domingo, 19 de agosto de 2012

capitulo 9♥

Ustedes cumplen yo cumplo mis amores jaja les cuento quedan como 3 cap asi que quiero terminarla esta semana y luego subo la intro despues les aviso porque y Lina ya veras lo que pasa jaja besitos hasta mañana♥

Capítulo 9



Peter bebió un sorbo de café; luego dejó la taza sobre el plato y asintió despacio.



—Entonces acepto, si tú vas a ir de cualquier forma.



Lali fijó la vista en su taza, pues no quería que él viera el brillo de alegría de sus ojos. No necesitaba decirle que ya había ido de compras esa semana y que no tenía necesidad de volver a la ciudad. Le fascinaban las tiendas de las calles Broad y High; podría entretenerse allí mientras él trabajaba y después lo llevaría al hospital para que le cambiaran la escayola. Deseaba pasar más tiempo a su lado, pues sus vacaciones pronto terminarían. Quería demostrarle que no le interesaba por su dinero, como él pensaba. ¿Pero alguna vez la creería?



—¿A qué hora quieres salir? —le preguntó sin mirarlo, con el corazón acelerado, temerosa de que cambiara de opinión.



—A media mañana estaría bien. Pasaré algunas horas en la oficina y después iré al hospital. Las tiendas abren a las diez, ¿verdad?



Lali asintió.



—Me gustaría conocer tu oficina —recordó que se lo había sugerido una vez y que él se negó.



—Todas las oficinas son iguales. ¿Cómo es la tuya?



—Muy reducida. Paso muy poco tiempo en ella… por lo común estoy en el plato o en alguna reunión. Celebramos más reuniones de lo que imaginas.



—¿Juntas a la hora de la comida, en restaurantes elegantes? —preguntó él y en sus ojos brilló un destello de su antigua amargura.



—No es tan agradable, a menos de que tú seas la estrella —replicó Lali—. En su mayor parte, es un trabajo duro. Empiezo a una hora temprana de la mañana y sigo allí hasta que termina el rodaje. Si todo sale bien, salimos a eso de las cinco o seis; si hay problemas nos quedamos hasta las once o doce de la noche.



Quería borrar la tristeza que veía en el rostro de Peter y sonrió al recordar algunas anécdotas que le habían ocurrido en su trabajo. Le habló de los problemas que había encontrado a lo largo de aquellos años, de los puntos débiles de los actores cuando estaban en escena, de los problemas con el equipo y con los guionistas. Eso dio resultado. Poco a poco fue desapareciendo la expresión amarga de Peter y se fue interesando por lo que ella decía. Pronto brilló en sus ojos un destello de diversión. Aún reía por un episodio divertido cuando miró hacia la ventana, atraído por la puesta de sol.



—Me fascina esta hora del día —comentó en voz baja.



A través de la ventana, Lali podía ver el cielo, una gloriosa mezcla de tonos rosados, coral y malva.



—Es encantadora —convino ella también en voz baja mientras veía cómo el cielo cambiaba de color a cada segundo.



—Es mi hora favorita —declaró Peter, volviéndose para mirarla, sonriente—. Me encanta contemplar la sucesión de colores. He vivido aquí casi toda mi vida y no creo haber visto dos puestas de sol idénticas.



—Echaré de menos todo esto cuando vuelva a casa —le aseguró Lali—. En Los Ángeles, por lo común estoy demasiado absorta en mi trabajo cuando el sol se pone. Además con ese ambiente de contaminación, las puestas de sol no son tan espectaculares.



—¿Te irás pronto? —preguntó él con tono en apariencia indiferente.



—Más o menos dentro de una semana.



—¿Para volver al trabajo?



Lali asintió y de nuevo se quedó sorprendida de lo distante que le parecía su propio mundo. Había llegado a apreciar la vida de Barbados, la suave cadencia del acento nativo, los días tranquilos, el aire perfumado y las coloridas flores. Le fascinaba todo, incluyendo el hombre que se hallaba sentado a su lado. De pronto, sintió una opresión en el corazón. ¿Cómo podría dejar todo eso? ¿Cómo podría dejar a Peter? ¿Podría hacerlo sin hacerle saber lo que sentía? Por un momento, esa posibilidad la abrumó y la invadió el pánico. No podría hacerlo; no era lo bastante fuerte.



