Capítulo 6
Lali lo
contempló mientras se acercaba, saboreando aquel momento, pero el sonido del
teléfono los interrumpió. Peter se detuvo, como si quisiera ignorarlo, pero
titubeó un momento para después alejarse.
Lali aspiró profundamente.
Se dijo que sería mejor que saliera de allí, mientras aún podía hacerlo. Cerró
la puerta y se puso sus bragas, que aún estaban ligeramente húmedas. Recogió el
resto de su ropa y se dispuso a partir. Podía correr hasta su casa, secarse y
ponerse alguna ropa de abrigo. No necesitaba seguir abusando de la displicente
hospitalidad de Peter. Lo vio al pie de la escalera, apoyado contra la pared,
observándola mientras hablaba por teléfono.
—Bien, he
cambiado de opinión… por supuesto… No, llevaré a alguien… una vecina…
Lali sintió
que el corazón le latía acelerado bajo su atrevida mirada. ¿Con quién estaría
hablando?
—No
llegaremos tarde… no empezará antes de las ocho, ¿verdad?
Lali siguió
bajando sin dejar de mirar a Peter, que se movió para interceptarla y le pasó
un brazo por los hombros.
—No, madre,
no lo haré. Te veré a las ocho —con un suspiro, colgó el auricular—. Ya está.
¿Podrás estar lista a las siete y media? —le preguntó.
—¿Estar lista
para qué? —quiso saber ella.
—Te voy a llevar
a una fiesta que dan mis padres —allí podrás conocer a muchas personas de
Bridgetown… estoy seguro de que te gustará. Piensa en todos los hombres a los
que podrás fascinar y atraer con sus artimañas femeninas.
Los ojos de
Lali centellearon al comprender lo que él le decía.
—Para que ya
no te importune más.
—Exactamente
—asintió él, mordaz—. No tendrás más excusas para buscar mi compañía. Así
tratarás de seducir a otros.
—¡Eres un
******* egoísta! No quiero seducir ni cautivar a ningún hombre en esta isla.
Sólo he venido pasar unas semanas de vacaciones.
—Y estás
haciendo un buen trabajo —manifestó él—. Acosas a los desconocidos en sus
hogares, te tropiezas con ellos en la calle y les estropeas la ropa, te quedas
fuera de tu casa sin poder entrar y te extravías en una isla más pequeña que la
ciudad de Los Ángeles. Y en cada ocasión recurres a mí, sabiendo que no puedo
resistirme a tus miradas suplicantes ni a tu voz y que me apresuro a ayudarte.
—¡Vaya una
ayuda! —estalló ella—. Siento haberte llamado el día de hoy. ¡Debí llamar a la
policía! ¿Quién te necesita? —se liberó de su brazo y se dirigió furiosa a su
casa.
Pero él la
detuvo y la hizo volverse para mirarlo. Entonces se inclinó hacia ella y dijo
con voz dura e inflexible:
—Me necesitarás
un poco más. Te llevaré a esa fiesta y allí podrás conocer a la mitad de los
habitantes de la ciudad. ¡Me necesitas para eso! ¡Tendrás que estar lista a las
siete y media o, por Dios, que yo mismo te ayudaré a vestirte!
Lali
parpadeó. Sabía que era capaz de hacerlo, y se pasó la lengua por los labios.
—De acuerdo
—retrocedió, abrió la puerta y cruzó corriendo el jardín, sin hacer caso de la
intensa lluvia.
Una vez en el
interior de su casa, titubeó. En realidad no quería volver a salir con esa
lluvia, pero la atraía la idea de asistir a una fiesta. Conocería a otras
personas y tal vez haría algunas amistades.
Estuvo lista
mucho antes de las siete y media. Había elegido un vestido de gasa de color
rosa que le daba un aire pudoroso, pero el pronunciado escote y la espalda
desnuda desmentían esa apariencia. Se preguntó qué pensaría Peter al verla.
Moviendo la cabeza, se dijo que en realidad no le importaba, aunque en lo más
profundo de su ser quería que se fijara en ella.
