martes, 14 de agosto de 2012

cap 4=)

Hola gracias por las firmas van subiendo:) pregunta quieren que suba una nove mia ustedes deciden beso♥

Capítulo 4



La tormenta que Peter había pronosticado despertó a Lali. Los relámpagos iluminaban el cielo y los truenos resonaban uno tras otro. Durante unos momentos, el viento sopló hasta hacer estremecer la casa y luego disminuyó. El sonido de la lluvia azotando las ventanas le resultaba extrañamente aletargador. La joven volvió a arroparse y recordó lo que Peter había predicho a la hora de la comida. Tenía la impresión de que había pasado mucho tiempo. Cerrando los ojos, volvió a conciliar el sueño.



La lluvia continuó durante la mañana siguiente, intensa y monótona, y eso la obligó a permanecer todo el día en casa. Realizó algunas tareas domesticas, escribió a su madre y a su padre y trató de leer. Cuando llegó la tarde, estaba aburrida. Tomó un libro, pero en ese momento se cortó el suministro de energía eléctrica. Hizo a un lado el libro y se aproximó a la ventana. El coche de Peter enfilaba por el sendero en ese mismo momento.



En cuestión de segundos, Peter salió del coche y corrió hacia la puerta, sin paraguas. Lali se sintió más animada; el solo hecho de saber que él estaba en la casa contigua hacía que el día le pareciera más alegre.



Cuando empezó a anochecer buscó en la casa unas velas o una linterna, pero no encontró nada. Frustrada, pensó en ir al mercado a comprar unas velas, pero la lluvia seguía cayendo con fuerza y no le agradaba la idea de conducir.



Se preguntó si Peter sería capaz de prestarle algunas velas, y también si volvería a sospechar que se trataba de otro truco para atraer su atención. Se dijo que no era una tonta adolescente enamorada de él, como lo había estado Suzanne; sólo quería pedirle prestadas unas velas. Tomó un paraguas y corrió hacia la casa de Peter, antes de que pudiera cambiar de opinión.



Contuvo el aliento mientras esperaba a que él le abriera la puerta, presa de la mayor excitación. Cuando lo hizo, Lali observó que él iba vestido de traje, aunque se había quitado la chaqueta y aflojado la corbata. Llevaba un montón de papeles en una mano y en la otra las gafas. Por lo visto estaba trabajando. Frunció el ceño al ver a Lali.

—Hola —lo saludó ella, preguntándose si la invitaría a pasar o no.



—¿Qué sucede? —inquirió él con tono indiferente.



—Se ha ido la luz y no tengo velas. ¿Podrías prestarme algunas? Odio tener que ir a la tienda con este tiempo.



—Probablemente no te serviría de nada si lo hicieras… debe de estar cerrada. La electricidad se ha ido en toda la isla. ¿Has buscado las velas en la casa de la señora Tuttle?



—Por supuesto.



Con un suspiro, él se apartó y le indicó que entrara. Lali cerró su paraguas, lo dejó en el pórtico y entró en la casa. En la habitación de la izquierda podía verse un débil resplandor y se dirigió allí. Él había encendido unos quinqués y los había colocado en puntos estratégicos así que la habitación tenía un aspecto cálido y acogedor. Había unos papeles extendidos sobre una mesita y su portafolios estaba abierto en el suelo.



—¿Estás trabajando? —preguntó la joven, deteniéndose en el umbral.



—La luz se fue en Bridgetown al mediodía. No podía hacer nada allí, así que me vine a trabajar a casa.



Peter se cambió de manos las gafas y Lali sintió el calor de su palma cuando la empujó con suavidad hacia el sofá.



—No te voy a entretener mucho, sólo quería pedirte un par de velas —Lali miró el trabajo que había interrumpido y se sentó en el borde del sofá.



—Ya me has entretenido y además, necesito una pausa. ¿Quieres tomar algo mientras busco las velas? —Peter dejó los papeles que llevaba en el montón que estaba sobre la mesa y con cuidado colocó sus gafas.



—Un refresco, si tienes —respondió.



—Por supuesto.



Él regresó unos minutos después con dos vasos de refresco y varias velas. Le entregó un vaso y Lali lo tomó, evitando cualquier roce. Luego Peter dejó las velas sobre una mesita cercana.



