Capítulo 9
Peter bebió
un sorbo de café; luego dejó la taza sobre el plato y asintió despacio.
—Entonces
acepto, si tú vas a ir de cualquier forma.
Lali fijó la
vista en su taza, pues no quería que él viera el brillo de alegría de sus ojos.
No necesitaba decirle que ya había ido de compras esa semana y que no tenía
necesidad de volver a la ciudad. Le fascinaban las tiendas de las calles Broad
y High; podría entretenerse allí mientras él trabajaba y después lo llevaría al
hospital para que le cambiaran la escayola. Deseaba pasar más tiempo a su lado,
pues sus vacaciones pronto terminarían. Quería demostrarle que no le interesaba
por su dinero, como él pensaba. ¿Pero alguna vez la creería?
—¿A qué hora
quieres salir? —le preguntó sin mirarlo, con el corazón acelerado, temerosa de
que cambiara de opinión.
—A media
mañana estaría bien. Pasaré algunas horas en la oficina y después iré al
hospital. Las tiendas abren a las diez, ¿verdad?
Lali asintió.
—Me gustaría
conocer tu oficina —recordó que se lo había sugerido una vez y que él se negó.
—Todas las
oficinas son iguales. ¿Cómo es la tuya?
—Muy
reducida. Paso muy poco tiempo en ella… por lo común estoy en el plato o en
alguna reunión. Celebramos más reuniones de lo que imaginas.
—¿Juntas a la
hora de la comida, en restaurantes elegantes? —preguntó él y en sus ojos brilló
un destello de su antigua amargura.
—No es tan
agradable, a menos de que tú seas la estrella —replicó Lali—. En su mayor
parte, es un trabajo duro. Empiezo a una hora temprana de la mañana y sigo allí
hasta que termina el rodaje. Si todo sale bien, salimos a eso de las cinco o
seis; si hay problemas nos quedamos hasta las once o doce de la noche.
Quería borrar
la tristeza que veía en el rostro de Peter y sonrió al recordar algunas
anécdotas que le habían ocurrido en su trabajo. Le habló de los problemas que
había encontrado a lo largo de aquellos años, de los puntos débiles de los
actores cuando estaban en escena, de los problemas con el equipo y con los
guionistas. Eso dio resultado. Poco a poco fue desapareciendo la expresión
amarga de Peter y se fue interesando por lo que ella decía. Pronto brilló en
sus ojos un destello de diversión. Aún reía por un episodio divertido cuando
miró hacia la ventana, atraído por la puesta de sol.
—Me fascina
esta hora del día —comentó en voz baja.
A través de
la ventana, Lali podía ver el cielo, una gloriosa mezcla de tonos rosados,
coral y malva.
—Es
encantadora —convino ella también en voz baja mientras veía cómo el cielo
cambiaba de color a cada segundo.
—Es mi hora
favorita —declaró Peter, volviéndose para mirarla, sonriente—. Me encanta
contemplar la sucesión de colores. He vivido aquí casi toda mi vida y no creo
haber visto dos puestas de sol idénticas.
—Echaré de
menos todo esto cuando vuelva a casa —le aseguró Lali—. En Los Ángeles, por lo
común estoy demasiado absorta en mi trabajo cuando el sol se pone. Además con
ese ambiente de contaminación, las puestas de sol no son tan espectaculares.
—¿Te irás
pronto? —preguntó él con tono en apariencia indiferente.
—Más o menos
dentro de una semana.
—¿Para volver
al trabajo?
Lali asintió
y de nuevo se quedó sorprendida de lo distante que le parecía su propio mundo.
Había llegado a apreciar la vida de Barbados, la suave cadencia del acento
nativo, los días tranquilos, el aire perfumado y las coloridas flores. Le
fascinaba todo, incluyendo el hombre que se hallaba sentado a su lado. De
pronto, sintió una opresión en el corazón. ¿Cómo podría dejar todo eso? ¿Cómo
podría dejar a Peter? ¿Podría hacerlo sin hacerle saber lo que sentía? Por un
momento, esa posibilidad la abrumó y la invadió el pánico. No podría hacerlo;
no era lo bastante fuerte.
¡Pero cómo se
reiría él si lo supiera! Se reiría y la acusaría de las mismas maquinaciones de
las que acusaban a Elizabeth. O peor todavía, se reiría de ella y la acusaría
de haberse enamorado de él como una adolescente, al igual que Suzanne y sus
primas. No podría soportar eso. Sabía que tenía que irse, aunque eso le
destrozara el corazón. Se estremeció y decidió que él jamás lo sabría. Su amor
era algo frágil y valioso y la risa burlona de un hombre no la destruiría.
