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Capítulo 8
―Lo… siento —murmuró con gesto serio—.
Ha sido una grosería de mi parte.
—Cuando me hayas castigado lo bastante
por no ser la mujer con la que querías casarte…—susurró—. Hazme un favor, Peter,
y prepara mi vuelo de vuelta a casa, por favor.
Él se arrodilló delante de ella y le
rozó las mejillas con los dedos. Ella no levantó la vista.
—Me llevé una gran sorpresa… cuando lo
vi esta mañana. Sentí que te había robado algo que no me pertenecía.
—¿Y ésa es tu única excusa? —le preguntó
sin mirarlo.
—No. Tengo otras, aunque creo que no
estás lista para oírlas ahora.
Lali pensó que tenía razón. Ya estaba
harta de tanto cinismo.
—A mí no me vas a tratar como tenías pensado
hacer con Bianca. Me arruinaste la pasada noche, dos veces, teniendo en cuenta
cómo acabas de comportarte, y creo que lo hiciste deliberadamente.
—Ataco cuando estoy a la defensiva.
Creía que ibas a lanzarme alguna acusación merecida, así que me adelanté.
—¿Sabes lo que eres, Peter? —se volvió
hacia él—. Eres tan cínico y cruel que no reconoces los sentimientos de los
demás. Crees que puedes tratarme con desprecio porque nunca fui capaz de
esconder la atracción que sentía por ti.
Él esbozó una extraña sonrisa.
—No es desprecio.
—Entonces había sangre en las sábanas
—dijo Lali—, Un hombre sensible me lo habría dicho de otra manera, pero tú no
eres de ésos. Tú lo sueltas de cualquier manera a plena luz del día sin
importarte el daño que causas.
—Pensaba que lo habías visto.
—Bueno, no es así —huyó de su mirada—.
¿Y cuál es el problema con mi inexperiencia? —le preguntó, desafiante—. ¿Por
qué crees que tienes derecho a burlarte?
—Puedo hacerlo mejor. Ayer estaba…
enfadado por muchas cosas; cosas que no debería haberme llevado a la cama. Sólo
te pido que aceptes mis disculpas y mi promesa de que puedo hacerlo mejor de
ahora en adelante.
—Has salido a cazar.
Él se quedó perplejo y entonces se echó
a reír. La agarró de la barbilla y la obligó a mirarlo a los ojos.
—He salido a cazar—confirmó con una
sonrisa relajada—. Lo cual significa que éste es un mal día para los leones.
Deben de estar desesperados.
—Si vuelves a hacer que me avergüence de
ti, me iré sin más, no importa cuánto me amenaces.
Ante la sorpresa de Lali, él asintió sin
rechistar. Se puso en pie y le ofreció una mano. Ella la miró durante unos
segundos y finalmente le dio la suya.
La ayudó a levantarse, pero no le soltó
la mano, sino que tiró de ella hasta tenerla muy cerca, tan cerca que el corazón
de Lali empezó a palpitar sin control.
—Necesito algunas cosas que tu
maravilloso equipo de estilistas olvidó incluir en mi equipaje —le dijo,
intentando distraer su atención con una frase apresurada.
—¿Como qué?
—Un caballero no hace esas preguntas.
—Pensaba que ya habías decidido que yo
no soy uno de ellos.
Ella levantó la vista y reparó en sus
labios, en los que se atisbaba una mueca irónica.
—Un sombrero, y un cargamento de leche
solar —le dijo, intentando parecer tranquila a pesar de su proximidad.
Él le tiró de la mano y la hizo
acercarse más. Lali volvió a mirarlo a la cara y entonces la besó.
Fue un roce tan fugaz que terminó antes
de que ella pudiera reaccionar.
—Entonces vayamos de compras —le dijo
sin más.
Lali sabía que acababan de sellar otro
trato, pero no sabía de qué se trataba esa vez.