—Aquí tienes las velas. ¿La señora Tuttle no tiene linternas? —se dejó caer en el sofá y la observó bajo la suave luz de los quinqués.



—No he podido encontrar ninguna. Esta tarde, al ver que no volvía la luz, busqué por toda la casa. ¿Es frecuente que se vaya la luz?



—No mucho, pero a veces sucede —respondió él, encogiéndose de hombros—. Me sorprende que la señora Tuttle no tenga velas, pero yo te las prestaré con mucho gusto.



La joven bebió un sorbo de refresco, consciente de la mirada de Peter; nerviosa, desvió la vista. Se preguntó si acaso habría empezado a enamorarse de ese hombre.





—¿Qué has hecho todo el día? No has podido ir a la playa, con esta tormenta —comentó él con indolencia, repantigándose en el sofá sin dejar de observarla.



—He estado leyendo durante la mayor parte del día, pero cuando se fue la electricidad, la luz no era muy buena —Lali se sentía incómoda. Estaba nerviosa, como si estuviera a punto de suceder algo trascendental.



—Debes de estar pasando unas vacaciones muy solitarias y ahora te has visto obligada a permanecer encerrada en la casa con este tiempo —Peter bebió un sorbo de refresco y dejó el vaso sobre la mesa.



—Un poco, pero la lluvia no durará mucho.



—Dejará de llover durante la noche; mañana te preguntarás si esta tormenta no ha sido nada más que un mal sueño —se detuvo de pronto—. Vuelvo dentro de un momento, tengo algo tuyo.



Lacey se sentía inquieta y, cuando él salió de la habitación, se acercó a la ventana. El patio estaba lleno de barro por la lluvia y el cielo tenía un color gris ceniciento. Se dio la vuelta y estudió la habitación; tenía un aspecto masculino, decorada en tonos marrón y crema, sin adornos. Una fotografía enmarcada sobre la mesa más cercana a la puerta atrajo su atención y se acercó a observarla. En ella aparecía una pareja de edad avanzada; el hombre era alto y de aspecto distinguido. El parecido le indicó a Lali que debían de ser los padres de Peter.



—Aquí tienes… las olvidaste la otra noche.



Ella se volvió bruscamente y chocó con el brazo extendido de Peter. El vaso que llevaba en la mano se estremeció y una parte del líquido se derramó en su inmaculada camisa blanca. Lentamente él bajó el brazo con las sandalias de Lali colgando sobre sus dedos. Sorprendida e incrédula, ella contempló la mancha oscura de su camisa.



—¡Oh, Dios, no puedo creerlo! —murmuró, mirando el rostro de Peter.



—¿Recibes acaso comisión de la tintorería? —le preguntó él con expresión divertida, retrocediendo un paso.



—Lo siento… me has asustado. No te he oído entrar —Lali quería que se la tragara la tierra. Ruborizada, desvió la mirada.



—No importa, creo que ya es hora de ponerse algo más cómodo. Aquí tienes tus sandalias. Te las dejaste olvidadas en la playa.



Se las tendió de nuevo y Lali las tomó con dedos temblorosos. Al rozar los de él, se estremeció como si hubiese recibido una descarga eléctrica.



—Yo… gracias, pero no te molestaré más. Gracias por las velas.



—¡Vamos, no es el fin del mundo! —extendió una mano y le alzó la cara con suavidad.



—Deberías estar furioso —comentó, incapaz de apartar la mirada.



—¿En realidad eso es lo que quieres? —le preguntó él con voz baja y sensual.



—No, pero tal vez eso me haría sentirme mejor.



La risa de él fue inesperada y cálida. La joven le lanzó una sonrisa, desconcertada por el repentino cambio de su expresión. Luego la sonrisa de Peter se desvaneció, su mirada se ensombreció y la contempló durante un buen rato, sujetándole la barbilla con una mano  Lali  lo miró a los ojos con el corazón acelerado.



De repente, Peter respiró profundamente, retiró la mano y se volvió para mirar sus papeles.



—Gracias por las velas —Lali las tomó de la mesa y se dirigió a la puerta. Quería salir de allí; era demasiado peligroso estar tan cerca de ese hombre.



—Lali…



Él se volvió para mirarla, pero ella se limitó a sonreír y salió. Una vez fuera de la casa, se detuvo sólo el tiempo suficiente para tomar su paraguas y se apresuró a dirigirse a la seguridad de su cabaña.