Se había
rizado el cabello, sujetándolo con un broche y dejándoselo caer como una
cascada sobre los hombros y la espalda. Se había maquillado muy poco, sólo para
realzar sus ojos, pues su bronceado era perfecto. Se dijo que tal vez sería la
sensación de la fiesta y Peter se arrepentiría de haberla llevado.
«¡Vaya una
esperanza!», exclamó para sí. Probablemente él estaba encantado con su plan.
Ahora ella ya no tendría motivos para renunciar a él. Paseando de un lado a
otro de la sala, deseosa de que él apareciera, Lali se preguntó si estaría
haciendo lo correcto. Cada vez que se juraba que no volvería a ver a Peter,
algo volvía a hacer que se reunieran. Tal vez si conociera a otras personas no
se interpondría constantemente en su camino. Y eso era lo que ella quería… ¿o
no?
Oyó que
llamaban a la puerta y, al abrirla, vio a Peter, vestido con un traje oscuro y
protegido por un paraguas. Decidió no comentarle que tenía una apariencia
fantástica, pues pensaría que estaba coqueteando con él. La lluvia había
disminuido y el viento soplaba con menos fuerza.
—Ya estoy
lista —tomó su impermeable y se lo puso rápidamente, pues se sentía cohibida
delante de él con ese vestido. Se alzó el cabello y lo dejó caer sobre la
espalda.
Él se apartó
con una expresión seria e impasible. Tal vez no debería ir a esa fiesta, se
dijo Lali. Titubeó, pero él la empujó con suavidad, apoyando una mano con
firmeza sobre su espalda.
La joven
cambió de opinión cuando llegaron a la inmensa casa de Bridgetown. Había
docenas de coches aparcados en los alrededores. Un par de jóvenes recibían a
los invitados y se llevaban sus vehículos para aparcarlos. Cuando les llegó el
turno, uno de los jóvenes abrió la puerta del coche para que Lali bajara y la
protegió con un paraguas mientras la acompañaba a la puerta principal. Peter se
reunió con ella un momento después.
—Hola, señor
Lanzani —lo saludó el joven—. No sabía que vendría esta noche.
—Hola, Steve.
¿Has venido a casa a pasar las vacaciones?
—Así es. Echo
de menos la isla cuando estoy en Inglaterra.
—Lo entiendo.
Ve a verme esta semana; tal vez podré encontrarte un trabajo, si te interesa.
—Claro que
sí. Gracias, señor Lanzani.
Lali modificó
su concepto de Peter. Era agradable saber que las empresas contrataban a los
estudiantes durante los veranos para ayudarlos.
—¡Peter! —una
mujer alta de cabello oscuro y ligeramente canoso, se acercó a ellos con una
expresión de sorpresa y agrado—. ¡Me alegro de que hayas venido! ¿Y ella es…?
—le sonrió a Lali.
La joven la
reconoció como la mujer de la fotografía que había visto en la sala de Peter;
era su madre.
—Te presento
a Lali Espósito —declaró Peter—. Lali, mi madre, Sally Lanzani.
—¿Cómo está,
señora Lanzani? —la joven sonrió a la anfitriona.
—Llámame
Sally, querida. ¡Qué vestido tan encantador! Me alegra mucho de conocerte. Ven,
vamos a buscar a Joe. Te lo voy a presentar.
—Madre,
quiero que esta noche Lali conozca a tantas personas como sea posible —le
indicó Peter—. Estará aquí de visita durante algunas semanas y…
—Y tal vez se
siente sola cuando tú estás trabajando. Lo entiendo —dijo Sally e instó a la
joven a que la acompañara. Buscó entre la multitud y al fin encontró al hombre
que buscaba—. Joe, quiero que conozcas a la amiga de Peter. Lali Espósito.
Lali, éste es Joe, el padre de Peter —Sally sonrió a ambos, con la mirada fija
en la joven.
