Capítulo 7
Los dos días
siguientes pasaron sin que sucediera nada. Lali tenía cuidado de mantenerse
oculta cuando Peter salía o volvía de trabajar. Se aseguraba de ir a nadar
durante el día; no quería salir al anochecer, para evitar la posibilidad de
encontrarse con Peter bajo la luz de la luna.
Al tercer
día, cuando regresaba para comer, se sorprendió al ver dos coches en el
sendero; uno era el de Peter. ¿Habría invitado a alguien a comer? Por lo común,
él no comía en casa los días laborables.
Después de
comer, Lali tomó una ducha y se puso un pantalón corto y una blusa ligera, pues
hacía calor y no pensaba ir a ninguna parte. Se recogió el cabello y bajó la
escalera para buscar su libro. Miró por la ventana y vio que el coche de Peter
seguía en el sendero, mientras que el otro había desaparecido. Se preguntó si
estaría en casa.
La novela de
misterio que estaba leyendo la tenía cautivada. A la sombra de la mimosa, la
temperatura era fresca y agradable. De repente, el ruido de unos cristales
rotos, seguido de una fuerte maldición, la hizo apartar la atención del libro y
alzar la vista hacia la casa de Peter. El sonido procedía de allí, y se
preguntó si habría sucedido algo malo. Escuchó con atención, frunciendo el
ceño. Sí, allí estaba de nuevo, en esa ocasión más ahogada, pero
definitivamente era una maldición.
Pensó que tal
vez Peter habría roto un cristal y se había cortado. Se puso de pie y dejó el
libro a un lado. Curiosa, decidió ir a ver si sucedía algo malo. Caminó sin
hacer ruido alrededor del muro que separaba los dos jardines y se dirigió hacia
la parte posterior de la casa de Peter. Llamó a la puerta de alambre, pues la
de madera estaba abierta.
—¡Ten cuidado
si entras! ¡Hay cristales por todas partes! —gritó Peter desde la cocina.
Lali abrió la
puerta y entró, pero necesitó un momento para que sus ojos se acostumbraran a
la luz más tenue. Peter estaba reclinado contra el mostrador. Vestía un
pantalón corto y una camisa oscura, pero lo más sorprendente era que se apoyaba
en unas muletas, ya que tenía una pierna escayolada hasta la rodilla. Estaba
rodeado de cristales y restos de ensalada de patatas y parecía disgustado. Lali
captó la situación con una mirada y fue a buscar una escoba.
—Yo barreré.
No te muevas.
Encontró la
escoba y recogió los cristales y la ensalada. Cuando terminó, buscó una fregona
y, a toda prisa, terminó de limpiar el suelo, estudiando a Peter mientras
realizaba su tarea. Estaba pálido y su expresión era de dolor.
—¿Qué te ha
pasado? —le preguntó. Podía ver una magulladura que empezaba a aparecer en su
frente y otra en su brazo izquierdo—. ¿No deberías estar sentado?—preguntó.
Él la miró
furioso por un momento; luego cerró los ojos y suspiró.
—¡Me siento
fatal!
—Tal vez
deberías tumbarte —la joven le tocó un brazo y lo miró preocupada—. ¿Necesitas
ayuda?
—No, no
necesito ayuda —se irguió y caminó con las muletas hasta la silla que se
encontraba a un lado de la mesa de la cocina. Se sentó, pero, por lo visto, no
sabía qué hacer con las muletas.
Lali se las
quitó y las colocó contra la pared.
—¿Era tu
comida? —preguntó señalando el desastre que acaba de limpiar.
—Sí, tenía
hambre. ¡Ni siquiera puedo sostener un maldito plato con las manos!
—Es difícil
cuando las necesitas para las muletas. Te prepararé algo. ¿Qué ha sucedido?
—Me caí por
una escalera en el trabajo y me lesioné un tobillo —le informó él.
—Y por lo que
veo, también la cabeza —Lali pensó preocupada que habría podido resultar
seriamente lesionado, o incluso, morir. Por un momento se quedó horrorizada al
pensar en eso, pero luego movió la cabeza y se dispuso a prepararle algo de
comer.