¡Pero cómo se reiría él si lo supiera! Se reiría y la acusaría de las mismas maquinaciones de las que acusaban a Elizabeth. O peor todavía, se reiría de ella y la acusaría de haberse enamorado de él como una adolescente, al igual que Suzanne y sus primas. No podría soportar eso. Sabía que tenía que irse, aunque eso le destrozara el corazón. Se estremeció y decidió que él jamás lo sabría. Su amor era algo frágil y valioso y la risa burlona de un hombre no la destruiría.



Peter tomó sus muletas y se puso de pie.



—Debo volver a casa, Lali. Gracias por la cena.



Deseando estar a solas para que él no adivinara su secreto, Lali también se puso de pie y se apartó para dejarlo pasar.



—Me alegro de que hayas venido —le confesó.



Había tantas cosas que quería decir, tantas que quería escuchar, pero eso jamás sucedería. Lo observó en silencio mientras salía lentamente de la cabaña y se dirigía a su casa. Se quedó frente a la ventana de la sala hasta que ya no pudo verlo y, con un suspiro, terminó de recoger la cocina. Fregó los platos y luego limpió la mesa del comedor. Deseaba con todo su corazón que él volviera a besarla, sentir su boca sobre la suya, sus manos sobre su piel, experimentar las emociones que le provocaba, transportándola al delicioso paraíso que sólo él le había mostrado. Pero no podía arriesgarse a que Peter se enterara de su amor.



A la mañana siguiente, Lali eligió un vestido de verano de color rosa y blanco; el talle ajustado destacaba su figura y la falda tenía un amplio vuelo. Se recogió el cabello con una cinta de color rosa.



Salió de la casa a las diez en punto y se sorprendió al ver que Peter ya la estaba esperando, apoyado en su pequeño coche y con un maletín a su lado. Iba vestido con un traje azul marino, camisa blanca y corbata de color rojo oscuro, que le daba un aire austero y formal.



Ella le abrió la puerta del coche para que metiera la maleta y luego lo vio maniobrar con las muletas para instalarse. Rodeó el vehículo, sonriendo al descubrir su obvia frustración y su disgusto por tener que depender de ella. Experimentaba cierto perverso placer al percibir su cólera.



El trayecto a Bridgetown fue breve y lo hicieron en silencio. Lali era muy sensible a la cercanía de Peter, pero trató de ignorarla y se concentró en conducir. Sólo habló cuando llegaron a la ciudad.



—Tendrás que guiarme, pues no sé dónde se encuentra tu oficina.



—Eso me sorprende —murmuró él, indicándole el camino.



—¿Por qué? Nunca he estado allí —señaló ella, concentrada en el tráfico.



—¿Ni siquiera has pasado por allí con la esperanza de que yo te viera y te invitara a conocerla? —preguntó él.



—No. ¿Por qué debería hacer algo tan estúpido?



—Suzanne solía hacerlo.



—Las adolescentes actúan así. Yo no soy una adolescente y no estoy enamorada de ti —Lali lo miró y luego fijó la vista al frente.



—A veces pareces una adolescente, sobre todo cuando regresas de la playa con la nariz quemada por el sol. Da la vuelta a la izquierda en el próximo cruce. El aparcamiento se encuentra a la derecha… ¿podrás dar la vuelta?



—Conduzco desde que tenía dieciséis años, sólo que aquí todo se hace al revés.



—A nosotros nos parece normal —replicó Peter.



Ella detuvo el coche en el aparcamiento y apagó el motor.



—¿Podrás ir solo desde aquí? —le preguntó, sabiendo que él no aceptaría que ella lo ayudara delante de sus empleados.



—Sí. Mi cita en el hospital es a las dos y en la maleta tengo una muda de ropa. La sacaré cuando lleguemos al hospital.



—Volveré a las dos —le prometió Lali.



Peter abrió la puerta del coche y se dispuso a bajar, pero titubeó.



—¿Dónde piensas comer? —le preguntó.



—Encontraré algún lugar. No llegaré tarde a tu cita.



Peter aspiró y de nuevo se volvió hacia ella.



—Ven a las doce y media y comeremos juntos antes de ir al hospital.



Los ojos de Lali eran casi azules cuando se volvió para sonreírle con dulzura. Sabía que él no quería invitarla a comer, pero aceptaría su ofrecimiento, pues así pasaría más tiempo con él.



—De acuerdo, estaré aquí a las doce y media.



Él bajó del coche y se dirigió hacia las amplias puertas de cristal de la oficina. Lali se quedó allí mirándolo hasta que desapareció. Entonces volvió a poner en marcha el motor y salió del aparcamiento.