Ésta sonrió y
estrechó la mano de Joe Lanzani. Era alto y de constitución fuerte; por lo
visto, Peter había heredado el físico de su padre.
—A decir
verdad, realmente soy vecina de Peter. Me alojo en la cabaña de la señora
Tuttle —explicó.
La expresión
de Sally sufrió una brusca transformación, de complacida a desconcertada. Luego
volvió a sonreír.
—¡Eso es
circunstancial! No importa, estás aquí y es la primera vez en mucho tiempo que
trae a alguien a casa desde lo de Elizabeth. Me alegro mucho de conocerte.
—¿Elizabeth?
—Lali se quedó extrañada. Hacía mucho tiempo de eso. Se volvió para mirar a
Peter, que a su vez la miró a los ojos, enigmático.
—Oh, aquí
están Kyle y Lynn. Ven a conocer a unos amigos de Jake, Lali.
Sally le
presentó al joven doctor Kyle Lincoln y a su esposa, Lynn, y le explicó que
eran amigos de Peter desde la infancia. Lynn en seguida le cayó muy bien a Lali
y poco después charlaba como viejas amigas.
Empezaba a
disfrutar con la reunión. Lynn la presentó a otros jóvenes; algunos habían
visitado California y Lali pudo comparar sus impresiones con las que ella tema
de su estado natal. En una ocasión, alzó la vista y descubrió a Peter
observándola fijamente desde el otro extremo de la habitación, con la mirada
fija en su escote. Sentía su mirada como si la tocara y, por un momento, sintió
un hormigueo en los senos y se olvidó de las personas que charlaban a su alrededor.
Sólo podía ver a Peter y sentir su mirada fija en ella.
La orquesta
empezó a tocar en la sala contigua y varias parejas se levantaron para bailar.
Uno de los jóvenes que Lali acababa de conocer la invitó a bailar y ella aceptó
sonriente. Cuando se dirigían al salón, buscó a Peter con la mirada y de nuevo
lo descubrió observándola; le sonrió, preguntándose si después la invitaría
también a bailar.
Él miró a su
pareja y frunció el ceño, volviéndose hacia las personas con quienes estaba
conversando e ignorando a Lali, que se sintió como si le hubiese abofeteado. Se
dijo que a él no le importaba con quién estaba ni lo que hacía. Había sido una
tonta al suponer que él querría bailar con ella.
No era lo
mismo bailar con el joven al que acababa de conocer. Bailó varias piezas, una
de ellas con Kyle Lincoln. Le hizo varias preguntas acerca de Barbados,
evitando mencionar a Peter, pero él no se mostró tan reservado y le contó
algunas anécdotas de cuando eran niños. Lali rió al escuchar sus hazañas y
disfrutó bailando con él.
Cuando Peter
los interrumpió, se volvió para mirarlo sorprendida y sonrió, a pesar de sí
misma. Él hizo un gesto de asentimiento a su amigo y rodeó la cintura de la
joven con un brazo, mientras que con la otra mano tomaba la de ella. se relajó y se acercó más a él.
—Me perturbas
con ese vestido —comentó él en voz baja mientras se movían al ritmo de la
música.
—¿Por qué?
—le preguntó ella, sonriendo seductora.
—Ni siquiera
te has puesto sostén… ¿eso también forma parte de tu estilo libre y
despreocupado de California?
—Peter —rió
ella con suavidad—, puedo mencionarte por lo menos a cinco mujeres que he
conocido esta noche que no llevan sostén. ¿Esa es una muestra de las costumbres
liberales del trópico?
A pesar de
que frunció el ceño, Peter continuaba mirándole la espalda desnuda. Sus dedos
eran cálidos y firmes, y trazaban excitantes círculos sobre su piel suave como
la seda. Lali se acercó más y él suavizó su expresión.
—He conocido
a muchas personas agradables. Gracias por haberme traído —le dijo ella,
sonriente— Kyle me ha caído muy bien.
—Está casado
—le recordó bruscamente.