Él volvió a ser el tipo frío y distante
de siempre; el hombre que jamás perdía el control de las cosas, incluyendo una
esposa rebelde. La llevó al pueblo en un deportivo y juntos dieron un paseo por
la zona comercial, que estaba llena de tiendas de curiosidades pintadas en
tonos pastel. De no haber ido con él, a Lali le habría encantado perderse en
ellas.
Él le escogió un sombrero sin que ella
se diera cuenta. Lo pagó, se lo puso en la cabeza, y la hizo salir de la tienda
sin darle tiempo a protestar. Era un sombrero de paja rosa de ala ancha que no
conjugaba demasiado bien con su color de pelo, pero eso a él no le importaba.
—Arrogante —murmuró Lali.
—Desde siempre —respondió él.
La hizo entrar en una farmacia y eligió
el factor de protección más alto. Esa vez Lali ni siquiera se molestó en
decirle nada, sino que fue a buscar otros productos necesarios mientras tantos.
Él pagó la cuenta y Lali empezó a
sentirse como alguien sin voz ni voto, resentida y mimada.
—Mi esposa, Lali —dijo a modo de
presentación cuando se encontraron con unas amistades suyas.
Al ver la expresión de sus rostros, Lali
se dio cuenta de que la noticia de su escandaloso matrimonio debía de haber
llegado hasta esa remota isla del Caribe.
—Cara, éstos son Elena y Fabio Romano,
unos amigos míos.
Elena Romano era una joven esbelta y
hermosa, pero tenía un misterioso brillo en sus oscuros ojos que recordaba a
las brujas de largas uñas y escobas voladoras. Fabio era un hombre de mediana
edad, alto y de piel bronceada. Sin embargo, su expresión natural denotaba un
aburrimiento crónico alarmante.
Lali no pudo evitar preguntarse si Peter
iba a terminar así cuando llegara a su edad. Los Romano les dijeron que estaban
navegando por el Caribe en su yate privado y los invitaron a tomar algo por la
tarde. Peter rechazó la invitación con toda la elegancia de que era capaz y
Fabio Romano aceptó la negativa con la misma dosis de elegancia. Su encantadora
esposa, sin embargo, no se lo tomó tan bien. Sus negros ojos lanzaron centellas
dirigidas a Lali.
—Qué sombrero tan bonito, cara. Qué
alegre y qué… rosa. ¿Cómo puedes llevar ese color con tu tono de pelo? —le
preguntó con insolencia.
—Peter me lo eligió —respondió sin
vacilar—. A él le gustan alegres y rosas.
Elena se rió con afectación. Lali sintió
la presión de los dedos de Peter sobre la cintura.
—Ah —Elena no había terminado—. Eso
explica lo de las fotos de vuestra boda en la edición matutina de los
periódicos —asintió—. Qué imagen tan dramática. La pálida novia virgen junto al
mujeriego serio y reformado.
—Mis estilistas son excepcionales. ¿No
crees? —dijo Lali, siguiéndole el juego a la bruja de Blanca nieves.
Los años que había pasado al lado de
Bianca le habían enseñado a defenderse ante esa clase de mujer. Peter volvió a
clavarle los dedos en la cintura, pero Lali no se molestó en mirarlo.
—Sí, y con tan poco tiempo —Elena bajó
la vista y se fijó en el vientre de Lali.
—Vaya. ¡Nunca pensé que la gente pudiera
pensar que el pobre Peter se había casado conmigo por obligación! —dijo Lali,
contraatacando.
—Y no es así —Fabio Romano decidió poner
fin al atrevimiento de su esposa—. Elena sólo quiere meterse en lo que no le
importa. Siempre lo hace. A eso se dedican las mujerzuelas profesionales.
Lali la miró con gesto triunfal y Elena
se sonrojó.
Unos minutos después se despidieron con
cortesía y volvieron al coche.
—Bueno, me has sido de gran ayuda —le
dijo Lali con rabia.
Peter ni se inmutó.
—Pronto aprenderás que es mejor mantener
la boca cerrada delante de gente como Elena.
