escribió a
su madre y a su padre y trató de leer. Cuando llegó la tarde, estaba aburrida.
Tomó un libro, pero en ese momento se cortó el suministro de energía eléctrica.
Hizo a un lado el libro y se aproximó a la ventana. El coche de Peter enfilaba
por el sendero en ese mismo momento.
En cuestión
de segundos, Peter salió del coche y corrió hacia la puerta, sin paraguas. Lali
se sintió más animada; el solo hecho de saber que él estaba en la casa contigua
hacía que el día le pareciera más alegre.
Cuando empezó
a anochecer buscó en la casa unas velas o una linterna, pero no encontró nada.
Frustrada, pensó en ir al mercado a comprar unas velas, pero la lluvia seguía
cayendo con fuerza y no le agradaba la idea de conducir.
Se preguntó
si Peter sería capaz de prestarle algunas velas, y también si volvería a
sospechar que se trataba de otro truco para atraer su atención. Se dijo que no
era una tonta adolescente enamorada de él, como lo había estado Suzanne; sólo
quería pedirle prestadas unas velas. Tomó un paraguas y corrió hacia la casa de
Peter, antes de que pudiera cambiar de opinión.
Contuvo el
aliento mientras esperaba a que él le abriera la puerta, presa de la mayor
excitación. Cuando lo hizo, Lali observó que él iba vestido de traje, aunque se
había quitado la chaqueta y aflojado la corbata. Llevaba un montón de papeles
en una mano y en la otra las gafas. Por lo visto estaba trabajando. Frunció el
ceño al ver a Lali.
—Hola —lo
saludó ella, preguntándose si la invitaría a pasar o no.
—¿Qué sucede?
—inquirió él con tono indiferente.
—Se ha ido la
luz y no tengo velas. ¿Podrías prestarme algunas? Odio tener que ir a la tienda
con este tiempo.
—Probablemente
no te serviría de nada si lo hicieras… debe de estar cerrada. La electricidad
se ha ido en toda la isla. ¿Has buscado las velas en la casa de la señora
Tuttle?
—Por
supuesto.
Con un
suspiro, él se apartó y le indicó que entrara. Lali cerró su paraguas, lo dejó
en el pórtico y entró en la casa. En la habitación de la izquierda podía verse
un débil resplandor y se dirigió allí. Él había encendido unos quinqués y los
había colocado en puntos estratégicos así que la habitación tenía un aspecto
cálido y acogedor. Había unos papeles extendidos sobre una mesita y su
portafolios estaba abierto en el suelo.
—¿Estás
trabajando? —preguntó la joven, deteniéndose en el umbral.
—La luz se
fue en Bridgetown al mediodía. No podía hacer nada allí, así que me vine a
trabajar a casa.
Peter se
cambió de manos las gafas y Lali sintió el calor de su palma cuando la empujó
con suavidad hacia el sofá.
—No te voy a
entretener mucho, sólo quería pedirte un par de velas —Lali miró el trabajo que
había interrumpido y se sentó en el borde del sofá.
—Ya me has
entretenido y además, necesito una pausa. ¿Quieres tomar algo mientras busco
las velas? —Peter dejó los papeles que llevaba en el montón que estaba sobre la
mesa y con cuidado colocó sus gafas.
—Un refresco,
si tienes —respondió.
—Por
supuesto.
Él regresó
unos minutos después con dos vasos de refresco y varias velas. Le entregó un
vaso y Lali lo tomó, evitando cualquier roce. Luego Peter dejó las velas sobre
una mesita cercana.
—Aquí tienes
las velas. ¿La señora Tuttle no tiene linternas? —se dejó caer en el sofá y la
observó bajo la suave luz de los quinqués.
—No he podido
encontrar ninguna. Esta tarde, al ver que no volvía la luz, busqué por toda la
casa. ¿Es frecuente que se vaya la luz?
—No mucho,
pero a veces sucede —respondió él, encogiéndose de hombros—. Me sorprende que
la señora Tuttle no tenga velas, pero yo te las prestaré con mucho gusto.
La joven
bebió un sorbo de refresco, consciente de la mirada de Peter; nerviosa, desvió
la vista. Se preguntó si acaso habría empezado a enamorarse de ese hombre.
—¿Qué has
hecho todo el día? No has podido ir a la playa, con esta tormenta —comentó él
con indolencia, repantigándose en el sofá sin dejar de observarla.