—Así que
ahora vas a impresionarme con tus habilidades culinarias —murmuró él, mirándola
ceñudo.
Lali sonrió
con alegría, ignorando su mal humor, mientras buscaba en los armarios de la
cocina.
—Sí, si te
impresionan mis bocadillos de miel y mantequilla de cacahuete; de lo contrario,
creo que sufrirás una decepción.
Peter se
relajó un poco y se reclinó contra el respaldo de la silla mientras la
observaba.
—Tampoco hoy
llevas sostén —comentó él.
—No… hace
demasiado calor. ¿Crees que lo necesito? —se volvió para mirarlo con expresión
atrevida.
Él fijó la
mirada en sus senos, hasta que la hizo ruborizarse. Luego sonrió y negó
lentamente con la cabeza.
Disgustada
por haber permitido que la turbara de esa forma, la joven se volvió hacia el
mostrador y preparó el bocadillo. Se lo había buscado, pensó sintiendo que las
mejillas le ardían. Pero por un momento Peter se había olvidado de su dolor,
así que, después de todo, había valido la pena. Aspiró con fuerza y cortó en
dos el bocadillo; luego lo colocó en un plato y lo puso delante de él. También
le sirvió un vaso de leche que colocó cerca del plato. Él seguía observándola
con ojos brillantes.
—¿Podrías
ponerlo más a la derecha del plato? —le pidió él.
Lali se
inclinó y movió el vaso, captando su mirada por el rabillo del ojo. La tenía
fija en el escote de su blusa, que se abrió cuando ella se inclinó. Lali se
irguió y lo miró furiosa, pero Peter se limitó a sonreír y tomó su bocadillo. A
ella le entraron ganas de vaciarle el vaso en la cabeza. Retiró una silla y se
sentó.
—¿Durante
cuánto tiempo tendrás que llevar muletas? —le preguntó.
—El médico
dijo que alrededor de una semana. Luego, si todo va bien, podré usar una
escayola que me permita caminar.
—¿Cómo te
caíste? —preguntó ella, mirándolo con curiosidad.
—¡Eso no es
asunto tuyo! —rezongó él, mirándola ceñudo.
—Adiós, señor
Lanzani —dijo Lali con frialdad y se puso de pie.
Pero antes de
que pudiera moverse, Peter la sujetó de un brazo.
—No te vayas.
Lo siento —se detuvo un momento, mirándola a los ojos.
Ella lo
miraba con una expresión entre colérica y compasiva. Sólo había querido
ayudarlo.
—Diablos,
odio decir todo el tiempo que lo siento —añadió él—. Estaba pensando en otra
cosa. Debí estar atento. Los peldaños son viejos, desgastados y desiguales;
tropecé y rodé por la escalera —con el pulgar acariciaba con suavidad la tersa
piel de su brazo.
—Los hombres
refunfuñan cuando no están en perfectas condiciones —comentó Lali,
comprensiva—. Mi padre y mi hermano siempre lo hacen. ¿No deberías tumbarte?
—Tal vez… me
duele la cabeza. Pero, por el momento, las escaleras me parecen un obstáculo
insalvable.
—¿No tienes
un sofá en el que puedas tumbarte? —le preguntó ella deseando retirar el brazo;
los suaves círculos que él trazaba con el pulgar la perturbaban y podía ver sus
pezones erectos debajo de la fina tela de su blusa. Necesitaba poner alguna
distancia entre ellos antes de que él lo descubriera. Intentó apartarse y él la
soltó para tomar el vaso de leche.
Lali lo
contempló mientras bebía. Vio que se había comido casi todo el bocadillo y
sonrió al recordar su comentario acerca de sus habilidades culinarias.
—Te traeré
algo de cenar —le prometió, retrocediendo hacia la puerta de la cocina.
—Yo puedo
cuidar de mí mismo.
—Sí, claro,
como puedes servirte un plato de ensalada de patatas —le recordó ella.