—Sí, lo sé…
con Lynn. También ella me gusta —por un segundo, creyó ver en su rostro una
expresión de nostalgia, pero desapareció tan rápido que pensó que lo había
soñado. ¿Por qué habría de sentir Peter Lanzani nostalgia por algo?
—Son muy
afortunados —fue todo lo que él dijo— Si ya has conocido a muchas personas,
regresemos a casa. Por lo común no asisto a las fiestas que ofrecen mis padres.
—¿Por eso tu
madre piensa que soy tu chica? —se burló ella, pues había llegado a esa
conclusión después de escuchar varios comentarios de la señora Lanzani durante
la velada.
Peter la
sujetó con más fuerza y la llevó al extremo más alejado del salón, a salvo de
las miradas de las parejas que bailaban.
—Tú no eres
mi chica y si eso es lo que piensa mi madre, muy pronto se lo aclararé. Es lo
que has estado buscando durante todo el tiempo, ¿verdad? Pensaste que podrías
intentarlo. Para ti todo es un juego… un momento para soñar, una fantasía.
Juegas con las emociones de los demás y luego buscas a otro. ¡Hasta que
encuentras a alguien con más dinero para atraparlo!
La voz de
Peter era baja y áspera; sus ojos centelleaban y le apretaba la mano con
fuerza. Estaba furioso. Ella sólo había bromeado al hacer ese comentario sobre
su madre.
—Peter, lo
siento, no he querido hacerte enfadar. ¡Me estás haciendo daño! Yo no soy
Elizabeth, no me coloques en su misma categoría. No tengo la culpa de lo que te
sucedió en el pasado; no creo estar hecha con el mismo molde. Soy diferente. Él
aspiró profundamente, dándose cuenta por primera vez de las lágrimas que le
inundaban los ojos y de la fuerza con que la sujetaba.
—Me iré ahora
mismo —declaró—. Si quieres que te lleve a casa, lo haré. Pero si prefieres que
lo haga una de tus conquistas de esta noche, házmelo saber.
—No he hecho
ninguna conquista. Me iré contigo —respondió ella, parpadeando para contener
las lágrimas.
Estaba
furiosa. Él la había llevado allí para que conociera a otras personas… a otros
hombres, según dijo. Y ahora se comportaba como si ella hubiese hecho algo malo
al charlar con las personas que él mismo le había presentado. ¿Qué le sucedía?
Parecía como si estuviera celoso. De inmediato apartó esa idea de su mente,
pues no podía haber nada más alejado de la verdad.
Peter la
soltó y cruzó el salón. Lali forzó una sonrisa y lo siguió despacio,
despidiéndose de varios invitados. Lynn la alcanzó justo cuando llegó al
vestíbulo.
—¿Ya os vais?
—le preguntó.
—Sí. Espero
volver a verte pronto —respondió Lali.
—Por
supuesto… te llamaré. Tengo el número de teléfono de la cabaña… Eleanor y mi
madre son buenas amigas. Encantada de conocerte, Lali.
La joven
buscó a sus anfitriones y se despidió de ellos.
—¿Cuándo nos
volveremos a ver, querida? —le preguntó Sally al darle un abrazo de despedida.
—No lo sé,
pero los llamaré antes de regresar a casa —se dijo que debía ser Jake quien
aclarase las cosas con su madre; ella sólo quería irse a su casa.
Peter había
pedido que le acercaran el coche, que llegó justo cuando Lali se reunió con él
en el pórtico. Se había apresurado al ver que ya había salido y llevaba el
impermeable en un brazo.
La tormenta
había amainado; ahora la lluvia era ligera, apenas una llovizna. Lali le sonrió
de manera tentativa, pero él no correspondió a su sonrisa; sin decir una
palabra, la ayudó a subir al coche y emprendió el camino de regreso.
La joven
contempló con expresión estoica las calles oscuras y mojadas. Se preguntaba por
qué Peter estaba tan molesto. Habría sido idea suya ir a esa fiesta y
prácticamente la había obligado a acompañarlo.