Peter tomó
sus muletas y se puso de pie.
—Debo volver
a casa, Lali. Gracias por la cena.
Deseando
estar a solas para que él no adivinara su secreto, Lali también se puso de pie
y se apartó para dejarlo pasar.
—Me alegro de
que hayas venido —le confesó.
Había tantas
cosas que quería decir, tantas que quería escuchar, pero eso jamás sucedería.
Lo observó en silencio mientras salía lentamente de la cabaña y se dirigía a su
casa. Se quedó frente a la ventana de la sala hasta que ya no pudo verlo y, con
un suspiro, terminó de recoger la cocina. Fregó los platos y luego limpió la
mesa del comedor. Deseaba con todo su corazón que él volviera a besarla, sentir
su boca sobre la suya, sus manos sobre su piel, experimentar las emociones que
le provocaba, transportándola al delicioso paraíso que sólo él le había
mostrado. Pero no podía arriesgarse a que Peter se enterara de su amor.
A la mañana
siguiente, Lali eligió un vestido de verano de color rosa y blanco; el talle
ajustado destacaba su figura y la falda tenía un amplio vuelo. Se recogió el
cabello con una cinta de color rosa.
Salió de la
casa a las diez en punto y se sorprendió al ver que Peter ya la estaba
esperando, apoyado en su pequeño coche y con un maletín a su lado. Iba vestido
con un traje azul marino, camisa blanca y corbata de color rojo oscuro, que le
daba un aire austero y formal.
Ella le abrió
la puerta del coche para que metiera la maleta y luego lo vio maniobrar con las
muletas para instalarse. Rodeó el vehículo, sonriendo al descubrir su obvia
frustración y su disgusto por tener que depender de ella. Experimentaba cierto
perverso placer al percibir su cólera.
El trayecto a
Bridgetown fue breve y lo hicieron en silencio. Lali era muy sensible a la
cercanía de Peter, pero trató de ignorarla y se concentró en conducir. Sólo
habló cuando llegaron a la ciudad.
—Tendrás que
guiarme, pues no sé dónde se encuentra tu oficina.
—Eso me
sorprende —murmuró él, indicándole el camino.
—¿Por qué?
Nunca he estado allí —señaló ella, concentrada en el tráfico.
—¿Ni siquiera
has pasado por allí con la esperanza de que yo te viera y te invitara a
conocerla? —preguntó él.
—No. ¿Por qué
debería hacer algo tan estúpido?
—Suzanne
solía hacerlo.
—Las
adolescentes actúan así. Yo no soy una adolescente y no estoy enamorada de ti
—Lali lo miró y luego fijó la vista al frente.
—A veces
pareces una adolescente, sobre todo cuando regresas de la playa con la nariz
quemada por el sol. Da la vuelta a la izquierda en el próximo cruce. El
aparcamiento se encuentra a la derecha… ¿podrás dar la vuelta?
—Conduzco
desde que tenía dieciséis años, sólo que aquí todo se hace al revés.
—A nosotros
nos parece normal —replicó Peter.
Ella detuvo
el coche en el aparcamiento y apagó el motor.
—¿Podrás ir
solo desde aquí? —le preguntó, sabiendo que él no aceptaría que ella lo ayudara
delante de sus empleados.
—Sí. Mi cita
en el hospital es a las dos y en la maleta tengo una muda de ropa. La sacaré
cuando lleguemos al hospital.
—Volveré a
las dos —le prometió Lali.
Peter abrió
la puerta del coche y se dispuso a bajar, pero titubeó.
—¿Dónde
piensas comer? —le preguntó.
—Encontraré
algún lugar. No llegaré tarde a tu cita.
Peter aspiró
y de nuevo se volvió hacia ella.
—Ven a las
doce y media y comeremos juntos antes de ir al hospital.
Los ojos de
Lali eran casi azules cuando se volvió para sonreírle con dulzura. Sabía que él
no quería invitarla a comer, pero aceptaría su ofrecimiento, pues así pasaría
más tiempo con él.
—De acuerdo,
estaré aquí a las doce y media.
Él bajó del
coche y se dirigió hacia las amplias puertas de cristal de la oficina. Lali se
quedó allí mirándolo hasta que desapareció. Entonces volvió a poner en marcha
el motor y salió del aparcamiento.
Volvió a la
oficina de Peter antes de lo que pensaba. Había terminado sus compras e incluso
tomó un café en una de las terrazas cercanas al muelle. Deseosa de reunirse con
él, la mañana le pareció interminable. Después de aparcar el coche, entró en el
edificio de oficinas. La recepcionista le dirigió una sonrisa cordial.