Cuando Lali se despertó a la mañana siguiente, vio que el sol tropical inundaba su habitación; la tormenta había pasado. Se acercó a la ventana y contempló el hermoso paisaje; el cielo presentaba un tono azul intenso y el césped se veía más verde.



Eran casi las tres cuando Lali se dirigió a la playa. Mientras caminaba, pudo ver las huellas de la tormenta. Las hojas de los árboles estaban dispersas por doquier y las flores de los hibiscos cubrían el suelo debajo de los arbustos. La arena aún estaba húmeda, pero ya empezaba a secarse. Más adelante vio a alguien tumbado sobre una toalla, en la zona donde ella solía sentarse; era Peter Lanzani, quien alzó la vista al verla acercarse con los ojos ocultos por sus gafas oscuras, pero obviamente con la mirada fija en ella. Por una vez, Lali se alegró de llevar también sus gafas de sol. Así Peter no podría descubrir hacia dónde miraba. Y lo estaba mirando a él.



Llevaba puesto un traje de baño y estaba muy bronceado. Daba la impresión de que pertenecía a la isla, al mar, a la arena y al sol. No había ninguna semejanza con el impecable hombre de negocios del otro día. Tenía un aspecto natural, indomable y excitante. Lali pensó al instante en su holgada camiseta y se dijo que debió haberse puesto su albornoz, más femenino. Pero la camiseta era más cómoda y la protegía suficientemente del sol. Además, no esperaba encontrar allí a Peter.



—Buenos días —él se puso de pie sin el menor esfuerzo y se acercó a ella para tomar su toalla y la cesta de la comida sin decir una palabra.



—¿Qué estás haciendo? —Lali deseó haberse mordido la lengua, pues su tono era brusco, casi grosero—. Quiero decir, ¿por qué no estás trabajando?



—Es sábado e incluso el jefe tiene derecho a uno o dos días de descanso. Me gusta la playa —regresó a la sombra y movió su toalla para extender a su lado la de Lali.



—No tengo por qué quedarme aquí —comentó ella sin moverse, recorriendo la playa con la mirada—. Hay muchos otros lugares.



—Éste es bastante grande. No creo que ocupes mucho espacio.



—Pensé que habíamos convenido en mantenernos alejados el uno del otro —comentó ella.



—Relájate, joven californiana —le pidió él con tono burlón.



Ella se ruborizó al recordar que le había dicho eso mismo hacía unos días. No necesitaba que él le recordara sus palabras. Lo miró sin saber qué decir. No esperaba volver a verlo tan pronto y, ciertamente, no en la playa. Recordó su último encuentro allí, la sensación de ese cuerpo fuerte, la Lali fragancia de la brisa nocturna. Movió ligeramente la cabeza para alejar esa visión.



—Hace demasiado sol… ¿no deberías ponerte crema? —preguntó Jake, recostado —y apoyado sobre un codo mientras la observaba.



—Sí, tengo la piel muy sensible —contestó Lali, aún de pie.



Quería retrasar el momento de quitarse la camiseta y exponerse a su mirada. Sabía que la observaba detrás de las gafas y se sentía torpe y cohibida.



Al fin se decidió; se quitó las gafas y se despojó de la camiseta. Llevaba el cabello trenzado. Se puso crema en las piernas, el estómago y los brazos. Peter no dejaba de mirarla, haciéndola desear alejarse. Se negaba a hablar; se negaba a darle el placer de saber que la inquietaba. Despacio, fue extendiendo la crema sobre su piel, tratando de superar su nerviosismo.



—¿Y la nariz? No te olvides de ella; no quiero que esta noche vayas a pedirme ayuda porque te has quemado tomando el sol —dijo Jake, indolente.



—No lo haré —replicó ella bruscamente—. Puedo cuidar de mí misma.



—Ya me lo has demostrado —el tono burlón era inconfundible.