Se
estremeció, deseando haberse puesto el impermeable. Peter encendió la
calefacción, como si le hubiera leído la mente.
—Gracias —dijo
ella con cortesía, agradecida por su amabilidad. No tardó en entrar en calor y
se relajó un poco. Ya era tarde y se alegraba de regresar a casa.
Peter detuvo
el coche frente al sendero de la cabaña. Apagó el motor y las luces y abrió la
puerta.
—Puedo ir
sola —Lali bajó del coche, pues no deseaba prolongar la velada.
—Te
acompañaré —fue todo lo que él dijo.
Lali sacó las
llaves de su bolso, pero Peter se las quitó y abrió la puerta. Sólo había una
pequeña lámpara encendida en el vestíbulo y el resto de la casa estaba sumido
en la oscuridad.
—Gracias por
la invitación —murmuró ella, de pie en el vano de la puerta. Si él tenía tanta
prisa por llegar a casa, no lo detendría.
—Ahora ya
conoces a otras personas en la isla.
Su rostro
estaba en la sombra y Lali no podía verlo bien.
—Así que ya
no necesitaré pedirte ayuda —repuso ella con falso tono jovial.
—Ya tienes
otros con quienes podrás practicar tu magia. Pero te daré un consejo: Mantente
alejada de Kyle.
Lali no
añadió que casi todas las personas que había conocido esa noche estaban
casadas; no tenía sentido destacar lo evidente. Si Peter la creía capaz de
intentar conquistar a un hombre casado, entonces no la conocía. No había ido a
Barbados en busca de una aventura.
—No te
preocupes por mí —repuso deseando cerrar la puerta y poner fin a la velada.
Peter deslizó
un dedo a lo largo de su mejilla y ese contacto la sorprendió después de todo
lo que le había dicho. Lo observó en las sombras, deseando verlo con claridad.
Él siguió deslizando el dedo a lo largo del cuello y la clavícula, hasta que
llegó al borde del escote. Luego, lentamente, lo delineó hasta deslizarlo por
el valle que se abría entre sus senos.
Lali contuvo
el aliento, con el corazón acelerado. Una extraña languidez la invadió y sintió
las piernas débiles. Entonces le sujetó la mano y la apartó de sí, pero Peter
la tomó de la muñeca y le inmovilizó el brazo detrás de la espalda. No le
dolía, pero esa posición la obligaba a arquear el cuerpo hacia él. Peter se
acercó todavía más. Con la mano que tenía libre le sujetó la cabeza para
besarla.
La joven dejó
caer el impermeable al suelo y levantó el rostro para recibir el beso, los
labios de Peter era ardientes y exigentes; su lengua reclamaba acceso a la
suavidad de su boca, causando un caos en sus emociones. Lali apenas podía
respirar. El calor de la boca de Peter parecía quemarla, despertando en ella
deseos y anhelos que nunca antes había conocido.
Correspondió
al beso y su lengua inició con la de él una danza erótica. Luego deslizó los
dedos por la fina tela de su camisa y sintió el movimiento de sus duros
músculos bajo sus yemas. El calor de Peter era comparable al suyo y se olvidó
de que antes tenía frío. Entonces un coche pasó en ese momento por la carretera
y produjo un destello de cordura en ese frenesí. Peter se apartó y la miró, con
los ojos brillantes bajo la débil luz de la lámpara. Lali respiraba con
dificultad, como si acabara de correr. Temía desplomarse al suelo; sus
temblorosas piernas no la sostendrían durante mucho tiempo más.
Se sintió
vagamente complacida al observar que Peter también respiraba con dificultad, a
pesar de que su expresión era de cólera.
—Eres una
hechicera, pero no me atraparás con tus hechizos —declaró en voz baja y la
soltó.
Sin decir
otra palabra, giró sobre sus talones y se dirigió a su coche. Lali se quedó en
el vano de la puerta y lo observó hasta que los faros se encendieron y el motor
cobró vida. Permaneció allí durante mucho tiempo después de que él entrase en
su propiedad.