Volvió a la oficina de Peter antes de lo que pensaba. Había terminado sus compras e incluso tomó un café en una de las terrazas cercanas al muelle. Deseosa de reunirse con él, la mañana le pareció interminable. Después de aparcar el coche, entró en el edificio de oficinas. La recepcionista le dirigió una sonrisa cordial.



—He venido a recoger a Peter Lanzani —le informó Lali.



—Suba al sexto piso; allí está su despacho —le indicó la joven con amabilidad.



Lali llegó al sexto piso. Corrió por el pasillo y no tardó en encontrarse frente al escritorio de la secretaria de Peter.



Él no se encontraba en su despacho, pero su secretaria le indicó que no creía que él se molestara si lo esperaba allí. «¿Le habrá hablado de mí a su secretaria?», se preguntó Lali cuando la empleada la guió al interior. Mientras esperaba, se acercó al amplio ventanal que había atrás del escritorio y admiró la vista del centro de Bridgetown.



Luego se volvió para estudiar el despacho de Peter. Era amplio, con un escritorio grande, un largo sofá y una mesa de reunión rodeada de seis sillones. Cerca del escritorio había un pequeño ordenador.



Aburrida de esperarlo, se sentó en el borde del escritorio y cruzó las piernas. Se alzó la falda y ladeó la cabeza, estudiando el efecto. Se dijo que si fuera una secretaria incompetente, recurriría a su atractivo sexual para tener al jefe de su lado. Se levantó un poco más la falda y, apoyada sobre las dos manos, suspiró y miró por la ventana.



—Por mí no te detengas.



Lali volvió bruscamente la cabeza. Peter estaba de pie en el vano de la puerta, con sus muletas, admirando sus piernas con un destello de diversión en los ojos.



—No me pases ninguna llamada, Carol —le indicó por encima del hombro a su secretaria y entró para luego cerrar la puerta con suavidad.



Lali actuó a toda prisa. Se bajó la falda hasta las rodillas y se irguió, contemplando la expresión divertida de Peter, avergonzada por haberse visto sorprendida en esa situación. Peter se acercó a ella.



—¿Qué era eso? ¿La pose de una estrella de cine?



—No sabía que habías llegado —lo miró colérica—. Estaba sola y tenía calor —añadió, argumentando lo primero que se le pasó por la cabeza. Jamás le diría lo que en realidad estaba haciendo.



—A mí el tiempo me parece agradable, pero si tienes calor, puedes quitarte el vestido —le levantó la falda con suavidad, hasta descubrir la satinada piel de sus muslos—. ¿Está mejor así?

Su tono era burlón. Retiró la mano de la falda y la deslizó sobre su piel, haciendo que el corazón de Lali se acelerara. No podía respirar, pero Peter no se detuvo.



—¡No lo hagas!



Lali intentó apartarse, pero él la sujetó deslizando un brazo alrededor de su cintura y apoyó la otra mano sobre la curva de su cadera. Ella lo miró a la cara, sabiendo que iba a besarla de nuevo.



—Las morochas siempre tienen un aspecto frío e indiferente, pero tú no, Lali. Tú eres ardiente y apasionada.



Fijó la mirada en su boca e inclinó más la cabeza. Lali sintió la caricia de su cálido aliento y cerró los ojos. Pero, justo en ese momento, sonó el teléfono que estaba a su lado, sobresaltándola.



—¡Maldición! Le pedí que no me pasara ninguna llamada —exclamó Peter, estirando un brazo para tomar el auricular.



Ella estaba atrapada contra su cuerpo y el cable del teléfono la tenía aprisionada.



—Lanzani… Sam iba a ponerse en contacto con ellos más tarde hoy… No, no es así… ¡Necesitan hablar con Sam! No, me iré pronto, ponte en contacto con él —Peter colgó el auricular y se volvió hacia Lali.



La joven aprovechó la oportunidad para alejarse y bajarse la falda, tragándose su decepción. Se alegraba de estar con él y no necesitaba que volviera a besarla, pero deseaba intensamente que lo hiciera.



—¿Lista para ir a comer? —le preguntó Peter como si no hubiese estado a punto de besarla unos momentos antes.



—Sí —respondió ella con tono tranquilo, aunque interiormente aún temblaba.