Pero Lali no tenía por qué agachar la
cabeza. Y si eso era lo que le esperaba en Italia, no estaba dispuesta a
tolerarlo.
—Se siente atraída por ti, y es por eso
que la tomó conmigo.
—Bueno, sí que tienes imaginación.
—Entonces será una ex resentida porque
no logró convertirse en tu «pálida novia virgen».
—Tendrías que remontarte muy atrás en el
pasado de Elena para encontrar la virgen —dijo, riéndose—. ¿Y por qué estás
enfadada conmigo si fuiste más que capaz de manejar la situación sin mi ayuda?
—No me gusta tu estilo de vida.
Él guardó silencio, le abrió la puerta y
esperó a que entrara en el vehículo. Lali se quitó el sombrero, se lo puso
sobre las piernas y le observó mientras dejaba las bolsas a sus pies y le
cerraba la portezuela del coche.
—Quiero ver la foto de la que hablaba
—le dijo Lali cuando se sentó a su lado.
—No —arrancó el coche.
—¿Por qué no? ¿La has visto?
Peter mantuvo la vista al frente y no
dijo ni una palabra. En el camino de vuelta, Lali empezó a encajar las piezas
del puzzle. La desagradable escena de la mañana debía de estar relacionada con
el comentario de Elena.
—La has visto —le dijo, insistiendo—. Es
por eso que te mostraste tan desagradable esta mañana. Viste la foto y no te
gustó lo que había en ella, es decir, yo, con la cara pálida, y tú; un tipo
rico al que han cazado con el truco más viejo del mundo.
—Tienes una gran imaginación.
—Quiero verla.
Él no dijo nada. Paró delante de la casa
y salió del coche. Lali también bajó y lo fulminó con la mirada por encima del
capó. Él tenía en ceño fruncido y se empeñaba en ignorarla como si fuera una
pesada mosca que podía derribar de un manotazo.
Lali entró en la casa, decidida a no
darse por vencida. Un hombre como Peter De Lanzani no podía vivir sin una
conexión a Internet.
Atravesó el vasto recibidor y empezó a
abrir puertas hasta localizar su objetivo.
—Si quieres ver la casa entera, cara —le
dijo con prepotencia—. Yo estaré encantado de enseñártela. No hay necesidad de
que destroces la pintura de las puertas. Puedes irte. Nina —dijo al ver acudir
al ama de llaves.
Lali se volvió a tiempo para verla
desaparecer rumbo a la parte trasera de la mansión. Él estaba en mitad de la
habitación, inmutable y soberbio.
La joven apretó los puños contra el
costado.
—¡Si el mundo entero ha visto una foto
de mí el día de mi boda, entonces yo también quiero verla! —le gritó, furiosa.
—Te aseguro que es mejor que no —sonrió
y dejó escapar un suspiro impaciente.
Ella le dio la espalda y abrió la
siguiente puerta.
—¿Cómo es que todo el mundo conoce tu
lado más amable menos…?
No terminó la frase, pero Lali no se dio
cuenta. Estaba demasiado ocupada examinando la habitación en la que acababa de
entrar. Un enorme retrato enmarcado en oro colgaba de una de las paredes color
azul.
—La virago —murmuró, demasiado perpleja
como para recordar qué había ido a buscar allí—. Dios santo —exclamó y dio otro
paso adelante.
—La contessa Alexandra De Lanzani —dijo Peter
desde detrás—. La gran dama, la matriarca, la mala madre, la maravillosa
abuela, mi otra virago inglesa.
—Es igual que yo —susurró Lali.
—Creo que Nina te lo dijo.
—Pero tú no —su vivo reflejo la miraba
desde aquel retrato.
—Tú tienes el pelo más oscuro y tus ojos
son grises, no azules.
—¿Cuántos años tenía en ese momento?
—Cuarenta y nueve.
Lali dejó escapar el aliento. Aquella
mujer no aparentaba más de treinta años.