—Antes de
irte, ¿podrías darme las muletas?
Lali se había
olvidado que las había dejado fuera de su alcance; cruzó la habitación y se las
entregó. Quería irse, pero titubeó. Se preguntó si necesitaría más ayuda.
Peter se puso
de pie lentamente y caminó por el pasillo hacia la puerta principal, Lali iba a
su lado, pues quería asegurarse de que llegara al sofá sin volver a caerse. Él
se detuvo y la miró, apoyado en las muletas. La joven se volvió para mirarlo.
Estaba demasiado cerca; retrocedió y tropezó con el primer peldaño. Antes de
que pudiera impedirlo, Peter la besó.
—Podrías
tirarme al suelo si quisieras —comentó él con suavidad, acariciándole los
labios con los suyos.
—¿Por qué
sigues haciendo esto? —murmuró ella contra su boca, mientras el corazón le
latía con tanta fuerza que estaba segura de que él podía oírlo. Ansiaba su
contacto, sus besos.
—No puedo
resistirlo.
—Tendrás que
hacerlo algún día —murmuró ella buscando su contacto, ansiando el placer y el
deleite que le producían sus besos.
—No —deslizó
la lengua por el labio inferior de la joven.
Pero cuando
Lali trató de capturar sus labios, Peter se apartó.
—Debo irme
—murmuró ella, frustrada.
—Quédate —le
pidió él.
—Ni siquiera
te gusto.
—Pero te
deseo.
Lali no se
movió; parecía como si estuviera a punto de desplomarse. Peter cambió de
posición y la joven recordó sus lesiones. Debería tumbarse y ella debería
obligarlo a hacerlo, poner fin a ese beso y ayudarlo a llegar al sofá, pero no
quería que aquello terminara. Deseaba grabar cada beso en su memoria,
recordarlo mucho después de que terminara aquel día. Quería recordar su boca,
el intenso calor que generaba en su interior… eso era su tesoro. No quería que
terminara, pero debía ponerle fin.
Despacio,
apoyó las manos sobre su pecho, empujándolo sin desequilibrarlo. Peter apartó
lentamente los labios de los de ella, mirándola como si quisiera conocer la
razón por la cual había puesto fin a ese beso. Lali lo miró a los ojos y trató
de que su voz sonara normal.
—¿En qué
estabas pensando cuando te caíste? —preguntó lo primero que se le pasó por la
cabeza.
—Eso no es
asunto tuyo —su tono era suave y amable.
—¡Si te
empujo ahora mismo quizá te lesiones la otra pierna! —lo amenazó Lali.
Él la miró
durante un buen rato y luego suspiró.
—En ti.
Se preguntó
si había oído bien. Peter había hablado en una voz tan baja que no estaba
segura.
—¿Necesitas
ayuda para llegar al sofá? —le preguntó, aún consciente de la cercanía de su
cuerpo. Deseaba quitarse la ropa, desnudarlo a él y tumbarse a su lado, pero
sabía que jamás se atrevería a expresar ese deseo.
Peter se
irguió y se apartó.
—Te he dicho
que no necesito tu ayuda para nada. Gracias, de todas maneras —su voz se tornó
fría y formal.
Lali se
sintió herida, pero se negó a permitir que él lo notara.
—Más tarde te
traeré algo de cenar —se dispuso a alejarse.
—Tengo amigos
y familiares muy cerca de aquí. No necesito que me cuides, ni que me muestres
tus habilidades domésticas —declaró él.
—¡Lo dejaré
encima de la mesa de la cocina cuando yo termine de cenar; ¡Si quieres puedes
dejarlo allí hasta que se ponga verde y cubierto de moho! —gritó ella sin darse
la vuelta.
Se preguntó por qué él trataba deliberadamente
de provocarla.