Peter la guió hasta un pequeño restaurante cerca del hospital y, poco después, se encontraban sentados frente a una mesa. La comida transcurrió en un ambiente agradable. Peter podía ser encantador cuando quería, pensó Lali, riendo al escuchar uno de sus comentarios. Se expresaba bien y era ameno, siempre y cuando ella no le preguntara nada personal. En una ocasión en que le preguntó algo acerca de su trabajo, él adoptó una actitud reservada y cambió de tema. Volvió a intentarlo, pero se quedó frustrada. ¿Por qué discutían todo el tiempo? Peter sabía que ella sentía curiosidad por saber algo más de él. ¿Por qué no podía sentir él la misma curiosidad por saber algo más de ella?

Cuando llegaron al hospital, lo acompañó al interior, llevando el maletín con su muda de ropa. Kyle Lincoln salió a recibirlos cuando llegaron a la sala de rayos X.



—Hola, Lali y Peter. ¿Cómo te sientes, mi viejo amigo?

Si el médico se sorprendió al ver a Lali con su amigo, no lo demostró.



—Estaré mejor cuando me cambien la escayola y pueda caminar —respondió Peter, estrechando la mano de su amigo.



Lali los observó mientras Kyle le daba algunos consejos a su amigo para que su recuperación fuera más rápida. Incluso con las muletas y el pie escayolado, Peter proyectaba un aire de fuerza y poder. Kyle tenía una presencia similar. En ese momento apareció una enfermera con una silla de ruedas.



—Voy a llevar al señor Lanzani a la sala de rayos X, doctor —le dijo a Kyle.



—De acuerdo. Después de eso, te quitarán esa escayola y te pondrán la nueva. Luego tomaremos otras placas y podrás irte.



—No necesito una silla de ruedas —protestó Peter.



—Es el procedimiento de costumbre —le informó Kyle.



—Puedo caminar —replicó Peter, apretando los labios en un gesto obstinado.



—No te pongas pesado, Peter. Saldrás antes de aquí si sigues las reglas —intervino Lali, estirando un brazo para tomar las muletas.



—Y no necesito…



—… no necesitas que yo te diga lo que debes hacer —lo interrumpió ella—. Ya he oído eso antes. Vamos a ver si me impresionas comportándote como un adulto —añadió con osadía y vio que levantaba una ceja y le sonreía burlón.



—Ya verás cuando salgas de aquí… —le prometió. Le entregó las muletas y se sentó en la silla de ruedas.



Kyle se reía cuando se volvió hacia Lali una vez que se llevaron a Peter.



—Me alegro de que hayas sido tú quien le dijera eso —comentó—. Si yo lo hubiera intentado, me habría pegado.



—Lo dudo. Lo que pasa es que no le gustara sentirse un inválido. ¿Tardará mucho en salir?



—No. Pero es necesario esperar a que la escayola se seque lo suficiente para que pueda irse. Y aún así, no podrá caminar durante un día. Una vez que yo examine las primeras radiografías, dispondremos de tiempo para tomar una taza de café, si quieres.



—De acuerdo. Te esperaré aquí.



Lali tomó asiento en la sala de espera y hojeó una revista. Poco después, Kyle se reunió con ella y se dirigieron a la cafetería del hospital. Estuvieron charlando hasta que sonó el transmisor portátil de Kyle, indicando que lo necesitaban.



—Debe tratarse de Peter, que ya está listo para los rayos X. Después de eso, los dos podréis iros a casa —indicó.



—Si es que Peter no quiere regresar al trabajo. Como sabes, ha ido esta mañana —le informó Lali mientras volvían a la sala de rayos X.



—No creo que se sienta con ánimos de regresar… es doloroso el proceso de quitar la escayola y poner una nueva. Creo que deseará descansar un poco.



Cuando Lali volvió a ver a Peter, comprendió que Kyle tenía razón; Peter ofrecía un aspecto demacrado y fatigado. No protestó cuando la enfermera lo llevó en la silla de ruedas hasta la entrada del hospital y le entregó las muletas. Se había puesto un pantalón vaquero, recortado a la altura de la escayola, y una camisa azul. Lali tomó el maletín que llevaba la enfermera, con el traje de Peter y lo guardó en el coche.



El médico los acompañó hasta la salida. Esperó a que ambos estuvieran instalados en el coche y dispuestos a partir antes de decir con tono casual:



—Lynn y yo queremos invitaros a los dos a cenar esta noche… ¿te sientes bien para eso, Peter? Prepararemos carne asada en el jardín trasero.



—Sí Lali puede conducir… —respondió Peter sin mirarla.



—Me encantaría ir. ¿Puedo llevar algo? —preguntó ella—. ¿Quieres que llame a Lynn cuando llegue a casa?



