sábado, 18 de agosto de 2012

Capitulo 7 de FYA

Hola veo que bajaron firmas pido 15 para subir mas:) y cualquier pregunta o cosa que ocupen me dicen aqui @Angie_232alma les pido un favor alguien sabe de las noves de Raqui porfa es importante para mi gracias a las que me ayudaron con las de chari ya las tengo! pasa que estoy buscando las noves que ya lei jaja besos


Capítulo 7



Los dos días siguientes pasaron sin que sucediera nada. Lali tenía cuidado de mantenerse oculta cuando Peter salía o volvía de trabajar. Se aseguraba de ir a nadar durante el día; no quería salir al anochecer, para evitar la posibilidad de encontrarse con Peter bajo la luz de la luna.



Al tercer día, cuando regresaba para comer, se sorprendió al ver dos coches en el sendero; uno era el de Peter. ¿Habría invitado a alguien a comer? Por lo común, él no comía en casa los días laborables.



Después de comer, Lali tomó una ducha y se puso un pantalón corto y una blusa ligera, pues hacía calor y no pensaba ir a ninguna parte. Se recogió el cabello y bajó la escalera para buscar su libro. Miró por la ventana y vio que el coche de Peter seguía en el sendero, mientras que el otro había desaparecido. Se preguntó si estaría en casa.



La novela de misterio que estaba leyendo la tenía cautivada. A la sombra de la mimosa, la temperatura era fresca y agradable. De repente, el ruido de unos cristales rotos, seguido de una fuerte maldición, la hizo apartar la atención del libro y alzar la vista hacia la casa de Peter. El sonido procedía de allí, y se preguntó si habría sucedido algo malo. Escuchó con atención, frunciendo el ceño. Sí, allí estaba de nuevo, en esa ocasión más ahogada, pero definitivamente era una maldición.



Pensó que tal vez Peter habría roto un cristal y se había cortado. Se puso de pie y dejó el libro a un lado. Curiosa, decidió ir a ver si sucedía algo malo. Caminó sin hacer ruido alrededor del muro que separaba los dos jardines y se dirigió hacia la parte posterior de la casa de Peter. Llamó a la puerta de alambre, pues la de madera estaba abierta.



—¡Ten cuidado si entras! ¡Hay cristales por todas partes! —gritó Peter desde la cocina.



Lali abrió la puerta y entró, pero necesitó un momento para que sus ojos se acostumbraran a la luz más tenue. Peter estaba reclinado contra el mostrador. Vestía un pantalón corto y una camisa oscura, pero lo más sorprendente era que se apoyaba en unas muletas, ya que tenía una pierna escayolada hasta la rodilla. Estaba rodeado de cristales y restos de ensalada de patatas y parecía disgustado. Lali captó la situación con una mirada y fue a buscar una escoba.



—Yo barreré. No te muevas.





Encontró la escoba y recogió los cristales y la ensalada. Cuando terminó, buscó una fregona y, a toda prisa, terminó de limpiar el suelo, estudiando a Peter mientras realizaba su tarea. Estaba pálido y su expresión era de dolor.



—¿Qué te ha pasado? —le preguntó. Podía ver una magulladura que empezaba a aparecer en su frente y otra en su brazo izquierdo—. ¿No deberías estar sentado?—preguntó.



Él la miró furioso por un momento; luego cerró los ojos y suspiró.



—¡Me siento fatal!



—Tal vez deberías tumbarte —la joven le tocó un brazo y lo miró preocupada—. ¿Necesitas ayuda?



—No, no necesito ayuda —se irguió y caminó con las muletas hasta la silla que se encontraba a un lado de la mesa de la cocina. Se sentó, pero, por lo visto, no sabía qué hacer con las muletas.



Lali se las quitó y las colocó contra la pared.



—¿Era tu comida? —preguntó señalando el desastre que acaba de limpiar.



—Sí, tenía hambre. ¡Ni siquiera puedo sostener un maldito plato con las manos!