Antes de que Lali pudiera responder, él se irguió y le quitó el bote de crema de las manos. Se quitó las gafas, se echó un poco de crema en las yemas de los dedos y, sujetándole la barbilla con la otra mano, le alzó la cara. Lali se enfrentó a su mirada. Sentía hacia ese hombre una atracción que nunca antes había sentido por nadie; podría pasarse el día mirándolo a los ojos. Peter fijó la vista en su nariz y le aplicó la crema con suavidad. Lali sintió que sus dedos le producían punzadas de deleite y su brazo, tan cerca de sus senos, parecía irradiar calor. Lo miraba como hipnotizada. ¿Era una fantasía, o se trataba del hechizo de Barbados?



Él volvió a mirarla a los ojos, olvidado de la tarea que tenía entre manos. Durante un momento, permanecieron inmóviles. La mirada de Lali descendió a la boca de Peter, a los labios firmes y sensuales que contrastaban con su tez bronceada. El corazón le latió apresurado y una oleada de calor se extendió por su pecho y su vientre. Se pasó la lengua por los labios, imaginando que aun podía saborear los de él.



Al captar el movimiento, Peter fijó la vista en su boca y, durante un momento, la joven pensó que iba a besarla de nuevo. ¡Y ella se sentiría impotente para impedirlo!



—Hola, Lali, ¿vas a nadar? —Jimmy y David se encontraban a poca distancia, contemplándolos.



Por un momento, Lali no supo dónde estaba y parpadeó sorprendida al descubrir que se encontraba en la playa. Se apartó de Peter y sonrió a los niños. No los había visto desde que estuvieron jugando al escondite.



—Tal vez después —se preguntó si esa voz sería en realidad la suya. Debía controlarse. Ni siquiera le gustaba a ese hombre… él se lo había dado a entender con toda claridad. Y ella estaba allí de vacaciones y no buscaba nada más.



Los niños corrieron hacia el agua, mientras su niñera los vigilaba. Lali mantuvo la mirada fija en ellos, negándose a mirar a Peter, pues no quería ver su expresión ni ceder al extraño anhelo que pulsaba en todo su cuerpo. Casi temblaba con él sentado tan cerca. Esperó un momento para demostrarle que no la ponía nerviosa y luego se levantó y caminó hacia el agua sin dirigirle la palabra. Se sentía demasiado acalorada, e intentó convencerse de que era por el sol. Se mantuvo de espaldas a la playa, temerosa de volverse para mirarlo. ¿Qué estaría haciendo? ¿La estaría observando? Nadó durante un buen rato, retrasando el momento de volver con su perturbador vecino. Jugó a la pelota con los niños hasta cansarse.



Al fin, agotada, estaba a punto de reconocer su derrota y regresar cuando Jake se puso de pie y se acercó al borde del agua. Se zambulló y nadó hacia aguas más profundas. Lali aprovechó esa oportunidad; les dijo a los niños que estaba cansada y salió del agua. Se secó con la toalla mientras contemplaba a Peter nadando en las azules aguas. Cuando salió, se quedó contemplando el mar, de espaldas a ella. La joven lo estudió deleitada.



Pero él se dio la vuelta de pronto y la sorprendió observándolo. Lali desvió la mirada a toda prisa, pero no antes de descubrir que sonreía. Cuando lo vio acercarse, se puso a buscar en el interior de la cesta.



—¿Hora de comer? —preguntó él.



—Como aquí casi todos los días —explicó ella, cohibida—. No hay mucha variedad, pero te invito a compartir la comida conmigo.



—¿Cuáles son las opciones?



—Galletas con queso o pollo.



—Prefiero el pollo —decidió él.



Lali le sirvió una pieza de pollo, le entregó una servilleta y se sentó a comer sus galletas con queso, Peter mordió el pollo, mientras ella lo observaba por el rabillo del ojo.



—Eres una buena cocinera… esto esta delicioso —declaró él cuando terminó.



—Gracias —Lali sonrió y movió la cabeza—. No se necesita ser una buena cocinera para preparar un pollo frito… cualquiera puede hacerlo. Casi siempre, las comidas que preparo son sencillas.



—Las mías también —le confesó él.



—¿Tú cocinas?



Peter tomo otra pieza de pollo y la miró.



—¿Cómo crees que me alimento?



—No había pensado en ello —frunció el ceño. Si no estaba casado, tenía que prepararse él mismo sus comidas, a menos que contratara a una cocinera.



—Por lo general como al mediodía en Bridgetown. Por la noche me preparo un bocadillo y en mis días libres me preparo comidas ligeras.