Dio un
portazo al salir, pero no logró nada con eso, excepto desahogar sus
sentimientos. Era el hombre más irritante que había conocido. Y lo amaba. Lali
se sintió entonces como si le hubiesen dado una patada en el estómago y se
detuvo un momento. No podía amarlo… ni siquiera le gustaba a ese hombre. Pero
si la deseaba y ella a él. Lo amaba por su bondad y su consideración, incluso
por su mal humor. Su atractivo y su forma de hacer ciertas cosas por ella,
aunque había jurado que jamás volvería a hacer nada parecido, eran una
combinación muy poderosa. Sus besos eran leales y sus caricias la excitaban
como nadie lo había hecho antes. Le dolía saber que se había lesionado y se
inquietaba al pensar en lo que pudo haber sucedido.
Pero no
permitiría que la catalogara como a las demás mujeres de su vida. Ella no era
como Suzanne y sus primas, enamoradas de él durante un verano, y tampoco como
Elizabeth, que sólo buscaba una buena oportunidad. No soportaría que él
descubriera sus sentimientos y se riera de ella. Lo amaba, pero él jamás
debería saberlo. Despacio, reanudó el camino hacia su cabaña.
Preparó jamón
con patatas y maíz para la cena. Le quedaban algunas galletas del día anterior,
así que puso algunas en la bandeja que preparó con todo cuidado para
llevárselas a Peter.
Una vez en la
casa de su vecino, dejó la bandeja sobre la mesa de la cocina, frente a la
silla que Peter había ocupado, y contempló su obra. Té helado, jamón con
patatas, galletas, servilletas y cubiertos. Tenía todo lo que podía necesitar…
si decidía cenar. Esperando que no dejara que la cena se echara a perder, Lali
se dispuso a salir.
—¿Lali?
—preguntó Peter, desde el vestíbulo.
—Te he traído
la cena. Buen provecho —se dirigió apresurada hacia la puerta.
—¡Lali,
vuelve aquí!
—No puedo, se
me está enfriando la cena.
Cruzó
corriendo el jardín hacia la puerta de atrás y se sentó a cenar. No tenía mucho
apetito. Se dijo que debió haberse quedado en la casa de Peter y asegurarse de
que se comiera lo que le había preparado. Volvería después para recoger los
platos vacíos. Miró por la ventana para ver si había alguna luz en la parte
posterior de la casa de Peter; así era. Con suerte, eso significaba que estaba
cenando.
Eran más de
las nueve cuando Lali fue a recoger los platos sucios, después de retrasar el
momento de volver al lado de Peter. Entró en la cocina y no lo vio allí. Era
obvio que le había gustado la cena, pues el plato estaba casi limpio y el té
helado había desaparecido. Volvió a colocar todo sobre la bandeja y sacó del
fregadero los otros platos sucios. Los lavaría con los suyos y se los
devolvería a la mañana siguiente, cuando le llevara el desayuno.
En el
mostrador vio dos frascos abiertos; uno de ellos contenía aspirinas. Lali
examinó el otro. Era un medicamento para el dolor. «Pobre Peter, en realidad
debe de dolerle mucho», pensó. Titubeó, preguntándose si él estaría bien. Tenía
que saberlo.
Dejó los
platos encima del mostrador y caminó despacio por el pasillo. Se detuvo en el
vestíbulo y se preguntó dónde estaría él. Se asomó a la habitación contigua y
vio allí a Peter. Estaba tumbado en el sofá, dormido.
—¿Peter?
—preguntó con suavidad.
—¿Hmm?
—murmuró él sin abrir los ojos.
—¿Estás bien?
—volvió a preguntarle en voz baja, con expresión preocupada.
—Me siento
muy mal —respondió en voz baja y quejumbrosa.
—Estás muy
incómodo. ¿No se puede extender el sofá?
—Sí, pero es
demasiado complicado…
Ella dio
media vuelta, subió por la escalera y se dedicó a buscar ropa de cama en los
armarios. Llevando en los brazos las sábanas, unas almohadas y una manta
ligera, volvió al lado de Peter en cuestión de minutos.
—Vamos, te
prepararé la cama —le indicó con tono vivaz.
—Lali, te lo
dije antes, puedo arreglármelas muy bien solo —su voz había recobrado algo de
su antigua fuerza.