—Es difícil cuando las necesitas para las muletas. Te prepararé algo. ¿Qué ha sucedido?



—Me caí por una escalera en el trabajo y me lesioné un tobillo —le informó él.



—Y por lo que veo, también la cabeza —Lali pensó preocupada que habría podido resultar seriamente lesionado, o incluso, morir. Por un momento se quedó horrorizada al pensar en eso, pero luego movió la cabeza y se dispuso a prepararle algo de comer.



—Así que ahora vas a impresionarme con tus habilidades culinarias —murmuró él, mirándola ceñudo.



Lali sonrió con alegría, ignorando su mal humor, mientras buscaba en los armarios de la cocina.



—Sí, si te impresionan mis bocadillos de miel y mantequilla de cacahuete; de lo contrario, creo que sufrirás una decepción.



Peter se relajó un poco y se reclinó contra el respaldo de la silla mientras la observaba.



—Tampoco hoy llevas sostén —comentó él.



—No… hace demasiado calor. ¿Crees que lo necesito? —se volvió para mirarlo con expresión atrevida.



Él fijó la mirada en sus senos, hasta que la hizo ruborizarse. Luego sonrió y negó lentamente con la cabeza.



Disgustada por haber permitido que la turbara de esa forma, la joven se volvió hacia el mostrador y preparó el bocadillo. Se lo había buscado, pensó sintiendo que las mejillas le ardían. Pero por un momento Peter se había olvidado de su dolor, así que, después de todo, había valido la pena. Aspiró con fuerza y cortó en dos el bocadillo; luego lo colocó en un plato y lo puso delante de él. También le sirvió un vaso de leche que colocó cerca del plato. Él seguía observándola con ojos brillantes.



—¿Podrías ponerlo más a la derecha del plato? —le pidió él.

Lali se inclinó y movió el vaso, captando su mirada por el rabillo del ojo. La tenía fija en el escote de su blusa, que se abrió cuando ella se inclinó. Lali se irguió y lo miró furiosa, pero Peter se limitó a sonreír y tomó su bocadillo. A ella le entraron ganas de vaciarle el vaso en la cabeza. Retiró una silla y se sentó.



—¿Durante cuánto tiempo tendrás que llevar muletas? —le preguntó.



—El médico dijo que alrededor de una semana. Luego, si todo va bien, podré usar una escayola que me permita caminar.



—¿Cómo te caíste? —preguntó ella, mirándolo con curiosidad.



—¡Eso no es asunto tuyo! —rezongó él, mirándola ceñudo.



—Adiós, señor Lanzani —dijo Lali con frialdad y se puso de pie.



Pero antes de que pudiera moverse, Peter la sujetó de un brazo.



—No te vayas. Lo siento —se detuvo un momento, mirándola a los ojos.



Ella lo miraba con una expresión entre colérica y compasiva. Sólo había querido ayudarlo.



—Diablos, odio decir todo el tiempo que lo siento —añadió él—. Estaba pensando en otra cosa. Debí estar atento. Los peldaños son viejos, desgastados y desiguales; tropecé y rodé por la escalera —con el pulgar acariciaba con suavidad la tersa piel de su brazo.



—Los hombres refunfuñan cuando no están en perfectas condiciones —comentó Lali, comprensiva—. Mi padre y mi hermano siempre lo hacen. ¿No deberías tumbarte?



—Tal vez… me duele la cabeza. Pero, por el momento, las escaleras me parecen un obstáculo insalvable.



—¿No tienes un sofá en el que puedas tumbarte? —le preguntó ella deseando retirar el brazo; los suaves círculos que él trazaba con el pulgar la perturbaban y podía ver sus pezones erectos debajo de la fina tela de su blusa. Necesitaba poner alguna distancia entre ellos antes de que él lo descubriera. Intentó apartarse y él la soltó para tomar el vaso de leche.



Lali lo contempló mientras bebía. Vio que se había comido casi todo el bocadillo y sonrió al recordar su comentario acerca de sus habilidades culinarias.