La joven se preguntó si se sentiría solo o si tendría muchas amigas que compitieran por la oportunidad de invitarlo a cenar.

—¿Queda más limonada? —preguntó él.



Lali sólo tenía una taza; la suya. Titubeó un momento y luego se encogió de hombros. Sirvió la limonada fresca y se la ofreció a Peter, evitando tocarlo. Él la tomó y ella lo observó mientras bebía. Se preguntaba si sería una coincidencia que su boca cubriera el borde que ella acababa de tocar con los labios. Desvió la mirada.



—¿Cómo puedes disfrutar de un mes de vacaciones? —le preguntó él, devolviéndole la taza para tumbarse sobre la toalla, apoyado sobre un codo—. La mayoría de los norteamericanos que conozco sólo disfruta de un par de semanas.



—Cada verano, el programa se suspende durante un mes —le explicó ella—, aunque por lo común hay muchas cosas que hacer. Este año me fui para impedir que me llamasen de la oficina a cada momento.



—No puedo creer que estés sola. ¿O acaso alguien vendrá pronto a reunirse contigo?



Lali sintió que la sangre se le agolpaba en la cabeza al escucharlo. Miró hacia el mar. El suave murmullo de las olas casi se perdía bajo el susurro de las palmeras, agitadas por la brisa.



—No espero a nadie —su voz sonaba insegura. Recordaba las palabras de Peter acerca de la gente del mundo del espectáculo. Quería decirle que ella no era así, pero no sabía cómo empezar. ¿La escucharía siquiera? Tenía la mirada fija en el mar y no vio que Peter se movía; sólo se dio cuenta de ello cuando él le sujetó la barbilla, obligándola a mirarlo a la cara.



—¿Cómo está tu nariz? —su voz era burlona, mas no así su mirada.



—Siempre se me quema —murmuró ella.



—Eres una joven muy bella, Lali. ¿Todas las jóvenes californianas son como tú? —preguntó él con tono extraño, acariciándole una mejilla.



Lali se pasó la lengua por los labios y Peter siguió su movimiento con la mirada. Entonces dejó escapar un sonido que era casi un gemido y la acercó más hacia sí; sin embargo, antes de que pudiera hacer algo más, ella se resistió al recordar sus palabras ofensivas de la otra noche. Lo empujó y se sentó, mirándolo ruborizada. Él volvió a recostarse sobre su toalla; tenía la respiración agitada y los labios apretados.



—¿Qué sucede? —preguntó.



—¡Mantente lejos de mí! —siseó ella, avergonzada al pensar que había otras personas cerca en la playa.



—¿Por qué? Disfrutas de mis besos tanto como yo disfruto besándote. ¿No has venido aquí para eso? ¿Qué pretendes ser ahora? ¿Una turista ofendida?



Lali se puso de pie, sacudió la arena de su toalla y volvió a colocarla a la sombra, tan lejos de Peter como le fue posible. Se recostó y cerró los ojos. La tentación era excesiva y quería sobreponerse a ella.


—Sólo he venido a disfrutar de la playa. No sabía que estarías aquí. ¡No soy una turista ofendida… simplemente déjame en paz!



Quería ignorarlo, pero no podía. Abrió los ojos y lo miró con expresión ceñuda. Él seguía observándola.



—Creí que yo no te gustaba —declaró ella.



Él la miró fijamente.



—Eres intrigante, Lali Espósito, y demasiado atractiva. Empiezas a… fascinarme, pero eso es todo. Desconfío de la mayoría dejas mujeres y de sus motivos, pero conozco a las que trabajan en el mundo del espectáculo y desconfío de ellas todavía más. Pero eso no significa que no pueda divertirme un poco, puesto que por lo común se muestran bien dispuestas —miró hacia el mar con una expresión amarga.



Lali se sentó y se puso sus gafas. Se preguntó qué habría pasado con Elizabeth… ¿qué había sucedido en el pasado para que él se sintiera tan amargado y albergara esas ideas? ¿Lo sabría Suzanne? Tendría que preguntárselo la próxima vez que hablara con ella.



—Suzanne nunca me comentó que aquí me encontraría con alguien como tú —musitó.



—¿Suzanne? ¿La sobrina de Eleanor Tuttle, Suzzanne Bonard? —preguntó bruscamente Peter mirándola.