—He estado
leyendo durante la mayor parte del día, pero cuando se fue la electricidad, la
luz no era muy buena —Lali se sentía incómoda. Estaba nerviosa, como si
estuviera a punto de suceder algo trascendental.
—Debes de
estar pasando unas vacaciones muy solitarias y ahora te has visto obligada a
permanecer encerrada en la casa con este tiempo —Peter bebió un sorbo de
refresco y dejó el vaso sobre la mesa.
—Un poco,
pero la lluvia no durará mucho.
—Dejará de
llover durante la noche; mañana te preguntarás si esta tormenta no ha sido nada
más que un mal sueño —se detuvo de pronto—. Vuelvo dentro de un momento, tengo
algo tuyo.
Lacey se
sentía inquieta y, cuando él salió de la habitación, se acercó a la ventana. El
patio estaba lleno de barro por la lluvia y el cielo tenía un color gris
ceniciento. Se dio la vuelta y estudió la habitación; tenía un aspecto
masculino, decorada en tonos marrón y crema, sin adornos. Una fotografía
enmarcada sobre la mesa más cercana a la puerta atrajo su atención y se acercó
a observarla. En ella aparecía una pareja de edad avanzada; el hombre era alto
y de aspecto distinguido. El parecido le indicó a Lali que debían de ser los
padres de Peter.
—Aquí tienes…
las olvidaste la otra noche.
Ella se
volvió bruscamente y chocó con el brazo extendido de Peter. El vaso que llevaba
en la mano se estremeció y una parte del líquido se derramó en su inmaculada
camisa blanca. Lentamente él bajó el brazo con las sandalias de Lali colgando
sobre sus dedos. Sorprendida e incrédula, ella contempló la mancha oscura de su
camisa.
—¡Oh, Dios,
no puedo creerlo! —murmuró, mirando el rostro de Peter.
—¿Recibes
acaso comisión de la tintorería? —le preguntó él con expresión divertida,
retrocediendo un paso.
—Lo siento…
me has asustado. No te he oído entrar —Lali quería que se la tragara la tierra.
Ruborizada, desvió la mirada.
—No importa,
creo que ya es hora de ponerse algo más cómodo. Aquí tienes tus sandalias. Te
las dejaste olvidadas en la playa.
Se las tendió
de nuevo y Lali las tomó con dedos temblorosos. Al rozar los de él, se
estremeció como si hubiese recibido una descarga eléctrica.
—Yo… gracias,
pero no te molestaré más. Gracias por las velas.
—¡Vamos, no
es el fin del mundo! —extendió una mano y le alzó la cara con suavidad.
—Deberías
estar furioso —comentó, incapaz de apartar la mirada.
—¿En realidad
eso es lo que quieres? —le preguntó él con voz baja y sensual.
—No, pero tal
vez eso me haría sentirme mejor.
La risa de él
fue inesperada y cálida. La joven le lanzó una sonrisa, desconcertada por el
repentino cambio de su expresión. Luego la sonrisa de Peter se desvaneció, su
mirada se ensombreció y la contempló durante un buen rato, sujetándole la
barbilla con una mano Lali lo miró a los ojos con el corazón acelerado.
De repente,
Peter respiró profundamente, retiró la mano y se volvió para mirar sus papeles.
—Gracias por
las velas —Lali las tomó de la mesa y se dirigió a la puerta. Quería salir de
allí; era demasiado peligroso estar tan cerca de ese hombre.
—Lali…
Él se volvió
para mirarla, pero ella se limitó a sonreír y salió. Una vez fuera de la casa,
se detuvo sólo el tiempo suficiente para tomar su paraguas y se apresuró a
dirigirse a la seguridad de su cabaña.
Cuando Lali
se despertó a la mañana siguiente, vio que el sol tropical inundaba su
habitación; la tormenta había pasado. Se acercó a la ventana y contempló el
hermoso paisaje; el cielo presentaba un tono azul intenso y el césped se veía
más verde.