—Mi abuelo encargó el retrato como un
regalo para su cincuenta cumpleaños. Él decía que su belleza era la única cosa
que los mantenía juntos. Ella decía que seguían juntos porque ella así lo
quería, a pesar de las muchas aventuras que él tuvo durante su largo
matrimonio.
—Quieres decir que ella lo amaba.
—Eso quiero pensar, pero no creo que él
se mereciera tanta lealtad. En la sociedad italiana de la época no existía el
divorcio.
—Y ella le hizo pagar de otras maneras.
—Muy astuto de su parte —le dijo él
después de una breve pausa.
Lali contempló el cuadro durante unos
momentos y se sintió identificada con aquella dama misteriosa.
—Crees que soy como mi abuelo —le dijo
él.
—Tú tomas lo que te gusta porque crees
que tienes derecho y no juegas limpio —se dio la vuelta y levantó la barbilla—.
Quiero ver esa foto ahora.
Peter se tomó su tiempo antes de mirarla
a la cara, pero no dejó que su rostro delatara lo que sentía.
—Seguimos discutiendo —dijo finalmente.
Lali asintió y apretó los labios.
—Y tú sigues empeñado en creer que vas a
ganar. Sé usar un ordenador, así que si me muestras el camino…
Él sonrió. No fue una sonrisa
condescendiente, pero tampoco fue agradable. Si Lali hubiera podido verse a sí
misma, habría emprendido la retirada de inmediato.
La redonda silueta de sus pechos se
movía demasiado deprisa dentro del diminuto top y sus pezones duros se
dibujaban bajo el tejido.
Él, sin embargo, ya había reparado en
todo ello y apenas podía luchar contra la tentación.
Lali bajó la vista y entonces recordó el
tacto de su piel bronceada bajo los labios…
—Creo que iré…
—Cobarde —dijo él, riéndose suavemente.
Se movió tan deprisa que Lali no lo vio
acercarse hasta estar en sus brazos y sentir su boca hambrienta.
Fue un beso ardiente y profundo que la
dejó sin aliento. Cuando volvió a la realidad, sintió la urgencia de su propio
cuerpo al apretarse contra él y se ruborizó.
—Me gustaría que dejaras de abrazarme
así —le dijo en un susurro.
—Yo nunca juego limpio —le recordó él
con sequedad y volvió a besarla.
Cuando por fin se separó de Lali, ella
temblaba de arriba abajo.
—¿Despacio o deprisa? —le preguntó él
mientras jugueteaba con sus labios—. Deprisa significa que nos arrancamos la
ropa del cuerpo y lo hacemos aquí mismo, contra la pared o en el suelo.
Despacio significa que intentamos llegar a la intimidad del dormitorio. Tú
eliges.
—No sé —dijo Lali—. No se me dan bien
estas cosas.
—Confía en mí, cara. Se te da muy bien.
Lali sucumbió a su propuesta y puso los
labios sobre su piel bronceada. Él masculló un juramento, la agarró de la
cintura y la apartó bruscamente.
—Lo siento —susurró Lali, temblando.
La tomó de la mano y la llevó al
dormitorio. Una vez dentro, cerró la puerta y la apoyó contra uno de los postes
de la cama.
—No te muevas —le dijo y dio un paso
atrás.
Lali hubiera querido tener la fuerza
para irse de allí, pero no era capaz. Él empezó a quitarse la ropa. Músculos
duros y piel bronceada quedaron al descubierto a medida que se desnudaba.
Habiéndose quitado la camiseta, Lali recorrió la delgada línea de vello con la
mirada hasta toparse con la cintura del pantalón. Él tiró a un lado los zapatos
y se deshizo de los pantalones. Sólo quedaba una única prenda de ropa sobre su
cuerpo.
—¿Te gusta lo que ves?
Lali se humedeció los labios.
—¿Quieres que vuelva a tu lado? —le
preguntó él.
—Sí, por favor.