A la mañana
siguiente, después de asegurarse de que el coche de Peter no estaba en el
sendero, Lali se dirigió a la playa. Más tarde, después de comer, encontró un
buen libro para leer y se instaló debajo de uno de los árboles en el pequeño
jardín de la cabaña, disfrutando de la suave brisa tropical. La frescura del
día anterior había desaparecido con la tormenta y el aire era tibio y
perfumado. Lali disfrutó intensamente.
De repente,
oyó el ruido de un coche al entrar en el sendero. Se puso de pie a toda prisa y
se dirigió a la parte delantera. Un sonriente joven bajaba del vehículo de la
señora Tuttle.
—¿Usted es la
señorita Espósito? —preguntó el recién llegado. Detrás de él, un camión se
detuvo en la carretera y esperó.
—Sí.
—Vengo del
taller de George. Ya hemos arreglado su coche. Por favor, firme aquí —le mostró
el recibo.
Lali se quedó
paralizada. ¿Cómo había podido olvidarse del coche de la señora Tuttle? Firmó
el recibo y se lo entregó.
—¿Cuánto debo
pagar? —preguntó.
—Ya está
pagado, señorita —el joven le hizo un gesto de despedida y volvió por el
sendero hacia el camión que lo estaba esperando.
Lali sonrió,
Peter era tan considerado con ella… la había llevado a la fiesta, la había
rescatado y además se había encargado del coche. Por supuesto, no podía
permitir que él pagara la reparación. Tendría que darle las gracias y
devolverle el dinero. Lo haría tan pronto como él llegara a casa.
Peter llegó
cuando Lali estaba comiendo. La joven oyó su coche en el sendero y dejó su
comida para ir a buscarlo antes de que él pudiera entrar en su casa.
—Peter,
gracias por haber arreglado mi coche. ¡Ha sido algo maravillo!
—No ha sido
ningún problema.
Su voz era
tranquila, pero apretó los puños al mirarla y luego desvió la vista hacia el mar.
No añadió nada más y Lali se apresuró a hablar para poner fin a tan incómodo
silencio.
—Bien, de
cualquier forma, gracias. Te pagaré la factura, si me dices cuánto ha sido
—deseaba que la mirara, que hiciera algo además de seguir allí a su lado con ese
aire indiferente.
—Le pediré a
alguien de la oficina que te envíe la factura —volvió a mirarla, titubeó un
momento como si quisiera añadir algo más y luego se volvió para dirigirse a su
casa.
Lali se quedó
inmóvil. La invadió una oleada de frustración. ¡Peter ni siquiera se interesaba
en ella, y ella empezaba a interesarse demasiado en él! Con un suspiro, dio
media vuelta y volvió a la cabaña.
@Angie_232alma
@TeenAngels277
Ay este Peyter,es terrible!Q duro y orgulloso q es! Cuanto ha de haber sufrido,otro estaría intentando tener una aventura con ella y él lucha con todas sus fuerzas para no hacerlo1
ResponderEliminarMuy buen cap/muy Linda historia/si puedes sube más!
MASSSSSSSSSSSSSSSSSS
ResponderEliminarEL CABEZA DURA QUE ES PETER
No entiendo a peter, dice algo y hace otra cosa! Más!
ResponderEliminarmasssss me encantaaaa
ResponderEliminarAshhhhh peter mas tonto no puede ser mas mAs
ResponderEliminartremendo histericoooo peterr!! qe la histeria vuelva a ser femeninaaaaa! jajaja massssssssssss!
ResponderEliminarYa TENGO INTERNET . Menos mal que borde peter que cambie ya que me esta poniendo de los nervios!!
ResponderEliminarA este Peter no hay cuerpo k lo aguante,jajaja,menos el d Lali ,k d nuevo ,recurre a el ,ahora para agradecerle,y el sigue impasible.Seguro k tiene una guerra interna ,y con la dulzura d Lali ,el va a tener k bajar la guardia en algún momento.
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