Eran casi las
tres cuando Lali se dirigió a la playa. Mientras caminaba, pudo ver las huellas
de la tormenta. Las hojas de los árboles estaban dispersas por doquier y las
flores de los hibiscos cubrían el suelo debajo de los arbustos. La arena aún
estaba húmeda, pero ya empezaba a secarse. Más adelante vio a alguien tumbado
sobre una toalla, en la zona donde ella solía sentarse; era Peter Lanzani,
quien alzó la vista al verla acercarse con los ojos ocultos por sus gafas
oscuras, pero obviamente con la mirada fija en ella. Por una vez, Lali se
alegró de llevar también sus gafas de sol. Así Peter no podría descubrir hacia
dónde miraba. Y lo estaba mirando a él.
Llevaba
puesto un traje de baño y estaba muy bronceado. Daba la impresión de que
pertenecía a la isla, al mar, a la arena y al sol. No había ninguna semejanza
con el impecable hombre de negocios del otro día. Tenía un aspecto natural,
indomable y excitante. Lali pensó al instante en su holgada camiseta y se dijo
que debió haberse puesto su albornoz, más femenino. Pero la camiseta era más
cómoda y la protegía suficientemente del sol. Además, no esperaba encontrar
allí a Peter.
—Buenos días
—él se puso de pie sin el menor esfuerzo y se acercó a ella para tomar su
toalla y la cesta de la comida sin decir una palabra.
—¿Qué estás
haciendo? —Lali deseó haberse mordido la lengua, pues su tono era brusco, casi
grosero—. Quiero decir, ¿por qué no estás trabajando?
—Es sábado e
incluso el jefe tiene derecho a uno o dos días de descanso. Me gusta la playa
—regresó a la sombra y movió su toalla para extender a su lado la de Lali.
—No tengo por
qué quedarme aquí —comentó ella sin moverse, recorriendo la playa con la
mirada—. Hay muchos otros lugares.
—Éste es
bastante grande. No creo que ocupes mucho espacio.
—Pensé que
habíamos convenido en mantenernos alejados el uno del otro —comentó ella.
—Relájate,
joven californiana —le pidió él con tono burlón.
Ella se
ruborizó al recordar que le había dicho eso mismo hacía unos días. No
necesitaba que él le recordara sus palabras. Lo miró sin saber qué decir. No
esperaba volver a verlo tan pronto y, ciertamente, no en la playa. Recordó su
último encuentro allí, la sensación de ese cuerpo fuerte, la Lali fragancia de
la brisa nocturna. Movió ligeramente la cabeza para alejar esa visión.
—Hace
demasiado sol… ¿no deberías ponerte crema? —preguntó Jake, recostado —y apoyado
sobre un codo mientras la observaba.
—Sí, tengo la
piel muy sensible —contestó Lali, aún de pie.
Quería
retrasar el momento de quitarse la camiseta y exponerse a su mirada. Sabía que
la observaba detrás de las gafas y se sentía torpe y cohibida.
Al fin se
decidió; se quitó las gafas y se despojó de la camiseta. Llevaba el cabello
trenzado. Se puso crema en las piernas, el estómago y los brazos. Peter no
dejaba de mirarla, haciéndola desear alejarse. Se negaba a hablar; se negaba a
darle el placer de saber que la inquietaba. Despacio, fue extendiendo la crema
sobre su piel, tratando de superar su nerviosismo.
—¿Y la nariz?
No te olvides de ella; no quiero que esta noche vayas a pedirme ayuda porque te
has quemado tomando el sol —dijo Jake, indolente.
—No lo haré
—replicó ella bruscamente—. Puedo cuidar de mí misma.
—Ya me lo has
demostrado —el tono burlón era inconfundible.
Antes de que
Lali pudiera responder, él se irguió y le quitó el bote de crema de las manos.
Se quitó las gafas, se echó un poco de crema en las yemas de los dedos y,
sujetándole la barbilla con la otra mano, le alzó la cara. Lali se enfrentó a
su mirada. Sentía hacia ese hombre una atracción que nunca antes había sentido
por nadie; podría pasarse el día mirándolo a los ojos. Peter fijó la vista en
su nariz y le aplicó la crema con suavidad. Lali sintió que sus dedos le
producían punzadas de deleite y su brazo, tan cerca de sus senos, parecía
irradiar calor. Lo miraba como hipnotizada. ¿Era una fantasía, o se trataba del
hechizo de Barbados?
Él volvió a
mirarla a los ojos, olvidado de la tarea que tenía entre manos. Durante un
momento, permanecieron inmóviles. La mirada de Lali descendió a la boca de
Peter, a los labios firmes y sensuales que contrastaban con su tez bronceada.