—Sí, ya lo
veo. Te lo prometo, Peter, no le diré a nadie que te he ayudado y podrás
representar eternamente tu papel de macho, pero, ¿no te sentirías mejor en una
cama cómoda, donde puedas estirarte y descansar?
—Si vas a
usar conmigo ese tono meloso, ¿por qué no hablas como las malditas enfermeras y
usas el «nosotros»? ¿No nos sentiríamos mejor en una cama? —abrió los ojos y la
miró furioso.
A Lali le
gustó la idea: los dos juntos, en una cama. Parpadeó. Esas ideas eran demasiado
peligrosas. Ignorando su tono, dejó las mantas sobre una silla y le acercó las
muletas. Aunque quería ayudarlo, se abstuvo de hacerlo, pues sabía que eso lo
enfurecería. Peter se sentó, ahogando un gemido.
—Vi los
analgésicos en el mostrador —comentó Lali—. ¿No te han ayudado?
—Eso creo,
pero me siento como si estuviera drogado y me duele mucho la cabeza.
—Y estoy
segura de que también el tobillo y el brazo —le resultaba difícil disimular su
compasión. Le dolía verlo sufrir.
—Y las
costillas… también me duelen —se puso de pie y se dirigió hacia un sillón
vacío, en el que se sentó agradecido.
Lali preparó
la cama a toda prisa.
—Ya está.
¿Podrás arreglártelas solo? —le preguntó al terminar.
—Sí —rezongó
él, mirando ceñudo la cama.
Lali sonrió;
era evidente que Peter no quería estar en deuda con ella. Se arrodilló a su
lado para mirarlo. Peter la observó por un momento y le acarició una mejilla.
—Con esto,
sólo estoy correspondiendo a todo lo que has hecho por mí desde que tuviste la
desgracia de conocerme —murmuró ella—. Tu sagrada independencia está a salvo.
Él sonrió,
sin dejar de mirarla a los ojos. Deslizó una mano a todo lo largo de su cuello
hasta llegar a sus hombros y luego le rozó levemente un seno. Era demasiado;
Lali no podía seguir allí. Se puso de pie de un salto y le sonrió, esperando
que él no adivinara sus caóticos sentimientos.
—Buenas
noches, Peter. Te traeré el desayuno por la mañana —antes de que él pudiera
decir algo, se inclinó para besarlo en la mejilla y luego se alejó.
Pobre peter!!. Como le gusta poner al limite a lali. MAS NOVE!!!
ResponderEliminarQ orgulloso q es Peter!Sube otro por favor,quiero ver q pasa,cunato podran resistirse?
ResponderEliminarMas mas mas mas
ResponderEliminarMas mas me encanta esta nove esta buenísima masssss
Mas mas mas
ResponderEliminarPrepotente Peter ,la necesita, y aún así no da su brazo a torcer,(jajaja,ya se torció el tobillo).
ResponderEliminarPrueba en noveslaliter-lectura.blogspot.com ahí posiblemente encuentres las novelas k buscas,también creo k las puedes pedir.
ResponderEliminarLali está luchando contra ella misma ,con tal d no enojarlo,y Peter no demuestra nada más k deseo ,pero admitió k pensaba en ella cuando se cayó x las escaleras ,eso me da a entender, k ya pasó más allá del deseo ,y siente algo más profundo.
ResponderEliminarjajaja bueno por fin vamos avanzando los dos son del mismo temperamento van a la perfeccion espero a ver q mas pasa
ResponderEliminarMassssssss
ResponderEliminarmass mass mass, me puse al día!! Me encanta!
ResponderEliminaruhhh, Peter es muy duro con Lali! Pobre....
ResponderEliminarOjala Peter afloje un poco con Lali.. no puede tratarla tan mal as veces y depues besarla como si nada
ResponderEliminarme gusta me gusta! Quiero más, quiero Laliterrr!!
ResponderEliminarPeter esta ciego? no se da cuenta de los sentimientos de Lali? pobbreee! Otro cap...
ResponderEliminarSube masssssss
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