—He venido a
recoger a Peter Lanzani —le informó Lali.
—Suba al
sexto piso; allí está su despacho —le indicó la joven con amabilidad.
Lali llegó al
sexto piso. Corrió por el pasillo y no tardó en encontrarse frente al
escritorio de la secretaria de Peter.
Él no se
encontraba en su despacho, pero su secretaria le indicó que no creía que él se
molestara si lo esperaba allí. «¿Le habrá hablado de mí a su secretaria?», se
preguntó Lali cuando la empleada la guió al interior. Mientras esperaba, se
acercó al amplio ventanal que había atrás del escritorio y admiró la vista del
centro de Bridgetown.
Luego se
volvió para estudiar el despacho de Peter. Era amplio, con un escritorio
grande, un largo sofá y una mesa de reunión rodeada de seis sillones. Cerca del
escritorio había un pequeño ordenador.
Aburrida de
esperarlo, se sentó en el borde del escritorio y cruzó las piernas. Se alzó la
falda y ladeó la cabeza, estudiando el efecto. Se dijo que si fuera una
secretaria incompetente, recurriría a su atractivo sexual para tener al jefe de
su lado. Se levantó un poco más la falda y, apoyada sobre las dos manos,
suspiró y miró por la ventana.
—Por mí no te
detengas.
Lali volvió
bruscamente la cabeza. Peter estaba de pie en el vano de la puerta, con sus
muletas, admirando sus piernas con un destello de diversión en los ojos.
—No me pases
ninguna llamada, Carol —le indicó por encima del hombro a su secretaria y entró
para luego cerrar la puerta con suavidad.
Lali actuó a
toda prisa. Se bajó la falda hasta las rodillas y se irguió, contemplando la
expresión divertida de Peter, avergonzada por haberse visto sorprendida en esa
situación. Peter se acercó a ella.
—¿Qué era
eso? ¿La pose de una estrella de cine?
—No sabía que
habías llegado —lo miró colérica—. Estaba sola y tenía calor —añadió,
argumentando lo primero que se le pasó por la cabeza. Jamás le diría lo que en
realidad estaba haciendo.
—A mí el
tiempo me parece agradable, pero si tienes calor, puedes quitarte el vestido
—le levantó la falda con suavidad, hasta descubrir la satinada piel de sus
muslos—. ¿Está mejor así?
Su tono era
burlón. Retiró la mano de la falda y la deslizó sobre su piel, haciendo que el
corazón de Lali se acelerara. No podía respirar, pero Peter no se detuvo.
—¡No lo
hagas!
Lali intentó
apartarse, pero él la sujetó deslizando un brazo alrededor de su cintura y
apoyó la otra mano sobre la curva de su cadera. Ella lo miró a la cara,
sabiendo que iba a besarla de nuevo.
—Las morochas
siempre tienen un aspecto frío e indiferente, pero tú no, Lali. Tú eres
ardiente y apasionada.
Fijó la
mirada en su boca e inclinó más la cabeza. Lali sintió la caricia de su cálido
aliento y cerró los ojos. Pero, justo en ese momento, sonó el teléfono que
estaba a su lado, sobresaltándola.
—¡Maldición!
Le pedí que no me pasara ninguna llamada —exclamó Peter, estirando un brazo
para tomar el auricular.
Ella estaba
atrapada contra su cuerpo y el cable del teléfono la tenía aprisionada.
—Lanzani… Sam
iba a ponerse en contacto con ellos más tarde hoy… No, no es así… ¡Necesitan
hablar con Sam! No, me iré pronto, ponte en contacto con él —Peter colgó el
auricular y se volvió hacia Lali.
La joven
aprovechó la oportunidad para alejarse y bajarse la falda, tragándose su
decepción. Se alegraba de estar con él y no necesitaba que volviera a besarla,
pero deseaba intensamente que lo hiciera.
—¿Lista para
ir a comer? —le preguntó Peter como si no hubiese estado a punto de besarla
unos momentos antes.
—Sí
—respondió ella con tono tranquilo, aunque interiormente aún temblaba.
Peter la guió
hasta un pequeño restaurante cerca del hospital y, poco después, se encontraban
sentados frente a una mesa. La comida transcurrió en un ambiente agradable.
Peter podía ser encantador cuando quería, pensó Lali, riendo al escuchar uno de
sus comentarios. Se expresaba bien y era ameno, siempre y cuando ella no le
preguntara nada personal. En una ocasión en que le preguntó algo acerca de su
trabajo, él adoptó una actitud reservada y cambió de tema. Volvió a intentarlo,
pero se quedó frustrada. ¿Por qué discutían todo el tiempo? Peter sabía que
ella sentía curiosidad por saber algo más de él. ¿Por qué no podía sentir él la
misma curiosidad por saber algo más de ella?