El corazón le latió apresurado y una oleada de calor se extendió por su pecho y
su vientre. Se pasó la lengua por los labios, imaginando que aun podía saborear
los de él.
Al captar el
movimiento, Peter fijó la vista en su boca y, durante un momento, la joven
pensó que iba a besarla de nuevo. ¡Y ella se sentiría impotente para impedirlo!
—Hola, Lali,
¿vas a nadar? —Jimmy y David se encontraban a poca distancia, contemplándolos.
Por un
momento, Lali no supo dónde estaba y parpadeó sorprendida al descubrir que se
encontraba en la playa. Se apartó de Peter y sonrió a los niños. No los había
visto desde que estuvieron jugando al escondite.
—Tal vez
después —se preguntó si esa voz sería en realidad la suya. Debía controlarse.
Ni siquiera le gustaba a ese hombre… él se lo había dado a entender con toda
claridad. Y ella estaba allí de vacaciones y no buscaba nada más.
Los niños
corrieron hacia el agua, mientras su niñera los vigilaba. Lali mantuvo la
mirada fija en ellos, negándose a mirar a Peter, pues no quería ver su
expresión ni ceder al extraño anhelo que pulsaba en todo su cuerpo. Casi
temblaba con él sentado tan cerca. Esperó un momento para demostrarle que no la
ponía nerviosa y luego se levantó y caminó hacia el agua sin dirigirle la
palabra. Se sentía demasiado acalorada, e intentó convencerse de que era por el
sol. Se mantuvo de espaldas a la playa, temerosa de volverse para mirarlo. ¿Qué
estaría haciendo? ¿La estaría observando? Nadó durante un buen rato, retrasando
el momento de volver con su perturbador vecino. Jugó a la pelota con los niños
hasta cansarse.
Al fin,
agotada, estaba a punto de reconocer su derrota y regresar cuando Jake se puso
de pie y se acercó al borde del agua. Se zambulló y nadó hacia aguas más
profundas. Lali aprovechó esa oportunidad; les dijo a los niños que estaba
cansada y salió del agua. Se secó con la toalla mientras contemplaba a Peter
nadando en las azules aguas. Cuando salió, se quedó contemplando el mar, de
espaldas a ella. La joven lo estudió deleitada.
Pero él se
dio la vuelta de pronto y la sorprendió observándolo. Lali desvió la mirada a
toda prisa, pero no antes de descubrir que sonreía. Cuando lo vio acercarse, se
puso a buscar en el interior de la cesta.
—¿Hora de
comer? —preguntó él.
—Como aquí
casi todos los días —explicó ella, cohibida—. No hay mucha variedad, pero te
invito a compartir la comida conmigo.
—¿Cuáles son
las opciones?
—Galletas con
queso o pollo.
—Prefiero el
pollo —decidió él.
Lali le
sirvió una pieza de pollo, le entregó una servilleta y se sentó a comer sus
galletas con queso, Peter mordió el pollo, mientras ella lo observaba por el
rabillo del ojo.
—Eres una
buena cocinera… esto esta delicioso —declaró él cuando terminó.
—Gracias
—Lali sonrió y movió la cabeza—. No se necesita ser una buena cocinera para
preparar un pollo frito… cualquiera puede hacerlo. Casi siempre, las comidas que
preparo son sencillas.
—Las mías
también —le confesó él.
—¿Tú cocinas?
Peter tomo
otra pieza de pollo y la miró.
—¿Cómo crees
que me alimento?
—No había
pensado en ello —frunció el ceño. Si no estaba casado, tenía que prepararse él
mismo sus comidas, a menos que contratara a una cocinera.
—Por lo
general como al mediodía en Bridgetown. Por la noche me preparo un bocadillo y
en mis días libres me preparo comidas ligeras.
La joven se
preguntó si se sentiría solo o si tendría muchas amigas que compitieran por la
oportunidad de invitarlo a cenar.
—¿Queda más
limonada? —preguntó él.
Lali sólo
tenía una taza; la suya. Titubeó un momento y luego se encogió de hombros.
Sirvió la limonada fresca y se la ofreció a Peter, evitando tocarlo. Él la tomó
y ella lo observó mientras bebía. Se preguntaba si sería una coincidencia que
su boca cubriera el borde que ella acababa de tocar con los labios. Desvió la
mirada.