—Te traeré algo de cenar —le prometió, retrocediendo hacia la puerta de la cocina.



—Yo puedo cuidar de mí mismo.



—Sí, claro, como puedes servirte un plato de ensalada de patatas —le recordó ella.



—Antes de irte, ¿podrías darme las muletas?



Lali se había olvidado que las había dejado fuera de su alcance; cruzó la habitación y se las entregó. Quería irse, pero titubeó. Se preguntó si necesitaría más ayuda.



Peter se puso de pie lentamente y caminó por el pasillo hacia la puerta principal, Lali iba a su lado, pues quería asegurarse de que llegara al sofá sin volver a caerse. Él se detuvo y la miró, apoyado en las muletas. La joven se volvió para mirarlo. Estaba demasiado cerca; retrocedió y tropezó con el primer peldaño. Antes de que pudiera impedirlo, Peter la besó.



—Podrías tirarme al suelo si quisieras —comentó él con suavidad, acariciándole los labios con los suyos.



—¿Por qué sigues haciendo esto? —murmuró ella contra su boca, mientras el corazón le latía con tanta fuerza que estaba segura de que él podía oírlo. Ansiaba su contacto, sus besos.



—No puedo resistirlo.



—Tendrás que hacerlo algún día —murmuró ella buscando su contacto, ansiando el placer y el deleite que le producían sus besos.



—No —deslizó la lengua por el labio inferior de la joven.



Pero cuando Lali trató de capturar sus labios, Peter se apartó.



—Debo irme —murmuró ella, frustrada.



—Quédate —le pidió él.



—Ni siquiera te gusto.



—Pero te deseo.



Lali no se movió; parecía como si estuviera a punto de desplomarse. Peter cambió de posición y la joven recordó sus lesiones. Debería tumbarse y ella debería obligarlo a hacerlo, poner fin a ese beso y ayudarlo a llegar al sofá, pero no quería que aquello terminara. Deseaba grabar cada beso en su memoria, recordarlo mucho después de que terminara aquel día. Quería recordar su boca, el intenso calor que generaba en su interior… eso era su tesoro. No quería que terminara, pero debía ponerle fin.



Despacio, apoyó las manos sobre su pecho, empujándolo sin desequilibrarlo. Peter apartó lentamente los labios de los de ella, mirándola como si quisiera conocer la razón por la cual había puesto fin a ese beso. Lali lo miró a los ojos y trató de que su voz sonara normal.



—¿En qué estabas pensando cuando te caíste? —preguntó lo primero que se le pasó por la cabeza.



—Eso no es asunto tuyo —su tono era suave y amable.



—¡Si te empujo ahora mismo quizá te lesiones la otra pierna! —lo amenazó Lali.



Él la miró durante un buen rato y luego suspiró.



—En ti.



Se preguntó si había oído bien. Peter había hablado en una voz tan baja que no estaba segura.



—¿Necesitas ayuda para llegar al sofá? —le preguntó, aún consciente de la cercanía de su cuerpo. Deseaba quitarse la ropa, desnudarlo a él y tumbarse a su lado, pero sabía que jamás se atrevería a expresar ese deseo.



Peter se irguió y se apartó.



—Te he dicho que no necesito tu ayuda para nada. Gracias, de todas maneras —su voz se tornó fría y formal.



Lali se sintió herida, pero se negó a permitir que él lo notara.



—Más tarde te traeré algo de cenar —se dispuso a alejarse.



—Tengo amigos y familiares muy cerca de aquí. No necesito que me cuides, ni que me muestres tus habilidades domésticas —declaró él.



—¡Lo dejaré encima de la mesa de la cocina cuando yo termine de cenar; ¡Si quieres puedes dejarlo allí hasta que se ponga verde y cubierto de moho! —gritó ella sin darse la vuelta.



 Se preguntó por qué él trataba deliberadamente de provocarla.