Cuando
llegaron al hospital, lo acompañó al interior, llevando el maletín con su muda
de ropa. Kyle Lincoln salió a recibirlos cuando llegaron a la sala de rayos X.
—Hola, Lali y
Peter. ¿Cómo te sientes, mi viejo amigo?
Si el médico
se sorprendió al ver a Lali con su amigo, no lo demostró.
—Estaré mejor
cuando me cambien la escayola y pueda caminar —respondió Peter, estrechando la
mano de su amigo.
Lali los
observó mientras Kyle le daba algunos consejos a su amigo para que su
recuperación fuera más rápida. Incluso con las muletas y el pie escayolado,
Peter proyectaba un aire de fuerza y poder. Kyle tenía una presencia similar.
En ese momento apareció una enfermera con una silla de ruedas.
—Voy a llevar
al señor Lanzani a la sala de rayos X, doctor —le dijo a Kyle.
—De acuerdo.
Después de eso, te quitarán esa escayola y te pondrán la nueva. Luego tomaremos
otras placas y podrás irte.
—No necesito
una silla de ruedas —protestó Peter.
—Es el
procedimiento de costumbre —le informó Kyle.
—Puedo
caminar —replicó Peter, apretando los labios en un gesto obstinado.
—No te pongas
pesado, Peter. Saldrás antes de aquí si sigues las reglas —intervino Lali,
estirando un brazo para tomar las muletas.
—Y no
necesito…
—… no
necesitas que yo te diga lo que debes hacer —lo interrumpió ella—. Ya he oído
eso antes. Vamos a ver si me impresionas comportándote como un adulto —añadió
con osadía y vio que levantaba una ceja y le sonreía burlón.
—Ya verás
cuando salgas de aquí… —le prometió. Le entregó las muletas y se sentó en la
silla de ruedas.
Kyle se reía
cuando se volvió hacia Lali una vez que se llevaron a Peter.
—Me alegro de
que hayas sido tú quien le dijera eso —comentó—. Si yo lo hubiera intentado, me
habría pegado.
—Lo dudo. Lo
que pasa es que no le gustara sentirse un inválido. ¿Tardará mucho en salir?
—No. Pero es
necesario esperar a que la escayola se seque lo suficiente para que pueda irse.
Y aún así, no podrá caminar durante un día. Una vez que yo examine las primeras
radiografías, dispondremos de tiempo para tomar una taza de café, si quieres.
—De acuerdo.
Te esperaré aquí.
Lali tomó
asiento en la sala de espera y hojeó una revista. Poco después, Kyle se reunió
con ella y se dirigieron a la cafetería del hospital. Estuvieron charlando
hasta que sonó el transmisor portátil de Kyle, indicando que lo necesitaban.
—Debe
tratarse de Peter, que ya está listo para los rayos X. Después de eso, los dos
podréis iros a casa —indicó.
—Si es que
Peter no quiere regresar al trabajo. Como sabes, ha ido esta mañana —le informó
Lali mientras volvían a la sala de rayos X.
—No creo que
se sienta con ánimos de regresar… es doloroso el proceso de quitar la escayola
y poner una nueva. Creo que deseará descansar un poco.
Cuando Lali
volvió a ver a Peter, comprendió que Kyle tenía razón; Peter ofrecía un aspecto
demacrado y fatigado. No protestó cuando la enfermera lo llevó en la silla de
ruedas hasta la entrada del hospital y le entregó las muletas. Se había puesto
un pantalón vaquero, recortado a la altura de la escayola, y una camisa azul.
Lali tomó el maletín que llevaba la enfermera, con el traje de Peter y lo
guardó en el coche.
El médico los
acompañó hasta la salida. Esperó a que ambos estuvieran instalados en el coche
y dispuestos a partir antes de decir con tono casual:
—Lynn y yo
queremos invitaros a los dos a cenar esta noche… ¿te sientes bien para eso,
Peter? Prepararemos carne asada en el jardín trasero.
—Sí Lali
puede conducir… —respondió Peter sin mirarla.
—Me
encantaría ir. ¿Puedo llevar algo? —preguntó ella—. ¿Quieres que llame a Lynn
cuando llegue a casa?
—Por
supuesto. Peter, te recuerdo que hasta mañana no podrás apoyarte en la
escayola. Os veré después.
Lali condujo
con cuidado para salir del aparcamiento y dirigirse a casa. Peter tenía la
cabeza apoyada en el respaldo del asiento, con los ojos cerrados. La joven se
preguntó si estaría dormido.