—¿Cómo puedes
disfrutar de un mes de vacaciones? —le preguntó él, devolviéndole la taza para
tumbarse sobre la toalla, apoyado sobre un codo—. La mayoría de los
norteamericanos que conozco sólo disfruta de un par de semanas.
—Cada verano,
el programa se suspende durante un mes —le explicó ella—, aunque por lo común
hay muchas cosas que hacer. Este año me fui para impedir que me llamasen de la
oficina a cada momento.
—No puedo
creer que estés sola. ¿O acaso alguien vendrá pronto a reunirse contigo?
Lali sintió
que la sangre se le agolpaba en la cabeza al escucharlo. Miró hacia el mar. El
suave murmullo de las olas casi se perdía bajo el susurro de las palmeras,
agitadas por la brisa.
—No espero a
nadie —su voz sonaba insegura. Recordaba las palabras de Peter acerca de la
gente del mundo del espectáculo. Quería decirle que ella no era así, pero no
sabía cómo empezar. ¿La escucharía siquiera? Tenía la mirada fija en el mar y
no vio que Peter se movía; sólo se dio cuenta de ello cuando él le sujetó la
barbilla, obligándola a mirarlo a la cara.
—¿Cómo está
tu nariz? —su voz era burlona, mas no así su mirada.
—Siempre se
me quema —murmuró ella.
—Eres una
joven muy bella, Lali. ¿Todas las jóvenes californianas son como tú? —preguntó
él con tono extraño, acariciándole una mejilla.
Lali se pasó
la lengua por los labios y Peter siguió su movimiento con la mirada. Entonces
dejó escapar un sonido que era casi un gemido y la acercó más hacia sí; sin
embargo, antes de que pudiera hacer algo más, ella se resistió al recordar sus
palabras ofensivas de la otra noche. Lo empujó y se sentó, mirándolo ruborizada.
Él volvió a recostarse sobre su toalla; tenía la respiración agitada y los
labios apretados.
—¿Qué sucede?
—preguntó.
—¡Mantente
lejos de mí! —siseó ella, avergonzada al pensar que había otras personas cerca
en la playa.
—¿Por qué?
Disfrutas de mis besos tanto como yo disfruto besándote. ¿No has venido aquí
para eso? ¿Qué pretendes ser ahora? ¿Una turista ofendida?
Lali se puso
de pie, sacudió la arena de su toalla y volvió a colocarla a la sombra, tan
lejos de Peter como le fue posible. Se recostó y cerró los ojos. La tentación
era excesiva y quería sobreponerse a ella.
—Sólo he
venido a disfrutar de la playa. No sabía que estarías aquí. ¡No soy una turista
ofendida… simplemente déjame en paz!
Quería
ignorarlo, pero no podía. Abrió los ojos y lo miró con expresión ceñuda. Él
seguía observándola.
—Creí que yo
no te gustaba —declaró ella.
Él la miró
fijamente.
—Eres
intrigante, Lali Espósito, y demasiado atractiva. Empiezas a… fascinarme, pero
eso es todo. Desconfío de la mayoría dejas mujeres y de sus motivos, pero
conozco a las que trabajan en el mundo del espectáculo y desconfío de ellas
todavía más. Pero eso no significa que no pueda divertirme un poco, puesto que
por lo común se muestran bien dispuestas —miró hacia el mar con una expresión
amarga.
Lali se sentó
y se puso sus gafas. Se preguntó qué habría pasado con Elizabeth… ¿qué había
sucedido en el pasado para que él se sintiera tan amargado y albergara esas
ideas? ¿Lo sabría Suzanne? Tendría que preguntárselo la próxima vez que hablara
con ella.
—Suzanne
nunca me comentó que aquí me encontraría con alguien como tú —musitó.
—¿Suzanne?
¿La sobrina de Eleanor Tuttle, Suzzanne Bonard? —preguntó bruscamente Peter
mirándola.
—Sí —asintió
Lali—, sólo que ahora es Suzanne Espósito… está casada con mi hermano.
—¡Así que esa
es la conexión! —concluyó él, alzando una ceja—. Era lo que me preguntaba.
Recuerdo a Suzanne. ¿Ya tiene edad suficiente para estar casada?
Ella asintió
cautelosa. Se preguntó qué recordaría él de Suzanne.