Dio un portazo al salir, pero no logró nada con eso, excepto desahogar sus sentimientos. Era el hombre más irritante que había conocido. Y lo amaba. Lali se sintió entonces como si le hubiesen dado una patada en el estómago y se detuvo un momento. No podía amarlo… ni siquiera le gustaba a ese hombre. Pero si la deseaba y ella a él. Lo amaba por su bondad y su consideración, incluso por su mal humor. Su atractivo y su forma de hacer ciertas cosas por ella, aunque había jurado que jamás volvería a hacer nada parecido, eran una combinación muy poderosa. Sus besos eran leales y sus caricias la excitaban como nadie lo había hecho antes. Le dolía saber que se había lesionado y se inquietaba al pensar en lo que pudo haber sucedido.



Pero no permitiría que la catalogara como a las demás mujeres de su vida. Ella no era como Suzanne y sus primas, enamoradas de él durante un verano, y tampoco como Elizabeth, que sólo buscaba una buena oportunidad. No soportaría que él descubriera sus sentimientos y se riera de ella. Lo amaba, pero él jamás debería saberlo. Despacio, reanudó el camino hacia su cabaña.



Preparó jamón con patatas y maíz para la cena. Le quedaban algunas galletas del día anterior, así que puso algunas en la bandeja que preparó con todo cuidado para llevárselas a Peter.



Una vez en la casa de su vecino, dejó la bandeja sobre la mesa de la cocina, frente a la silla que Peter había ocupado, y contempló su obra. Té helado, jamón con patatas, galletas, servilletas y cubiertos. Tenía todo lo que podía necesitar… si decidía cenar. Esperando que no dejara que la cena se echara a perder, Lali se dispuso a salir.



—¿Lali? —preguntó Peter, desde el vestíbulo.



—Te he traído la cena. Buen provecho —se dirigió apresurada hacia la puerta.



—¡Lali, vuelve aquí!



—No puedo, se me está enfriando la cena.



Cruzó corriendo el jardín hacia la puerta de atrás y se sentó a cenar. No tenía mucho apetito. Se dijo que debió haberse quedado en la casa de Peter y asegurarse de que se comiera lo que le había preparado. Volvería después para recoger los platos vacíos. Miró por la ventana para ver si había alguna luz en la parte posterior de la casa de Peter; así era. Con suerte, eso significaba que estaba cenando.



Eran más de las nueve cuando Lali fue a recoger los platos sucios, después de retrasar el momento de volver al lado de Peter. Entró en la cocina y no lo vio allí. Era obvio que le había gustado la cena, pues el plato estaba casi limpio y el té helado había desaparecido. Volvió a colocar todo sobre la bandeja y sacó del fregadero los otros platos sucios. Los lavaría con los suyos y se los devolvería a la mañana siguiente, cuando le llevara el desayuno.



En el mostrador vio dos frascos abiertos; uno de ellos contenía aspirinas. Lali examinó el otro. Era un medicamento para el dolor. «Pobre Peter, en realidad debe de dolerle mucho», pensó. Titubeó, preguntándose si él estaría bien. Tenía que saberlo.



Dejó los platos encima del mostrador y caminó despacio por el pasillo. Se detuvo en el vestíbulo y se preguntó dónde estaría él. Se asomó a la habitación contigua y vio allí a Peter. Estaba tumbado en el sofá, dormido.



—¿Peter? —preguntó con suavidad.



—¿Hmm? —murmuró él sin abrir los ojos.



—¿Estás bien? —volvió a preguntarle en voz baja, con expresión preocupada.



—Me siento muy mal —respondió en voz baja y quejumbrosa.



—Estás muy incómodo. ¿No se puede extender el sofá?



—Sí, pero es demasiado complicado…



Ella dio media vuelta, subió por la escalera y se dedicó a buscar ropa de cama en los armarios. Llevando en los brazos las sábanas, unas almohadas y una manta ligera, volvió al lado de Peter en cuestión de minutos.