—¿Cómo ha ido
todo? —le preguntó ella en voz baja, pues no quería despertarlo si estaba
dormido.
—Me siento
casi tan mal como el día en que me caí.
—Kyle me
comentó que era probable que te sintieras así. ¿Te han dado alguna pastilla
para el dolor?
—Sí, pero no
quiero tomar nada. Tal vez necesitaré una esta noche, si quiero dormir bien.
Puedo esperar.
Lali tomó la
carretera de Spring Gardens hacia el norte. La brisa que resoplaba del mar era
refrescante. Cuando llegaron a la casa de Peter, ella se volvió para mirarlo y
él abrió los ojos.
—¿Quieres ir
esta noche? —preguntó—. Podríamos dar alguna excusa.
—¿Qué es lo
que quieres hacer tú? ¿Cómo te sientes?
—En este
momento, muy mal; pero si me tumbo un rato estaré bien.
—Esperemos a
ver cómo te sientes —propuso ella—. Puedo venir a eso de las seis. ¿O será
demasiado tarde?
—No, llamaré
a Lynn y se lo haré saber. Gracias por llevarme. ¿Dónde están tus paquetes?
—En el
maletero —sólo era uno, pero no quería que él supiera que sus compras no habían
sido una razón primordial para ir a la ciudad ese día.
Él le tomó
una mano y la estrechó contra su muslo; luego cerró los ojos y se quedó
inmóvil, lo mismo que Lali, que temía romper el hechizo. La joven sentía la
firmeza y calidez de su palma, y sus largos dedos, entrelazados con los suyos.
En comparación, su mano parecía excesivamente pequeña y delicada. Respiraba con
dificultad mientras sus ojos estudiaban ese rostro tan querido, que tenía una
expresión fatigada.
—Si no me
levanto pronto, me quedaré dormido aquí —murmuró él, indolente, con los ojos
todavía cerrados.
—Y te
sentirás muy incómodo. Muévete. ¿Necesitas ayuda? —Lali odiaba poner fin a ese
momento, pero él estaba agotado y necesitaba descansar.
—No —la
acercó más hacia sí, hasta que la hizo perder el equilibrio y caer contra él.
Entonces la besó rápidamente en la mejilla y la ayudó a incorporarse—. La
próxima vez llevaremos mi coche… hay más espacio —abrió la puerta y bajó. Sin
mirar atrás, caminó por el sendero y entró en su casa.
Lali lo
contempló mientras se alejaba, con el corazón acelerado. «La próxima vez»,
recordó que había dicho él. Como si fueran a hacer más cosas juntos. Suspiró,
volvió a encender el motor y dio marcha atrás por el sendero. Estaba esa noche,
¿y después? Ella se iría pronto, ya no habría tiempo para más oportunidades.
Y ella
deseaba tanto que hubiera tiempo.
PD:Si alguien quiere que le avise por twitter o deje de avisar me dicen!(no prometo avisar siempre a full con el cole)besitos
Muy buen cap!Es increible la paciencia q le btiene Lali a este cabeza dura!Pero siento q él está bajando la guardia!
ResponderEliminarUna historia de amor de verano en un lugar paradisiaco,quien puede no enamorarse así!
ResponderEliminaresta muy buena la nove y yo si quiero que me avises cuando subas plis @danita_jr
ResponderEliminarMuy Linda Historia!Lastima q quede poco,pero bueno por el argumento se nota q llega el fin!Muy buen capitulo!
ResponderEliminarMe encanta más!!
ResponderEliminarMe ENCANTA. MAS NOVE!!!!!! Peter se ablanda poco a poco esperemos k siga asi y no vuelva a ser el ogro
ResponderEliminarmas mas masssssssssssssssssssss
ResponderEliminarhay peter afloja un pocooooo
ResponderEliminarmassssssssssssssssssssss
ResponderEliminarmassmassssssssssssss
ResponderEliminarmas masmasssssssssssssss
ResponderEliminarmas noveeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarmassssssssssssssssssss
ResponderEliminarmassssssssssssss
ResponderEliminaruu queda poco xa el fin
ResponderEliminarmas ams massssssssssssssssssss
ResponderEliminarQuiero más :)
ResponderEliminarMe encanta!!
awww que lindos jajaj yo de ella hubiera ido con el a la casa para ayudarlo un poco mas jajajja espero que alguno de los dos hable pronto sig cap plis
ResponderEliminarQuiero saberrrrrrrrrrrrrrrrrrr
ResponderEliminarQuiero masssssss esta genial
ResponderEliminar¡K Peter más irritante!.
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