—Sus primas y
ella hicieron todo lo posible para cautivarme un verano —Peter movió la cabeza
y sonrió—. Me sentí halagado, pero eran muy jóvenes. Además, estaba Elizabeth
—su voz se apagó, como si recordara ese verano—. ¿Quién sabe? Si hubieran esperado,
tal vez lo habrían logrado, cuando Elizabeth renunció a todo —se volvió para
mirarla, se puso de pie y recogió su toalla.
—Eso sucedió
hace mucho tiempo —murmuró Lali—. Ya es hora de seguir adelante, Peter.
—¿Con qué?
¿Contigo, por ejemplo? Ya te lo dije antes, Lali Espósito, no puede haber nada
entre tú y yo. Tal vez una pequeña aventura, pero fuera de eso, no estoy
interesado.
La joven lo
miró colérica al escuchar su comentario. Ella no pretendía nada de eso. Pero si
él había dejado su vida en suspenso por lo que Elizabeth le había hecho, estaba
perdiendo el tiempo. En cuanto a ellos, jamás aceptaría una relación frívola.
Su furia se intensificó al meditar en el insulto. Lo observó mientras se
alejaba, caminando con pasos largos por el sendero que conducía a su casa. Sus
movimientos eran casi felinos. Lali lo contempló sintiendo la necesidad de
decirle lo que pensaba, confundida por su actitud. ¿O ese último comentario lo
había dicho todo? Una aventura de una noche, y después nada.
Volvió a contemplar
la serena belleza del Caribe y sonrió profundamente para mitigar su cólera,
preguntándose cuál sería el resultado de esas vacaciones. Si contaba con el
tiempo suficiente, ¿alguna vez llegarían a ser amigos?
Sintió que el
corazón le daba un vuelco al comprender que no quería simplemente entablar
amistad con Peter. Quería algo más.
Pero él no.
Ni siquiera quería su amistad. Era mejor saberlo ahora, antes de exponerse a un
desengaño. El verano de pronto le pareció interminable.
Levantó la
cabeza y parpadeó para contener las lágrimas que nublaban su visión. Ahora
sabía cuál era su posición y las cosas no eran muy diferentes de como lo eran
al principio, cuando llegó a ese lugar.
Lo maldijo en
silencio.
+18♥miren que mañana estoy todo el dia:) jaja
jaja mira que es bravo peter, a la pobre le da cada corte
ResponderEliminarYo digo que si subas la nove tuya. Lo que me rei cuando le dijo peter a lali que si le pagaban mas x mancharle la camisa . Peter la lia siempre estan bn y siempre hace algo para liarla .MAS NOVE!!!!
ResponderEliminarPeter es insufrible,quiero y no quiero parece decir todo el tiempo,ya es grande y podria ser un poco más caballero,además ya cansa con insinuarle q ella es buscona!Yo q ella le corto el rostro por unos días,ya va a venir con el caballo exhausto pidiendo agua ,JAJA!
ResponderEliminarQ bipolar q es peter haha mas mas
ResponderEliminarMas mas
agh q contradictorios Peter tiene lo q se define en colombia como fisica y pura hambre es igual que todos los hombres...pobre lali espero el sigiente cap
ResponderEliminarmassssss nove!
ResponderEliminarme encanta tu nove, me encanto el cap solo que peter es muy malo con lali jeje pero igual me encanta,besos, sube pronto
ResponderEliminarATT:alex
Me encanta, peter me confunde un poco! más!
ResponderEliminarespero el proximo para ver como sigue
ResponderEliminar@arimurb
maas me
ResponderEliminarNo hay cuerpo k aguante a Peter,es demasiado engreido y un tanto soberbio .Solo existe el ,aunque esté deseando a Lali.
ResponderEliminarTenlo unos cuantos días a remojo,a ver si recapacita .No se da ni cuenta d k Lali ni siquiera se le insinua?,ciego total,y marcado x vete a saber k y quien.
ResponderEliminarMás caps,me voy a la playa ,cuando vuelva espero esos caps,jajaja.
ResponderEliminarMasss
ResponderEliminarmasssssssssssssssssss
ResponderEliminarmuy buen capppp
ResponderEliminarmassssssssssssssss
ResponderEliminarmas mas massssssssssssss
ResponderEliminarmassss quiero laliterrrr
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