—Sí —asintió Lali—, sólo que ahora es Suzanne Espósito… está casada con mi hermano.



—¡Así que esa es la conexión! —concluyó él, alzando una ceja—. Era lo que me preguntaba. Recuerdo a Suzanne. ¿Ya tiene edad suficiente para estar casada?



Ella asintió cautelosa. Se preguntó qué recordaría él de Suzanne.



—Sus primas y ella hicieron todo lo posible para cautivarme un verano —Peter movió la cabeza y sonrió—. Me sentí halagado, pero eran muy jóvenes. Además, estaba Elizabeth —su voz se apagó, como si recordara ese verano—. ¿Quién sabe? Si hubieran esperado, tal vez lo habrían logrado, cuando Elizabeth renunció a todo —se volvió para mirarla, se puso de pie y recogió su toalla.



—Eso sucedió hace mucho tiempo —murmuró Lali—. Ya es hora de seguir adelante, Peter.



—¿Con qué? ¿Contigo, por ejemplo? Ya te lo dije antes, Lali Espósito, no puede haber nada entre tú y yo. Tal vez una pequeña aventura, pero fuera de eso, no estoy interesado.



La joven lo miró colérica al escuchar su comentario. Ella no pretendía nada de eso. Pero si él había dejado su vida en suspenso por lo que Elizabeth le había hecho, estaba perdiendo el tiempo. En cuanto a ellos, jamás aceptaría una relación frívola. Su furia se intensificó al meditar en el insulto. Lo observó mientras se alejaba, caminando con pasos largos por el sendero que conducía a su casa. Sus movimientos eran casi felinos. Lali lo contempló sintiendo la necesidad de decirle lo que pensaba, confundida por su actitud. ¿O ese último comentario lo había dicho todo? Una aventura de una noche, y después nada.



Volvió a contemplar la serena belleza del Caribe y sonrió profundamente para mitigar su cólera, preguntándose cuál sería el resultado de esas vacaciones. Si contaba con el tiempo suficiente, ¿alguna vez llegarían a ser amigos?



Sintió que el corazón le daba un vuelco al comprender que no quería simplemente entablar amistad con Peter. Quería algo más.



Pero él no. Ni siquiera quería su amistad. Era mejor saberlo ahora, antes de exponerse a un desengaño. El verano de pronto le pareció interminable.



Levantó la cabeza y parpadeó para contener las lágrimas que nublaban su visión. Ahora sabía cuál era su posición y las cosas no eran muy diferentes de como lo eran al principio, cuando llegó a ese lugar.



Lo maldijo en silencio.

+18♥miren que mañana estoy todo el dia:) jaja 

19 comentarios:

  1. jaja mira que es bravo peter, a la pobre le da cada corte

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  2. Yo digo que si subas la nove tuya. Lo que me rei cuando le dijo peter a lali que si le pagaban mas x mancharle la camisa . Peter la lia siempre estan bn y siempre hace algo para liarla .MAS NOVE!!!!

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  3. Peter es insufrible,quiero y no quiero parece decir todo el tiempo,ya es grande y podria ser un poco más caballero,además ya cansa con insinuarle q ella es buscona!Yo q ella le corto el rostro por unos días,ya va a venir con el caballo exhausto pidiendo agua ,JAJA!

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  4. Q bipolar q es peter haha mas mas
    Mas mas

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  5. agh q contradictorios Peter tiene lo q se define en colombia como fisica y pura hambre es igual que todos los hombres...pobre lali espero el sigiente cap

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  6. me encanta tu nove, me encanto el cap solo que peter es muy malo con lali jeje pero igual me encanta,besos, sube pronto

    ATT:alex

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  7. Me encanta, peter me confunde un poco! más!

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  8. espero el proximo para ver como sigue
    @arimurb

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  9. No hay cuerpo k aguante a Peter,es demasiado engreido y un tanto soberbio .Solo existe el ,aunque esté deseando a Lali.

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  10. Tenlo unos cuantos días a remojo,a ver si recapacita .No se da ni cuenta d k Lali ni siquiera se le insinua?,ciego total,y marcado x vete a saber k y quien.

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  11. Más caps,me voy a la playa ,cuando vuelva espero esos caps,jajaja.

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  12. mas mas massssssssssssss

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  13. massss quiero laliterrrr

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