—Por supuesto. Peter, te recuerdo que hasta mañana no podrás apoyarte en la escayola. Os veré después.



Lali condujo con cuidado para salir del aparcamiento y dirigirse a casa. Peter tenía la cabeza apoyada en el respaldo del asiento, con los ojos cerrados. La joven se preguntó si estaría dormido.



—¿Cómo ha ido todo? —le preguntó ella en voz baja, pues no quería despertarlo si estaba dormido.



—Me siento casi tan mal como el día en que me caí.



—Kyle me comentó que era probable que te sintieras así. ¿Te han dado alguna pastilla para el dolor?



—Sí, pero no quiero tomar nada. Tal vez necesitaré una esta noche, si quiero dormir bien. Puedo esperar.



Lali tomó la carretera de Spring Gardens hacia el norte. La brisa que resoplaba del mar era refrescante. Cuando llegaron a la casa de Peter, ella se volvió para mirarlo y él abrió los ojos.



—¿Quieres ir esta noche? —preguntó—. Podríamos dar alguna excusa.



—¿Qué es lo que quieres hacer tú? ¿Cómo te sientes?



—En este momento, muy mal; pero si me tumbo un rato estaré bien.



—Esperemos a ver cómo te sientes —propuso ella—. Puedo venir a eso de las seis. ¿O será demasiado tarde?



—No, llamaré a Lynn y se lo haré saber. Gracias por llevarme. ¿Dónde están tus paquetes?





—En el maletero —sólo era uno, pero no quería que él supiera que sus compras no habían sido una razón primordial para ir a la ciudad ese día.



Él le tomó una mano y la estrechó contra su muslo; luego cerró los ojos y se quedó inmóvil, lo mismo que Lali, que temía romper el hechizo. La joven sentía la firmeza y calidez de su palma, y sus largos dedos, entrelazados con los suyos. En comparación, su mano parecía excesivamente pequeña y delicada. Respiraba con dificultad mientras sus ojos estudiaban ese rostro tan querido, que tenía una expresión fatigada.



—Si no me levanto pronto, me quedaré dormido aquí —murmuró él, indolente, con los ojos todavía cerrados.



—Y te sentirás muy incómodo. Muévete. ¿Necesitas ayuda? —Lali odiaba poner fin a ese momento, pero él estaba agotado y necesitaba descansar.



—No —la acercó más hacia sí, hasta que la hizo perder el equilibrio y caer contra él. Entonces la besó rápidamente en la mejilla y la ayudó a incorporarse—. La próxima vez llevaremos mi coche… hay más espacio —abrió la puerta y bajó. Sin mirar atrás, caminó por el sendero y entró en su casa.



Lali lo contempló mientras se alejaba, con el corazón acelerado. «La próxima vez», recordó que había dicho él. Como si fueran a hacer más cosas juntos. Suspiró, volvió a encender el motor y dio marcha atrás por el sendero. Estaba esa noche, ¿y después? Ella se iría pronto, ya no habría tiempo para más oportunidades.



Y ella deseaba tanto que hubiera tiempo.

PD:Si alguien quiere que le avise por twitter o deje de avisar me dicen!(no prometo avisar siempre a full con el cole)besitos

21 comentarios:

  1. Muy buen cap!Es increible la paciencia q le btiene Lali a este cabeza dura!Pero siento q él está bajando la guardia!

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  2. Una historia de amor de verano en un lugar paradisiaco,quien puede no enamorarse así!

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  3. esta muy buena la nove y yo si quiero que me avises cuando subas plis @danita_jr

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  4. Muy Linda Historia!Lastima q quede poco,pero bueno por el argumento se nota q llega el fin!Muy buen capitulo!

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  5. Me ENCANTA. MAS NOVE!!!!!! Peter se ablanda poco a poco esperemos k siga asi y no vuelva a ser el ogro

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  6. mas mas masssssssssssssssssssss

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  7. hay peter afloja un pocooooo

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  8. massssssssssssssssssssss

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  9. mas masmasssssssssssssss

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  10. mas noveeeeeeeeeeeeeee

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  11. massssssssssssssssssss

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  12. uu queda poco xa el fin

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  13. mas ams massssssssssssssssssss

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  14. awww que lindos jajaj yo de ella hubiera ido con el a la casa para ayudarlo un poco mas jajajja espero que alguno de los dos hable pronto sig cap plis

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  15. ¡K Peter más irritante!.

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