Avanzó hacia ella; tan increíblemente
hermoso, arrogante y poderoso, que el corazón de Lali entró en un delirio
rítmico.
—Disfruta —le dijo.
Lali fue hacia él y empezó a acariciarlo
con impaciencia, probándolo con la lengua y mordisqueándole la piel con los
dientes. Él le rodeó la cintura con los brazos y la dejó hacer lo que quisiera.
Cuando ella levantó la mirada buscando su boca él se la dio sin más. Entonces
ella se atrevió a deslizar los dedos sobre el fino vello y exploró la longitud
de su erección. En cuanto sintió el roce, su potencia masculina palpitó con
urgencia.
Él respiraba entrecortadamente y la
tensión creciente le agarrotaba los músculos. Lali le rodeó el cuello con los
brazos y entonces él tomó el control. Le arrancó la falda del cuerpo de un
tirón, y mientras Lali la veía caer a sus pies, él se había agachado para
quitarle las braguitas. En ese momento la joven sintió la cálida intrusión de su
lengua entre las piernas y lanzó un gemido instintivo. Después Peter le quitó
el top y el sujetador, y le agarró los pechos para saborear sus pezones con la
lengua. Lali sintió olas de placer en su interior y le clavó las uñas en los
bíceps, temblando y retorciéndose de deseo.
Cuando por fin la tumbó en la cama y le
separó las piernas, Lali experimentó una deliciosa sensación de anticipación.
Pero en lugar de poseerla en ese mismo momento, él se tumbó sobre ella y empezó
a atormentarla con toda clase de experiencias nuevas que la dejaron temblando
para cuando por fin se decidió a hacerle el amor.
Entró en su sexo húmedo con un poderoso
empujón que le arrebató el aliento y entonces ambos empezaron a moverse al
unísono hasta alcanzar el paraíso.
Aferrada a sus brazos, Lali dejó que la
llevara de vuelta a la Tierra con un beso interminable.
«Nunca dejaré que un hombre vuelva a
hacerme esto…», pensó.
Sin embargo, no se dio cuenta de que lo
había susurrado en voz alta y un momento después Peter emprendió aquel viaje
sensual una vez más.
Pasaron toda la tarde haciendo el amor.
Ni se vistieron, ni tampoco salieron de la habitación. Se ducharon abrazados y
cayeron exhaustos sobre la cama.
Lali 22 y Peter 34
ResponderEliminarGracias por aclararlo no me acordaba jaja
EliminarMAS NOVE!!
ResponderEliminarVaya capítulo me quede con ganas de más, espero leer el próximo me encanta la novela enhorabuena
ResponderEliminarquiero mas nove
ResponderEliminar@arimurb
Mas!
ResponderEliminarWOU!!! jajajja es que son como la pareja rebelde SE AMAN, me da intriga lo de la foto ¿tan mal salia? y ¿porque Lali se parece tanto a la abuela de Peter? y bueno tendre que esperar para saber pero me gusta que ya se muestran mas el cariño y el va a tener que empezar a pensar antes de que Lali quede embarazada ¿no?
ResponderEliminaresta excelente plis escribe mas
massss porfa esta buenisima
ResponderEliminarme encanto otro cpitulo mas pliss
ResponderEliminarotro!
ResponderEliminarmas!
ResponderEliminarmasssssssssssssssssssssssssssssssssmasssssssssssssssssssssssssssssssssssssmsasssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarmas es muy buena cuantos cap son
ResponderEliminarq buena nove siguela
ResponderEliminarmas por favor
ResponderEliminarMuy buen capitulo!Todo pasión!
ResponderEliminarRock laliter ah re satira
ResponderEliminarmas noveeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarmuy buenaaaaa
ResponderEliminarmas mas masssssssssssssssssss
ResponderEliminarcada vez mejorrrrrrrrrrr
ResponderEliminarLali no se deja amedrantar ,hasta k llega el momento d una caricia ,y sucumbe enseguida.
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