—Vamos, te prepararé la cama —le indicó con tono vivaz.



—Lali, te lo dije antes, puedo arreglármelas muy bien solo —su voz había recobrado algo de su antigua fuerza.



—Sí, ya lo veo. Te lo prometo, Peter, no le diré a nadie que te he ayudado y podrás representar eternamente tu papel de macho, pero, ¿no te sentirías mejor en una cama cómoda, donde puedas estirarte y descansar?



—Si vas a usar conmigo ese tono meloso, ¿por qué no hablas como las malditas enfermeras y usas el «nosotros»? ¿No nos sentiríamos mejor en una cama? —abrió los ojos y la miró furioso.



A Lali le gustó la idea: los dos juntos, en una cama. Parpadeó. Esas ideas eran demasiado peligrosas. Ignorando su tono, dejó las mantas sobre una silla y le acercó las muletas. Aunque quería ayudarlo, se abstuvo de hacerlo, pues sabía que eso lo enfurecería. Peter se sentó, ahogando un gemido.



—Vi los analgésicos en el mostrador —comentó Lali—. ¿No te han ayudado?



—Eso creo, pero me siento como si estuviera drogado y me duele mucho la cabeza.



—Y estoy segura de que también el tobillo y el brazo —le resultaba difícil disimular su compasión. Le dolía verlo sufrir.



—Y las costillas… también me duelen —se puso de pie y se dirigió hacia un sillón vacío, en el que se sentó agradecido.



Lali preparó la cama a toda prisa.



—Ya está. ¿Podrás arreglártelas solo? —le preguntó al terminar.



—Sí —rezongó él, mirando ceñudo la cama.



Lali sonrió; era evidente que Peter no quería estar en deuda con ella. Se arrodilló a su lado para mirarlo. Peter la observó por un momento y le acarició una mejilla.



—Con esto, sólo estoy correspondiendo a todo lo que has hecho por mí desde que tuviste la desgracia de conocerme —murmuró ella—. Tu sagrada independencia está a salvo.



Él sonrió, sin dejar de mirarla a los ojos. Deslizó una mano a todo lo largo de su cuello hasta llegar a sus hombros y luego le rozó levemente un seno. Era demasiado; Lali no podía seguir allí. Se puso de pie de un salto y le sonrió, esperando que él no adivinara sus caóticos sentimientos.



—Buenas noches, Peter. Te traeré el desayuno por la mañana —antes de que él pudiera decir algo, se inclinó para besarlo en la mejilla y luego se alejó.

15 comentarios:

  1. Pobre peter!!. Como le gusta poner al limite a lali. MAS NOVE!!!

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  2. Q orgulloso q es Peter!Sube otro por favor,quiero ver q pasa,cunato podran resistirse?

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  3. Mas mas mas mas
    Mas mas me encanta esta nove esta buenísima masssss

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  4. Prepotente Peter ,la necesita, y aún así no da su brazo a torcer,(jajaja,ya se torció el tobillo).

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  5. Prueba en noveslaliter-lectura.blogspot.com ahí posiblemente encuentres las novelas k buscas,también creo k las puedes pedir.

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  6. Lali está luchando contra ella misma ,con tal d no enojarlo,y Peter no demuestra nada más k deseo ,pero admitió k pensaba en ella cuando se cayó x las escaleras ,eso me da a entender, k ya pasó más allá del deseo ,y siente algo más profundo.

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  7. jajaja bueno por fin vamos avanzando los dos son del mismo temperamento van a la perfeccion espero a ver q mas pasa

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  8. mass mass mass, me puse al día!! Me encanta!

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  9. uhhh, Peter es muy duro con Lali! Pobre....

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  10. Ojala Peter afloje un poco con Lali.. no puede tratarla tan mal as veces y depues besarla como si nada

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  11. me gusta me gusta! Quiero más, quiero Laliterrr!!

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  12. Peter esta ciego? no se da cuenta de los sentimientos de Lali? pobbreee! Otro cap...

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